Revelaciones
Transportaron a los prisioneros sin dañarlos. Sólo querían obtener información de ellos no causar más mal del necesario ni aumentar el desequilibrio actual. Eso no sería recomendable. Pese a que ahora iban todos a las ruinas la tensión era palpable. Cualquier cosa podía hacer que pelearan de nuevo. Kari no deseaba eso. No tenían tiempo para peleas y tampoco para sentarse a hablar y hacer terapia conociendose entre ellos. Por lo que sabía, en el pasado los amos oscuros no habían tocado la ciudad del inicio hasta el final, hasta que los elegidos y Myotismon partieron a buscar al octavo niño. Así que, teniendo en cuenta como era el paso del tiempo en el digimundo antes de la batalla contra Apocalimon, pasó mucho tiempo desde su aparición en el mundo hasta que lo remodelaron para dominarlo. Que algo estuviese atacando a los bebes ahora… era muy mala señal. Llegaron a la gran sala que ocultaban las ruinas. Muchos se sorprendieron de verlos llegar, Kari pudo notar eso en sus expresiones.
— Disculpad la tardanza — dijo Tk. — Una horda de digimon atacaron la aldea del inicio. Nos desviamos para ayudar a Kari y el resto a defenderla.
— No pudimos evitar que dañasen los digihuevos pero al menos pudimos salvar a Elecmon y a algunos bebes — dijo Patamon.
— ¿Y esos que traéis atados? — preguntó Izzi.
— Son prisioneros. Formaban parte de los digimon que atacaron la ciudad del inicio — reveló Kari. — Los trajimos para interrogarlos.
— Así que ahora te dedicas a causar daño a los digimon —susurró Gatomon mirándola fríamente.
— Ellos no han sufrido daño alguno ni lo sufrirán. Pero un ejército de Digimon no ataca si no es por un motivo. Tenemos que saber qué se proponen —le respondió mirándola. Su expresión era seria y su mirada determinada. Gatomon le sostuvo la mirada. — No podemos simplemente actuar a lo loco. Necesitamos conocer lo que está pasando y cuanto más mejor.
— Coincido — dijo Izzi. — La información siempre es una buena arma. Pero ninguno de nosotros está versado en técnicas de interrogatorio.
Kari permaneció en silencio. Lo que decía Izzi tenía sentido. Ni Tai ni los demás habían estudiado nada que les permitiese interrogarlos, aunque le constaba que Tai en Odaiba había probado el método de los puños con un Bakemon. Nico podía ser aterrador y el terror podía funcionar hasta cierto punto, además que imaginaba que algunas formas habría aprendido de su padre. Leo estaba descartado para esa tarea. Era ingenioso y bueno distrayendo pero no muy hábil para hacer que la gente revele sus planes sin darse cuenta. Sólo conocía a una persona capaz de hacer eso de las que estaban allí.
— Percy. Él puede conseguir que le cuenten. Aunque creo que lo mejor será separar a los tres e interrogarlos por separado.
— ¿Por qué Percy? —cuestiono Tai.
— Aunque parezca tonto es todo lo contrario. No tiene una inteligencia lógica pero es astuto. Sabe cómo dirigir la conversación para obtener la información. Puede encargarse de uno de ellos — razonó Kari.
— Yo…
— Grover me contó lo que eres capaz de hacer, Percy. Además, recuerdo cierto mensaje de iris en pleno comedor. Ayudo a restaurar a Quiron en su puesto y a echar a Tántalo. ¿Te mencioné alguna vez que le recomende agregar cereales a su dieta? — Pudo captar una sonrisa divertida en Percy, una algo macabra en Nico y una mirada de desconcierto en Leo. Mirada que tenía también el resto a excepción de TK.
— ¿Tántalo?¿cómo él sirvió a su propio hijo de manjar para los diones? — preguntó TK, notaba cierto terror en su voz.
— Como no; sino él — afirmó Kari. Confirmando el terror de Tk.
— Nos estamos desviando — dijo Gatomon mirándola con gravedad. — Y yo sé algo sobre interrogatorios, aunque te puedes imaginar cómo serán mis métodos — agregó con frialdad.
— Son tres para interrogar. Percy puede encargarse de uno,junto a otro. Tai y Matt podrían encargarse de otro. Sé que hacen buen tándem. Y tu Gatomon… creo que tus métodos me pueden servir. Si estas dispuesta a tolerar mi presencia, claro —susurró Kari.
— Tu no estás al cargo —dijo Tai.
— ¿Tienes alguna idea mejor?
— Izzi irá contigo y Gatomon. No me fio de ti Kari. No al completo.
— Bien — dijo Kari suavemente, antes de volver a poner su mirada en Gatomon.
— Acabemos con esto —dijo Gatomon.
Separaron a los prisioneros con la suficiente distancia para que no pudiesen hablar entre sí. Los llevaron a distintas estancias del laberinto. No sabrían cómo iba el interrogatorio con los demás, sólo serían conscientes del que hiciesen cada uno de ellos; pero luego podrían compartir la información. Kari sacó su daga y cortó las enredaderas que sujetaban al Vilemon que tenían en frente. El digimon seguía inconsciente, pero no podía ponerse a crear una estrategia de interrogatorio. Intercambió una mirada con Izzi, parecía algo incómodo.
— Es una imprudencia que lo hayas liberado. Podría atacarnos — susurró Izzi.
— Podría.
— Puedo mantenerlo a raya —afirmó Gatomon.
Kari se cruzó de brazos y contempló al digimon con gesto serio, estaba aguardando a que despertase. Izzi estaba contemplando en silencio, curioso y con su portatil listo como si quisiera registrar lo que sucedería en el interrogatorio. Eso podía estar bien pensado. Gatomon estaba en pose agresiva, de forma sutil, como mostrando que estaba dispuesta a actuar de ser necesario. El Vilemon abrió los ojos, buscó con la mirada por todo el lugar. Para Kari estaba claro que trataba de buscar una salida.
— Podemos hacer esto de dos formas —dijo Kari en un suave tono intimidante. — Puedes colaborar y responder a nuestras preguntas o puedes no colaborar y acabar respondiendo a nuestras preguntas. — Le sostuvo la mirada unos segundos en silencio. — ¿Por qué atacaste la ciudad del incio?
— No es asunto tuyo. Los humanos siempre estais metiendos en los asuntos de los digimon.
— Claro. No es asunto mío que tú y los tuyos asesineis bebes, incluso aquellos que no han nacido. ¿Por qué atacaste la ciudad del inicio?
El Vilemon comenzó a reírse. Kari pudo notar a Gatomon cerrar el ceño y tensarse. La verdad, no le reprocharía si acababa por golpear al digimon oscuro. No estaba a favor de la tortura, y desde luego no pensaba torturarlo, pero podía conseguir que creyesen que era capaz de ello; aunque eso no hablara mucho a su favor ante los demas. Claro que, la mayor parte de los elegidos y sus digimon ya la tenían por un monstruo. Cerró los ojos, concentrandoese en hacer que brotara una liana que se enrrollase en una de las piernas del Vilemon y lo levantase colgándolo boca abajo. Dónde antes había estado el digimon oscuro había hecho crecer enredaderas con agudos y afilados pinchos. Abrió los ojos para dirigir al Vilemon una mirada fria e intimidante. Una mirada aprendida de Percy que les había enseñado algunas cosas que había aprendido de Lupa. El Vilemon dejó de reír.
— ¿Por qué atacaste la ciudad del inicio?
El Vilemon permaneció en silencio. Ya no reía y se notaba que estaba dubitativo. Por ahora se había percatado de que lo amenazaba, pero tenía que hacerle creer que cumpliría con esa amenaza. Podía ver como Izzi la miraba con cierto temor; y Gatomon la miraba con sorpresa y algo de desconfianza. Imaginaba por qué. En una ocasión Gatomon le había contado sobre las torturas que realizó al servicio Myotismon y aquello se le parecía bastante. Hizo descender al Vilemon hacia los pinchos, lentamente; como una tenue amenaza. Esperaba que el digimon "cantase" antes de llegar al punto critico en el que se diese cuenta que no pensaba dañarlo.
— Nos lo ordenaron — tras esas palabras Kari frenó el descenso
— ¿Quien os lo ordeno?
— Nuestro nuevo amo
— ¿Quién es ese amo?
El digimon oscuro se quedó en silencio nuevamente. Kari inicio de nuevo el descenso, a la misma velocidad de antes. Aquello no solo requería de todo su autocontrol sino que además era muy demandante. Usar las habilidades de semidiós siempre lo era.
— ¡No se quien es!, por favor, para. — Paro de nuevo el descenso.
— ¿No sabes quien es?
— No, no lo se. Por favor…
— Muy bien. Dime entonces lo que sepas de ese amo.
— No se quien es. No dijo su nombre. Es sólo una sombra pero muy poderosa. Da miedo sólo estar en su presencia. Un grupo de digimon perfectos trataron de atacarlo y los derrotó y absorbió.
— ¿Los absorbió? — inquirio Gatomon. — Ese método evolutivo ha estado prohibido desde tiempos ancestrales.
— Debe ser un digimon muy poderoso para hacer algo así o tener cuerpo supremo, pero si es una sombra… ¿podría tratarse de Apokalimon? — murmuró Izzi.
— ¿Cómo los derrotó?
— De repente empezaron a moverse más lento, se sintió como si el tiempo se congelase. Luego la sombra los cogió uno por uno y los engulló.
Kari palideció. Aquello le sonaba del mundo mitológico, de la amenaza que habían enfrentado en Manhatan. No podía ser, no podía ser que hubiese llegado a ese mundo. Se suponía que estaba en lo profundo del tartaro, desterrado y sin posibilidad de volver a alzarse. Pero estaba claro que no. Puede que fuese un nuevo intento o incluso un plan de contingencia. Eso no importaba. Lo importante era que esa era la amenaza a batir o ambos mundos se irían al traste.
— ¿Por qué os ordeno esa sombra que asaltaráis la ciudad del inicio? — preguntó Gatomon en tono amenazante.
— No lo sé. Él quería a los bebes. Ha tenidos bebes de diferentes guarderías del digimundo. Pero nunca los hemos vuelto a ver.
Kari escuchaba lo que decía el Vilemon. Sin reaccionar, completamente paralizada y temblando de rabia al mismo tiempo. Notaba que iba a perder el control de sus poderes con lo cual le causaría daño involuntario a Vilemon. Por malvado que fuese el digimon, eso sería asesinato a sangre fría.
— Gatomon… alejalo de ahí — le rogó. Notó su mirada antes que se lanzase hacia el Vilemon, cortó la liana y lo apartó de las enredaderas con pinchos.
Kari se sentó en el suelo, cubriéndose la cabeza con las manos e hiperventilando a la par que temblaba. Recordaba cómo había sido la batalla de Manhatan. La cantidad de conocidos, amigos y compañeros del campamento que habían muerto allí. La batalla en la que había ganado la cicatriz que le iba del codo al dorso de la mano. Los recuerdos le habían bombardeado en el momento que el Vilemon había descrito la sombra. Notó como una mano se posaba en su espalda torpemente. Alzó la mirada encontrandose con que Izzi estaba a su altura.
— El titan del tiempo — murmuró mirando a Izzi.
— ¿Tiene nombre?
— No decimos si nombre.
— Ni que fuera Voldemort.
Kari soltó una pequeña risa negando suavemente, el comentario tenía cierta gracia. Miró hacia donde estaba Gatomon. Entre ella y Tentomon habían noqueado de nuevo al Vilemon. Se preguntaba qué hacer con él. Retenerlo supondría tener que vigilarlo, dejarlo ir suponía una sentencia de muerte.
— Nunca decimos ningún nombre. Los nombres tienen poder. Si los nombramos es como si los convocamos o les diésemos más fuerzas. Percy es el único que se atreve a nombrarlos y porque es un descarado — explicó Kari. Luego se volvió hacia Gatomon. — Te lo agradezco. No me hubiese perdonado si ese digimon hubiese sufrido daño. He estado a punto de perder el control. Lamento que hayas tenido que presenciar algo así.
— Kari. Has sufrido un ataque de pánico — observó Izzi.
— Enfrentamos al señor de los titanes antes. Hace un par de veranos, en Manhatan. Si de verdad es él quien está detrás de todo, es un asunto más serio de lo que pensamos.
— ¿Tan malo es? — inquirio Tentomon.
— Estuvo preparando la guerra y tratando de volver durante cuatro años. En aquella batalla el Titan atacó el Olimpo para destruirlo. Logramos derrotarlo. Percy fue la clave para derrotarlo. Aunque todo fue a un alto costo. Muchos murieron, la mayoría quedaron heridos y en algunos las heridas quedaron con cierto grado de invalidez — les comentó con voz calmada. Quería que entendieran de su reacción y, en parte, tenía que liberarse de eso para evitar que le pasase de nuevo. No quería que le pasara en medio de una batalla. En otra situación no lo habría hablado con ellos. Sino con Nico. Pero ellos lo habían contemplado.
— Esa cicatriz de tu mano … — comenzó Izzi. Kari asintió y se levantó la manga de la sudadera, mostrando la cicatriz que partía de los nudillos a mitad del antebrazo.
— No todas las cicatrices son físicas — murmuró Gatomon.
— Lo sé. Pero no se trata de eso. Ha sido el Shock de la revelación lo que me ha puesto así — les comentó. — Temo lo que pueda llegar a pasar si de verdad se trata de él. Por ahora sólo es una sospecha.
— Sea lo que sea, ahora sólo nos falta saber para qué quería a los bebes — dijo Izzi.
— Los debe estar entrenando y forzando a evolucionar para convertirlos en parte de su ejército — sugirió Tentomon.
— No. Si es quien creo que es necesita un cuerpo. Hace unos años lo consiguió usando como anfitrión a un semidiós lleno de rabia contra los dioses al que manipuló — explicó Kari. — Vilemon ha descrito que engullo a esos cuatro digimon.
— No lo digas — dijo Gatomon. — No menciones lo que te pasa por la cabeza. Es demasiado horroroso. Y un auténtico tabú.
— Antes has mencionado que esa forma de evolución fue prohibida… — señaló Izzi. — ¿Qué forma es esa?
— No debo mencionarlo. No se menciona, no se hace.
— Supongo que debe ser algo como el canibalismo, Izzi — mencionó Kari. — Es posible que el titán del tiempo esté haciendo eso mismo, o algo similar. No es como si no lo hubiese hecho en el pasado.
— Dejad el tema — insistió Gatomon. — Ahora, ¿qué vamos a hacer con Vilemon?
— Consultemos con Centarumon. No sabemos si podemos mantenterlo encerrado; tampoco sabemos lo que hará o le pasará si lo dejamos libre. No quiero ser quien tome esta decisión — afirmó Kari.
— Yo tampoco — reconoció Izzi. — Volvemos con los demás e intercambiemos información.
— Al final no has necesitado de mis métodos, Kari. Aunque parece que sabes aplicarlos.
— No estoy orgullosa de ello. Pero era necesario.
A su regreso a la cámara grande de las ruinas, se encontraron con un panorama variado. TK tenia una mirada muy sombría, parecida a cuando habían asaltado la base del emperador o cuando se enfrentaban a Blakwargreymon. La mayoría estaban discutiendo entre sí, seguramente la información obtenida. Faltaban Tai, Matt y sus respectivos compañeros digimon. Percy y Nico se desquitaban en una pelea de espadas de práctica pero con tintes serios. Kari podía notar que Nico permanecia imperturbable y que Percy era el que parecía alterado.
— Percy se ha enterado de que el malo se come a los bebes — dijo Leo. — Necesitaba descargarse y, como creemos que no sería bueno desahogarse con uno de tus conocidos pues…
Kari asintió. Entendía la furia de Percy. Ellos dos se parecían en algo. No toleraban a los que dañaban a aquellos que eran más débiles, aquellos que estaban más desprotegidos. Ella se había desahogado contándole parte de sus fantasmas a aquellos con los que estaba en el momento de derrumbarse. De hecho aún no estaba bien del todo. Percy lo hacía con la lucha. Lo mejor era esperar a que parasen y hablar en ese entonces. Tenía información valiosa y sospechas; aunque por lo que Leo había mencionado habían obtenido información similar, aunque esperaba que no la misma.
— Tenemos la ubicación del monstruo que mandó a los digimon atacar la aldea del inicio — anuncio Matt que regresaba con Tai.
— ¿Que pasa? — inquirio Tai mirando como peleaban.
— Percy necesitaba desfogarse y Nico le está ayudando — respondió Kari.
— ¿No vas a separarlos?
— No podría igualarlos. Es mejor dejarlos ser. Pararan cuando se cansen o se sientan mejor. Es prácticamente un entrenamiento.
— Pues no quiero saber lo que sería una pelea real — dijo Agumon.
Pasaron así más de media hora. Kari vio a Izzi consultar el ordenador y mirarla de cuando en cuando; estaba segura que, si no había comprendido lo cruda que era la realidad antes ahora podía entenderlo. Eso sería algo que tendrían que contar a todos en su momento. Esa historia en particular de toda la mitología. Por eso era mejor que primero Percy se tranquilizase. Necesitaban tener la mente completamente clara para hablar. Mimí aprovechó ese tiempo para preparar algo de cenar. Para cuando Percy y Nico dejaron su cruce de espadas, la cena estaba servida.
— Oh, no hay nada azul — comentó Percy en tono de broma.
— ¿Azul? — preguntó Math
— Larga historia — dijeron a la vez Kari y Nico.
— Centrémonos — dijo Tai. — ¿Cómo han ido los interrogatorios? Nosotros conseguimos saber donde se encuentra el "jefe" de los digimon que atacaron la ciudad del inicio.
— Estamos cenando. ¿Creéis que es el mejor momento para tratar eso? — cuestionó Joe.
— Solemos celebrar los consejos de guerra alrededor de una mesa de ping-pong; así que esto está bien — dijo Percy.— El tipo al que interrogamos nos dijo que trabajaba para una sombra oscura y que escuchó cómo está llamaba comida a unos bebes que le llevaron de otras regiones. Según él no se atrevió a mirar, salió corriendo antes de ser detectado. Lo describió como aterrador y eso que no lo vio.
— Coincide — dijo Gatomon mirando a Kari de reojo.
— ¿Habéis obtenido una declaración como esa? — preguntó Matt
— Similar y diferente al mismo tiempo — resolvió Izzi. — El Vilemon nos contó que trabajaban para una entidad sin cuerpo, capaz de congelar el tiempo a su alrededor y de engullir digimons de nivel perfecto. También nos contó que una vez llegan allí los bebes nadie los vuelve a ver. Kari piensa que debe tratarse del titan del tiempo.
— ¿Cronos? ¿Piensas que es él? — preguntó Percy dirigiendo su mirada a Kari; esta asintió. — Y está usando a los digimon para hacerse un nuevo cuerpo.
— Esa es mi teoría — afirmó Kari.
— ¿Quién es ese Cronos? — preguntó Tai
— Dejemos la lección de historia para más tarde — respondió Kari. — El ordenador de Izzi puede daros esa información después.
— Pero… ¿Cómo puede hacerse eso? — preguntó Mimi que había dejado de comer. — Lo de hacerse un nuevo cuerpo. Suena a algo asqueroso como de aliens o algo así.
— Se me ocurre algo, tal vez sea una tontería o un disparate pero… — comenzó Izzi.
— Simplemente dilo — dijo Sora. — Recuerdo las teorías que tuviste la primera vez que visitamos este mundo, fueron bastante acertadas. De todos nosotros eres el experto en informática, el que mejor conoce este mundo.
— Vale. Este mundo está formado por datos, la mayoría de los cuales han adquirido sustancia y de estos una gran mayoría tienen una característica; pero esto no es lo importante ahora. Creo que si ese ser necesita un cuerpo y está tratando de hacerse uno, debe estar absorbiendo los datos de los digimon que devora para configurarse un nuevo cuerpo.
— Tenemos que detenerlo — manifestó Tai. — Vayamos al monte Mugen y acabemos con él.
— ¿Por qué al monte Mugen? — preguntó Leo.
— Es donde se encuentra, según nos contó. Necesitó un poco de persuasión al estilo Tai pero funcionó — reveló Matt. — No sabía gran cosa, únicamente nos terminó revelando eso.
— El monte Mugen… — murmuró TK. — Tenemos que ir con cuidado. La última vez que nos aventuramos allí sin conocer la fuerza real de nuestro enemigo…
— No sucederá esta vez — aseguró Tai.
— ¿Que paso? — preguntó Leo, para encontrarse con un completo silencio. — ¿Kari?
— No es mi historia para contarla — respondió a su amigo. Su expresión era completamente ía lo que había sufrido TK en esa montaña. Pero también sabía que cuanto más tarde actuaran peor sería. Por otro lado, ya parecía haberse establecido en el lugar. Tenían que atacar cuanto antes, en eso estaba de acuerdo con Tai; pero también con TK. Acción y prudencia por igual. — Estoy con Tai, pero necesitamos aliados. Como los necesitamos para enfrentar al último de los amos oscuros.
— Sin contar con entrenamiento — añadió Sora. — Será mejor que todos podamos alcanzar el máximo nivel de digievolución posible con el mínimo gasto de energía.
— A mayor nivel, mayor poder como los viedojuegos, ¿no? — preguntó Leo.
— Algo así — respondió Hagurimon.
— ¿Y cómo vamos a entrenar? — preguntó Izzi. — Los digimon evolucionan cuando se juntaba el uso de nuestras características con el hecho que estuviéramos en peligro; al menos la primera vez que alcanzaban un nuevo nivel. Gatomon, tu te entrenaste para permanecer en la etapa de adulto.
— No quiero hablar del entrenamiento por el que pase — respondió amargamente. — No es algo para rememorar. Simplemente permanecer en la etapa adulta fue lo que me mantuvo con vida antes de… de llegar al mundo humano. — Se detuvo. Kari no había reaccionado a sus palabras, parecía indiferente o pensativa. Ya no podía interpretar del todo sus expresiones. Además que lo que había hecho antes le daba miedo y le hacía desconfiar.
— Puede que solo en ciertas situaciones pueden digievolucionar. Simplemente no podemos saber cómo y cuándo lo harán — dijo Kari. — Pero hay algo que sí se puede obtener. Experiencia. Pueden entrenar entre ellos tratando de ganar la mayor experiencia en combate posible. Sería como los combates con espadas y lanzas en el campamento. — Se volvió hacia Gatomon. — ¿Eso podría funcionar?
— Quizás. Pero si el peligro es tan real como parece, sería imprudente. No parece que tengamos mucho tiempo.
— Tendremos que dejarlo todo a golpes de suerte — suspiró Tai. — En qué tipo de aliados pensabas.
— Meramon, Frigimon, Ogremon… todos los que podamos encontrar de nivel campeon o superior.
— ¿Y qué pasa con los bebes?. Tal vez ellos estén peleando por protegerlos. Había una aldea de yokomon cerca de donde estaba Meramon — dijo Mimi.
— Yo puedo ayudar con eso — afirmó Centarumon acercándose a ellos. — Hay una zona en estas ruinas donde nada que pretenda dañar a aquellos que en ellas se refugian pueden pasar. Podemos cobijarlos allí.
— Eso es una gran idea — aprobó Joe. — No tengo una mente militar pero, si protegemos a los débiles y pedimos ayuda a los fuertes.
— No podemos ordenarles que se escondan — dijo Nico. — Podemos ofrecerselo, pero puede que ellos quieran pelear. También hay que tener eso presente.
— Sugiero que nos dividamos por equipos. Así podremos abarcar más zonas en menor tiempo — dijo TK
— Somos doce. Cuatro equipos de tres podría estar bien — dijo Percy.
— Siempre que vaya un bicho raro por equipo, para que podamos vigilarlos está bien.
— ¡Tai! — exclamaron al mismo tiempo Sora y Matt.
— Por mi está bien — dijo Nico. — Los digimon hostiles no son lo único que hay por estos lugares ahora. ¿Kari?
— Opino igual. Sería la opción más sabia. Hagamos los equipos, descansemos y partamos mañana al alba.
Pasaron el siguiente cuarto de hora tratando de encontrar la mejor forma de hacer los equipos. Estaba claro que hacerlos al azar era una mala idea. Eso era válido cuando eran unos críos, ahora no tanto; o al menos algunos en el grupo lo descartaron. Sugirieron buscar el mayor equilibrio posible en los equipos, algo bastante difícil de alcanzar. El equilibrio perfecto no existía. Finalmente lograron llegar a un acuerdo.
