Llamada de auxilio
Para cubrir toda la isla se habían decantado por hacer cuatro equipos, siendo que había un semidios en cada equipo. Así, podrían abarcar mayor zona en menor tiempo. Kari y Tai se habían dirigido a la zona septentrional de la isla, el lugar donde todo estaba nevado. Era un camino largo y algo complicado dada la incomodidad que todavía había entre ellos. Eran los únicos que se habían quedado siendo dos. Los otros grupos eran tres en cada uno. Kari no estaba muy segura de hacer esa misión con Tai, pero tenía cierto sentido. Tai era el líder del grupo de los elegidos y la profecía la había marcado a ella como líder de la misión. Era una posición complicada. Sabía que Tai no creía lo que habían dicho a pesar de lo que habían visto hasta el momento. Tampoco quería presionar en ese sentido. No sabía cómo tratar a Tai. Ya no. Era cordial, pero le había mostrado su rechazo como para tratarlo tal como lo había tratado siempre.
Notaba su mirada de cuando en cuando y se preguntaba en qué estaría pensando, más no dijo nada. Simplemente prestó atención al camino, pues no lo conocía; así que estaba a merced de dónde fuese su hermano y por dónde este fuese. Eso la incomodaba un poco dadas las circunstancias; pero era algo que podía manejar.
— ¿Qué plan tienes en mente? — le preguntó al fin.
— Pues ir y pedirselo — respondió Tai con simpleza
Kari no lo veía muy posible. No todo era tan simple como blanco o negro. Estaba segura que era así como Tai lo veía todo, también como lo veían la mayoría. Para ella eran posibles otras variables como que se negasen a ayudar o no pudiesen hacerlo. Que hubiesen colaborado con ellos en el pasado no era indicativo que lo fuesen a ser en esos momentos.
— Si hay lugares que han tenido problemas, estos digimon a los que vamos a ver también pueden tenerlos en sus hogares — observó Gatomon. — No deberíamos contar completamente con que puedan ayudarnos.
— Nos ayudarán — aseguró Tai.
A Kari le hubiese gustado tener la misma fé que mostraba su hermano, pero no contaba con que todo fuese tan fácil que pudiese resolverse con un mero ademán. Dos guerras contra entidades superpoderosas y una casi guerra civil le habían hecho darse cuenta que las cosas no eran tan fáciles. Dirigió una mirada escéptica a Tai pero no dijo nada. Conociendolo querría ser quien tomase la iniciativa en la conversación, dejaría que lo hiciese y se mantendría en segundo plano. Sabía que reunir un grupo como el que tuvieron cuando lucharon contra los amos oscuros era importante, pero no creía que tuviesen la misma capacidad de inspirar a la lucha a los demás cuando ni siquiera eran capaces de mostrarse unidos.
Lo notó antes de verlo. Nada más entrar a ese territorio una explosión de nieve se les vino encima. Rápidamente placo a Tai fuera de la trayectoria al tiempo que Gatomon hacía lo mismo con Agumon. Los dos digimon se pusieron en pie enseguida mientras Kari tendía su mano a Tai quien la rechazó con brusquedad. Por su expresión parecía avergonzado.
— Esto es culpa tuya — dijo amargamente Tai.
— Si, cierto. Es culpa mía evitar que te conviertas en una estatua de hielo. — Se giró hacia los digimon. — Os recomiendo no atacar. Venimos en misión diplomática. Si atacamos a la primera de cambio cualquier esfuerzo será en vano.
— Tu no me mandas — dijo Agumon. — ¿Tai?
— Espera. Por mucho que me pese tiene razón en eso.
— Saquemos la bandera blanca. Bandera de parlamento — propuso Gatomon. — Que vean que nuestras intenciones son honorables.
Esperaron allí, justo en la frontera del territorio nevado, con un trozo de tela blanca ondeando en un palo. Un par de horas más tarde un Frigimon se acercó a ellos. Kari lo identificó como el mismo que se había unido a ellos años atrás. Los miró como evaluándolos. Sabía que los había reconocido y, por los rumores que corrieron años atrás cuando enfrentaron a Malommyotismon se podía entrever que no se fiaba de ella.
— ¿Qué querías? — preguntó el digimon en general dándole especialmente a ella una mirada dura.
— Necesitamos vuestra ayuda — dijo Tai. — Algo se esconde en el monte mugen. Ese algo es el responsable de todo lo que está pasando. No os pedimos que luchéis por nosotros sino junto a nosotros, como en el pasado.
— ¿Qué hay de ella?
— Fue un malentendido al parecer. Una habilidad extraña que desconocía poseer en ese momento — dijo Tai.
Parecía tranquilo pero Kari podía entrever que estaba algo tenso al pronunciar aquellas palabras. Era como si le costase. No se había creído del todo lo que le habían contado pero parecía darlo por posible. Ella se encogió de hombros, no tenía nada que demostrarle.
— Os daremos una respuesta en dos días — aseguró el Frigimon.
Matt, Izzi y Leo se las apañaron para llegar a las inmediaciones de la fábrica por aire. Mientras tanto, Izzi había puesto al tanto a Leo de lo que era esa fábrica y lo que significaba. Ni qué decir que Leo estaba completamente alucinado pensando justamente en las grandes posibilidades que se podía hacer con esa fábrica. Para él todo lo que tuviese motores y mecanismos era lo mejor que había existido. La fábrica tenía dos entradas: la principal y la secreta que conducía al alcantarillado. Optaron por ir por la entrada principal ya que entrar por cualquier otro sitio podía considerarse una invasión.
Las puertas de la factoría se abrieron por si mismas en cuanto llegaron. Al otro lado de las mismas les esperaba un digimon con forma de robot gigante. Leo lo miró fascinado queriendo desentrañar sus misterios. Pudo ver que la parte de la pierna que tenía descubierta era un punto débil. Tal vez pudiese idear una especie de escudo o algo para que pudiese cubrir esa zona vulnerable. Las máquinas eran más duraderas que las personas pero las máquinas podían romperse. Podía apreciar cómo estaban rotas algunas de ellas allí; parecían haber tenido una pelea recientemente y deseaba poder ayudarlas y repararlas. Creía fervientemente que podía hacerlo, aunque reparar aquello él solo le llevaría mucho tiempo.
— Te ayudaré — le dijo Haugurumon entendiendo lo que quería hacer. — Permíteme digievolucionar, iremos más rápido.
Así lo hizo. Dejando que fuesen Izzi y Matt quienes hablasen con el robot mientras él reparaba los que estaban rotos o inoperativos. Ellos dos conocían mejor a los digimon y sabían cómo tratarlos. Leo se sentía mejor entre máquinas. Siempre había sido así. Había podido ver que los digimon actuaban como personas en ocasiones. Eran pocas las personas con las que podía llegar a entenderse bien, pocas las que tenían la paciencia de conocerlo dado lo malo que era tratando con estas. Estuvo entretenido un buen rato reparando esos digimon-maquina y también alguna de las máquinas productoras de energía de la fábrica. Cuando lo llamaron, había pasado ya un buen rato.
— Te agradezco la ayuda, joven. Me habría llevado tiempo repararlos — aseguró el androide. — Gracias a esa ayuda estaremos listos para presentar batalla. Acabemos con el mal que asola esta isla. Nos veremos en el punto de encuentro.
Era de noche cuando llegaron al país de los juguetes. Al único que no parecía incomodarle era a Nico. Parecía estar bien con aquel clima, con la oscuridad en sí. Eso podía dominar ciertos elementos de la oscuridad, así que no tenía problema con ello. Por otra parte, podía notar la incomodidad de los otros dos. El chico, parecía tener una desconfianza arraigada por todo aquello que fuese oscuro, resultase ser malvado o no. La chica parecía ser de los que le temía a todo. Pero había algo allí, en ese momento que lo hacía estar más vigilante. No quería decir nada por no preocuparles. Eso y que la tensión era palpable. Nico hubiese preferido ir con Matt o con Sora a ir con ellos.
— ¿Cual es el plan? — preguntó a los otros dos.
— Hablar con el responsable de la ciudad — respondió Tk. — Y rezar para que no nos convierta en juguetes por entrar en su territorio.
— Convertirnos en juguetes… — repitió Nico. — No puede ser peor que ser convertido en diente de león.
— ¿Qué? — preguntó Mimi.
— No importa. Creo que lo mejor sería que hablase uno en representación de todos. Yo no soy el más adecuado, no lo conozco ni conozco nada de este mundo. Vosotros en cambio, tenéis esa ventaja.
— Creo que debería ser Mimi quien se encargue de esto. Le causaste a Monzaemon la mejor de las presencias en el pasado. Eres la más indicada para eso — dijo TK. — Yo quiero vigilar la zona.
— ¿Por qué? — preguntó la chica.
— Es un presentimiento. ¿Me acompañas, Nico?
— Por supuesto.
Cuando la chica entró en el edificio principal de esa aldea de juguete, ambos se alejaron un poco del mismo pero sin perderlo de vista. Nico usó su conexión con las sombras para que ambos pudieran ocultarse y vigilar. También para poder vigilar cualquier cosa que se acercarse. Sabía que iba a terminar algo cansado pero era lo mejor. Ya habían tenido bastantes sorpresas en poco tiempo.
— Eso que haces con la oscuridad es un poco espeluznante.
— Me costó dominar. Fue una idea de Kari. Si podía usar las sombras para viajar, también podría usarlas para esconderme.
— ¿Viajar?
— Si, puedo disolverme en las sombras de un lugar y aparecer en otro distinto. Es bastante útil.
— ¿Hay más cosas que puedas hacer?
— Algunas. Muchas de las cuales no serán de tu agrado dado la forma en que todos la tratasteis hace años. Ella es muy amable y compasiva, ¿sabes?. Cuando nos conocimos me tomó bajo su protección y se convirtió en mi persona de confianza además de una especie de pseudohermana. Eso mucho antes de saber que éramos primos.
— No fue muy justa la forma en que actuamos pero… en mi defensa tengo un muy mal historial con las fuerzas de la oscuridad. Cuando tenía siete años, mi compañero digimon se sacrificó a sí mismo sellando el poder de la oscuridad. Luego pudo renacer pero aún así… fue una muestra temprana de lo malas que podían ponerse las cosas.
— Comprendo. Como también puedo ver que ese es el motivo por el que pensaste mal de ella a priori.
— Todavía no puedo confiar; pero estoy dispuesto a hacerlo.
Nico no necesitaba decir mucho. Entendía lo que signigicaba esas palabras. Si ese chico tenía reticencias en torno a Kari conociendola de hace tiempo; también las tendría con él a quien ni siquiera conocía y quien estaba ligado al elemento de la oscuridad de una manera que no podía evitar. Era parte de su herencia y no era algo que podía evitar. De hecho lo abrazaba. Todos los que abrazaban realmente su herencia tenían un mejor control sobre sus dones.
— Ya sale. Vamos a hablar con ella — señaló Nico. — Cuanto antes supiesen el resultado de aquello, antes sabrían a qué atenerse.
— ¿Y bien? — preguntó TK en cuanto se reunieron.
— No puede colaborar. Sufre demasiados ataques y no desea rendir una ciudad que es un punto estratégico. No sé ni qué argumento usar.
— Déjalo — dijo Nico. — Las verdaderas alianzas no deben ser forzadas.
A Percy, Sora y Joe no les iba del todo bien en la zona de la sabana. Allí estaba la aldea Yokomon que tenía aspecto de haber sufrido un asalto y haber sido diezmada su población. Percy al ver eso había sentido cierta rabia. No podía tolerar a quien le hacía daño a inocentes. Se percató que todavía había algunos incendios presentes como también pudo ver el lago que había cerca del lugar. Con el uso de su control sobre el agua apagó los fuegos que le quedaban. Eso le valió las miradas sorprendidas de los digimon presentes que desconocían su habilidad. Los Yokomon que quedaban, Meramon, Leomon y Ogremon.
— Venimos con una solicitud — habló antes que alguno de los otros tuviese tiempo.
— ¿Cómo has hecho eso, muchacho? — preguntó Leomon.
— Tengo cierto control sobre las masas de agua.
— ¿De qué quieres hablar? — inquirió Meramon.
— Sabemos lo que está causando todo este daño. Podemos detenerlo. Si trabajamos todos juntos.
Percy podía notar que los tres digimon grandes lo miraban con atención. Lo evaluaban de la misma manera que muchos maestros lo habían hecho en el pasado y también como los dioses lo habían hecho en su momento. Se obligó a sí mismo a permanecer tranquilo, lo más tranquilo que su THDA le permitía. Aprovechó un movimiento de disposición a escuchar para relatar todo lo sucedido desde su llegada allí y la información que habían logrado reunir. Y tras todo eso para realizar su solicitud así como la oferta de asilo por parte de Centarumon en las ruinas. La conversación se prolongó durante bastante tiempo, según la forma de percibir las cosas por parte de Percy, pero no podía darle mucha importancia a aquello dada la tendencia fácil que tenía a distraerse cuando no estaba en batalla. De esa conversación salió bastante contento, con buenas perspectivas. No sabía si aceptarían o no pero la promesa de pensarlo era bastante halagüeña.
— Eso ha sido una pasada — dijo Joe cuando se alejaron un poco. Sabías bien qué decirles, como si los estuvieses leyendo y supieras cómo reaccionaría cada uno.
— Es un don, por decirlo de alguna manera.
