La batalla final.
Terminadas sus respectivas misiones diplomáticas, los cuatro grupos se fueron reuniendo en una cueva a los pies del monte Mugen. Algunos de ellos traían consigo a los aliados que habían podido conseguir, otros venían con las manos vacías y otros con promesas de considerar la petición. Aun así tardarían unos días en subir. Si bien era cierto que jugaban contrareloj, cualquier movimiento demasiado precipitado podría ser un peligro y un error. Tenían que medir bien lo que harían.
Durante los preparativos para el ascenso, Leo logró terminar de reparar lo no funcionante de su portátil. Estaba seguro que lo podían usar para mandar a los monstruos de vuelta al mundo real, a una zona segura que habían logrado acordar con Rachel. Eso limitaría en algo las fuerzas de quien quiera que estuviese manejandolos desde las sombras. Cualquier herramienta con la que pudiesen contar sería de mucha utilidad.
Las fuerzas de la oscuridad eran más poderosas de noche, pero también la noche les proporcionaba el camuflaje ideal para poder subir sin ser detectados. No podían desplazarse por los senderos y tenían que ser muy cautelosos con sus movimientos. Eran conscientes que, en esa ocasión tendrían que emboscar al enemigo y no al revés; así que primero debían rodarlo y luego atacar. No podían esperar más, tenía que ser en ese momento o todo el mundo de los datos y el mundo real se consumiría. No podían permitir que eso pasara. Tenían que luchar en ese momento y derrotar a su enemigo. Desde sus posiciones, pudieron ver cómo las legiones de digimon estaban diezmadas, el mosntruo que las manejaba se las debía haber ido comiendo, un monstruo que comenzaba a tener forma propia pareciéndose a un reloj de arena con una guadaña y diversos mecanismos a lo largo del cuerpo que se movían tanto de forma retrógrada como de forma anterógrada. Para los semidioses del grupo aquello no fue sino la confirmación de la peor de sus sospechas. El mismísimo titan del tiempo había invadido el digimundo.
— Al ataque — dijo Tai. — No podemos permitir que esa cosa se haga más fuerte. ¿Tenéis clara la estrategia?
— Mientras Percy lo distrae, nosotros nos encargaremos de hacer volver al mundo real a los monstruos mitológicos — dijo Kari; señalando a Nico, Leo y ella misma. — No tener apoyos cercanos con los que conectarse lo debilitará.
— El resto y los digimon nos ocuparemos de los digimon — aseguró Matt. — Que todos alcancen el máximo nivel que puedan alcanzar actualmente.
Kari captó las miradas de todos, eso era algo que debían hacer todos al mismo tiempo para que la luz les cegase y pudiesen alcanzar las diferentes etapas sin los problemas que sería que lo hiciesen de uno en uno. Pudo notar que Gatomon la estaba mirando y que asentía dispuesta a colaborar. No tenía claro que lo hiciese dado que el vínculo entre ellas se había debilitado; pero había que intentarlo. Estaba dispuesta a hacer lo necesario para lograrlo y poder detener a ese monstruo. Así fue como Gatomon volvió e evolucionar a angewomon t se unió al resto de los digimon en la refriega. Aquel recinto destinado para la oración de aquel viejo templo pronto se convirtió en escenario de una batalla campal. Percy provocaba abiertamente a un Cronos que estaba todavía débil pero que era cuestión de tiempo que lo lograse, simplemente trataba de distraerlo de su propósito mientras el resto trataban de debilitar su fuente de poder. Los digimon, poco a poco iban acabando con aquellos que se habían puesto del lado del invasor. Los monstruos eran regresados al mundo real donde les aguardaban semidioses para mandarlos de regreso al tártaro. Pero a pesar de todo, seguía manteniéndose fuerte y comenzaba a ganar fuerza alimentándose de la energía de la oscuridad.
— Está rompiendo por completo el balance de este mundo — dijo TK. — Juntemos nuestras luces para acabar con él.
— Esperad. Si algo está en equilibrio es que hay dos fuerzas contrapuestas que conviven y se mantienen entre sí. Luchan y se balancean sin que una predomine sobre la otra — comentó Nico exhausto.
— Eso es lo que significa equilibrio. Dos caras de una misma moneda. No puede existir una cosa sin la otra — Comentó Angemon.
— Mi espada está ligada a las sombras, a la muerte, a la oscuridad — dijo Nico. — Los cacharros estos emiten luz, si le damos esa luz a la espada combinaremos ambos elementos y podremos traer ese equilibrio de nuevo.
— ¿Y qué piensas hacer?¿Apuñalarlo?¿Clavarle la espada? — se burló Tai.
— Yo lo haré — dijo Kari mirando a Nico. — Por tu expresión se que no te gusta Nico; pero lo que ha de hacerse, debe hacerse. Además mi emblema es el de la luz.
— ¿Qué?
— ¡No!
— Es una locura.
— ¿Acaso siempre tienes que hacer cosas así?
Muchos objetaban y discutían que eso se hiciese. Kari estaba decidida y los semidioses guardaban silencio entendiendo lo que ella se propone y comprendiendo aunque no lo compartían. Los cuatro entendían ese tipo de situaciones y lo que potencialmente significaban. Para que funcionase y surtiera el efecto que debía ocasionar, sólo uno de ellos podía hacerlo.
— Hagámoslo — dijo Kari con firmeza, Tomando la espada que le daba Nico y concentrandose en atraer hacia ella la luz de los dispositivos sagrados. No demasiada, tan sólo la justa y necesaria para equilibrar la oscuridad de la espada con la luz de todas las cualidades sin hacer que los digimon perdiesen su grado evolutivo. Cuando estuvo lista miró hacia la forma digital que había adquirido Cronos con determinación.
— Te llevaré hasta él — dijo Angewomon mirándola con comprensión y respeto, permitiendo que se subiese a su espalda. Ambas se lanzaron hacia esa aberrante forma que no dejaba de reirse de su intento como si lo considerase algo infructuoso. Kari empuño la espada, sosteniendola horizontalmente, en paralelo al suelo y con firmeza mientras el vuelo de Angewomon ganaba velocidad. Acabó atravesando a ese digimon artificial que contenía los restos del titán del tiempo. Pudo ver la expresión de sorpresa en el titan antes que se produjese la explosión.
Los elegidos lo contemplaron la escena con una variedad de emociones encontradas. Sorprendidos, molestos, preocupados, enfadados, impresionados…. era una gran variedad de emociones y todas estaban presentes en todos al mismo tiempo. La explosión acabó con la amenaza del digimundo y del cielo caían una malherida Gatomon y una inerte Kari.
— ¡No!
Se acercaron a ellas, Tk cogió a Gatomon en sus brazos y la acercó a Kari. La digimon la miraba con tristeza. Tanto se había cerrado a ella que no podía sentir su estado real, respiraba si, pero no sabía si estaba bien o dañada; además su respiración parecía muy lenta. No comprendía tampoco que había llevado a su forma de Angewomon a apoyarla en aquella locura. Todos estaban muy callados, en diferentes estados de conmoción. Tai en concreto estaba como si algo se acabase de romper.
— ¿Ella está…? — comenzó a preguntar Sora.
— Aún vive —anunció Nico. — Puede que tenga una posibilidad, pero tenemos que llevarnosla — agregó cogiéndola en brazos. Necesitamos que nos abrais la puerta a Nueva York.
— Yo lo haré — se ofreció Izzi.
Cuando los semidioses se hubieron marchado, los siete primeros elegidos se quedaron en el lugar. Los digimon a su alrededor, a excepción de sus compañeros, festejaban de nuevo la libertad. Una libertad que elegidos y sus compañeros sentían que había tenido un coste muy elevado.
— No podía sentirla. No podía sentir si estaba bien o no — se lamentó Gatomon entrecortadamente.
— Ese chico siniestro me lo dijo. Dijo que me arrepentiría de mis palabras — dijo Tai. — No le hice caso pero ahora… él tiene la culpa de esto. Lo sabía desde el principio.
— No creo que supiera que esto pasaría — dijo Matt. — Ese chico discutió con su hermana y poco después ella murió. Nunca pudieron arreglar las cosas como es debido.
— Debemos regresar y contar a todos lo sucedido. Hay que limpiar el nombre que nosotros mismos manchamos — dijo Mimi. — Es lo menos que pudieron hacer.
Cuando llegaron al mundo real de vuelta, mandaron un mensaje a Davis y los demás para reunirse con ellos. Pudieron ver que ese grupo se había fracturado. Davis y Yolei por un lado y Ken y Iori por el otro. Con unas pocas preguntas supieron lo que había pasado. Ken había seguido todos estos años en contacto con Kari y el resto se había enfadado, a excepción de Iori que había escuchado y creído las palabras de Ken y por ende las de Kari. Eso trajo más dolor al grupo principal, pues ellos en parte habían sido responsables al no conceder ni siquiera el beneficio de la duda a Kari. De todos ellos, el único que parecía haber actuado con sensatez había sido Ken, desde el principio. Pasaron toda la tarde aclarando lo sucedido y narrando lo que había pasado en el digimundo.
