Epilogo

El vuelo aterrizó en el aeropuerto de La Guardia; un aeropuerto de Nueva York situado en el barrio de Queens. Tras pasar el control de seguridad y salir a la calle sonrió. Abrió disimuladamente el equipaje de mano y de él salieron tres seres de otro mundo que pronto tendría que mandar de vuelta a dónde pertenecían. Cuanto más interacciones había entre los diferentes mundos y dimensiones más se entreteje el caos en el universo. Es una teoría que había desarrollado con su mejor amiga, a quien iba a ver en breve.

— Chicos, podéis salir. Simplemente mantenemos ocultos de la población.

Él no se había conformado con la versión oficial sino que había estado insistiendo hasta que al final había logrado establecer contacto de nuevo y conocer la otra parte de la historia junto con los huecos a rellenar. Fue así cómo se enteró de los meses siguientes a esa misión en el digimundo y de lo cerca que había estado su amiga de ferecer. Si hubiesen tardado unos minutos más en procurar tratamiento habrían tenido que celebrar un sepelio.

— Quiero hablarle. Disculparme.

— Lo harás — aseguró el joven. — Pero por ahora tenemos camino que recorrer hasta Central Park.

— Iré a pedir un taxi — aseguró otro joven que estaba junto al primero. — Yo también quiero disculparme en persona aunque por correo fuese aceptada. Es lo correcto.

Sabía que se había comunicado las nuevas al resto en cuanto se supo que todo peligro había pasado. Ella misma lo había comunicado mediante unas cartas anónimas traidas por un repartidor extraño que, conociendo su historia, estaba seguro que era un dios de algún tipo. Le parecía raro que un dios entregase cartas, pero tendría tiempo de aprender pues se había decidido a enfocar su vida en ese sentido y poder ayudar a jóvenes como su amiga y los amigos que esta había hecho en ese lugar del la carta y aún le causaba gracia dado que él había recibido otra; aunque él se lo tomo como una broma, al igual que Matt, Sora y Mimi. El resto se lo había tomado de diferentes maneras: TK, Joe, e Izzi como una despedida definitiva. Tai, Davis y Yolei, lo tomaron como un corte de mangas, una forma de mandarlos a la mierda. La carta decía lo siguiente.

Para el que le interese, estoy viva. Lamento la decepción

El recorrido en taxi les salió un poco caro, pero mereció la pena después de todo. Caminaron por el lugar tratando de buscarla. No tenían la ubicación exacta pero sí que estaría por el lugar. Iori se quedó parado frente a un árbol que en una de sus partes tenía forma de cada. No tardó en señalarlo. Los digimon, Gatomon, Wormon y Upamon coincidian con esa percepcion comenzando a lanzar teorías de porqué tenía esa forma.

— Es una larga e interesante historia que tal vez os cuente en algún momento — dijo una voz detrás de ellos. — Me alegro de veros Ken, Iroi. Y a vosotros también.

Se giraron para ver quién estaba tras ellos; para los dos humanos y dos de los digimon esa voz no la había oído en mucho tiempo. Desde los tiempos que derrotaron a una de las formas definitivas del digimon que más veces había resucitado y cada vez siendo más malvado que la anterior.

— Kari…

— No hace falta que lo digas, Gatomon. La respuesta es sí.

— ¿Cómo…?

— Para mandarme al cuerno te habrías quedado distante y el silencio — respondió con total tranquilidad. — ¿Comemos?, os aseguro que os gustará. — Alzó la cesta que traía consigo.