(Lau asoma su carota por la puerta entreabierta)
(Sonríe nerviosa)
(Mira el reloj, luego el calendario lleno de telarañas que colgaba sobre su mini estudio (juas))
(La típica gotita de los mangas aparece detrás de su cabeza)
Bueno!...
Relamente no tengo excusa para justificar mi (vuelve a mirar el reloj)
retraso. Porque... Fíjense que pasé tiempo sin actualizar que ya solo
faltan... 5 DÍAS! 5 emocionantes y tremendos días de espera hasta el
estreno de "The Da Vinci Code"! Les cuento (sin poder evitarlo, se me
va la lengua cuando toco este tema) que ayer fui al cine, y había por
todos lados pósters >3 Estoy tan loca que pienso sacarme fotos con
ellos y todo ;P
Así que, con estas eufóricas ganas sedientas de cine (y
de reviews, ejem ejem), les dejo el segundo capítulo de mi humilde fic
en honor a... SILAS!
"Señor", rogó para sus adentros, porque estaba demasiado débil como para siquiera murmurar. De todos modos, sabía que Dios le escucharía sin necesidad de decirlo en voz alta. "No te lo lleves aún. Él tiene muchas cosas todavía por hacer, por vivir... Por favor, no te lo lleves..."
Silas sintió que el cansancio le vencía como si una mano poderosa le aplastara por la espalda, impidiendo que se levantase. Extendió el brazo, esperando encontrar algo a lo que aferrarse para no estar tan perdido, pero o no había nada o la espesa bruma lo escondía muy bien. Clavó los nudillos en la fresca hierba, y la tierra se le impregnó en las uñas.
El agotamiento volvió a ser más fuerte que él.
-:-
El niño se descubrió con el brazo alargado dentro de una caja, aferrando de un humilde puesto de frutas una manzana que no era suya. Huérfano desde hacía exactamente un día, sentía como el hambre le corroía poco a poco, como un mal que disfruta viendo sufrir a su víctima y se ríe de sus desesperados intentos por sobrevivir.
Sin pensar siquiera, sintiendo en sus dedos el agradable tacto de aquella fruta, apenas la tuvo en sus manos le dio un mordisco saboreando su dulzor. Nunca hasta entonces le había sentado tan bien algo tan simple. Tan deleitado estaba, que no vio al encargado del local detrás de él hasta que fue muy tarde. El encargado le profirió un puntapié y lo echó a patadas, como si se tratara de un gato blanco y callejero que husmea entre sus pertenencias. Nada tan acertado como éso sería los años venideros.
-¡Y no vuelvas jamás a esta tienda! –le gritó de lejos mostrándole el puño. El niño nunca volvió, pero tampoco dejó la manzana, que seguía firmemente aferrada a su mano. Allí mismo aprendió una lección:
"Protege lo que quieras, aunque tengas que salir herido."
"O aunque tengas que pelear por ello."
A medida que los días pasaban, el niño fue aceptando su condición de vagabundo, dejando a un lado toda esperanza de ayuda. A pesar de las miradas de lástima que desprendía de los mayores, sabía que en el interior de esas personas había repulsión, hostilidad. Si no fuera así, de tantas veces de verle, le habrían intentando ayudar. Se habrían preocupado un poco por él, y no lo habrían considerado de antemano un caso perdido.
Habrían visto en él algo más que un vagabundo.
Porque había algo más en él...
La cuestión es que nadie deseaba descubrirlo.
"Porque ya tienen bastante con verme."
Los jóvenes solían divertirse a su costa cuando no había nada más para hacer. El niño prefería ignorarlos, aunque cada insulto, cada patada, cada palabra despreciable, era como una aguja clavándosele en la piel.
Más y más dolor...
"Y duele..."
El único consuelo era que había matado a su padre, y esa acción, ese acto criminal, le hacía sentir superior a esos estúpidos chicos. Además, era él la víctima. Él nunca sería malo, porque era la víctima de todo aquello.
Cierto día, cuando salía de robar de un pequeño mercado, se encontró de frente a una niña que le doblaba la edad, la cual tenía el desgreñado aspecto típica de una vagabunda, igual que él. Ella le miraba con perspicacia y, subestimando al niño apenas habiéndole observado, se sonrió. Empezó a insultarle y le dio unos irritantes empujones en los hombros. No pudo dejarlo pasar. Estaba harto. Ésa era la gota que colmaba el vaso.
Saltó sobre ella y le propirió tantos puñetazos como veces hubo ignorado a todos quienes le insultaron. Una y otra vez, sin parar, sin escuchar los gritos de súplica de la muchacha y sin percatarse de que sus manos estaban salpicadas de sangre, continuó pegándole hasta que unas manos le tomaron de los brazos y lo arrastraron fuera del alcance de su presa.
-Calme! -le gritaban los mayores -Il arrête!
Aprisionado por los adultos, escuchó jadeando el ultimátum que le daban, aún observando con el rostro desencajado a la niña: o se iba de Marsella o ingresaba en un correcional.
Aquella misma tarde, aquel albino callejero que todos los vecinos habían visto alguna vez, ya no se encontraba allí. Había caminado desde que pudo ponerse en pie y lograr pensar con claridad, siempre tambaléandose, siempre sin rumbo fijo. Tenía hambre, el cuerpo magullado y una idea fija: no volvería a permitir que nadie se aprovechara de él. Aunque hubiera matado con una cobarde ventaja, nadie, nadie ahora, podía afirmar que era débil. Éso, pensó, tan sólo podía decirlo él.
-
El cielo resplandecía difuminado en sus colores fuego, los cuales desprendían destellos sobre el espejo que se alargaba más allá del horizonte. Pequeños navíos se deslizaban como fantasmas, deformando la perfección del agua al tocarla. Y los barcos que descansaban del arduo trabajo del día anclados en el puerto, eran parte de la jugarreta luminosa del atardecer.
El niño contempló boquiabierto por primera vez el mar. Su pálido rostro se iluminaba no solo de emoción, sino también del carmesí del sol que se ocultaba. Intentó abarcarlo todo con la mirada, pero no lograrlo no le frustró. Al contrario, la brisa y el olor a salitre le renovaban, le hacían sentir bien. Allí, mientras aquel último rayo del sol intentaba hacer lo mismo que el huérfano, alguien encontraba un lugar que no le parecía desagradable.
El conocido puerto de Toulon.
"El mar..."
El niño sonrió a pesar del cansancio, saboreando anticipadamente el cambio en la dieta. Y allí mismo, por primera vez en mucho tiempo, se cayó al suelo sonriendo, rendido de sueño.
-
No tardó en adaptarse a Toulon. En realidad, apenas llegó ya se sentía parte del olor a mar, del tacto de la arena, del desestresante aleteo de las gaviotas. El puerto pronto fue donde mejor robaba. Aprendió a saltar a los barcos y a pasar inadvertido como un fantasma, teniendo a los marineros prácticamente pegados a él. No había día que no comiera, y el agradecía la dicha a su suerte.
Sin embargo, descubrió que había otra forma de agradecer la dicha.
Hacía unos cuantos años que vivía en la ciudad y sus alrededores, y estaba algo más sano y fuerte. No medía el tiempo ni contaba los días, pero no por ello estaba apartado del mundo. Por medio de los periódicos que rescataba de la basura, se enteraba de la fecha correspondiente al día que le tocaba vivir. Le costó adaptar los vocablos a las letras, pero era listo y sabía escuchar. Así iba aprendiendo de a poco a leer.
Una vez, mientras rebuscaba en una papelera, se encontró un folleto pequeño. La cara la ocupaba el dibujo de una cruz, y bajo, en letras pequeñas, dos frases en color rojo, las cuales invitaban a la misa del domingo por ser el día del patrón. Por pura curiosidad, el vagabundo consultó los horarios. Era a las diez de la mañana. Él sabía que hora era ésa por el reloj que colgaba dentro de uno de los barcos.
Por lo que el domingo, curioso de saber qué era aquello, terminó su ración de pescado y siguió las instrucciones del folleto. No se alejaba mucho de los puertos que conocía, y por ello accedió a ir. De otro modo, hubiera vuelto a mandar el papelito a la basura y seguiría con su rutina de ladrón callejero.
Cuando se encontró por fin frente a frente con la pequeña iglesia, no sintió nada especial. De hecho, pensó que lo interesante debía estar dentro. Efectivamente, al pasar por la puerta de madera, le sorprendió un tanto ver a tanta gente sentada en esos bancos, ordenados de forma casi meticulosa. Avanzó unos pasos hacia el altar, levantando la mirada hacia el Cristo que decoraba el sitio, entre otras esculturas. Lo contempló hasta que se le ocurrió bajar la mirada al suelo, y cuando vio lo que allí yacía caído, deseó con toda su alma no haberlo hecho.
Pudo reconocer el rostro de su madre, desencajado en una mueca de horror, con los ojos fuera de las órbitas. Parecía muerta. Sus brazos y piernas caían sin vida sobre el piso, y las manos se le asemejaron a garras. El horror que sintió ese momento se concentró en su garganta.
-:-
"¡Madre!", pensó Silas aterrado, y abrió los ojos para encontrarse nuevamente dentro de la nube. Jadeando, volvió a ceder al peso de los párpados, y no recordó nunca más que se había despertado de aquella manera.
-:-
El joven se percató de que la gente le miraba, y supo perfectamente por qué. El eco de las paredes cavernosas de la iglesia aún le devolvía el grito que acababa de soltar, atormentado. Volvió a mirar sin saber por qué el sitio donde su madre yacía, pero por alguna razón, ya no estaba ahí. Su corazón latía con una acelerada velocidad.
Sin entender nada, se dio media vuelta y salió corriendo de aquel lugar decidido a no volver jamás, ante la mirada incrédula de los feligreses.
-
Ya no se sentía bien.
Ya no le calmaba la inmensidad del mar, porque se sentía náufrago de un océano propio.
Ya no le resultaba agradable el tacto de la arena, pues ahora no veía un conjunto sino la piedra sola, como él.
Ya no le gustaba el aleteo de las gaviotas, pues ellas tenían alas y él no.
¿Qué había pasado?
La visión de su madre lo había trastornado, tanto, que esos días mientras robaba, más de una vez le pillaron en cubierta. Ahora, que tras esos difíciles años empezaba a olvidar la atrocidad cometida por su padre, recordar tan brutalmente esa última imagen de ella, le hizo decaer. Ahora, que tras esos difíciles años, había logrado bloquear esa parte de su infeliz infancia, le ocurría aquello...
Estaba comiendo menos, porque era menos lo que robaba. Y por mucho que lo intentara, eran pocas las veces que no le veían. La última vez que robó en un barco estaba especialmente hambriento. Husmeaba entre unas cajas de jamones curados cuando se le acercaron dos hombres por detrás. Le llamaron, insultándole. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca de él, percibió el detestado olor a cerveza impregnado en sus ropas. Los insultos y los recuerdos. Una mala, muy mala convinación. Los hombres se le acercaron con clara intención de echarlo y quitarle lo que significaba su única forma de sobrevivir.
"Protege lo que quieras, aunque tengas que salir herido."
"O aunque tengas que pelear por ello."
Recordó aquella vez que le echaron de la tienda de frutas. Recordó a la niña que le humilló en la calle. Recordó las miradas de lástima de la gente, cuando era niño. Recordó las miradas de miedo que le dirigían actualmente.
-Il suffit! -gritó en francés, medio ahogado por el dolor. Aún así, logró ignorarlo y se incorporó. Arremetió contra el hombre que tenía más cerca y lo atestó a golpes. Fuera de sí, tomó la cabeza de aquella persona y le dio un brutal giro. Cuando el cuerpo cayó sin vida sobre la red de pesca, el otro marinero huyó gritando de horror.
El joven decidió irse de allí sin la recompensa, pues sabía que acababa de matar.
"¡Acabo de matar!", se repetía mentalmente, sin poder creerlo. Se sentía fatal. Una persona horrorosa.
Al bajar del barco carguero con un salto, creyó que las piernas se le romperían. Pero el miedo fue más grande que el dolor en cuanto vio los uniformes de los hombres que le rodeaban. Sintió como le apresaban las muñecas y le inmovilizaban. Entendiendo a la perfección lo que ocurría, desvió su mirada hacia el mar por última vez: éste resplandecía como un espejo bajo el carmesí del sol.
-:-:-:- Respuestas -:-:-:-
Saphir Nayraud: No te podés imaginar (bueno, tal vez sí) lo que me emocionó tu comentario. Llevaba yo rato esperando uno, y el tuyo que no fueron más que elogios por poco me desprenden lágrimas xD Estaba tan contenta que te mandé una respuesta privada, pero tal vez no la leíste... Bueno, en fin, que muchísimas gracias! Y quiero ver qué tal ese fic de Sir Teabing, que el señor lo merece, che! ;D Besos!
Lady Fiorella: xD Yo no soy de leer tanto en la sección del Anime, porque la verdad son pocos los que conozco... Gracias que cambié de la categoría de Harry Potter, porque si no P Pero bueno, un gustazo que te haya agradado. Sayonara! xD
vgvl'Ary Dunkle Rose'lvpv:
jajaja tu comentario me hizo reir ("tiene mirada setzy X3") xD Y sí, la
verdad es que sí xD, pero su mirada sexy cambia mi idea de ojitos rojos
de Silas T.T Aunque en verdad los albinos los tienen azules... o.O
Bueno, cacho de lío me estoy armando. Y eso de que los autores no miren
tanto a los secundarios, pues es verdad... Pero yo adoro los
secundarios - Y mucho más las parejas de Protagonista/Secundario!
Y... eso xD Espero que te hayas terminado ya el libro o Suerte y besos
n.n
Hina-Kmi: Igual que yo, o no que es adorable?
Siempre quería que aparecieran más detalles de él, y cuando contaron de
golpe y sopetón toda su vida, O.O pues tanta tristeza me cautivó. En
parte es lo que tiene de especial... Es tan triste y tan decidido y tan
devoto Y.Y Es él :P Y por cierto, el actor que hace de Silas se llama
Paul Bettany... Aunque es bastante probable que a estas alturas ya lo
sepas :P En fin, vivan Harry Potter y Silas! (dando
saltitos) estoy mal, ya sé xD
De veras, gracias gente ;)
