Quiero agradecer el hermoso comentario de Yume no Kaze, el saber que alguien me ha escrito es realmente motivador, no saben cómo se me acelera el corazón cuando veo mi bandeja de entrada de mi correo. He estado inspirándome gracias a la música de Vengaboys, creo que es ese ritmo pegajoso de finales de los noventas que me hace sentirme divertida y con ganas de escribir.
Espero que este capítulo sea de su agrado, sin más demoras los dejo continuar. Les mando besos con mucho cariño.
Sanemi había estado trabajando en su habitación desde las ocho de la mañana, era común que él fuera madrugador pero estar todo el tiempo en casa lo fastidiaba, se sentía un tanto improductivo y ni siquiera sentía el cansancio por ello no lograba conciliar el sueño durante la noche.
Miró el reloj de su escritorio, los números blancos marcaban las 3 de la tarde, había escuchado la voz de Genya hacia una hora, había saludado a su niñera con entusiasmo y la chica lo había recibido con la misma euforia que el niño.
Esos eran sus pensamientos cuando una fuerte música lo saco de ahí, las risas de su hermano pequeño se escuchaban hasta su habitación, intrigado tomo una de sus muletas y con sigilo fue a ver qué era lo que estaba ocurriendo.
Kanae y Genya bailaban una canción sumamente pegajosa y femenil, los movimientos los imitaban de un par de avatares que aparecían en la pantalla, la chica era quien llevaba el puntaje más alto, fue hasta ese momento que le prestó verdadera atención; su cabello lacio y largo lucia muy brillante, el perfume de Kanae inundaba toda la sala; no era nada desagradable y hasta reconoció que le gustaba ese aroma.
Genya dio una vuelta y en el acto vio a su hermano, inmediatamente lo llamó con alegría para que se les uniera. Al verse descubierto fingió indiferencia cuando la muchacha lo saludo animadamente.
–No puedo jugar porque mi pierna aún sigue enyesada
Genya cubrió su boca con sus dos manos, había olvidado que su hermano aún estaba enfermo.
–Tal vez no pueda jugar pero podría verte bailar y ganarme– Kanae acaricio el cabello rebelde del niño y eso pareció emocionarlo mucho.
Sanemi terminó de bajar las escaleras y se fue a sentar en uno de los sillones, en cuanto comenzó la música sus ojos no dejaban de mirar a la joven, la niñera vestía una ombliguera color rosa y unos pantalones oscuros entallados, sobre sus mejillas tenía un sonrojo adorable que iba perfecto con el color de sus labios pintados de rosa, pero lo que llamo profundamente su atención fue ese ombligo perfecto sobre el abdomen juvenil, la piel de Kanae era de un color cremoso y lucia tan suave que pronto sintió un ligero cosquilleo en sus manos.
La canción había terminado y el ganador fue ella, Genya festejaba la victoria de su nana a pesar de haber perdido mientras tanto Kanae retiraba unos cuantos mechones de su frente entre risas.
Esa vitalidad inundo por un momento el corazón de Sanemi y se sintió irremediablemente atraído hacia ella.
…
Kanae llegó a casa a las nueve y media de la noche, Shinobu estaba en la barra de la cocina comiendo un plato de cereal con leche, miraba con bastante interés el reverso de la caja.
– ¿Qué tal te fue? – preguntó la hermana menor aun sin despegar la vista del pequeño laberinto.
–Bien, aunque estoy muy cansada.
–Toma un baño, te ayudara a descansar, además hoy hizo un calor espantoso.
Kanae fue hasta su hermana y la envolvió en un abrazo – ¿Cómo estuvo tu día?
–Nada del otro mundo, excepto tal vez el clima infernal.
Kanae sonrió dulcemente y planto un beso en la mejilla de su hermana y sin decir más fue a su recamara para darse una ducha.
Llenó la tina de baño y arrojó una pequeña bola perfumada que al contacto con el agua comenzó a deshacerse. Se quitó la blusa y su cabello cayó libre sobre su espalda, desabotono el pantalón y al despojarse de la prenda la arrojó a un cesto color verde agua, dejo caer su ropa interior de encaje sobre el piso de cerámica y mientras hacía eso las burbujas ya se habían formado en la bañera.
Habían pasado 5 minutos desde que se había metido, sentía como poco a poco su cuerpo se relajaba, su mente estaba aparentemente en blanco hasta que una vaga imagen de Sanemi vino a su cabeza.
En sus labios se formó una sonrisa, a pesar de que solo había convivido con él una semana se sentía muy cómoda incluso si él era frio y un tanto solitario pues en ocasiones notaba que realmente le ponía mucha atención; si el pretendía ser discreto no lo estaba logrando.
A Kanae le gustaba aunque ese gusto se basara principalmente en su aspecto físico, pero estaba dispuesta a romper la barrera de hielo que él ponía cada vez que ella estaba cerca con tal de averiguar que tanto podía gustarle sentimentalmente.
Sumergió su cabeza en el agua jabonosa, aquel pensamiento le había acelerado el ritmo cardiaco.
…
Genya dormía en su cama junto con aquel peluche color café, durante toda esa semana Sanemi había visto lo obediente que era cuando se trataba de Kanae, no es que fuera un niño rebelde pero casi siempre debían llamar su atención más de dos veces para que hiciera las cosas, y no culpaba a su pequeño hermano de que fuera así pues sabía que ella era muy bonita y dulce.
–Dulce como un bombón– aquellas palabras habían salido de su boca mientras miraba el techo de la habitación mientras estaba recostado.
