- CAPÍTULO 4 -
Ay qué jodía la profecía
Zoe sintió como si sus pensamientos siguieran viajando en traslador.
- No entiendo...
- Hace poco más de dieciséis años - continuó Dumbledore con voz tétrica - fui a Hogsmeade a entrevistar a una aspirante a profesora de Adivinación para Hogwarts...
- ¡No, por Dios, otra vez el numerito del Pensadero no! - exclamaron a la vez la mitad de los magos y brujas reunidos en la habitación.
- Está bien, está bien... - Dumbledore se incorporó y miró directamente a Zoe -. Baste decir que sabemos cómo va a acabar todo esto. O, al menos, que sólo puede acabar de dos maneras.
- Albus...
- Ya sé lo que piensas, Minerva - dijo Dumbledore, subiendo el tono de voz -, pero créeme: tengo mis razones para querer que Celia se una a nosotros.
Zoe se quedó de piedra.
- ¿Unirme a vosotros? - balbuceó, algo normal si eres de piedra, claro -. Pero... Pero... ¿Qué pinto yo en todo esto?
- Eres una bruja poderosa - Dumbledore se encogió de hombros -. Y necesitamos a todos los magos poderosos que podamos encontrar.
Zoe abrió y cerró la boca como un pez fuera del agua, pero no dijo nada.
- Ahora mismo, Zoe - continuó Dumbledore -, la Orden tiene dos misiones fundamentales: por un lado, luchar para debilitar a Voldemort - respingos, hipidos, muecas -; por otro, y esto es muy importante, proteger a Harry Potter.
Zoe pensó que no iba a ser capaz de cerrar la boca de nuevo en su vida.
- ¿Harry Potter?
- Sí.
- Pero... ¿Qué demonios tiene que ver ese niño con toda esta historia? - exclamó Zoe -. Quiero decir... sé que mató... Bueno, que venció a Voldemort hace años, pero ¿qué tiene que ver ahora con esto? ¡Por el amor de Dios, no pensarás que un niño va a volver a vencer a Lord...!
- Ya no es un niño - intervino Lupin con voz sosegada -. Tiene dieciséis años, y ya ha visto de cerca la muerte en varias ocasiones. No pienses que se va a acojonar ante la responsabilidad que tiene: Voldemort no es suficiente para acojonarlo.
Ignorando la marea de gemidos, respingos, muecas, hipidos y carraspeos, Zoe negó con la cabeza.
- ¿Responsabilidad? - dijo, incrédula. Se volvió hacia Dumbledore -. ¿Me estás diciendo que tú, con todo tu poder, con toda tu sabiduría, con un ejército de magos respaldándote, dejas la victoria o la derrota en manos de un crío de dieciséis años?
- Estás hablando de mí, ¿sabes? - dijo una voz desde la puerta -. Podrías cortarte un pelo.
Una vez más, Zoe se volvió. Tanta vuelta y revuelta estaba a punto de ocasionarle una tortícolis permanente. Como era de esperar, en el quicio se apoyaba un muchacho alto, delgado y de revuelto cabello negro. La mirada de Zoe se dirigió directamente hacia la frente del chico: efectivamente, allí, brillando tenuemente, se distinguía con claridad una cicatriz en forma de rayo.
- ¿Harry Potter? - musitó.
- ¡Hola, Harry!
- ¡Te queremos, Harry!
- !
- ¡Harry for president!
- !
- Esto no es un mítin electoral - dijo Dumbledore con severidad.
- .
- Harry, siéntate, por favor - añadió Dumbledore, echando una mirada de reprobación a un mago vestido con una faldita plisada de lino al que Zoe sólo había visto de perfil (pero que tenía un ojo muy grande, perfilado con Khol, justo en mitad de la mejilla).
- Supuse que cuando volviera a hablar de este tema me invitaría - dijo Harry fríamente, y se sentó entre Fred y George Weasley -. No imaginé que, después de ocultármelo a mí durante tanto tiempo, se dedicaría a contárselo a la primera bruja que llamase a la puerta.
- Ésta es Eugenia Celia Alejandra María de las Mercedes Ortega, Harry - dijo Dumbledore.
- Zoe - corrigió ésta, inclinándose para darle la mano a Harry -. Tú eres Harry Potter, supongo...
- Era fácil de adivinar - respondió éste irónicamente. Luego miró a su alrededor -. ¿Y bien? ¿De qué se habla? ¿Puedo participar...?
- Eres demasiado joven... - comenzó a decir Molly Weasley, pero sus propios hijos la interrumpieron.
- ¡Oh, vamos, mamá, otra vez con ese cuento! - exclamó Fred.
- Me temo que vas a seguir siendo un bebé hasta que tengas ochenta años, macho... - dijo George, dirigiéndose a Harry. Éste se encogió de hombros.
- ¡El hecho de que hayáis entrado en la Orden no quiere decir...!
- Basta, Molly - la cortó Lupin -. Ya hemos comprobado que es un error mantener a Harry al márgen - añadió, y Zoe pudo distinguir una clara nota de amargura en su voz -. Sobre todo en los temas que se refieren a él.
Molly Weasley se encrespó como una gallina que ve peligrar a sus polluelos.
- ¡Pretendes que ingrese en la Orden! - estalló, levantando un amenazador dedo hacia Lupin -. ¡Remus, es muy peligroso, ya sabes cómo es Harry...!
- ¿Y cómo soy? - se encrespó éste también.
- Precisamente porque sabemos cómo es Harry - intervino Dumbledore, y Molly volvió a sentarse, rabiosa -, y porque sabemos que, al final, adivinaría de qué hablamos - sonrió a Harry, pero éste no le devolvió la sonrisa -, creo que debemos contarle todo lo que sepamos de los planes de Voldemort - respingos, sollozos -. Por lo menos, de los planes que Voldemort - llanto, crujir de dientes - tenga para él.
Zoe lo miró, desconcertada.
- Mira, Wulfric... Dumbledore - dijo, dubitativa -. No sé de qué demonios estáis hablando, pero creo que...
- Están hablando de mí - intervino Harry, mirando fijamente a Zoe -. Es una mala costumbre que tienen, ¿sabes, hablar de mí a mis espaldas. De mí y de lo que se supone que voy a tener que hacer.
- ¿De qué hablas?...
- ¿No lo sabes? - el muchacho soltó una risa amarga -. ¿Estás reunida con la Orden del Fénix y no lo sabes? -. Clavó sus verdes ojos en ella. Zoe se estremeció, sin saber por qué -. Es curioso... Pensé que toda la Orden conocía mi destino mucho antes que yo.
- Harry... - comenzó a decir Dumbledore, pero, increíblemente, según observó una aturdida Zoe, una sola mirada de los ojos del muchacho lo hizo callar.
- Ya que estás reunida con la Orden, y que Dumbledore te ha dado la bienvenida, Celia o como quiera que te llames...
- Zoe - dijo ésta en voz baja.
- ...supongo que tarde o temprano te enterarás de esto - continuó Harry, y Zoe casi pudo palpar la amargura que provenía del delgado cuerpo del joven -. De lo que hablan cuando hablan de mí es de cómo conseguir que yo mate a Voldemort antes de que él me mate a mí.
Curiosamente, en esta ocasión nadie reaccionó ante el nombre de Voldemort. En un primer momento, Zoe supuso que era porque los ojos de Harry se habían ido clavando alternativamente en todos y cada uno de los presentes. Y qué ojos... Zoe casi preferiría estar mirando a los ojos del propio Lord Voldemort antes que sostener la dura y fría mirada de ese muchacho durante más de un segundo.
Poco a poco, la frase que Harry acababa de pronunciar cobró sentido en su mente. Zoe abrió la boca, lo miró fijamente... Y la dureza de los ojos verdes sólo impactó en ella un instante; al momento siguiente, todavía fijos en ella, los ojos de Harry se llenaron de tristeza, y Zoe mantuvo la mirada fija en ellos, tratando de averiguar el motivo del inmenso dolor que ocultaban.
Harry bajó la mirada.
- Ya está bien - dijo Molly con firmeza -. Harry, quiero que salgas de aquí y que subas a ver si Ron y Hermione están...
- Molly - dijo Dumbledore en tono amenazador, y la señora Weasley enmudeció inmediatamente.
- ¿Estás... - dijo Zoe, y tuvo que tragar saliva para quitarse el nudo que se había formado en su garganta antes de continuar -, estás diciendo que tú... que tú eres quien va a matar a Voldemort?
Harry levantó los ojos hacia ella.
- Qué remedio me queda - dijo, y se encogió de hombros.
- ¡Dumbledore! - exclamó Zoe, furiosa, y se volvió hacia el anciano mago -. ¿Qué está diciendo? ¿Vas a enviarlo a enfrentarse con Voldemort? ¡Pero cómo eres capaz...!
- Zoe...
- ¡Vé tú mismo, maldito seas! ¡Siempre igual, siempre enviando a otra gente a morir en tu lugar, mientras tú permeneces seguro y calentito en tu despacho!
- ¡Eso no es cierto! - exclamó Minerva, pero Zoe estaba fuera de sí y la ignoró.
- En realidad - dijo Dumbledore con voz calmada -, en mi despacho no se está tan calentito. Hace años que pido a los elfos domésticos que echen más leña al fuego, pero...
- ¡Leña, una mierda! - gritó Zoe, y se apoyó contra la mesa. Ni siquiera se había dado cuenta de que estaba de pie -. ¡Por qué no puedes por una vez...!
Una mano se posó sobre su hombro.
Zoe se giró, furiosa, ignorando el pinchazo en la clavícula. Tras ella, mirándola con calma, estaba Harry Potter.
- No es Dumbledore quien me enviará - dijo el muchacho, esbozando una sonrisa tristona -. De hecho, ha intentado no enviarme a ninguna parte durante unos quince años, ¿no es cierto? - dijo en voz alta.
- Así es - respondió Dumbledore desde el otro extremo de la habitación.
Zoe se sentó, y Harry se apoyó contra el respaldo de su silla, obligándola a torcer el cuello para mirarlo. Definitivamente iba a necesitar ir a rehabilitación para arreglarse las vértebras.
- La cuestión es - continuó Harry en voz baja - que no hay más opciones: o me cargo yo a Voldemort, o me mata él a mí.
La mandíbula de Zoe estuvo a punto de desencajarse.
- Pero... ¿Qué dices?...
- Lo que oyes - Harry se encogió de hombros -. Parece ser que hay una profecía...
- Sí - intervino Dumbledore -. Hace dieciséis años fui a Hogsmeade a entrevistar a una aspirante...
- Oh, por favor...
- Otra vez no...
- Como saque el Pensadero me lo como.
- ¿Ya es la hora de la cena?
- Me sé la puñetera historia de memoria...
-
- Quién la pillara...
- Creo que vas un poco atrasado en la conversación, ¿no?
- Sí, pero quién la pillara...
Harry carraspeó, y la habitación quedó instantaneamente en silencio. Después, volvió a dirigir la mirada hacia Zoe.
- Parece ser - continuó - que alguien hizo una profecía meses antes de que yo naciera. Una profecía que me incumbe, ya que hablaba de mi nacimiento y de que yo, según parece, soy el único que puede vencer a Voldemort.
Zoe abrió mucho los ojos.
- ¡Pero eso es ridículo...!
- ¡No subestimes el poder de la fuerza!
- Cállate, Mundungus, y vuelve a dormirte, anda.
- Ridículo o no - dijo Harry -, la profecía dice que uno de los dos, Voldemort o yo, tendrá que morir a manos del otro. Así que - sonrió irónicamente -, como puedes ver, más me vale ser yo el que acabe con él...
Zoe permaneció callada durante cerca de un minuto, mirando fijamente a Harry. Después, se volvió hacia Dumbledore.
- ¿Es cierto eso? - y, ante el leve gesto de asentimiento, continuó: - ¿Cuánta credibilidad se le puede dar a una profecía? Nunca me hablaste de ellas...
- Eso es porque no son una ciencia exacta, Zoe...
- Venga ya, hombre - Zoe hizo una mueca -. Ni que la magia fuera una ingeniería...
- ¿Una qué? - preguntó George, curioso.
- En otro momento - lo hizo callar Molly.
- ¿Y bien? - exigió Zoe, mirando a Dumbledore.
- Esta profecía es creíble, me temo - dijo él -. De hecho, fui yo quien la escuchó, y te aseguro que fue una profecía auténtica. Todavía tengo bajo mi protección a quien la hizo...
- ¿Quién?
- Bueno, es que fui a Hogsmeade...
- ¡Venga, hombre!
- Hay que joerse...
- ¡Que alguien lo calle!
- Vale, vale, está bien... - Dumbledore se encogió de hombros -. Es una de las profesoras de Adivinación de Hogwarts. Aquel día la contraté, y todavía hoy sigue allí, aunque la verdad es que no es muy buena... -. Frunció el ceño -. Ahora que lo pienso, hace tiempo mencioné que iba a subirle el sueldo... ¿No te lo dije, Harry?
Harry sonrió. - Sí, así es.
- Por lo menos debería subirle el incremento real del IPC...
- Albus - dijo Minerva MacGonagall -, ahora no.
- Está bien - Dumbledore volvió a encogerse de hombros -. Sólo espero que los sindicatos no se me echen encima...
- Si Hermione se entera, no hará falta - susurró Fred al oído de su hermano.
- El caso - continuó Dumbledore - es que tengo a Sybill Trelawney en Hogwarts por si a Voldemort se le ocurre pensar que ella puede recordar esa profecía... Bajo ciertas circunstancias.
- ¿Ciertas...?
- Se refiere a la tortura, cielo - susurró Molly dirigiéndose a Zoe.
- Ah.
Zoe miró hacia el techo. Su cerebro luchaba por asimilar tanta información. Ella, que sólo había tenido que memorizar en su vida el cursillo CCC de Fontanería Aplicada...
- ¿Y por qué querría Voldemort escuchar esa profecía? - preguntó finalmente -. Quiero decir, él tiene que conocerla, ¿no?
- ¿Por qué crees eso?
- Porque... Bueno, supuse que... - hizo un esfuerzo por organizar sus pensamientos y traducirlos en palabras coherentes -. Bien, porque Voldemort atacó a Harry cuando era un niño, ¿no?... Supongo que sería porque conocía esa profecía y quiso deshacerse de él cuando todavía no era una amenaza...
Harry sonrió, burlón. En los ojos de Dumbledore, sin embargo, brilló por un momento el orgullo.
- ¿Ves? - dijo, dirigiéndose a Minerva -. Es lista, es muy lista...
- Demasiado - refunfuñó Minerva. Ante la sorpresa de Zoe, el orgullo vaciló en la expresión de Dumbledore y se tornó en... ¿Temor?
Instantes después creyó haberlo imaginado, porque Dumbledore se volvió a mirarla y en su rostro sólo había tristeza.
- Voldemort no conoce toda la profecía - le aseguró -. Sólo una parte... De modo que cometió un error al querer matar a Harry hace quince años. Estuvo a punto de morir por ello, y no quiere volver a cometer el mismo error. De modo que, hasta que escuche la profecía entera, y siempre que no cometa muchas locuras, Harry está a salvo.
- Un momento - dijo Zoe. Acababa de percatarse de un detalle -. Si la profecía dice que Harry es el único que puede acabar con Voldemort, y que Harry matará a Voldemort, o al revés... ¿Cómo es que no murió ninguno de los dos cuando Voldemort atacó a Harry hace quince años?
- Buena pregunta - musitó Harry. Se apartó de la silla de Zoe y volvió hasta la suya propia, entre Fred y George.
- Suponemos - dijo Dumbledore al cabo de un instante - que Harry no podía morir porque lo protegía un hechizo de magia antigua...
- Mi madre - afirmó éste -. Ya sabes, la que murió justo antes.
- Y Voldemort había hecho muchos experimentos consigo mismo para evitar la muerte...
- Una cobaya con los ojos rojos.
- ¡Cállate, Fred!
- Vale, vale...
- En ese caso - dijo Zoe -, ninguno de los dos puede morir...
- No he dicho que ninguno de los dos pueda morir - dijo Dumbledore tajantemente -. Voldemort ha conseguido sortear la protección de la madre de Harry, así que la próxima vez puede matarlo, si apunta bien... Y Harry es el único que puede acabar con él, según la profecía, así que - se encogió de hombros -, supondremos que encontrará el modo.
- Eso o la palmo - añadió Harry irónicamente.
- O la palmamos todos - corrigió George.
- Esto me gusta - añadió Fred, enumerando con los dedos: - Esperanza, nula; probabilidades de éxito, una entre trosopocientasmil; posibilidades de acabar todos hechos tortilla, más o menos el 95... - sonrió -. ¿A que mola?
- Gracias por darme ánimos, tío - dijo Harry con voz cansina.
- De nada, hombre.
- De modo que - dijo Zoe -, según esto, todos dependemos de Harry...
- Sí - suspiró el mago de la túnica negra -. Qué duro es nuestro destino...
- Cállate, Severus - dijo Lupin.
- Porque tú lo digas.
- Idiota.
- Rebota, rebota y en tu culo explota.
- ¡Silencio! - exclamó Dumbledore.
Se callaron.
Zoe dirigió una mirada dubitativa hacia Harry, y éste se la devolvió, con una sonrisa y un encogimiento de hombros.
- No te preocupes - dijo Lupin, dirigiéndose a Zoe -. Harry es capaz de conseguirlo.
- Harry lo conseguirá - dijo Dumbledore con firmeza -. Ya ha demostrado que puede enfrentarse a lo que haga falta.
- Sí, cuando hay alguien cerca que impida que Voldemort me haga papilla - añadió Harry.
- Para eso estamos nosotros, machote - dijo Fred, dándole una palmada en la espalda -. Tú deja que nos haga potito a nosotros, y luego destrózalo de nuestra parte.
Harry volvió a encogerse de hombros.
- El que Harry sea capaz de vencer a Voldemort - intervino Minerva - es cosa nuestra. Para eso le damos clase. Aprovecharemos el curso para enseñarle todo lo que necesite para enfrentarse a él.
Severus lanzó una exclamación de incredulidad.
- Mientras no me enseñe Snape... - dijo Harry.
- El profesor Snape, Harry.
- Vale, vale, ya lo he captado.
- No estoy dispuesto a enseñarte nada más en toda tu vida - dijo Severus con voz dura -. Ya te lo dije hace meses, Potter: no te quiero más en mi clase.
- Pues vas a tener que aceptarlo, Severus - dijo Dumbledore con firmeza -. Necesito a todos los miembros de la Orden, y a todos los miembros del profesorado, pendientes de que Harry no tenga ni una sola laguna en su formación. Y eso incluye las pociones, me temo.
Harry lanzó un suspiro resignado, mientras el rostro de Severus Snape se endurecía.
- ¿Voy a tener que seguir con la Oclumancia?
- No - contestó Dumbledore -. De eso me encargaré yo. Pero sí vas a tener que seguir enseñándole pociones.
- No creo que las pociones le sirvan de mucho delante de Quien-Vosotros-Sabéis... - intervino con voz vacilante la bruja del sombrero raro, la tal Hestia, que llevaba en la cabeza lo que parecía una omelette aux fines herbes puesta del revés.
- Lo que realmente le serviría es estudiar Defensa Contra...
- Harry va a ser un auror - dijo Minerva con rotundidad -. Y yo le he prometido encargarme de ello. Así que yo le enseñaré todo lo que le va a hacer falta para...
- Bueno, este año tendremos otro profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, Minerva - dijo Dumbledore -. Déjale algo a él...
- Auror. ¡Ja! - Snape soltó una carcajada.
- Será un auror excelente - espetó Minerva.
- Nadie lo duda - interrumpió Dumbledore.
- ¿Ves? - susurró Harry en dirección a Zoe -. Les encanta hablar de mí... Pueden pasarse horas discutiendo sobre si el grano que me ha salido es una alergia, una reacción ante un envenenamiento o simple acné juvenil...
- Vale, ya habéis conseguido que se le vuelva a subir a la cabeza - dijo Snape con voz burlona.
- ¡A mí no se me ha subido...!
- Creo que ya es suficiente - exclamó Molly, y se levantó de la silla -. No estamos aquí para discutir como niños pequeños, no, Harry, no iba por tí, sino para ver qué demonios hacemos con Bellatrix Lestrange.
Aquello calmó los ánimos un poco, aunque Zoe pudo comprobar que la animosidad entre algunos de los magos y brujas era palpable.
- Lo de Bellatrix era de esperar, Molly - dijo Dumbledore con voz tranquila -. Voldemort necesita información, y ahora que ya no puede acceder a la profecía busca información por otros cauces.
- Sí, pero ¿por qué Charlie?
- Porque, al estar en Rumania, era el miembro más desprotegido de la Orden - explicó Dumbledore -. No pretendía que Charlie le contase cómo acabar con Harry: sólo quería que Charlie guiase a Voldemort hasta el resto de nosotros... y hasta el mismo Harry -. Miró a Charlie con una sonrisa -. Me temo que tendrás que quedarte aquí por un tiempo... O, por lo menos, no volver a Rumania hasta dentro de unos meses.
- No hay problema - contestó éste, sonriendo ampliamente -. Puedo pedir que me trasladen a Noruega...
- Abrígate, entonces - dijo burlonamente Fred.
- Por lo menos en Noruega no habrá vampiros - dijo George -. Los Cárpatos están hasta arriba...
- Sí, pero igual le atacan los esquimales.
- En Noruega no hay esquimales.
- Pues los fiordos.
- Fred - dijo George -, ¿qué demonios piensas que son los fiordos?
- Pues... No sé, pero seguro que tienen muchos dientes, ¿no?...
- ¿No podrías quedarte en Londres? - preguntó Arthur Weasley -. Me gustaría tener por una vez a todos mis hijos en el mismo lugar, para variar...
- Por poco tiempo, porque Ron y Ginny se van a Hogwarts dentro de un par de semanas - dijo Molly.
- Sí, y me sé de otro que no va a aparecer por aquí hasta que las orejas le vuelvan a su color habitual - añadió George.
- Y a su tamaño - dijo Fred.
- ¿Tamaño...? - preguntó la señora Weasley, confusa.
- Sí - dijo Fred -. ¿No te lo hemos contado? Nos lo encontramos un día en el Callejón Diagon, y...
- Vale, ya es suficiente - terció Lupin, cortándolo en seco -. Así que Charlie va a pedir el traslado a otro país, o a Londres...
- Lo veo difícil - admitió Charlie -. Aquí en Gran Bretaña no hay criaderos de dragones... Pero en fin, siempre puedo cambiar de profesión...
- Hazte un máster - dijo George, intentando ayudar.
- O un curso CCC - añadió Fred.
- Sí, de guitarra española - dijo George.
- O de fontanería - dijo Fred.
Zoe frunció el ceño. - ¿Qué tienen de malo los cursos CCC de fontanería? Yo hice uno y tengo un trabajo estupendo... Por cierto - añadió, sobresaltada, y miró su reloj de pulsera -. Debería irme ya, mañana tengo que madrugar para ir a revisar la instalación de...
- ¿Irte? - preguntó Lupin -. ¿A dónde?
- Pues... A mi país, claro...
- ¡Pero si estabas de vacaciones! - exclamó Charlie, contrariado.
- Sí - admitió Zoe -. Pero estaba buscando la mejor manera de librarme de mi guía muggle daltónico para desaparecerme y volver a casa. El problema era que no me dejaba ni a sol ni a sombra, y ya estaba a punto de echarle un hechizo mutador para que me dejase en paz...
- Me temo - intervino Dumbledore - que no vas a poder volver a España por el momento, Celia.
Zoe lo miró con los ojos desorbitados.
- Pero ¿qué dices? - exclamó -. Tengo que irme, tengo trabajo que hacer y...
- Pues vas a dejar ese trabajo - dijo Dumbledore terminantemente -. Lo siento, pero ahora que lo sabes casi todo sobre nosotros no podemos arriesgarnos a que los mortífagos te sigan la pista y te encuentren.
Zoe se encrespó.
- Supongo - dijo fríamente - que seré capaz de defenderme yo solita...
- No lo dudo - dijo Dumbledore -. Pero preferiría que no te pusieras en peligro, y que no nos pusieras en peligro a nosotros -. Se levantó, y fue hacia ella -. Te estoy ofreciendo que te unas a la Orden del Fénix, Celia.
- Zoe - dijo ésta.
- Zoe. Me gustaría que te quedases con nosotros. Realmente, nos vendría muy bien tener a una bruja como tú...
- Albus - interrumpió Minerva MacGonagall, con la incredulidad tallada en su rostro -. ¿Crees que...?
- Sí, Minerva, te aseguro que Celia nos vendría muy bien - afirmó Dumbledore -. Bien, ¿qué contestas?
- Pero... - dijo Zoe, dubitativa -. Tengo que ganarme la vida, no puedo quedarme en Inglaterra así como así...
- No te preocupes por eso - dijo Molly bondadosamente -. Aquí ya somos muchos, una boca más no se va a notar...
Zoe miró a su alrededor, pensativa. No le había pasado por alto el hecho de que muchos de los magos que se aglomeraban a su alrededor, y en concreto los pertenecientes a la familia Weasley, no eran precisamente ricos.
- No quisiera abusar de su hospitalidad, señora Weasley...
- Molly, querida. Y no abusarías de mi hospitalidad - sonrió -. Esta casa no es mía. Yo me limito a cuidar de ella mientras su propietario no está.
- ¿Y quién es...?
Harry soltó una carcajada amarga.
- La casa es mía. Los Weasley y Lupin se hacen cargo de ella porque yo me paso la mayor parte del tiempo en Hogwarts, o en Little Whinging, y todavía soy menor de edad... Y porque me gusta que estén aquí - añadió, sonriendo a la señora Weasley -. Nunca había tenido una casa, y seguro que si intento llevarla yo solo se me acabaría cayendo encima.
- Y te aburrirías mucho más - dijo Fred.
- Eso también - admitió Harry.
Zoe no dijo nada. Realmente, iba a necesitar una buena noche de sueño para asumir toda aquella información. Y tendría que llamar a sus padres para decirles que se quedaba en Inglaterra... Bien, eso podía esperar al día siguiente, porque hacía un mes que sus padres no sabían nada de ella y un día más no iba a significar mucha diferencia. Al día siguiente buscaría un teléfono público para hacerles una llamada a cobro revertido (la batería de su movil hacía mucho tiempo que había dejado de funcionar... Quizá por algún rechazo a las vibraciones mágicas de todo el entorno, o por un problema con la cobertura en el extranjero... O, más probablemente, porque se había dejado el cargador en España).
Pero no se le ocurrió rechazar la oferta de aquel extraño grupo de magos. Hacía tanto tiempo que no veía a uno que casi se le había olvidado que ella misma era una bruja. Y no soportaba quedarse al margen de nada, y mucho menos no tener ni idea de lo que ocurría a su alrededor... Así que se autoconvenció de que debía quedarse con ellos, qué demonios, si han dicho que me necesitan... Siempre podía largarse más adelante si la cosa no le gustaba, o si se ponía muy fea.
- Quédate - dijo Harry, y se encogió de hombros -. Cuantos más seamos, más divertidas serán las fiestas de Navidad...
- Sí, y más regalos tendremos - añadió George con cara de ansiedad consumista.
