Bueno... pues un capitulito más por petición popular. Eso no significa que todo se aclare en este capítulo, ¿eh...? Aún queda la revelación GORDA ajajajajajaja en próximos episodios jiji.

- CAPÍTULO 10 -

Verde que te quiero verde

Alguien cargaba con su cuerpo. Alguien la llevaba en brazos. Podía notar cómo su cuerpo se zarandeaba de un lado a otro, cómo estaba a punto de resbalar cuando quien quiera que fuera que la llevaba tropezaba, cómo se le subía el páncreas hasta la boca cuando le faltó poco para caer. Quiso decirle que estaba bien, que podía andar, que la dejase en el suelo que no quería meterse otra hottia como la que acababa de sufrir, pero la luz le tapó la boca y no fue capaz de pronunciar ni una sola palabra. Sentía la boca seca, llena de luz, llena de páncreas, ag.

- Llamad a Dumbledore - dijo una voz, con una leve nota de histerismo en el tono.

Zoe se debatió, tratando por todos los medios de hablar, intentando decirle que estaba bien, que podía andar, que la dejase en el suelo, que quería que su páncreas no subiese a brincos por su garganta, que no había ninguna necesidad de darse golpes contra el piso...

Pero la luz la abrazó, ahogándola, y Zoe no fue capaz de pronunciar una sola palabra.

- ¿Qué ha pasado? - preguntó otra voz.

- Él... ella... - casi gritó la primera voz.

Alguien la dejó en el suelo. No, en el suelo no, en algo más blandito y acogedor. Zoe quiso abrir la boca, dar las gracias, decir que eso era mejor que golpear con la cabeza en el suelo...

Pero la luz apretó aún con más fuerza, y Zoe dejó de respirar.

- La ha matado, ¿verdad?

- Sí.

Zoe se relajó.

- ¿Qué ha pasado? - preguntó una nueva voz, una voz autoritaria.

- Él... ha sido él...

- ¿Él?

- Sí... Él... lanzó una maldición asesina, y ella se quedó allí, brillando, como una luciérnaga... Voldemort desapareció...

- ¿Murió?

- No, sólo desapareció... Y ella... ella...

- La ha matado.

Silencio.

- No está muerta.

- No respira.

- No está muerta.

- ¡No respira!

Zoe intentó asentir. Era cierto: no respiraba. Cuando no intentaba respirar, la luz era buena con ella.

- Nadie puede sobrevivir a una maldición asesina, Dumbledore...

- No está muerta.

Silencio.

- Elvis tampoco.

- ¡George!

- Bueno, pero es verdad...

Zoe dormitaba entre la niebla verde, brillante, sin pensar en nada. Cuando no intentaba moverse, la luz era amable. Cuando no intentaba hablar, la luz era buena. Cuando no intentaba respirar, la luz era cariñosa.

De pronto, una mano aferró fuertemente su brazo y tiró de él con violencia. La luz reaccionó al instante, arrastrándola en la otra dirección. Zoe gritó de dolor. Su brazo se dislocó. Los tendones comenzaron a desgarrarse. Gritó de nuevo. Si no dejaban de tirar, y pronto, iban a arrancarle el brazo de cuajo, y no le apetecía nada, la verdad. Concentró toda su voluntad en hacer que la mano soltase su brazo.

Y la mano la soltó.

Un ruido, como el que hace un cuerpo al chocar violentamente contra una pared y resbalar después hasta el suelo.

- ¡Dumbledore!

- ¿Estás bien?

- ¿Qué ha pasado?

- No me lo ha permitido - dijo la voz autoritaria, teñida de amargura. Otro sonido, como el que hace una mano al rascarse una parte dolorida del cuerpo -. Me ha expulsado de su mente.

Silencio.

- Está ahí encerrada - dijo la primera voz, la del que la había cargado en brazos y casi la estampa dos veces contra el suelo -. Está ahí dentro encerrada y no puede salir.

- No sabe salir - respondió la voz autoritaria, con un asomo de tristeza.

Silencio.

- Entonces es como si estuviera muerta.

- Peor. Porque no está muerta.

Silencio.

- ¡George!

- No he dicho nada...

Silencio.

- Minerva, ve a por Harry.

- ¿Q-qué?

- ¡Ve! ¡Date prisa!

- Pero...

- ¡Vete!

- Bueno, vale, tranquilito...

- Hay que ver cómo se pone...

Zoe siguió durmiendo profundamente. Ya no distinguía lo que era un sueño y lo que sucedía en realidad. Lo único que sabía era que en su vida, en sus sueños, sólo había luz brillante (y verde, eso sí; hasta las luces de ese tipo tienen sus limitaciones). Ya ni siquiera su páncreas daba señales de vida.

¿Ves como sí puedes dormir con la luz encendida?, dijo una voz sospechosamente parecida a la de su madre.

Que te pires.

Cuando no decía nada, la luz era buena.

- ¿Por qué Harry, Dumbledore?

- Harry es el único que, hasta el momento, había sobrevivido a una maldición como ésta. Si él no puede ayudarla a salir, entonces nadie puede.

Zoe dormitaba, relajada, acunada por la luz verde, que le cantaba nanas al oído como una madre cariñosa. Se sentía llena de luz por dentro y por fuera. Incluso ella misma brillaba. De hecho, se sentía exactamente como debía sentirse un gusi-luz abrazado por una bombilla. Verde.

- No luches - dijo una voz en su oído -. No debes pelear contra ella.

Ya lo sé, dijo Zoe sin pronunciar las palabras. Pero sabía, de alguna manera, que el propietario de la voz, sentado a su lado en la brillante niebla verde, había entendido.

- Antes la luz te ha ayudado, ¿recuerdas? - dijo la voz. Zoe no se movió -. Cuando has luchado contra Voldemort.

Sí.

- Tienes que convencerla de que la sigues queriendo.

¿Lo qué?

- Tienes que convencerla de que no lucharás contra ella. Si no, no te dejará irte.

Zoe asintió en su mente.

- Ven.

Zoe sintió que una mano se posaba sobre la suya. Se aferró a ella, comprendiendo que era su única conexión con una realidad que hacía tiempo que se había desdibujado en su mente. La mano tiró de ella para ayudarla a incorporarse. Zoe se incorporó.

La luz aulló de angustia, y comenzó a tirar de ella en el sentido contrario. Zoe gritó de dolor.

- No luches.

Cegada por la luz, en medio de una niebla de dolor agudo, Zoe dejó de luchar.

Te quiero, pensó con todas sus fuerzas, mientras la luz seguía tirando de ella. Me has salvado la vida. No podría dejar de quererte aunque quisiera.

Sintió la indecisión de la luz. Un brazo pasó por encima de sus hombros. Alguien la abrazó. Zoe apoyó la cabeza en el pecho de ese alguien, que la acunó como instantes antes había hecho la luz.

- Ven.

Zoe dudó.

- Ven.

.

Inspiró profundamente, y el aire le supo tan dulce como el algodón de azúcar (y un poco pringoso también). Estaba empapada en sudor. Abrió los ojos.

Sobre ella se inclinaba el rostro de un muchacho de unos dieciséis años, moreno, con gafas redondas, tras las cuales brillaban unos ojos verdes, del mismo color que la luz. El cabello negro le resbalaba por la frente, ocultando apenas una cicatriz en forma de rayo. Zoe lo miró.

- Hola - dijo Harry, sonriente.

Zoe volvió a tomar aire.

- Gracias - susurró.