- CAPÍTULO 12 -

Creo que necesito un trago

Zoe no durmió prácticamente nada aquella noche. Tenía miedo de que la luz volviera cuando ella estuviese durmiendo y la atrapase en sus sueños, encerrándola de nuevo en su propia mente. Por eso, en cuanto notaba que se adormilaba, se levantaba de un salto y se ponía a bailar claqué en mitad de la habitación hasta que se desvelaba de nuevo (por el ejercicio físico y por los golpes que el ocupante de la habitación de abajo daba en el techo con algo que sonaba sospechosamente parecido al palo de una escoba).

Por otra parte, como ya había anticipado que pasaría, su cerebro decidió que aquella noche no era la más indicada para dormir, y dedicó hora tras hora a hilvanar teorías, tesis, antítesis, síntesis y demás argumentaciones acerca de lo que podía significar lo que había ocurrido en las últimas veinticuatro horas. Zoe intentó hacerlo callar con todos los medios a su alcance, pero fue en vano. Después comenzó a discutir todas y cada una de las tesis que su cerebro elaboraba, a cual más absurda, y decidió por último que su cerebro había perdido la cabeza. Bueno, en realidad no puede ser, ¿no? Mi cerebro no tiene cabeza... Está en mi cabeza, de hecho, y dándose golpes como un gili contra el hueso como si no tuviera nada mejor que hacer... Un momento, pero en realidad eso significa que yo no puedo estar en desacuerdo con mi cerebro, ya que él piensa lo que yo pienso, ¿no? O, mejor dicho, lo que yo pienso es lo que piensa mi cerebro... Ni de coña, vamos, a mí no se me ocurrirían semejantes tonterías.

Se te ha ido la olla.

Cállate.

Oh, vaya, resulta que ahora estás hipersensible y no se te puede ni toser.

¿No te he dicho que te calles?

Zoe se sentó en la cama y enterró la cabeza entre las manos, intentando que dejase de dar vueltas y que el cerebro que vivía ahí dentro en plan okupa hiperactivo se quedase quietecito un rato. Fue en vano, por supuesto, pero al menos se tranquilizó medianamente y pudo empezar a pensar con un poquito más de claridad (lo cual, teniendo en cuenta su historial, era francamente sorprendente).

Era la nieta de Voldemort.

Soltó un gemido. Muchas veces había renegado de su propia familia (es que mi madre es boba y no me comprende, mi padre es un calzonazos, mi abuela está gagá, mis primos son unos salidos, mis tíos se pasan el día borrachos, mi tía abuela esnifa yeso de la pared, a mi primo segundo le huelen los pies a rumba flamenca...) pero, por mucho que hubiera pensado anteriormente, esto se llevaba la palma. Vamos, que no se podía tener peor familia. Voldemort. Pa habernos matao.

Y ella estaba viva porque... porque...

Porque algo debes tener igual que Voldemort, chata.

Zoe se enfureció.

¿Se puede saber de dónde sacas esa tontería?, pensó.

Mmm... veamos, dijo su cerebro irónicamente. ¿Estás viva? Sí. ¿Por qué? Porque una maldición ha pensado que eras demasiado parecida a Voldemort como para matarte.

Zoe se enfureció.

De modo que estás pensando en usar la lógica, ¿eh?, pensó. Bueno, pues ya que estás dispuesto a darme la noche, por lo menos piensa algo que pueda ayudarme a solucionar el problema.

¿Qué problema? ¿Que nadie quiera volver a querer tener nada que ver contigo, en general, o estás pensando en alguien en particular?

No me toques mucho las narices, pensó Zoe enojada. ¿Y quién te ha dicho que nadie quiera volver a tener nada que ver conmigo?

Llevas repitiéndolo toda la noche, moza.

Ah.

Zoe permaneció en silencio. Bueno, la cosa estaba clara, ¿no? ¿Cómo demonios iba a pretender que los mayores enemigos de Voldemort estuvieran aliados con su nieta? La cosa estaba clara como... como algo muy claro, vamos.

¿Por qué no dejas de autocompadecerte y empezamos desde el principio?

Zoe se encogió de hombros.

¿Y eso en qué iba a ayudarme?

Bueno... Se me ocurre que si comprendes lo que ha ocurrido hoy igual te resulta más fácil convivir con tu ADN.

Jaja.

No era una broma.

Jaja igual.

Zoe notó cómo su cerebro sonreía dentro de su cabeza.

Lo que te preocupa es ser igual que Voldemort de alguna manera, ¿verdad?

Chico listo, pensó Zoe irónicamente.

Bueno, en ese caso creo que es una preocupación muy sensata.

Zoe exhaló aire lentamente, notando cómo poco a poco su ánimo iba decayendo. Es eso, ¿verdad, preguntó, desesperada. Soy igual que él.

Bien, veamos.

¿Vas a echarme las cartas?

Jaja. No, voy a usar la lógica. Es algo que a lo mejor no entiendes.

Graciosillo.

Premisa: Has sobrevivido a una maldición asesina.

Premisa: Has sobrevivido porque la maldición te ha reconocido.

Conclusión: Eres igual que Voldemort.

Zoe abrió mucho la boca.

¿Y para esto tanta preparación? Jobar, pero si eso ya lo habíamos dicho hace mil añ...

Pera, mujer, que acabo de empezar...

Ah.

Premisa: Has sobrevivido a una maldición asesina a la que no se podía sobrevivir.

Premisa: La voluntad de esa maldición era la voluntad de Voldemort, que es quien la ha pronunciado y creado.

Premisa: La voluntad de la maldición te ha reconocido y no te ha matado.

Premisa: Lo que la maldición ha reconocido en ti es la voluntad de Voldemort, es decir, su propia voluntad.

Conclusión: Tu voluntad es la voluntad de Voldemort.

Zoe volvió a enterrar la cabeza entre las manos, sintiendo que la desesperanza la inundaba, impidiéndola respirar.

El problema no era sólo ser la nieta de Voldemort, lo cual ya era bastante para provocarle a cualquiera un insomnio crónico agudo. El problema era que, según todos los indicios, Zoe tenía la misma voluntad de Voldemort. A todos los efectos, era igual que él. Bueno, físicamente no, gracias a Dios, pero en todo lo demás...

Estarías preciosa con esos ojitos.

A callar.

Anda que qué humor tenemos, ¿eh?...

Bastante que tengo sentido del humor a estas alturas del partido.

Zoe desconectó momentaneamente el interruptor de su cerebro (eso nunca servía de nada, excepto cuando su cerebro se sentía respetuoso, comprendía que quería estar sola y la dejaba en paz unos minutillos, lo cual no era frecuente; pero al menos le dio la pequeña satisfacción de decirle a su cerebro que lo quería desconectar).

De modo que la maldición había reconocido en ella la micma voluntad que la había creado. De modo que, a pesar de no haber sabido quién era, Zoe tenía en su interior mucho más de Voldemort de lo que podía haber imaginado. De modo que, a todos los efectos, Zoe era como una mala copia de Voldemort. Aparte de el asco que aquello pudiera darle a ella misma, que era importante porque tenía que vivir dentro de su cuerpo y vivir en un sitio que te da asco es bastante desagradable, había un problema más importante.

Y era que, lo mirara por donde lo mirase, ya no podía seguir viviendo con la Orden del Fénix.

Su cerebro no dijo nada. Zoe se permitió el lujo de sonreír tristemente. Por una vez, y sin que sirviera de precedente, su cerebro estaba de acuerdo con ella.

No.

¿No?

No.

Zoe se sorprendió. Desde que Dumbledore había terminado de hablar, en ningún momento se había plantado que su cerebro fuese a discutirle el hecho de que tenía que salir cuanto antes de aquella casa. Y es que era lo más lógico... ¿Cómo podía continuar trabajando con los líderes de la resistencia contra Voldemort, siendo como era su nieta, siendo como era igual que él? Aparte de no tener ninguna lógica, era directamente peligroso... ¿Y si, como le ocurrió a su abuelo, cuando cumpliera los cuarenta le diera a ella también por convertirse en una especie de serpiente con patas?

Bueno, físicamente nunca fuiste gran cosa.

Zoe entrecerró los ojos.

¿Podrías dejar de meterte conmigo y explicarme...?

¿Aparte de que lo que acabas de decir sobre Voldemort es una tontería como una casa?

¿Por qué? Fue más o menos a los cuarenta...

No seas boba, la interrumpió su cerebro. Voldemort ya apuntaba maneras cuando estaba en el colegio. ¿No te contó Lupin que cuando Voldemort era de la edad de Harry mató a esa tal Myrtle? Lo que hizo entre los dieciocho y los cuarenta, aparte de matar a su propia familia, fue dedicarse a estudiar magia tenebrosa, y hacerse un cambio de look. Que yo sepa, tú ni has abierto cámaras secretas llenas de serpientes gordas ni has matado a tu madre...

...no porque no haya tenido ganas alguna vez, la verdad...

...ni te has hecho cambios de imagen más gordos que ese corte de pelo que te hiciste el año pasado y que, todo hay que decirlo, te quedaba bastante mal.

Zoe se desesperó. Pero es que no es eso, pensó. Tú mismo has llegado a la conclusión de que yo era igual que Voldemort...

Eso sólo era el principio de mi razonamiento. Si me dejases terminar...

Bueno... vale, pensó Zoe. No tenía nada que perder...

Premisa: Has sobrevivido a la maldición de Voldemort.

Premisa: La maldición te ha reconocido.

Premisa: Te ha reconocido porque tienes la misma voluntad que Voldemort.

Premisa: Si tienes la misma voluntad de Voldemort, eres igual que Voldemort.

Conclusión: Debes largarte de aquí cuanto antes.

Eso es, pensó Zoe, eso es lo que yo...

Pero es que es un razonamiento equivocado.

Zoe dejó que la respuesta muriera en sus labios, sorprendida.

¿Un razonamiento equivocado?,preguntó. ¿Y por qué...?

Mira, bonita, estás pensando con el corazón y no con la cabeza, y lo siento mucho pero por muy buena gente que sea tu corazón para pensar aquí estoy yo que pa eso me pagan, aunque no mucho, la verdad.

Déjate de reivindicaciones laborales y explícame qué...

Quiero decir que el razonamiento que has hecho para llegar a la conclusión de que tienes que marcharte lo has hecho con el corazón, y tu corazón no es muy bueno en eso de usar la lógica y el método deductivo de razonamiento; en este caso esa inducción que ha realizado...

Al grano.

Su cerebro sonrió ampliamente. Vale, intentaré explicártelo de forma que lo puedas entender.

Oye, se encrespó Zoe, ¿me estás llamando tont...?

Verás, lo que quiero decir es que tu corazón ha llegado al razonamiento a partir de la conclusión. Lo que más deseas en este momento es irte de aquí, para no tener que enfrentarte al desprecio de los miembros de la Orden del Fénix, y en concreto de uno de sus miembros. Soltó una risita. Por eso tu corazón ha elaborado un razonamiento lógico a partir de ese deseo tuyo, que era llegar a la conclusión de que tienes que irte.

Pero es que tengo que irme, insistió Zoe, tozuda. ¿No lo ves? Si me quedo aquí, puedo llegar a ser un peligro para la Or...

Estás volviendo a pensar con el corazón, le recriminó su cerebro. Quieres irte, y por eso te empeñas en autoconvencerte de que tienes que irte. Mira, ya que has empezado hablando de ponerles en peligro, te diré que eres más peligrosa fuera de aquí que dentro.

¿Cómo...?

Es cierto, puede ser peligroso tener aquí a la nieta de Voldemort. Pero más peligroso todavía sería que te fueras. Lo quieras o no, has llamado la atención de Voldemort, y probablemente si se entera de que ya no estás bajo la protección directa de Dumbledore te atrapará y te obligará a darle toda la información que tengas de la Orden. Así que, aunque sólo sea por eso, te quedas y punto.

Zoe frunció el ceño y no dijo nada.

Y, además, el hecho de que seas la nieta de Voldemort no significa que no puedas seguir siendo su enemiga.

Pero es que no sólo soy su nieta, pensó Zoe a punto de romper a llorar. Es que además soy igual que él.

Su cerebro habría chasqueado la lengua si hubiera tenido una boca.

Premisa: La maldición de Voldemort no te ha matado.

Premisa: Te ha respetado porque ha reconocido en ti la misma voluntad que la ha creado.

Conclusión: Tu voluntad es igual que la de Voldemort.

Exacto, se desesperó Zoe.

Premisa: Tu voluntad es igual que la de Voldemort.

Premisa: Lo único que te hace distinta es que tú estás a favor de Dumbledore.

Premisa: Y estás a favor de Dumbledore porque Dumbledore te ha educado.

Conclusión: Sin Dumbledore las cosas habrían sido muy diferentes.

Vaya conclusión más chunga, dijo irónicamente Zoe. Anda que te habrá costado un dolor de cabeza...

Premisa: Tu voluntad es igual que la de Voldemort.

Premisa: Sólo te diferencia de él el modo en que has sido criada.

Conclusión: Si Voldemort te hubiera criado, te habrías convertido en un ser igual a él.

Zoe abrió mucho los ojos, asombrada. Eso es. Por eso tengo que irme, ¿entiendes?.. ¿Cómo va a permitir la Orden que haya un miembro que sea, en potencia, exacto a su mayor enemigo?

Pero es que se te ha olvidado una premisa fundamental.

¿Ah, sí? ¿Cuál?

Premisa: Voldemort NO te ha criado.

Zoe se tragó la respuesta que tenía preparada y cerró la boca mental de golpe. Aquello era innegable: Voldemort no la había criado. Sin embargo, no acababa de satisfacerle la conclusión de que por ese detallito no debía irse de Grimmauld Place.

Es cierto, admitió. Voldemort no me ha educado. Pero sigo teniendo su misma voluntad, y, que yo sepa, la voluntad es lo que...

Una misma voluntad no implica una misma forma de pensar y de actuar, dijo su cerebro categóricamente.

¿Ah, no? Pensaba que la voluntad era precisamente eso, lo que te hacía actuar...

Pues no.

Pues vaya. Entonces no tengo ni idea de lo que es la voluntad.

Mira, dijo su cerebro, exasperado, en cierto modo tienes razón, ¿sabes? La voluntad siempre se ha entendido como eso que has dicho. Pero es que no se puede reducir la voluntad a una cuestión meramente genética. Eso sería simplificar mucho las cosas. Tú no actúas igual que tu madre, ni que tu padre, y desde luego no actúas igual que tu abuelo.

¿Pero no habíamos quedado en que la maldición no me ha matado porque ha reconocido en mí la voluntad de Voldemort?

Dejémoslo en que ha reconocido en ti las mismas pautas que tiene la voluntad de Voldemort. Eso no implica que tu voluntad sea exactamente la misma, que tú actúes como actúa él.

Me estoy perdiendo.

Vale, míralo desde este punto de vista: sabemos que la gente hereda cosas de sus antepasados, formas de ser, formas de actuar, formas de pensar. No sólo por imitación: en muchas ocasiones se comprueba que hay personas que tienen una forma de actuar muy concreta en casos muy concretos, heredada de algún antepasado al que ni siquiera han conocido. Mira el caso de tu propio padre: recuerda que siempre ha tenido la extraña costumbre de levantarse de la cama, coger una manzana, una naranja y una pera y ponerse a hacer malabarismos delante del espejo. Y recuerda que hace poco ha descubierto que su madre, que murió al nacer él, hacía exactamente lo mismo, con las mismas frutas. Eso es genética, chica.

Yo lo llamaría estupidez congénita.

Puede ser, sonrió su cerebro. Pero es congénito, y, por tanto, heredado. No es un caso muy explicativo pero sirve para demostrar que esas cosas pasan. Ahora imagina que hay un hijo que, en lugar del amor por los juegos malabares hortofructícolas, ha heredado de su padre unas increíbles ganas de medrar en la vida. Su padre pasó toda su existencia queriendo mejorar su posición, y para ello trabajó como un animal, durmió poco, comió mal, y se dejó las lumbares pegadas al suelo. El hijo, con la misma voluntad que el padre, también quiere mejorar su posición. Pero para ello se monta un negocio fraudulento de venta al por mayor, o una red de tráfico de drogas, o de trata de blancas, o algo por el estilo. ¿Me sigues?

Más o menos. ¿A dónde quieres llegar?

Pues a esto: el padre y el hijo tienen la misma voluntad. Pero cada uno de ellos elige utilizarla de una manera distinta. Y eso es exactamente lo que debe pasarte a ti: tu voluntad y la de tu abuelo pueden ser la misma, de otro modo la maldición no te habría reconocido con tanta facilidad. Pero, mientras que él la utiliza para hacerse con el poder matando, engañando, torturando y haciendo un montón de cosas feas, tú has elegido usar tu voluntad para luchar contra él.

Zoe caviló un rato acerca de ello. Puede que tengas razón, dijo pensativa. O, al menos, todavía no he encontrado el error de tu razonamiento. Pero no te preocupes que lo encontraré.

Bueno, su cerebro se encogió de hombros (metafóricamente), mientras tanto te quedas aquí y procuras ser lo más útil que puedas para la Orden, ¿de acuerdo?

Hasta que encuentre el error en el razonamiento. Entonces me largo por patas como las balas.

No te preocupes, dijo su cerebro. Ya encontraremos el modo de que cierto hombre lobo deje de actuar como un niño y asuma que sigues siendo la misma que hace veinticuatro horas.

Treinta.

¿Ya?... Vaya, hemos pasado la noche sin dormir... Mira que te he dicho que no me entretengas, y tú ahí, venga a sacarme temas de conversación...

Zoe gruñó. Te juro que un día voy a sacarte de ahí dentro por las fosas nasales.

No creo que eso fuera bueno para tu salud. Aparte de que sería bastante doloroso, claro.

Para mi salud mental sería lo mejor, te lo aseguro.

Venga, no te pongas tonta. Pues anda que no hay hombres lobo por ahí sueltos...

Al amanecer, Zoe tenía la cabeza como un bombo que un hincha de la Selección hubiera utilizado durante todo un Mundial para animar al equipo (fase clasificatoria incluída). Le dolía todo el cuerpo, tenía los músculos agarrotados, las ojeras le llegaban aproximadamente por las rodillas, tenía la piel pálida tirando a amarillenta y estirada sobre los pómulos, le había salido una espinilla justo en la punta de la nariz y notaba cómo se le iban reproduciendo masivamente las patas de gallo y las líneas de expresión. Vamos, que estaba repreciosa.

Harta de darle vueltas al asunto para no encontrar una solución que la satisfaciera, harta de discutir con su cerebro, harta de darse paseos por su habitación y, sobre todo, harta de no dormir, se levantó de un salto, agarró una toalla y un frasco de sales de baño con olor a florecillas silvestres del campo y se encerró en el cuarto de baño, dispuesta a darse un baño que la dejase como nueva y a no salir del agua hasta que se encontrase más o menos bien, y al diablo con quien tuviera que entrar en el servicio.

A media tarde, mucho más limpia, bastante más relajada, considerablemente más animada y desde luego más arrugada (sobre todo en las yemas de los dedos), salió del baño envuelta en la esponjosa toalla. Ignorando la larga hilera de magos y brujas que hacían cola en el pasillo con caras de desesperación y las manos en el bajo vientre, Zoe se dirigió con paso rápido a su dormitorio. Se despojó de la toalla, se untó todas las cremas hidratantes que encontró en su neceser (y también las muestras gratuítas, de modo que la mezcla de olores fue considerablemente desagradable) y, en un gesto de desafío, se puso la túnica de las amapolas, que habían adquirido un tamaño gigantesco al llevar siete meses guardadas junto a la túnica azul que hacía aguas, y parecían plantas carnívoras importadas ilegalmente de alguna selva tropical ignota. Hasta les habían salido unos dientecillos monísimos de aspecto letal en los pétalos de abajo (por eso seguramente habían estado llorando y pidiendo el sonajero los últimos tres meses, las pobres). En principio había pensado ponerse la verde transgénica, pero sólo con ver su brillo en la oscuridad del armario había estado a punto de vomitar. Con el pelo limpio y bastante peinado para lo que era habitual en ella, los pies enfundados en los zapatitos a juego con la túnica (las raíces de las amapolas le hacían cosquillas en los espacios entre los dedos, y las amapolas le mordisqueaban los tobillos, juguetonas) y con la cabeza bien alta, se dispuso a salir de la habitación y enfrentarse a cualquiera que la aborreciese por ser la nieta de Voldemort, por haberse pegado un revolcón con una luz verde, por tener una voluntad idéntica a la de su abuelo o por haberse pasado más de diez horas encerrada en el único cuarto de baño de la casa.

Lo cierto era que podía haberse ahorrado el gesto de desafío; a lo largo de toda la tarde no hubo ni una sola persona que la tratase de forma diferente a como lo habían hecho dos días antes. Molly le echó una mirada rápida cuando entró en la cocina y le pidió que la ayudase a hacer la cena, mientras Harry la observaba con una sonrisa curiosa. Bill la saludó con una inclinación de cabeza y le preguntó si le gustaba el nuevo piercing que se había hecho en la ceja (se había colgado una pata de conejo). Fred y George le ofrecieron unirse a ellos en un campeonato de chapas que jugaban encima de la mesa. Tonks la miró sombríamente, pero Zoe creyó que no tenía nada que ver con su genética, porque últimamente Tonos la miraba siempre como un alma en pena. Fleur sacudió su larga melena plateada y dijo algo acerca de potenciar la belleza natural sin esconderla bajo maquillajes y disfraces absurdos. Y Arthur comenzó a explicarle el reglamento de un nuevo deporte que había propuesto en el Departamento de Juegos y Deportes Mágicos, algo sobre escobas voladoras, gorritos de goma, una enorme piscina llena de grindylows y dos porterías a ras del agua, y le preguntó si ella consideraba que Waterquidditch era un buen nombre, porque debía ir a registrarlo en la Oficina de Patentes Descabelladas. A la hora de la cena aparecieron Hermione, Ron y Ginny, que venían a pasar las vacaciones de Semana Santa en Grimmauld Place; ninguno de ellos dieron muestras de saber que ella era nieta de quien era nieta, o de que les importase siquiera un poquito en caso de saberlo.

De hecho, lo único extraño y fuera de lo normal era la ausencia injustificada de Lupin, que no apareció por allí en todo el día. Zoe se deprimió un poco por aquello y empezó de nuevo a elucubrar posibilidades (igual ha tenido que ir a San Mungo a curarse por la paliza que le dio Bellatrix Lestrange... o por un forúnculo malo que le haya salido por la primavera, no sé... ¿es luna llena? Por un momento pensó haber hallado la solución, porque Semana Santa siempre coincidía con la luna llena más cercana a su cumpleaños. Pero luego recordó que en Inglaterra la Semana Santa no se celebraba, que las vacaciones que aquellos niños estaban celebrando no las ponía el Vaticano; así que, si Lupin no estaba, sería porque no quería estar...), de modo que obligó a su cerebro a golpearse contra su cráneo hasta que se le quitaron las ganas de deprimirla, reprimió todos y cada uno de los brincos de la tenia en su estómago amenazándola con sacarla de allí con una cucharilla de moka a través del agujero del ombligo, y ensayó una sonrisa alegre que seguramente no engañó a nadie pero le evitó muchas preguntas comprometidas.

Cuando terminó la cena Zoe se levantó de la mesa, con unas ganas inmensas de meterse en la cama y dormir a pierna suelta, aprovechando que su cerebro estaba muy entretenido chateando con su tenia. Ayudó a Molly a recoger la mesa y los trozos de vajilla desperdigados por el suelo (consecuencia de las ganas de ayudar a recoger la mesa de Tonks), deseando terminar lo antes posible de limpiar y encerrarse en su cuarto a no pensar absolutamente en nada.

Pero cuando salió de la cocina se encontró con que la esperaba un Harry Potter obviamente deseoso de conversación. Zoe gruñó en su interior al ver el gesto de Harry, que la invitaba a sentarse un rato con él en el cuarto de estar. Sin embargo, todavía se sentía demasiado agradecida hacia él como para hacerle el feo de mandarlo a freír espárragos, de modo que, rogando en silencio porque la conversación que Harry tenía en mente fuera breve y lo más intrascendente posible, lo siguió y se sentó en el mismo sofá donde había permanecido inconsciente unas cuantas horas el día anterior. Después lo miró, esperando a ver qué quería decirle la criatura.

- ¿Qué tal te encuentras? ¿Estás bien, o ya has pensado cómo te vas a suicidar? - preguntó Harry directamente en cuanto Zoe se hubo sentado. Zoe parpadeó. Coñññio con el niño, qué directo podía ser cuando quería. Tendría que enviar una protesta al Departamento de Planes Educativos del Ministerio urgentemente.

- Estoy bien - contestó, con más brusquedad de la que había pretendido. Esbozó una sonrisa de disculpa -. Perdona. Todavía tengo que darte las gracias... -. Harry hizo un gesto de "ni lo menciones que no venía a hablar de eso", pero Zoe insistió -. No, en serio. Además te he obligado a venir un día antes...

- ¿Un día antes? - preguntó Harry, con cara de incomprensión.

- Sí, claro - dijo Zoe -. Las vacaciones empezaban hoy, ¿no?... Pero tú tuviste que venir ayer, y a lo mejor tenías algo que hacer en el colegio antes de...

- En realidad no iba a venir hoy tampoco - la interrumpió Harry -. Pero no importa...

- ¿No ibas a venir hoy? ¿Por qué?

Harry sonrió. - Nunca salimos de Hogwarts en Semana Santa - le explicó -. Solemos pasar allí las vacaciones. De hecho, todo el mundo debe estar pensando que nos ha pasado algo horrible a los cuatro... Pero la profesora McGonagall me pidió que viniera, y uno siempre hace lo que le dice la profesora McGonagall - le guiñó un ojo.

Zoe sonrió. Sí, hasta ella tenía el impulso de inclinar la cabeza cuando aquella bruja con ojos de machacar cabezas y de no llevarle demasiado o incluso nada la contraria la miraba directamente. Podía imaginarse lo que debía ser tenerla de profesora. Se estremeció.

- Pero entonces... - dijo al rato -, ¿por qué no has vuelto al colegio? Quiero decir, si vais a llamar tanto la atención, ¿por qué han venido los otros a pasar aquñi las vacaciones? Podrías haber vuelto a Hogwarts sin que nadie se enterase de que te habías ido...

Harry se encogió de hombros. - El profesor Dumbledore me pidió que me quedase aquí esta semana, y por supuesto me explicó que los demás también vendrían para estar conmigo.

- ¿Dumbledore te pidió...? ¿Por qué?

- Por ti - dijo Harry como si fuera lo más evidente del mundo -. Supongo que Dumble... el profesor Dumbledore - se corrigió como si acabase de darse cuenta de que estaba frente a una persona adulta - cree que yo puedo ayudarte a pasar el mal trago, porque he pasado por alguna que otra situación similar -. Hizo una mueca irónica -. Y tiene razón: sé cómo te sientes.

- Ah - dijo Zoe, frunciendo el ceño. No le hacía ninguna gracia que Dumbledore enviase a un adolescente que todavía ni se afeitaba, por muy Harry Potter que fuese, a consolarla como si fuera una niñita asustada -. Así que sabes cómo me siento. Pues mira qué bien.

Para su sorpresa, en lugar de enfadarse Harry sonrió aún más pronunciadamente. - No la tomes conmigo, Zoe - dijo -. Sé que ahora te entran ganas de pelearte con todo el que se te ponga por delante, pero te aseguro que yo no tengo la culpa de nada de esto. Aunque - se encogió de hombros sin permitir que su sonrisa vacilase - grita un poco si quieres: yo lo he hecho un par de veces y la verdad es que relaja bastante.

Zoe levantó las cejas. Su enfado iba deshaciéndose poco a poco, sustituído por curiosidad.

- ¿Gritar? ¿Cuándo...?

- Bueno - dijo Harry en tono casual -, el año pasado le pegué un par de berridos a Dumbledore, por ejemplo. Y a más gente. Ya sabes... - esbozó una sonrisa torcida -. Cuando te pasan cosas como ésta, lo mejor que puedes hacer es desahogarte. Mejor gritar un rato que escaparte; y me como mi escoba si no es lo que llevas pensando hacer desde ayer. Largarte, digo, no gritar.

Zoe permaneció en silencio cosa de un minuto, segundo más o menos, con la mirada fija en la alfombra.

- Apuesto - continuó Harry - a que piensas que sería lo mejor para la Orden.

Zoe levantó la mirada. ¿Acaso ese chico podía leerle la mente, o algo así...?

- Bueno... No es sólo eso - dijo al fin -. O sea, sí, pero es que me siento... - tragó saliva -. No sé, me da la sensación de que, al ser la... la...

- La nieta de Voldemort - le ayudó Harry.

- Sí... Bueno, pues que no soy... digna, supongo, de estar aquí. Quiero decir, que ya no encajo entre esta gente.

Harry asintió.

- Ya veo - dijo, y a Zoe volvió a darle la impresión de que se encontraba ante un muchacho mucho mayor de los dieciséis años que tenía -. ¿Ves? Yo tenía razón: sé exactamente cómo te sientes. Aunque te fastidie que te diga eso - sonrió -. Verás, yo también me sentí así una vez, y también estuve a punto de largarme corriendo de esta misma casa.

- ¿Ah, sí? - preguntó Zoe, sorprendida.

- Sí - afirmó Harry -. Fue cuando descubrí que Voldemort me había poseído.

Zoe abrió tanto la boca que estuvo a punto de desencajarse la mandíbula.

- ¿Poseído? - susurró.

- Bueno - dijo Harry -, eso era lo que yo creía. Pero estaba convencido de que la noche anterior Voldemort me había utilizado para atacar al señor Weasley, y de que en cualquier momento podía volver a poseerme para atacar a cualquier otro miembro de la Orden, o para espiarles -. Harry se encogió de hombros -. Aparte de eso, me daba la impresión de que estaba sucio, mancillado por el hecho de que Voldemort tuviera acceso a mi mente, y creía que los que me rodeaban - hizo un gesto que abarcaba la casa entera, o incluso más allá - sentían lo mismo. Y no quería quedarme aquí si los demás me repudiaban.

Zoe lo miró, asintiendo con la cabeza. Ahora comprendía por qué Dumbledore le había pedido a Harry que hablase con ella. Lo que el muchacho estaba describiendo se parecía tanto a lo que ella misma sentía que casi parecía, una vez más, que estuviera leyendo su mente.

- De todas formas - continuó Harry -, lo de la familia tampoco es para tanto. Mira, ya sé que no es lo mismo, pero mis tíos son los mayores cretinos que te puedas echar a la jeta, y sin embargo...

- Hombreeeeeeee...

- Sí, vale, ya sé que no es comparable - sonrió Harry -. Ni siquiera ellos llegarían a ser tan malos. De hecho, al lado de Voldemort son como conejitos tiernos y bondandosos. Pero en fin... Sólo era un ejemplo.

"Mira - exclamó Harry, incorporándose y mirándola directamente a los ojos -, no te estoy diciendo que nuestro caso sea el mismo, pero sí que tienes que dejar de pensar que lo que te pasa es lo más horroroso del mundo y que no vas a levantar cabeza nunca más. Tú eres la nieta de Voldemort, sí - admitió -. Quizá podría decirte que lo mío es peor.

- ¿Sí? - preguntó Zoe, frunciendo el ceño.

- Sí. Porque yo en ocasiones veo muertos...

- ¿Eink?

- Quiero decir que en ocasiones veo las cosas como si me pusiera en el lugar de Voldemort. Y no en sentido metafórico - añadió -. Me meto en su cabeza y veo y digo y siento y deseo lo que él ve, dice, siente y desea en ese mismo instante. No es agradable - dijo con una sonrisa triste -. Y lo peor es que él puede hacer lo mismo conmigo.

Zoe abrió y cerró la boca, sin saber muy bien qué decir. Harry levantó una mano y se apartó el pelo de la frente, revelando la cicatriz en forma de rayo -. Esto es una especie de emisor-receptor conectado directamente con Voldemort. Yo puedo meterme en su cabeza, y él puede meterse en la mía. Ya sé que no es precisamente estupendo descubrir que Voldemort es tu abuelo - dijo, mirando a Zoe directamente a los ojos -. Pero te aseguro que es peor saber que en cualquier momento puede saltarse tus defensas y pasearse por tu cráneo como Peter por su casa.

- No lo sé - dijo Zoe, todavía renuente a admitir que sus temores no eran nada del otro mundo.

- Oye - dijo Harry, frunciendo el entrecejo -. Tú has nacido gracias a Voldemort; yo voy a acabar matando a tu abuelo, o, más probablemente, hecho puré de bicho estampado en alguna pared gracias a él. Llevo años aguantando que me haga las perrerías más gordas que te puedas imaginar. Se ha cargado delante de mí a uno de mis profesores, a un compañero del cole y a mi padrino. Bueno, y a mis padres, pero de eso casi no me acuerdo. Y encima se pasa el día intentando meterme ideas raras en el cerebelo. Así que no me vengas con que es horroroso ser su nieta. Ni siquiera te ha pedido que cenes con él en Nochebuena, así que no creo que sea para tanto. Y, si lo hace, no olvides pedirle el aguinaldo - añadió -. Que sea grande; no creo que tenga problemas económicos, precisamente.

Zoe se mordió la lengua, avergonzada. Había olvidado que aquel muchacho la aventajaba en varias vueltas al estadio en lo que se refería a tener a Voldemort como principal incordio de su vida.

- ¿Por qué no dejas de autocompadecerte - preguntó Harry -, y miras esto como una oportunidad más para sacarle ventaja?

- ¿Qué quieres decir? - dijo Zoe, sorprendida.

- Bueno... - Harry se quedó pensativo un rato -. ¿Sabes jugar al ajedrez?

Zoe se quedó boquiabierta.

- Pero... pero... ¿qué tiene que ver...?

- Es una cuestión de estrategia - explicó Harry -. Verás... El hecho de que seas la nieta de Voldemort te da una ventaja fundamental sobre él, como ya hemos podido comprobar: no puede matarte directamente.

- Pero sí que puede hacerlo cualquier otro mortífago - dijo Zoe, desanimada.

- Nunca he dicho que no hubiera riesgos - apuntó Harry -. Pero él no te puede matar. Y además, por el momento, ni siquiera sabe quién eres. Hasta que lo descubra, quizá no sepa que lo que ocurrió el otro día no fue un accidente, sino que estás en situación de sobrevivir todas las veces que intente acabar contigo.

- Eso no lo sabemos - negó Zoe.

- Pero podemos suponerlo. Bien, eso te convierte en una buena ventaja para la Orden a la hora de luchar contra él, ¿no te parece?... Antes tampoco podía matarme a mí, pero esos buenos tiempos se han acabado - sonrió y le guiñó el ojo -. Ahora tú eres el punto fuerte de la Orden.

Zoe intentó asimilarlo. Desde cierto punto de vista, podría decirse que Harry tenía razón. Si todas aquellas especulaciones eran ciertas, Voldemort no podía acabar con ella; podía matar a cualquier otro miembro, podía incluso acabar con Dumbledore si le pillaba desprevenido, pero no podía matarla a ella. No en persona, al menos.

- Entiendo lo que quieres decir - asintió -. ¿Pero qué tiene que ver con el ajedrez?

- Mujer, es muy fácil - rió Harry -. ¿Cuál es la pieza más importante del ajedrez?

- El rey - contestó Zoe sin vacilar.

Harry levantó una ceja, sonriente. - Bueno, podría decirse que sí, si tenemos en cuenta que cuando muere el rey, se acaba el juego. Pero la pieza más importante, la más poderosa, es la reina.

- ¿Y?

- Imagina que estamos jugando una partida de ajedrez - dijo Harry -. Yo soy el rey.

- Tu modestia me impresiona.

- Bueno, lo decía por lo de la profecía...

- Como saques tú también el pensadero no sé lo que hago.

- Me refiero - Harry elevó el tono - a que se supone que, si me matan, se acaba el juego... Igual que si yo mato a Voldemort.

- Ah, bueno, si sólo es por eso...

- Pero tú, Zoe - continuó Harry -, eres la reina.

- No me digas esas cosas que lo nuestro es ilegal.

Harry soltó una carcajada.

- Pensaba - añadió Zoe - que la reina era Dumbledore...

- Un poco reinona siempre ha sido - rió Harry -. Pero Voldemort lo conoce desde hace mucho tiempo, y quizá ya se esté acercando a encontrar un modo de quitarlo de en medio.

"Ahora tú eres la pieza más fuerte del tablero - continuó, riendo a medias -. Es como si fueses un peón que hubiera llegado al octavo cuadrado, convirtiéndose en una reina.

- Coooññio, como Letizia...

- ¿Qué?

- Nada, nada, tú a lo tuyo...

- Esa facultad tuya de sobrevivir a una maldición asesina puede resultar más que útil a la Orden, ya lo sabes. Así que, sintiéndolo mucho - inclinó la cabeza -, me temo que te va a tocar trabajar para ayudarme mientras encuentro el modo de matar a tu querido abuelito.

- Eso no me importa - contestó Zoe, pensativa -. Pero tu brillante teoría no es del todo perfecta, Harry...

- ¿No?...

- Verás - continuó Zoe -, tanto la reina como cualquier otra pieza puede matar al rey en una partida de ajedrez. Pero en esta no... Sólo tú puedes acabar con Voldemort, y sólo Voldemort puede acabar contigo. Los demás somos más o menos accesorios, por mucho que nos pese.

- Tienes razón - respondió Harry, rascándose la barbilla -. Bueno, para asegurarnos tendré que llegar yo también al octavo cuadrado.