Bueno, bueno, bueno... Pues ya estoy aquí otra vez. Esta vez el capítulo es un poco largo, pero debo reconocer que me he reído una jartá escribiéndolo. Lo que me da pena es que se me va a acabar el fic en breve... Salvo petición popular de continuidad, la historia culmina dentro de muy poquitas páginas. Disfrutad, cachorritos míos, al menos la mitad de lo que he disfrutado yo escribiéndolo.
PD: Soy española, así que los españoles no os enfadéis por lo que sale en este capítulo... es una broma inocente. ¡Y no me digáis que no estaría bien tener un ministerio como éste!
- CAPÍTULO 14 -
El país del sol, la sangre y la verbena
- ¿Mamá? Mamá¿estás ahí?
- Hiiiiiiiiijaaaaaaa... - sonó una voz quejumbrosa al otro lado de la línea telefónica.
- Mamá¿estás bien?
- Bieeen, hija, bieeeeeeeeen... Aunque - la voz cambió para hacerse francamente acusadora - no es que te importe mucho¿verdad?...
- Mamá...
- ...desde luego, cría cuervos y te sacarán los ojos...
- Pero...
- ...tanto colegio de pago pa que luego me salgas asín...
- Mamá, escucha, tengo que contarte algo muy...
- ...eso no se lo cree nadie...
- ... es muy importante...
- ¿...en Siberia¿Queda algún sitio en todo el planeta donde no haya teléfono?
- Mira, mamá...
- ¿... drogadicta¿Estás embarazada¡Te has quedado en el paro!
- Sí, mamá, todo eso. Verás...
- Lo sabía, si es que lo sabía, ya sabía yo que tenía que pasar algo así...
- Mamá...
- ...ya se lo decía yo a tu padre, qué hace esta chica por ahí sola, perdida, que es una perdida...
- Pero mamá...
- ...que se cree que todo el monte es orgasmo, digo orégano, y con la cantidad de cosas que pasan hoy en día, sólo hay que verlo en las noticias...
- ¡Mamá¡Tengo que contarte una cosa!
- ...de tu edad soltera y entera, pero claro, en lugar de ir a buscar un marido decente te vas por ahí de juerga, y a saber cómo vas a acabar...
- Mamá...
- ...tú lo que tienes que hacer es venirte a casa con tus padres, que dónde vas a estar mejor que con nosotros...
- Mamá, cállate sólo un min...
- ...ra mismo te coges el primer avión, tren, autobús, coche o patera que salga para aquí y te vuelves a casa, que en cuanto llegues te vas a enterar de lo que vale un...
- TUIT-TUIT-TUIT-TUIT... - colgó Zoe.
Al instante volvió a descolgar el auricular y marcó de nuevo el número de su casa. Aquella vez tenía que conseguirlo. Ya iban cinco intentos, y no iba a moverse de la cabina telefónica hasta que le hubiera dicho a su madre lo que le tenía que decir. Suspiró. Tendría que armarse de valor o su madre acabaría enterándose de que tenía un nieto para cuando hiciera el servicio militar, o lo que quiera que hicieran los niños magos ingleses cuando llegaban a la edad adulta.
- ¿Dígameeeeeeee?
- ¿Mamá?
- Hiiiiiijaaaaaaaaa...
- Cállate y escucha - dijo Zoe bruscamente -. Mamánovoyavolverme-voyaquedaraquívoyatenerunhijodeuningléshalayatelohedicho.
Cogió aire y esperó, apretando con tanta fuerza el auricular que le crujieron los nudillos.
Su madre no dijo nada.
Zoe esperó, sintiendo cómo su aprensión crecía al mismo ritmo que su sorpresa. Era probablemente la primera vez en la vida que su madre se quedaba sin palabras.
Al otro lado de la línea no hubo ningún sonido.
- ¿Mamá? - aventuró Zoe al cabo de lo que le parecieron milenios -. Mamá¿estás viva?
- Bien - dijo su madre al fin, con una voz firme que Zoe no le había oído jamás -. Bien, supongo que era de esperar. De modo que vas a quedarte en... allí donde... ¿Dónde estás?
- En Inglaterra, mamá - dijo Zoe -. Estoy en Londres.
- De acuerdo. Bien, me parece lo más sensato - su madre adoptó un tono de voz seguro y directo, y Zoe sintió que su cabeza daba vueltas.
- Seas quien seas, sal del cuerpo de mi madre - exclamó, haciendo con la mano un gesto que había visto en El Exorcista.
- No digas tonterías - le espetó su madre -. ¿Qué esperabas? Por supuesto que creo que un niño tiene que estar con sus dos padres... Ya que has cometido la imprudencia de quedarte en estado, lo mejor que puedes hacer es quedarte con el padre. Preferiría que te hubieras casado antes, pero en fin... Siempre puedes hacerlo ahora¿no?
- Mamá... - empezó Zoe.
- Mira - la interrumpió su madre -. No es asunto mío, ya lo sé. Sólo te digo lo que creo que es mejor, luego lo que hagas es cosa tuya.
Zoe abrió tanto la boca que le habría cabido toda la cabina telefónica dentro, e incluso parte del tendido eléctrico de los alrededores. ¿Su madre, siendo ecuánime, justa y tratándola como a una mujer adulta? O se había vuelto loca o había habido drogas de por medio.
- No importa - continuó su madre bruscamente -. Pero ahora lo que tienes que hacer es venir aquí.
Zoe suspiró de alivio. Por fin habían vuelto a territorio conocido.
- Mamá, ya te he dicho que no voy a volver...
- No se trata de eso - volvió a interrumpirla su madre -. Escucha, Zoe. No te lo he dicho antes porque pensaba que al final acabarías entrando en razón y volverías a casa. Pero claro, ahora... - Zoe oyó un suspiro entrecortado y sonrió: ésta era la mujer que conocía como su madre, melodramática, exagerada, con su vena dramática exacerbada... -. Zoe, tu padre está muy enfermo.
La sonrisa se congeló en la boca de Zoe.
- ¿Q-qué? - balbuceó.
- Lo que oyes. Hace ya un par de semanas que está en el hospital, y al parecer no va a volver a salir de allí. Los médicos no me han dado ninguna esperanza, y...
Zoe sólo escuchaba a medias. Su padre enfermo... su padre, muriéndose... No podía ser...
- ...de modo que vente para acá, Zoe, porque creo que le queda bastante poco.
- Mamá - musitó Zoe -. ¿Qué es lo que...?
- Te lo contaré cuando vengas. Date prisa, hija - añadió -. Si es que quieres despedirte de tu padre, claro...
- ¡Pero... Mamá...!
- TUIT-TUIT-TUIT-TUIT... - su madre había colgado.
Zoe permaneció quieta, petrificada, con el auricular en la mano. Su tenia daba vueltas a la altura del tobillo izquierdo. Su padre, muriéndose... No era posible...
Colgó de un golpe y, sin preocuparse por quién pudiera estar observándola, se desapareció ("¡Blingk!").
Su primera intención había sido aparecerse en su casa, pero en el último segundo cambió el destino y apareció en Grimmauld Place, 12. Por mucha prisa que tuviese no podía irse sin explicarle a la Orden del Fénix a dónde iba, qué es lo que había pasado. Y no podía irse a España sin explicarle a Lupin lo que ocurría. Además, necesitaba urgentemente un abrazo, y Lupin se lo daría, o un par de ellos... Lupin entendería cómo se sentía, Lupin sabría que Zoe tenía que ir lo antes posible a casa de sus padres...
- De ninguna manera.
Zoe lo miró, asombrada.
- ¿Cómo dices? - preguntó, con los ojos muy abiertos.
- Que no vas a irte sola a España - dijo Lupin con el ceño fruncido.
Zoe se encrespó.
- Pero¿qué demonios estás diciendo? - exclamó -. Mi padre se está... Tengo que...
- No vas a ir sola - repitió Lupin -. Yo me voy contigo.
Zoe sacudió la cabeza, incrédula.
- Remus - dijo, intentando con visible esfuerzo que su voz sonase tranquila y calmada -. No es necesario, de verdad... Puedo ir y volver en menos de...
- De eso nada - la interrumpió Lupin -. No vas a ir sola. ¿Y si te pasa algo durante el viaje?
Zoe abrió la boca. Después soltó una carcajada.
- ¡Pero... Remus! - rió -. Voy a aparecerme, el viaje no va a durar más de un nanosegundo... ¿Cómo puede pasarme algo?
Lupin le dirigió una mirada peligrosa.
- Ya - dijo con el ceño fruncido -. Tú vas a aparecerte. Pero... ¿y él?
Señaló el estómago de Zoe.
- ¿Él?
- ¿Alguna vez te has aparecido estando embarazada? - preguntó Lupin.
- Eh... sí, bueno, ahora mismo acabo de hacerlo... - contestó Zoe, dubitativa -. Pero...
- No - dijo Lupin con brusquedad -. ¿Y si te desapareces y te lo dejas aquí¿Qué hago, meterlo en la nevera hasta que vuelvas?
Zoe lo miró sin saber qué decir.
- Pe-pero... Pero si te vienes conmigo va a ser lo mismo... ¿Y si me lo dejo aquí, como tú dices, y tú ni siquiera estás para meterlo en la nevera¡Imagina el panorama que le dejaríamos a la pobre Molly!...
Finalmente soltó una carcajada. Era tan absurdo... Pero Lupin no se rió.
- No vas a aparecerte - dijo con severidad -. No quiero riesgos¿me entiendes? Te coges un traslador, que es más seguro. Y yo voy contigo, y es mi última palabra.
No hubo forma de hacerlo cambiar de idea, de modo que Zoe acabó por resignarse y aceptó que Lupin la acompañase. Aquello retrasó un poco el viaje, para disgusto de Zoe, porque tuvieron que ir hasta la Estación Central Trasladora de Londres para coger el traslador en cuestión (no se podía crear un traslador sin autorización; los magos del Departamento de Transportes Mágicos eran muy puntillosos en ese asunto). Y tuvieron que ir hasta la Estación en el Autobús Noctámbulo, porque Lupin se negó categóricamente a que Zoe se apareciese, y también a que utilizase la Red Flu (¿Qué pretendes, vomitar hasta el intestino dando vueltas por vaya usted a saber qué chimeneas?). Tampoco es que el autobús en cuestión fuese mucho mejor, pero Zoe se encogió de hombros y decidió dejarse manejar por Lupin en esa ocasión (sabía que lo hacía porque estaba preocupado, y además era mucho más fácil hacerle caso que liarse a discutir).
De modo que Zoe cogió su vieja mochila, la que la había acompañado en su duro periplo por el Interraíl y los bosques de cierto país de daltónicos pseudo-sadomasoquistas, metió en ella un par de túnicas por si acaso y un montón de cremas de todo tipo, se puso los vaqueros remendados y llenos de parches y el jersey de lana de oveja merina que Molly le había regalado por Navidad (tuvo que hacer un encantamiento mórfico al pantalón, que se le había quedado considerablemente estrecho; el jersey tenía un hechizo antiestiramiento incorporado, y Zoe tardó cerca de diez minutos en conseguir meterse dentro de él), y se despidió de los pocos miembros de la Orden que había en la casa en esos momentos (Molly, Arthur y Kingsley, un mago negro con un pendiente en una oreja y un aspecto digno de exhibirse en el espectáculo de strip-tease más exigente, con la única cobertura de su varita).
- No he conseguido hablar con Dumbledore - le dijo Zoe a Molly después de abrazarla -. Cuando habléis con él, decidle dónde hemos ido y que volveremos en unos días¿vale?
- De acuerdo - dijo Molly, besando a Zoe en la mejilla -. Cuídate mucho, no hagas tonterías y... Bueno, que... Tu padre... - Molly carraspeó -. Este... ¿Llevas la poción que te dio Severus?
- Sí - dijo Zoe, palpando el bolsillo de la mochila.
- Bien. ¿Y tú, Remus¿Llevas...?
- Volveremos antes de la luna llena, Molly - dijo Lupin en tono sosegado -. No te preocupes.
El Autobús Noctámbulo era una especie de instrumento de tortura sobre ruedas con tres pisos, un revisor con un problema grave de acné y un conductor al que le había tocado el carnet en una tómbola de barrio; Zoe se pasó todo el viaje compitiendo con una tal señora Marsh a ver cuál de las dos dejaba el suelo más pringoso de alimentos a medio digerir, y echando a Lupin las miradas más asesinas de que era capaz por obligarla a subirse a semejante trasto. Después de una media hora durante la cual Zoe quiso morirse unas cincuenta veces y matar a Lupin unas mil, bajaron a la calle a la orilla del Támesis, Zoe tuvo la inmensa satisfacción de vomitar una última vez justo encima de los zapatos de Lupin, y cruzaron el puente de Westminster en dirección a un edificio imponente con aspecto de haber salido de un cuento de hadas ilustrado por la prima hermana de Campanilla.
Como buena turista que había sido (pese a su incapacidad para entender a nadie de Andorra p´arriba sin sus afamados encantamientos autotraductores), Zoe había estado antes en lo que los ingleses llaman Houses of Parliament, o sea, el Parlamento pero en inglés y con mucha más clase. Sabía, por las numerosas guías que se había empollado en otra época, que el edificio en cuestión era de estilo neogótico, que tenía una historia repreciosa que a todos los ingleses les encantaba relatar en la que entraban y salían sufragistas, reyes, reinas, arquitectos locos y bombas de la segunda Guerra Mundial; sabía que la torre del reloj era algo así como el símbolo de la ciudad (pese a que ningún equipo de fútbol pudiera utilizarla para bañarse después de alguna victoria sonada, pues menudo símbolo más cutre...), y que hasta tenía una campana que daba las horas y que se llamaba Big Ben (otro país de locos, aunque éstos no eran daltónicos sino que les ponían nombres estúpidos a las cosas más absurdas). E incluso había paseado en alguna ocasión por el interior del edificio, admirando retratos, frescos, maquetas raras de edificios antiguos y salas decoradas con magnificencia.
Lupin la condujo bajo la llovizna sucia de Londres hasta una puerta lateral igual de ostentosa que el resto del edificio, donde un puñado de turistas de aspecto cansado y empapado guardaban cola frente a una taquilla. Lupin la obligó a ponerse detrás de un grupito de japoneses (que aprovecharon para hacerle un carrete entero de fotos). Zoe suspiró.
- Remus - dijo, mirándolo con reproche -. Vale que me hagas perder el tiempo en ese... ese autobús, por llamarlo de alguna manera. Pero esto ya es demasiado. Ya he visto el Parlamento, me conozco todo Londres, de hecho, y ahora no tengo tiempo de hacer turism...
- No vamos a hacer turismo - la interrumpió Lupin con una sonrisa torcida -. Vamos a la Estación.
Zoe cerró la boca de golpe, y desvió la mirada. Claro. Tendría que haberlo adivinado: los magos ingleses nunca ponían las cosas donde se suponía que había que ponerlas. Lógicamente, la famosa Estación Central Trasladora tenía que andar por allí escondida.
Mientras se acercaban lentamente a la taquilla, Zoe miró y remiró a su alrededor en busca de alguna entrada secreta o postiza, pero, evidentemente, no vio ninguna: los brujos ingleses estarían chalados con su manía de poner edificios públicos donde no pegaban ni con cola, pero cuando escondían una cosa la escondían bien.
- Buenas tardes - dijo Lupin a la taquillera, que tenía todo el aspecto de una cuarentona de vida amorosa catastrófica, estilista exiliada desde hacía veinte años e insomnio grave galopante.
- ¿Normal, Tour Completo, Carnet Joven, Tercera Edad...? - preguntó la taquillera con voz aburrida -. El descuento por grupo es de cincuenta peniques, los niños, un chelín, las...
- Dos billetes para España, por favor - susurró Lupin. La taquillera ni siquiera levantó la mirada.
- ¿Residentes en lugar de destino?
- Ella sí - dijo Lupin -. Yo tengo descuento por estar inscrito en el Instituto Nefasto de Empleo Mágico.
- ¿Número de la Seguridad Magial?
- 76894670390-MGY
La taquillera, sin mirarlos, abrió un cajón de su mesa, sacó dos trozos de pergamino y una varita mágica, los tocó brevemente con la punta y se los tendió. - Dos billetes reducidos para España, traslador de las 15:43. Un galeón y catorce sickles, por favor.
- Tenga - Lupin le dio las monedas y cogió los dos trozos de pergamino que le tendía la taquillera -. Gracias.
Zoe miró a su alrededor con la boca abierta. Ninguno de los turistas que esperaban cola empujando y apretujándose a menos de un centímetro de distancia parecían haber visto absolutamente nada fuera de lo normal; todos parecían ensimismados en sus guías turísticas, sacaban billetes y monedas y los miraban con cara de incomprensión (el sistema monetario inglés es tan absurdo como su manía de ponerle nombre a las campanas gordas), daban capones a sus vástagos, leían con detenimiento el cartel con las tarifas de entrada al Parlamento o los miraban con más cara de aburrimiento que la taquillera.
- Ven - dijo Lupin, y cogió a Zoe con suavidad por el antebrazo. La condujo hacia los torniquetes que daban acceso al recinto, y se acercó con decisión hacia el que estaba más a la derecha, cerrado con una cadena con una señal de prohibido el paso colgando de ella y con un cartel enorme en ocho idiomas que decía "Fuera de servicio".
Lupin traspasó el torniquete sin inmutarse, y Zoe lo siguió, encogiéndose de hombros. Y cuando volvió a levantar la mirada no pudo evitar soltar una exclamación de asombro.
El torniquete, que instantes antes daba acceso a un largo pasillo neogótico decorado con frescos y lleno de adornos pintados con pan de oro, la había conducido hasta el enorme vestíbulo de lo que parecía una terminal de aeropuerto. Por todos lados se agolpaban magos y brujas cargados con pesados baúles, con la mirada tensa de los que llegan tarde a coger un vuelo. En la zona de la derecha, bajo un enorme cartel que rezaba "Parada Flu", la pared aparecía llena de chimeneas, y al lado de cada una de ellas había un mago con túnica azul que establecía turnos de llegada y salida. Enfrente de las chimeneas, a su izquierda, otro mago regulaba la "Zona Aparición", dividida también en "Apariciones" y "Desapariciones". Zoe, aturdida, miró atrás para comprobar que el torniquete por el que había entrado seguía allí; el torniquete estaba, pero lo que antes era un pasillo repleto de turistas japoneses era ahora una sólida pared de piedra sobre la que había un cartel con letras rojas: "Entrada/Salida Mundo Muggle".
Lupin la condujo por el atestado vestíbulo, rodeando una especie de kiosko donde un par de brujas pizpiretas vestidas con túnicas azules cortitas servían bebidas y sonreían a los que se acodaban en la barra circular, hasta un espacio en el que la aglomeración era aún mayor, y los magos y brujas formaban colas como las que habían formado fuera los turistas muggles, aunque sin guías de turismo. A su izquierda había otro mostrador ("Facturación").
Lupin se detuvo en mitad del vestíbulo y estudió cuidadosamente un enorme cartel negro que había en la pared de la derecha, en el que letras del tamaño de la famosa campana gorda que había ahí fuera en el reloj de la torre bailoteaban alegremente:
SALIDAS INTERNACIONALES (MINISTERIOS)
Francia ... 15:12 Estonia ... 15:19 Alemania ... 15:23 Dinamarca ... 15:26 Noruega ... 15:31 Marruecos ... 15:35 Argentina ... 15:39 Uruguay ... 15:41 España ... 15:43 Grecia ... 15:47 Thailandia ... 15:52
EL EQUIPAJE DE MÁS DE 40 CENTÍMETROS DE ANCHO POR 50 DE ALTO DEBE PASAR POR FACTURACIÓN.
EL DEPARTAMENTO DE TRANSPORTES MÁGICOS NO SE RESPONSABILIZA DE LOS INCUMPLIMIENTOS DE LAS LEYES VIGENTES EN LOS PAÍSES DE DESTINO.
- ¿Qué significa eso de "Ministerios"? - preguntó a Lupin.
- Bueno - dijo éste -, para viajar a otro país hay que pasar por el control del Ministerio de ese país, porque cada uno tiene sus normas de inmigración y los viajes descontrolados hace mucho que no se permiten - explicó -. Así que los viajes internacionales tienen siempre como punto de destino el Ministerio de cada país, y desde allí, una vez los funcionarios han comprobado que no infringes la ley al entrar, no sé, que no llevas contrabando, o que no estás buscado por la Interauror, el Ministerio se encarga de poner a disposición de los viajeros otros trasladores o la red flu u otros medios de transporte para llevarles a donde quieran ir.
- Ah - dijo Zoe -. Así que... ¿Vamos al Ministerio de España?
- Sí - dijo Lupin lacónicamente.
La condujo hasta una de las colas formadas por magos y brujas, mientras Zoe observaba el enorme cartel luminoso, asombrada. De modo que sí había un Ministerio de Magia en su país... Y, según le explicó un mago bajito de ojos chispeantes que resultó ser de Tarragona, había también montada una sociedad mágica completa, con su administración, sus partidos políticos, sus sindicatos, sus organizaciones sin ánimo de lucro, sus centros de enseñanza, sus redes de transporte y comunicación, sus centros comerciales... Zoe empezó a sentirse enferma. Había vivido casi treinta años en España, y nunca había sabido nada de todo aquello... ¿Cuánta influencia podía llegar a tener Dumbledore, para conseguir que la ignorasen de aquella manera? Porque, si la sociedad mágica de su país estaba tan organizada y estructurada como la inglesa, y por todos los indicios así era, debían tener registros, debían tener muchos medios de reconocer a una bruja... ¿Cómo era posible que Dumbledore pudiera "convencerlos" de que sería mejor ignorarla con tanta facilidad?
- Señorita - le dijo el mago vestido de azul que esperaba junto al cartel "España, 15:43" -. O señora, no sé. Esa mochila tiene que facturarla para que viaje en otro traslador.
- ¿Por qué? - preguntó Lupin con el ceño fruncido -. Está dentro de los límites del equipaje de mano...
- Sí - admitió el mago -. Pero con esa trip... esto... Como está embara... bueno, eso - añadió con cierto embarazo (nunca mejor dicho), señalando el estómago de Zoe -, sobrepasa el espacio regulado para una sola persona en un traslador...
Lupin frunció tanto el ceño que parecía que tenía en el entrecejo un mapa del MOPU. Comenzó a temblarle la mandíbula, y le palpitaba una vena en la sien, junto al ojo.
- ¿Me está usted diciendo - dijo en un tono engañosamente suave pero que se notaba a distancia que era muuuuuuy peligroso - que las mujeres embarazadas tienen que viajar con lo puesto¿Qué clase de sistema de protección e incentivos a la maternidad tenemos? Una cosa es que no haya ayudas establecidas para las familias numerosas, y otra es que encima tengan que pagar un suplemento por bulto sospechoso para viajar en...
El mago de la túnica azul retrocedió, alarmado.
- Oiga - dijo con voz angustiada -, le juro que no soy yo el que establece...
- ...y como insista le aseguro que voy a poner una queja formal en el Libro de Reclamaciones...
- ...pero es que yo...
- ...faltaría más, hombre, y me voy ahora mismo a la Oficina Mágica de Información al Consumidor y le pongo una denuncia que se va a...
En ese momento, todos los magos y brujas de la cola se agolparon a su alrededor, escuchando con interés la discusión. El mago de Tarragona se colocó junto a Zoe y decidió intervenir.
- Mire - le dijo al mago de la túnica azul, que a esas alturas ya tenía los ojos del tamaño de dos huevos de avestruz -, eso me parece muy injusto... La pobre mujer ya tiene bastante con tener que cargar ese "bulto sospechoso" por todas partes, como para que encima le diga que pague el suplemento de facturación de una simple mochila...
- ¡Eso, eso! - exclamaron varias brujas que había en la cola, con gestos de desagrado.
- ¡A ellos les querría ver parir! - gritó una bruja de mandíbula cuadrada y cuerpo de luchador de Sumo que no pariría en su vida a menos que se encontrase con un hombre ciego, sordo, mudo, sin sentido del tacto y con demencia transitoria.
- Oigan - dijo el mago de la túnica azul, francamente aterrorizado -, es que son las normas... Si lleva la mochila, no habrá espacio para todos en el traslador, y luego...
- Yo le cedo mi espacio a la señorita - dijo un mago bastante joven (y bastante guapo también) en dirección a Zoe, haciendo una especie de reverencia. Lupin lo miró como quien mira a un bicho con muchas más antenas de las recomendables.
- No será necesario, gracias - respondió, pasando un brazo por encima de los hombros de Zoe. (Los hombres suelen hacer esas cosas para marcar el territorio; los perros y lobos también marcan el territorio, aunque con otro gesto mucho más gráfico que suele consistir en levantar la pata y... bueno, marcar el territorio. En este caso, por la propia idiosincrasia de Lupin -era prácticamente las dos cosas a la vez-, el gesto fue tan evidente que el joven retrocedió en cuanto lo miró a los ojos).
- Pero es que las normas... - siguió el hombre de la túnica azul, desesperado.
- Olvídelo - dijo Lupin, mirando al joven que se alejaba de Zoe como si tuviera unas ganas inmensas de morderle las posaderas -. Yo llevaré la puñetera mochila. Así no habrá problemas¿no?
- N-no, supongo que no... - el mago de azul miró el estómago liso de Lupin y asintió. El resto de los componentes de la cola, sin embargo, lo abuchearon.
- Pues anda que tanto follón para nada...
- Lo podía haber pensado antes...
- Jobar, yo que ya esperaba que se tirasen de los pelos...
- Si es que la gente ya no es como la de antes...
- Ya no se puede ver una pelea emocionante, tienes razón...
Lupin se colgó la mochila de Zoe del hombro y le pasó el brazo por la espalda justo antes de que ambos tocaran el traslador (una miniatura del famoso Big Ben: se ve que los ingleses no podían desaprovechar la ocasión de hacer publicidad turística en el extranjero), y, gracias a ello, Zoe no acabó con los dientes clavados en alguna baldosa cuando sus pies golpearon el suelo tras un mareante viaje de dos segundos en medio del remolino multicolor que ya conocía. Aturdida, sacudió la cabeza.
- Desde Inglaterra, a las 15:43 - dijo una voz átona junto a ella.
Zoe lo miró con asombro. Aquel mago había hablado en español.
Era un hombre alto, moreno y de brillantes ojos negros, que en aquel momento la miraban con indiferencia. Vestía una túnica con hombreras, charreteras, faldones y mallas marca-paquete, de brillantes colores rojo y oro, exactamente igual que la que llevaban el resto de los empleados de aquel lugar, según pudo comprobar Zoe (se encogió de hombros, pensando que si aquellos magos llevaban túnicas de luces debía ser por lo mismo por lo que los ingleses utilizaban el Big Ben de traslador: para promocionar el turismo).
- No, es porque esta noche juega la selección española de Quidditch contra la de Guinea - le explicó Lupin en un susurro -. En realidad van vestidos con el uniforme del equipo... Probablemente se irán directamente desde aquí a ver el partido.
Zoe volvió a encogerse de hombros. El uniforme de la selección de Quidditch de su país no le daba ni frío ni calor, aunque sí un poco de vergüenza ajena. Sólo les faltaban las castañuelas...
- Por favor, pasen por Admisiones antes de abandonar el perímetro de seguridad - continuó el mago vestido de pseudo torero con chaqué de luces. Sacó unas castañuelas de un bolsillo y las chasqueó sonoramente. Zoe no pudo reprimir una carcajada -. Dense prisa, hay otra llegada dentro de treinta segundos...
En Admisiones les atendió otro mago vestido exactamente igual que el anterior, pero, en lugar de castañuelas, llevaba una mantilla clásica colocada sobre una peineta en la cabeza calva, probablemente por medio de un hechizo de presencia provisional. Zoe se tapó la boca con la mano para no reír: tenía un aspecto francamente ridículo.
- ¿Identificación? - les preguntó con voz aburrida. Lupin lo miró parpadeando un instante, y después sacó la varita. Le guiñó un ojo a Zoe.
- ¡Entiendo Pasiempre Hispánicus! - dijo. Ella rió. Lupin se guardó la varita en la túnica y miró al mago -. Perdone¿podría repetirlo? - dijo con voz amable.
- ¿Tienen identificación? - preguntó el mago de luces.
Lupin rebuscó en uno de sus bolsillos y sacó un rollo de pergamino bastante ajado. El mago lo cogió, lo abrió y lo golpeó con la punta de su varita, susurrando - Translatio.
- Mmm... - musitó, leyendo con atención -. Remus John Lupin, nacido en Londres en 1961... Padres, John y Proserpina... Vaya nombre¿eh?... Perdón... Ocupación: parado... Ha sido vendedor ambulante de perritos calientes, repartidor de propaganda, dependiente en una tienda que se llama... Mblggg... Zonko¿no?... Representante de una marca comercial... Ah, sí, Magi-cola, la conozco... Profesor en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, camarero en un local llamado... ¿Qué pone aquí? Noséqué Bollos... y... ¡Coooñññññioooo! - exclamó, levantando bruscamente la mirada hacia Lupin, que se la devolvió con serenidad -. ¿Es usted un hombre lobo?
- Sí - dijo Lupin tranquilamente.
El mago lo observó un rato con los ojos entrecerrados. Lupin soportó su escrutinio con paciencia.
- ¿Y tiene permiso para abandonar su país? - preguntó finalmente el mago de la mantilla.
- ¿Cómo dice? - preguntó Lupin con amabilidad.
- Que si... Bueno, claro - se interrumpió el hombre -. Verá, las leyes de este país prohíben la entrada y salida de seres mágicos parcialmente humanos, y...
- ¿Parcialmente humanos? - exclamó Zoe con el ceño fruncido -. Oiga, no se pase que...
- Déjalo - susurró Lupin, y se dirigió hacia el mago, al que le oscilaba la peineta peligrosamente encima de la calva -. Mire, si no tuviera permiso para salir de Inglaterra no estaría aquí, como puede comprender, de modo que...
- Bien - dijo el mago, y tragó saliva -. Bueno, tengo que dejar constancia de su entrada, y durante su estancia aquí deberá atenerse a las leyes vigentes, como comprenderá...
- ¿A qué me obliga eso? - preguntó Lupin con un susurro suave -. ¿Tengo que ir vestido con una túnica identificativa, marcarme un símbolo en la frente, o algo?
- No, no... - se apresuró a decir el hombre -. Pero debe presentarse en una Delegación de Control de Criaturas Mágicas cada luna creciente, y se lo pondrá en arresto preventivo hasta tres días después de la luna llena...
- ¡Pero eso es un abuso! - exclamó Zoe, enojada -. ¿Qué es esto, una dictadura, o...?
- Las normas están hechas para la protección de todos los...
- Oiga - interrumpió Lupin -, mañana es luna creciente¿tengo que pasar todo el tiempo que esté aquí encerrado en una Delegación?
- Bueno... sí - dijo el mago, con los ojos desorbitados.
- ¿No podría hacer una excepción? - preguntó Lupin con una sonrisa amable -. ¿Y si prometo ir a pasar allí la luna llena? Diez días me parece un poco exagerado¿no cree?
- No... Bueno, quizá sí - se corrigió cuando Lupin le puso un galeón en la mano -. Sí, tiene razón, le firmaré un permiso especial para que todo quede en regla, no se preocupe - dijo con una sonrisa satisfecha -. Siempre que se presente en la Delegación el día anterior a la luna, claro...
Zoe miró a Lupin de reojo, enarcando una ceja.
- ¿Y eso? - susurró.
- Ya me lo imaginaba antes de venir - Lupin se encogió de hombros -. Lo traía preparado.
- ¿Señorita? - el mago de la mantilla se dirigió a ella -. Bueno, o señora...
- Señorita - dijo Zoe con firmeza.
- ¿Usted también es una...?
- No - le cortó Zoe.
- ¿Entonces...? - el mago señaló el estómago de Zoe.
- No creo que sea asunto suyo - dijo Zoe, y apretó los labios. Lupin sonrió.
- Bien... este... - el mago carraspeó -. ¿Tiene identificación?
- Soy española.
- Ah, er... Bueno, pero... - el mago parecía dudar; probablemente le asustaba más el mal genio de Zoe que la naturaleza licantrópica de Lupin -. Es que... Aunque sea española, tiene que identificarse antes de entrar en el país... Las normas...
- Está bien - le cortó Zoe de mala leche. Sacó su cartera de la mochila y le entregó un trozo de papel plastificado -. Tenga.
El mago lo cogió y lo miró, sorprendido.
- ¿Qué es esto? - preguntó con curiosidad.
- ¿Que qué es est...? Es mi carnet de identidad, claro - contestó Zoe, exasperada.
- Carnet... Verá, señorita - dijo el mago, vacilante -, es que esto es un documento muggle...
- Sí, claro - asintió Zoe como si fuera lo más obvio del mundo -. ¿Y?
- Pues que... que... Necesito su DMI para dejarla pasar por aquí...
- ¿DMI¿Qué es eso? - preguntó Zoe, desorientada.
- El Documento Mágico de Identificación - le susurró Lupin al oído. Zoe giró la cabeza para mirarlo, perpleja -. No me digas que no tienes DMI...
- ¿Cómo voy a tener DMI? - preguntó Zoe -. ¡Si ni siquiera sabía que existía el DMI ese de los co...!
- ¿Es usted muggle? - preguntó el mago con suspicacia -. Si es así, debe saber que no puede entrar si no tiene vínculo legal o parentesco con algún mago censado de la comunidad mágica, y - señaló su estómago de nuevo -, como me ha dicho que no está legalmente casada con... Además, un hombre lobo... Es...
- Soy una bruja - le interrumpió Zoe con voz cortante.
- ¿Entonces por qué no tiene DMI? - preguntó el mago, con la peineta oscilando en su calva como un barquito pesquero en medio de la galerna más horrorosa -. Todos los magos y brujas tienen DMI... Se les registra en su Ministerio correspondiente en el momento de nacer, y con posterioridad...
- En el caso de esta joven - dijo Lupin pausadamente - hay una serie de circunstancias especiales...
- ¿Ah, sí¿Cuáles?
- Bueno... - Lupin esbozó una sonrisa torcida -. Digamos que la borraron de los registros y destruyeron su DMI hace veintisiete años. Supongo que eso fue lo que pasó - dijo en dirección a Zoe.
- Voy a matar a Dumbledore - siseó ella.
- ¿La borraron¿Por qué? - el mago se apartó la mantilla del rostro y miró a Zoe con curiosidad -. ¿Hizo algo¿La expulsaron¿Es...?
- ¡Me borraron porque el Jefe Supremo de la Confederación Internacional de Magos es un puo cretino! - gritó Zoe -. ¡Anda que no podía habérselas arreglado para no dejarme indocumentada¡Y yo así, hala, sin papeles, como si no tuviera ya bastantes problemas para tener que...!
- ¿Albus Dumbledore? - exclamó el mago, y la peineta se le cayó hacia atrás -. ¿Conocen a Albus Dumbledore?
- ¡No sólo eso; la próxima vez que lo vea pienso convertirlo en un...!
- Bueno - la interrumpió el mago apresuradamente -. En ese caso quizá... Sí, bueno, señorita - dijo -, tendrá que dirigirse directamente al Departamento de Estadística Censal para registrarse y obtener una copia de su DMI, en caso contrario tendremos que retenerla hasta que...
- Voy a matarlo - gruñó Zoe -. Dígame, buen hombre - añadió con voz cortante -¿Dónde está ese Departamento de Loquesea suyo?
- E-en... Sexta planta - dijo, mirándola sorprendido -. Caramba... Debe ser muy importante para que Dumbledore...
- Ni lo mencione - dijo Zoe. Cogió su mochila, dio media vuelta y se dirigió a paso de marcha hacia el pasillo que salía de la zona de Trasladores. Lupin la siguió, acelerando el paso.
Los ascensores del Ministerio Español de Magia estaban adornados con una serie de banderitas colgadas con dibujitos del toro de Osborne y anuncios de Fino La Ina. En un rincón había un mago calvo y de mediana edad, vestido con una levita negra y unas mallas a media caña, medias negras y zapatos de hebilla y una capa corta de la que colgaban cintas de colorines, que sostenía una bandurria y cantaba a media voz Son las cintas de mi capaaaaaaaaaa, de mi capa estudiantiiiiiiiiil... Lupin lo observó con una mirada divertida mientras el extraño personaje entonaba con más bien poco acierto, y se interrumpía de cuando en cuando a sí mismo.
- Un replique de campanas, un replique de campanaaaaas... Primera Planta, Departamento de Promoción Cultural, incluyendo la delegación de Procesiones y Verbenas Populares, la delegación de Fallas y Ferias, el Club de Cantaores de Flamenco, el Comité de Palmas y el Cuartel General de Bailarinas de Sevillanas. Cuando yo te conocííííí...
- Curioso país - comentó Lupin, observando por la puerta abierta del ascensor a una bruja vestida con un traje de lunares que gritaba como si le estuvieran sacando una muela del juicio, o las cuatro a la vez, sin anestesia (AAAAAAAAAYYYYYYYYYYY, AAAY, AY, AAAAAAAAYYYYY), bajo un cartel que rezaba "Canto de Saetas".
- Sí - dijo Zoe de mal humor -. Y esta gente es más curiosa todavía.
- ¿Por qué?
- Porque es como si hubieran cogido todo el país, lo hubieran deshidratado y lo hubieran concentrado en un sólo edificio.
- Ese lunar que tieeenes, cielito lindoooo junto a la bocaaaaaa... Segunda Planta, Departamento de Gastronomía Típica, que incluye el Club del Gourmet de los Dulces de Semana Santa, la delegación de Paellas de Marisco, el centro de control de calidad de Fabadas, Cocidos y Estofados Clásicos y el Comité de Discusión del Espesor del Gazpacho. No se lo deeees a nadie cieeeelito lindo que aaaaa mí me tocaaaaaaa...
- ¿Es así siempre? - preguntó Lupin.
- Nunca había estado aquí¿recuerdas? - contestó Zoe.
- Es verdad - dijo Lupin -. ¿Y el resto del país?
- No - se limitó a decir Zoe.
- Ah.
- Aaaay, aaay, ay, aaaaaaaaay... Caaaanta y no lloooreeeees... Tercera Planta, Departamento de Artes Variadas, incluyendo el Comité de Discusión Acerca del Arte en la Fiesta Nacional y el Club de Seguidores de Espartaco y El Litri. Porque cantando se alegran, cielito lindo, los cooorazoooneeeees...
- ¿Qué significa...?
- Que estos también discuten sobre si los toros son arte o no - dijo Zoe con el ceño fruncido.
- ¿Los magos españoles también torean? - preguntó Lupin, sorprendido.
- Parece ser que sí.
- Ah - Lupin pareció pensativo -. Igual los toros vuelan, o los toreros van en escoba... Algo harán para que sea más interesante¿no...?
- Ni idea - dijo Zoe -. Y no me apetece discutir contigo sobre los toros y la caza del zorro, muchas gracias.
- Triiiiisteeee y sooooolaaaaa, sola se queda Fonseeeecaaaaa... Cuarta Planta, Departamento de Control de Criaturas Mágicas, incluyendo la delegación de Arresto Preventivo de Licántropos, el Comité de Relaciones con Monstruos y Cuasi Humanos, la Asociación Protectora de Duendes y Gnomos, la Oficina de Desestresamiento de Elfos Liberados y la Organización de Criadores de Toros Alados. Triiiiiisteeee y llorooooosaaaaa queda la Universidaaaaaaaad...
- Mira - exclamó Lupin -, resulta que en este país los toros sí que vuelan.
- Va a ser que sí - dijo Zoe, inmutable.
- Bueno - Lupin sonrió, animado -, ya que tengo que venir aquí la semana que viene, igual puedo echarles un vistazo a los toros esos...
- Yyyyyyyy loooooos liiiiibrooooooos, y los libros empeñaaaadoooos... Quinta Planta, Departamento de Juegos y Deportes Mágicos, que incluye la Oficina de Diseñadores de Uniformes de Quidditch, la Oficina de Defensa de los Diseñadores de Uniformes de Quidditch, la Oficina de Reclamaciones Contra los Diseñadores de Uniformes de Quidditch, la Aseguradora de Diseñadores de Uniformes de Quidditch y el Comité de Conciliación de Aficionados al Quidditch y al Real Madrid Club de Fútbol, animalicos. Eeeeeempeeeñaados, en el Monte de Piedaaaaaaad...
Lupin miró a Zoe, sonriente. Ella le devolvió la mirada, pero sin sonrisa. No estaba de humor. Incluso se alegraba de haber estado aislada de la comunidad mágica, si todos los magos españoles acababan tan mal de la cabeza.
- No te acuerdas cuando te decííía... Sexta Planta, Departamento de Estadística Censal, incluyendo el Registro Civil Mágico, la Delegación de Regulación de Inmigrantes de Países No Alineados con la Confederación Internacional de Magos, y la Oficina de Empadronamientos y Cambios de Domicilio y Estado Civil. A la pálida luz de la luuuunaaaa...
- Pálida luz de la luna le voy a dar yo - refunfuñó Lupin, saliendo del ascensor precipitadamente, con Zoe pisándole los talones -. Como me lo encuentre por los pasillos la semana que viene se le van a quitar las ganas de tocar la bandurria esa.
- No va a hacer falta - dijo Zoe, dirigiéndose a una puerta sobre la que se leía "Registro Civil Mágico" -. En cuanto volvamos al ascensor te juro que le hago un encantamiento de presencia permanente y le pego la boca.
- Y de paso le pones la bandurria de peineta - añadió Lupin, deteniéndose junto a la puerta -. Detrás de usted, señora.
- Señorita - dijo Zoe, y entró con la cabeza bien alta en el Registro. Tanto que casi se la arranca con el quicio de la puerta.
El mago sentado tras la mesa metálica vestía el ya consabido traje de luces con charreteras, y se protegía de las corrientes con un mantón de Manila blanco bordado con flores rojas. Observó a Zoe y a Lupin con desinterés.
- Eso que me está diciendo es imposible - dijo, encogiéndose de hombros -. Todos los magos y brujas están registrados desde su nacimiento, así como los squibs, de modo que debe haber un error.
- ¿Error?
- Debe ser usted muggle - el mago volvió a encogerse de hombros, y el mantón le resbaló. Se lo colocó con cuidado.
Zoe sacó la varita, furiosa. - ¿Quiere usted comprobar si soy una bruja o no¿Eh¿Quiere?
Lupin la detuvo con un ademán, y la obligó a mirarlo.
- Calma - dijo con una sonrisa serena. Después se volvió al mago -. ¿Por qué no comprueba en sus registros si hubo algún cambio hace veintisiete años?
- Nunca se manipulan...
- Usted compruébelo.
El mago se encogió de hombros una vez más.
- ¿Nombre?
- Eugenia Celia Alejandra María de las Mercedes Ortega - dijo Zoe con voz cortante.
El mago se giró sobre las ruedas de su silla y se levantó, dirigiéndose a una estantería llena de pergaminos. - Veamos... Con la "o", 1970... Aquí está -. Sacó un pergamino y lo desplegó. Leyó las columnas siguiéndolas con el dedo -. No, aquí no hay nada acerca de ninguna Eugenia Celia Alejandra María de las Mercedes Ortega. Tenemos muchos Ortegas, eso sí - añadió, levantando la mirada -. ¿Se ha cambiado de nombre sin notificarlo a la Oficina de...?
- ¿A usted le parece que si me hubiera cambiado el nombre me habría puesto éste? - preguntó Zoe, irónica.
- Pues aquí no aparece.
- ¿Por qué no prueba con el año de mi nacimiento? - preguntó Zoe bruscamente -. Quizá ahí haya algo.
- Ah - dijo el mago, sorprendido -. ¿No nació usted en 1970?
- Me halaga - dijo Zoe sin sentirse halagada en absoluto -. ¿Aparento veintisiete años?
- Pues... Sí.
- Pues... Gracias - contestó Zoe -. Nací en 1967.
- Haber empezado por ahí... - el mago buscó la estantería de la "o" de 1967 y sacó otro pergamino, que desplegó sobre la mesa -. Veamos... Ortega, Luisa María Paloma Victoria... Ortega, Manuel Jesús Octavio Francisco... Ortega, Pablo Alejandro Pedro Sebastián...
- ¿Todos tenéis tantos nombres? - musitó Lupin al oído de Zoe.
- Más vale que sobren que no que falten - respondió ella.
- Ortega, Rafael Antonio Luis Alberto... Ortega... Pues me temo que no va a estar tampoco - dijo el mago en tono de disculpa.
- ¿Me permite? - Lupin dio la vuelta al pergamino y observó atentamente la columna de los "Ortegas" -. Mire, aquí hay un hueco...
- ¿Un hueco? - se sobresaltó el mago. El mantón cayó al suelo -. ¿Dónde?
- Aquí, entre Ortega, Esperanza Teresa Cayetana Virtudes, y Ortega, Felipe Juan Froilán de Todos Los Santos...
- Es cierto... ¿Dijo usted que se llamaba...?
- Eugenia Celia Alejandra María de las Mercedes - contestó Zoe.
- Ese debe ser tu hueco - dijo Lupin con una sonrisa satisfecha -. Vamos, a menos que aquí el alfabeto siga un orden distinto...
- Lo único distinto que tenemos es la "ñ" - dijo Zoe, que parecía más animada.
El mago, que observaba el hueco entre los nombres con una expresión de incredulidad en sus ojos ya de por sí saltones, sacó la varita y tocó tímidamente el pergamino con ella. - Anti Tippex.
En el hueco rezumaron unas letras escritas con tinta negra, que formaron un largo nombre escrito con una caligrafía exactamente igual que los que lo rodeaban, y con el mismo aspecto de haber sido escrito hacía décadas.
- Ortega, Eugenia Celia Alejandra María de las Mercedes - leyó Lupin, y sonrió ampliamente.
- Oye, menudo calor que hace aquí¿no? - comentó Lupin, mientras paseaban por un ancho paseo flanqueado de árboles.
- Sí, claro - respondió Zoe, abanicándose con el pergamino que acababa de entregarle el mago del mantón de Manila, en cuyo encabezamiento ponía "Documento Mágico de Identificación" -. En mi país los veranos son como deben ser¿sabes? Calor, sol...
- ...lipotimias... - añadió Lupin, que sudaba como un pollito bajo su jersey de lana -. Me va a dar algo.
- ¿Por qué te has puesto eso? - preguntó Zoe, señalando el jersey y señalándose después a sí misma; llevaba el jersey inestirable atado a la cintura, y se cubría con un top de tirantes que dejaba al descubierto su incipiente barriguita -. Te vas a coger un sarampión...
- Es que no tengo mucha ropa muggle¿sabes? - dijo él -. Y en Londres nunca sobra la manga larga...
- Anda, ven - sonrió Zoe -. Vamos a ver si te podemos conseguir algo más apropiado.
Cinco minutos después salieron de una tiendecita turística. La mochila de Zoe estaba considerablemente más llena de cosas, y Lupin vestía unas bermudas de color rosa chillón que dejaban al descubierto sus rodillas, unas sandalias de franciscano y una camiseta blanca con un dibujo de un toro ebrio y la leyenda: "Una persona que me quiere visitó España y me trajo esta camiseta".
- Me gustaba más la del toro de Osborne... - dijo Lupin, mirándose la camiseta.
- Pues no habértela dejado en Londres - respondió Zoe -. Yo que tú me echaría un encantamiento para el sol, se te está pelando la nariz...
- ¿Qué encantamiento es ese? - preguntó Lupin, tocándose la cara con cuidado -. Jobar, la verdad es que me pica...
Zoe miró a ambos lados de la calle para asegurarse de que nadie la veía. Sacó la varita. - ¡Factordeproteccióncuarentus!
- ¿Y para qué sirve?
- Para que no se te caiga la nariz - contestó Zoe guardando la varita -. Anda, vamos, que nos queda un buen paseo hasta mi casa.
- Oye - dijo Lupin, siguiéndola por la calle -¿y por qué no cogemos el Autobús Noctámbulo? -. También él sacó la varita y la levantó en el aire.
Zoe suspiró. - Aquí no hay Autobús Noctámbu...
Se interrumpió cuando oyó un gran estruendo (algo así como IIIIIIIIIIIII CLOPCLOPCLOPCLOPCLOP SOOOOOOOOOO!), y volvió la cabeza, asustada.
Lupin bajaba la varita mientras observaba, sonriente, una tartana desvencijada que acababa de materializarse junto a él. En el pescante se sentaban un niño moreno y una niña rubia con dos trenzas, que los observaban con aire divertido y sostenían unas riendas llenas de cascabeles que sujetaban a cuatro caballos negros al carruaje. Los caballos, enjaezados con oro, plata, plumas y campanillas plateadas, piafaban nerviosos.
- Bienvenidos a la Calesa Sonámbula - dijo el niño con voz chillona -, transporte de emergencia para el mago o bruja necesitados de recorrido turístico por las calles de nuestra excelsa ciudad, fundada en...
- Ahórrate el discurso - dijo Lupin con el ceño fruncido, mientras subía al carruaje de un salto y se volvía para ayudar a Zoe (ella intentó subir de un salto también, pero descubrió que la tripita dificultaba bastante sus movimientos, y tuvo que conformarse con permitir que Lupin la aupase a pulso).
- ¿A dónde vamos? - preguntó la niña con voz de pito.
- Al Centro - dijo Zoe -. Ya le indicaré cuando estemos allí.
- De acuerdo - contestó el niño, una personita morena y menuda con traje de flamenco, y sacudió las riendas con energía, que tintinearon alegremente -. Doocee caascabeeelees lleeva miiiiiii caabaaaalloooooo por la caaaarreteeeeeraaaaaaaaa...
- ¿Pero es que aquí canta todo el mundo? - preguntó Lupin, exasperado.
- Somos un pueblo alegre - contestó Zoe, tapándose los oídos con las manos -. Aunque debo reconocer que los magos de este mi país se pasan cuatro pueblos.
- ¡No me digas¿En serio? - dijo Lupin con sorna.
- Cooorrreee coooorrreeee caaaaaballiiiitooooo... - cantó la niña rubia de las trenzas, que se cubría la cabeza con un mantón y llevaba un clavel rojo justo en lo alto de la frente -. Cooorree por la caaaaaarreeteeeeraaaaaa...
- Menos mal - exclamó Lupin, aliviado, cuando por fin bajaron de la Calesa Sonámbula -. Como alguien más me cante algo soy capaz de colgarlo por los pulgares en el patio de su propia casa.
- Cááááantaaame, me dijiste cááááááantameeeeeeee, cááántame por el camiiiinooo... - cantaba una chica vestida con traje de faralaes justo en la siguiente esquina. Zoe, riendo a carcajadas, sujetó a Lupin por el brazo hasta que llegaron a un antiguo portalón de madera, en mitad de una callejuela sombría y húmeda.
- Aquí vivo yo - dijo Zoe, buscando la llave en su cartera. Lupin miró a su alrededor, repentinamente serio al recordar por qué estaban allí.
La puerta se abrió, mucho más lentamente de lo que habría sido necesario, con un chirrido mucho más agudo del que una puerta normal hace en condiciones óptimas. Aquel chirrido no lo provocaba un óxido corriente: hacían falta meses y meses de agua caliente directamente en las bisagras para provocar un sonido como aquel.
Lupin se acercó a Zoe, con un gesto de aprensión. Ella lo miró, burlona.
- Es una casa vieja - susurró -, pero no hay nada que temer. Bueno, excepto a mi madre, claro...
Sin embargo, reprimió un escalofrío antes de traspasar el umbral y entrar en la penumbra de la casa. Caminó unos pasos en la semi oscuridad, tanteando el terreno, mientras sentía cómo Lupin tropezaba tras ella.
- ¿Qué tal algo de luz? - susurró Lupin a su espalda. Zoe negó con la cabeza, aún a sabiendas de que Lupin no podía verla.
- Mis padres son muggles¿recuerdas? - dijo -. No quiero que vean magia en esta casa.
- Pues a mí lo de la luz me parece bien - dijo otra voz, una voz fuerte, segura, desde un punto no muy lejos de ellos. En ese momento se encendió una luz tan intensa que Zoe cerró los ojos, deslumbrada.
Parpadeó para recuperar la visión. Allí delante de ellos, de pie en medio del salón, había dos figuras.
Una de ellas era su madre. Sonreía en dirección a su hija, con una expresión burlona en el rostro maduro y arrugado, todavía atractivo.
La otra figura no era su padre. Tampoco era algún otro pariente de Zoe que hubiera ido a hacer compañía a su madre durante la enfermedad de éste.
Bueno, bien pensado, en realidad sí era un pariente de Zoe.
