Bueno pues ya está aquí la respuesta para quienes decían que no sabían quién era el pariente de Zoe que había aparecido en su casa con su madre... Era bastante obvio, ¿no?... Otra cosa es qué demonios hacía allí, y bueno, pues hala, otro capítulo para que se sepa por qué está ahí el yayo querido. Y yo que me quejaba de mi abuelo, con perdón...
- CAPÍTULO 15 -
La cosa nostra
Lord Voldemort la observó con sus ojos rojos, reptilianos, que brillaban desde lo más profundo de una capucha negra.
- Hola, Zoe - dijo su madre, sonriente -. Has tardado mucho en venir...
Zoe se quedó con la mente en blanco. No podía apartar la mirada de Voldemort, que la observaba con una intensidad tal que sintió que le ardía el rostro.
Zoe miró de frente a su destino, y no le gustó nada la cara que le estaba poniendo.
Contrólate, idiota.
¿Alguna idea para una situación como ésta?
Pues... no.
Pues... calla.
Lupin hizo ademán de adelantarse para proteger a Zoe cual héroe de película de Indiana Jones (o sea, cual Indiana Jones). Pero ella lo retuvo con un gesto, y, tragando saliva, intentó por todos los medios ignorar a Voldemort y se enfrentó cara a cara con su madre.
- ¿Dónde está papá? - preguntó con voz temblorosa. Rezó para que las dos figuras que se erguían frente a ella creyesen que el temblor era producto de su furia, no del acongoje que le estaba trepando por la garganta con piolet incluído.
Su madre soltó una risita.
- Vaya... Veo que soy mejor actriz de lo que pensaba - rió, y después miró a Zoe intensamente. Ella se sobresaltó: en ese momento se dio cuenta de que el rostro de su madre era exactamente igual que el rostro que había surgido del Pensadero de Dumbledore, el rostro de Olive Hornby, aunque treinta años más viejo. Ojos dorados, rariz respingona, madíbula redondeada, cabello castaño... Pero los rasgos que en Olive Hornby parecían la encarnación del candor, en su hija presentaban un rastro de demencia que Zoe no había observado nunca antes.
Apretó los labios. Tonta, tonta, tonta... ¿Cómo no había pensado que esto pudiera ocurrir? ¿Cómo no había pensado realmente que, si ella era la nieta de Voldemort, su madre era su hija?
- ¿Dónde está papá? - repitió.
Su madre desestimó la pregunta con un gesto, como si fuera algo irrelevante. - Si tanto te interesa, ya está muerto. Bueno, lleva muerto un tiempo, en realidad. Pero no deberías preocuparte por lo que no merece la pena, Zoe... Creo que ahora mismo tienes cosas mucho más interesantes en las que pensar -. Y, para asombro de Zoe, sacó una varita mágica del bolso y la apuntó con ella.
Una varita. Tiene una varita. Eeeh, ¿me escucha alguien? Mi madre tiene una varita. Varita. Ese palo es una varita. En serio.
Su cerebro soltó un silbido dentro de su cabeza. Vaya vaya vaya... Qué situación más interesante.
Su madre soltó una carcajada fría al ver la mirada desorbitada de Zoe.
- ¿Estás mirando esto? - preguntó, agitando la varita -. Niña tonta... Por supuesto, siempre he sabido que soy una bruja... Sólo que muy pronto descubrí que era mejor llevarlo en secreto. Y... bueno, tuve ayuda para conseguir que el resto de la humanidad lo ignorase -. Señaló con un ademán la figura encapuchada de Lord Voldemort.
Zoe no apartó la mirada de la varita que sostenía su madre entre los dedos. Varita. Juraría que es una varita.
- ¿Cómo...? ¿Por qué? - preguntó con voz triste. Muchas veces había renegado de su madre, sobre todo los sábados por la mañana, pero nunca imaginó que fuera... que pudiera aliarse con...
- Porque es mi padre - dijo su madre sin inmutarse.
- A menudo los hijos se nos parecen... Así nos dan la primera satisfacción - canturreó Lord Voldemort con sorna, imitando admirablemente el quiebro de voz de Joan Manuel Serrat. Lupin soltó un gruñido.
- Aquí ya canta hasta el malo - dijo en voz baja -. Esto no es un país, es un puñetero karaoke...
- Me habría sentido muy orgulloso de ti - continuó Voldemort con voz fría, mirando a Zoe -, en otras circunstancias... Eres exactamente igual que yo. Bueno, exactamente igual a mí cuando tenía tu edad.
- No me parezco en nada a ti - susurró Zoe. El miedo había cedido frente a la impresión y la rabia.
- En el físico, sí. En el resto, no - admitió Voldemort -. Una lástima. Te habría ahorrado muchos disgustos...
Zoe lo ignoró. - Mamá - dijo, en dirección a la figura que la apuntaba con la varita -, ¿por qué...?
- Ya te lo he dicho - contestó su madre con una sonrisa -. Porque es mi padre.
- Dumbledore es un imbécil - dijo Voldemort con una mueca de crueldad que le pegaba bastante con el rostro, todo hay que decirlo -. Por supuesto que supe desde el primer momento quién era Aurora... No es fácil ocultarme las cosas, y mucho menos el hecho de tener una hija - esbozó una sonrisa sin labios bastante horrenda -. Lo primero que hice, después de matar al idiota de mi padre y al idiota de mi hermanastro, fue venir en busca de mi hija... Fui yo quien hizo creer a ese loco amante de los muggles que la niña era una squib, para que dejase de prestarle atención... También fui yo quien hizo olvidar a los Ministerios de Magia de aquí y de allí que había nacido una nueva bruja. Así fue sólo mía... - miró a la madre de Zoe con una mirada que, en otro rostro, habría sido de ternura; pero no en el de Voldemort. En el de Voldemort más bien parecía una mirada de dolor de vesícula -. Así pude educarla yo mismo, y convertir a mi hija en una de mis mayores aliadas... ¿Qué crees que estuve haciendo durante todos aquellos años, pasear por el campo? -. Soltó una carcajada helada, que hizo que los muebles de la habitación se cubrieran de escarcha -. Dumbledore ni siquiera imaginó que, todo el tiempo que estuve desaparecido, en realidad estaba aquí, haciendo de Aurora lo que él más temía que hiciera...
Zoe lo miró con lo que esperaba fuese un gesto de repugnancia (por una parte no era muy difícil mirar con repugnancia a un tío tan feo y malvado como ese; por otro lado, Zoe sentía tanto miedo y a la vez tanta rabia que no sabía muy bien si el gesto que estaba haciendo era de repugnancia o de gastroenteritis aguda).
- Sí - continuó Voldemort, devolviéndole la mirada a Zoe con aprobación -. Ya te dije una vez que habrías sido una magnífica mortífaga... Qué lástima - suspiró con una mueca de tristeza fingida que demostró, una vez más, que ser un mago poderoso no es sinónimo de ser un buen actor -. Para desgracia tuya, Dumbledore sí me engañó en eso... Realmente pensé que eras una squib, y debo admitir que me sentí muy decepcionado, por supuesto. Aunque - su rostro se convirtió en una máscara dura -, pensé que era cosa de los genes de tu padre.
- Un tema - interrumpió Zoe, a quien la rabia había vuelto imprudente -. ¿Cómo es que permitió que su hija, mi madre aquí presente, se casase con un muggle? Me da no sé por qué que no entra precisamente en su ideal como yerno...
- Cállate - escupió su madre, con un tinte de pánico en su voz. Voldemort se irguió en toda su estatura.
- No me gustó al principio, debo admitirlo - concedió con una voz tan chirriante como las bisagras de la puerta de la calle -. Pero después comprendí que Aurora había sido muy inteligente al no elegir a un mago para tener hijos. No es que me hiciera especial ilusión lo del muggle - añadió, mirando a la madre de Zoe con dureza -. Pero era preferible a un mago porque yo tenía intención de convertirme en lo que soy ahora y no podía permitir que un mago que no fuese un probado aliado mío estuviera tan cerca de mi hija. Los muggles no molestan - dijo con una mueca en dirección a Zoe -. Y si molestan sólo hay que quitarlos de en medio.
Ella sintió cómo la furia se iba apoderando de ella poco a poco, nublando su razón. Aunque en el fondo de su mente algo con la voz muy chillona le repetía que no empeorase las cosas, Zoe no escuchaba: sabía que, por mucho que hiciera o dijese, las cosas no podían empeorar. Y al menos pensaba darse la satisfacción de insultar a aquellos dos parientes suyos antes de que encontrasen el modo de matarla.
Bueno, y de matar a Lupin.
No sentía miedo por sí misma (de hecho, no hay nada más agradable que intercambiar insultos con los miembros de la familia, y Zoe se relamía de gusto sólo de pensar en la cara que podían poner Aurora y Voldemort si les dedicaba alguno de sus más imaginativos epítetos). Pero había metido a Lupin en aquel lío, y otra parte de su mente con la voz igualmente chillona gritaba que más le valía encontrar el modo de impedir que muriese. Y, ya puestos, de impedir (contra todo pronóstico ginecológico) que, al morir ella, muriese también el hijo de Lupin. Eso era lo más chungo. Por mucho que se exprimía el cerebro, le daba la sensación de que meter al crío en la nevera en un descuido no iba a ser la solución.
- Cuando naciste - dijo su madre, que no había dejado de apuntarlos a ambos con la varita -, pensé que habías heredado mis poderes. En realidad no se me ocurrió al principio que pudiera ser de otro modo, porque mi padre me había explicado que el gen de la magia es muy dominante; y, de hecho, si acepté casarme con tu padre fue para tener un hijo mago que mi Señor pudiera utilizar como aliado.
"Tenía la intención de engendrar para él toda una estirpe de magos y brujas tan poderosos como mi Señor, que le ayudasen, igual que yo, en su camino para conseguir el poder. No negaré - su madre hizo una mueca - que estuve a punto de matarte cuando vi que crecías y no dabas ninguna muestra de tener ni pizca de magia en las venas. Cuanto más mayor te hacías, menos bruja parecías. Y eso primero me desconcertó y luego me puso furiosa, debo decir.
Claro, pensó Zoe. Parecía tener menos poder porque Dumbledore me estaba enseñando a controlarlo...
- Te dejé vivir - continuó su madre -. Ahora me arrepiento, por supuesto, pero en ese momento pensé que, si eras una squib, no importaría que vivieses, mientras no descubrieras nada acerca de mí y de tu abuelo. Y después, cuando todavía eras una cría, me enteré de que mi Señor había muerto... Y entonces ya no importó - añadió con amargura.
"Aunque estuve a punto de matarte de todas formas hace unos años, cuando hiciste explotar el televisor y comprendí que me habías engañado, que eras una bruja... Pero me contuve porque hacía tiempo que el Señor Tenebroso había desaparecido, y no tenía sentido matarte así, por las buenas. Al fin y al cabo, eres mi hija...
- Uau, qué buena madre - dijo Zoe con acritud -. Me perdonas la vida porque no te resulta útil matarme. Es encantador.
- Eres una insolente - gruñó su madre, sujetando la varita con mano temblorosa -. Encima que te dejo con vida...
- ¿Tengo que darte las gracias? - preguntó Zoe en tono burlón -. Además, no creo que me hayas traído aquí para contarme la historia de tu triste existencia... Me da, no sé por qué, que tienes toda la intención del mundo de matarme.
- Chica lista - ladró su madre -. Pero no nos precipitemos... Todavía quiero que comprendas el por qué.
- Porque estás chiflada, por eso - exclamó Zoe -. Porque mira que unirte a ése - señaló a Voldemort, que abrió mucho los ojos rojos al verse increpado con tan poco respeto -, habiendo tantas cosas interesantes que hacer en la vida...
- Cállate - espetó Aurora.
- Ni siquiera te ha ofrecido unirte a sus mortífagos, ¿verdad? - dijo Zoe, burlona -. Haces todo lo que te ordena, y sus mortífagos ni siquiera te conocen. ¿Para qué tanto trabajo, si ni siquiera te vas a llevar algo de gloria?
- Te dije que tenía toda la intención de conseguir para mi Señor una estirpe de magos digna de él - dijo su madre con el ceño fruncido -. Y eso es lo que sigo pensando hacer.
Zoe se tragó la respuesta hiriente que tenía preparada y la miró con un gesto de incomprensión.
- ¿Qué...?
- Déjame que te cuente el resto de la historia, querida nieta - susurró Voldemort en tono cortante. La mesa que había en un rincón se partió limpiamente en dos mitades exactas -. Verás, hace dos años, cuando me procuré este cuerpo que tengo ahora, una de las primeras cosas que hice fue venir a visitar a Aurora. Quería asegurarme de que Dumbledore seguía sin molestarla, como había hecho durante toda su vida, y de que ella me seguía siendo fiel. Y ella me informó de que tú, que siempre habías demostrado ser una muggle de los pies a la cabeza, eras en realidad una bruja.
"Entonces comprendí que Dumbledore debía haberme engañado, del mismo modo que yo lo engañé a él con Aurora. Me propuse conseguir que te unieras a mí, puesto que todos los aliados me resultan útiles, y más aún si son carne de mi carne. Y tú no sólo eras una bruja, y descendiente mía: también conocías muy bien a Dumbledore, por lo que podías resultarme mucho más que útil.
"Ordené a Aurora que no hiciera nada que pudiera ponerte sobre aviso, y traté de atraerte a mi bando por medio de algunos de mis mortífagos; no quería mostrarme ante ti, porque imaginaba que Dumbledore te habría prevenido sobre quién era y qué había hecho antes de... tomarme un respiro gracias a cierto mocoso - su rostro se contrajo en un rictus de odio.
Zoe se quedó paralizada. Por supuesto... Por eso conocía a Bellatrix Lestrange, de eso le sonaba su cara... Recordó que aquella mujer estropeada y con gesto de demente se había acercado a ella en alguna ocasión, en el Ciber Café, en el supermercado..., y que le había dicho un par de frases enigmáticas que Zoe no se había tomado nunca en serio.
- ¿Quieres conocer tu verdadero destino? - susurró la estrafalaria mujer vestida de Aramis Fustier, aferrando a Zoe con una mano que parecía una zarpa.
- Señora, ponga un gabinete astrológico en el 906 y déjeme en paz que ya tengo bastante con lo que tengo - contestó Zoe, deshaciéndose de su garra con un manotazo -. Y hágase mirar la manicura que con esas manos sólo va a conseguir que la llamen los de la Liga Higiénica Anti-Suciedad.
- ¡Tienes que saber quién es tu verdadero amo! - exclamó la mujer unos días después, con más aspecto de Bruja Lola que nunca -. La Lucha Final se acerca, y debemos estar todos unidos...
- Mire - dijo Zoe, perdiendo la paciencia -, ni me voy a hacer de la Iglesia de los Santos del Apocalipsis Imparable ni pienso hacer una donación a los Fieles Satánicos del Último Día, así que ya está cerrando la puerta por fuera o llamo a la Policía Local, a la Guardia Civil, a los Bomberos, al Samur y a los Agentes de Movilidad Urbana.
Esa bruja loca era en realidad una bruja loca... Quién lo iba a decir, pensó Zoe, abrumada. De modo que Bellatrix Lestrange había intentado que se uniese a Voldemort... Pues la verdad era que se lo podía haber currado más, porque Zoe había pensado en sectas extrañas y suicidas, en fraudes bancarios, en clubs de drogadictos y en redes de trata de blancas, pero en ningún momento se planteó que quien estuviera detrás de todo aquello fuera nada más y nada menos que Lord Voldemort.
- El problema es que no lo logré - continuó Voldemort -. No entendí muy bien cómo te resististe a mis mortífagos, que pueden ser muy... persuasivos - Zoe esbozó una mueca irónica -, aunque lo comprendí meses después, cuando Bella me dijo que te habías unido a Dumbledore y a esa panda de locos que pretenden luchar contra mí.
"Al decirme Bellatrix aquello supe que había estado en lo cierto, que Dumbledore te había educado, pero también comprendí que estabas demasiado unida a él como para querer convertirte en una mortífaga. Así que vine a ver a Aurora y le dije que intentase convencerte para que volvieras a España, donde sería más fácil matarte, mientras yo intentaba encontrar la manera de acabar contigo en Londres.
- Y maté a tu padre - añadió Aurora con un brillo demente en sus ojos dorados -, porque cometió el error de volver a casa justo en el momento en el que mi padre y yo nos poníamos de acuerdo.
- Había que matarlo igual - dijo Voldemort con esa voz fría, desapasionada -. En algún momento podría interferir, y, aunque no fuera peligroso, el cariño que sentía por tu hija sí lo era. Y más aún el cariño que tu hija sentía por él - añadió con desprecio.
Zoe temblaba de furia. Hablaban de su padre como si fuera un cenicero que habían vaciado en la papelera... En aquel momento habría podido saltar sobre aquella caricatura de hombre y destrozarlo con las manos desnudas. Tensó los músculos, y sus dedos de agarrotaron de deseo de sacarle los ojos rojos a semejante engendro. Pero en ese momento sintió la presión de una mano sobre su hombro, suave pero firme. Volvió la mirada: Lupin tenía los ojos ambarinos fijos en ella, y aquellos ojos le aconsejaban que tuviera prudencia.
Más por él que por sí misma, Zoe se obligó a seguir escuchando.
- Entonces, cuando ya creía que te tenía en mis manos y que no podías escapar - continuó Voldemort -, sobreviviste a mi maldición asesina.
"Debo reconocer que en ese momento me sorprendiste - dijo Voldemort con una mueca que habría pasado por una sonrisa si las sonrisas hicieran que todos los muebles de una habitación se agolpasen en un rincón, temblorosos -. Y me enfureciste, también. Una bruja capaz de sobrevivir al Avada kedavra, y estaba en el bando equivocado. Me puse tan furioso que... bueno, eso no viene al caso.
"Pero entonces tuve que replantearme mi estrategia - continuó -. No estaba seguro de poder matarte directamente, y no confiaba en que mis mortífagos pudieran hacerlo sin llamar la atención de Dumbledore. Si demostraba un interés demasiado acusado por matarte, Dumbledore sospecharía que sabía quién eras, y eso era algo que, por el momento, prefería evitar.
"Encargué a Aurora que consiguiese a cualquier precio hacerte volver a España para alejarte de Dumbledore, pero sin que sospechases que ocurría algo extraño. Y mi hija utilizó todas las armas a su alcance para ello - volvió la cabeza hacia la madre de Zoe -, aunque no se le ocurrió usar la muerte de tu padre hasta que no le contaste que estabas esperando un hijo.
"Reconozco que entonces pensó deprisa - concedió Voldemort, y Aurora inclinó servilmente la cabeza en dirección a él -. No te dijo que tu padre había muerto para no provocarte un disgusto demasiado grande que amenazase la vida del niño, porque no sabía, como sé yo, que eres una mujer fuerte. Pensó que me interesaría la noticia de que ibas a tener un niño, y que me interesaría aún más tenerte a mi alcance, aquí, lejos de las gafas absurdas de ese amante de los sangre sucia. Y pensó que la forma más rápida de atraerte era decirte que tu padre se estaba muriendo.
"Y acertó - añadió Voldemort -. Estás aquí, estás intacta y sigues estando embarazada, según veo - señaló el estómago de Zoe -. Supongo que será de él - hizo un gesto despectivo en dirección a Lupin -. No importa. Casi prefiero un hombre lobo a un muggle -. Aurora se encogió perceptiblemente, pero no bajó la varita.
"Y el hecho de que lo hayas traído es un bonus track que te agradezco - dijo Voldemort, sacando la varita de entre los pliegues negros de su capa, lentamente, con parsimonia -. Hace mucho tiempo que tenía ganas de acabar con él. Aunque - sonrió horriblemente, y la habitación quedó tan vacía como si acabase de pasar el camión de la mudanza -, antes debo darle las gracias por serme útil: su hijo, convenientemente educado, puede llegar a ser un magnífico aliado.
Zoe lo miró, con los ojos desorbitados, mientras Voldemort se inclinaba burlonamente ante Lupin, que lo observaba sin dar muestras de que el asunto fuera con él en absoluto.
- ¿Mi hijo? - preguntó Zoe con voz temblorosa -. ¿Lo que quieres es...?
- Ya te dije - intervino su madre - que tenía la intención de engendrar una estirpe de magos poderosos para mi Señor. Yo no quise tener más después de ti - dijo -; creí que me había salido una squib, y no quería tener más hijos inútiles. Pero cuando descubrí que eras una bruja comprendí que aún podía realizar el objetivo que me había marcado al casarme con tu padre.
- De modo - continuó Voldemort, acariciando la varita con los largos dedos - que tú eliges, querida nieta: o te unes a mí y me ayudas a criar a tu hijo, o espero a que lo tengas y te mato después.
Alzó la varita. - De momento, mientras te lo piensas - dijo con una voz capaz de devolver al mundo a una Glaciación -, despídete de tu adorado.
Y apuntó con la varita al corazón de Lupin.
