En fin, gentecilla... Pues este es el fin, como suele decirse en las pelis melodramáticas y esas cosas. Espero que hayáis disfrutado del fic tanto como yo, y del personaje de Zoe, al que ya le daremos algo más que hacer más adelante... Por cierto, los más puristas no os enfadéis conmigo por haber dado un poco de lado a Tonks, cuando tenga un rato ya escribiré la segunda parte para explicarlo todo o algo así jajajaja una poción multijugos, un imperius, o algo similar...

- CAPÍTULO 17 -

Al final, Harry Potter

sigue siendo el protagonista

Escuchó susurros apagados a su alrededor, como el zumbido de un enjambre entero de abejas representando una escena de un musical con coreografía incluída. Por un instante pensó, alarmada, que seguía estando en España, y que los magos y brujas españoles habían conseguido que los insectos también se pasasen el día cantando. Poco a poco fue tomando consciencia de su cuerpo, y comprendió que estaba tumbada sobre algo blandito y calentito, y cubierta por un edredón cálido y suave. Entre la maraña de pensamientos que inundaban su mente, comprendió que no podía estar todavía en su país, porque si permanecías en España más de dos segundos cubierta por un edredón en pleno verano directamente no volvías a despertarte jamás.

Los susurros subieron de volúmen, mientras Zoe hacía recuento mental de órganos y extremidades y concluía satisfactoriamente que tenía el cuerpo completo. Sin embargo, se sentía intranquila y no sabía exactamente por qué; estaba entera, sí, pero notaba como si le faltase algo... Un dolor sordo en la zona del abdomen la intranquilizó todavía más. No recordaba haber comido algo en mal estado... Tampoco recordaba estar en mitad del periodo en ese momento, de modo que la causa de ese dolor no podía ser...

Despertó de golpe cuando recordó que no tenía que tener el periodo en absoluto. De hecho, hacía meses que no lo tenía. Y no debía volver a tenerlo hasta meses después.

Y había caído sobre la rodilla de Lupin.

Abrió los ojos, parpadeando para enfocar la mirada. A unos centímetros de distancia, una figura se recortaba contra el techo; un rostro que se inclinaba sobre ella. Volvió a parpadear: el rostro de Lupin se aclaró ante sus ojos, observándola con expresión preocupada. Zoe lo miró, y todo lo que había sucedido volvió a su memoria.

- Hola - susurró Lupin, esbozando una sonrisa triste.

Zoe sintió cómo el recuerdo se clavaba en su estómago como una puñalada. Desvió la mirada y dirigió los ojos hacia la escayola que adornaba el techo de la habitación. Una moldura que ella misma había hecho, hacía tanto tiempo, con la ayuda de Lupin, de Fred y de George...

- Lo he perdido, ¿verdad? - musitó, sin atreverse a mirar a Lupin, sabiendo que sus ojos confirmarían lo que ella temía.

- No.

- ¿No? - preguntó, y volvió a mirarlo. Lupin sonreía más ampliamente.

- No.

- Pero... - Zoe sacudió la cabeza. Su cerebro, que había estado muy tranquilito últimamente, comenzó a golpearse animadamente contra el hueso -. ¿No? ¿Cómo lo has hecho, lo has metido en la nevera?

Lupin rió suavemente.

- No ha hecho falta - dijo, y alargó una mano para acariciar la mejilla de Zoe -. Eres mucho más fuerte de lo que todos creíamos... Y bueno - añadió, haciendo una mueca pero sin dejar de sonreír -. Resulta que la poción de Snape también tenía ese efecto secundario, así que no nos queda más remedio que darle las gracias, aunque se nos caigan los dientes por hacerlo.

- Creo que voy a morir de la impresión - dijo la voz de Snape desde detrás de Lupin. El mago de pelo grasiento entró en el campo de visión de Zoe, mirándola con su habitual sonrisa burlona -. Pero no me voy a quedar con todo el mérito... La poción ayuda, sí, pero con el golpe que te llevaste hay que ser muy fuerte para conservar dentro ese niño, con poción o sin ella.

- El que va a morir de la impresión soy yo - comentó Lupin, pero miró a Snape con una expresión de agradecimiento tal que Zoe se sorprendió de que no cayera de rodillas y le besase los pies.

- ¿Cómo te encuentras, Celia? - preguntó una voz. Zoe torció la cabeza para mirar a Dumbledore, que la observaba con expresión seria y mirada abotargada.

- No lo sé - dijo con sinceridad, e intentó incorporarse. Lupin se apresuró a ayudarla, dándole la espalda a Snape; hay costumbres que no es fácil abandonar, por muy agradecido que estés -. Estoy entera, creo...

- Ha sido una auténtica suerte - comentó Dumbledore, sonriendo con evidente esfuerzo -. Cuando volví, creíamos que no sólo ibas a perder al niño, sino que era posible que murieses tú también. Y, sin embargo, mírate... Sana como una pera.

- Tampoco hay que exagerar - dijo Molly Weasley desde el otro extremo de la habitación -. Yo, por mi parte, creo que deberíamos dejarla descansar.

- Venga, mamá - dijo Fred, levantando la mirada del tablero de parchís que tenía delante -. Lleva tres días durmiendo...

- Seguro que está deseando irse a echarse un par de bailes - dijo George agitando el cubilete con los dados, que emitió un sonido extraño, algo así como claclaclaclaclac.

- Seguro que no - dijo Lupin, mirando a Fred y George con gesto de reprobación.

Zoe los ignoró, y siguió mirando a Dumbledore con los ojos entrecerrados. El dolor sordo que notaba en el abdomen iba remitiendo poco a poco, y, sabiendo que no tenía que preocuparse por eso, su mente empezó a preocuparse por otras muchas cosas.

- ¿Qué ocurrió con...? - se interrumpió al notar la atención de todos los ocupantes de la habitación centrada en ella.

Dumbledore suspiró, y miró al techo. Permaneció inmóvil unos segundos.

- Vaya - dijo al fin -, ahí también hay un desconchón... Vamos a tener que hacer una remodelación de la casa en serio...

- ¡Venga, hombreeee!

- Siempre con el mismo cuento...

- Hay que ver qué tío más coazo, ¿eh?

- Me pone del hígado.

- Como saque el pensadero...

- 

- ¡Cinco! Como una y cuento veinte.

- Que es lo que sueles hacer siempre que te comes una rosca.

- Por lo menos yo de vez en cuando me como algo.

- Quién la pillara...

Zoe miraba fijamente a Dumbledore sin decir nada. Finalmente, el mago se vio obligado a volver los ojos hacia ella. Parecía más viejo que nunca, como si Zoe hubiera estado treinta o cuarenta años dormida en plan Bella Durmiente que espera el besito del príncipe, y esos años hubieran pasado sólo para Dumbledore.

- Celia - dijo en voz baja, como para que sólo ella pudiera oírlo -. Lo siento. Lo siento muchísimo. Perdóname.

Zoe abrió mucho los ojos, sorprendida.

- ¿Q-Qué?

- Perdóname - repitió Dumbledore con voz grave - por creer que había conseguido engañar a Voldemort. He sido un estúpido. He sido un estúpido durante más de cincuenta años. Y por culpa de mi error has sido tú la que has tenido que sufrir.

Zoe miró al techo, tratando por todos los medios de no pensar en nada, y, por una vez en su vida, fracasando estrepitosamente en el intento. En ese momento comprendió que el dolor sordo que sentía no estaba localizado en su abdomen: lo notaba justo donde, según todos los manuales de biología, debía estar su corazón.

- Es igual - dijo con voz débil, y volvió a tumbarse para evitar que alguien viera que temblaba como un poto -. Todo lo que ha ocurrido tenía que pasar. Lo supieras tú o no.

- Perdóname de todos modos - insistió Dumbledore -. Si no me hubiera dejado engañar tan fácilmente, las cosas no tendrían por qué haber sido así... No habrías pasado lo que has tenido que pasar. Y tus padres no habrían muerto... No como han muerto, al menos.

Zoe seguía con la mirada clavada en el techo, y su vista se nubló repentinamente. Parpadeó, pero las molduras de escayola continuaban bailando ante sus ojos, borrosas, indefinidas. Un escozor punzante se instaló detrás de sus ojos. En ese momento deseó volver a estar sola.

- Yo también tendría que haberme dado cuenta - musitó con voz ronca y la mirada perdida -. He vivido casi treinta años con ella... Tenía que haber sabido que era... que era...

La garganta se le cerró en un espasmo, tal vez un sollozo, y no fue capaz de decir nada más.

- Zoe - susurró Lupin, a su lado, con voz temblorosa -. Zoe, no...

Zoe volvió a parpadear. Una lágrima solitaria se desprendió de sus pestañas y correteó por su mejilla hasta alcanzar el mentón. Lupin se inclinó y la abrazó con fuerza, y Zoe apoyó la frente sobre su hombro, mientras sentía que su corazón comenzaba a palpitar dolorosamente dentro de su pecho. El rostro se le tensó en un gesto de angustia cuando todo su cuerpo exigió que gritase de dolor, y su garganta sólo emitió un gemido ahogado que, sin embargo, estaba teñido del mismo sentimiento que estaba desgarrándole las entrañas.

A lo lejos, como provenientes de otro mundo completamente distinto, oyó los sonidos disimulados que hacía un montón de gente abandonando la habitación. A Zoe no le importó. En ese instante sólo existían ella y una angustia que amenazaba con ahogarla como una inmensa ola al estrellarse contra una cabaña de madera construida en la playa, y para mantenerse a flote sólo contaba con los brazos de Lupin, que la estrechaban con fuerza.

Días después, Zoe recordaba todo lo que había ocurrido con una extraña sensación de indiferencia. Sí, sentía tristeza, sentía rabia y seguía sintiendo un dolor sordo, palpitante, cuando recordaba cómo había muerto su padre a manos de su madre, y cómo ésta había pasado la vida aliada a Voldemort por culpa de un equivocado sentido de la fidelidad paterno-filial. Pero poco a poco esos sentimientos se fueron atenuando, hasta que sólo formaban una parte muy pequeña y difuminada de lo que realmente sentía en esos momentos.

Dumbledore le había asegurado que Aurora había muerto porque Voldemort había querido. Tanto Voldemort como él habían sido testigos, aunque no habían estado muy pendientes, de lo que había sucedido en el pasillo del antiguo hogar de Zoe; Dumbledore le aseguró que la expresión de Voldemort había cambiado cuando vio a Aurora vacilar; ese momento en el que podía haber acabado con Lupin y no lo hizo, retrasando tanto el momento que Lupin pudo escapar con vida. Y tanto él como Voldemort habían visto la llegada de la Calesa Sonámbula, de modo que Voldemort podía haber apartado a Aurora de su trayectoria de haber querido. Pero no lo había hecho.

Por extraño que parezca, el hecho de saber que Voldemort había abandonado a su madre era un consuelo para Zoe. Al final, a pesar de que Aurora había dedicado su vida a su padre, éste la había dejado morir. De modo que Zoe podía culpar de todo a Voldemort y recordar a su madre como lo que había sido para ella, no lo que había resultado ser, sin tener demasiados remordimientos de conciencia. Y, según Dumbledore, era precisamente lo que debía hacer.

- Al fin y al cabo - había dicho -, lo miremos por donde lo miremos, siempre ha sido Voldemort. Tu madre podía haber sido la mujer amable y cariñosa que pensabas que era; si no lo fue realmente, la culpa es de Voldemort.

Lupin la había acompañado en cada momento que pasó despierta, y dormía a su lado por si se despertaba en mitad de la noche (bueno, y por otras razones que no vienen al caso). Poco a poco, sin forzarla, había conseguido extraerle todos los sentimientos que guardaba encerrados desde que se había enfrentado con su madre, y que no había sacado a la luz, salvo aquel momento de abandono que había tenido justo después de despertar. Y para el dolorido corazón de Zoe aquello fue como una purga; cada palabra que decía, cada lágrima que derramaba, era como una cuchillada que, pese a doler infinitamente, servía para extraer el veneno que llevaba dentro.

Y al final quedó vacía por dentro. Zoe entró en una fase apática de la que ni sabía ni quería salir. Cuando se molestaba en analizar sus sentimientos, descubría que ya apenas había dolor, rabia o enojo.

Se sentía desarraigada. Pese a haber llegado a sentir verdadero afecto e incluso amor por los miembros de la Orden, Zoe siempre había sentido en lo más hondo de su ser que tenía otro hogar, un hogar verdadero, que era su casa en España, junto a sus padres, con sus amigos muggles, con su trabajo. Pero todo aquello había desaparecido de golpe, y lo único que quedaba para ella era Grimmauld Place, 12 y sus curiosos y cuasi psicóticos habitantes.

En realidad nunca había formado parte de lo que ellos habían construído. Como ya había pensado en alguna ocasión, su mente se sentía de vacaciones, y creía a pies juntillas que eventualmente volvería a España, a vivir como siempre había vivido. Por eso, al haber visto cómo se cortaban tan repentinamente los lazos que la ataban a todo su pasado, se sentía vacía, sola, desarraigada, sin un lugar al que llamar "hogar", sin una profesión, sin una vida.

Pese a que le rompía el alma ver cómo Lupin iba desesperándose al verla cada día más apática, Zoe no veía el modo de salir de aquella situación. No podía recuperar su antigua vida, y no era capaz de construirse una nueva.

Llegó un momento en el que dejó de preocuparse incluso por su estado de salud, no comía, no dormía, pasaba las horas con la mirada perdida en el infinito. Ni siquiera la afectó o pareció afectarla la noticia de la muerte de Dumbledore a manos de Snape: cuando Molly Weasley se lo contó, con el rostro anegado en lágrimas, Zoe ni siquiera parpadeó. Siempre había sabido que Dumbledore moriría antes de ver finalizada la tarea de Harry Potter: y así, luchando contra los mortífagos, era como él habría deseado morir. Y ni siquiera el hecho de que Snape, el que había salvado a su hijo, fuera el asesino de su antiguo maestro podía sacarla de su ensimismamiento: con poción o sin ella, Snape siempre le había parecido un auténtico cretinazo. El hecho de ver corroboradas sus impresiones ni siquiera la hizo reaccionar. Empezó a vivir sin salir de su habitación, y sólo comía si alguien (generalmente Molly o Lupin) se molestaba en subirle una bandeja y le iba introduciendo pacientemente la comida en la boca.

- Se te da bastante bien, tío - dijo una voz desde la puerta durante uno de sus momentos de alimentación inducida.

Lupin levantó la mirada, dejando la cuchara en el aire, a medio camino entre el plato de sopa y la boca de Zoe.

- ¿Qué, haciendo prácticas para cuando tengas que darle de comer a un niño gritón y pataleante? - preguntó Fred, entrando en la habitación a grandes zancadas, con George pisándole los talones.

- Vas a ser el súper-papi - dijo su hermano con una sonrisa animada.

- Sí - añadió Fred -. Lo de dar potitos a alguien que no quiere comer es cuestión de práctica, ya sabes...

- ¿Qué hacéis aquí? - preguntó Lupin, embutiendo la cuchara en la boca de Zoe sin muchos miramientos -. ¿Os aburríais, o qué?

- Nah - dijo George, encogiéndose de hombros -. Venimos a traerle una carta a aquí la autista - señaló a Zoe con una mano.

- Tenemos órdenes de leérsela en voz alta - comentó Fred en tono conversacional.

- Todas las veces que haga falta - dijo George.

- Incluso a cantársela si hace falta - añadió Fred.

- Tenemos preparada hasta una coreografía - dijo George.

- Lo que sea necesario, vamos - Fred se plantó delante de Zoe.

- Hasta que nos escuche y reaccione - dijo George, poniéndose al lado de su hermano.

- ¿Y de quién es la carta? - Lupin frunció el ceño, y apartó el plato. Conocía de sobra las habilidades de los gemelos en lo que a la danza se refería: no eran precisamente descendientes directos de Terpsícore, que se diga.

- Del Ministerio de Magia - dijo Fred, desenrrollando un pergamino que llevaba en la mano.

- Bueno, en realidad son dos - intervino George, sacando otro pergamino -. Ésta es del Ministerio español.

- Y ésta, del inglés.

- Ejem, ejem - carraspeó George, abriendo su pergamino. Sacó del bolsillo de su túnica unas castañuelas, se las colocó con maestría en una mano y las hizo sonar (racarracarracarracarrac).

Zoe levantó la cabeza y lo miró con el rostro inexpresivo.

- Venían con la carta - dijo George señalando las castañuelas con un gesto de disculpa -. Con instrucciones de uso.

- Ya - dijo Lupin, irónico -. Me extrañaría que viniera una carta de ese país que no tuviera música incorporada...

- Traducio - musitó George, y miró el pergamino con ojos estrábicos.

Eugenia Celia Alejandra María de las Mercedes Ortega

Dirección desconocida

Londres

Estimada señorita Ortega:

Recibida su petición de entrar a formar parte de la Comunidad Mágica de este, nuestro país, nos es muy grato comunicarle que tal petición ha sido aceptada. Adjunto le enviamos su Documento Mágico de Identificación, válido en todos los países de la Confederación Internacional de Magos, que a partir de este momento sustituye al documento provisional que le fue entregado en el Registro Civil Mágico el pasado 2 de junio del presente año.

Hemos tenido conocimiento de la muerte de su madre, Aurora María Hortensia Flor de Lis Rodríguez, el mismo día anteriormente citado. Sin embargo, su madre no estaba registrada tampoco en el Registro Civil Mágico, de modo que el Ministerio no tiene competencias a la hora de gestionar su herencia. Por favor, póngase en contacto con la Administración Muggle para arreglar los documentos pertinentes. En caso contrario, tal y como especifica su testamento muggle, al que hemos tenido acceso por los cauces habituales, las propiedades de su madre serán entregados a la Organización No Gubernamental Gente Rara Sin Fronteras, que, como usted bien sabe, gestiona de forma oculta y en nombre del Ministerio de Magia el Albergue Santa Padera para Brujas y Magos Huérfanos.

Consideramos que es nuestro deber comunicarle que el testamento de la señora Rodríguez incluye una cláusula en la que se dirige a sus herederos, en este caso a usted, y les pide que no reclamen la herencia para que ésta vaya a parar íntegramente a la citada ONG muggle, es decir, al citado Albergue Santa Padera del Ministerio de Magia.

Esperando que se encuentre bien de salud, la saluda atentamente,

Juan Luis Alfonso Ramiro Manuel Íñiguez

Secretario del Departamento de Estadística Censal

Ministerio de Magia

España

George enrrolló de nuevo el pergamino y miró a Zoe, que lo observaba con una expresión a medio camino entre la nostalgia y la indiferencia. Ella se encogió de hombros.

- "Íñiguez" se dice con eñe, George - dijo -. No "Íniguez".

- Bueno - contestó George -. La verdad es que siempre he sido partidario de eliminar ese sonido de todos los idiomas del mundo...

- ¿Por qué? - por primera vez en una semana, Zoe pareció experimentar un sentimiento, en concreto enojo -. Ya sabía yo que todos los angloparlantes estaban tan pagados de sí mismos que querrían quitar las diferenciaciones culturales que hacen de nuestros países y pueblos...

- Zoe - la interrumpió Lupin, que no pudo reprimir una sonrisa -, si tu pueblo tuviera más diferenciaciones culturales, sería una diferenciación en sí mismo.

- Otia, qué trabalenguas más bueno - exclamó George, ignorando el ceño fruncido de Zoe.

- Me recuerda a uno que oí una vez... - Fred puso cara de concentración intensa -. Era algo así como "El arzobispo de Constantinoploplila"... no, espera, Constantinopolis...

- Suspendió Geografía - explicó George negando con la cabeza.

- Ah, ¿estudiásteis Geografía? - preguntó Zoe en tono hiriente -. ¿No érais vosotros los que decíais que España estaba al lado de Ciudad del Cabo?

- Sí, bueno - George se encogió de hombros -. Yo también suspendí Geografía.

- "...el arzobispodesconstantinopolizador que lo arzobispodesconstanti-nopolice..." - continuó Fred, inasequible al desaliento.

- Bueno - dijo Lupin en voz baja, mirando a Zoe con una sonrisa -. ¿Qué te parece?

- Que lo hace fatal - respondió Zoe señalando a Fred -. Debería empezar por cosas más básicas, como "El perro de San Roque..."

- Me refiero a la carta - dijo Lupin sin dejar de sonreír.

- Ah -. Zoe bajó la mirada -. Bueno, supongo que lo mejor que puedo hacer es renunciar a esa herencia... Además, no quiero volver a ver esa casa en mi vida.

- Zoe - dijo él con voz firme -. ¿Sabes lo que significa esa carta?

Ella clavó los ojos en los de Lupin, y no dijo nada.

- Significa - continuó Lupin - que, a pesar de haber estado desde que nació aliada con Voldemort, a Aurora no le gustaba su vida. Significa que tu madre se sintió siempre una huérfana, que sabía que un padre no era, o no debería ser, como era Voldemort, que sabía que las personas tenían padres que las querían y que las ayudaban y que no las exigían matar, torturar ni nada por el estilo. Por eso quiso hacer algo por aquellos que, como ella, tenían que crecer sin el afecto de unos padres.

- "...buen arzobispodesconstantinopolizador será" - finalizó Fred con una sonrisa de satisfacción.

- Quizá - dijo Zoe con un encogimiento de hombros -. O quizá simplemente quería dejarme a mí sin herencia, no sé.

- No - negó Lupin tajantemente -. Porque si quisiera eso no habría puesto la cláusula en la que te permite decidir qué hacer. No, Zoe - añadió -. Tu madre sabía que nadie debería verse obligado a crecer como ella, sin tener un padre verdadero: su padre muggle, con el que la dejó Dumbledore, no era su padre real, y Aurora se sentía totalmente desvinculada de él; y Voldemort no da precisamente el tipo de padre paternal...

- Prueba con este: "Tres tristes tigres comían trigo en un trigal..." - dijo George animadamente.

- No sé - musitó Zoe, mirándose las manos.

- ¿No prefieres pensar eso, Zoe? - susurró Lupin, obligándola a levantar la mirada hacia él -. Nadie puede ser tan retorcido como para querer hacer un mal donando todas sus propiedades a un albergue de huérfanos... Y más si es después de muerto, porque ni siquiera sirve para blanquear dinero o evadir impuestos.

- Nada, fatal - dijo Fred, haciendo callar a su hermano -. Mira, hay otro que dice "Porrompompoooon..."

- Eso es una canción, tío - le cortó George.

- "...porropon, porrompompero, pero..."

- Disculpad - interrumpió Lupin, levantando la vista y asesinando preventivamente a los gemelos con los ojos -. ¿Podríais dejar de hacer el canelo y leerle a Zoe la otra carta?

- Ah, sí - respondió Fred, y dirigió la mirada hacia el pergamino que tenía entre las manos -. Perdona, tío.

Eugenia Celia Alejandra María de las Mercedes Ortega

Dirección desconocida

Londres

Estimada señorita Ortega:

Hemos recibido una petición cursada en su nombre el pasado mes de mayo por el difunto Jefe Supremo de la Confederación Internacional de Magos, Jefe de Magos del Wizengamot y director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore, para estudiar su posible ingreso en el curso superior de preparación de aurores en el Ministerio de Magia.

Generalmente no se admite a nadie en ese curso sin tener la absoluta seguridad de que ha obtenido una media igual o superior a Supera las Expectativas en sus calificaciones en las asingaturas exigidas (Transformaciones, Pociones, Encantamientos, Defensa Contra las Artes Oscuras), y no hemos conseguido comprobar si reúne usted las características necesarias debido a que no existe constancia de que haya cursado ninguna de las citadas asignaturas.

El señor Dumbledore nos explicó antes de morir que él personalmente se encargó de su educación, y aseguró que su nivel de conocimientos en dichas materias supera la media exigida, pese a no haber tenido acceso a una enseñanza reglada y no haber obtenido ninguna de las titulaciones (Título Indispensable de Magia Ordinaria y Exámenes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas) necesarias para acceder a los estudios superiores.

A pesar de lo irregular de su caso, el Comité de Selección de la Escuela de Aurores del Ministerio ha decidido hacer una excepción, visto el interés del difunto Jefe Supremo en su persona, y admitirla en la Escuela para estudiar la carrera de Auror, primer curso. Deberá presentarse en el Ministerio de Magia, Departamento de Seguridad Mágica, Cuartel General de Aurores, el próximo día 1 de septiembre a las ocho de la mañana.

Sin otro particular y deseando sea usted en un futuro de utilidad para el Ministerio de Magia y la Comunidad Mágica en general, le saluda atentamente,

Amelia Susan Bones

Jefa del Departamento de Seguridad Mágica

Ministerio de Magia

Gran Bretaña

Zoe se quedó mirando a Fred un buen rato, con la boca tan abierta como las zanjas practicadas en verano en las grandes ciudades muggles gobernadas por alcaldes acostumbrados a construir líneas de metro, aunque, gracias a Dios, sin obreros dentro.

- ¿Q-qué? - balbuceó, y tuvo la tentación de meterse un dedo en la oreja para destaponárselo y volver a oír bien -. ¿Auror? ¿Curso? ¿Ministerio?

- Le ha dao algo - dijo Fred mirando a Zoe con cara de lástima.

- Menudo enchufe, ¿eh? - comentó George en tono burlón -. Para que luego digan que no sirve de nada estar bien relacionado...

- Ya me lo decía a mí mi madre - Fred fingió un largo suspiro de resignación -. Hijo mío, el que tiene padrino se bautiza.

- ¿Tú estás bautizado? - preguntó George -. Porque yo no...

- Era una comosellame de esas, una nalogía...

- Analogía - dijo Lupin.

- Eso. Una metefuera.

- Metáfora - dijo Lupin.

- Jobar con el lingüista - se quejó Fred.

- ...y dicen que el bautismo imprime carácter...

- Cállate, George - le cortó Fred, y dirigió la mirada a Zoe, que todavía tenía la boca bastante abierta -. Bueno... Estás hecha una trepa, ¿eh? Te admiten así, by the face...

- Te está fallando el encantamiento autotraductor - dijo George.

- Lo he hecho aposta. Es una frase al punto...

- Una frase hecha - dijo Lupin.

- Oye - Fred levantó la voz -, ¿desde cuándo eres profesor de Recursos Estadísticos?

- Recursos Estilísticos - dijo Lupin.

- ¡¡AAAAAARRRGGGGG!

Lupin soltó una carcajada, y miró a Zoe, que abría y cerraba la boca sin emitir ningún sonido y tenía un aspecto verdaderamente curioso.

- Bien - dijo él -, ¿qué te parece?

- ¿A-a-auror? - tartamudeó Zoe -. ¿Yo?

- Ser auror mola - dijo George.

- Sí - asintió Fred, dirigiendo una mirada de cordial aborrecimiento en dirección a Lupin -. Si no hubiéramos podido abrir la tienda, ser aurores no habría estado mal...

- ¿Con las notas que tenemos? - George arqueó una ceja -. Ni borrachos, tío.

- Bueno, si Dumbledore nos hubiera enchufado a nosotros...

- Pero da la casualidad de que enchufó a Zoe - dijo George -. Y a estas alturas es difícil que enchufe a nadie más, como no sea con una ouija de esas.

Ambos se la quedaron mirando con cara de expectación. Zoe cerró la boca.

- ¿Quieres? - le preguntó Lupin con una sonrisa. Zoe lo miró con ojos asustados.

- Pero... pero es que yo... - tragó saliva -. No creo que sea la persona más... Es decir...

- Dumbledore no te habría recomendado... Bueno, no les habría exigido que te admitieran, utilizando cualquier método de extorsión, estoy seguro, si no supiera que puedes hacerlo - dijo Lupin.

- Mira, hasta Tonks es capaz de... Bueno, ya me callo - dijo Fred, y cerró la boca al ver la mirada fulminante de Lupin.

- Escucha, Zoe - Lupin la miró seriamente -. No puedes quedarte en esta habitación toda la vida... Tienes que hacer algo, tienes que volver a salir, y lo primero que tienes que hacer es encontrar un trabajo. Y ser auror es un trabajo... Bueno, es el mejor trabajo que te podrían haber ofrecido.

- ¿Y por qué no eres tú auror? - preguntó Zoe con voz temblorosa -. Si tan buen trabajo es...

- Yo no puedo - contestó Lupin -. La ley no me lo permite. Pero tú sí puedes. Y además se te va a dar muy bien -. Esbozó una sonrisa -. Ya lo verás, cazar magos tenebrosos se te va a dar de maravilla.

- ¿Y ésto? - Zoe se dio una palmada en el estómago -. ¿No será peligroso...?

- Ya has oído lo que pone en la carta - dijo Lupin -. Primero tienes que estudiar la carrera, y eso son por lo menos tres años.

- No sé si tengo edad de volver a estudiar...

- Mira, tía - la interrumpió George -. Ya sabíamos que te habías vuelto loca después de... bueno, después de aquello. Pero es que ahora es evidente que estás fatal de la cabeza.

- Sip - afirmó Fred -. Vamos, si a mí me dijeran que me admiten en la carrera de Auror, salgo corriendo pal Ministerio y no salgo de allí hasta que me den el título.

- Los aurores son... son la élite de la sociedad - dijo George con una mirada fanática -. Son lo mejor de lo mejor.

- Son como la CIA, el FBI, la KGB y James Bond, todos en uno - añadió Fred -. Son la orestíada.

- ¿La qué? - preguntó George.

- Quiero decir, la rehotia - dijo Fred.

- Pues precisamente por eso - dijo Zoe con los ojos desorbitados -. ¿Qué pinto yo entre todos esos... supermanes? Si yo ni siquiera sé la mitad de los hechizos que...

- A veces eres un poco corta, ¿eh? - dijo Fred, y dirigió a su hermano una mirada de exasperación.

- Mira, tía - repitió George -. Si Dumbledore fue tu maestro, puedes apostar a que cuando acabes la carrera les darás cien mil vueltas a todos los aurores del Ministerio.

- Doscientas mil, si se trata de Tonks - añadió Fred -. Es broma, es broma...

- Zoe - interrumpió Lupin, obligándola a volver la cabeza hacia él -. Tienes que hacerlo. Ahora tu vida es ésta, tú elegiste unirte a la Orden, y tienes que hacer todo lo posible por ser útil...

- Ya, vale, gracias por recordármelo.

- Y, además - continuó Lupin -, fuiste tú la que me dijiste que Harry te había dicho, no, te había pedido, que ayudases a la Orden, que aprovechases esa inmunidad que tienes frente a Voldemort... Pues esta es la mejor oportunidad que tienes, ¿sabes? Ser un auror es precisamente utilizar todas las armas de que dispones para oponerte a Voldemort. Y tú - concluyó - tienes muchas armas disponibles.

- Eeeeeh, conversaciones eróticas no, ¿vale? - interurmpió Fred en tono jocoso.

- Que nuestros inocentes oídos no están preparados para esto - dijo George.

Lupin los miró con los ojos brillantes de regocijo.

- Dudo - dijo - que alguna vez hayáis tenido los oídos inocentes. Y ninguna parte del cuerpo, ya que estamos en ello.

- Cierto - se limitó a decir Fred -. Pero algo teníamos que decir, ¿no?

- Porque esta conversación se está poniendo un poco muermo - dijo George.

- Y nos estamos cansando de escuchar tonterías - dijo Fred.

- Es curioso - dijo Lupin -, teniendo en cuenta que sois vosotros los que estáis diciendo esas tonterías...

- No me refiero a las tonterías profesionales - se defendió Fred -. Me refiero a las tonterías que está diciendo ella - y señaló a Zoe.

- Sí - asintió George -. La verdad, chica, para decir esas chorradas podías haber seguido sin hablar un par de meses...

- Si te ofrecen unirte a los aurores - dijo Fred -, pues te unes a los aurores y punto.

- Y no te andas con tantos rodeos ni con tanta queja ni con tanto victimismo - dijo George.

- Escucha, Zoe - Fred se sentó en la cama junto a ella, repentinamente serio -. Todos estamos aquí para lo mismo: para impedir que Voldemort se haga con el poder que lleva cincuenta años buscando. Tú puedes ayudarnos, de hecho puedes ser de más ayuda que nadie, porque no sólo eres alumna de Dumbledore y, por tanto, una bruja bien entrenada, sino que además eres la nieta de Voldemort, y, por tanto, una bruja poderosa. También eres, o al menos has sido, inmune a los intentos de asesinato de Voldemort. Y ahora tienes la opción de recibir el mejor entrenamiento para convertirte en una cazadora de magos tenebrosos -. Fred aferró la mano de Zoe entre las suyas y la obligó a mirarlo -. Tienes que hacerlo. Si sigues huyendo, como has hecho estos últimos días, puede que nos derroten. Y entonces no podrás perdonártelo.

- Yo no he estado... - se encrespó Zoe.

- ¿No? - preguntó Fred -. ¿Y cómo le llamas a esconderte dentro de ti misma para aislarte de todo lo que te rodea? Eso es huir del mundo, Zoe. Y no sirve de nada. Bueno, no sirve de nada durante mucho tiempo.

- Y según cómo estén las conjunciones planetarias - aportó George.

Zoe permaneció en silencio unos instantes. Después, se encogió de hombros.

- De cualquier modo - dijo -, el que yo me una a los aurores no es garantía de que ganemos esta guerra...

- No - admitió Fred -. Pero al menos tú estarás en paz contigo misma, ¿no?

- Y de todas formas lo que yo haga es indiferente - continuó Zoe -. Yo, como todos vosotros, sólo soy una variable más, y no muy importante. El que tiene toda la responsabilidad, el que tiene que acabar con todo este follón, es Harry.

- Sí - dijo Lupin -. Pero nosotros estamos aquí para allanarle el camino, y asegurarnos de que tiene toda la ayuda posible para cuando llegue el momento de enfrentarse a Voldemort.

- La responsabilidad de matar a Voldemort es suya - dijo Zoe.

- Y la responsabilidad de que pueda enfrentarse a él con la mayor ventaja posible es nuestra - dijo Lupin -. Zoe, te has pasado los últimos meses con complejo de culpa por ser la nieta de Voldemort. Y estos últimos días has estado comportándote como una idiota por lo que Voldemort hizo con tu familia, con su familia. Esta es la oportunidad que tienes de hacer algo para evitar que siga haciendo daño a otras familias, a otras personas. Y si no la aceptas será un gran egoísmo por tu parte.

Zoe se quedó pensativa un buen rato, mientras Lupin y, por increíble que parezca, Fred y George, conseguían permanecer en silencio.

Tienen razón.

Ah, hola, pensó Zoe. Ya estaba echando de menos que te metieras en mi vida en los momentos menos oportunos...

Mira, tía, dijo su cerebro. Puedes seguir autocompadeciédote y haciéndote la víctima toda la vida, a mí me da igual. Pero pa una vez que puedes servir de algo...

Muchas gracias, gritó Zoe en su mente.

De nada. Si dices que sí, no sólo volverás a sentirte útil, sino que ayudarás a que nadie sienta el dolor que tú has sentido por culpa de Voldemort. Si dices que no, acabarás amargada, sin un trabajo, sin nada que hacer, y probablemente perderás incluso la amistad de los únicos amigos que te quedan y el amor del único hombre que te ha aguantado más de veinticuatro horas sin denunciarte a la Guardia Civil o al Defensor del Pueblo. No hay más mensajes. TUIT-TUIT-TUIT-TUIT...

Zoe gruñó internamente. No le gustaba verse rodeada de gente que la increpaba de aquella manera. Y menos aún le gustaba que lo hiciera su cerebro. Sobre todo cuando sabía que su cerebro tenía razón.

Bueno, al fin y al cabo... ¿No había querido toda su vida hacer algo emocionante? ¿No se había ido de vacaciones al Interraíl precisamente para escapar de una vida aburrida? ¿Y no había sido precisamente esa excursión la que la había llevado hasta donde se encontraba ahora?

¿No he tenido ya bastantes emociones?

Zoe sonrió para sí. No. Quería más. Pensó que con lo de Lupin y con lo de su hijo tendría bastantes emociones para el resto de su vida, pero lo cierto es que seguía anhelando aventuras. Y los escasos momentos intensos que había vivido como miembro de la Orden del Fénix no habían sido suficientes.

- De acuerdo - dijo al fin.

- Bien - dijo Lupin, sonriendo ampliamente, y obligó a Zoe a levantarse de la mesa con la boca todavía llena de tostada -. Venga, date prisa.

Zoe tragó con dificultad, debatiéndose para intentar, sin mucho éxito, evitar que Molly le arrancase el cuero cabelludo al peinarla. Cogió la taza de café con mano insegura y se quemó la lengua cuando se la bebió de un trago.

- ¿A gué fiene danda prisha? - farfulló con la boca llena de pan con mermelada, café y lengua hinchada y áspera.

- No puedes llegar tarde en el primer día de cole, princesa - dijo Lupin, fingiendo reproche -. No da buena impresión. A ver, deja que te vea...

Hizo que Zoe diera una vuelta sobre sí misma, observándola con ojo crítico. Ella se alisó el baby de cuadritos verdes y rojos con mano nerviosa. Los calcetines se le resbalaban desde las rodillas y caían con frecuencia hasta los zapatos con hebillas.

- No sé si... - comenzó.

- Estás preciosa - dijo Fred con voz alegre -. Vas a ser la más mona de la clase.

- Sí, seguro - corroboró George.

Zoe echó hacia atrás de un manotazo las dos trenzas negras que Molly le había hecho con demasiados tirones y muchos cepillos e instrumentos raros de aspecto letal.

- A ver la mochila - dijo Lupin alargando la mano -. No vaya a ser que te olvides algo.

Cogió la vieja mochila de Zoe y la abrió para estudiar su contenido detenidamente.

- Bien, bien... Veamos - dijo, manteniendo a duras penas la seriedad -. Libros... Cuaderno de cuadrícula... Estuche, bolis, lápiz, goma de borrar, subrayadores... La manzana para el recreo... Otra manzana para dársela al profesor y hacerle la pelota...

- Con eso seguro que suspende antes de empezar el curso - susurró George.

- Sí, mejor que le regale un bocata calamares - dijo Fred.

- ...la pelota para jugar con tus compañeros... De acuerdo - dijo Lupin cerrando la mochila -. Lo llevas todo.

- Genial - dijo Zoe en tono fúnebre. Cogió la mochila y se la colgó al hombro.

- ¿No le das un beso a papá? - Fred soltó una carcajada y señaló a Lupin.

Zoe lo miró con desgana. Después, sacudiendo la cabeza, sacó la varita del bolsillo de la mochila e hizo un breve giro con ella.

El baby de cuadritos, los calcetines a media pierna y los zapatos con hebillas se transformaron en la túnica negra y las botas que Zoe solía llevar cuando no estaba de humor o no quería llamar la atención.

- Ahora mucho mejor - asintió, satisfecha.

- ¡Jooooooooo!

- ¡Qué poco sentido del humor!

- Con lo bien que le quedaba el uniforme...

- Desde luego, qué poquita clase...

- No hacemos carrera con ella, ¿eh?

- ¿Por qué te lo has quitado? - preguntó Lupin con la voz teñida de desilusión.

- Porque - respondió Zoe -, no tenía ningún tipo de intención de ir a clase con esa pinta de protagonista de peli porno barata.

- Zoe - dijo Lupin, levantando la voz para hacerse oír en medio de las carcajadas -, las actrices porno no llevan esa tripa debajo del baby...

- Tú no sabes hasta dónde puede llegar la perversión de la gente - le contestó Zoe colocándose bien la mochila sobre el hombro.

- ¿Y las trenzas? - preguntó George -. ¿Por qué todavía las llevas?

Zoe le lanzó una mirada pícara y sonrió.

- Porque tampoco hay que negarse a llevar un poco de picante a la vida de otras personas...

Lupin se puso de todos los colores.

- ¡Molly! - exclamó, frunciendo el ceño -. ¡Quítale ahora mismo esas trenzas!

- Oh, vamos, Remus - dijo Zoe, y soltó una risita -. Tú querías que fuera con el kit completo de La Perfecta Colegiala...

- ¡Pero no es lo mismo!

- Venga, Remus - dijo Zoe con las cejas arqueadas, y le rodeó el cuello con un brazo, adoptando una pose insinuante (al menos en ese momento a Lupin se lo pareció) -. Sólo me voy a clase a conocer a mis compañeras... y compañeros, claro.

- ¡! - gritó Lupin.

Zoe se echó a reír y le estampó un beso en los labios.

FIN