CAPITULO II
Tras la muerte de mis padres yo fui trasladada a otro colegio y a otro país. Me llevaron a España, allí tenia unos amigos de mis padres que se ofrecieron a cuidarme. Mi hermano me hacia una que otra visita, principalmente en las fiestas. Yo lo veía cada vez más delgado y cansado, pero mis padres adoptivos no podían alimentarle a él también. Mi hermano tampoco acepto dinero de ellos. Cuando termine mis estudios me hice Auror, me quede en España y allí estuve viviendo durante el resto del tiempo hasta que Voldemort llego.
Conociendo a mi hermano, y sabiendo los problemas que tenia para encontrar trabajo le enviaba dinero, pero el siempre me lo devolvía alegando que yo lo necesitaba más. La verdad es que lo necesitaba, mis padres adoptivos estaban enfermos y necesitaban que alguien los cuidara. Yo no podía hacerlo, por lo que tenia contratado a una enfermera. Eso, más los dos alquileres, es decir mi casa y la de ellos dejaban mi cuenta del banco vacía. Os preguntareis el porque de no vivir todos juntos, la verdad es que yo trabaja en una ciudad diferente y que estaba muy lejos. Necesitaba una casa para mi.
Un poco antes de volver a Inglaterra ellos murieron, murieron casi a la vez, algunas veces me gusta pensar que ninguno de los dos podían vivir sin el otro y que esa era la razón de que ambos me abandonaran a la vez.
Fue entonces, que sin decir nada a nadie salvo a Dumbledore y tras tener conocimiento de la vuelta de Voldemort que volví. En realidad me enfade mucho con Dumbledore por no haberme llamado antes, ya que hacia ya un año que Voldemort había vuelto. No conozco la razón de que Dumbledore no me dijera nada, pero creo que lo hacia para protegerme, el sabia que no podía irme, no con mis padres adoptivos enfermos.
Antes de ver a Dumbledore y dar una sorpresa a mi hermano me dedique a visitar Hogesmade. Me pasee por las calles protegiéndome de la lluvia con una capa negra con capucha que no dejaba ver mi rostro. La verdad es que me divertí, ver la cara de desconfianza de las personas que pasean por las calles al no poder ver mi rostro.
De pequeña me gustaba entrar en la cabeza del puerco, sabia que no estaba prohibido pero sabia también que ese sitio no era bueno para mi. Quizás la razón de que entrara era la búsqueda de aventuras.
Cuando volví a entrar me reí de mi misma, no era tan lúgubre como recordaba, aunque debo de decir que la imaginación de una niña de 13 y 14 años es muy exagerada.
Mire a mi alrededor y pude comprobar que aunque hubieran pasado casi 18 años desde mi ultima visita a ese lugar nada había cambiado. Seguía tan sucio como antes y los clientes seguían ocultándose en las sombras.
Creo que fue la costumbre de Auror lo que me llevo a no dejar mi rostro al descubierto, por lo que pedí mi bebida y me senté en la oscuridad sin que nadie pudiera reconocer ni siquiera mi sexo. Debido también a esa costumbre me senté en una esquina desde donde tenia una vista de todo el bar.
Fue entonces cuando lo volví a ver, si es que se le puede llamar así a lo que vi de él. Él también se escondía debajo de una capa negra con capucha y también se sentó en una esquina oscura, aunque cercana al fuego.
Me llamo mucha la atención... sus movimientos silenciosos y rápidos, y el saber por el brillo de sus ojos debajo de la capucha que miraba a su alrededor escrutando a los visitantes...eso fue lo que más me llamo la atención.
Me levante de mi mesa y me acerque a la suya, sentándome justo enfrente de él. Note como su mirada se clavaba en mis ojos tratando de saber cuales eran mis intenciones. Levanté una mano y el camarero se acerco a mi, pedí dos wiscky de fuego, aunque debo aclarar que no es mi bebida preferida.
Estuvimos bebiendo en silencio, escrutándonos sin conocer el rostro del otro. Al final, fue él quien termino por hablar. No reconocí la voz, la verdad. Había pasado mucho tiempo.
-Dígame¿qué es lo que desea?
Yo sonreí debajo de la capucha, me encogí de hombros y bebí un trago de mi bebida antes de responder.
-No me gusta beber a solas. Y hacia demasiado tiempo que no pasaba por aquí como para no entrar.
-Podía haberse sentado con otra persona.
Volví a sonreír, divertida...siempre me gusto dejar a los demás en que pensar.
-Usted era la mejor elección... esa bruja no es de fiar y los dos hombre sentados al final de la estancia hablan sobre negocios y no creo que les gustara que yo les interrumpiera. El hombre que acaba de levantarse para pedir otra bebida esta demasiado borracho como para mantener una conversación medio inteligente. Solo me quedaba usted.
Sonreí cuando note que el levantaba la cabeza lentamente clavándome otra vez su mirada.
¿Cómo sabe que ese hombre se ha levantado para pedir otra vez?
Yo señale con mi mano el espejo que había justo encima de la chimenea, dejándome así ver lo que pasaba detrás de mi.
-Es usted muy precavida... ¿Viene de España?
Yo sonreí, mi voz femenina y un ligero acento español me había delatado como mujer y extranjera, aunque la realidad era que había vuelto a casa.
-Se puede decir que sí.
Al final él se levanto y dejo unas monedas encima de la mesa. Yo no me moví, tratando de ver algún aspecto de su indumentaria que luego me diera la posibilidad de reconocerlo. Quise hacer tiempo, para poder observarlo mas detenidamente.
¿Se marcha ya?
Note como una sonrisa siniestras se dibujaba en su rostro.
-Debo marcharme, tengo trabajo...¿Ha encontrado ya algún rasgo para poder indetifcarme más tarde?
Yo sonreí.
-No, pero creo que me basta con su voz.
-Quizás la próxima vez no hablemos.
-Quizás...
Yo me levante, también debía irme, Dumbledore me estaría esperando. Me dirigí a la salida, parándome a su lado... mirando a sus zapatos, una punta de sus zapatos sobresalían de la capa. Una mueca se me dibujo en el rostro, negros y nada en ellos que pudieran delatarlo más tarde. La verdad es que no sabia porque me empeñaba tanto en buscar un rasgo para reconocerle más tarde. Lo más seguro es que no lo viera jamás en mi vida... Estaba muy equivocada lo volvería a ver ese mismo día. Su voz detuvo mis pensamientos.
-Un zapato normal y corriente.
Yo volví a sonreír¡ese hombre me gustaba! Levante mi rostro procurando que no se viera.
-Solo espero señor... que usted este en el bando adecuado...-Endurecí mi voz -... No me gustaría tener que matarlo.
Seguí mi camino sin detenerme para observar su reacción. Sabia que ese hombre no era corriente, no era un hombre que se dedicara a su trabajo y su familia únicamente. Solo esperaba que no fuera un mortifago, me daría mucha pena tener que matarlo.
A la media hora de salir del bar, llegue al despacho de Dumbledore, estaba mojada por la lluvia y bendije en silencio que me hubieran proporcionado la contraseña antes de ir al colegio, por que Dumbledore no estaba en ese momento en su despacho.
Me encanta la lluvia, quizás porque en el sur de España donde me crié todos esos años no llovía mucho. La realidad es que fui caminando al colegio y de allí que llegara empapada.
Me acerque a la chimenea, esperando la llegada de Dumbledore, sin descubrir mi rostro, simplemente mirando el fuego y calentándome las manos.
Al poco de mi espera llego Dumbledore, no se sorprendió de verme allí. Ni siquiera se sorprendió de ver que ocultaba mi rostro. Pero Dumbledore no llego solo..., llego acompañado por él.
Recuerdo que me di la vuelta y lo vi, vestía exactamente igual que en su juventud y su rostro mantenía la misma expresión, quizás un poco más taciturna. En cambio sus ojos eran más fríos de lo que yo recordaba, había desaparecido ese suave brillo cálido que tenía el día que me llevo a la enfermería.
Sentí rabia cuando lo vi, él en comparación no me reconoció... desde un principio porque no podía ver mi rostro y por otro lado porque la última vez que él me vio yo era una niña de 15 años.
Dumbledore sonrió y me dio un ligero abrazo.
¿Cómo estas Ainoha?
Quizás fui demasiado brusca con Dumbledore, pero no le respondí me dedique a mirar a mi odiado salvador.
-No sé si recordaras a Severus, iba al mismo curso que tu hermano. Ahora es el profesor de pociones de Hogwarts.
-Lo recuerdo perfectamente.
Por un momento un brillo de reconocimiento cruzo los ojos de Snape, fue mi voz, ahora lo sé. Me quite la capucha con cuidado dejando ver mi rostro y mi mirada de odio hacia él. Debo decir a su favor que él solo sonrió ante mi mirada, algo a lo que estaba acostumbrada... la gente suele infravalorarme...peor para ellos.
-Siéntate por favor Ainoa.
-No, gracias. No quiero mojarte los sillones y estoy un poco congelada, prefiero estar al lado de la chimenea.
Yo seguía mirando a Snape con odio y el seguía mirándome con frialdad.
-Bien...Severus quería presentarte a la nueva profesora de DCAO, Ainoha Lupin.
Snape miro a Dumbledore con el ceño ligeramente fruncido. Y entonces fue cuando reconocí al hombre del bar, era él.
-Profesor, si cree que esta capacitada para ello teniendo en cuenta lo que les ha pasado al resto de profesores durante estos últimos años...entonces no tengo nada que decir.
Yo sonreí fríamente, sabía que ese hombre no le hacia gracia tenerme como compañera porque a mi tampoco me gustaba la idea. Me quite la capa húmeda y la deje con cuidado al lado de fuego para que se secara.
-No entiendo que es lo que usted debe decir sobre eso, profesor...Snape.
Él no me respondió solo me miro con odio, aclarare que sus miradas parecen cortarte en trocitos pequeños. Yo lo mire con una sonrisa burlona en mis labios, una mirada no me iba a asustar.
-Ainoha, el profesor Snape es quien me ayuda a elegir a los profesores de DCAO.
Algunas veces, cuando estoy muy enfadada mi boca habla sin pedirme permiso y eso fue lo que me paso en ese momento.
-Albus, es un mortifago. Estaba allí, el día que mataron a mis padres.
La reacción de Snape me dio a entender que no me había equivocado en todos esos años. Su rostro blanqueció y su mirada se volvió más fría de lo que ya era. Sus ojos parecían dos piedras negras congeladas por el frió de un invierno en ese momento inexistente.
-Ainoha, Severus te salvo la vida. A ti y a tu hermano... Es mi espía y te rogaría que no le contaras a nadie quien es en realidad.
¡Un Mortifago!
Mire a Dumbledore y respire profundamente, consciente que me había sobrepasado.
-Albus, sino te importa me retiro para que hables con la profesora Lupin con tranquilidad.
Dumbledore solo asintió, con una expresión que me daba a entender que una regañina se acercaba. Pero no pude evitarlo, mi boca me volvió a traicionar.
-"Profesor Snape"...-remarque bien mis palabras, el se detuvo y me miro interrogante- Recuerde lo que le dije en el bar.
Su mirada se endureció más si era posible y salió de la habitación dando un fuerte portazo, había conseguido sacarlo de sus casillas.
