CAPITULO III
Los días pasaron rápidamente y las clases comenzaron. Conocí al trío de oro como lo llamaban algunos profesores, entre ellos no se encontraban ni Minerva, ni Dumbledore, en cambio si se encontraba Snape. Pero ese apelativo no lo utilizaba cariñosamente, lo hacia con rencor y odio. Algo que debo decir solo me sobreponía en alerta hacia este hombre.
Mi hermano me hablo sobre él, y me dijo que él le estaría siempre agradecido de haberme salvado la vida y que yo también debía hacerlo. Me dijo que debía darle una segunda oportunidad que salvo más vidas que la mía y que había tenido una vida demasiado oscura desde su infancia. Que en realidad era buena persona y que él por eso lo respetaba. Me enfade con Remus, dije que nadie cambia para bien, que no era excusa una infancia difícil...Mi boca volvió a hablar por si sola, le puse como ejemplo a él mismo, le dije que él era un hombre lobo y no por eso se había convertido en mortifago aunque no le hubiera extrañado a nadie que lo hiciera. Le sentó mal mi comentario, me dio un beso en la mejilla y se fue con una mirada de decepción y tristeza.
Odie más a ese hombre por haber sido la causa de discusión con mi hermano cuando no nos habíamos visto desde hacia más de un año.
Siempre pensé que mi hermano era demasiado confiado, a pesar de todo lo que le había ocurrido en su vida de hombre-lobo.
Como sabéis yo era Auror en España, pero no era una Auror común y corriente. No me dedicaba a acorralar a delincuentes corrientes. Mi especialidad eran los que abusaban de la magia negra, quizás si hubiera estado en Londres cuando lo de Sirius yo me hubiera ocupado de él. Os puedo asegurar que no es un trabajo muy agradable, llega un momento que no te fías de nadie.
Los últimos años yo era una Auror Indecible, eso quiere decir que nadie sabia quien era yo en realidad, nadie sabia que me infiltraba en la mafia. Ante la comunidad mágica yo era solo una Auror normal y corriente.
Vi demasiado..., llega un momento que no me fiaba ni de mi propia sombra... Pero eso terminó, un Auror Indecible no lo es por mucho tiempo, principalmente por dos razones...una es la muerte y la otra...la otra es lo que me paso a mi...estaba quemada, cansada.
¿Sabéis lo que se siente cuando terminas tu trabajo, miras a tu alrededor y ves que el mundo sigue patas arriba?... Que te quemas. Fue por eso que deje de trabajar como Auror Indecible, por eso y porque el limite de los cinco años habían pasado. Solo puedes ser Auror Indecible durante cinco años, luego se puede decir que casi te jubilan.
En la Orden solo una persona sabia cual había sido mi trabajo en España y ese era Dumbledore, ni siquiera mi hermano lo sabia, ni ahora lo sabe.
Suelo tener pesadillas por la noche...es normal...No penséis que estoy loca, nada más lejos. Salí a tiempo de ese mundo.
Esa es otra razón por la que odio tanto a los mortifagos, porque sé de lo que son capaces. Y fueron por esas causas ( la muerte de mis padres, la discusión con mi hermano y el haber luchado durante tanto tiempo contra los magos como él), que la misma noche que llegue al castillo hice una vista a Snape.
Esa primera noche no cene con el resto de profesores como era normal aunque los alumnos no estuvieran. Alegue a Dumbledore que estaba demasiado cansada y que me acostaría temprano. Dumbledore me comprendió, pero la frase de despedida me dio a entender que sabia que planeaba algo.
-No hagas ninguna tontería, Ainoha.
Yo solo afirme con mi cabeza y salí de su despacho preparada.
Espere escondida en las sombras de la noche a que Snape saliera de sus habitaciones. Luego entre en ellas con cuidado, me llevo un buen rato romper sus hechizos de protección sin que él se diera cuenta de que alguien había entrado en su habitación.
La habitación estaba oscura, solo la luz de la luna entraba por ella. Busque el mejor rincón para esconderme y no ser vista por él cuando entrara.
Allí me quede, quieta, relentizando mi respiración y concentrándome para sensibilizar al máximo mis percepciones acústicas y olfativas.
Recuerdo que me enfurecí varias veces, él no llegaba¿dónde estaba a esas horas?. Enfrié mi mente, no debía estar enfadada para mi misión, misión que me había propuesto desde hacia mucho tiempo... desde que empecé a estudiar para auror y descubrí que era la mejor de mi promoción.
Por fin, a las tres horas de estar quieta, sin mover un solo músculo fue cuando oí que unas pisadas se paraban delante de la puerta. Aguante la respiración y sujete con fuerza mi varita. Entro en la habitación y él, aun sonrió al recordarlo, me facilito mi trabajo al no encender la luz. Cuando paso cerca de mi apreté la punta de mi varita a su espalda.
-No se mueva profesor .
Él no movió un solo músculo, se quedo inmóvil, como un estatua.
¿Sabe que le puedo matar ahora mismo?
-No lo hará. Tiene demasiado respeto a Dumbledore como para hacerlo.
Si hubiera sido un alumno le hubiera dado puntos por mantener la serenidad en un momento tan delicado para su salud. Pero no era un alumno y su comentario solo me hacia gracia.
¿Y si me envía él?
-Dumbledore confía en mi.
-Pero yo no... Si le mato ahora¿se quedara alguien sin hijo o sin padre?
-No tengo familia, nadie me echara de menos...¡Si lo va hacer hágalo ya!.
Una sonrisa se dibujo en mi rostro, otro punto a su favor, no le temía a la muerte. Parecía más interesado en terminar esa conversación pronto para después irse a su cama a descansar.
¿De donde viene tan tarde¡Y no me diga que de cenar!
-Entonces no se lo diré...De donde venga no le incumbe.
Me aleje lentamente de él, sin perder de vista su espalda y sus brazos.
-Ya no le debo nada mortifago. Usted salvo mi vida y la de mi hermano...ahora yo le he perdonado la vida. Deme solo una razón para matarle y lo haré. No lo dude.
Antes de cerrar la puerta, oí un comentario que solo me hizo sonreír.
-Usted no es capaz ni de matar una mosca.
Muchos lo hacen, me subestiman y muchos por desgracia lo han pagado con su muerte. Yo, la verdad, prefiero que sea así, que me subestimen...también hay muchos que han salvado su vida por hacerlo...
Pero esto no termino allí. Ya os dije que la primera semana paso rápida, sin nada que tuviera un interés suficiente como para explicar ahora... Bueno, quizás lo único importante fue que conocí al trío como ya he dicho en el principio del anterior capitulo.
Harry era un chico que se gano mi simpatía con una sola mirada, una mirada fría y preocupada. No muy normal en un chico de 16 años... Ron, bueno Ron consiguió exasperarme algunas veces, pero su forma de ser me hacia sonreír. Mi preferida era Hermione, una chica de mirada inteligente, y curiosa ante todo. Enseguida entendí que el pilar del trío era Harry, pero él no era nadie sin sus amigos, los necesitaba a su lado para poder avanzar, para no cansarse de la vida.
Yo, por ser profesora no podía tener favoritismo, por lo que me comportaba con ellos igual que con cualquier otro alumno. Pero esa no es la verdad... Malfoy me asqueaba, no podía evitarlo, con solo verlo deseaba quitarle puntos a su casa. Quizás mi rencor hacia él era por culpa de su padre... Su padre, fue uno de los asesinos de mis padres. Y al igual que Snape se libro durante muchos años de Azkaban, pero algunas veces el mundo es justo y Malfoy estaba en esos momentos encarcelado en Azkaban. No por mucho tiempo...por que se ha escapado, pero esa es otra historia y es el presente...
Como ya os decía, nada muy interesante...a excepción de el domingo de la primera semana de clases.
Recuerdo que me enfurecí..., su risa y burla solo consiguió que le odiara más.
Esa noche me desperté sobresaltada por una pesadilla, una de tantas que sufro, nada interesante. Pero lo que quizás os interese saber fue que cuando desperté una voz me hizo pensar que seguía durmiendo. Una voz burlona y fría como el acero...
¿Suele tener pesadillas por la noche¡No se mueva!
Me quede quieta, como él me había ordenado. Mi varita estaba en la mesita de noche de mi cama, fuera de mi alcance. Me maldije interiormente por estúpida, busque en mi mente ya despierta el error que había cometido. ¿Cómo había conseguido entrar en mi habitación?...Ya sabéis que yo no confiaba en nadie y mi habitación estaba muy asegurada contra intrusos.
No podía llegar a creer que él había roto todos mis hechizos y entrado en mi habitación sin que yo me diera cuenta. Debía de haber cometido un error, haber olvidado hacer algo, pero no conseguía encontrarlo. Aún hoy en día no sé como lo hizo.
-No me ha respondido Lupin¿suele tener pesadillas?
¡Eso no es de su incumbencia mortifago!
Una risa suave consiguió que me enfureciera más y buscara con la vista mi varita.
¡Si yo fuera usted no lo haría!...Sabe, es gracioso como a solas usted me llama mortifago pero en comparación delante de los demás me llama profesor Snape.
-No recuerdo haber hablado con usted en toda la semana.
-No lo ha hecho, pero sí que ha hablado con los demás profesores sobre mi.
Me obligue a relajarme, enfureciéndome no iba a conseguir nada y de toda formas me había encontrado en situaciones peores que esa.
-No se sobrevalore mortifago.
-No han hablado sobre mi, pero mi nombre ha sonado por los pasillos varias veces.
-Lo que usted diga.
La verdad es que sí que había hablado sobre él con algunos profesores, pero habían sido temas muy superficiales, como por ejemplo que el quería mi puesto desde hacia muchos años y que era el jefe de la casa de Slytherin. Pero él jamás estuvo presente o cerca de esas conversaciones.
-Lupin, ahora podría matarle...
Yo solo me encogí de hombros, sabia que no lo iba hacer. Si era un espía de Voldemort no le interesaba descubrir su papel tan pronto y si estaba de parte de la Orden, entonces debía hacer lo mismo que yo...aguantarse.
-Hágalo.
Sé que sonrió, y eso produjo que yo también sonriera.
-Como vera profesora yo también puedo entrar en sus habitaciones sin que usted se percate..., no vuelva a entrar en mi habitación.
La verdad es que me hizo gracia su advertencia, lo que produjo que riera suavemente, seguramente provocando que se enfadara. Algo no muy inteligente si mencionamos que quien tenia la varita era él y no yo.
-Le hace gracia¿verdad?. Tenga cuidado conmigo Lupin, no me he mantenido vivo durante todos estos años por mera cuestión de suerte.
-Lo mismo le digo profesor.
Quizás esta afirmación le sorprendió, pero simplemente salió de la habitación tan silenciosamente como entro.
