CAPITULO VII

La verdad es que el verlo enfermo me conmociono mucho, estaba preocupada y fue cuando me di cuenta que por mucho que yo tratara de odiarle había conseguido ablandar mi corazón. No muchos lo han conseguido, yo suelo ser una persona bromista, me gusta reír y siempre tengo una sonrisa en mis labios...pero tengo muy mal genio y a la hora de demostrar emociones mas profundas que la de una amistad me encierro en mi misma. Algunos amigos me han dicho que mi corazón puedo llegar a ser frió como el invierno de Groelandia...también me han dicho que soy una persona muy cariñosa.

Ahora sonrió al recordar la segunda semana de convalecencia de Snape, pero en esos momentos salía siempre roja de furia. Aunque debo decir que me alegraba poder pelear con él.

Por cierto¿sabéis que Dumbledore puede ser muy cobarde¿Y que Mineva también?.

No os sorprendáis, la confianza puede dar asco algunas veces. Y Snape siendo aun como es, sabe que en Dumbledore y en Minerva tenia dos amigos incondicionales.

Muchas veces, cuando Snape estaba de peor humor Dumbledore y Minerva se escabullían alegando que tenían trabajo que hacer...al final quien más tiempo pasaba allí era yo. Irónico¿verdad?.

Quizás no tanto, os lo explicare con la conversación que mantuve con él y que hizo que esa semana pasara más rápido.

Entre en la habitación, Minerva estaba de pie con los puños apretados con furia y los labios blancos. Snape y ella se miraban enfadados. Snape estaba sentado en la orilla de la cama, con la clara intención de levantarse. Los mire a ambos sorprendida.

¿Qué es lo que pasa aquí?

Minerva me miro enfadada y se dirigió a la puerta.

-Pasa que te dejo a ti a este maldito cabezón. En mi vida me han hablado así. Profesor Snape se ha superado.

Minerva salió y cerro la puerta con fuerza. Mire a Snape quien miraba al suelo con una expresión de absoluta frialdad.

¿Qué has hecho para que Minerva te llame por tu titulo de profesor?

Aclarare, que aunque Minerva siempre llamaba a Snape delante de sus alumnos por su titulo de profesor solía tutearle cuando estaban solos.

-Nada.

-Escogeré mejor mis palabras¿Qué le has dicho a Minerva?

Snape levanto la cabeza y me miro retándome.

¡Estoy cansado de estar acostado en la cama como un invalido! Y ni tu ni nadie va a evitar que me levante hoy.

Ya sabia lo que había pasado, Snape se había empeñado en levantarse y Minerva se lo había prohibido ...conociendo el genio de los dos no me costaba imaginar el resto.

El me seguía mirando, retándome a que también se lo prohibiera. Fue entonces cuando me di cuenta de que Snape algunas veces era como un niño problemático.

Lo mire sin interés y me encogí de hombros, me senté en el sillón y puse mi atención en unos pergaminos que había llevado para corregir. En realidad no los miraba, por el rabillo miraba a Snape. Vi como al principio su ceja se levantaba levemente en señal de desconcierto y como luego su mirada se endurecía mirándome con odio. Me hizo gracia, pero tache una frase de unos de los pergaminos para hacerle creer que no le prestaba atención. Creo que eso fue la gota que colmo el vaso. Empezó a levantarse lentamente, su rostro frió se rompió varias veces con una mueca de dolor. Cuando estaba casi de pie del todo perdió los pocos colores que le quedaban en su mejilla y perdió el equilibrio. Me levante rápidamente y lo cogí antes que pudiera caer. Él se apoyo en mi casi sin fuerzas. Pesaba bastante la verdad, pero el contacto de su aliento en mi cuello me gusto. Poco a poco, llevando su peso con mi cuerpo me senté en la cama, luego lo recosté observando que había cerrado los ojos con fuerza. Esta claro que se había mareado, aún estaba demasiado débil como para levantarse. Pensé que eso debía frústralo más aún de lo que estaba. Y en un momento de debilidad mi boca volvió a hablar sin pedir permiso...sí soy una bocazas.

-Vamos a hacer un trato. No tratas de volver a levantarte tu solo y yo te permitiré que mañana cambiemos de habitación y te puedas sentar al lado del fuego del salón de tus estancias. Nadie sabrá que he permitido que te levantaras.

Abrió los ojos y me miro con sorpresa.

-Haría eso por un mortifago.

¡No tientes tu suerte!

Fue así como al día siguiente me encontré ayudando a Snape a dar su primeros pasos, la verdad es que le mentí, todos sabían que Snape se levantaba, de hecho fue Letan quien me dijo que aunque prefería esperar un poco más quizás no fuera mala idea que el empezara a andar un poco, siempre y cuando no hiciera demasiado esfuerzo.

Lo senté al lado de la chimenea. Allí se quedo mirando fijamente al fuego. Yo como siempre me dedicaba a corregir ejercicios, pero esa tarde no corregí muchos. Fue la primera conversación que mantuve con Snape sin amenazarnos. Extrañamente fue él quien empezó.

¿Por qué lo haces?

Yo lo mire extrañaba, no me esperaba la pregunta.

¿A que se refiere?

-A ayudar a un mortifago.

¿Pensaba que ya no lo eras?

Una mueca se dibujo en su rostro.

-Hay cosas que no se pueden borrar.

-Lo sé...¿por qué te ayudo?...creo que para mi ya no eres un mortifago.

-Aún así, me odias. ¿Por qué lo haces?

-Quizás por que ya no te odio...

No sabia que decir, como explicarle que le había cogido cierto cariño.

-Tu también me habrías ayudado.

¿Tan segura estas de eso?

-...Siempre que me he visto perdida has estado allí...estoy segura que lo habrías hecho.

Snape sonrió ligeramente, era la primera sonrisa que veía en su rostro. Una sonrisa verdadera, ni cínica, ni irónica...una de verdad.

-Me gusta que me tutees. Ayer me sorprendió... pero me gustaría que siguieras haciéndolo.

Yo me quede conmocionada, recordando mis ultimas palabras...le había tuteado y no sabia desde cuando lo hacia, por lo visto desde el día anterior... Al final sonreí y me quede mirando el rostro relajado de Snape quien se había quedado durmiendo en el sillón.

Me di cuenta que era bastante atractivo, recordé la firmeza de sus músculos de su pecho y la fortaleza de estos. Recordé su aliento en mi cuello. Recordé la calidez de su mirada la primera que me miro directamente, de pequeña cuando me llevaba a la enfermería... Era un hombre alto y delgado...me sorprendí a mi misma pensando que su cuerpo era el que le gustaría a todas las chicas que su hombre tuviera...¿Pero en que estaba pensando¿Desde cuando había pasado de odiarle a pensar en su cuerpo? ...

Me enfade conmigo misma y me concentre en los ejercicios a corregir...

Capacitado para cuidarse a si mismo con la única ayuda de un bastón para no cansarse demasiado, la verdad era que los últimos días ya no era necesario que alguien estuviese mucho tiempo con él, pero yo había seguido con mis visitas y él no se había quejado.

Como digo el problema fue el ultimo día...la causa que durante varias semanas le evitara...

A mitad de la semana Snape ya caminaba solo y con la única ayuda de un bastón, yo le hacia algunas visitas...visitas donde jamás hablábamos, no era necesario...llego un momento que deseaba poder visitarlo para compartir esos silencios y las escasas y no largas conversaciones que manteníamos...

Vuelvo a repetir el problema vino el último día en el que Snape debía guardar reposo en sus habitaciones. Tocaba cambiarle la venda de la única herida que quedaba sin cerrar al completo, la del costado. Letan era normalmente quien se encargaba de ello, pero ese día me pidió que fuese yo quien lo hiciera. Yo me queje y propuse a Pompy, enseguida Dumbledore negó con la cabeza alegando que ella estaba de viaje y no podría hacerlo. La única que quedaba era yo. Como siempre pase el resto del día anterior quejándome a Dumbledore, quejas a las que el solo respondía con una sonrisa que me enfada, una sonrisa picara y burlona...Él ya sabia que en cierta forma yo gozaba con la compañía de Snape.

Cuando llegue a la habitación de Snape me lo encontré de pie buscando un libro en su librería, me miro y agarrando un libro viejo se sentó en un sillón. Me fije que ya andaba con bastante rapidez y que el bastón era solo un punto de ayuda.

-Veo que ya no necesita casi el bastón, profesor...

El levanto su mirada del libro y me miro con esos ojos negros y profundos que son capaces de atravesarte.

-Estoy deseando poder deshacerme de él.

-Teniendo en cuenta que usted es la persona más testaruda que he conocido no dudo que lo hará pronto.

Snape siguió concentrado en su libro, yo me dirigí a su habitación y prepare los utensilios para cambiarle la venda.

-Profesor Snape, si hace el favor de venir, hoy seré yo quien le cambie las vendas.

Escuche el suave sonido de su bastón golpeando en el suelo dándome a entender que se dirigía a la habitación.

-Ya no me tutea.

Yo me di la vuelta y lo vi en el umbral de la puerta, parecía que llenaba la habitación con su sola presencia. Al ver un ligero brillo de burla en sus ojos sentí un escalofrió recorrerme la espalda. ¿Desde cuando sus miradas me afectaban tanto?

-No lo creo conveniente.

¿Me volverá a llamar mortifago a solas...?

¡Creo que ya aclaramos ese punto el otro día!. Por favor siéntese y quítese la camiseta...

Grave error de mi parte, había visto ese cuerpo cuando le hice las primeras curas, pero al verlo allí de pie y quitarse la camisa lentamente me produjo una sensación de pesadez en mi estomago. Como siempre he dicho era un hombre delgado, pero estaba perfectamente proporcionado, tenia un hombros anchos y una cintura fina. Por lo visto me quede quieta mirándole fijamente, algo que jamás me había ocurrido, porque cuando termino de quitarse la camina se acerco a mi con una ceja levantada burlonamente y una mueca en sus labios.

-Si sigue mirándome así tendré que besarle.

Estas palabras me sacaron de mi ensimismamiento y me enfurecieron¿pero que estaba haciendo?. Me di la vuelta para coger las tijeras, quizás lo hice con demasiada brusquedad porque escuche un siseo que parecía una risa mal contenida.

-Siéntese, por favor.

Aseguro y seguiré asegurando que esa no era mi voz, era la de una extraña, una voz estrangulada.

Snape se sentó y separo su brazos de su cuerpo para que yo pudiera cortar las vendas. Me costo mucho concéntrame, notaba su mirada fija en mi, esa mirada me quemaba. Limpie la herida con manos temblorosas conciente que si no tenia cuidado podía hacerle daño.

-Creo que en unos días ya no necesitara llevar la venda. Letan me ha dado instrucciones que esta vez solo le ponga una pequeña, se sentirá más cómodo.

Con cuidado le puse la venda. Y mi mirada volvió a fijarse en el pecho de este, mi mano se deslizo lentamente, haciendo caso omiso de mis ordenes, por la cicatriz que le cruzaba el pecho. Era una cicatriz irregular, en algunos puntos era suave y en otros rugosa. Mis dedos paseaba por ella lentamente sin darme cuenta de la mirada de él. Cuando los rebeldes llegaron al final cerca del corazón note las vibraciones de este en el pecho de Snape. Quise retirar mi mano pero otra mano, fuerte y grande me lo evito. Su corazón galopaba casi tan rápido como el mío. Levante el rostro y mire a los ojos de Snape. En ellos pude ver una dulzura infinita, un deseo irrefrenable.

¿Notas lo que hace tu simple contacto a mi corazón? Nunca a palpitado así ante el contacto de otra persona.

Su rostro se acerco al mío lentamente, su aliento se mezclaba con el mío. Sus labios rozaron los míos con suavidad¿cómo era posible que sus labios pudieran ser tan delicados al acariciar los míos?.

Mi mente fría y calculadora dejo de existir en esos momentos, no había nada a mi alrededor, solo deseaba que sus labios no dejaran de rozar los míos. Abrió con delicadeza mi boca y su lengua invadió la mía. Aun tiemblo al recordar ese beso, lleno de ternura, lleno de bondad.

No se cuanto tiempo estuvimos besándonos quizás mucho pero a mi me pareció eterno. Fue la llamada a la puerta lo que no separo. Me separe de él con rapidez y me di la vuelta, al abrir la puerta me encontré con Dumbledore, quien me miro con una sonrisa divertida.

¿He interrumpido algo?

Instintivamente me lleve la mano a mis labios y negué con la cabeza, lo que produjo la risa de Dumbledore.

-Albus, ya le he cambiado la venda. Me voy, tengo cosas que hacer.

Salí de la habitación como alma lleva el diablo. Maldiciéndome a mi misma por lo que acababa de ocurrir en esa habitación. Lo que yo no sabía que no iba a ser la primera vez que yo me maldiciera, los meses siguientes fueron tan deliciosos como tormentosos.