Código Guardianes: El ascenso de Tinieblas
Capítulo 1
Nota de autor: Para identificar a cada personaje, pondré un 910 o 911 entre paréntesis para identificar si es uno de los Guerreros o uno de los Guardianes, respectivamente.
La batalla de los Guardianes de los elementos fue retransmitida por todo el globo, los periodistas la comentaban y hablaban de ella como el evento no del año, sino del siglo, así como la gran revelación de la muerte de dos de ellos, sin saber del todo bien qué pasaría a partir de entonces, pues las últimas imágenes llevaban a pensar que estaban desaparecidos del mundo, no se les vio en ningún sitio, y eso que se indagó bastante la superficie del mundo, siempre intentando dar con los poderosos Guardianes. Pero estos, en realidad, habían sido derrotados por su ego, llevados a matarse entre ellos en una guerra fratricida que iba en contra de toda su filosofía. Y sin embargo así había pasado: Aurora había muerto a manos de Odd, también fallecido, mientras Sam era asesinada por los demonios del Infierno, cuando intentaba sacar de allí a William, y que había quedado encerrado justo cuando era nombrado como el heraldo de Tinieblas.
Para ir a más, Aelita y Asmeya ahora eran los cuerpos físicos de los arcángeles Miguel y Lucifer respectivamente, y en aquellos momentos, precisamente por la situación que vivían, eran algo menos de la mitad de lo que originalmente eran. Incluso los hermanos de sangre estaban cada uno por su lado, lo cual era…
-Una mierda… esto es una mierda…
Beatrice se las había arreglado para que su hija, Ariadna, la llevara hasta su casa en París. Ya estando en el mundo y con el Infierno cerrado no tenían que temer de los Caballeros del Infierno, al menos en teoría.
-Quiero ir a por papá…
La más joven, pese a tener un cuerpo adulto, parecía intranquila y triste, agobiada. La otra la abrazó suavemente por detrás, cuando notaron una suave brisa. Las ventanas no estaban abiertas, pero Ariadna sonrió suavemente.
-¿Jeremy?
Este apareció, efectivamente, por la puerta. Pese a tener el aspecto de un hombre joven, seguía siendo algo menudo, pero se le notaba algo cansado. Sin embargo, cuando fue a abrazarle, desapareció en el aire, no era más que una ensoñación de ellas, que deseaban estar con ellos. Sin embargo, eso no iba a suceder, no al menos en el corto plazo. El verdadero Jeremy, por otro lado, estaba lejos de allí, convertido en una corriente de agua en medio del océano Atlántico, descendiendo inexorablemente hasta el abismo, y preguntándose qué sería de su futuro. En poco menos de un año todo había dado un giro de 180 grados, pasaron de una vida sencilla en Kadic a enfrentarse a las grandes fuerzas de la naturaleza, a ser ellos mismos esas fuerzas, para luego tener delante a las criaturas más poderosas de la realidad… simplemente demasiado para ellos.
Decidido a cumplir con eso de sanar sus heridas, cada uno se iba a ocultar en su elemento, sin saber a dónde irían los demás. Lo que no sabía es qué harían Electra y el resto de su grupo, pues simplemente estaban demasiado nerviosos para hacer nada o poder decirles cuales eran sus intenciones. Simplemente se habían ido cuando vieron lo sucedido, alegando que jamás podrían estar juntos de nuevo… postura que Jeremy, de alguna forma, compartía. Precisamente Electra, nada más abandonar el campo de batalla, se dejó caer por la casa de su madre, allí lo tenía todo, era su único hogar y la sede de su equipo desde antes incluso de la separación definitiva.
-Mamá… te… te necesito… -entre sus manos, ella sostenía su martillo, Mjolnir- Ya no soy digna de tu poder, no cuando he…
Sus manos estaban manchadas por la sangre de sus hermanos de armas, y jamás podría perdonarse por ello. Enarboló su brazo, que brilló un poco, y los haces de luz brillaron y fueron directamente a sus ojos, que fueron cortados, manando una gran cantidad de sangre, mientras ella ahogaba un grito de sufrimiento. Se llevó la otra mano a la cara, y de su palma nació un pequeño fulgor que curó sus heridas, sin embargo, no llegó a recuperar su vista.
Sus antiguos orbes, azules como el mar del norte, ahora eran dos puntos blancos, totalmente ciega. Podía guiarse con su energía, pero no volvería a ver jamás una puesta de sol, o el rostro de William, sólo podría imaginarlos.
-¡Renuncio a tu poder, Mjolnir, escoge a un portador más digno de ti!
Con violencia lo lanzó a través de un portal, cerrándolo en ese mismo instante. Cuando se disponía a salir del cuarto rumbo a su siguiente destino, notó el suave tintinear del metal contra su pecho, y supo que su arma había vuelto. Intentó deshacerse de ella un par de veces más, pero si ella era cabezota, su martillo lo era más aún, hasta que notó una suave caricia en el rostro.
-Has salido a mí, sin duda…
Electra no podía ver a esa mujer con los ojos, pero sí con la energía. Era similar al del predecesor de William, Arión, en cuanto a antigüedad, pero se parecía más a la de ella. Sin duda, debía tratarse de su veterana, que vivía en el martillo y en su gema, al igual que los anteriores portadores.
-María, la antigua y original guardiana del rayo… -esa información llegó a la mente de la mujer sin siquiera notarlo, pero ahí estaba- Pensaba que sólo unos pocos de vosotros os podíais manifestar.
La otra asintió, despacio.
-Así es, pero esta es una situación… digamos especial -explicó-, vuestra generación es más poderosa que la nuestra, y aún así, estáis en esta situación -Electra apretó los puños y gruñó algo, preguntándose qué podía hacer. Sin embargo, notó que tomaban sus manos, y que colocaban a su martillo en la cadera, donde siempre descansaba-. No es el momento de llorar, ya no sois niños, haced frente a vuestras acciones como Guardianes que sois.
La esencia de María se unió al Mjolnir, y Electra se limitó a suspirar. La otra había respetado su deseo de permanecer ciega, pero ella no se consideraba merecedora de su arma, puede… que simplemente lo dejara apoyado en la mesa, de allí nadie que no fuera ella podría levantarlo o moverlo. Pensó entonces en esa maldita hechicera, Mörker, y su traición a los Guardianes… desde luego aquella había sido una jornada muy larga y dura.
-Los demás se han tenido que disgregar, será mejor que los reúna de nuevo… -miró su mano, algo de electricidad estática se dejó ver en ese momento- La venganza no es el camino, pero… necesitamos respuestas a lo que sucedió.
En realidad lo tenían claro, y es que ella siempre estuvo del lado de Tinieblas. Fueron usados por ella, para el resurgir de su ama, y ahora William estaba encerrado en el Infierno por su culpa. Y a saber cuándo, si es que en algún momento eran capaces, le podrían rescatar. Puede que sólo Johnny y Ariadna pudieran, el primero por ser el hijo de un arcángel, y la segunda por ser el Anticristo. Suspirando, tocó por última vez el mango de su arma, y, con una pesada respiración, lo apoyó en la encimera, preguntándose cuándo podría verse capaz de portarlo de nuevo.
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Por su parte, muy lejos pero a la vez muy cerca de allí, William volaba como una centella por el Infierno. Según las puertas se cerraron, dejándole ahí a solas, las cadenas que lo contenían se rompieron, pudiendo entonces salir de allí a toda velocidad. Sin tiempo para vacilar o llorar, había salido a velocidad de la luz lejos de la batalla, sin ser perseguido por nadie en todo ese proceso, pero bajo la sospecha de que, eventualmente, irían a por él. Por eso quiso poner kilómetros de por medio, y, un par de horas de viaje después, y tras calmarse un poco, se dejó caer hasta una zona con lo que parecía una región de cuevas, lejos de absolutamente todo, donde ni bestias había. Sólo algún que otro lago y ríos de lava serpenteando, se veían incluso los picaportes de antiguas puertas, pero estaban totalmente apagadas, y su poder no bastaba para abrirlas, no en ese momento.
-Ya puedes tener buenos motivos para tenerme aquí… Tinieblas.
William, una vez aterrizó, se sentó pesadamente en una roca, con la respiración agitada por los nervios, cuando una figura femenina apareció a su lado. Era como Beatrice, de hecho, pero algo más alta y delgada. Ella le sonrió suavemente.
-Los tengo, mi querido heraldo -ella se sentó a su lado, era tan sólo una representación de ella, pero aún así emanaba un poder inconmensurable-, esta estancia durará poco, lo justo para que aprendas a usar mi poder… entonces podrás salir.
-¿Tengo… el poder para hacerlo yo sólo, verdad? -preguntó- Pero debo aprender a manejarlo para hacerlo.
Ella asintió.
-Exacto -le acarició suavemente la espalda-, eres un chico listo.
El otro suspiró algo, casado, pero asintió. La promesa él sabía que Tinieblas la cumpliría, desde que tenía ese tatuaje en el brazo sabía lo que esta pensaba y sus intenciones, siempre fueron las mismas y sin ocultarle nada. Que él supiera, al menos, pues existía la opción de que le estuviera manipulando. Notando esas ideas, Tinieblas negó suavemente.
-Sé que sabes lo que pienso -el chico bajó el rostro-, entiende… mi postura.
-Lo hago, a muchos les ha pasado -explicó ella-, sin embargo, no tengo razones para engañarte o usarte, siempre he sido transparente contigo.
Eso era verdad. La conversación, sin embargo, se cortó en ese momento a la llegada de varios demonios que le habían seguido el rastro, acompañados de sus respectivos perros del Infierno. Cuando se levantó, los mismos le miraron con cierto temor, sin embargo, cuando él se disponía a atacar, apareció uno de los Caballeros del Infierno, Lilith en concreto. Su presencia sorprendió al Guardián, que aún así sostenía su arma, brillando esta aún con un suave tono negruzco.
-Y aún ahora te atreves a aparecer ante mí…
La aludida, en cambio, negó tranquilamente.
-Ninguno de los dos quiere esta mierda, guapo -le espetó-, además, te recuerdo que YO te di ESO que tienes en el brazo, que es lo único que ha impedido que hayas muerto por ahora.
El otro la miró, todo aquello era verdad. Pero aún no entendía una cosa.
-¿Y ahora qué quieres de mí? -le espetó el hombre- ¿Protección?
-Algo así -reconoció la diablesa, entonces-, estamos jodidos, aquí abajo -con un gesto echó de allí a sus subalternos y encaró al otro-. Pronto correrá la voz de que Lucifer nos quiere muertos, y encima yo quedaré como una traidora… que lo soy, pero ya me entiendes.
William entendía lo que la otra decía, pero, ¿aliarse con la misma que les había intentado matar varias veces? Dudaba si era buena idea. Sin embargo, Tinieblas parecía estar de acuerdo con el pacto. Suspirando, él extendió la mano.
-Si me traicionas, te mataré.
-Lo mismo digo.
-¿Y cual es el plan, Lilith? -preguntó William- ¿Recorrer este antro y matar a todo bicho viviente?
-Me has leído la mente, pero no ahora, es pronto.
-Tengo que salir de aquí cuanto antes, Lilith.
-Lo sé, tampoco me gusta el Infierno, pero no nos queda otra -le espeto ella-, salvo que quieras enfrentarte con hordas enteras, sin aún dominar bien tu nuevo poder.
Ella tiene un punto. La voz de Tinieblas en la mente de él era suave, pero tenía que darles la razón, aunque lo odiara. Fue entonces que miró a la otra.
-Tu quieres gobernar sobre los demonios, ¿verdad?
-Sólo reconocerán a alguien más poderoso que ellos, y no por gusto, créeme -le respondió ella, seria, cruzándose de brazos-. Habiendo perdido La Marca, ahora estoy en empate con los demás Caballeros, estaríamos en conflicto constante, sólo podría estar tranquila con los demás muertos.
-¿Y? -murmuró el otro- Dudo que eso te suponga problema alguno.
-No es que no quiera acabar con todos, es que sencillamente sería demasiado inestable -le recordó ella-. ¡Yo encantada de gobernarles, pero no podría, estaría en constante peligro! Para eso ya está tu pipiola, la Anticristo.
-¡No, jamás, no pienso permitir eso!
-Pues estamos jodidos, eso, o el que se queda puteado eres tú, guapo.
El otro chasqueó la lengua, molesto, y enarboló su arma.
-Puede que lo ideal sea acabar con todos vosotros…
-Tendrías el poder, eso desde luego -murmuró ella, seria-, si los arcángeles no lo hicieron ya fue precisamente para poder hacer bien el Apocalipsis, cuando este termine… diría que careceríamos de sentido.
William no es que sintiera pena por ellos, ni mucho menos, pero entendía esa sensación de ser prescindibles que le demostró la diablesa. Sin embargo, y dado que para aquello aún quedaba, el otro se limitó a andar sin un rumbo como tal por aquel desfiladero, quería pensar qué hacer, y ya entonces trasladarse a donde hiciera falta y comenzar a hacer rodar cabezas. Tenía bastante tiempo por delante, en realidad.
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Lilith no estaba equivocada, todos los demonios de la realidad habían quedado encerrados en el Infierno, todos… menos uno. Máximo, ahora con el poder de la gema de la esperanza en sus manos, se encontraba en aquellos momentos de la mano con la diosa pagana Minerva, estaban en uno de los antiguos templos de ella, lejos de la mirada de los demás congéneres de ella, más allá de la dimensión que les servía de refugio, en la que convivían con los Guardianes y dos de los arcángeles. Para esos momentos debían haber huido a lugares seguros también, eso, o están todos en el mismo sitio, protegidos de las fuerzas del cielo.
-Has logrado algo sin duda sorprendente… -estaban colocados en una cama, recostados- Tomar el poder de un Guardián de la naturaleza y hacerlo tuyo… sin duda increíble.
Sin embargo, él había respetado su deseo de permanecer virgen, por ello nunca la había llegado a tocar en ese sentido, pero no por falta de ganas, en realidad.
-Lo sé, y, de poder, me gustaría obtener más -el hombre sonreía algo-, quiero devolverle la gloria a Roma, y con sus poderes, y tú como diosa madre, podré hacerlo.
Ella, semidesnuda, suspiró algo, refugiándose en los brazos del otro. Aunque no lo dijera en voz alta jamás, él la relajaba bastante.
-No soy digna, además, Júpiter querrá ese puesto para sí…
-Él no me ayudó cuando lo necesitaba, vos sí, mi diosa -le recordó él-, por eso… deseo que seas la diosa de la nueva Roma.
Con respeto, acarició el pelo de ella, pensativo, y se relajó un poco cuando ella le acarició a su vez el cuerpo. Sólo estando así se encontraban bastante bien, pensaron, mientras Máximo le daba vueltas a algunas cosas. Notándolo, ella le miró.
-¿En qué piensa mi valeroso guerrero?
-Estaba pensando… ¿merezco este poder?
Ella asintió, despacio, y le miró a los ojos, apoyada en él. Los pechos de ella se apoyaban en el del hombre, que no podía evitar mirar en esa dirección, pero rápidamente alzaba la vista, ella lo notó, pero lejos de importarle, le agradaba sentirse deseada por él.
-Eres lo más cercano a un dios sin serlo -le recordó ella, sonriendo algo-, de hecho… eres más poderoso que muchos de ellos, por eso sé que serás un buen líder para Roma.
El otro asintió, de hecho tenía un plan para protegerse a sí mismo y a su amada diosa. Pero, por el momento, se ocultarían allí donde estaban, tranquilos, sin ser molestados por nadie.
-Gracias, de verdad…
La miró a los ojos, pero se abstuvo de besarla, ella era una deidad que debía permanecer virginal, sería una deshonra hacer algo en contra de eso, por eso ella suspiró algo, mientras se volvía a recostar, pensativa.
-¿Cuál es ese plan, Máximo?
Y el otro comenzó a relatar cual era la misión que él consideraba adecuada, estaba seguro que, con el beneplácito de la diosa, podría hacerlo, podría llevar a buen puerto sus planes. Sí, con la diosa guerrera de su parte, estaba seguro que así sería.
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Susan y Marin aparecieron por su lado, exactamente igual que el resto de sus compañeros, pero con una diferencia importante, y es que la segunda se había tenido que regenerar por un ataque de la primera tan directo y potente que casi la mata. Por suerte, pudo comenzar el proceso antes de que fuera letal, pero fue bastante para meterle el medio en el cuerpo a la otra, que la sacó del combate antes de que más pasara, sólo volviendo para decirle a los demás que era mejor idea separarse. En cuanto lo hubo hecho, las dos se refugiaron en una dimensión de bolsillo a la que sólo ellas podían entrar, en realidad por Marin por ser la guardiana del espacio, pero su hermana iba con ella siempre de la mano. Tenían por misión crear un lugar seguro que sólo ellos conocieran, para refugiarse hasta que todo pasara… porque no podían evitar la lucha entre Miguel y Lucifer, simplemente era imposible que aquello pasara, no contaban con el poder para ello.
-¿Cómo te encuentras, Marin?
Estando a solas no se solían llamar por sus nombres reales más que cuando estuvieran en verdadero peligro, pero acababan de vivir una mala experiencia. Sus poderes de hecho estaban algo descompensados por el cambio, había pasado de ser un calco de su hermana, de pelo oscuro y ojos pardos y nariz aguileña, a ser una mujer más esbelta y rubia, con sus ojos y nariz aún semejantes a su hermana, pero ya había diferencias notables entre ellas. Se colocó en el suelo, rodeada por las estrellas y galaxias del fondo, con su energía extendiéndose más allá de donde podían ver: estaba generando de forma natural un gran espacio a su alrededor, mientras su hermana hacía moverse el tiempo con su mera respiración.
-Algo mejor ya, pero… -suspiró algo- Aún me costará un par de horas poder centrarme del todo.
Su hermana sonrió algo, y se colocó a su lado. Aquella dimensión de bolsillo estaría sellada hasta que ellas lo decidieran, nada ni nadie podía entrar sin que ellas quisieran, no al menos sin que lo sintieran. Y los arcángeles no iban a ir a buscarlas, no tendría sentido, y mucho menos los recién encerrados demonios. Allí, esperaban, volverían a construir sus vidas junto a los demás… si es que querían. Ese tiempo de auto aislamiento les ayudaría a poder poner en orden sus ideas, lo necesitaban. De mientras, charlarían.
-Estaba pensando en cómo podremos crear nuestro nuevo hogar -comentaba Marin, no quería hablar de nada malo-, ¿tienes papel y lápiz o similar?
Asintiendo, su hermana hizo aparecer aquellos utensilios, y se los tendió a su hermana, con los que comenzó a trabajar rápidamente, quería ocupar su tiempo en aquello. Y, sin darse cuenta, iba apareciendo aquello que ella imaginaba: del suelo aparecían bloques de madera, que formaban una amplia superficie de varios cientos de metros cuadrados, en torno a los cuales gruesos muros de roca bien cincelada se elevaban. Paredes internas del mismo material formaron las estancias de un piso inferior, consistente en salón, cocina y comedor, con una segunda planta con varios cuartos con sus respectivos cuartos. En cada uno fue apareciendo un televisor, camas, ropero y armarios varios, con toallas limpias blancas, y con una chimenea, casi funcionaban como casas independientes, sólo faltaba dónde cocinar. En torno al inmueble apareció un lindo y pequeño bosque de una hectárea de profundidad, sin vida animal, pero podían observarse criaturas de luz. Era realmente idílico… lástima que no hubiera nadie para vivir allí más allá de ellas.
-Será un hermoso refugio, hermana… -murmuró Susan, sonriendo- Tus poderes han creado todo ya.
La aludida se levantó, y observó aquello, algo cansada, pero sonrió. Estaba satisfecha de su construcción, pero no pudo disfrutar de ella todo lo que hubiera querido, pues tuvo que ser sujetada por su hermana cuando desfalleció. Susan cargó con ella y la llevó hasta la casa, mientras se preguntaba cómo podía haberlo hecho recién transformada, pero eso era lo de menos. En cuanto llegó a la zona de césped, a varios metros de donde estaban, vio que el cielo se aclaraba, como si estuvieran en la Tierra, y que la respiración y sensación de calor recordaban al verano.
Una vez cruzó la puerta, sin picaporte, pudo ver el interior, finamente decorado con motivos silvestres y naturales, era verdaderamente bello, el interior, así como fresco. Parecía la típica casa rural, con la diferencia de tener alguna que otra modernidad. En cuanto dejó a su hermana en uno de los sofás, tras cubrirla con una manta, se rodeó de su energía, y en torno a ella aparecieron mariposas de energía color índigo, el mismo que el que ella usaba. Había unas cuanta, y, tras tomarlas entre sus manos, sopló en sus alas suavemente.
-Id con ellos, mariposas del tiempo, e indicadles el camino a casa.
En cuanto las liberó, volaron por la estancia, evaporándose en el aire y cruzando las dimensiones para acudir a sus destinatarios, al menos les indicaría hacia dónde ir en concreto…
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Mientras, las cosas habían cambiado en el Cielo. Ahora que Miguel tenía su cuerpo perfecto, el de Aelita, las tropas se estaban formando a ritmo acelerado. Los ángeles formaban, armándose para el combate con espadas y lanzas. No las necesitaban para luchar contra los demonios, ahora que no estaban, pero le daría empaque al asunto, además, Lucifer no querría menos tampoco. Tras su previa reunión con este, el mayor de los arcágeles sabía que no se podría evitar la guerra, por eso, según llegó, dio la orden de prepararse, y, además, de cazar. En concreto, a Azrael y Gabriel. De Raguel y Remiel se lo podía esperar, pero de ellos…
-Qué decepción, la verdad…
El cuerpo de Aelita era el perfecto para la función, incluso con ese embarazo iba todo bien con el mismo, ahora entendía la importancia de tenerlo en su poder. Sin embargo, tenía un ligero presentimiento, aunque no sabía exactamente la razón de aquello, pero le restó importancia de inmediato. A su alrededor, varios serafines, los segundos en poder en la jerarquía celestial, atendían a las palabras del mayor de ellos. Las alas doradas del arcángel le envolvían, como una capa, sólo retirándolas cuando llegó a la sala del trono. Ahí seguían, como siempre, los diferentes asientos para cada uno de los arcángeles, y el de Luz… ocupado por una persona que no se esperaba ver.
-Pero si es mi querido hermano menor… Jesucristo, querido, ¿qué haces ahí?
Este estaba repantingado, con una manzana entre las manos, que comenzó a comer. Se quedaron a solas a la señal de Miguel, que ascendió las pocas escaleras que le separaban del otro, que estaba bastante tranquilo ahí colocado. Se incorporó cuando llegó el otro, aunque le sacaba un par de cabezas de altura, su poder emanaba de su menudo cuerpo, pero Jesús no se dejó intimidar.
-Bueno, vengo a avisarte -comentó-, no pienso permitir que te des de hostias con Lucifer, tendrás que matarme antes.
-¿Algún motivo para eso?
-Que no quiero que destruyáis todo en el proceso.
El arcángel asintió, despacio, y suspiró algo. Luego encaró al otro de nuevo.
-Mira, no estoy de humor para eso -comenzó a usar sus poderes, sus ojos brillaron ligeramente-. No quiero enfrentarte, pero sabes bien que es nuestro destino, enfrentarnos en el Apocalipsis, así que…
Sin embargo, el otro negó suavemente, y se disponía a recibir el poderoso golpe del otro… pero este no llegó. Cuando se fijó en el arcángel, este simplemente le miraba, con los ojos totalmente brillantes y sus alas extendidas, efectivamente no quería pelear con él. Sin embargo, Jesús tampoco quería permitirles aquello, no si suponía acabar con la creación de forma abrupta, justo como se esperaba que sucediera.
-Está claro que tu poder es inmenso, Miguel… -murmuró el otro, serio, colocándose en posición- Pero no tengo intención de ceder, yo…
Desapareció en el aire a un chasquido del arcángel, que se limitó a suspirar un poco. Yendo a la dirección a donde le envió, se encontraron ambos en una zona algo deshabitada, en una región montañosa en plena Europa. El poco rastro de civilización que se veía era una autovía que cruzaba aquellos montes, así que se sentaron en unas rocas.
-Tú no harás nada, ¿te queda claro?
La voz de Miguel era suave pero clara y firme. Jesús frunció algo el ceño, molesto, pero asintió, despacio. Los dos sabían que, de intervenir el tercero, todo se iría a la mierda más deprisa aún. E incluso así, estaba bastante seguro el mayor que algo estaba sucediendo, pero seguía sin saber el qué. Esa misma sensación en la nuca la sentía Lucifer. Este, portando el cuerpo de Asmeya, se había limitado a pasearse por la realidad, cruzando distancias inmensas, probando su nuevo recipiente con una suave sonrisa. Sus poderes parecían en auge, y, como quería probarse a sí mismo, se dedicó a ir de lugar en lugar, desafiando a aquellos que se le colocaran por delante, la mayoría criaturas con algún tipo de poder mágico, y algún que otro ángel despistado que se ponía entremedias de él y su objetivo, y que debía desconocer lo que pasaba en la realidad.
-Otro hermano menor que cae… -murmuró, mientras sostenía el cuerpo inerte de aquel trono-¿Cuántos llevo? ¿Cincuenta?
Sintió una presencia cercana, y se giró, observando entonces cómo por allí aparecía la misma Muerte. Tenía su apariencia habitual, sólo que en sus muñecas tenía unas cadenas. Lucifer sonrió, satisfecho de que acudiera a su llamada.
-En concreto, el 51, sobrino -respondió, casi como si se tratara de un sirviente-, espero que no me atraparas sólo para hacer el recuento de tus muertes, Lucifer.
-Claro que no, Muerte -comentó-, de hecho, y para evitarnos problemas, me gustaría que… bueno, cumplas con la palabra de Luz, ya sabes, organizar un poco el fin del mundo.
Sin embargo, el otro le miró con cierta diversión.
-Quería dejar el plato fuerte para algo más tarde -reconoció Lucifer-, porque matar a Gabriel y Azrael puede que fuera demasiado, así, de primeras, ¿no?
El otro le miró con interés.
-Entiendo que quieras acabar con Miguel, pero, ¿por qué con ellos?
El otro le miró de reojo.
-Querían impedir mi resurgimiento, y ahora quiero… darles una lección a mis retractores.
-Tu estancia encerrado te ha sentado realmente mal, querido sobrino -Muerte observó sus cadenas, tranquilamente -, no puedo matar a un arcángel así como así, no sin hacer de la realidad una marabunta de caos, pues, te recuerdo, representáis los elementos más fundamentales…
-Lo sé, pero puedo cargar con ello, además, no es como si pasara con un Supremo.
El aludido sonrió de medio lado.
-Los Supremos simplemente somos, no podemos dejar de existir, Lucifer -Muerte se limitó a andar en torno a su sobrino-, así que no puedo cumplir con tu deseo… no de forma inmediata.
El otro sabía a qué estaba jugando. Sin embargo, no podía decirle nada, en el fondo también sabía sobre esas cuestiones, sin embargo, gustaba de poner a prueba esos límites de vez en cuando. Pero ellos no eran los únicos reunidos en aquella ocasión, y es que también estaban juntos precisamente esos dos, Gabriel y Azrael, junto a la madre de Johnny y al propio adolescente, siempre de la mano de Obara, en un garito de carretera en la mitad de la autovía a Liverpool. Este último estaba algo cabizbajo, mientras su madre, sonriendo y para animarle, se dirigía a comprarle unos sándwiches de queso y jamón con lechuga, cubierto por una suave manta. En realidad no tenía frío, de hecho podía aguantar las temperaturas más extremas de la realidad, pero era más un tema mental que otra cosa.
-Al final no hemos logrado nada… -murmuraba Gabriel- Solamente atrasar lo inevitable…
Estaba bastante seguro de que iban a ser cazados por sus enemigos, y les preocupaba en especial sus hermanos mayores. Sin embargo, por otro lado sabían que, si les quisieran muertos, ya lo estarían, todos ellos, los cuatro.
-¿Y ahora qué?
A esa pregunta de Azrael, el otro suspiró, nervioso.
-Esos dos se pelearán en breve… como mucho podremos esperar a que vengan a buscarnos, quien quiera que venza… hasta entonces deberíamos ocultarnos, creo.
Pero cuando Johnny iba a intervenir, algo molesto con su actitud derrotista, su madre llegó con la comida, y le tendió a cada uno una de las viandas que traía. Y con ella, una sonrisa de ligera alegría. Su pareja le sonrió, ligeramente triste, mientras el otro se removía, ligeramente incomodo, preguntándose cómo podrían estar todos juntos. Porque, en cuanto llegaran sus hermanos mayores se desataría la tragedia.
-Parecéis desanimados, y lo entiendo -comenzó la mujer, entonces-, pero parece que no podáis hacer absolutamente nada, y, joder, sois los segundos en poder ahí arriba, ¿o no? -cuando Gabriel la iba a reprender, la mujer siguió- Y no me vengas con que ellos son demasiado poderosos, porque aquí, mi niño, hasta hace poco era un niño normal, y mirad ahora. ¿No podéis entrenar o algo? ¿Conseguir algo que os de más poder?
Azrael intervino entonces.
-Podemos preguntar a Pandiel…
Gabriel le miró con sorpresa, mientras los otros dos se preguntaban de quién se trataba.
-Es el más cercano a nuestro padre, Luz… más incluso que Miguel, pero está desaparecido, ¿no?
-Ahora que recuerdo, cuando se rompieron los sellos que encerraban a Lucifer, usaban unas plumas para poder entrar a las catedrales e iglesias donde estaban guardados, ¿eso tiene algo que ver?
Golpeando la mesa, con los ojos brillando un poco y una sonrisa divertida, Gabriel asintió. El plan, sin duda, acababa de ser decidido ahí mismo. Obara sonrió de medio lado.
-Si se pone farruco, puedo apretarle las tuercas, ¿verdad, cachorrillo?
El chico asintió, sonrojado, mientras su madre miraba a la mujer. No sabía qué pensar al respecto, y aunque su hijo tenía el aspecto de un adulto, seguía viéndole como su niño pequeño. Suspiró, pesadamente, removiendo las manos.
-Diría que está, entonces -atajó Gabriel, divertido-, en cuanto comáis iremos a buscar a ese Pandiel, qué ganas de verle…
-¿Y por qué es tan importante, ese ángel?
Los otros dos se miraron, y Azrael fue el que respondió.
-Sólo con sus plumas podíais romper grandes hechizos de protección colocados ahí siglos antes, ningún demonio podría destruirlos, así que te puedes hacer a la idea de su poder.
-No es tanto cosa de poder, sino de cargo y conocimientos.
Cuando quería ser misterioso, Gabriel podía llegar a serlo y mucho.
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Aquella no era la única reunión que se desarrollaba. En el Infierno, si bien acababan de ser encerrados, los demonios habían ido en tromba hacia el castillo de Lucifer, en especial los Caballeros supervivientes, que no entendían del todo qué había pasado en los últimos minutos. En realidad sí lo entendían, pero no querían ver que habían sido traicionados de la peor manera, primero por Lilith, y segundo por Lucifer. Y eso que habían hecho todo lo posible por lograr su resurgir, peleando constantemente contra aquellos malditos guardianes, que, aunque no pudieron impedir nada, sí que cerraron definitivamente el Infierno. Y ninguno de ellos tenía el poder suficiente para poder reabrir ni siquiera una de las puertas. Dudaban que incluso alguno de los arcángeles pudieran…
-¿Y no podríamos simplemente abrir un portal al mundo físico?
A esa pregunta de uno de sus acólitos, Alheim se limitó a agarrarle de la cara y a fulminarle con su energía, poniendo mala cara por la molestia que le suponía. Estaban en una plaza interna de la fortaleza, con todos ellos ahí congregados formando un círculo en torno a sus superiores. Allí estaban, además, Abadon y Eve.
-¡Al próximo que diga otra tontería así, no sólo le fulminaré, destruiré su alma con mis propias manos, y creedme que tardaré un buen rato!
Los ojos bermellón del Caballero brillaron amenazantes, haciendo retroceder a los demás, que sintieron pavor por la ira de su líder. Gamma incluido, que estaba en la parte trasera del grupo, con las manos ligeramente sudadas por los nervios que sentía. Al contrario de Máximo, que sí se pudo librar del encierro masivo, este no fue capaz de escapar antes de que se cerraran las puertas, así que fue absorbido totalmente, para deshonra suya. Ahora estaba en peligro, tenía que salir de aquella situación cuanto antes. Pero su línea de pensamiento se cortaba constantemente por los chillidos de los demás demonios.
-Si Lucifer nos ha traicionado, y por lo tanto quiere nuestras cabezas, entonces necesitamos a alguien poderoso de nuestro lado -Eve era la única que mantenía la calma-, me gustaría poder contar con el Anticristo, ¿cómo se llamaba? ¿Ariadna?
-No lo hagas -atajó Abadón-, esa niña está con su madre biológica, y su padre ha muerto, pero aun estando Azazel vivo dudo que se uniera a nosotros, ella va con esos putos Guardianes…
El pesimismo era generalizado, sin embargo, Eve tuvo una idea en ese momento.
-Os recuerdo que hay alguien muy poderoso, con buenas conexiones, aquí abajo -les indicó, y señaló al horizonte- el nuevo seguidor de Oscuridad, William, está aquí abajo encerrado, podemos usarle para poder escapar.
Pero aunque fuera una buena idea, ese era precisamente el problema.
-Es demasiado poderoso para poder controlarlo nosotros, y Lilith seguro que está con él -sin embargo, Abadón sonrió ligeramente-, pero podemos encadenarle de alguna manera, igual que hizo nuestro amo con La Muerte.
-¡Los demás, registrad este puñetero antro, localizad a esos dos malnacidos, nosotros nos encargaremos de traerlos! -gritó Alheim, entonces- ¡Vamos, vamos!
Dio varias palmadas, y comprobó que los demonios, efectivamente, se movilizaban. Aprovechando aquello, Gamma salió de allí a toda prisa también, transformados todos en esferas de diversos colores, cada una en función de cómo eran los orbes, los ojos, de cada uno de ellos. Sin embargo, lejos de ir en la dirección señalada por su superior – se abrieron en abanico para registrar cuanto más territorio mejor – fue en la contraria, recorriendo las paredes hasta llegar al suelo, donde se escabulló bajo uno de los soportales de la fortaleza, mirando hacia el cielo, cubierto por los demonios. Sí, iban en dirección contraria, pero se habían abierto y ahora algunos estaban yendo cerca de donde él estaba, se tendría que escabullir. Y sabía cómo, pero tenía que lograr una distracción. Por ello, corrió a toda velocidad hasta llegar, unos metros más adelante,
Observó a los perros del Infierno ahí encerrados, eran todo un ejército y parecían bastante cabreados, los habían metido ahí dentro nada más llegar, aún con la sed de sangre en sus ojos, y no se habían podido saciar al respecto… ahora atacarían a todo lo que se moviera.
-Yo os libero y atacáis a todos menos a mi -Gamma agarró los barrotes de la jaula-, ¿tenemos un trato?
Los animales ladraron y gruñeron, moviendo sus rabos y olisqueando el aire, así que Gamma, con un tirón, retiró las rejas. En cuanto lo hizo, los animales pasaron a ser humo negro y fuego, formando una ola y que voló a toda velocidad hacia los demás demonios, dejando al otro vía libre para poder correr. Escuchando los gritos de dolor de sus compañeros, recorrió a la velocidad de la luz los páramos del Infierno, siguiendo un presentimiento de dónde estaban esos dos. Se sentía aún lo que sucedió, minutos antes, y la muerte de la guardiana de la esperanza, así como los intentos de Tinieblas por retener a William ahí abajo, y eso usaría para dar con él.
Según llegó a la zona, donde había comenzado aquella acción y por lo tanto donde la energía era más pura, pudo incluso verla en el suelo, tan potente era. La tomó entre sus manos, y entonces, ante sus ojos apareció la estela que el otro había dejado a su paso, sería tan sencillo como seguirla. Rodeado de su energía, voló siguiéndola, esperando poder llegar antes que la primera ronda de demonios, o si no estaría realmente jodido…
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Las mariposas de Susan volaron por la realidad, y fueron desplazándose por el aire hasta llegar a sus diferentes destinos. Daba igual cuan lejos o en qué circunstancias estuvieran, de hecho los únicos que permanecieron juntos fueron Ulrich y Yumi, que no sólo se fueron muy lejos, hacia la sabana de África, ella como un árbol centenario, y él convertido en un majestuoso león. No eran los únicos, Noelia estaba con ellos también, que la acogieron cuando no tuvo lugar al que ir cuando se hizo la desbandada. Protegida por los otros dos se sentía segura aún estando en medio de la nada, pero… echaba de menos su antigua vida.
-Piensa que hubieras muerto en Pompeya, aquel día- comentó Ulrich, estaba echado a la sombra-, y, desde que estás con nosotros, has aprendido bastante magia.
Ella asintió, fue gracias al gigante nórdico aquel, de nombre Utagrda, le había dado grandes trucos. Pero pese a esa magia, aún se sentía en cierta medida insegura, necesitaba un buen empujón, pero tampoco se atrevía a pedirlo.
-Eso es verdad, pero… ¿Aurora?
Notaron la esencia de ella en el ambiente, el suave viento removió el pelo de los dos, así como las hojas de Yumi, que incluso apareció en esencia ante ellos, con los ojos muy abiertos, sin embargo no veían absolutamente nada. No, hasta que entre las manos de Noelia apreció un objeto brillante, del color del jade, con unas líneas curvas cinceladas en aquella piedra, en aquella…
-La gema del viento… Por eso sentíamos el poder de ella…
Yumi se colocó al lado de la menor, que observaba el objeto con cierta devoción. Una energía del mismo color la envolvió, y el cuerpo de ella apareció entonces protegido por la misma armadura que en su día portaba la otra, apareciendo en sus manos las tonfas que portaba la anterior usuaria del poder de los vientos. De bello color verdoso, protegía todo su cuerpo, con las articulaciones defendidas por suaves corrientes, mientras dos alas de energía aparecían a su espalda, mientras las armas de ella también se veían envueltas por esa misma fuerza. La chica cayó de culo al suelo, sonriendo, desapareciendo entonces todo aquello.
-Sí, sin duda eres la nueva guardiana, Noe -comentó Ulrich, se notaba el orgullo en su voz-, mira en tu antebrazo.
Vieron entonces una estela en el aire, de color morado, recorrer el firmamento… y notaron el poder de Odd, que también tenía que estar buscando un nuevo usuario. Sabiendo lo que venía, Yumi se convirtió en una hermosa cierva, en la que montó Noelia, y, junto a Ulrich, recorrieron la sabana, siguiendo la luz de su antiguo compañero, que en un momento dado comenzó a descender hacia lo que parecía un campamento.
Allí, una joven pelirroja estaba agazapada entre la maleza, observando con unos prismáticos un grupo de chimpancés haciendo vida normal, acicalándose el cabello, mientras ella se limitaba a tomar notas a lápiz en un cuaderno. Sin embargo, sólo quitó los ojos de los animales cuando vio llegar una luz morada bastante intensa, girando sobre sí misma dado que estaba tumbada sobre su pecho, sorprendida. Antes de que pudiera darse cuenta, se vio cubierta por una armadura de un ello púrpura con toques dorados, sus manos se habían agrandado y parecían las garras de un felino, sus piernas tenían también la apariencia de las de un león, y una larga cola se enroscaba en su cintura. Se levantó, algo nerviosa, y notó en torno a ella el ligero peso de un gran arco, seguramente hecho del mismo material que el de la armadura, observándose a sí misma… así como diferentes estelas por todas partes, podía escuchar y ver muchas cosas al mismo tiempo, se sentía en una extraña nube que no era capaz de entender, hasta que vio llegar allí a un león y un ciervo corriendo, pero supo que no eran reales con sólo verlos…
-¿Q-qué está pasando?
Se sorprendió más al ver que se iluminaban de color rojo y verde respectivamente, recordando entonces a aquellos Guardianes de los que hablaban tanto las noticias cada vez que pasaba por un pueblo con internet y televisores, estando en medio de una reserva natural aquello era cada mucho, la última vez fue el día anterior, cuando fue a por provisiones.
-¿Cómo te llamas?
Ulrich se acercó a ella, despacio, con actitud calmada. Yumi se quedó por detrás, junto a una igualmente sorprendida Noelia, que observaba a la nueva guardiana de los animales con interés. Sin embargo, esta estaba demasiado abrumada en aquellos momentos.
-Simplemente decide volver a como estuvieras antes, me llamo Yumi, por cierto -le indicó ella-, ellos son Ulrich y Noelia, no sé… si sabrás quienes somos.
-A-Aria Glenn… -murmuró la aludida- Vosotros sois… Guardianes, os hacíais llamar, ¿no?
-Sí, y está claro que eres la nueva de nosotros -comentó Yumi-, ¿estás al tanto de lo que sucedió?
-Pues no mucho, ¿debería?
-Es largo de explicar… -reconoció Ulrich- ¿Tienes tiempo?
Aria se giró, y comprobó que los chimpancés, lejos de haberse ido cada uno por su lado ante la presencia de los demás, estaban cerca de ella, observándola con cierto interés. Y se sorprendió de poder entender lo que pensaban, era sin duda alguna sorprendente, a decir verdad. Miró a los otros dos, se habían acercado a donde estaban sus cosas.
Una simple tienda de campaña, unos rifles, varias garrafas de agua, pastillas de cloro y latas de conserva, junto a instrumentos para encender fuegos y repelentes de mosquitos formaban sus pertenencias por allí. Y blocs enteros llenos de notas con observaciones de todo tipo a lo largo de las múltiples expediciones que había realizado, durante los últimos años.
-Bueno, yo… hasta hace unos minutos estaba buscando ver comportamientos nuevos en primates grandes en libertad, por ahora me había limitado a simplemente reconfirmar lo que hasta ahora sabíamos, pero… está claro que esto lo cambia todo…
-Sentimos esto, de verdad -Ulrich, aunque la entendía, tenía que hacerle entender-, pero ahora eres la guardiana de las bestias, una de las originales, ese arco es tu arma principal -puso mala cara entonces-. Por desgracia, el anterior portador murió, supongo… que te eligió desde la otra vida, de alguna forma.
Podían notar el poder de su viejo amigo Odd rodearla entonces, parecía de algún modo alegre. Como si se sintiera orgulloso de su elección y de sus antiguos amigos, que miraron su esencia con cierto aire de nostalgia. Aria se removió entonces, algo nerviosa, y notó que ese poder que la recubría desaparecía, recuperando su apariencia normal, con la única diferencia de llevar en su antebrazo derecho un guantelete con la gema colocada.
-Yo… no sé si estoy lista para esto…
Sin embargo, Yumi le restó importancia, miró a Noelia, luego a Ulrich, y sonrió un poco. Tenía un plan, por eso, tomó con delicadeza su mano.
-Hace mas o menos un año, ninguno de nosotros lo estaba -le dijo-, éramos unos niños cuando adquirimos estos poderes, decidimos crecer porque no nos quedaba otra -Yumi le sonrió algo-, ¿qué edad tienes?
-Veinticinco, estoy empezando mi doctorado -respondió la chica-, soy bióloga, yo… No sé pelear.
-Nosotros te enseñaremos, no te preocupes, todo saldrá bien.
Yumi podía ser realmente convincente cuando quería, acarició la mano de la otra con los dedos, cariñosa, y se sentaron en unas sillas de plástico que tenía allí la otra. Había mucho que explicar sobre la gran aventura que le deparaba el destino a Aria Glenn.
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Bien, ¿Qué os parece? ¿Os gusta? Como siempre, comentad, decid que os gusta y que no etc... Para acabar , me despido, hasta la próxima , y que la inspiración os acompañe. Código Lyoko ni ninguno de sus personajes me pertenece, así como Marin, que pertenece a Doctor Who.
