- ¡Paciente número 322, favor de presentarse a esta puerta con su turno de inmediato! ¡Paciente número 322, favor de presentarse a esta puerta con su turno de inmediato! – gritaba un médico saliendo de su consultorio, mientras que un hombre ensangrentado cojeaba hacia la puerta.
- ¡Soy yo! ¡Dejemé entrar! ¡Juro que soy yo, solo que perdí mi número! – chillaba el pobre hombre.
- ¡Es mentira, paseme a mi! ¡Yo soy el número 323! ¡En verdad necesito que me ayuden! – gritó furiosamente otro hombre.
- ¡Por favor! ¡Ya no me tengan esperando! ¡Llevo desde la madrugada aquí! ¡Necesito ayuda! – se quejó el lisiado.
- ¡Yo también llevo desde esa hora! ¡Por favor atiendame! – gritó el otro hombre mostrando una llaga putrefacta en su estómago.
Chrollo por su parte seguían recargado en los hombros de Machi en la sala de espera, aguardando impacientemente su turno. El matrimonio opto por usar ropa casual para evitar dar a conocer su identidad y llamar la atención, llevando Chrollo su usual gorra de estambre para tapar su frente, mientras que Machi usaba unos pantalones deportivos y un viejo sueter rosa. El ruido del lugar no hacía más que empeorar el mareo y el dolor de Chrollo, a quien comenzaba a dificultarse mantenerse despierto tras tanto tiempo esperando. La mayoría de las sillas de plástico que se habían puesto para comodidad de los pacientes habían sido robadas y casi todo el suelo estaba tapizado de basura y mugre. Las pocas áreas del suelo que estaban completamente limpias eran unos improvisados colchones donde los más enferos se tiraban mientras esperaban a que los atendieran o a que les llegase la muerte. En el lapso cinco horas que aquel matrimonio había estado en el hospital esperando su turno, facilmente habían contabilizado ocho muertos en dichas camas. Al lado de el una mujer embarazada inhalaba drogas y un niño convulsionaba en brazos de su hermano mayor sin que nadie del personal médico hiciera nada al respecto. El jefe de la Araña no recordaba que el hospital estuviese así la última vez que el fue a consulta. Era indignante que después de todo lo que el invertía en dicho hospital y de lo bien que había funcionado durante sus primeros meses, sin razón aparente, se hubiera degenerado a ese nivel.
- ¿Qué turno te toca? – preguntó Machi.
- Aquí dice que somos número 50, pero por alguna razón esta subrallado con pluma roja. – dijo Chrollo algo confundido.
- ¿Qué? ¿Entonces porqué se supone que dicen que estan pasando al número 322? ¿Significa que nuestro turno ya pasó?
- No se. Nunca pensé que todo esto fuera a se tan confuso. – susurró Chrollo.
Machi comenzaba a perder la paciencia, no era justo que después de todo lo que ellos habían aportado a aquel hospital su esposo ni siquiera pudiera saber cuanto tiempo más tendría que esperar su tratamiento. Un médico paso cerca de ellos y ayudado con su alta voz comenzó a dar instrucciones:
- ¡Todos los pacientes con números rojos no serán atendidos hasta la mañana siguiente! ¡Repito! ¡Todos los pacientes con números rojos no serán atendidos hasta mañana! ¡Todos los pacientes con números rojos hagan una fila detrás del doctor Shoteck! ¡El repartira píldoras tranquilizantes y pan para los pacientes de números rojos! ¡Repito, hagan fila detrás del doctor Shoteck, el les proporcionara comida y tranquilizantes! – decía el médico señalando a un hombre que llevaba una enorme caja detrás de si mismo.
El hombre de la caja pese a tener un cuerpo macizo se veía bastante cansado y desaliñado, usando una bata médica que hacía tiempo que había visto mejores días y teniendo completamente despeinada su escasa cabellera negra. Chrollo supuso que quel hombre debía de ser el doctor Shoteck.
Aquella advertencia del doctor fue seguida de varios reclamos y amenazas. Sin embargo, toda aquella furia e indignación fue aplacada por un enfermero quien sacó una pistola con la cual amenzaó a quienes protestaban.
- ¡Quien quiera irse hagalo! ¡Nadie está aquí por obligación! – gruñó el enfermero, haciendo que todos los quejosos se aplacaran de inmediato. Todos excepto Machi, quien, indignada que el hospital que la Brigada Fantasma había construido llegara a degradarse a tal grado, procedió a patear rápidamente la mano del enfermero armado, arrancandole seguidamente su arma y apuntando hacia el.
- ¡La gente que esta aquí son pacientes! ¡No rehenes! ¡Tenemos derecho a ser atendidos! -dijo Machi sin dejar de apuntar a la cabeza de aquel hombre, mientras que el resto de los pacientes se tiraban al piso, temerosos de un tiroteo. El enfermero, simplemente rió con sobervia.
- Este hospital es protegido y financiado por la Brigada Fantasma. Si Chrollo Lucilfer llegase a enterarse que mataste a uno de sus enfermeros dudo que el vaya a tener piedad con usted. -replicó el enfermero sin sentir miedo de la amenaza de Machi.
- Disculpe, pero creo que el proposito de un médico o enfermero es sanar a otras personas, no para amenazarlas de muerte. Dudo mucho que el jefe de la Brigada Fantasma vaya a estar complacido por la actitud que usted ha tenido frente a los pacientes de este hospital. – añadió Chrollo haciendo contacto visual con el enfermero.
- ¿Ah, si? ¿Acaso usted lo conoce? – se mofó el enfermero al escuchar sus palabras.
Chrollo, por su parte simplemente se acerco al enfermero y tras quitarse la gorra le mostró el tatuaje de su frente a este. El enfermero ahogó un suspiro al reconocer su rostro y salió huyendo, mientras que el doctor Shoteck soltó de golpe la caja que llevaba cargando y se dirigió a Chrollo.
- ¡Señor Lucilfer! ¡Es un placer verlo! Acompañeme por favor, si quiere le haré una consulta especial yo mismo mientras esta situación se normaliza. ¡Disculpe por no haberlo atendido antes! ¿Le hicimos esperar mucho? – dijo el doctor nerviosamente mientras que conducía a Chrollo por los sucios pasillos del hospital a su consultorio.
- No se preocupe, estoy acostumbrado a esperar. No hay ningun problema. – contestó Chrollo humildemente mientras entraba al consultorio.
Aquel consultorio estaba igual de sucio que el resto del hospital, sin embargo el hecho de que en este hubiera un escritorio y dos sillas, así como una camilla lo hacía ver ligeramente más civilizado que el resto del nosocomio.
- ¡De haber sabido que usted venía a consulta! ¡Yo le hubiese reservado una cita! Sin embargo, durante este invierno las cosas aquí se han vuelto terribles. ¡Terribles! – exclamó el doctor con expresión aterrada.
- Lo entiendo perfectamente. Yo también he pasado por un mal rato últimamente. – contesto Chrollo tomando asiento en la silla del consultorio del doctor.
- ¿Y digame, qué le trae a usted aquí? – preguntó el doctor Shoteck a Chrollo.
Chrollo respiró hondamente y tragó saliva antes de comenzar a narrarle a aquel hombre sus malestares.
- Bueno, llevo varios meses sufriendo un dolor dolor de cabeza muy punzante y mareos bastante fuertes, además últimamente he vomitado demasiado. De hecho sufrí un desmayo hace poco y además, he tenido algo de sarpullido en mis brazos y pecho desde hace dos semanas…
- Mmm… dejeme examinar su sarpullido señor. – dijo el médico.
Chrollo por su parte se quitó la camisa, permitiendo que el médico viese a detalle aquellas ronchas.
- Bien, creo que para las ronchas podría recetar algunos fomentos remojados en agua de avena, mientras su dolor de cabeza, parece ser producto de estrés, por lo que le recomendaré tranquilizantes. Su dolor de estómado es obviamente una infección estomacal, por lo que le recetaré medicamentos para eso…
- He usado fomentos de manzanilla y avena desde el primer día que aparecieron y no he tenido resultados. De hecho, ya me hice varios analisis en este hospital, así como en una clínica privada. Aquí tengo el resultado de cada uno de mis analísis. – dijo Chrollo sacando de su mochilla un grueso legajo lleno de documentos médicos.
El doctor volteó a ver aquellos papeles y tragó saliva al irlos hojeando lentamente. La expresión de aquel doctor se vio ensombrecida al analizar aquellos documentos.
- ¿Ocurre algo? – preguntó Chrollo mientras se volvía a poner su camisa.
- Le seré franco con usted. Este hospital está callendo a pedazos. La mayoría de los doctores y enfermeros se retiraron hace meses y muchos de ellos incluso se llevaron los instrumentos médicos como las máquinas para las tomografías y radiografías. La medicina es dificil de conseguir, la mayoría los hemos obtenido a través de brokers y traficantes, ni se diga de las vacunas y tanques de oxígeno. Además el consejo de ancianos no deja de ponernos trabas. Si un tratamiento médico que ofrecemos no esta de acuerdo a sus creencias lo prohiben y dan muerte a los médicos que lo practican. Incluso, esos hombres en ocasiones han robado o canjeado por otras cosas los instrumentos que tenemos bajo la escusa de cobrar impuestos. Sin embargo, nadie se ha atrevido a reclamarles.
- Es comprensible. Pese a lo mucho que el pueblo los respeta, los ancianos de este lugar tienden a tener una mentalidad bastante despóta y rancia. – dijo Chrollo comprensivamente.
- ¡Y eso no es todo! Hay escases de personal y el ambiente de aquí no es satisfactorio. Los misioneros pierden la fe tras algunas semanas, los cazadores se largan una vez que encuentran lo que buscan y los jóvenes médicos que trabajan como voluntarios quieren oportunidades de avanzar en su carrera y este lugar simplemente no las ofrece. Yo me mantengo aquí solo porque fui expulsado de la universidad de medicina por críticar al rey de mi país de orígen. En este momento ni yo ni nadie en este hospital podría brindarle un tratamiento efectivo a algún padecimiento crónico como el que al parecer usted tiene.
- ¿Crónico? – preguntó Chrollo, impactado con el hecho de que su malestar fuera descrito de esa manera.
- Por lo que tengo conocimiento, posible que usted tenga alguna enfermedad crónica, sin embargo, no hay forma de saberlo en este momento. No tenemos los recursos ni el personal para hacer los analisis que usted requiere. Nadie de los voluntarios contamos con experiencia, muchos ni siquiera somos médicos.
El médico estuvo a punto de ponerse a llorar del miedo, pues presentía que su respuesta enfurecería a Chrollo. Por su parte el líder el la Araña, lejos de estallar en cólera, le dio una palmadita en el hombro a aquel hombre.
- No es tu culpa, nada de esto es tu culpa. La culpa es de los voluntarios que nos abandonaron y de esta cruel ciudad que corrompe todo. – dijo en voz baja Chrollo.
Shoteck seguía sin poder hilar una respuesta, aquel hombre, pese a su juventud, tenía la cara carcomida por el estrés y la impotencia, después de todo trabajar dando atención médica en un sitio tan despiadado y desesperanzador como ese era una tarea ardua y poco gratificante. Chrollo simplemente salió de la sala sintiendose impotente: no importaba cuanto había invertido en mantener aquel hospital, al final sus sacrificos, si bien seguramente habían salvado la vida de muchos, seguían siendo insuficientes.
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Monnie´s: Tienes mucha razón en eso, a veces cuando nadie espera nada de ti la gente se sorprende cuando das resultados. La verdad me encantó escribir un poco de la vida cotidiana de Kalluto y sus interacciones con Milluki.
Espero que les haya gustado mucho este capítulo, agradezco todas sus visitas y comentarios.
