- Jamás pensé que existiera un sitio como este. – murmuró Kurapika a Leorio mientras contemplaban el decadente panorama de Ciudad Meteoro.
- Me recuerda un poco a mi hogar. – comentó Leorio, sin pensar mucho en su respuesta.
Si bien Leorio no había crecido en condiciones tan paupérrimas como los habitantes de aquel vertedero, algo en aquel ambiente le traía recuerdos de su humilde barrio natal y la gente que lo habitaba. Quizá el olor a aguas negras y basura quemada, o quizá el obvio hacinamiento de sus habitantes y el desorden urbano que los rodeaba. Aunque pensándolo más a fondo, Leorio se daba cuenta que al menos en su antiguo hogar, había algunos intentos de limpieza por parte del gobierno, así como servicios de electricidad y drenaje decentes, que permitían que sus habitantes mantuvieran cierta calidad de vida. Además tras un par de cuadras era posible ver varios edificios modernos bien construidos, tales como super mercados, restaurantes, colegios y oficinas, eso sin contar los bellos monumentos y parques públicos.
Ciudad Meteoro, en contraste, no hacía esfuerzo en ocultar su propia miseria. La basura se encontraba regada a diestra y siniestra por todo el perímetro, estando la mayor parte del suelo tapizado de inmundicias. Aquellos desperdicios se encontraba en tales cantidades que había veces que esta era apilada a manera de montaña o incluso usada como un tipo de choza improvisada para los ciudadanos meteorenses. Varias de las construcciones de aquel sitio eran ruinas remendadas de algún otro edificio más viejo y a los alrededores muy a penas podía verse algún tipo de vegetación distinta a unas pobres sobras de maleza. Aquel basurero pese a estar situado en un clima árido y ofrecer un ambiente inhóspito, resplandecía de vida: gente de toda etnia, edad y género deambulaba por las improvisadas calles, cada una inmersa en sus quehaceres diarios, sin dejarse inmutar por la suciedad y el desorden en el que habitaban.
Aquel despiadado sitio era todo lo opuesto a el pacífico bosque en donde se encontraba la aldea natal del clan Kurta, donde el aire era limpio, la vegetacion se encontraba en cada esquina y las aves salvajes cantaban armoniosamente cada mañana. En aquella aldea, los hogares, pese a ser humildes, estaban construidos de manera estética y calculada, siendo tan bellos como funcionales, encontrándose en una armonía casi perfecta con la naturaleza. Hacía algunos años Kurapika hubiera creído que era imposible que alguien pudiera vivir en un lugar desprovisto de tierra cultivable, ríos donde recolectar agua y bosques con madera para cortar; sin embargo, tras todas las aventuras y desventuras que había tenido desde que dejo su aldea, había pocas cosas que en verdad le sorprendieran.
- Es muy diferente a los mapas que los antropologos y misioneros hicieron de este sitio. – murmuró Biscuit, quien había sido contratada por Kurapika para ayudarlo en la cacería de la Araña.
- Bueno, no es de extrañar que un sitio como este cambie de forma tan rapida, después de todo este sitio esta muy expuesto a las catástrofes naturales y casi todas las industrias utiliza este lugar como vertedero. Además, por lo que tengo entendido este sitio también sufrió del ataques por las hormigas quimeras hace un par de años. – comentó Basho, quien también había sido contratado por Kurapika y compañía en su búsqueda de la Brigada Fantasma.
Kurapika respiró hondamente mientras se movía con su andador entre la multitud meteorense, al parecer aquella misión sería mucho más díficil de lo que imaginaba. Súbitamente, el equipo fue detenido por un grupo de personas vestidas con trajes de protección industrial color blanco. Pese a que algunos de ellos iban armados con rifles y garrotes, la mayoría no se veían partícularmente fuertes. Kurapika supuso que aquellos tipos eran alguna clase de autoridad local de la ciudad.
- ¿Qué es lo que los trae aquí?- preguntó un hombre de aquel grupo.
- Somos misioneros. Hemos venido a predicar en esta ciudad y conocer a su gente. – dijo Kurapika con una voz segura.
Antes de partir habían acordado que lo mejor para recorrer Ciudad Meteoro sería hacerse pasar por misioneros y omitir cualquier mención respecto a su afiliación a la Asociación de Cazadores, para que de esta forma no se levantara ningún tipo de sospecha entre la población.
- ¿De que congregación provienen? – interrogó otro de aquellos hombres sin despegar sus manos de su garrote.
- Somos misioneros independientes. Nuestras visiones teológicas y éticas nos permiten trabajar con la mayoría de los cuerpos clericales y religionos existentes.– contestó Kurapika.
- Exacto. ¡Cualquier cosa por predicar la palabra de Dios! – añadió Leorio.
- Parece que son buenas personas. – comentó otro de los enmascarados a el resto del séquito.
El resto solo asintió con la cabeza, mientras les abrían paso a Kurapika y sus compañeros.
- De acuerdo, pueden pasar. Sientanse bienvenidos a Ciudad Meteoro. – dijo uno de aquel grupo enmascarado.
- Oh, muchas gracias. – añadió Biscuit, sonriendo con amabilidad.
- Y recuerden que en este lugar no rechazamos a nadie. – añadió otro de aquellos hombres.
"Así que no tomen nada de nosotros." Concluyó mentalmente Kurapika icónico lema de Ciudad Meteoro. Pese a la aparente belleza de esa frase, Kurapika sabía la amenaza que escondía esta. En especial ahora que se encontraban en territorio enemigo.
XXXXX
Y aquí un nuevo capitulo, ahora desde el punto de vista de nuestro rubio vengador y su husbando médico. Espero que lo hayan disfrutado mucho.
Rosslie y Monnie´s: Muchas gracias por sus hermosos comentarios como siempre. La verdad cuando publiqué ese capítulo tenía la mente nublada con cosas feas, pero ya estoy mejor y con todo casi solucionado. Me alegra que les haya gustado la forma en la que narré el procedimiento médico y ojalá Togashi se ponga las pilas para darnos otro capítulito de HxH este año, que ya hace mucha falta. Les mando saludos y mis mejores deseos este verano que viene entrando (y que en lo personal me tiene derretida como paleta de hielo).
