- No puedo creer que haya tardado tanto en dar con el último miembro del famoso clan Kurta. – dijo Chrollo con un aire soberbio sin dejar de mirar directamente a los ojos de su víctima.

Kurapika no podía creer la aplastante derrota que había sufrido. Pese a haber sobrevivido a varios seres abominables propios del Continete Obscuro, en el momento que menos se lo esperaba se había reencontrado con Chrollo. A Kurapika le hubiera gustado decir que el la victoria que tuvo sobre el líder de la Brigada Fantasma sobre el fue un tipo de victoria pírrica, que el pudo lastimarlo considerablemente en el enfrentamiento o que tan siquiera le logro hacer un rasguño. Sin embargo, eso sería una mentira. En un par de minutos Chrollo le disloco ambos brazos y le fracturó sus piernas y espalda, dejándolo completamente a su merced. Kurapika temblaba de ira e impotencia ante tal destino.

- ¿No tienes algo que decir antes de que te mate? – preguntó.

Kurapika escupió directamente al rostro de Chrollo, gánandose un puntapié directo al labio como castigo por tal atrevimiento.

- Eres tan emocional como el resto de tu gente. De hecho creo que tu padre también me escupió un poco antes de que lo matara. El pobre idiota ni siquiera podía ver hacia donde escupía y aún así se atrevió a aventarme saliva al rostro. ¿Quieres que te cuente lo que le hicimos?

- ¡Calla tu puta boca, maldito genocida! – gritó Kurapika con una mezcla de terror e ira.

Chrollo le volvió a propiciar un puntapié a Kurapika.

- Esas son palabras muy fuertes para un chico de familia tan educada. – dijo Chrollo- Quizá prefieras que yo te cuente lo que le hice a tu madre. Oh, esa perra sufrió tanto…

- ¡No hables así de mi madre maldito! – chilló Kurapika horrorizado mientras Chrollo continuaba narrando sin hacerle caso a las quejas de su víctima.

- Tu madre fue más tranquila, ella solo se quedó rezando y lloriqueado mientras veía como desollamos a tu papito y le sacamos los sesos. ¡Se veía tan histérica! Estaba tan nerviosa que tampoco puso resistencia cuando Machi la ató de manos y piernas…

- ¡Callate!

- … simplemente se orinó en sus pantalones. La idiota tampoco puso resistencia cuando comenzamos a arrancar sus uñas, la muy tonta solo se quedo lloriqueando, ni cuando le torcimos los…

- ¡No digas más! ¡No sigas! ¡Basta! – gritó Kurapika desesperado.

- …brazos y las piernas, ni cuando Feitan le picoteo los pechos con alfileres. – continuó Chrollo, deleitado al ver el horror en la cara de Kurapika- Esa pobre idiota ni un dedo movió para defenderse….

- ¡Por favor! ¡No quiero escucharte! ¡Déjame solo! – volvió a rogar Kurapika.

- … cuando le arrancamos la ropa en frente de su propia familia. Es una lástima que no hayas visto con tus propios y malditos ojos escarlata cuando la tumbe al suelo y la puse en sus cuatro…

- ¡No! ¡Por favor no digas! ¡Mátame! ¡No quiero oír más, solo mátame! ¡Ya no oír eso! ¡Ya no quiero oírte y seguir sufriendo! – gritó Kurapika descontrolado, llorando sin cesar mientras Chrollo seguía sin inmutarse con su mórbida narración.

Kurapika, desesperado por no seguir escuchando comenzó a golpear su cabeza contra el piso, esperando que de milago quedara inconsciente o incluso muriera, pues el no quería seguir viviendo en un mundo tan horrible que permitiera que seres tan malignos como Chrollo prosperaran…

- ¡Kurapika! ¡Despierta! ¡Estoy aquí! – dijo Leorio sacudiendo al rubio de su pesadilla.

Kurapika despertó temblando, casi llorando, siendo consolado por Leorio, quien lo abrazo con ternura, al ver lo aterrado que se encontraba. Llevaban cerca de un mes sirviendo como misioneros en Ciudad Meteoro y si bien habían logrado establecer una pequeña clininca y escuela improvisada donde dormían y atendían a los que lo necesitaban, las cosas no habían sido color de rosas. Leorio, pese a ser médico, a menudo tenía problemas para tratar a los pacientes, pues aunque se había asegurado de traer proviciones, tales como medicamentos, raciones de emergencia, agua potable y jeringas, este no era suficiente para cubrir la demanda de los múltiples residentes de Ciudad Meteoro, por lo cual, constantemente tenían que racionar sus propios recursos y conseguir por metodos alternativos más medicamentos. Este racionamiento había afectado a Kurapika, quien debido a su estado de salud dependía de medicamentos para no agravar sus problemas físicos y mentales. Las horribles pesadillas que le impedían dormir estaban resurgiendo y a menudo se sentía ansioso y con demasiado dolor muscular. Sin embargo, el hacía todo lo posible para ponerse de pie en su andador y salir adelante a recabar información. Tristemente, en aquellos momentos no parecía haber mucha información sobre el paradero de la Brigada Fantasma. La unica información valiosa que le habían proporcionado hasta ahora había sido mostrarle a Kurapika el ambiente de miseria absoluta en la que se había forjado los asesinos de su clan. Los niños generalmente se encontraban muy desnutridos para poner atención y estudiar junto a Kurapika, por lo cual el rubio había empezado a ofrecerles comida gratis a condicion de que se quedaran junto a el aprendiendo a leer y operaciones matemáticas. La mayoría de ellos vivían de la basura, escarbando entre esta para encontrar cosas que pudieran vender o cambiar por comida. Muchos eran hijos de refugiados, indigentes, prostitutas y gente que por algún motivo estaba prófuga de la ley. Otros eran huérfanos o víctimas de abandono, criados por la caridad de los habitantes de la ciudad, siendo víctimas en muchas ocasiones de abusos y desconociendo por completo lo que era tener una familia. Kurapika era especialmente compasivo con ellos, abrazándolos y jugando a menudo con ellos. Incluso había veces que cuando uno lloraba o hacía rabietas el trataba de tranquilizarlo con canciones de cuna propias de su clan. Kurapika se sentía raro al pensar que Chrollo alguna vez fue un niño vulnerable y pequeño como aquellos a los que cuidaba. Imaginarse que alguno de esos niños pudiese seguir el camino de Chrollo y sus secuaces era una idea que perturbaba bastante al rubio.

- ¿Seguro que puedes trabajar hoy? – preguntó Leorio a Kurapika al ver que este seguía temblando involuntariamente.

- Tengo que continuar con las lecciones de lectura que le he dado a los niños. – contestó Kurapika agarrando su andador.

- Te vez cansado y algo debil. Si quieres puedes decirle a Basho que se encargue de ellos este día.

- El se iba a encargar del gurpo de adultos y Biscuit iba a ir por provisiones. Tu encargate de la clínica. – contestó Kurapika.

- No tiene caso que te desgastes tanto para urgar información. Quizá necesitamos pedir algun refuerzo o buscar otro método para recabar información. Además casi es Semana Santa, quizá podríamos usar esa fecha como escusa para que descansaras.

Kurapika miró a Leorio con ternura y besó sus labios suavemente antes de contestarle.

- El el hambre y la ignorancia no descansan en este sitio.– dijo el rubio acariciando la fina barba de Leorio.

Leorio tragó saliva. Lo que decía su novio era verdad, sin embargo a Leorio le preocupaba que Kurapika volviera a deteriorarse, en especial encontrandose tan cerca del enemigo y sin posibilidad de defenderse como de antaño. Sin embargo, se sentía orgulloso de ver lo determinado que se estaba volviendo en su misión.

- De acuerdo, pero dejate ayudar. – dijo Leorio a Kurapika.

- Eso haré. -afirmó el rubio mientras se paraba sujetandose con esfuerzo de su andador- De hecho estaba pensando acudir con las monjas belugenses*, quizá ellas podrían ser buenas aliadas.

- ¿Hay monjas en este sitio? Tenía entendido que ni siquiera había una diosecis católica o iglesias formales en este sitio. – dijo Leorio incredulo.

- Las belugenses son muy independientes de las grandes instituciones religiosas y tiene reglas poco convencionales, por no decir heréticas. Es por eso que pueden operar en este sitio. A falta de sacerdotes ellas han sido las responsables de mantener la catedral funcionando, e incluso han efectuado casamientos, funerales y bautismos.

- Te acompañaré. A decir verdad me gustaría tratar de ver si hay algo más que podamos hacer en este sitio. – agregó Leorio.

- De acuerdo. Iremos juntos.- concluyó Kurapika determinadamente.

XXXXX

Bueno, aquí de regreso con la busqueda implacable de Kurapika y compañía. Sobre las monjas belugenses tengo que aclarar que dicha orden no existe, sin embargo, decidí inspirarme de la controversial y antigua orden católica de las beguinas, la cual desapareció en el 2013 tras la muerte de Marcella Pattyn, su última integrante.

Monnie´s: Pues si, el Chrollo esta condenado, pero el aún cree que tiene cartas con que jugar, así que seguirá dando lata un rato. Mil gracias por leer y no te preocupes, ahorita estoy más que hidratada con aguita fía y suerito de coco.

Como siempre, mando besos y abrazos a todos mis lectores y lectoras, les deseo lo mejor este mes de agosto que esta empezando.