- ¿Seguro que es justo lo que estamos haciendo? – preguntó Leorio a Kurapika mientras que caminaban por las sucias calles de Ciudad Meteoro.

Aquella tarde ambos habían decidido salir a comprar proviciones juntos, llendo al mercado comunal de Ciudad Meteoro, siendo aquel lugar tan caótico como interesante. Mucho de lo que se vendía eran productos rescatados de la basura, siendo seguidos por uno que otro raquítico vegetal o fruto cultivado localmente, algo de carne de calidad dudosa y varios productos empaquetados traidos del "exterior" los cuales eran vendidos a precios exhorbitantes.

- ¿A qué te refieres exactamente? ¿Lo de la escuela y la clínica? – preguntó Kurapika.

- Matar a ya sabes quienes.– contestó Leorio omitiendo el nombre de la Brigada Fantasma.

- ¿Qué mierda estas diciendo? ¿Qué no te importa todo lo que han hecho esos demonios? – gruñó Kurapika indignado.

- No digo que eso no sea aborrecible todo lo que han hecho, de hecho, si fuera de por mi yo los despellejaría con mis propias manos. Sin embargo, ellos han hecho muchas cosas buenas por la gente de esta ciudad. – se justificó Leorio.

- Sus buenas acciones no cancelan las malas. – dijo Kurapika fríamente, mientras inspeccionaba los precios de paquetes de leche en polvo.

El rubio frunció el seño al verlos, solo 800 kilogramos de leche de fórmula para bebé importada del "exterior" costaba 2500 jennies, siendo este producto tan esencial casi inalcanzable para el habitante promedio de Ciudad Meteoro. La leche en polvo rescatada de la basura tenía un precio mucho más barato, costando solo una sexta parte de lo que la del exterior costaba, sin embargo, Kurapika tenía severas dudas de la calidad de esta. El rubio suspiró amargamente, definitviamente gastaría esos malditos 2500 jennies de en leche en polvo con tal de que esta fuese nueva y no tuviera algo tóxico para los bebés.

- Estoy de acuerdo con eso, sin embargo, tienes que admitir, que de no ser por ellos las cosas en este sitio serían mucho peor. – dijo Leorio en voz baja después de que Kurapika terminase de comprar la leche.

- ¿Qué puede ser peor que vivir de la caridad de un demonio? – interrogó Kurapika en voz baja.

- Ver a un ser querido tuyo morir de alguna enfermedad completamente curable porque no había dinero o recursos para ayudarlo. – respondió Leorio amargamente – Tu no has vivido en la pobreza, yo si. Tu nunca has despertado preguntandote si va a haber algo comestible en tu plato o si serás capaz de pagar la luz, el servicio de derenaje o la renta. Y te puedo decir que es el sentimiento más horrible que hay en este mundo, despertar y ser saludado por un estómago vacío y una jornada laboral despiadada la cual no garantiza acabar tu hambre o darte alguna comodidad al final del día. Ellos podrán ser monstruos, pero son los únicos que se preocupan en ayudar a esas personas. ¿Quién se encargará de los enfermos y hambrientos de la ciudad si eliminamos a la Araña? ¿Quiénes detendrán a las mafias que buscan apoderarse de esta ciudad y explotar a su gente?

Kurapika frunció en seño. Leorio tenía razón, la Brigada Fantasma era la única entidad que parecía tener el el poder suficiente para auxiliar aquella ciudad ruinosa. No era justo, pero era cierto. Kurapika se alejó de Leorio un poco, acercandose a un vendedor de enlatados y preguntandole por los precios de la fruta en conservas, tratando de quitarse de la mente la cruda realidad que le había recalcado su novio.

Leorio sintió algo de lástima por Kurapika y culpa por haberle hablado tan duramente. Leorio entendía que el hecho de que Kurapika hubiese perdido a todo su clan de esa forma era algo horroroso que aún le afectaba y que obviamente el quería ajusticiar a la Araña para cerrar dicha herida. Sin embargo, eso no eliminaba el hecho de que la Araña fuera uno de los pocos pilares que mantenían la ciudad a flote y que sus acciones habían mejorado e incluso salvado la vida de muchos. Leorio decidió separarse un poco de Kurapika para abastecerse en la droguería cercana a unos puestos de comida. Leorio se sintió extrañado al entrar a aquella droguería, pues el creyó ver a una persona muy similar a un compañero suyo de la universidad de medicina salir de allí. Y no se trataba de cualquier compañero, sino de Arias Iecur. Arias Iecur había sido un estudiante relativamente destacado, manteniendo una beca deportiva en atletismo y además siendo el vice-presidente de la alianza LGBT de estudiantes de aquella universidad, siendo en parte una de las razones por las que Leorio había logrado coincidir con el y conocerlo en las reuniones de dicho grupo, pues Arias era un par de semestras más avanzados que Leorio y estaba cursando la carrera de enfermería y rehabilitación y no la de medicina en si misma. A Leorio le caía bien ese chico, pues tenía carácter resilente y altruista. Era una lástima que hacía un par de meses Arias hubiese desaparecido en sus usales rutinas de entrenamiento que realizaba a las afueras de la ciudad. Los policias encargados del caso concluyeron que lo más probable es que el hubiera sido víctima de algun animal salvaje o bien que se hubiese ahogado en uno de los lagos cercanos a aquel sendero, ignorando la posibilidad de que se tratara de un homicidio o un secuestro. Una tercera línea de investigación considero que pudo tratarse de un delito de odio, sin embargo, la falta de pruebas hacía dificil que se esclareciera el caso. Leorio estuvo a punto de dirigirse a aquel desconocido, sin embargo, antes de que le pudiera dirigir la palabra, el salió corriendo apersurado.

Leorio suspiró y decidió olvidar ese suceso, acercandose al se acerco al mostrador de la droguería (el cual se encontraba resguardado por vidros blindados y alambre de puas), esperando a que el encargado de aquel establecimiento lo atendiese. Vio como el encargado de la droguería estaba atendiendo a una mujer con paliacate blanco quien llevaba una gran caja en sus brazos. Al parecer esa mujer estaba tratando de regatear precios con el encargado de aquel establecimiento.

- Ya le dije, las jeringas las tengo en 1000 jennies por pieza y no le voy a descontar un jenny solo porque usted quiera 200 jeringas o los paquetes de morfina o insulina. – dijo el vendedor.

- Si usted me deja las jeringas a 800 jennies, en adición a la morfina y la insulina le comprare a precio regular un paqute doble de misoprostol y otro quintuple más de metadona. – contestó la mujer con quien negociaba.

- Compre también eso si usted quiere, pero el precio de las jeringas seá el mismo. – gruñó el vendedor.

- Bien, entonces en ese caso buscaré jeringas en otro sitio y dejare de comprarle insulina y morfina para siempre, al cabo usted no es el único. – dijo la compradora con determinación.

- No soy el único, pero las mias son nuevas y vienen es su paquete. Mi competancia las recicla. Si usted de verdad quiere jeringas nuevas serán 1000 jennies, si las compra hoy le descuento todos los medicamentos que dijo menos la morfina.

La mujer suspiró sintiendose derrotada antes de finalmente soltar el dinero y hacer la compra.

- De acuerdo. Esta bien, me llevo las 200 jeringas. – dijo la mujer al venderor mientras un asistente de llenaba la caja que tenía con varios paquetes y bolsas de medicamentos.

Leorio sintió algo de intirga ante la familiaridad de la voz de aquella mujer. Algo en su voz firme y su forma de dirigirse al vendedor le hizo a Leorio acordarse de una compañera suya de la universidad, la cual, al igual que Arias, se encontraba desaparecida. Antes de que ella lograra irse de aquel lugar Leorio se acerco a ella para ver su rostro reconociendola de inmediato.

- ¿Fatimee? – preguntó Leorio sorprendido al reconocer a su dulce e inocente compañera en deambulando un sitio como Ciudad Meteoro.

Fatimee Glinter y el habían estudiado juntos, siendo ella una chica conocida por su corazon bondadoso, su expresión risueña y su belleza deslumbrante, la cual acentuaba al vestir siempre a la moda y teñir sus rizos de colores alocados, sin embargo, en aquel momento todo el glamour y alegría que tanto la caracterizaba se había ido. Su rostro se veía demacrado y sombrío, mientras que su rizada melena había perdido todo el tinte colorido, mostrando un tono griseaseo y deprimente. Su clásico vestido floreado de H&M se veía muy desgastado y sucio, viendose casi tan miserable como la ropa de los nativos de Ciudad Meteoro.

Fatimee abrió los ojos horrorizada al reconocer a Leorio. Leorio tambien estaba espantado de verla en aquel lugar en circunstancias tan precarias, sin embargo, el hecho de que ella estuviese viva, aunque fuera en condiciones tan paupérrimas, le daba aire de esperanza a Leorio, quien sonrió al ver como esta llegaba a reconocerlo también.

- ¿Qué haces aquí Leorio? ¿El señor Lucilfer te obligó trabajar aquí también? – preguntó Fatimee espantada al ver a otro de sus compañeros de la universidad.

- ¿Lucilfer? – preguntó Leorio, preocupado de que Fatimee de alguna forma hubiese tenido cualquier clase de relación o contacto con aquel peligroso hombre.

- ¿Tu lo conoces verdad? ¿El fundador del Hospital Judas Apostol? – interrogó la joven desesperada.

- Vine aquí como misionero independiente. No estoy afiliado a nadie. – contestó Leorio en voz baja y tranquila, mientras le ayudaba a la joven a cargar la caja de medicamentos, sin embargo, esta seguía sin soltar la caja, manteniendo su expresión horrorizada.

- ¿Sabes que ha pasado con mi familia? ¿Y con Keynol? – volvió a interrogar la joven, desesperada.

- Todos creen que estas desaparecida, tu novio y tu familia te han buscado en todo el mundo. Tu familia incluso apareció en las noticias exigiendo ayuda para dar con tu paradero. – dijo Leorio.

- ¡Por favor, Leorio, huye de aquí y diles que estoy bien! ¡Que me encuentro haciendo trabajo de caridad y que no puedo regresar a casa! No les digas donde estoy ni que hago, por favor, diles que estoy viva, que no se preocupen y que tengan mucho cuidado. Por favor, diles que no lo reporten a la policía. Alejate de aquí lo más rapido que puedas, por favor. – rogó Fatimee.

- Fatimee, no puedo huir ni dejarte aquí, tengo que ayudarte. – dijo Leorio con lástima.

- No hay forma de que me ayudes. – contestó la joven al borde de las lágrimas.

- Fatimee, por favor, explicame. ¿Por qué pensaste que yo conocía al señor Lucilfer? – preguntó Leorio, cuya preocupación se acrecentaba cada vez más.

Fatimee tragó saliva y tras armarse de mucho valor le susurró al oído a Leorio.

- Ven al Hospital Judas Apostol mañana después de media noche, pregunta por mi a el recepcionista y te explicare todo. Si no me encuentras busca a Arias, el también esta aquí retenido. Y por favor, ven acompañado y con alguna arma por si las dudas, este lugar es muy peligroso. – contestó Fatimee, tras lo cual ella se largó aferrando sus brazos a la caja de medicamentos, corriendo rápidamente entre la multitud del mercado.

Leorio tragó saliva, sintiendo que por fin estaba viendo los hilos de la telaraña que Chrollo y compañía habían tejido, sin embargo, aquello no le daba tranquilidad en absoluto. ¿Acaso el sería la siguiente mosca en quedar atrapado por la Araña?

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Bien aquí mi siguiente capítulo. La verdad he tenido un par de semanas de mucho estudio ya que estoy por presentar un examen muy largo e importante, así como varios bajones de ánimo y problemas de salud, por lo que decidí darme un día de pinta para escribir, publicar y ahogar mis penas con fanfics, jeje.

Monnie´s: La verdad todo el capítulo anterior fue un tributo a todos mis lectores y lectoras, así que puse algunas cosas que sabía que amabas (y que yo tambien amo) para que fuera más genial el capítulo. Y, como tu dices, el capítulo 30 marcará un antes y un después de la Brigada Fantasma del que ya no habrá retorno. Pero eso se verá en los siguientes capítulos, muajajaja.

Como siempre, les mando un cálido abrazo virtual y mis mejores deseos todos mis lectores y lectoras, espero pronto poder actualizar más de mis fanfics (o escribir nuevos, jajaja).