- ¿Estás bien…?-Ganimedes comenzó a revolverse lleno de dolor entre la frazada, lo que alarmó al gemelo.
- No os preocupéis…-le tomó la mano que el rubio pusó sobre su frente y le sonrió-desde ahora, fluctuaremos las diferentes personalidades. Sois afortunado, mancebo rubio, vos queríais conocer a Kamil…-ante a mención de ese nombre, Kannon se sonrojó-seréis el primero en conocernos tan profundamente…así que no os asustéis, podremos tener diferentes visiones pero a fin de cuentas, la esencia nunca cambiara en nosotros. Somos un ser frágil que busca ser amado a pesar de sus defectos…-y cerró los ojos, quedando profundamente dormido.
El geminiano le cobijó bien, pero algo en el suelo llamó su atención, se agachó para tomar ese singular objeto: un rosario. Algo en su mente le hizo suponer que era de Hyoga. Así que lo tomó y lo puso en la mano izquierda del pelirrojo y al hacerlo, contempló sin duda lo que era el más grande secreto de Camus.
- ¿Y esto?-le dieron ganas de blasfemar en contra de quien grabó esos números horribles sobre aquella blanca piel, sobre todo, por lo que significaban-Supongo que es a esto a lo que Héctor se refería…-una gran ira se fue formando en su pecho al enterarse de que Camus puedo haber sido víctima de la última gran guerra perpetrada por humanos hacia los mismo humanos.
Ya había escuchado rumores y una vez conoció a algunos sobrevivientes cuyas historias de crueldad eran tan inverosímiles que hacia dudar que fuesen realidad. Pero allí estaba, justo frente a sus ojos, la señal de que aquellas historias lamentablemente, son reales.
Maldición, tenía que respirar un poco de aire fresco, así que fue al agujero de esa habitación y se quedó sentado al borde, viendo hacia la nada. Se quedó en esa misma posición hasta que alguien ajeno hizo su aparición en la habitación del onceavo caballero.
- Deberías ir a sanarte esa herida.
- ¿Por qué estás aquí?-preguntó sin voltear.
- Donkho me dijo lo que está pasando-era su hermano, pero sus palabras no sonaban del todo sinceras-Vine porque estoy preocupado.
- ¿En serio…?-Saga sonrió ante el sarcasmo en la voz del otro.
- Tienen miedo que cometas una de esas estupideces tan típicas de ti.
- Me ofendes, hermano. Soy la persona más sensata de estos lares.
- Diferimos en el significado de sensatez, Kannon-le palmeó el hombro sano, divertido con el comentario, para después sentarse a su lado, observando desde ese ángulo a un Camus completamente inconsciente-Creo que todo esto es más grave de lo que imaginamos, ¿verdad?
- Eso parece…oye, Saga-le llamó, atrayendo su atención.
- ¿Sí?
- ¿Qué tanto has escuchado sobre la última gran guerra que tuvieron los humanos?
- Casi toda Europa quedo destruida, así que hay muchas historias sobre bombardeos a ciudades. Algunos hablan sobre campos de trabajo, pero aún no se sabe mucho.
- Yo conocí a unos sobrevivientes y sus historias incluyen un maldito inferno en esos campos. Todos ellos tenían tatuado un número, ese se volvía su nombre.
- ¿Y por qué tienes interés en un tema tan escabroso?
- Camus tiene en su muñeca izquierda un número, tal como esos rumores-observó que el semblante confundido de su gemelo cambió a uno de horror.
- ¿Crees que haya estado en uno de esos campos?-la mirada será del otro aumento su nerviosismo. Ahora, ese hermetismo del acuariano, parecía tener un motivo-Debió ser…-la charla se cortó abruptamente, ya que Camus se despertó-Kannon…-en cuanto le llamó ambos se pusieron de pie, observando al pelirrojo quien daba un vistazo a todo el lugar.
- Así que esto, es el Santuario…
- Ese no es Camus-de inmediato, Saga se percató que ese semblante no era del francés.
- Ni Héctor, ni Ganimedes-Kannon parecía alarmado mientras Camus se ponía de pie frente a ellos-Debe ser otra reencarnación.
- ¿Quiénes son?
