CAPITULO 3

Nos quedamos en Inglaterra más tiempo del que Kizashi quería para que mi padre pudiera unirse a nosotros en la celebración de mi cumpleaños. Kizashi siempre fue muy atento con los deseos de mi querido papá.

El día después de cumplir los diecisiete años, partimos hacia la casa de mi esposo. Lloré, pero recuerdo que pensaba que estaba siendo muy egoísta. Sabía que iba a echar en falta a mi padre. Mi deber era seguir a mi marido, por supuesto.

Cuando se acabaron las lágrimas, me sentí ilusionada por el futuro. ¿Sabes, Sakura?, pensaba que Kizashi me estaba llevando a Camelot.

Anotación en el diario, 10 de agosto de 1795.

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Sakura se sentía enferma. Notaba que estaba a punto de ahogarse y se decía que aquel pánico se desvanecería en cuanto acabara aquel horrible viaje en el carruaje.

¡Cómo odiaba la estrechez dentro de aquel traqueteante vehículo! Las cortinas estaban corridas, las puertas cerradas, el aire denso y espeso por el fuerte perfume de su tía Furofuki. Sakura tenía las manos cerradas a los lados, ocultas a los ojos de su tía por los pliegues de su traje, y apoyaba los hombros con fuerza sobre el acolchado respaldo de piel marrón.

La condesa no se dio cuenta de que su sobrina tuviera algún problema. En cuando se cerró la puerta empezó a hacerle preguntas, sin dejarle tiempo ni una vez para responder. La tía aderezaba cada pregunta con comentarios mordaces y afilados sobre los invitados que acababan de dejar en casa de lord Hozuki. Parecía extraer un gran placer en difamar a los demás. La cara adoptaba una mueca siniestra, los delgados labios se fruncían y los ojos se volvían grises como un cuerpo congelado.

Sakura pensaba que los ojos reflejaban los pensamientos del alma. Sin duda alguna, la condesa era la prueba de esa verdad. Era una mujer colérica, amargada e interesada. Estúpida también, en opinión de Sakura, porque ni siquiera trataba de ocultar sus defectos a su sobrina. Una estupidez así la asombraba. Mostrar debilidad era darle poder al otro. Sin embargo, tía Furofuki ni siquiera parecía comprender esa ley primitiva. En realidad, le gustaba hablar de todas las injusticias que había sufrido. Constantemente.

Sakura no prestaba atención al espíritu de contradicción de su tutora. Además, había adoptado una actitud protectora hacia ella. La condesa era su familia y, aunque eso probablemente habría sido razón suficiente, además había otro motivo. Su tía le recordaba a Arroyo Riente, la vieja loca que solía perseguir a los niños con un palo. Arroyo Riente no podía evitar ser como era, la condesa tampoco.

-¿No me has oído, Sakura? -le espetó la condesa, apartando a Sakura de sus pensamientos-. Te he preguntado qué hizo que quisieras marcharte de la fiesta tan de súbito.

-Conocí a un hombre -dijo Sakura-. No era en absoluto como los demás. Lo llaman Sasuke el León.

-Estás hablando del marqués Uchiha de Lyonwood -dijo Furofuki, asintiendo con la cabeza-. Y te asustó, ¿no es eso? Bueno, no dejes que eso te preocupe. Asusta a todo el mundo, incluso a mí. Es un hombre grosero, intratable, pero su posición permite su insolencia, supongo. La fea cicatriz que tiene en la frente le da un aire siniestro.

-Oh, no, no me asustó -confesó Sakura-. Todo lo contrario, tía. Por supuesto, me atrajo su marca, pero cuando oí que sir Mikotado lo presentó como Sasuke Uchiha el León, sentí tanta añoranza que apenas se me ocurría nada que decir.

-¿Cuántas veces tengo que decirte que aquellos salvajes no tienen que significar nada para ti? -dijo Furofuki con voz estridente-. Después de todos los sacrificios que he hecho para que tengas el lugar que te corresponde en la sociedad y reclames mi herencia...

La condesa se dio cuenta de su desliz. Lanzó a su sobrina una mirada penetrante para medir su reacción y luego dijo:

-Sencillamente, no debes pensar en aquella gente. El pasado debe quedar olvidado.

-¿Por qué su apellido es León? -preguntó Sakura, cambiando con habilidad de tema. Lentamente apartó el brazo de la dolorosa presa de su tía-. Es solo por curiosidad -explicó-, porque, como me ha dicho usted que los ingleses no se ponen nombres de animales ni...

-No, pues claro que no, mocosa estúpida -masculló tía Furofuki-. El marqués no lleva el título de un animal. No se escribe igual -La condesa deletreó lentamente el título de Sasuke. Su voz perdió un poco de su crispación cuando continuó-: Es por referencia a su título por lo que lo llaman Uchiha Lyonwood. A los amigos más íntimos se les permite llamarle por su nombre Sasuke, claro.

-¿No será adecuado?

-Por supuesto que no -respondió la condesa-. Es demasiado astuto y demasiado rico. Tienes que mantenerte lejos de él, ¿entendido?

-Por supuesto.

La condesa asintió.

-Que te sientas atraída por él es algo que escapa a mi comprensión. No sería nada manejable.

-No me sentí verdaderamente atraída por él -respondió Sakura.

Mentía, por supuesto, pero solo porque no quería provocar otro estallido de cólera en su tía. Y además, tampoco conseguiría que su tía lo comprendiera. ¿Có- mo era posible razonar con una mujer que creía que la marca de un guerrero era denigrante? Con una mentalidad tan débil, la tía de Sakura se horrorizaría si le dijera la verdad.

Ah, sí, Sasuke la atraía. Le gustaban las pintas rojizas de sus ojos negros obsidiana. Su complexión poderosa era la de un guerrero y se sentía naturalmente atraída por su fuerza. Le rodeaba un aura de autoridad. Tenía el nombre acertado, porque sí que le recordaba a un león. Sakura había observado su actitud perezosa, casi aburrida; sin embargo, sabía instintivamente que podía moverse a gran velocidad si lo provocaban.

Sí, era atractivo. A Sakura le gustaba mucho mirarlo.

Y sobre todo, adoraba su olor. Sakura se preguntó, con una ligera sonrisa, qué pensaría su tía si admitía ese hecho. Vaya, probablemente instalaría una segunda cadena en la puerta de su habitación.

No, la condesa no comprendería aquella atracción. El viejo chamán de su tribu sí que lo entendería. Es más, se sentiría muy complacido.

-No hemos de preocuparnos de que Sasuke te muestre el más mínimo interés -anunció su tía-. Ese hombre solo corteja a sus amigas. La última, según los rumores que he oído, es una mujer llamada lady Ino. -La condesa emitió un bufido poco elegante antes de continuar-. Buena lady está hecha. Ramera es un nombre mejor para esa bruja. Se casó con un hombre con más del doble de años que ella y no me cabe la menor duda de que empezó con sus aventuras aun antes de que acabara la boda.

-¿A su marido no le importa que...?

-El viejo chivo murió. No hace mucho tiempo, por lo que me han dicho. Según los rumores, lady Ino tiene puesta la mira en Sasuke como próximo marido.

-No creo que se case con una mujer de mala reputación-dijo Sakura, reforzando sus palabras con un cabeceo-. Pero si la llaman lady, entonces no debe de ser una mujer ligera. ¿No es así? -preguntó, frunciendo el ceño ante la confusión que reinaba en su cabeza.

-La buena sociedad la acepta debido a su título. Muchas mujeres casadas tienen aventuras. Todos los maridos mantienen queridas -dijo la condesa-. Esa moralidad me asquea, pero los hombres siempre siguen sus instintos más bajos, ¿no es así?

Su tono de voz no sugería que quisiera saber la opinión de Sakura.

-Sí, tía -respondió con un suspiro.

-A Sasuke apenas se le ve en público actualmente -continuó la condesa-. Desde que murió su esposa se ha mantenido apartado.

-Quizá todavía está de duelo por ella. Me pareció vulnerable.

-Ja -dijo su tía con sorna-. A Sasuke le han llamado muchas cosas, pero la palabra «vulnerable» nunca ha acompañado su nombre. No puedo imaginar a ningún hombre llorando la pérdida de una esposa. Están todos demasiado ocupados persiguiendo sus propios placeres para preocuparse por nadie más.

El carruaje se detuvo frente a la residencia de los Aburame, poniendo fin a la conversación. Sakura se sintió profundamente aliviada cuando el lacayo abrió, por fin, la puerta del carruaje. Respiró hondo varias veces mientras subía detrás de su tía por la escalinata que llevaba a la casa con fachada de ladrillo.

Una brisa suave y sensual le refrescó la cara. Sakura deseó poder quitarse todas las agujas del pelo y dejar caer los pesados rizos. No obstante, su tía no le permitía llevar la melena suelta. La moda prescribía unos rizos cortos o un moño alto de diseño complicado. Dado que Sakura se negaba a cortarse el rebelde pelo, se veía obligada a soportar la tortura de las agujas.

-Confío en que esto no sea demasiado para ti -comentó la condesa, sarcástica, antes de llamar a la puerta.

-No le fallaré -respondió Sakura, sabiendo que esas eran las palabras que su tía quería oír-. De verdad que no tiene que preocuparse. Soy lo bastante fuerte como para enfrentarme a cualquiera, incluso a un león.

La broma no encontró eco. La condesa frunció los labios mientras miraba a su sobrina de arriba abajo.

-Sí, eres fuerte. Es evidente que no has heredado ninguno de los odiosos rasgos de tu madre. Demos gracias a Dios por ello. Mebuki era una mujer sin carácter.

Era difícil, pero Sakura contuvo su cólera. No podía dejar que su tía supiera cuánto la disgustaban aquellas malignas palabras sobre su madre. Aunque llevaba ya más de un año viviendo con su tía, todavía le costaba creer que una hermana pudiera ser tan desleal con otra. La condesa no sabía que su hermana había llevado un diario. Sakura no iba a contárselo; por lo menos todavía no, pero se preguntaba cuál sería la reacción de su tía si se viera confrontada con la verdad. Sakura decidió que no cambiaría nada. La mente de su tía era demasiado retorcida para aceptar cualquier cambio en sus opiniones.

El fingimiento se estaba haciendo insoportable. Sakura no estaba dotada de una naturaleza paciente. Tanto Merry como Lobo Negro le habían advertido que controlara con firmeza su genio. También la habían advertido sobre los blancos. Sus padres sabían que tendría que recorrer aquel camino sola. Lobo Negro temía por su seguridad. Merry temía por su corazón. Sin embargo, ninguno de los dos había hecho caso de sus ruegos para quedarse con ellos. Había una promesa que cumplir, y no importaba cuántas vidas se perdieran, ni cuántos corazones se rompieran.

Y si sobrevivía, podría volver a casa.

Sakura se dio cuenta de que estaba frunciendo el ceño. Al instante, recuperó la sonrisa justo en el momento en que el mayordomo de lord Aburame abría la puerta. La sonrisa siguió firme en su sitio durante las largas presentaciones. Solo había veinte invitados, la mayoría de edad avanzada, y hasta que se anunció que el refrigerio estaba servido, no le concedieron a Sakura tregua alguna mientras desgranaban el tema, al parecer contagioso, de las enfermedades corrientes.

La condesa se apartó a regañadientes del lado de Sakura cuando lord Aburame le ofreció el brazo. Sakura consiguió desanimar a tres caballeros bien intencionados que querían acompañarla al comedor, fingiendo tener que ir al cuarto de baño en el piso de arriba. Cuando bajó de nuevo, vio que la sala estaba vacía. La soledad le resultó irresistible. Miró por encima del hombro para asegurarse de que nadie la observaba y luego se apresuró a ir al otro extremo de la larga y estrecha habitación. Había observado que había un balcón, más allá de las puertas cristaleras, protegido dentro de una estancia abovedada. Sakura solo quería robar unos minutos preciosos de gozosa quietud antes de que alguien viniera a buscarla.

Su esperanza fue en vano. Acababa de llegar al gabinete cuando notó que alguien la observaba. Sakura se puso rígida, confusa por la sensación de peligro que la recorrió de la cabeza a los pies y luego se volvió lentamente para enfrentarse a la amenaza.

El marqués Uchiha de Lyonwood estaba allí, de pie, a la entrada, mirándola fijamente.

El león la acechaba. Sacudió la cabeza, negando sus descabelladas ideas, pero al mismo tiempo, instintivamente, dio un paso atrás. El olor a peligro seguía allí, impregnando el aire, haciendo que se sintiera confusa, desconfiada.

Sasuke la observó durante un buen rato. Su expresión era intensa, casi perturbadora. Sakura se sentía atrapada por aquella oscura mirada. Cuando, de súbito, él se irguió, apartándose de la pared y empezó a dirigirse hacia ella, no pudo evitar dar otro paso atrás.

Él se movía como un depredador. No se detuvo cuando llegó a su altura, sino que la obligó con sus medidos pasos a retroceder, pasar por la arcada y entrar en la oscuridad de la noche.

-¿Qué está haciendo, señor? -musitó Sakura, tratando de sonar escandalizada, pero no demasiado preocupada-. ¿No cree que este no es, en absoluto, un comportamiento apropiado?

-No.

-Ha olvidado dar a conocer su presencia a nuestro anfitrión -dijo Sakura tartamudeando-. ¿Ha olvidado su deber?

-No.

Trató de sortearlo. Sasuke no le permitió escapar. Puso sus grandes manos sobre sus hombros y siguió, avanzando con su decidido paso.

-Sé que no ha hablado con lord Aburame -dijo Sakura-, ¿o sí que lo ha hecho?

-No.

-Ah -respondió Sakura, casi sin aliento-. Eso es mala educación.

-Sí.

-Realmente, debo volver adentro, señor -dijo. Se sentía cada vez más alarmada por sus bruscas respuestas. Además, su proximidad la sacaba de quicio. Se dijo que lograría confundirla si ella se lo permitía. Entonces olvidó toda su preparación.

-Haga el favor de soltarme -exigió.

-No.

De repente, Sakura comprendió lo que él estaba haciendo y, aunque lo intentó, no consiguió ocultar una sonrisa.

-Está tratando de ser tan brusco como yo lo fui con usted, ¿no es así, Sasuke?

-Estoy siendo brusco -respondió él-. ¿Le gusta que contesten a sus preguntas solo con un sí o un no?

-Es eficaz -dijo Sakura, con la mirada fija en su pecho.

Pronunció mal la palabra «eficaz». Y además su acento se había hecho más perceptible. Sasuke dio por supuesto que estaba asustada, porque también había captado la preocupación de su voz. Lentamente, la obligó a levantar la barbilla, exigiéndole sin palabras que lo mirara.

-No tenga miedo de mí, Sakura -musitó.

Ella no le respondió. Sasuke la miró fijamente a los ojos un largo minuto, antes de que la verdad se asentara en su cabeza.

-No la inquieto lo más mínimo, ¿verdad? -preguntó.

Ella pensó que parecía decepcionado.

-No -admitió con una sonrisa. Trató de sacudirse su mano de la barbilla y cuando él no la soltó, dio otro paso atrás, solo para encontrarse con un débil enrejado contra la espalda.

Estaba bien atrapada y Sasuke sonrió al verlo.

-¿Me permite que vuelva adentro, por favor?

-Primero vamos a tener una conversación normal -anunció Sasuke-. Funciona así: yo le haré preguntas y usted puede hacerme preguntas. Ninguno de los dos dará respuestas bruscas de una sola palabra.

-¿Por qué?

-Para que empecemos a conocernos un poco mejor -dijo Sasuke.

Parecía decidido a quedarse en la galería de lord Aburame toda la noche si era necesario. Sakura decidió que tenía que recuperar el dominio lo antes posible.

-¿Está enfadado porque no le tengo miedo? -preguntó.

-No -respondió Sasuke, con una sonrisa-. No estoy en absoluto enfadado.

-Oh, sí que lo está -dijo Sakura-. Puedo notar la cólera dentro de usted. Y la fuerza. Me parece que podría ser tan fuerte como un león.

Él movió la cabeza, intrigado.

-Dice las cosas más extrañas -comentó. Le parecía que no podía dejar de tocarla. Con el pulgar le acarició el lleno labio superior. Su suavidad lo fascinaba, lo atraía.

-No tengo intención de decir cosas extrañas -dijo Sakura, frunciendo el ceño-. Es muy difícil bromear con usted. -Volvió la cara hacia otro lado y murmuró-: Mi tía no quiere que esté en su compañía, Sasuke. Si se da cuenta que estoy aquí fuera con usted, se sentirá muy contrariada.

Sasuke enarcó una ceja al oír aquello.

-Pues entonces, no tendrá más remedio que sentirse contrariada, ¿no es así?

-Dice que es demasiado astuto -le dijo Sakura.

-¿Y eso es un defecto? - preguntó Sasuke, frunciendo el ceño.

-Y además, demasiado rico -añadió Sakura, asintiendo con la cabeza cuando él la miró, incrédulo.

-¿Y qué hay de malo en ser rico? -preguntó.

-No sería manejable, -dijo Sakura citando las palabras de su tía.

-Eso es verdad.

-¿Lo ve?, después de todo, está de acuerdo con mi tía. No es como los otros, ¿verdad Sasuke?

-¿Qué otros?

Sakura decidió no hacer caso de la pregunta.

-Yo no soy una mujer fácil, milord. Mi tía dice que solo está usted interesado en ese tipo de mujeres.

-¿Y usted la cree? -preguntó. Sus manos volvieron a acariciarle los hombros. Una vez más, empezaba a resultarle difícil recordar de qué estaban hablando. Notaba su fuego a través del vestido. Era una maravillosa distracción.

¡Cómo deseaba probarla! Ella lo miraba abiertamente a los ojos con una mirada muy inocente. Sasuke decidió que estaba tratando de convertir en una burla todo lo que él creía sobre las mujeres. Pero él, claro, no iba a dejarse engañar. Sin embargo, ella le intrigaba lo suficiente para seguirle el juego un poco más.

Decidió que no había ningún mal en ello.

-No -dijo Sakura, interrumpiendo sus pensamientos.

-No, ¿qué? -preguntó Sasuke, tratando de recordar qué le había dicho.

-No, no creo que mi tía esté en lo cierto. Es evidente que le atraigo, Sasuke, y yo no soy una mujer fácil.

Sasuke se rió suavemente. El sonido era como una caricia. Sakura notó que se le aceleraba el pulso. Ahora comprendía el peligro. El atractivo de Sasuke podía derribar todas sus barreras. Sabía, con una certeza que la dejó helada, que él podría penetrar su fingimiento.

-Realmente, tengo que regresar adentro -balbuceó.

-¿Sabe lo mucho que me confunde? -preguntó Sasuke, no haciendo caso de su petición de dejarlo-. Es usted muy hábil con sus artimañas, Sakura.

-No le comprendo.

-Oh, sí que lo hace -dijo Sasuke arrastrando las palabras-. No sé cómo lo ha hecho, pero ha conseguido que actúe como un escolar. La rodea un aire misterioso. Deliberado, ¿no es así? ¿Cree que me interesaría menos si supiera más de usted?

¿Interesar menos? Sakura sentía ganas de echarse a reír. Aquel hombre se quedaría estupefacto si supiera la verdad. Sí, su tía tenía razón después de todo. El marqués de Lyonwood era demasiado astuto para dejarse engañar mucho tiempo.

-No se preocupe tanto, dulzura -musitó Sasuke.

Ella vio la diversión en sus ojos.

-No me llame así -dijo. Le temblaba la voz, pero solo debido a la tensión que le causaba su presencia-. No es una regla apropiada.

-¿Regla apropiada? -Sasuke no sabía de qué le estaba hablando. Su frustración se convirtió en irritación. Se obligó a respirar hondo para calmarse-. Empecemos de nuevo, Sakura. Le haré una pregunta sencilla y usted puede darme una respuesta directa -anunció-. No obstante, primero tenga la amabilidad de explicarme a qué se refiere cuando dice que llamarla dulzura no es una regla apropiada.

-Me recuerda a alguien de mi pasado, Sasuke. Y siento demasiada nostalgia para continuar con esta conversación.

Su confesión salió en un murmullo triste, desesperanzado.

-¿Estaba enamorada de otro hombre? -preguntó Sasuke, incapaz de eliminar la ira de su voz.

-No.

Él esperó y cuando ella no amplió su respuesta, dejó escapar un largo suspiro.

-Ah, no, no lo hará otra vez -dijo-. Me lo va a explicar -añadió, aumentando la presión sobre sus hombros-. Sakura, no hace ni dos horas que la conozco y ya me tiene hecho un lío. No es algo que me resulte fácil admitir -añadió-. ¿No podemos mantenernos dentro de un tema?

-No me parece que podamos -respondió Sakura-. Cuando estoy cerca de usted olvido todas las reglas.

Sasuke pensó que sonaba tan desconcertada como él mismo. Además, habían dado una vuelta completa y habían vuelto de nuevo a sus reglas. No tenía sentido.

-Yo ganaré, ¿sabe? -le dijo-. Siempre lo hago. Puede descentrarme tantas veces como quiera, pero siempre...

Perdió el hilo de lo que estaba diciendo cuando, de repente, Sakura levantó la mano y deslizó las puntas de los dedos por la irregular línea de su cicatriz. Aquel suave toque se difundió en ondas expansivas hasta su corazón.

-Tiene la marca de un guerrero, Sasuke.

Dejó caer las manos. Dio un paso atrás, con la intención de poner algo de distancia entre los dos para que se enfriara el fuego que le recorría las venas. Por la inocente mirada de sus ojos, supo que ella no tenía ni idea del efecto que tenía en él.

Todo había pasado de súbito, con una fuerza abrumadora. Sasuke no sabía que el deseo pudiera estallar tan rápidamente.

Sakura aprovechó la separación. Inclinó la cabeza y lo sorteó.

-Nunca debemos volver a tocarnos -dijo antes de volverle la espalda y alejarse.

Había llegado al gabinete cuando su voz la detuvo.

-¿Es que encuentra a los guerreros con cicatrices poco atractivos?

Sakura se volvió, con tanta rapidez que la falda le revoloteó en torno a los tobillos. Parecía estupefacta por su pregunta.

-¿Poco atractivos? Seguramente está bromeando a mi costa -dijo.

-Yo nunca bromeo -respondió Sasuke. Su voz sonaba cansada, pero sus ojos hablaban de su vulnerabilidad.

Sakura supo que tenía que revelar aquella verdad.

-Le encuentro casi demasiado atractivo para rechazarlo.

No pudo mirarlo abiertamente a los ojos cuando hizo aquella confesión, vencida por la timidez debido a lo atrevido de su admisión. Pensó que, probablemente, se estaba sonrojando y esa idea la irritó lo suficiente para volver a darle la espalda a Sasuke.

Él se movió con la rapidez de un león. En un momento estaba en la galería y al siguiente la había inmovilizado contra la pared lateral del gabinete. Su cuerpo la mantenía justo allí donde él la quería. De cintura para abajo Sakura estaba atrapada por las piernas del hombre y sus hombros quedaban sujetos por sus ma- nos. Cuando Sasuke alargó un brazo para cerrar las puertas, sus muslos rozaron los suyos íntimamente. El contacto los perturbó a ambos. Sakura se apretó contra la pared, tratando de huir de aquel roce. La reacción de Sasuke fue justamente la contraria. Se le acercó más todavía, buscando de nuevo el contacto.

Sabía que estaba haciendo que se sintiera violenta. Veía que estaba sonrojada, incluso a la tenue luz de la luna.

-Eres como una frágil florecilla -murmuró Sasuke, mientras sus manos le acariciaban los hombros y el cuello-. Tu piel tiene el tacto de la seda caliente.

Su sonrojo se hizo más profundo. Sasuke sonrió al verlo.

-Abre los ojos, Sakura. Mírame -ordenó con una voz tan suave como la brisa.

Sus tiernas palabras le provocaron escalofríos desde los hombros hasta los dedos de las manos. Palabras de amor, casi idénticas a las que le decía Lobo Negro a Merry cuando pensaba que estaban solos. Sasuke estaba tratando de amansarla de una forma muy parecida. ¿Significaba eso que quería aparearse con ella? Sakura estuvo a punto de soltar la pregunta y luego comprendió que no debía hacerlo. Se recordó que Sasuke era inglés. Las reglas no eran las mismas.

Que el cielo la ayudara, no debía olvidarlo.

-Nunca coquetearía con un león -balbuceó-, es demasiado peligroso.

Las manos de Sasuke le rodearon la garganta. No estaba seguro de si quería besarla o estrangularla. Aquella mujer lo confundía con sus ridículos comentarios. Notaba el frenético latido de su corazón bajo la presión de sus dedos.

-Tus ojos no muestran ningún miedo, pero tu corazón me dice la verdad. ¿Tienes miedo porque te atraigo?

-¡Qué hombre tan arrogante eres! -dijo Sakura-. Mira, estoy tan asustada que no me cabe duda de que me desmayaré si no me sueltas ahora mismo.

Sasuke se echó a reír, haciéndole saber que no se creía aquella mentira. Se inclinó hasta que sus labios estaban solo a un aliento de los de ella.

-¿No me habías dicho que era demasiado irresistible para negarlo, Sakura?

-No -musitó ella-. Dije que eras casi demasiado irresistible para negarlo, Sasuke. Casi. Hay una diferencia.

Trató de sonreír, pero fracasó estrepitosamente. Estaba demasiado ocupada luchando contra aquella ansiedad, casi abrumadora, de fundirse con él, de abrazarlo con fuerza, de aprender su tacto, su sabor. Quería que el olor de él se emparejara con el suyo.

Sabía que era un anhelo prohibido y peligroso. Una cosa era provocar a un cachorro y otra muy distinta jugar con un león adulto. La oscura expresión de los ojos de Sasuke le decía que él actuaría con la misma determinación que un león hambriento. La devoraría si no se protegía.

-Sasuke -musitó, desgarrada entre el deseo y la necesidad de ser prudente-. De verdad, debes ayudarme a luchar contra esta atracción. Me olvidaré de todo si no cooperas.

Él no sabía de qué le estaba hablando. ¿Qué pensaba que iba a olvidar? Quizá no la había oído bien. Su acento era ahora tan pronunciado que era difícil estar seguro.

-Te voy a besar, Sakura -dijo, sujetándola por la barbilla, cuando ella empezó a negar con la cabeza-. Un único beso -prometió.

Frotó la barbilla contra el pelo de ella, inhaló su dulce perfume y soltó un suspiro, suave y satisfecho. Luego le cogió las manos e hizo que le rodeara el cuello con los brazos.

Dios, era tan suave. Le deslizó las manos por los brazos, notando cómo se le ponía la piel de gallina. Complacido con su reacción a su contacto, le puso las manos, posesivo, en las caderas y la atrajo hacia él.

Estaba haciendo durar aquello en exceso. Sakura ya no podía luchar contra su atracción. Un pequeño contacto satisfaría su curiosidad. Luego, volvería al interior y se obligaría a olvidar a Sasuke por completo. Se puso de puntillas y le rozó la barbilla con los labios. Luego le dio un casto beso en los labios y notó cómo reaccionaba poniéndose rígido: Se apartó, vio cómo él sonreía y supo que su atrevimiento le había complacido.

Su sonrisa se borró bruscamente cuando ella recorrió su labio inferior con la punta de la lengua. Sasuke reaccionó como si le hubiera alcanzado un rayo. La atrajo con fuerza hacia él hasta que sus muslos quedaron aplastados contra los suyos. No le importaba si su erección la asustaba o no. La rodeaba con los brazos, abrazándola con una fuerza que no le permitía resistirse. Sakura no iba a escapar de él hasta que él se lo permitiera.

De repente, ella trató de apartar la cara y el temblor que notó que la invadía le hizo pensar que quizá hubiera cambiado de idea.

-Sasuke, por favor, tendremos...

Su boca encontró la de ella, silenciando eficazmente sus protestas. La provocó y la tentó, solicitándole que abriera la boca. Sakura respondió a su dulce estímulo. Deslizó los dedos entre su pelo mientras un temblor apasionado le recorría todo el cuerpo. Sasuke gimió mientras la besaba y luego metió la lengua hasta lo más profundo de su boca, exigiendo con su ronco rugido que ella se apareara con él.

Sakura olvidó toda cautela. Aferró los hombros de Sasuke con sus manos. Sus caderas se movieron instintivamente hasta que abrazó el fuego del hombre con el suyo. Un gemido de placer escapó de sus labios cuando Sasuke empezó a frotarse contra sus caderas. Sakura usó la lengua para explorar las maravillosas texturas de la cálida boca de Sasuke, imitándolo.

El fuego se desató en las entrañas de Sasuke. Sus labios se adhirieron a los de ella de nuevo con un beso caliente y salvaje que no guardaba nada en reserva. La reacción desinhibida de Sakura era un gozoso tormento que no quería que acabara nunca. La forma en que lo besaba le hizo pensar que quizá no desconocía tanto a los hombres después de todo. Sasuke se dijo que no le importaba. El deseo de llevársela a la cama, tan pronto como fuera posible, anulaba cualquier otra consideración.

Sasuke no había sentido nunca un deseo tan crudo. Sakura gimió suavemente, desde lo más profundo de la garganta. El sonido casi lo empujó más allá del sentido común. Sabía que estaba a punto de perder todo control y, bruscamente, puso fin al beso.

-Este no es ni el sitio ni el lugar, amor -dijo con un susurro entrecortado.

Respiró hondo y se esforzó desesperadamente por no mirarle los labios. Tan suaves, tan excitantes. Ella tenía el aspecto de haber sido besada hasta el fondo, como así era y Sasuke podía ver que a ella le resultaba tan difícil recuperar el control como a él.

El hecho lo complació inmensamente. Tuvo que arrancarle las manos de los hombros, porque Sakura no parecía capaz de hacer otra cosa que no fuera mirarlo. Ahora sus ojos eran de un profundo color jade. El color de la pasión, pensó Sasuke mientras le besaba las puntas de los dedos y luego le soltaba las manos.

-Voy a averiguar todos tus secretos, Sakura -musitó Sasuke, pensando en el placer que podían darse mutuamente en la cama.

Su promesa penetró en ella con la rapidez de una daga. Sakura pensó que acababa de prometerle que lo averiguaría todo de su pasado.

-Déjame, Sasuke -murmuró. Lo sorteó, entró en la arcada y luego se volvió para mirarlo de nuevo-. Tu curiosidad podría llevarte a la muerte.

-¿A la muerte?

Ella movió la cabeza, con un gesto negativo, para hacerle saber que no iba a ampliar aquel comentario.

-Nos hemos satisfecho mutuamente compartiendo un beso. Es suficiente.

-¿Suficiente?

Su rugido la siguió hasta dentro de la sala. Sakura hizo una mueca al oír la cólera que había en su voz. El corazón le golpeaba dentro del pecho y dio gracias a los dioses de que los demás invitados estuvieran todavía en el comedor. Había una silla vacía junto a la de su tía, se sentó allí inmediatamente y trató de concentrarse en la aburrida conversación que la condesa sostenía con sus anfitriones.

Unos minutos más tarde, apareció Sasuke en la puerta. Lord Aburame estaba fuera de sí de entusiasmo. Era evidente que todo el mundo creía que el marqués de Lyonwood acababa de llegar.

Sakura saludó a Sasuke con un breve gesto y luego le volvió la espalda. Aquella descortesía deleitó a la condesa, quien llegó a tender la mano y darle unas palmaditas en la suya a Sakura. Era la primera muestra de afecto que le había mostrado nunca.

Sasuke hizo caso omiso de Sakura tan completamente como ella de él. Por supuesto, él era el centro de atención, porque su título y su fortuna lo colocaban por encima de los demás. Los hombres se apresuraron a rodearlo. La mayoría de las mujeres también dejó sus asientos. Se agruparon como una nidada de codornices, subiendo y bajando las cabezas y las pestañas al unísono siempre que daba la casualidad de que Sasuke miraba en su dirección.

Cuando Sakura no soportó más aquella nauseabunda exhibición, volvió a la sala.

Sasuke estaba atrapado en una conversación con su anfitrión hablando sobre la rotación de las cosechas. Más que aconsejar, escuchaba, empleando el tiempo para recuperar la calma. Aunque su rostro no delataba nada, en su interior temblaba de cólera.

Diablos, ella había vuelto a dejarlo plantado. Dos veces en una sola noche. Se dijo que aquella proeza debía de ser una especie de récord. Y además, era buena. Había logrado hacerle creer que estaba tan ardiente como él. Decidió que era una pequeña seductora.

Sasuke se sentía como si acabaran de tirarlo en un banco de nieve. Sakura tenía razón. Ella había satisfecho su curiosidad. El problema, admitió a regañadientes, era su sabor. Sabor a miel, cálida miel silvestre. No había tenido suficiente. Y mientras lord Aburame hablaba con gran entusiasmo de los méritos de la cebada, Sasuke volvía a oír los suaves gemidos de Sakura. Estaba seguro de que había sido una representación por su parte, pero el recuerdo seguía haciendo que la sangre se le acelerara.

La tía de Sakura la había seguido a la sala. La condesa se quedó al lado de su sobrina, haciendo comentarios maliciosos sobre el mal sabor de una comida que había devorado en grandes cantidades hacía solo un momento. Sakura pensó que estaba a salvo hasta que Sasuke entró en la sala justo en el momento en que la condesa se había marchado arriba, al cuarto de baño, para retocar su aspecto.

De repente, Sakura volvió a ser vulnerable. Sasuke se dirigía hacia ella a grandes pasos y, aunque sonreía a los demás invitados, podía ver, sin ninguna duda, la rabia en sus ojos. Inmediatamente, se apresuró a reunirse con lord Aburame para hablar con él, mientras observaba, desconfiada, a Sasuke por el rabillo del ojo.

-Tiene una casa encantadora -le soltó de súbito a lord Aburame.

-Gracias, querida. Es cómoda para mis necesidades -declaró lord Aburame, sacando pecho, imbuido de su nueva importancia.

Empezó a explicarle dónde había encontrado las diversas obras de arte que llenaban los estantes de la habitación. Sakura trataba de prestar atención a lo que le decía. Observó que Sasuke vacilaba y sonrió.

-En realidad fue mi esposa quien eligió la mayoría de piezas. Tiene muy buen ojo para la calidad -comentó lord Aburame.

-¿Cómo? -preguntó Sakura, desconcertada por la forma en que lord Aburame la miraba. Parecía estar esperando algún tipo de respuesta. Era mala suerte, porque no tenía ni la más ligera idea de lo que estaban hablando.

Sasuke se estaba acercando. Sakura lo culpó a él en exclusiva de su falta de concentración. Sabía que quedaría en ridículo ante su anfitrión si no procuraba prestarle atención. Deliberadamente, se volvió de espaldas a Sasuke y sonrió de nuevo a lord Aburame.

-¿Dónde encontró aquel jarrón rosa tan bonito que han colocado en la repisa de la chimenea? -preguntó.

Lord Aburame se esponjó de nuevo. Sakura pensó que parecía un conejo gordo.

-Es la pieza más valiosa de mi colección -anunció-. Y la única que escogí yo solo. Me costó más que todas las joyas de mi esposa juntas -murmuró, cabeceando-. Además tuve que ponerme firme con Keiri, porque ella decía que, sencillamente, no encajaría.

-Oh, a mí me parece precioso -dijo Sakura.

-Aburame, me gustaría hablar un momento con la princesa Sakura. En privado, si no le importa.

Sasuke acababa de hablar justo detrás de ella. Sakura sabía que si daba un paso atrás chocaría contra su pecho. La idea era tan perturbadora que no consiguió encontrar una forma de negarse.

-Por supuesto -declaró lord Aburame.

Dirigió una mirada especulativa a Sasuke. Este pensó que estaba emparejándolo. El rumor de que se había interesado por Sakura correría por todo Londres antes del mediodía del día siguiente. Era extraño, pero no le preocupaba demasiado. Si mantenía a los demás dandis a raya, entonces quizá aquel rumor jugara a su favor.

-Por supuesto que no -soltó Sakura, de repente. Sonrió a lord Aburame para suavizar su negativa mientras rezaba por que acudiera en su rescate.

Fue una plegaria inútil. Lord Aburame pareció sobresaltado y confuso, hasta que Sasuke intervino con voz suave y mentirosa.

-Sakura tiene un maravilloso sentido del humor. Cuando la conozca mejor, estoy seguro de que estará de acuerdo conmigo.

La risa de Sasuke engañó por completo a su anfitrión, pero no a Sakura. La firme presa que hacía en su mano, le decía que no lo encontraba en absoluto divertido.

Estaba decidido a ganar. Sakura pensó que, seguramente, provocaría una escena si ella trataba de negarse a su petición. A aquel hombre no parecía importarle lo que los demás pensaran de él. Era un rasgo que no podía menos de admirar.

Recordó que Sasuke no tenía necesidad de fingir. Su título le garantizaba que todos se conformarían a sus deseos. Era tan arrogante y tan seguro de sí mismo como el jefe de los dakotas.

Sakura trató de soltarse cuando se volvió para encararlo. Sasuke sonreía a lord Aburame, pero al mismo tiempo aumentaba la presión sobre su brazo. Supuso que le estaba diciendo, sin palabras, que no discutiera. Luego se volvió y empezó a andar llevándola con él.

Ella no se debatió, sino que irguió los hombros y lo siguió. Todo el mundo los miraba y, por esa razón, se forzó a sonreír y a actuar como si no fuera nada extraordinario que un hombre al que acababa de conocer la arrastrara a través de la sala. Cuando oyó que una mujer murmuraba que el marqués y ella hacían una pareja que daba el golpe, dejó de sonreír. Sí, ella sentía deseos de golpear a Sasuke, pero sin duda era poco halagador que aquella mujer hiciera ese comentario. Sabía que Sasuke también lo había oído. Su arrogante sonrisa lo dejaba bien claro. ¿Quería eso decir que él quería golpearla?

Sasuke se detuvo al llegar al gabinete. Sakura se sintió tan aliviada por que no la hubiera llevado afuera que empezó a relajarse. Seguían a la vista de los demás invitados, lo cual era una bendición, porque Sakura sabía que Sasuke no intentaría besarla hasta dejarla sin sentido con aquel público vigilando cada movimiento que hacía. No, los abrazos tiernos y las palabras dulces pertenecían a momentos de intimidad, cuando un hombre y una mujer estaban solos.

Después de saludar con un gesto de la cabeza a varios caballeros, Sasuke se volvió hacia Sakura. Estaba lo bastante cerca como para tocarla si ella daba un solo paso adelante. Aunque le había soltado la mano, tenía la cabeza inclinada hacia ella. Sakura mantenía la cabeza deliberadamente inclinada, negándose a mirarlo a los ojos. Pensaba que debía de tener un aire muy sumiso y humilde. Era el aspecto que quería ofrecer a quienes los miraban, pero que, de cualquier modo, la irritaba.

Otra mentira, otro fingimiento. Cómo se reiría de ella su hermano, Águila Blanca, si pudiera verla ahora.

Sabía, igual que todos los demás, allá en casa, que no había ni un hueso sumiso en todo el cuerpo de Sakura.

Sasuke parecía tener la suficiente paciencia para seguir allí, con los ojos fijos en ella, toda la noche. Sakura decidió que no iba a hablar con ella hasta que le prestara toda su atención. Puso una sosegada sonrisa en sus labios y, finalmente, levantó los ojos para mirarlo.

No había duda de que estaba furioso con ella.

-Se te han puesto los ojos tan negros como los de un cuervo -le espetó.

Él ni siquiera parpadeó ante aquel comentario tan extraño.

-Esta vez no, Sakura -dijo con un furioso susurro-. Los cumplidos no me harán perder el equilibrio otra vez, mi pequeña seductora. Juro por Dios que si vuelves a dejarme plantado como si nada, voy a…

-Oh, pero no era un cumplido -interrumpió Sakura, dejando que él viera lo irritada que estaba-. ¡Qué presuntuoso por tu parte pensar que lo era! El cuervo es nuestro enemigo.

Por todos los cielos, lo había vuelto a hacer. Sasuke hacía que le fuera tan fácil olvidarse de sí misma. Sakura luchó contra el impulso de recogerse la falda y salir corriendo. Pero de repente, comprendió que él no podía entender su comentario. La confusa expresión de su cara le decía que lo había desconcertado otra vez.

-¿Los pájaros son nuestros enemigos? -preguntó con una voz llena de incredulidad.

Sakura sonrió.

-¿De qué estás hablando? -preguntó, fingiendo inocencia-. ¿Querías hablarme de los pájaros?

-Sakura -el nombre le salió como un bramido-, conseguirías que un santo perdiera los estribos.

Ella pensó que parecía a punto de golpearla, así que dio un paso atrás y luego dijo:

-Pero tú no eres un santo, ¿verdad Sasuke?

En aquel momento, un grito atrajo toda la atención de Sasuke. Sakura también lo oyó, pero cuando trató de darse la vuelta, Sasuke la agarró y la empujó bruscamente detrás de su espalda. Su fuerza la dejó asombrada. Había actuado con tanta rapidez que ella ni siquiera había sospechado lo que intentaba hacer antes de que lo hiciera.

Sus anchas espaldas le tapaban la vista. Sakura sabía, por la rigidez de su postura, que había peligro. Y si no supiera que era falso, habría pensado que estaba tratando de protegerla.

Sentía mucha curiosidad. No había percibido ninguna amenaza, pero cuando sacó la cabeza por detrás de Sasuke vio que había hombres armados a la entrada. Se quedó boquiabierta de la sorpresa. Aquella noche había dado otro giro extraño. Primero se había tropezado con un león y ahora parecía que unos bandidos estaban apunto de hacerles víctimas de un robo. Estaba resultando ser una noche extremadamente interesante, después de todo.

Sakura quería ver mejor a los malhechores, pero Sasuke era de otro parecer. En cuanto se puso a su lado, volvió a empujarla para ponerla detrás de él.

Sí que la estaba protegiendo. Una cálida sensación le recorrió todo el cuerpo. Le complacía su determinación y, en realidad, la hacía sonreír. Decidió dejar que se saliera con la suya y luego se puso de puntillas, apoyó las manos en la espalda de Sasuke y se asomó por encima de sus hombros para ver qué estaba pasando.

Había cinco hombres. Cuatro llevaban cuchillos. Sakura observó que eran de mala factura. Todos llevaban máscaras que les tapaban la parte inferior de la cara. El hombre de la pistola, evidentemente el cabecilla, en opinión de Sakura, gritaba órdenes desde la entrada. Forzaba la voz para darle un tono profundo, gutural. Sakura supuso inmediatamente que era conocido por algunos de los invitados. No habría disimulado la voz a menos que pensara que podían reconocerlo. Y aunque iba vestido igual que los otros, con ropas de campesino y un sombrero que no era de su medida, sus botas no eran iguales en absoluto. Estaban viejas y gastadas, como las de los otros, pero la calidad de la piel era evidente.

Entonces el cabecilla se volvió y miró al otro lado de la sala. Se le abrieron unos ojos como platos de la sorpresa. Sakura soltó una exclamación ahogada. Dios santo, le habían presentado a aquel hombre no hacía ni una hora.

Sasuke la notó respingar y se acentuó su cara de pocos amigos, porque dio por sentado que Sakura estaba aterrorizada. Retrocedió un poco más, empujándola más al interior del espacio en sombra. Su intención era bloquearla dentro de la estancia y, si el peligro aumentaba, empujarla fuera del paso.

La esposa de lord Aburame se desmayó cuando uno de los bandidos le exigió el collar de diamantes. De forma muy conveniente, aterrizó en el sofá. Sakura trataba denodadamente de no echarse a reír. Un desvanecimiento era un fingimiento tan encantador.

De repente, la tía de Sakura apareció en medio de la conmoción. La condesa no pareció captar el hecho de que se estaba produciendo un robo. Cuando el cabecilla se volvió y apuntó la pistola en su dirección, Sakura contraatacó de forma inmediata.

Demente o no, su tía Furofuki era su familia. Nadie iba a hacerle daño.

Pasó demasiado rápidamente para que nadie reaccionara. Sasuke oyó el silbido del cuchillo segundos antes de que el bandido aullara de dolor. Había visto el brillo del metal volando por encima de su hombro derecho. Se volvió, tratando de proteger a Sakura de la nueva amenaza, pero no vio a nadie detrás de ella. Llegó a la conclusión de que quienquiera que hubiera lanzado el arma había desaparecido, saliendo a la galería.

Pobre Sakura. Trataba de mostrar un aire digno. Tenía las manos enlazadas recatadamente y solo le dedicó una curiosa mirada. Incluso miró hacia atrás cuando Sasuke lo hizo; sin embargo, no parecía comprender que allí, acechando en las sombras, podía haber peligro.

Sasuke la empujó rápidamente a un rincón, de forma que la pared le protegiera la espalda. Cuando comprobó satisfecho que nadie podía llegar hasta ella por detrás, se volvió para enfrentarse a los bandidos. Su espalda apretaba a Sakura contra la pared.

Ella no protestó por su confinamiento. Sabía lo que él estaba haciendo. Seguía protegiéndola y asegurándose de que nadie volvía a entrar por la arcada. Pensó que era muy noble y considerado por su parte.

Por supuesto, no había ninguna necesidad, porque nunca había habido nadie detrás de ella. No obstante, no se lo podía decir y su preocupación por su seguridad la complació enormemente.

El cabecilla de los bandidos había desaparecido. Los demás amenazaban a los invitados blandiendo sus cuchillos mientras retrocedían hacia la puerta.

Tanto la pistola como el cuchillo habían quedado abandonados allí, en el suelo. Sasuke se volvió hacia Sakura.

-¿Estás bien? -preguntó.

Sonaba muy preocupado. Sakura decidió adoptar un aspecto asustado. Asintió y cuando Sasuke la cogió por los hombros y la atrajo hacia él, notó la furia que le embargaba.

-¿Estás furioso conmigo? -preguntó.

Él se quedó sorprendido por la pregunta.

-No -contestó. Tenía la voz tan ronca que pensó que quizá no la hubiera convencido-. Claro que no estoy furioso contigo, amor.

Sakura sonrió al oír la forzada dulzura de su voz.

-Entonces puedes dejar de estrujarme los hombros -le dijo.

Él la soltó de inmediato.

-Estás furioso porque no has podido luchar contra los malhechores, ¿no es verdad, Sasuke?

-¿Malhechores? Querida, su intento era algo más serio.

-Pero querías enfrentarte a ellos, ¿verdad?

-Sí -admitió él con una sonrisa-. Me moría de ganas de intervenir. Hay costumbres que cuesta perder -añadió.

-Siempre serás un guerrero, Sasuke.

-¿Qué?

Vaya, ya volvía a parecer confuso. Sakura se apresuró a decir:

-Hay demasiadas personas de edad aquí. No habría sido seguro que intervinieras. Alguien podría haber resultado herido.

-¿Solo te preocupaban esas personas de edad? -preguntó.

-Sí.

Sasuke frunció el ceño al oír esa respuesta. Entonces ella comprendió que también quería que se preocupara por su seguridad. ¿No comprendía que habría sido un insulto que se hubiera mostrado inquieta por él? ¡Eso significaría que no tenía suficiente fe en su capacidad! Pero recordó que era inglés. Y eran una raza extraña.

-Yo no me preocuparía nunca por ti, Sasuke. Habrías sabido defenderte.

-Tienes plena fe en mí, ¿verdad?

Ella sonrió ante la arrogancia de su tono.

-Oh, sí -murmuró, ofreciéndole la alabanza que parecía necesitar. Estaba a punto de añadir algo más cuando un fuerte lamento la interrumpió.

-Nuestra anfitriona está recuperando el sentido -anunció Sasuke-. Quédate aquí, Sakura. Volveré dentro de un minuto.

Hizo lo que le ordenaba, aunque mantuvo la atención fija en él. El corazón empezó a latirle con fuerza cuando él se inclinó y cogió su cuchillo. Respiró hondo, aguantó la respiración y luego suspiró aliviada cuando él dejó el cuchillo encima de la mesa para prestar atención a la pistola.

El caos que la rodeaba era desconcertante. Todos hablaban al mismo tiempo. Quizá tendría que probar a desmayarse, después de todo. Pero decidió no hacerlo porque el sofá ya estaba ocupado y el suelo no parecía muy apetecible. Se conformó con retorcerse las manos. Era lo mejor que podía hacer para mostrar un aire trastornado.

Dos caballeros sostenían una grave conversación. Uno llamó a Sasuke con un gesto para que se uniera a ellos. En cuanto él se dirigió hacia el comedor, Sakura fue disimuladamente hasta la mesa. Se aseguró de que nadie le prestaba atención y, entonces, cogió el cuchillo, lo limpió y lo guardó de nuevo en la vaina.

A continuación se apresuró a acudir al lado de su tía. La condesa estaba administrando unos consejos virulentos a la afligida dama tendida en el sofá.

-Me parece que ya he tenido bastante excitación por una noche -le dijo Sakura a su tutora cuando, por fin, consiguió captar su atención.

-Sí -respondió la condesa-. Será mejor que nos vayamos.

Sasuke estaba bloqueado en el comedor, escuchando las absurdas ideas de cómo aquellos dos ancianos caballeros pensaban atrapar a Menma y su banda.

Después de unos diez minutos, se hartó. Su atención volvía una y otra vez a la inusual daga que había tenido en las manos. Nunca había visto nada igual. El arma estaba hecha de forma tosca, pero templada hasta darle una punta tan aguda como una aguja. El mango era plano. Con toda seguridad, quienquiera que fuera el propietario de aquel cuchillo no lo había comprado en Inglaterra.

Sasuke decidió llevárselo con él. Tenía mucha curiosidad y estaba decidido a encontrar al hombre que lo había lanzado.

-Caballeros, les dejo para que acaben de elaborar sus planes -anunció Sasuke-. Creo que acompañaré a la princesa Sakura y a su tía hasta dejarlas seguras en su casa. Si me disculpan...

No les dio tiempo de empezar de nuevo; dio media vuelta y se apresuró a entrar de nuevo en la sala. Recordaba haberle dicho a Sakura que lo esperara hasta que volviera. No debería haberla dejado sola; daba por sentado que seguiría asustada y necesitada de su consuelo. Sinceramente confiaba en que fuera así, porque la idea de ofrecerle solaz le resultaba muy atractiva.

Iba planeando cómo la apartaría de su tutora. Solo quería robarle unos minutos para poder besarla una vez más.

-Pero... por todos los demonios -murmuró cuando comprendió que Sakura había desaparecido. Miró hacia la mesa donde había dejado el cuchillo y soltó un rotundo juramento.

El cuchillo también había desaparecido. El humor de Sasuke se ensombreció. Pensó en preguntar a los invitados, pero todos seguían ocupados hablando una y otra vez de sus reacciones frente al robo. Decidió no molestarse.

Se volvió para mirar de nuevo la estancia donde él y Sakura habían permanecido durante el asalto. De repente se le ocurrió una idea, pero se dijo que no era posible.

Luego fue hasta el interior del gabinete y lo atravesó hasta quedarse junto al enrejado de la galería.

Más de seis metros separaban la galería de la terraza en declive que había abajo. Era imposible escalar desde allí. El enrejado era endeble, demasiado débil para sostener la cuerda y al hombre.

Su mente saltó inmediatamente a una conclusión absurda. Movió repetidamente la cabeza con un gesto negativo.

-Imposible -murmuró.

Decidió dejar aquel enigma de lado y concentrarse en lo que de verdad le preocupaba en aquel momento.

Sasuke abandonó la casa de Aburame de muy mal talante. Estaba demasiado furioso para hablar en aquel momento. Decidió esperar hasta el día siguiente.

Entonces iría y tendría una larga y seria conversación con Naruto.