CAPITULO 7

Pasaron más de tres semanas hasta que Mylala consiguió encontrar un capitán dispuesto a correr el riesgo de ayudarnos a escapar. No sé qué habría hecho sin mi leal sirvienta. Puso en peligro a su familia y a sus amigos para ayudarme. Escuché sus consejos, porque llevaba varios años al servicio de mi marido y conocía sus costumbres.

Tuve que actuar como si nada hubiera cambiado, si , representé el papel de amante esposa, pero cada noche rezaba por que Kizashi muriera. Mylala me aconsejó que no me llevara ninguna posesión. Cuando me llegara el aviso, me limitaría a marcharme solo con lo puesto.

Dos noches antes de que llegara el aviso del capitán, fui a ver a Kizashi en sus habitaciones.

Entré, de nuevo, por la puerta lateral, como precaución para no volver a encontrarme a Kaori con él. Kizashi estaba solo. Estaba sentado a su escritorio y sostenía un rutilante zafiro, de gran tamaño, entre las manos. Encima de la mesa había otras veinte gemas. Kizashi las acariciaba de forma muy parecida a como acariciaba a Kaori. Me quedé allí, oculta entre las sombras, observándolo. Aquel loco hablaba con sus joyas. Al cabo de unos minutos, las envolvió en un paño y las volvió a colocar dentro de una caja de laca negra.

Había un panel falso empotrado en la pared. Kizashi deslizó la caja en su interior.

Volví a mis habitaciones y le conté a mi doncella lo que había visto. Me dijo que había oído rumores de que el tesoro público estaba vacío. Llegamos a la conclusión de que la revolución estaba más cerca de lo que en realidad habíamos pensado. Mi esposo había convertido las monedas en joyas, porque serían mucho más fáciles de sacar del país cuando él huyera.

Me prometí que robaría aquellas joyas. Quería hacerle todo el daño que pudiera a Kizashi.

Mylala me advirtió en contra de aquel plan, pero a mí ya no me importaba nada. Las joyas pertenecían al pueblo. Me prometí que un día encontraría el medio de devolvérselas.

Dios mío, era tan noble, pero tan, tan ingenua. De verdad creía que iba a salirme con la mía.

Anotación en el diario, 1 de septiembre de 1795

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Las primeras horas de la mañana pertenecían a Sakura. Era un momento del día tranquilo y silencioso, porque la condesa raramente aparecía o pedía algo antes de mediodía. La tía de Sakura prefería tomar su comida de la mañana, consistente en té y galletas, en la cama, y solo rompía aquel ritual cuando no podía cambiar de hora una importante visita.

Sakura solía estar vestida y con sus tareas terminadas antes de que la plena luz del amanecer bañara la ciudad. Su tía y ella compartían una doncella, pero Beatrice tenía más que suficiente con cumplir las órdenes de la condesa. Por esa razón, Sakura se encargaba de su propia ropa y de su dormitorio. A decir verdad, le gustaba aquel acuerdo. No tenía que seguir fingiendo cuando estaba sola en su habitación. Dado que Beatrice no solía interrumpirla, Sakura no tenía que arrugar la ropa de la cama cada mañana para que pareciera que había dormido en ella.

Una vez que pasaba el cerrojo para protegerse de los intrusos, podía abandonar sus defensas. Cada noche, llevaba la manta al otro lado de la habitación para dormir en el suelo delante de las dobles ventanas.

No tenía que ser fuerte cuando estaba sola. Podía llorar, siempre que no hiciera ruido. Derramar lágrimas era una debilidad, pero como no había nadie allí para verla, Sakura no sentía apenas vergüenza.

El diminuto jardín oculto detrás de las cocinas era su otro dominio privado.

Solía pasar allí la mayor parte de la mañana. Anulaba el ruido de la ciudad y el hedor de las basuras, se quitaba los zapatos y hundía los dedos de los pies en la fértil tierra. Cuando el sol había hecho desaparecer las gotitas de rocío, Sakura volvía al caos desatado del interior de la casa.

Su preciosa reunión con el sol la ayudaba a soportar el resto del día. Por lo general, también podía meditar sobre cualquier problema que la desconcertara en aquel tranquilo ambiente. No obstante, desde que conoció al marqués de Lyonwood, Sakura no había podido concentrarse mucho en nada. Todos sus pensamientos le pertenecían.

Se había sentido atraída por él desde el momento en que lo conoció. Cuando sir Mikotado lo llamó Sasuke, se había despertado su interés. Luego lo miró a los ojos y su corazón quedó preso. La vulnerabilidad que vio en aquella mirada oscura la hizo querer ofrecerse a él.

Era un hombre que necesitaba atención. Sakura pensó que quizá se sintiera tan solo como ella. Sin embargo, no comprendía de dónde había sacado esa impresión.

Sasuke estaba rodeado de su familia, integrado en la buena sociedad, era envidiado y algo temido por ella. Sí, esa sociedad se inclinaba ante él debido a su título y a su riqueza. Eran razones superficiales, según el modo de ver las cosas de Sakura, pero Sasuke se había criado de aquella manera.

Pero él era diferente. Había observado que no se doblegaba ante ninguna de sus reglas. No, Sasuke parecía decidido a fijar las suyas propias.

Sakura sabía que no había sido correcto pedirle que se casara con ella.

Según las reglas, le tocaba al hombre hacerle la oferta a la mujer, no al revés. Lo había meditado cuidadosamente y había llegado a la decisión de que tendría que desobedecer esa regla a fin de casarse antes de que su padre volviera a Inglaterra.

Sin embargo, quizá el momento no hubiera sido el apropiado. Sabía que lo había dejado estupefacto con su petición, tan apresuradamente presentada. La asombrada expresión de su cara le preocupaba. No podía decidir si él estaba a punto de romper a reír o de estallar de cólera.

No obstante, Sakura estaba segura de que, una vez superada su reacción inicial, él diría que sí. Ya había admitido lo mucho que ella le gustaba, lo mucho que le gustaba tocarla. La vida en aquel extraño país sería mucho más soportable con Sasuke a su lado.

Y sería solo durante un tiempo corto... No tendría que, cargar con ella para siempre, como le gustaba decir a la condesa.

Se dijo que, además, en realidad él no tendría elección. Ella era la leona de los dakotas. Sasuke solo tenía que casarse con ella.

Era su destino.

El jueves por la noche no llegó lo bastante rápido para los deseos del marqués Uchiha de Lyonwood. Cuando entró en casa de sir Hunt, estaba absolutamente furioso.

Pasaba de la furia absoluta a la decepción total cuando pensaba en la escandalosa propuesta de Sakura. Bien, ahora ya no le quedaba duda de cuál era su juego. Iba tras el matrimonio, el matrimonio y el dinero, exactamente igual que todas las demás mujeres del reino.

Por otro lado, estaba igual de furioso consigo mismo. Sus instintos debían de estar dormidos. Tendría que haberlo sabido desde el principio. La verdad es que había hecho exactamente lo mismo de que acusaba a Naruto, había caído víctima de una cara bonita y un coqueteo hábil.

Sasuke estaba lo bastante rabioso como para chillar. Iba a poner a Sakura en su sitio a la primera oportunidad. No estaba dispuesto a casarse de nuevo. Una vez era suficiente. Tenía intención de conseguir a Sakura, pero bajo sus propios términos y, ciertamente, sin el beneficio del clero para enturbiar las aguas. Todas las mujeres cambiaban una vez casadas. La experiencia se lo había dejado bien claro.

Fue mala suerte que la primera persona con quien tropezó nada más entrar en el salón fuera su hermana Temari. Ella lo vio inmediatamente, se recogió la falda y se le acercó a la carga, para inclinarse ante él.

Por todos los diablos, iba a tener que ser cortés.

-Sasuke, gracias por pedirle a sir Mikotado que me acompañara. Es un hombre muy amable. Tía Uruchi llegará el próximo lunes y ya no tendrás que molestarte con ese deber. ¿Te gusta mi nuevo vestido? -preguntó, alisando los pliegues de su falda amarilla.

-Estás muy guapa -afirmó Sasuke, sin apenas mirarla.

Había tanta gente que a Sasuke le costaba encontrar a Sakura. Aunque era mucho más alto que los demás invitados, seguía sin detectar la corona de rizos rosáceos que buscaba.

-El verde me sienta bien, ¿no es cierto, Sasuke?

-Sí.

Temari se echó a reír, atrayendo la atención de su hermano.

-Mi vestido es amarillo, Sasuke. Sabía que no me prestabas la más mínima atención.

-No estoy de humor para juegos, Temari. Ve y muévete entre la muchedumbre como una buena chica.

-No está aquí, Sasuke.

-¿No está? -preguntó Sasuke, con aire despistado.

Las risitas de Temari aumentaron.

-La princesa Sakura no ha llegado todavía. Ayer pasé una tarde maravillosa con ella.

-¿Dónde la viste? -preguntó Sasuke, con voz un poco más aguda de lo que le hubiera gustado.

Temari no se molestó.

-Vino a tomar el té. Mamá no se unió a nosotras, por descontado. Ni tú tampoco, por cierto. ¿De verdad te olvidaste de que me habías pedido que la invitara, Sasuke?

Sasuke negó con la cabeza.

-Decidí no entrometerme -mintió.

En realidad, lo había olvidado, pero cargó la culpa de su falta de disciplina sobre los hombros de Sakura. Desde que recibió su propuesta de matrimonio, no había sido capaz de pensar en nada más.

Temari le dedicó otra de sus miradas intrigadas.

-No es propio de ti olvidar nada -afirmó. Cuando él no reaccionó, dijo-: Bueno, me alegré de disponer de todo el tiempo a solas con ella. La princesa Sakura es una mujer fascinante. ¿Tú crees en el destino, Sasuke?

-Cielos.

-No es necesario que gruñas -dijo Temari, pinchándolo.

-No creo en el destino.

-Y ahora te pones a gritar. Sasuke todos nos miran inquietos. Haz un esfuerzo y sonríe. Yo creo en el destino.

-Claro que sí.

-Bueno, ¿y por qué tendría eso que desagradarte? -preguntó Temari y continuó antes de que su hermano pudiera darle una respuesta-. La princesa hace unas observaciones tan refrescantes sobre la gente. Además, nunca dice nada poco amable. Es una mujer delicada y refinada. Mira, me siento muy protectora hacia ella. Es tan amable, tan...

-¿Estaba la vieja lechuza con ella? -interrumpió Sasuke, impaciente. No estaba de humor para escuchar la lista de las cualidades de Sakura. Seguía demasiado furioso con ella.

-¿Cómo dices? -preguntó Temari.

-La condesa -explicó Sasuke-, ¿estuvo con vosotras?

Temari se esforzó por no reírse.

-No, no vino con Sakura. Yo hice un comentario poco amable sobre su tía, aunque claro yo no la llamé vieja lechuza y mi comentario fue sin querer. Sakura fue muy gentil cuando me dijo que era descortés hablar de los mayores de esa manera. Me dio una lección de humildad cuando me regañó con tanta dulzura, Sasuke. Luego me encontré con que estaba contándole todo sobre mamá y cómo sigue llorando a Itachi.

-Los asuntos de familia no deben comentarse con los extraños -dijo Sasuke-. De verdad te agradecería que...

-Dice que es culpa tuya que mamá esté...

-¿Cómo?

-Por favor, déjame acabar antes de criticarme -aconsejó Temari-. Sakura dijo una cosa muy extraña. Sí que lo hizo.

-Por supuesto que lo hizo -replicó Sasuke con un largo suspiro. Dios, aquello era contagioso. Una única tarde con la princesa Sakura había hecho que su hermana Temari hablara sin ningún sentido.

-No entendí qué quería decir, pero dijo, y con mucha firmeza, además, que era todo culpa tuya y que te correspondía a ti orientar a mamá para que volviera a su familia. Esas fueron sus palabras exactas.

Temari vio por la cara de Sasuke que estaba tan desconcertado como ella.

-¿Sabes, Sasuke? Era como si estuviera repitiendo una regla de memoria. No quise que me creyera una ignorante, así que no le pregunté nada más. Pero sí que comprendí lo que me estaba diciendo. La princesa Sakura actuaba como si su consejo tuviera todo el sentido...

-Nada de lo que esa mujer dice o hace tiene ningún sentido -afirmó Sasuke-. Anda, Temari, vuelve con sir Mikotado. Él te presentará a los demás. Yo todavía tengo que hablar con nuestro anfitrión.

-Lady Ino está aquí -murmuró Temari-. No puedes pasarla por alto. Va vestida de un color rojo vivo vergonzoso.

-¿Un color rojo vergonzoso? -preguntó Sasuke, sonriendo ante la absurda descripción.

-Ya no tienes nada que ver con esa mujer, ¿verdad Sasuke? La princesa Sakura te rechazaría si pensara que te ves con una mujer con una reputación tan manchada.

-No, no tengo nada que ver con Ino -murmuró Sasuke-. ¿Cómo te has enterado de...?

-Escucho los rumores, como todo el mundo -admitió Temari, sonrojándose-. Te dejaré solo con tu humor gruñón, Sasuke. Ya me sermonearás más tarde. - Empezó a alejarse corriendo, pero se detuvo y preguntó-: Sasuke, ¿va a venir Naruto?

Él percibió el interés en su voz.

-No tendría que importarte si viene o no, Temari. Es demasiado viejo para ti.

-¿Viejo? Tiene exactamente tu misma edad y tú solo me llevas nueve años.

-No discutas conmigo, Temari.

Ella se atrevió a dedicarle una mirada ceñuda antes de ceder y seguir su consejo. Cuando por fin Temari lo dejó solo, Sasuke se apoyó en la baranda del vestíbulo, esperando a Sakura.

Su anfitrión lo encontró y lo arrastró al otro lado del salón para que participara en un acalorado debate sobre asuntos del gobierno. Sasuke escuchó con paciencia, aunque mirando continuamente hacia la entrada.

Sakura llegó finalmente. Entraba en el salón, flanqueada por su anfitriona y la condesa, justo en el momento en que lady Ino tocaba el brazo de Sasuke.

-Cariño, es estupendo volver a verte.

Sasuke sintió deseos de rugir. Se volvió lentamente para saludar a su antigua amante.

¿Pero qué, en nombre de Dios, qué podía haber visto en aquella mujer? La diferencia entre Ino y Sakura era devastadora. Sasuke sintió la tentación de dar un paso atrás.

Ino era alta, un tanto imponente y terriblemente vulgar. Llevaba el pelo, rubio, recogido en un gran moño en lo alto de la cabeza. Las mejillas estaban teñidas de maquillaje rosa, igual que sus labios, llenos y amohinados.

Sakura nunca hacía mohines. Tampoco fingía comedimiento. Su repulsión hacia Ino le dejaba un sabor agrio en la boca. Ella estaba tratando de ser provocativa. Deliberadamente, bajó las pestañas hasta medio mástil.

-Te he enviado notas pidiendo que vinieras a verme, Sasuke -murmuró mientras aumentaba la presión sobre su brazo-. Ha sido un tiempo insoportablemente largo desde que compartimos una noche juntos. Te he echado en falta.

Sasuke daba gracias a que los hombres con quienes estaba hablando se hubieran marchado. Lentamente, apartó la mano de Ino.

-Ya hemos hablado de esto antes, Ino. Se ha acabado. Acéptalo y busca a otro.

Ino no hizo caso de la acritud del tono de Sasuke.

-No te creo, Sasuke. Lo pasamos muy bien. Solo te estás mostrando terco.

Sasuke borró a Ino de su mente. No quería malgastar su enfado con ella. Se dijo que lo guardaba todo para la princesa Sakura. Se volvió para buscar a la mujer que quería rechazar y la distinguió inmediatamente. La vio junto a su anfitrión, sonriéndole con dulzura. Estaba rotundamente demasiado bonita esa noche. Llevaba un vestido del color del hielo azul. El escote era muy profundo, dejando ver una generosa porción de su pecho, lleno y con aspecto cremoso. El traje no era de un estilo tan indecente como el de Ino, pero a Sasuke no le gustó. Hunt contemplaba el pecho de Sakura con miradas lujuriosas. Sasuke pensó que le gustaría matarlo.

Además, había demasiados dandis en la fiesta. Sasuke miró alrededor fulminando a todos los hombres que deseaban abiertamente a su Sakura. Sabía que todo aquello no tenía sentido. No iba a casarse con Sakura, pero no estaba dispuesto a dejar que nadie más la tuviera. No, no tenía ningún sentido. Por supuesto, todo era culpa de Sakura. Aquella mujer lo volvía loco.

Ino permanecía junto a él, observándolo. No tardó mucho en comprender que estaba hipnotizado por la princesa, lo cual la irritó mucho. No estaba dispuesta a dejar que nadie compitiera con ella por las atenciones de Sasuke. Nadie iba a interferirse en sus planes de casarse con él. Sasuke era un hombre obstinado, pero Ino estaba lo bastante segura de sus considerables encantos para creer que, finalmente, se saldría con la suya. Nunca dejaba de hacerlo. Sí, Sasuke se convencería, siempre que no lo presionara demasiado.

Por la forma en que Sasuke mantenía la vista fija en aquella bella mujer, Ino supo que tenía que actuar rápidamente. La princesita podía causarle problemas. Decidió que hablaría con aquella mocosa lo antes posible.

Tuvo que esperar una buena hora antes de conseguir que las presentaran.

Durante ese tiempo oyó varios comentarios sobre el interés de Sasuke por la mujer. Incluso se especulaba sobre si Sasuke le iba a pedir que se casara con él.

Ino pasó de la irritación a la ira. Evidentemente, era mucho más grave de lo que había pensado.

Esperó su oportunidad. Cuando, por fin, Sakura se quedó sola, Ino le tocó el brazo y le rogó que tuvieran una entrevista a solas, en la biblioteca de su anfitrión, para hablar de un tema de gran importancia.

La inocente princesa pareció confusa ante aquella petición. Ino sonrió con toda la dulzura de que fue capaz. Sintió que podía regocijarse. En unos pocos minutos, tendría a aquella estúpida lo bastante aterrorizada como para hacer cualquier cosa que le pidiera.

La librería estaba en la parte trasera del piso principal. Entraron en ella desde el pasillo.

Había tres sillas de respaldo alto dispuestas en ángulo frente a un largo escritorio. Sakura se sentó, cruzó las manos sobre las rodillas y sonrió, expectante.

Ino no se sentó. Quería contar con la ventaja de la altura sobre su adversaria.

-¿Qué deseaba decirme? -preguntó Sakura, en voz queda.

-El marqués Uchiha de Lyonwood -anunció Ino. y no había ni rastro de dulzura en su voz-. Sasuke me pertenece, princesa. Déjelo en paz.

Sasuke acababa de abrir la puerta lateral de la biblioteca a tiempo de oír las exigencias de Ino. No había oído la conversación por casualidad ni tampoco era una coincidencia que hubiera decidido entrar en la biblioteca por la puerta que conectaba las cocinas con el estudio. Sasuke recordaba, de anteriores reuniones con lord Hunt, que había dos puertas que llevaban a la biblioteca. Y no le había quitado los ojos de encima a Sakura desde que esta entró en la casa. Cuando Ino la cogió por el brazo y la guió por el pasillo, Sasuke fue tras ellas.

Ni Sakura ni Ino se dieron cuenta. Sasuke sabía que no era de buena educación escuchar una conversación privada, pero estaba convencido de que sus motivos eran puros. Sabía de lo que era capaz Ino. Podía convertir en chuletas a un inocente y dulce corderillo. La dulce Sakura no podía manejar a alguien tan astuto y tan malvado como Ino. Sasuke solo quería proteger a la princesa.

Aquella hermosa mujer era demasiado ingenua para su propio bien.

-Entonces, ¿Sasuke le ha propuesto matrimonio? -preguntó de repente Sakura.

-No -le espetó Ino-. No me mire con esos ojos inocentes, princesa. Ya sabe que no me lo ha propuesto todavía. Pero lo hará -añadió con sorna-. Somos amigos íntimos. ¿Sabe qué significa eso? Acude a mi cama casi cada noche. ¿Me entiende? -preguntó con una voz llena de malicia.

-Oh, sí -respondió Sakura-. Es usted su querida.

Ino dio un grito ahogado. Cruzó las manos sobre el pecho y fulminó con la mirada a su presa.

-Voy a casarme con él.

-No, no creo que lo haga, lady Ino -respondió Sakura-. ¿Eso es todo lo que quería decirme? Además, no tiene por qué alzar la voz. Oigo muy bien.

-Sigue sin comprenderlo, ¿verdad? O es estúpida o es una auténtica bruja, ¿lo sabía? Si se mete en mi camino, voy a destruirla -anunció Ino.

Sasuke estaba desconcertado. Había pensado en intervenir en cuanto Ino empezó con sus insultos, pero la expresión de la cara de Sakura le impidió moverse.

Sakura no parecía estar nada afectada por la discusión. En realidad, le sonrió a Ino y le preguntó:

-¿Y cómo exactamente podría destruirme?

-Haré circular historias sobre usted. No importa que sean verdad o mentira. Sí -siguió Ino rápidamente-, le diré a todo el mundo que se ha acostado con muchos hombres. Su reputación quedará hecha trizas cuando acabe con usted. Olvide a Sasuke, Sakura. De cualquier modo, él se cansará de usted. Su belleza no es nada comparada con la mía. Sasuke siempre volverá conmigo. Mi belleza lo cautiva. Usted le hará saber, de forma inmediata, que no está interesada en él. Y luego no le hará ningún caso, absolutamente ninguno. De lo contrario...

-Diga lo que quiera -afirmó Sakura-. No me importa lo que la gente piense de mí.

Ino estaba furiosa por el tono divertido de la voz de Sakura.

-Es una estúpida -gritó.

-Por favor, no se enfade tanto, lady Ino. Se le está estropeando el cutis. Fíjese, tiene la cara llena de manchas.

-Usted... usted... -Ino se detuvo para respirar hondo y calmarse-. Está mintiendo. Tiene que importarle lo que piensen los demás. Y a su tía seguro que le importa, eso se lo puedo prometer. No puede ser tan ignorante como usted. Ah, ya veo que por fin he conseguido que me preste atención. Sí, la condesa quedará destrozada por el escándalo que voy a urdir.

Sakura se irguió en la silla. Miró a Ino desde abajo, con el ceño fruncido.

-¿Está diciendo que sus historias inventadas disgustarán a mi tía?

-Dios, es usted tonta de verdad. Pues claro que le disgustarán. Cuando yo acabe, no se atreverá a mostrar la cara en público. Espere y verá.

Ino podía oler la victoria. Volvió la espalda a Sakura para girar en torno a la silla, mientras iba detallando las vilezas que iba a difundir.

Sasuke había oído lo suficiente. Se volvió para abrir la puerta de par en par, decidido a entrar en la biblioteca y poner fin a las tácticas de terror de Ino, al instante.

Era hora de que protegiera a su ángel de aquella serpiente.

La princesa debió de moverse a una velocidad increíble. Sasuke apenas había apartado la mirada de Sakura un par de segundos, pero cuando volvió a mirar, la escena que presenció lo dejó tan estupefacto que no pudo moverse.

Le costaba creer lo que estaba viendo. Sakura tenía a Ino aprisionada contra la pared. Su antigua amante no emitía sonido alguno ante aquel asalto. No podía. La mano izquierda de Sakura estaba clavada en el cuello de la mujer, manteniéndola inmóvil. Por la forma en que los ojos de Ino empezaban a salírsele de las órbitas, Sasuke pensó que Ino podía estrangularla hasta matarla.

Ino superaba a Sakura en sus buenos diez kilos. Y además, era mucho más alta; sin embargo, la princesa actuaba como si sostuviera en alto una chuchería para verla bien.

Aquel angelito que Sasuke quería proteger solo utilizaba una mano para sujetar a Ino. En la otra tenía una daga. La punta de la daga estaba apoyada en la mejilla de Ino.

La víctima se había convertido en vencedora.

Sakura aumentó lentamente la presión sobre el cuello de Ino y luego le dejó ver la punta del cuchillo.

-¿Sabe lo que mi gente hace a las mujeres vanidosas y embusteras? -preguntó en un susurro apenas audible-. Les tallan marcas por toda la cara, Ino.

Ino empezó a lloriquear. Sakura le pinchó la piel ligeramente con la punta del cuchillo. En la mejilla apareció una gota de sangre. Sakura asintió, satisfecha.

Ahora contaba con toda la atención de Ino. La mujer parecía aterrorizada.

-Si dice una mentira, una sola, yo me enteraré. Y entonces le daré caza, Ino. No hay en toda Inglaterra una roca lo bastante grande para que se meta debajo, ni suficientes hombres para protegerla. Llegaré hasta usted por la noche, cuando esté durmiendo. Y cuando abra los ojos, verá esta hoja otra vez. Ah, sí, llegaré hasta usted, lo prometo. Y cuando lo haga -añadió Sakura, haciendo una pausa para pasar, dramáticamente, la hoja del cuchillo, plana, a través de la cara de Ino-, voy a cortarle la piel a tiras. ¿Me entiende?

Sakura aflojó su presa lo suficiente para que Ino tragara aire y asintiera. Luego volvió a apretarla contra la pared.

-La condesa es mi familia. Nadie le causa ningún trastorno. Y nadie va a creerla si está pensando en decir que yo la he amenazado. Ahora salga de aquí y váyase a casa. Aunque no es muy amable por mi parte decir esto, tiene usted un aspecto espantoso.

Con esas palabras de despedida, Sakura se apartó de aquella detestable mujer.

A lady Ino no le quedaba ni un ápice de dignidad. Estaba llorando a mares, empapando el vestido. Era evidente que se había creído cada una de las palabras amenazadoras de Sakura.

Qué estúpida era aquella mujer. A Sakura le costaba mantener su expresión adusta. Quería echarse a reír. No podía hacerlo, claro, y siguió mirando fijamente a la aterrorizada mujer durante unos largos minutos antes de apiadarse de ella. Lady Ino parecía incapaz de moverse.

-Puede marcharse -declaró Sakura.

Ino asintió. Lentamente se alejó de Sakura, andando hacia atrás, hasta que llegó a la puerta. Las manos le temblaban cuando se recogió la falda hasta las huesudas rodillas y luego de abrir la puerta de golpe, echó a correr, tan rápido que parecía que la perseguían todos los demonios del infierno.

Sakura soltó un suspiro largo y cansado. Volvió a colocar la daga en la vaina, por encima del tobillo, alisó los pliegues del vestido y se atusó el pelo con unos suaves golpecitos.

-¡Qué mujer tan tonta! -susurró para sí antes de salir de la habitación.

Sasuke tenía que sentarse. Esperó hasta que Sakura hubo desaparecido de la vista antes de ir hasta la mesa de Hunt y apoyarse en ella. Trató de servirse un vaso del whisky de su anfitrión, que estaba en un carrito junto a la mesa, pero descartó aquella idea rápidamente. Que Dios lo ayudara, estaba riendo con unas carcajadas tan fuertes que no conseguiría hacerlo.

Ahí quedaban sus conclusiones de que Sakura era igual que las demás mujeres. Otra cosa cierta era que no se había criado en Francia. Sasuke cabeceó.

Daba la impresión de estar indefensa... o quizá fuera él quien había llegado a esa conclusión por sí mismo. Comprendió que era fácil cometer aquel error. Sakura era tan femenina, tan delicada, con un aspecto tan condenadamente Inocente... y llevaba un cuchillo sujeto a la pierna.

Un arma idéntica al cuchillo que había tenido en las manos la noche de la fiesta de Aburame, el cuchillo que había herido a Naruto. Qué mentirosa tan astuta era. Sasuke recordó que él se había vuelto para ver quién había lanzado el arma.

Sakura estaba tan asustada... Diablos, si incluso se había vuelto para mirar detrás de ella. Había apoyado inmediatamente su idea de que alguien los acechaba entre las sombras. Y luego, cuando él estaba absorto en la conversación con los caballeros, había ido tranquilamente y había recuperado su cuchillo.

Los instintos de Sasuke estaban totalmente despiertos. Y empezó a montar en cólera. ¿Acaso la noche del robo no le había dicho ella que estaba tan espantada que pensaba que iba a desmayarse?

Por eso había ido a casa de Naruto a curarle la herida. Se sentía culpable, claro.

Ahora ya no se reía. Sasuke pensaba que no le costaría nada estrangular a aquella mujer.

-¿Y dice que le resulta difícil decir mentiras? -masculló entre dientes. Sí, lo había mirado directamente a los ojos cuando le contó aquella historia. Le había dicho que le resultaba muy difícil... sí, también le había dicho eso. Iba a estrangularla. Pero primero tendría una larga charla con ella... aquella pequeña guerrera tenía que explicarle muchas cosas.

Sasuke dejó, con un fuerte golpe, el vaso vacío en la bandeja y fue en busca de Sakura.

-¿Lo estás pasando bien?

Sakura se sobresaltó visiblemente. Dio media vuelta para encarar a Sasuke.

-¿De dónde has salido? -preguntó, sonando muy suspicaz. Miró detrás de él, hacia la puerta de la biblioteca.

Sasuke sabía exactamente qué estaba pensando. Parecía preocupada. Se obligó a conservar la calma.

-De la biblioteca.

-No, yo acabo de salir de la biblioteca, Sasuke. No puedes haber estado allí -afirmó, negando con la cabeza.

Él estuvo a punto de decir que no era él quien contaba mentiras, pero se controló.

-Ah, pero sí que estaba en la biblioteca, cariño.

Su afirmación hizo que se sobresaltara.

-¿Había alguien más allí? -preguntó, tratando de sonar solo ligeramente curiosa.

Sasuke sabía que estaba poniéndolo a prueba.

-Quiero decir, ¿observaste si había alguien más en la biblioteca?

Él estuvo su buen tiempo asintiendo. Sakura decidió que parecía un diablo maligno. Además, también vestía como un diablo. La ropa de etiqueta de Sasuke era toda negra, salvo el corbatín blanco, claro. Esa ropa le sentaba bien. Aquel hombre era demasiado apuesto para su paz mental.

Estaba segura de que Sasuke no había visto ni oído nada. La estaba mirando con una expresión tierna en los ojos. Sakura se sentía a salvo. Sasuke no parecía estar horrorizado en lo más mínimo. Pero ¿por qué le había mentido? Sakura decidió que debió de verla entrar en el estudio con lady Ino. Seguro que el pobre hombre estaba preocupado por que su querida le hubiera dicho a Sakura algo que no quería que se repitiera. Decidió que se trataba de eso, que él solo estaba sondeándola en busca de información.

Era una explicación plausible. Sin embargo, era necesario estar totalmente segura. Sakura bajó los ojos y los fijó en el chaleco de Sasuke. Se obligó a emplear una voz indiferente y preguntó:

-Por casualidad, ¿no me escucharías hablar con lady Ino, dentro de las puertas, verdad?

-Se dice detrás de las puertas, no dentro de las puertas, Sakura.

Su voz sonaba forzada, como si se estuviera esforzando por no reírse de ella.

Sakura no sabía si era su pregunta o su error lo que había provocado el cambio. Estaba demasiado irritada con él por mentirle, no tenía tiempo para ofenderse.

-Gracias, Sasuke, por instruirme. Escuchar detrás de las puertas, sí, ya me acuerdo de esa expresión.

Sasuke no se habría sorprendido si Sakura hubiera empezado a retorcerse las manos. Estaba trastornada de verdad porque acababa de hablarle en francés. Dudaba que fuera consciente de haberse deslizado a la otra lengua.

Decidió responderle adecuadamente.

-Siempre me hace feliz instruirte, amor.

Ella no prestó atención.

-Pero no escuchaste detrás de la puerta, ¿verdad?

-Pero, Sakura, por favor, ¿cómo puedes hacerme una pregunta tan poco amable? Por supuesto que no.

Ella trató de no mostrar lo aliviada que se sentía.

-Y ya sabes que yo nunca te mentiría, cariño mío. Tú siempre has sido muy franca, muy sincera conmigo, ¿no es verdad?

-Sí, así es -respondió Sakura, con una rápida sonrisa-. Es la única manera de estar uno con otro, Sasuke. Seguro que lo comprendes.

Sasuke entrelazó las manos a la espalda para no ceder a la tentación de agarrarla por el cuello. Ahora ella parecía muy relajada, muy segura de sí misma.

-¿Aprendiste el valor de la sinceridad de los Summerton? -preguntó.

-¿De quién?

Su control se intensificó.

-Los Summerton -repitió Sasuke, tratando de controlar su cólera-. ¿Recuerdas, amor?, las personas que te criaron.

Ella no consiguió mirarle directamente a los ojos cuando le contestó. Era un hombre tan bueno, tan confiado. Se estaba haciendo cada vez más difícil mentirle.

-Sí, los Summerton me enseñaron a ser honrada en todo lo que hacía -afirmó-. No puedo evitarlo. No soy buena inventando cosas.

Sasuke pensó que iba a estrangularla.

-¿He oído bien y has dicho que estabas en el estudio con lady Ino?

Sakura pensó que había acertado. Él estaba preocupado por la conversación. La había visto entrar en la biblioteca con lady Ino. Sakura decidió tranquilizarlo.

-Sí -dijo-. Lady Ino parece ser una mujer encantadora, Sasuke. Hizo algunos comentarios muy favorables sobre ti.

No, no iba a estrangularla. Pensó que primero la azotaría.

-Me alegra mucho oír eso -dijo Sasuke, con una voz tan tranquila como un suave viento. El esfuerzo le dio dolor de garganta-. ¿Y qué te dijo exactamente?

-Oh, esto y aquello.

-¿Qué esto y aquello específicos? -insistió Sasuke.

Sus manos se habían movido y ahora se apoyaban en los hombros de la princesa y apenas podía controlarse para no sacarle la sinceridad a sacudidas.

-Bueno, comentó que hacíamos una pareja encantadora -dijo Sakura.

Volvía a mirarle el chaleco. Aunque agradecía el hecho de que los ingleses tendieran a ser algo ingenuos, empezaba a sentirse avergonzada por mentir de forma tan descarada a Sasuke.

-¿No mencionó el destino, por casualidad? -preguntó Sasuke.

Ella no observó su afilado tono de voz.

-No, no recuerdo que lady Ino mencionara el destino. Pero eso me recuerda mi pregunta. ¿Has pensado en mi propuesta?

-Lo he hecho.

-Sasuke, ¿por qué me hablas en francés? Estamos en Inglaterra y, realmente, tendrías que hablar la lengua de tu propia gente.

-Parecía lo apropiado -masculló Sasuke.

-Ah -dijo Sakura. Movió los hombros, tratando de hacer que le quitara las manos de encima. Seguían solos en el pasillo, pero siempre cabía la posibilidad de que viniera alguien y los viera-. ¿Vas a aparearte... quiero decir, vas a casarte conmigo?

-Sí, voy a aparearme contigo. En cuanto al matrimonio, me temo que tendré que declinar tu propuesta.

Sakura no tuvo tiempo de reaccionar al anuncio de Sasuke. Sir Mikotado los llamó, interrumpiéndolos. Sasuke le soltó los hombros y luego le hizo dar media vuelta, colocándola a su lado. La sujetó allí, rodeándole el talle con un brazo.

-Sasuke, te he estado buscando por toda la casa. ¿Apruebas que me lleve a tu hermana a la fiesta de Kimble? Nos quedaremos aquí hasta después de la cena, claro.

-Por supuesto -dijo Sasuke-. Y le agradezco que haya tomado a mi hermana bajo su protección.

-Encantado de hacerlo -dijo Mikotado-. Buenas noches, princesa Sakura. Espero que esté bien.

-Sí, gracias -respondió Sakura.

Trató de hacer una reverencia, pero Sasuke no quiso soltarla. Se conformó con sonreír. En el mejor de los casos, fue solo un lastimoso intento, porque la respuesta de Sasuke acababa de asentarse en su mente.

Aunque se dijo que no importaba, que sin duda encontraría a otro para casarse, sabía que se estaba mintiendo. Sí que importaba. Dios, sentía que estaba a punto de echarse a llorar.

-Querida -dijo sir Mikotado-, he acordado acompañarla a casa. Su tía estaba muy fatigada y se ha llevado el carruaje. Me ha explicado que se iba al campo mañana. Me ha dado a entender que usted no la acompañará.

-Sí, así es -respondió Sakura-. Mi tía va a visitar a una amiga que ha caído enferma y prefiere que yo me quede en Londres. Tendré que esperar otra oportunidad para ver su hermosa campiña.

-Olvidaba que solo lleva aquí poco tiempo -dijo sir Mikotado-. Pero, no va a estar sola toda una semana, ¿verdad? ¿Quiere que le preste mi brazo el sábado por la noche? ¿O ya tiene quien la acompañe?

-No voy a ir -dijo Sakura, con voz firme.

-Sí que lo harás -dijo Sasuke y le apretó la cintura antes de seguir-: Lo has prometido.

-He cambiado de opinión. Sir Mikotado, yo también estoy algo fatigada. Le agradecería mucho que...

-Yo te llevaré a casa -la voz de Sasuke sonaba cortante por la cólera.

Sir Mikotado notó la tensión entre los dos. Decidió que era evidente que se habían peleado. Por la manera en que la princesa Sakura trataba de librarse de su abrazo y la forma decidida en que él no se lo permitía, estaba muy claro. Si casi se podían ver las chispas que saltaban entre ellos.

Decidido a calmar la pelea y ayudar a Sasuke al mismo tiempo, le preguntó:

-¿Estás seguro de que quieres acompañar a la princesa Sakura a casa?

-Sí -respondió Sasuke, tajante-. ¿Cuándo debe estar allí, Mikotado? ¿La condesa fijó una hora?

-No, dio por sentado que Sakura nos acompañaría a tu hermana y a mí a casa de Kimble. Tienes por lo menos dos horas antes de que la condesa se dé cuenta -añadió con una sonrisa.

-Por favor, no hablen de mí como si yo no estuviera presente -dijo Sakura-. De verdad, estoy cansada y preferiría...

-Que nos fuéramos inmediatamente -dijo Sasuke, acabando la frase por ella y aumentando la presión sobre su cintura hasta que apenas podía respirar.

-Quizá sea mejor que salgáis por la puerta trasera -sugirió sir Mikotado en un susurro cómplice-. Me aseguraré de que todo el mundo crea que la princesa se ha ido con su tía y, por supuesto, me disculparé en tu nombre ante nuestro anfitrión.

-Buena idea -dijo Sasuke sonriendo-. Por supuesto, Mikotado, este pequeño engaño debe quedar entre nosotros tres. A Sakura le cuesta mucho decir mentiras. Mientras no tenga que inventar una historia para su tía, su honor quedará libre de mácula, ¿no es cierto, amor?

Ella lo miró un buen rato, con el ceño fruncido. Querría que dejara de insistir en el tema de su sinceridad. La estaba haciendo sentir muy incómoda. Sasuke le parecía lo bastante honrado como para creer que de verdad la admiraba.

Pero mientras él empezaba a arrastrarla hacia la parte trasera de la casa, se dijo que ya no importaba lo que él pensara. Acababa de rechazar su oferta de matrimonio. No, ya no importaba lo que pensara de ella.

No volvería a verlo después de aquella tarde. Que el cielo la ayudara, tenía los ojos llenos de lágrimas.

-Acabas de romper otra regla -murmuró andando detrás de él. Se esforzó por sonar furiosa, en lugar de triste-. Mi tía se indignará cuando se entere de esta artimaña.

-Habla en inglés, corazón.

-¿Cómo dices?

Sasuke no pronunció ni una palabra más hasta que tuvo a Sakura instalada en el carruaje. Se sentó a su lado y luego estiró las piernas delante de él.

El coche era mucho mayor que el que había alquilado tía Furofuki y mucho más elegante en los detalles, pero Sakura seguía detestándolo., Grande o pequeño, elegante o no, no había diferencia para ella.

-¿No tienes uno de esos carruajes abiertos, como los que he visto en Hyde Park, Sasuke? Y por favor, deja de tratar de aplastarme. Apártate.

-Sí,. tengo un coche abierto. Se llama faetón. Pero no usamos un faetón una vez ha oscurecido -explicó, exasperado. Se le estaba agotando la paciencia. Sasuke se moría de ganas de sacarle la verdad, no de hablar de cosas triviales como los carruajes.

-Deberíamos -musitó Sakura-. Dios mío, no tendría que admitirlo, pero no voy a volver a verte, así que en realidad no importa. No soporto la oscuridad. ¿Podemos descorrer las cortinas de las ventanas, por favor? Me parece que no puedo respirar.

El pánico perceptible en su voz le llamó la atención. Su cólera se disipó rápidamente cuando notó cómo temblaba, allí a su lado.

Sasuke descorrió inmediatamente las cortinas y luego le rodeó los hombros con el brazo.

-Te acabo de dar un arma que podrás usar contra mí, ¿verdad?

Él no sabía de qué le estaba hablando. La luz que se filtraba por las ventanas era suficiente para ver el temor en sus ojos. Observó que tenía las manos cerradas encima de la falda.

-Estás asustada de verdad, ¿no es cierto? -preguntó mientras la atraía más hacia él.

Sakura reaccionó ante la dulzura de su voz.

-No es exactamente miedo -murmuró-. Es una opresión aquí, en el pecho -explicó. Le cogió la mano y se la puso sobre el corazón-. ¿Notas lo fuerte que me palpita el corazón?

Podría haberle contestado si hubiera conseguido encontrar la voz. Aquel simple contacto había conseguido que todos sus sentidos se convirtieran en un torbellino.

-Procuraré apartar tus pensamientos de lo que te preocupa, amor -murmuró cuando logró hablar de nuevo. Se inclinó y la besó. La caricia era lenta, lánguida, consumidora, hasta que Sakura levantó la mano y le acarició la mejilla con la punta de los dedos.

Un escalofrío lo recorrió de arriba abajo. Ahora era su corazón el que latía desbocado.

-¿Sabes que eres una hechicera? -le preguntó cuando se apartó-. ¿Tienes idea de lo que quiero hacer contigo, Sakura?

Deslizó los dedos debajo del escote del vestido para acariciar dulcemente aquella suavidad.

Le murmuró deseos eróticos, prohibidos, al oído.

-No puedo esperar mucho más, mi amor. Te quiero debajo de mí. Desnuda. Suplicando. Dios, quiero estar dentro de ti. Tú también me deseas con la misma fuerza, ¿verdad, Sakura?

No esperó que le respondiera, sino que reclamó sus suaves labios para besarla otra vez, profundamente. Su boca se movió hambrienta encima de la de ella, con la lengua ahondando dentro, más y más adentro con cada nueva penetración, hasta que ella empezó a buscársela con la suya siempre que él se retiraba a propósito.

Sakura no supo cómo había sucedido, pero de repente se dio cuenta de que estaba sentaba encima de las rodillas de él, con los brazos rodeándole el cuello.

-Sasuke, no debes decirme esas cosas. -Su protesta sonó como un gemido desgarrado-. No podemos compartir las mismas mantas a menos que estemos casados -añadió antes de cogerle la cara entre las manos y besarlo de nuevo.

Había olvidado por completo lo cerrado del carruaje, había olvidado todas sus preocupaciones y el rechazo de él a su propuesta de matrimonio. Sus besos le estaban robando todos sus pensamientos.

Le dolían los pechos por el deseo de que él volviera a tocarla. Se movía, nerviosamente, eróticamente, sobre su erección. Sasuke le recorrió el lado del cuello con besos húmedos, deteniéndose para excitarle el lóbulo de la oreja con su cálido aliento y su lengua de terciopelo. Le rozó de nuevo los pezones con los nudillos, una vez, dos veces y luego otra vez más, hasta que toda ella empezó a arder de calentura.

Trató de detenerlo cuando le bajó el vestido, dejándole los pechos al descubierto.

-No, Sasuke, no debemos...

-Déjame, Sakura -exigió Sasuke, con voz áspera por el deseo. Su boca le encontró los senos antes de que ella pudiera protestar de nuevo y después se sintió demasiado débil, demasiado subyugada por lo que él le hacía como para ser capaz de protestar.

-Adoro tu sabor -susurró él-. Dios, qué suave eres.

Le acarició con la lengua el pezón de un pecho mientras le pasaba la mano, suavemente, por el otro. Sakura se aferró a él con los ojos cerrados. De sus labios escapó un leve gemido cuando él le cogió el pezón con la boca y empezó a chupárselo. Una tensión dolorosa la hizo moverse, apretándose más contra él. Él gruñó, diciéndole el gran placer que le producía ese movimiento instintivo.

Sakura no quería que aquella dulce tortura acabara nunca.

Fue el cochero de Sasuke quien la salvó de la desgracia. Su grito avisándoles de que habían llegado a su destino taladró la niebla sensual en que se encontraba.

-¡Dios santo! Estamos en casa. -Las palabras salieron con voz tensa.

Sasuke no se recuperó tan rápidamente. Fueron necesarios unos momentos para que el anuncio penetrara en su cabeza. Respiraba de forma áspera, entrecortada.

Se recostó en los almohadones y respiró hondo mientras luchaba por recuperar cierta apariencia de control.

Sakura se había arreglado el vestido para que volviera a cubrirle los senos y se movió para colocarse a su lado. Dejó caer la mano sobre el muslo de él. Sasuke reaccionó como si le hubieran clavado un puñal y le apartó la mano.

-¿Estás enfadado conmigo? -le preguntó ella, susurrando.

Él tenía los ojos cerrados, pero el músculo de la mejilla le latía y ella pensó que estaba furioso con ella. Enlazó las manos sobre la falda, esforzándose por dejar de temblar.

-Por favor, no te enfades conmigo.

-Maldición, Sakura. Dame un minuto para calmarme -le espetó Sasuke.

Sakura inclinó la cabeza avergonzada.

-Lo siento mucho, Sasuke. No tenía intención de que nuestros besos llegaran tan lejos, pero hiciste que me sintiera débil y me olvidé de todo.

-Fue culpa mía, no tuya -musitó Sasuke, disculpándose. Por fin, abrió los ojos y la miró. Qué aspecto tan abatido tenía. Sasuke trató de rodearla de nuevo con sus brazos, pero ella se alejó hasta el rincón-. Cariño, no pasa nada. -Se obligó a sonreír cuando ella lo miró-. ¿Quieres que te acompañe dentro?

Ella negó con la cabeza.

-No, la condesa tiene el sueño ligero. Se enteraría -murmuró Sakura.

Sasuke no quería dejarla. Todavía no... no de aquel modo. Se sentía extremadamente culpable porque ella parecía tan avergonzada. Si se ponía a llorar, no sabía cómo podría consolarla.

-Diablos -masculló para sí. Cada vez que la tocaba se volvía loco. Si trataba de ofrecerle consuelo, solo iba a empeorar las cosas.

Sasuke abrió la puerta y la ayudó a bajar.

-¿Cuándo volveré a verte? -le preguntó. Los dos estaban en medio de un forcejeo y él no sabía si lo había oído. Sakura trataba de apartarle las manos y él trataba de abrazarla-. Sakura, ¿cuándo volveré a verte?

Ella se negaba a contestarle hasta que la soltara.

Él se negaba a soltarla hasta que le contestara.

-Nos quedaremos aquí, de pie, toda la noche -le dijo mientras ella seguía tratando de empujarlo, apoyándole las manos en los hombros.

De repente, Sakura le echó los brazos al cuello y lo abrazó.

-Yo tengo la culpa, Sasuke. Estuvo mal pedirte que te casaras conmigo. Fui muy egoísta.

Sus palabras lo sorprendieron tanto que la soltó. Sakura mantuvo la cabeza baja para que él no viera su angustia, pero se sentía impotente para evitar que le temblara la voz.

-Por favor, perdóname.

-Déjame que te lo explique -murmuró Sasuke, tratando de atraerla de nuevo a sus brazos. Sakura lo evitó de nuevo dando un paso atrás rápidamente-. El matrimonio cambia a una persona. No te rechazo a ti, Sakura, pero yo...

Ella movió repetidamente la cabeza, negando.

-No digas nada más. Podrías haberte enamorado de mí, Sasuke. Y cuando llegara el momento de que yo volviera a casa, se te partiría el corazón. Es mejor que escoja a otro, alguien que no me importe.

-Sakura, estás en casa. No vas a ir a ningún sitio -dijo Sasuke-. ¿Por qué no podemos seguir como...?

-¿Sabes que te pareces mucho a Naruto?

Su pregunta lo desconcertó. Sakura se apresuró a subir los peldaños hasta la puerta de su casa. Cuando se volvió para mirar a Sasuke, él vio lo alterada que estaba. Las lágrimas le corrían por las mejillas.

-Tu amigo solo roba joyas, Sasuke. Tu pecado es mayor. Si te dejara, me robarías el corazón. No puedo permitir que pase eso. Adiós, Sasuke. No debo volver a verte nunca.

Con aquellas palabras de despedida, Sakura entró en la casa. La puerta se cerró suavemente tras ella.

Sasuke se quedó allí, de pie a la entrada.

-¡Por todos los demonios, no vas a olvidarme! -aulló.

Estaba furioso. Pensaba que debía de ser el hombre más frustrado de toda Inglaterra. Se preguntó cómo, en nombre del cielo, se había permitido involucrarse con una mujer tan desconcertante como aquella.

Había tenido la audacia de decirle que podía llegar a enamorarse de ella.

Sasuke sabía la verdad. Se encomendó al cielo, porque ya estaba enamorado de ella.

No es necesario decir que no le gustó nada admitirlo. Casi arrancó la puerta del carruaje cuando volvió a subir. Le dijo al cochero, gritando, que lo llevara a casa y luego empezó a hacer una lista de todas las razones por las que tenía que mantenerse lejos de Sakura.

Aquella mujer era una flagrante embustera.

Él despreciaba a los embusteros.

Solo Dios sabía cuántos corazones más habría destrozado.

El destino... Decidió que odiaba aquella palabra.

Para cuando llegó a casa, aceptó el hecho de que ninguno de sus razonables argumentos servía de nada. Estaba loco por Sakura tanto si quería como si no.