CAPITULO 10

Mi padre se alegró enormemente de verme. Pensaba que Kizashi había dado su aprobación a mi visita y yo no le dije la verdad hasta después de varios días. Estaba demasiado exhausta por el viaje y sabía que tenía que recuperar fuerzas antes de explicarle todo lo que me había pasado.

Mi padre me volvía loca. Entraba en mi habitación, se sentaba en la cama y no hablaba más que de Kizashi. Parecía convencido de que yo todavía no comprendía lo afortunada que era por haberme casado con un hombre tan excelente.

Cuando ya no pude seguir escuchándolo, rompí a sollozar. La historia brotó de mis labios en fragmentos incoherentes. Recuerdo que le grité a mi padre. Él pensó que había perdido la cabeza por inventar esas mentiras sobre mi marido.

Traté de hablar con él de nuevo, pero estaba decididamente a favor de Kizashi. Entonces me enteré por uno de los criados de que había enviado un mensaje a mi esposo para que viniera a buscarme y llevarme a casa.

Desesperada, escribí todo lo sucedido, incluyendo el hecho de que estaba embarazada. Oculté la carta en el arcón de invierno de mi padre, confiando que no la encontrara hasta que hubieran pasado muchos meses.

Sakura, lo hice así porque él habría creído que mi delicado estado era la razón de lo que él llamaba mi dolencia nerviosa.

Empecé a hacer planes para irme con mi hermana, Furofuki, que vivía con su marido en las colonias. No me atreví a llevarme las gemas conmigo. Furofuki era como un sabueso; las encontraría. Tenía una naturaleza muy inquisitiva. Desde que podía recordar, ella siempre había leído todas mis cartas. No podía arriesgarme a llevarme las joyas. Eran demasiado importantes. Yo las había cogido con la única intención de encargarme de que fueran devueltas a los pobres del reino de Kizashi. Él las había robado y yo me iba a asegurar de que se hiciera justicia.

Escondí las joyas en una caja y luego esperé hasta bien entrada la noche para ir al jardín de atrás. Enterré la caja en un arríate de rosas.

Sakura, busca las rosas de color sangre. Encontrarás la caja allí.

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La novia estuvo nerviosa durante toda la larga ceremonia. Sasuke, de pie a su lado, la cogía de la mano con tanta fuerza que no le permitía movimiento alguno, ni intento de huida.

Él sonreía tanto que le hizo pensar que había perdido la cabeza. Estaba claro que se estaba divirtiendo mucho. Si Sakura hubiera estado dotada de una naturaleza suspicaz, habría podido pensar que su propio estado de espanto era la verdadera razón de la felicidad de él.

Pero su humor cambió cuando ella se negó a repetir el voto «hasta que la muerte nos separe». Solo cuando comprendió que el hombre santo con el gorro puntiagudo de terciopelo en la cabeza no iba a continuar hasta conseguir lo que quería y Sasuke empezó a estrujarle la mano hasta que pensó que iba a partirle los huesos, se decidió a murmurar las palabras requeridas.

Le mostró a Sasuke su disgusto por haber tenido que mentir a un hombre santo, pero a él no pareció preocuparle su gesto ceñudo. Le guiñó lentamente un ojo y le sonrió perezosamente. No, no le preocupaba nada en absoluto.

Aquel hombre estaba demasiado ocupado refocilándose.

Sakura sabía que a los guerreros les gustaba salirse con la suya. Y a este más que a la mayoría, sin duda. Bien mirado, era un león y acababa de capturar a su leona.

Cuando salieron de la iglesia, Sakura se agarró de su brazo en busca de apoyo. Le inquietaba su traje de boda, le preocupaba que cualquier movimiento brusco desgarrara el delicado encaje cosido en el escote y las mangas. Tía Uruchi había supervisado la confección del vestido, vigilando de cerca a tres doncellas para que la tarea se hiciera a su entera satisfacción.

Era un hermoso vestido, pero nada práctico. Lady Temari le dijo que solo se lo pondría una vez y luego debía guardarlo.

Le parecía un desperdicio muy grande. Cuando se lo comentó a su marido, él se echó a reír, le dio otro apretón y le dijo que no se preocupara. Tenía suficientes monedas para comprarle un vestido nuevo cada día durante el resto de su vida.

-¿Por qué todo el mundo nos grita? -preguntó Sakura.

Permanecía de pie, junto a Sasuke, en lo alto de la escalinata a la puerta de la capilla. Se enfrentaban a una gran multitud de personas que nunca había visto y que hacían tanto ruido que apenas pudo oír la respuesta de Sasuke.

-Nos están vitoreando, cariño, no gritando. -Se inclinó y la besó en la frente. De inmediato, los vítores se intensificaron-. Se sienten felices por nosotros.

Sakura lo miró, con la intención de decirle que no tenía ningún sentido para ella que unos completos extraños se sintieran felices por ellos, pero la tierna expresión de sus ojos hizo que lo olvidara todo: su protesta, la multitud y el ruido. Instintivamente se apoyó en él. Sasuke le rodeó la cintura con el brazo. Parecía saber lo mucho que necesitaba ese contacto en aquel momento.

Ella dejó de temblar.

-¡Ah, qué ceremonia tan espléndida! -afirmó tía Uruchi justo detrás de Sakura-. Sasuke, llévala al carruaje. Sakura, no olvides saludar a todos los que te desean felicidad. No se va a hablar más que de tu boda en toda la temporada. Sonríe, Sakura. Eres la nueva marquesa Uchiha de Lyonwood.

Sasuke soltó a su esposa a regañadientes. Tía Uruchi la había cogido del brazo y estaba tratando de hacer que bajara la escalinata. Sasuke sabía que su tía se saldría con la suya aunque eso significara tirar de Sakura como si fuera la cuerda del juego.

Sakura parecía desconcertada de nuevo. Sasuke pensó que no era de extrañar. Su tía revoloteaba en torno a ellos como un enorme pájaro de presa. Además, también vestía como si lo fuera, de color amarillo canario, y no dejaba de abrir y cerrar su abanico de color amarillo limón delante de la cara de Sakura mientras espetaba órdenes a diestro y siniestro.

Temari seguía a Sakura esforzándose por alisar los largos pliegues del traje de novia. Sakura miró hacia atrás, sonrió a la hermana pequeña de Sasuke y luego se volvió de nuevo hacia la muchedumbre.

Sasuke la cogió de la mano y la acompañó al carruaje abierto. Sakura no olvidó hacer lo que tía Uruchi le había dicho. Saludó agitando la mano a todos los desconocidos que se alineaban a lo largo de las calles.

-Es una lástima que tu mamá no haya podido asistir a la ceremonia -le dijo en un murmullo a Sasuke cuando ya estaban en marcha-. Y mi tía Furofuki se va a poner furiosa -añadió-. Realmente, tendríamos que haber esperado a que volviera del campo, Sasuke.

-¿Furiosa porque se ha perdido la boda o porque te has casado conmigo? -preguntó él, con la voz llena de risas.

-Por las dos cosas, me temo -respondió Sakura-. Sasuke, de verdad, confío que te lleves bien con ella cuando venga a vivir con nosotros.

-¿Has perdido la cabeza? La condesa no va a vivir con nosotros, Sakura -dijo. Su voz tenía un tono cortante. Respiró hondo y empezó de nuevo-. Hablaremos de tu tía más tarde, ¿de acuerdo?

-Como quieras -respondió Sakura. Estaba confusa por su brusco cambio de humor, pero no le dijo nada. Ya habría tiempo más tarde.

La recepción había sido preparada apresuradamente, pero el resultado era más que satisfactorio. Las velas refulgían en todas las habitaciones, las flores cubrían las mesas y los sirvientes, vestidos con traje de etiqueta negro, se movían por entre la multitud con bandejas de plata llenas de bebidas. Los invitados se desparramaban por los jardines de la casa de la madre de Sasuke y la aglomeración, como la llamaba tía Uruchi, demostraba que la fiesta era un éxito.

Sasuke llevó a Sakura al piso de arriba para presentársela a su madre. No fue un primer encuentro muy agradable. La madre de Sasuke ni siquiera la miró. Le dio a Sasuke su bendición y luego empezó a hablar de su otro hijo, Itachi. Sasuke sacó a Sakura de aquella oscura habitación cuando su madre estaba en mitad de una de sus reminiscencias.

Tenía cara de pocos amigos, pero una vez la puerta cerrada, la sonrisa le volvió lentamente a la cara.

Sakura decidió que hablaría con Sasuke de su madre a la primera oportunidad. Pensó que había sido negligente en sus deberes para con ella y luego disculpó su conducta, diciéndose que sencillamente no entendía cuál era su deber. Hablaría con él y se lo aclararía.

-No frunzas el ceño, Sakura -dijo Sasuke mientras volvían a bajar las escaleras-. Mi madre está contenta.

-Lo estará más cuando venga a vivir con nosotros -comentó Sakura-. Yo me encargaré de ello.

-¿Cómo dices?

Su exclamación de incredulidad atrajo varias miradas. Sakura sonrió a su esposo.

-Hablaremos de este asunto más tarde, Sasuke -decidió-. Después de todo es el día de nuestra boda y tenemos que llevarnos bien. Mira a Naruto al lado de tu hermana. ¿Has visto cómo fulmina con la mirada a los jóvenes que tratan de conseguir su atención?

-Tú solo ves lo que quieres ver -dijo Sasuke.

La atrajo con fuerza a su lado al llegar a la entrada, protegiéndola igual que un guerrero cuando de nuevo se vieron rodeados por los invitados.

-No, Sasuke -replicó Sakura entre presentación y presentación-. Eres tú el que solo ves lo que quieres ver -explicó-. Tú querías casarte con una princesa, ¿no es así?

Sasuke se preguntó qué demonios querría decir con aquel comentario. Estaba pensando en preguntárselo cuando su siguiente pregunta desvió su atención.

-¿Quién es aquel hombre reservado que está a la puerta, Sasuke? No parece acabar de decidir si quiere entrar o no.

Sasuke se volvió y vio a Jiraiya, su amigo. Captó su atención y le hizo señas de que se acercara.

-Jiraiya, me alegro de que hayas podido venir. Esta es mi esposa, Sakura -añadió-. Querida, me gustaría presentarte a Jiraiya. Es el dueño de la taberna Bleak Jiraiya, en otra parte de la ciudad.

Sakura se inclinó y tendió la mano para estrechar la de aquel hombre reservado. Él le ofreció la izquierda, con intención de ahorrarle el embarazo cuando se diera cuenta de que le faltaba la mano derecha, pero Sakura encerró entre sus manos la muñeca llena de cicatrices y le sonrió de una forma tan encantadora que Jiraiya estuvo a punto de olvidarse de respirar.

-Me siento muy honrada de conocerle, Bleak Jiraiya -afirmó-. He oído hablar mucho de usted. Los relatos de su audacia son de verdad maravillosos.

Sasuke se quedó desconcertado.

-Querida, yo no te he hablado de Jiraiya -comentó.

Jiraiya se había sonrojado. Nunca ninguna dama de tanta categoría le había prestado atención. Se tiró de la corbata desbaratando el nudo que tantas horas le había costado hacerse.

-A mí también me gustaría saber dónde ha oído mi nombre -dijo.

-Ah, Naruto me lo ha contado todo de usted -respondió ella con una sonrisa-. También me ha dicho que iba a ceder su cuarto de atrás a Sasuke para un juego de azar.

Jiraiya asintió.

Sasuke frunció el ceño.

-Naruto habla demasiado -masculló.

-¿Es esta la dama de la historia que contó Mick, Sasuke? -le preguntó Jiraiya a su amigo-. No, no puede ser la misma. Pero si no parece tener la fuerza necesaria para tirar a un hombre...

Finalmente Jiraiya se dio cuenta de que su amigo le estaba haciendo gestos negativos con la cabeza.

-¿Quién es Mick? -preguntó Sakura.

-Un marinero que frecuenta mi establecimiento -respondió Jiraiya. La piel de su curtida cara se arrugó con otra sonrisa-. Me contó la historia más extraordinaria sobre...

-Jiraiya, ¿por qué no vas a buscar algo de comer? -le interrumpió Sasuke-. Ah, aquí está Naruto. Naruto, por favor, acompaña a Jiraiya al comedor.

Sakura esperó hasta quedarse sola de nuevo con Sasuke y luego le preguntó por qué, de repente, había vuelto a irritarse.

-¿He dicho algo que te haya disgustado?

Sasuke hizo un gesto negativo con la cabeza.

-No puedo soportar mucho más a esta multitud. Marchémonos. Quiero estar a solas contigo.

-¿Ahora?

-Ahora -afirmó y, para demostrarle que quería decir exactamente lo que había dicho, la cogió de la mano y empezó a tirar de ella hacia la puerta de la calle. Tía Uruchi los interceptó en el último peldaño.

Sakura tuvo la gentileza de fingirse contrita. Sasuke se mostró exasperado.

Tía Uruchi no se movió un ápice de su posición. A Sasuke le recordaba un centurión porque tenía los brazos en jarras y el pecho henchido como el sólido peto de una armadura.

Una súbita sonrisa suavizó su rígida postura.

-He puesto la bolsa de Sakura dentro de tu carruaje, Sasuke. Has aguantado una buena hora más de lo que imaginaba.

Tía Uruchi envolvió a Sakura en un abrazo afectuoso y sofocante y luego la soltó.

-Sé dulce esta noche -le ordenó a Sasuke.

-Lo seré.

Fue Sakura quien hizo la promesa. Tanto Sasuke como su tía se la quedaron mirando.

-Se refiere a mí, Sakura -dijo Sasuke secamente.

-Tú solo tienes que recordar que Sasuke es ahora tu esposo, querida -afirmó tía Uruchi, ruborizándose-, y todos tus temores desaparecerán.

Sakura no tenía ni idea de qué estaba intentando decirle la buena mujer. No hacía más que mover la cabeza con un aire de complicidad mientras fijaba su mirada de halcón en ella.

De repente Sasuke la cogió entre sus brazos y la sentó en sus rodillas dentro del carruaje. Sakura le rodeó el cuello con los brazos, apoyó la mejilla contra su hombro y suspiró con placer.

Él sonrió por encima de su cabeza.

Ninguno de los dos dijo nada durante un rato, contentos de estar uno en los brazos del otro y disfrutar de aquella gozosa soledad.

Sakura no sabía adónde la llevaba y tampoco le preocupaba. Por fin estaban solos y eso era lo único que le importaba.

-Sakura, hoy no pareces asustada por lo estrecho y cerrado de este sitio -observó Sasuke frotándole la barbilla contra la frente en una caricia afectuosa-. ¿Has vencido ese desagrado?

-No lo creo -respondió Sakura-, pero cuando me sostienes tan cerca de ti y cierro los ojos, me olvido de mi inquietud.

Sasuke se dijo que era porque confiaba en él.

-Me gusta cuando eres sincera, Sakura. Ahora que estamos casados tienes que decirme siempre la verdad -añadió, pensando en pasar de forma natural al tema del amor y la confianza.

-¿Acaso no te he dicho siempre la verdad? -preguntó Sakura. Se inclinó hacia atrás para mirarlo a la cara-. ¿Por qué pones ese gesto tan irritado? ¿Cuándo te he mentido yo?

-Para empezar, con los Summerton -dijo Sasuke, lentamente.

-¿Con quién?

-Exactamente. Me dijiste que te criaron los Summerton y los dos sabemos que es una mentira.

-Es una invención -corrigió Sakura.

-¿Y hay alguna diferencia?

-En cierto modo.

-Eso no es una respuesta, Sakura -dijo Sasuke-. Es una evasiva.

-Ah.

-¿Y bien?

-¿Y bien, qué? -preguntó ella. Le acarició la nuca con las yemas de los dedos en un intento por desviar su atención. Era su noche de bodas y no quería tener que mentirle otra vez.

-¿Me vas a decir la verdad de tu pasado ahora? Dado que los Summerton no existen...

-Eres de verdad persistente -musitó Sakura, suavizando su reproche con una rápida sonrisa-. Está bien, Sasuke. Dado que soy tu esposa, supongo que sí que debo decirte toda la verdad.

-Gracias.

-De nada, Sasuke.

Volvió a acomodarse contra su hombro y cerró los ojos. Sasuke esperó unos largos minutos antes de comprender que ella daba la conversación por terminada.

-Sakura -dijo, permitiendo que su irritación saliera a la superficie-, ¿quién cuidó de ti cuando eras pequeña?

-Las hermanas.

-¿Qué hermanas?

Sakura hizo caso omiso de la impaciencia perceptible en su voz. Su cerebro trabajaba a toda prisa para dar con una nueva invención.

-La hermana Vivien y la hermana Jennifer sobre todo -respondió-. Vivía en un convento, ¿sabes?, en Francia. Era un ámbito muy retirado. No recuerdo quién me llevó allí; yo era muy pequeña. Las monjas fueron como madres para mí. Cada noche me contaban historias maravillosas de los lugares que habían visto.

-¿Historias de búfalos? -preguntó Sasuke, sonriendo ante la sinceridad de su voz.

-Pues mira, da la casualidad de que sí -respondió Sakura, entusiasmándose con su historia. Tomó la decisión de no sentirse culpable por engañar a su marido.

Sus motivos eran puros.

Sasuke solo se disgustaría si supiera la verdad.

Después de todo, era inglés.

-La hermana Frances me dibujó un búfalo. ¿Has visto alguno, Sasuke?

-No -respondió él-. Cuéntame más cosas del convento -insistió, acariciándole la espalda con un movimiento sosegador.

-Bueno, como te decía, era un lugar muy aislado. Un muro altísimo rodeaba los edificios. Me dejaban que corriera por allí descalza la mayor parte del tiempo, porque nunca venían visitas. Estaba horriblemente mimada, pero era una niña con un carácter dulce. La hermana Mary me dijo que había conocido a mi madre y que esa era la razón de que me hubieran acogido. Era la única niña que había allí.

-¿Cómo aprendiste a defenderte? -preguntó, con voz suave.

-La hermana Vivien pensaba que una mujer debía saber cómo protegerse. No había hombres a nuestro alrededor para encargarse de hacerlo. Fue una decisión razonable.

La explicación de Sakura tenía sentido. Respondía a sus preguntas sobre su confusión con las leyes inglesas, sobre que prefiriera ir descalza y sobre dónde había visto búfalos. Sí, realmente la explicación anudaba algunos de los cabos sueltos. Era convincente y lógica.

No se la tragaba ni por un segundo.

Sasuke se apoyó en el respaldo y sonrió. Aceptaba el hecho de que se necesitaba tiempo para que ella aprendiera a confiar en él y le contara la verdad. Además, probablemente, sabría todo lo que había que saber antes de que ella misma se lo contara.

Era consciente de la ironía. Estaba decidido a que Sakura no se enterara nunca de sus pasadas actividades. Quería ocultarle sus pecados y, sin embargo, insistía, como un sabueso detrás de un rollizo conejo, en pincharla para que le contara todo sobre ella misma.

No obstante, no era él quien insistía en irse a casa. Era ella. Y Sasuke sabía con toda seguridad que aquel mítico convento no era su verdadero destino.

Además, ella no iba a ir a ninguna parte.

-Sasuke, me estás apretando tanto que no puedo respirar.

Él aflojó inmediatamente su abrazo.

Habían llegado a su destino. Sasuke subió con ella en brazos los peldaños hasta la entrada, cruzó el vacío vestíbulo y subió la curvada escalinata. Sakura apenas abrió los ojos para mirar a su alrededor.

Su dormitorio estaba preparado. Varias velas ardían con una suave luz encima de las mesitas de noche. La colcha estaba retirada hacia los pies de la enorme cama. Ardía un brillante fuego en la chimenea, al otro lado de la habitación, eliminando el frío de la noche.

Sasuke la depositó en la cama y se quedó de pie, sonriéndole, mucho rato.

-He hecho que mis sirvientes se nos adelantaran para abrir la casa de campo. Estamos solos -explicó mientras se arrodillaba para quitarle los zapatos.

-Es nuestra noche de bodas -dijo Sakura-. Debo desnudarte yo primero. Es así como debe hacerse, Sasuke.

Se quitó los zapatos y luego se puso en pie junto a su esposo. Después de deshacerle el nudo de la corbata, se apartó para ayudarle a quitarse la chaqueta. Cuando lo hubo despojado de la camisa y deslizó los dedos por dentro de la cintura de los pantalones, Sasuke no podía aguantar más. Sakura sonrió al notar cómo reaccionaban los músculos de su vientre cuando ella los tocaba. Habría continuado desnudándolo, pero Sasuke le rodeó la cintura con los brazos, la estrechó contra su pecho y reclamó su boca con un beso caliente y sensual.

Durante largos minutos se excitaron mutuamente con las manos, las lenguas y las murmuradas palabras de placer.

Sasuke se había jurado que esa noche iría despacio para darle placer a Sakura primero y sabía que si no se apartaba y la ayudaba a desnudarse pronto, acabaría desgarrándole otro vestido.

Ella estaba temblando cuando él apartó los labios de los suyos. No consiguió pronunciar palabra y tuvo que empujarlo hacia la cama. Cuando él se sentó, le quitó los zapatos y los calcetines.

Se quedó de pie entre las piernas de Sasuke y lentamente trató de desabrocharse los cierres de las mangas. Era una tarea difícil porque no conseguía apartar los ojos de él para mirar qué estaba haciendo.

-Tendrás que ayudarme con los botones de la espalda -dijo, sonriendo porque su voz sonaba tan tensa.

Cuando se dio media vuelta, Sasuke tiró de ella haciéndola caer sentada sobre sus rodillas. Ella luchó contra sus deseos de apoyarse en él, impaciente ahora por quitar de en medio aquel molesto vestido. Levantó las manos hacia la diadema que le sujetaba el pelo, pero solo había conseguido sacar una aguja cuando Sasuke le apartó las manos y se hizo cargo de la tarea.

-Déjame a mí -dijo con voz gruesa.

Los pesados rizos se deshicieron hasta que la abundante melena bañada de rosa le cayó hasta la cintura. Los dedos de Sasuke la hacían estremecerse. Lentamente, levantó la masa de pelo y la pasó hacia delante, por encima del hombro, deteniéndose para besarle la nuca. Luego se aplicó a la ardua tarea de desabrochar los diminutos cierres.

El corazón le latía con violencia en el pecho. El olor de ella era tan atractivo, tan maravillosamente femenino. Quería enterrar la cara en aquellos mechones rosáceos; habría cedido a sus impulsos si ella no hubiera empezado a moverse, frotándose contra su erección, con tanta impaciencia y de una forma tan tentadora.

Por fin, Sasuke consiguió desabrocharle el vestido hasta la cintura. Llevaba una camisa blanca, pero la seda se rompió fácilmente cuando él deslizó las manos dentro. Encontró sus senos, rodeó su plenitud con las manos y la atrajo con fuerza contra su pecho.

Sakura se arqueó contra él. Él deslizó los pulgares sobre sus pezones, haciendo que se le cortara la respiración. A Sakura le cosquilleaba la piel cuando se frotó contra la cálida piel recubierta de vello de su pecho.

-Tienes un tacto tan maravilloso, mi amor... -le murmuró él al oído. Le acarició el lóbulo de la oreja mientras tiraba del vestido, levantándola y alejándola de él solo lo indispensable para empujar del traje hacia abajo por debajo de las caderas.

Sakura se sentía demasiado débil para ayudarlo. Sus caderas se movían frotándose contra él. Sasuke pensó que aquellos movimientos eran un éxtasis doloroso. La besó en el cuello y luego en el hombro.

-Tienes una piel tan lisa, tan suave -dijo.

Sakura intentó hablarle, decirle lo mucho que la complacía, pero él deslizó la mano entre sus muslos haciéndola olvidar hasta sus propios pensamientos. Con el pulgar le excitó el sensible botón una y otra vez, hasta que aquella dulce tortura amenazó con consumirla. Pronunció su nombre con un gemido desgarrado cuando sus dedos la penetraron y luego trató de empujarle la mano hacia fuera. Sasuke no quiso cejar en su tormento y pronto ella se perdió en las sensaciones que la recorrían de arriba abajo, incapaz de pensar en casi nada. Solo logró reaccionar ante su increíble ardor.

-Sasuke, no puedo parar.

-No te resistas, Sakura -murmuró Sasuke. Aumentó la presión hasta que ella alcanzó el orgasmo.

Sakura se arqueó buscándolo y volvió a gritar su nombre. Notó los temblores que la recorrían. Sasuke no recordaba haberse quitado el resto de la ropa, tampoco sabía si había sido dulce o violento cuando la trasladó desde sus rodillas al centro de la cama.

El pelo se le desparramaba por encima de las almohadas, brillando diferentes tonos rosáceos a la luz de las velas. Era muy hermosa. Todavía llevaba puestas las medias blancas. Quizá sonriera, pero la oleada de deseo, ardiente al rojo vivo, lo devoraba y no podía estar seguro.

Fue a ella, acomodándose entre sus muslos, envolviéndola con sus brazos. Encerró su boca en un beso ardiente y penetró con fuerza en su ardor apretado y húmedo, al mismo tiempo que le introducía la lengua en la boca para emparejarla con la de ella.

Sakura lo rodeó con las piernas, empujándolo todavía más dentro de ella. Respondía a cada empuje completamente, con fuerza, arqueándose, exigente, cada vez que él se retiraba.

Alcanzaron el orgasmo al unísono.

-Te amo, Sakura.

Ella no pudo responderle. Aquel dulce éxtasis la abrumaba. Se sentía como líquido entre sus fuertes brazos y solo podía abrazarse a él hasta que pasara la tormenta.

La realidad volvió muy lentamente a Sasuke. No quería volver a moverse nunca. Respiraba de forma áspera, errática.

-¿Te estoy aplastando, amor? -preguntó cuando ella trató de moverse.

-No -respondió Christina-, pero parece como si la cama se me estuviera tragando.

Sasuke se apoyó en los codos para quitarle la mayor parte de su peso de encima. Tenía las piernas entrelazadas con las de ella y desplazó los muslos para aliviar la presión.

La miró tiernamente.

-Di las palabras, Christina. Quiero oírlas.

Como esperaba con toda seguridad oírle decir que lo amaba, no estaba preparado para sus lágrimas.

-Cariño -dijo, enjugando con las puntas de los dedos las primeras gotas que caían de sus espesas pestañas-. ¿Vas a ponerte a llorar cada vez que hagamos el amor?

-No puedo evitarlo -murmuró Sakura, entre sollozos-. Me haces sentir tan maravillosamente...

Sasuke la besó de nuevo.

-Suena como si estuvieras confesando un horrible pecado. ¿Es tan terrible sentirse maravillosamente?

-No.

-Te amo. Ya llegará el momento en que me digas las palabras que quiero oír. Eres muy tozuda, ¿lo sabes?

-No me amas a mí -murmuró Sakura- Tú amas a...

Le tapó la boca con la mano.

-Si me dices que amo a una princesa, me sentiré...

-¿Te sentirás, qué? -preguntó Sakura cuando él le quitó la mano de la boca.

-Contrariado -declaró, con una sonrisa torcida.

Sakura le devolvió la sonrisa.

Sasuke se dio la vuelta para ponerse de lado y luego volvió a atraerla hacia él.

-Sasuke...

-¿Sí?

-¿Me sentiré siempre como si mi espíritu se fundiera con el tuyo?

-Eso espero -respondió Sasuke-. Muy pocas personas pueden compartir lo que nosotros...

-Es el destino -afirmó Sakura. Se secó las lágrimas con el dorso de la mano-. Puedes reírte de mí si quieres, pero era nuestro destino que estuviéramos juntos. Además, ninguna otra mujer te querría.

Sasuke se rió entre dientes.

-¿Ah, no? -preguntó.

-Claro que no. Eres un granuja. Mira cómo arruinaste mi reputación solo para salirte con la tuya.

-Pero a ti no te importa lo que los demás digan de ti, ¿no es verdad, Sakura?

-A veces sí que me importa -confesó-. Es un lamentable defecto, ¿no es cierto? Me importa lo que tú pienses de mí.

-Me alegro -respondió Sasuke.

Sakura cerró los ojos con un suspiro. Lo último que recordó más tarde fue a Sasuke arropándolos a los dos con el cubrecama.

Sasuke pensó que parecía una gatita satisfecha acurrucada contra él. Sabía que le costaría mucho dormirse y notó cómo la conocida tensión se le aposentaba en la boca del estómago. Seguro que las pesadillas volvían a visitarlo. No habían fallado ni una noche en dos años. Lo que le preocupaba era Sakura, por supuesto. No quería asustarla. Sabía que tendría que ir abajo y enfrentarse allí a su pasado, en la intimidad de su biblioteca.

Cerró los ojos un momento deseando saborear la calidez de su esposa un poco más.

Y eso fue lo último que pensó hasta que se hizo de día.