Los personajes no me pertenecen


SU ATENCIÓN POR FAVOR


1- Soy ese tipo de personas que detesta, a sobremanera, encontrarse con títulos, párrafos y diálogos escritos en otro idioma. Salvo cuando aparece alguna canción, creo que eso ayuda la atmosfera. Pero en fin, el capítulo se llama I WILL BE (*arderas en llamas, hipócrita). ¿La razón? Era el 2014 cuando tranquilamente pensaba en la vida y me puse a escuchar la canción y este capitulo (y el que sigue) se me vino a la cabeza. A punto de convulsionar empecé a escribir cosas aleatoriamente con la idea de que fuera un tonto One-shot. Pero no, conforme repetía la canción me di cuenta de que en realidad había más detrás de todo esto y me puse a diagramar. Fue la primera y única vez en que una canción me ayudó para una historia. Así que si, el capítulo no podía tener otro nombre que no fuera el de la canción.

Estamos en el capítulo, el capítulo que dio vida a esta maldita historia. Y por alguna razón que desconozco, mi pecho está sensible. Quiero llorar. chau.

2- Pero ya que han sido super pacientes conmigo, y me han dado un apoyo que no creí que tendría, les voy a dejar un extra al final del capítulo para que no me extrañen mientras regreso.

3- Gracias por leer :3


Flashback

Tenía los codos apoyados sobre la mesa y mi cabeza reposaba contra mis manos unidas, mientras jugueteaba con mis dedos. Sobre la madera de mi escritorio, había una carta, que llegó esa mañana, con el sello de la universidad a la que tanto deseaba asistir, confirmándome que había sido aceptada.

Realmente había entrado al lugar donde quería. Tenía ganas de reír y llorar al mismo tiempo. Es porque pensaba que contárselo a mis padres iba a ser la parte más difícil. Creo que mi padre iba a ser más compresivo, ya sospechaba desde hace tiempo que es lo que me gustaba hacer. El problema era mi madre, como siempre. Para ella estudiar una carrera de diseño era inaceptable, no cumplía con el estatus de nuestra familia. Tras un debate mental, decidí mejor decírselo a mi padre para hacer el asunto menos agobiante.

Guardé la carta dentro de uno de los cajones del escritorio y me vestí algo elegante con un jean ajustado azul, un suéter negro, chaqueta de color suela y unas botas del mismo color. También procuré acomodarme el cabello, dejándolo suelto. No me gustaba ir desalineada a la oficina de mi padre. Siempre había gente que entraba y salía con prendas elegantes.

Desafortunadamente, cuando llegué, su secretario me dijo que estaba ocupado con dos importantes inversionistas. Rapunzel habría tenido el valor de entrar, interrumpirlo, y mi padre, aunque no iba a estar muy contento, seguro iba a suspender todo para saber qué es lo que quería decirle. Pero yo no tenía ese valor. Le contesté al hombre de unas treinta y tantos que iba a esperarlo y así lo hice. Ingresé por una puerta a la sala de espera y tomé asiento en uno de los cuatro sillones. Mis ojos viajaron por las paredes blancas, las pinturas, una planta y por la puerta de entrada a la oficina de mi padre.

Miré el reloj en mi teléfono y me di cuenta de que se me hacía tarde para reunirme con Elsa. Mis cejas dispararon hacia abajo. Se supone que hoy iba a contarme qué es lo que tanto estaba ocultándome. No hemos hablado en toda la semana, principalmente porque yo quería darle su espacio.

Una carcajada de mi padre y de los dos hombres, me hizo mirar a la puerta una vez más. Suspiré resignada, dándome cuenta de que la reunión iba a durar más tiempo de lo esperado y que probablemente la estaban extendiendo hasta la hora de cenar para celebrar el exitoso acuerdo.

Salí de la empresa, pidiéndole al secretario que no dijera nada de que estuve ahí. Quizás ese no era el momento, encontraría otra oportunidad para decírselo. Cuando llegué casa, faltaban unos diez minutos para que se hiciera la hora que había acordado con Elsa. Me percaté de que el auto de Mérida estaba estacionado frente a su casa y mi estado de ánimo terminó arrastrándose por el piso.

Esperé a Elsa en la vereda y me sorprendió ver que ella se presentaba puntual. Su forma sencilla de vestir me hizo sentir algo incómoda, pero decidí mejor ignorarlo. Crucé la calle y sonreí al ver la sudadera de Game of thrones con el escudo de la familia Stark que su padre le había regalado. Lo encontré en el centro comercial cuando la compró.

—Hola —saludó, inclinando la cabeza hacía un costado de su hombro.

Al menos intenta ser amigable.

—Hola —le correspondí, sin poder quitar la estúpida sonrisa de mi cara. Ella no estaba segura de que hacer, así que rápidamente volví a hablar— ¿Quieres caminar? – lo sugerí para hacer el asunto menos tenso.

—Si, claro… En preferencia no muy lejos, aún no estoy completamente bien de la pierna.

No sé si fue una excusa, pero tampoco me molestaba.

Caminamos silenciosamente, ella se veía con ganas de querer escaparse mientras que yo tenía que armarme de paciencia para no empujarla contra la pared y exigirle la verdad. Necesitaba terminar con esto rápido, las horas en la oficina de mi padre habían sido demasiado agotadoras.

—Oye, sé que no es fácil para ti iniciar una conversación, pero si quieres que esto pase rápido más te vale decir que sucede —le dije con algo de rudeza.

Elsa se sorprendió, sin atreverse a objetar. Lo que la llevó a darse cuenta de que algo no estaba bien.

—¿Ocurre algo? —sus ojos, reflejando preocupación, casi hacen que me derrita.

—No trates de cambiar de tema —le advertí, firme.

—No intento cambiar de tema. No te noto bien, eso es todo.

¿Estábamos teniendo una conversación normal como en nuestros viejos tiempo? Este no es mi día.

—Olvídalo, no tiene importancia.

Y sin haberlo prevenido, ella coloca su mano sobre mi hombro. Quiero llorar.

—Yo creo que si lo tiene. Tiene importancia porque, de lo contrario, tú no estarías así.

Retiró la mano con la misma rapidez en que la colocó. Aparentemente se arrepentía haberlo hecho.

—Deberías comenzar diciéndome lo tuyo y entonces diré lo mío.

Su mirada se volvió algo desafiante.

—Dilo tú primero —definitivamente sonó a un enfrentamiento—. Me niego a contarte lo que pasa si no me lo dices.

—Se supone que hicimos un trato —me enfadé.

—Estoy dispuesta a cumplirlo, pero cuando sepas la verdad no creo que llegues a decirme nada.

La respuesta solo trajo más confusión a mi cabeza. A estas alturas ya nada me sorprendía. Seguí caminando, esperando una respuesta que sabía que no vendría. Llegamos hasta la plaza donde nos habíamos conocido, me paré justo frente al árbol donde vi a Elsa la primera vez y muchas cosas pasaron por mi mente. Me senté sobre el césped, reflexionando sobre lo que pasaba.

Aquí conocí a mi mejor amiga. Una chica que, por alguna razón que desconozco, había decidido alejarse de mi lado y, pese a decirme que me quería lejos, aún seguía preocupada por mí. Definitivamente nada tenía sentido.

—Llegó la carta de la segunda Universidad —confesé, sin dejar de mirar el suelo.

—¿Te rechazaron también?

—No —contesté, vacilando un momento—. Me aceptaron en realidad.

Estuve a punto de decirle todo por lo que había pasado antes de reunirme con ella, pero un enfado brotó nuevamente de mi interior al pensar que ella no merecía ninguna clase de explicación de mi parte.

—Si lo que te preocupa es lo que tu familia pueda decir, olvídalo. Si te revelas no podrán hacer nada —comentó Elsa en un intento de hacerme sentir mejor.

Fruncí el ceño, mis dedos se apretaban fuertemente contra mi brazo.

—¿Por qué te importa?

Recibí una mirada de confusión a causa de mi repentina pregunta y me puse de pie.

—¿Por qué te importa? —repetí.

—¿Qué? —ella preguntó como si la hubiese acusado falsamente de algo.

—Dime por qué diablos te importa —avancé hacia ella, encarándola con furia—. Y si tu respuesta es porque te preocupas por mí, dame una razón para eso.

—¡¿Y por qué no debería estarlo?!

Si lo que intentó hacer era sacarme de quicio, pues lo consiguió.

—¿Por qué no deberías?... ¡¿Por qué no deberías?! —me rasqué la cabeza nerviosa—… ¡¿No es que soy solo "tu vecina"?!

Elsa comprendió en ese momento a que vino eso y se dio cuenta de que había hecho una estupidez en la final de fútbol, pero a mí no me interesaba lo mal o arrepentida que se sintiera. Ya no más.

—Que estúpida —contestó e inmediatamente perdí el control.

Me desquité con ella, empujándola para que al menos sintiera lo mismo que yo venía sintiendo durante mucho tiempo.

—Tienes razón, soy una maldita estúpida —continué empujándola— Soy una estúpida por creer que una parte de ti aún era mi amiga. Ignoré el hecho de que un día solo decidiste hacerme a un lado, sin ninguna explicación, y hacerte amiga de otra persona solo para tirar a la basura nuestros años de amistad.

—¡Eso no es cierto! ¡Y no metas a Mérida en esto porque ella no tiene nada que ver! —sacudió la cabeza.

—¡¿Y entonces por qué?! —le exigí, sabiendo que ya no podía controlar mis lágrimas— ¿Por qué haces esto?... Siempre hago todo lo que está a mi alcance, por más difícil que sea, para acercarme a ti, pero Mérida siempre está un paso delante de mí.

Su cara se puso más pálida de lo normal y vi sus puños tensarse. Solo estaba retrasando una sencilla respuesta, que no ayudaba para nada a mi cabeza.

—¡Contesta! —pedí ya desesperada.

—¡Pues si ya sabes lo basura que soy entonces hazte un maldito favor y aléjate de mí como te lo he dicho cientos de veces!

Definitivamente esto ya era el colmo.

—¡De ninguna manera voy a dejar que me hagas esto una vez más! —le hice saber indignada— No te irás de aquí hasta que me digas la verdad. No quiero escuchar es complicado, no quiero escuchar es mejor dejarlo así, y no quiero escuchar más estúpidas excusas. Vas a explicarme todo ahora mismo.

Elsa parecía desconectada, como si yo no estuviera frente a ella. Su reacción fue alejarse, pero la tomé de la sudadera atrayéndola más hacia mí. Casi tropezamos, pero ella estaba tan perdida que no se dio cuenta.

—¿A caso no entiendes cuando te hablo?

—Ya basta.

Sus súplicas me indignaron aún más y me llevé ambas manos a la cabeza.

—¡Solo dime la verdad!

—No puedo.

—¡Elsa!

Ese grito la impulsó a tomarme de la chaqueta y entonces sentí sus labios sobre los míos. Mi cara era de miedo, pánico, y mi corazón se aceleró a cada segundo. Antes que pudiera hacer algo, me vi acorralada contra el árbol detrás de mí. Los parpados se me hacían cada vez más pesados, pero el susto, más una mezcla de enfado, me obligó a reaccionar.

La aparté dándole una cachetada. Mientras se llevaba una mano a la cara, yo llevaba la mía hacia mi boca.

—Anna…

Ignoré su arrepentimiento o la idea de escucharla.

—¡ALÉJATE! —grité, sacudiendo mis brazos—… Aléjate —estaba agitada, nada bueno podía salir de mí en ese estado.

—Por favor, lo siento. No quise… —trató de dar un paso hacia mí, pero yo me alejé.

—¡No! —marqué la distancia entre las dos levantando un brazo—. Solo… déjame en paz.

"Escuchar tu voz solo va a hacer que te grite algo que no quiero".

Elsa no se veía con ganas de marcharse, pero lo hizo y al principio no entendí la razón. Me arrodillé sobre el suelo, volviendo a colocar las manos en mi boca. Los temblores en mi cuerpo impedían que me pudiera poner de pie.

—¿Oye, estás bien? —sentí una mano sobre mi hombro, que pertenecía a una voz familiar.

Levanté la cabeza para darme cuenta de que era Kida, acompañada por Mulán. Ahí comprendí el motivo por el que Elsa había escapado. La chica de rasgos asiáticos miraba hacia otra parte, precisamente a la persona que acababa de besarme. Es obvio que estaba preocupada por su amiga.

Su amiga. Elsa era su amiga. En cambio, yo. Yo no sé qué era.

—Estoy bien —dije bruscamente, consiguiendo ponerme de pie.

—¿Segura? —Kida se daba cuenta de que no era sincera.

Yo no quería insultarlas por culpa del enojo, así que solo me limité a sacudir la cabeza. No insistieron en hablar cuando salí corriendo.

Fin del Flashback

Se me hacía más difícil respirar a medida que nos aproximábamos al edificio donde vivíamos. Ni siquiera quería ponerme analizar el asunto porque, en verdad, era extraño. Ya es demasiado habitual para las dos. Su impulso de llevarme a casa se dio claramente porque sintió celos de Hiro, creo también de Dash tratando de tomarme.

Me centré en el recorrido para evitar mirarla. Mi mano izquierda se extendía hacia el centro del asiento y de algún modo podía sentir el calor de la suya a unos pocos centímetros de donde la tenía apoyada. Todavía no entiendo cómo es que no colapsé mentalmente. Es curioso, se siente igual a la vez que me enteré de sus sentimientos. Aquella noche no reaccioné bien, incluso cuando no fue la primera vez que me dio un beso… Aunque bueno, ninguna de las dos estaba borracha esa vez.

Cuando el taxi estacionó las dos intentamos pagar. Elsa me ganó de ante mano, porque cuando busqué la billetera me di cuenta de que no traía mi bolso.

"Olvidé mi bolso en el bar, maldición"

Suelo dejar mi teléfono en el bolsillo por miedo a que algo le pase al bolso. Todo lo demás lo tengo dentro de él, incluyendo las llaves de mi departamento. Desbloqueé mi teléfono, encontrando un mensaje de Hiro confirmándome que lo tenía y además me aclaró que Elsa probablemente cree que estoy borracha porque vio el estado de Emma. También me pidió que lo llamara por si algo salía muy, muy, muy, muy mal y a continuación de ese mensaje había dos emojis de fuego.

—¿Estás bien? —Elsa me esperaba afuera del taxi, apoyando su brazo contra el techo.

Lo que voy a hacer ahora no es muy maduro de mi parte. Pero, en mi defensa, tampoco recibí mucha madures de ella en todo este tiempo. Si esta noche no le saco una respuesta, definitivamente me mudaré. No sé a dónde, pero lo haré. Me iré a otra ciudad de ser necesario.

La decisión se debe a que, si fallo, realmente el destino no quiere que estemos juntas. Incluso si recibo un no como respuesta, lo haré. No nos torturaré más.

Me bajé del auto sin contestarle. Elsa cuidadosamente se movió hacia atrás para darme espacio. Momento que aproveché para fingir que me tropezaba y para que, enseguida, ella me atrapara con sus brazos. Podía escuchar su corazón palpitando sin control y eso hace que casi quiera a mirarla a los ojos, pero me obligué seguir con el juego.

—¿Estás bien? —volvió a preguntar.

Yo empiezo a reír, negando con la cabeza contra su hombro.

Suspiró ante mi reacción.

—Vamos, ya estamos en casa —dice sin soltarme por miedo a que me volviera a resbalar.

"¡Punto para mí!"

Después de cerrar la puerta del taxi, Elsa pasó mi brazo alrededor de su cuello y luego colocó su mano libre sobre mi cadera. Caminamos sin emitir palabra hasta el ascensor, donde ahí todo siguió igual. Su agarre es tenso, el sonido de su respiración se escuchaba demasiado fuerte y su vista estaba atenta a las puertas del ascensor. Era tentador acorralarla contra la pared para besarla con intensidad, pero lo consideré poco efectivo. Aunque eso no significa que no pueda molestarla un poco.

Sutilmente levanté la cabeza, hasta quedarme frente a su oreja.

—Es el lugar ideal —murmuré contra ella.

Mis palabras hacen que su cuerpo tiemble. Sus ojos me buscan rápidamente con sorpresa.

—¿Ideal para qué?

"Pobre lindo gatito".

—Para hacer travesura —expliqué inocentemente— ¿No crees?

Su reacción no fue nada más que tragar saliva y mirar hacia la puerta otra vez. Básicamente la había dejado sin palabras.

Pronto, llegamos a nuestro piso. A pasos torpes, caminamos hasta mi departamento. Ella silencia mis pequeñas risas porque no quería despertar a los vecinos. Lo siento, es que no podía evitarlo. Parte de mi reacción era por los nervios, incluso hasta por miedo.

—¿Y tu llave? —la pregunta me hace dar cuenta de que estábamos a delante de mi puerta.

Bufeo en respuesta y eso le hace poner mala cara.

—La necesito para poder entrar —ella se pone nerviosa.

—Mi bolso —simplemente respondo.

Pronto se da cuenta de que no lo traigo conmigo y ella no tarda en desesperarse.

—Anna, no tienes ningún bolso.

Cierro los ojos, fingiendo dormirme. La escucho murmurar un "no puede ser" acompañándolo con un fuerte suspiro. Permanece pensando un tiempo y, como se da cuenta de que no tenía opción, caminó hasta su departamento. Frente a su puerta, hizo unos malabares para buscar las llaves y mantener mi cuerpo en pie. Me encontré con una linda sala de estar, con un sofá de tres cuerpos en el centro junto a su mesita de café. Detrás de él, había una puerta hacia la cocina. Del lado izquierdo había un balcón con vista a la calle y del lado derecho, había una mesa con sillas, y también había dos puertas hacia dos habitaciones distintas.

Fue cuando escuché la puerta de la entrada cerrarse que decidí arrojarme al suelo.

—Rayos —ella chilla en cansancio.

Siento sus manos sobre mis hombros y cuidadosamente me sienta sobre el suelo. Abrí los ojos nuevamente, y me encontré con su mirada a una corta distancia. El mundo parece detenerse ante esa acción y por poco me desmayo de verdad. Su corazón late con fuerza, al igual que el mío. Noté su mirada sobre mis labios, quiere besarme. Simplemente puedo sentirlo. Lo terrible de la situación es que podemos pasar horas y horas así, sin aburrirnos de ninguna manera, ya ha pasado otras veces… ¿Es normal? ¿Solo mirar a la persona que amas y nunca querer despegar tus ojos de los de ella, sin hacer nada más?

Aunque pudiera permanecer la vida entera en esta posición, mis planes eran otros. Me incliné hacia delante con la velocidad de un rayo y la besé. Elsa se apartó rápidamente con una expresión de sorpresa.

—No estás ebria —reaccionó, con un movimiento nervioso de su cabeza.

—¿Y?... ¿Qué acaso alguna de las dos tiene que estarlo para iniciar un beso?

—Claro que no. Yo…

—¡Deja de negarlo! —me arrastré por el suelo más hacia ella— Me costó creerlo en un principio, pero te he visto… te he visto en tantos sueños, en tantas ilusiones... —Elsa de pronto se vio acorralada contra el sofá que tenía detrás— y estoy segura de que el beso de la otra noche fue verdad. ¿Cuál es tu excusa? ¿Un accidente?

—Bueno, sí. Lo hice. Te besé y estuvo mal, lo siento. Eso no significa nada.

Claramente quería evitar mis ojos a toda costa. Su maldita necedad me estaba quemando por dentro.

—Dime entonces ¿Por qué me ayudaste está noche?

—¡Trataba de ser cordial, no hay necesidad de confundir las cosas! —gritó y noté como su mascará de frialdad comenzaba a caerse.

Recordé lo que sucedió cinco años atrás, la noche en el parque donde prácticamente le exigí que me dijera la verdad y terminó estampándome contra un árbol para besarme. Ese mismo día su máscara de frialdad había caído igual que ahora. La única diferencia esta vez yo no voy a escapar y tampoco voy a dejar que ella lo haga.

Me reí ante la desesperación, negando con la cabeza. Elsa se levantó, queriendo correr, pero fue inútil. La atrapé envolviendo mis manos sobre su cintura, haciendo que las dos caigamos al suelo. Luchamos en el piso, queriendo controlar la situación. De alguna manera logré inmovilizarla, sentándome arriba de ella y sujeté sus manos sobre su cabeza.

—Ahora di que quieres que me detenga —dije.

Su respuesta fue solo tratar de zafarse de mis manos, moviendo su cabeza hacia ambos lados. Le di otro beso nuevamente. Presioné. Y presioné con fuerza. De pronto sentí que su cuerpo comenzó a relajarse y sus labios se movían con los míos. Tras perderme en aquella sensación, mi agarre se suavizó y ella logró despertar de su trance, dándole la oportunidad para empujarme. Mi espalda chocó contra el sofá y Elsa solo permaneció sentada sobre el suelo con la respiración agitada.

—¿Qué no entiendes…?

—¡Está bien! —accedí de pronto, llevándome las manos a mi cabello porque ya no podía tolerar esto un minuto más— Te dejaré en paz, pero antes… antes quiero que me mires a los ojos de una maldita vez y me lo digas. Dime que lo nuestro no fue real. Dime que solo querías algo de una noche cuando me abandonaste. Dime que no tienes esa misma herida en el corazón que te consume todos los días. Dime que estoy equivocada. Di que no sientes nada por mí y esta vez te prometo que no volverás a verme —mi rabia se notaba a kilómetros y comenzaba a respirar con dificultad a causa de mi agitación y el llanto se había hecho presente.

Una parte de mí tenía miedo porque si mis temores llegaban a ser reales terminará por destruir lo que queda de mi corazón. Estaba al borde de uno de mis ataques y, cuanto más tiempo se tardaba en contestarme, más difícil era mantener el control.

—Yo no… —sentir su voz me tomó casi desprevenida.

Volvió a quedarse en silencio, peinando con violencia su flequillo hacia atrás. Hasta parece que lo hace para torturarme.

—No puedo —confesó luego de un desesperante minuto. Comenzó a llorar en cuanto miró mis ojos—. No puedo… si lo hago te estaría mintiendo y no quiero— mi expresión debió decirle que estaba confundida—. Soy… soy tan cruel para rechazarte, pero no para decirte eso —se acercó lentamente para ayudarme a ponerme de pie y rápidamente se alejó, como si su tacto hiciera alguna clase de daño—. Mi corazón no lo soportaría —sacudió la cabeza y se llevó los puños a la frente—… jamás soportaría hacerte un daño como ese.

Un soplido, que se asemejó a algo que podía llegar a ser una risa, se escapó de mi boca. Me di cuenta de que mi cerebro recibió toda aquella información y no había logrado procesarla. Estaba inmóvil, sin saber que hacer más que agachar mi cabeza, pensando que el suelo tenía alguna clase de respuesta.

Todo explota en cuanto sus labios temblorosos buscan los míos desesperadamente. Pese a toda la confusión que sentía, no fui capaz de contenerme y le correspondí con la misma intensidad, colocando ambas manos en su rostro. Sus brazos tomaron mis caderas, apretándome más contra ella. De un brinco enredé mis piernas en su cintura y sentí como se movía alrededor de la casa, todo sin parar la danza que nuestras lenguas habían iniciado en un intento de tomar el control de la situación. Jadeé en cuanto sentí la pared detrás de mí. Elsa comenzó besar mi cuello con deseo, como si se hubiese estado conteniendo demasiado tiempo. La ropa se sentía muy molesta frente aquella euforia, así que me bajé para quitarle su abrigo y luego una camisa blanca, dejándola solo con un brasier azul nocturno. Elsa se abalanzó hacia mí, volviéndome a besar mientras, a ciegas, buscaba los botones de mi camisa para ir desprendiéndolos uno por uno.

Se apartó nuevamente y dejó sus manos en ambos lados de mi cabeza, pegadas contra la pared. Aunque todo estaba completamente oscuro, pude darme cuenta de que los ojos de Elsa se habían perdido en mi cuerpo. Mi pecho subía y bajaba con nerviosismo, no sabía si aquel comportamiento era inseguridad u otra cosa.

—¿Me extrañaste? —decidí preguntar.

Elsa salió de lo que parecía un eterno pensamiento para mirarme a los ojos.

—Demasiado —su confesión me cortó la respiración—. Es solo que no puedo evitar admirarte.

La escena se sintió terriblemente familiar, era casi parecida a nuestra primera vez. Me obligué a controlarme. Necesitaba de ella ahora mismo.

—Entonces sigue.

Automáticamente se inclinó hacia mí, poniendo sus manos sobre mis brazos para atraerme más hacia ella. Colocó rápidos, dulces, besos sobre mis labios y continuó su camino por mi mejilla hasta llegar a mi oreja. En ese recorrido sentí como mi camisa caía al suelo y minutos después mi brasier la acompañó. Sin desprenderse de mí, me colocó sobre la pared nuevamente.

—Eres hermosa —me susurra casi de manera inconsciente contra mi oreja, haciéndome ruborizar como una idiota de quince años que conocía a su primer amor... ¿Irónico cierto?.

Elsa lame la zona y luego procede a morder mi cuello. Mis caderas se mueven hacia ella buscando desesperadamente un contacto. Se toma demasiado tiempo para saborearme, para explorar cada fibra de mi piel. Mierda, ella quería ser linda y menos brusca pero me estaba desesperando. Todo mi cuerpo se estaba poniendo más sensible que lo habitual y me sostuve de sus hombros para no perder el equilibrio y caer al suelo.

—Aah... —un grito sale de mi boca al sentir una mordida mucho más fuerte.

Continuó con sus sensuales besos en el mismo lugar. Entonces sus manos amasan mis senos, pellizcándolos de vez en cuando. Movió su boca hacia ellos, su lengua giró alrededor de mi pezón mientras su otra mano se concentraba en quitarme el pantalón. Aferrándome a su cabeza como si mi vida dependiera de ello, la ayudé a terminar su trabajo. Una descarga de adrenalina se disparó a mi cerebro, mi cuerpo se arqueó varias veces y eso que todavía no había llegado al punto más delicado del mismo. Cuando mis bragas estuvieron por fin en el suelo, Elsa se agachó lentamente dejando lamidas por mi abdomen. Vi como separó mis piernas y como quedó frente a frente con la piel lisa de mi intimidad. Me miró nuevamente, tal vez buscando permiso antes de continuar. Yo estaba completamente desnuda, todo en el ambiente era caliente y el sonido de nuestras respiraciones se escuchaban por toda la casa. Aquel momento le dio la señal que necesitaba.

Acaricié su cabello mientras ella besaba sensualmente cada parte de mis muslos, olfateó los jugos que sus juegos previos había causado y se rio contra mi piel. Si mis cables no estuvieran cruzados probablemente me habría sentado en su cara inmediatamente. Mis ojos se fueron hasta mi cráneo cuando sentí su lengua en mi palpitante centro. Gruñí al darme cuenta que era la primera vez que Elsa me hacía esto, ya que en nuestra primera vez no habíamos ido tan lejos. Lo había experimentado en la Universidad y no estaba segura de si le gustaba hacerlo hasta ese momento y ahora que lo sé... Mierda que le quería sacar provecho. Mis caderas buscaron su boca para mantener la conexión y en un rápido movimiento sentí su lengua invadiéndome por completo.

—Joder, si... —con la mano que tenia libre golpeé la pared detrás de mí.

Levantó mi pierna, dejándola reposar sobre su hombro para tener más fácil acceso. La maldita infeliz movía su lengua demasiado lento y ya no podía disimular cada uno de mis gritos de desesperación. En un determinado momento me di cuenta que uno de sus dedos estaba realizando los mismo movimientos, constantemente, sobre mi cadera. En ese estado de lujuria absoluta descifré que eran dos símbolos, el "+" y un signo de preguntas. Me estaba preguntando si quería más, como una forma de provocación. Odio y amo a la persona que le enseñó ese truco.

Si... Por favor, si —el tono de mi voz era completamente rasposa a ese punto.

Mi cabeza buscaba atravesar la pared que tenía detrás, perdiendo toda clase de conocimiento. Elsa estaba cumpliendo con lo que pedía y lo hacía de manera exquisita.

Eso es... Eso es, eso es, eso es —no era capaz siquiera de controlar mis palabras, ni tampoco moderar la tonada de mi voz. Su órgano muscular se movía en círculos, entrando y saliendo de mi interior— Más...—abrí los ojos, encontrándome con el techo dando vueltas— quiero más.

Arañé su cabello y la empujé bruscamente hacia mí, ya que su lengua estaba ahora en un punto muy sensible. Mis peticiones seguían siendo cumplidas, su velocidad aumentaba y no estaba segura de si era humana. Alocadamente reía, jadeaba y pedía por más. Mis caderas se movían fuera de control y Elsa seguía haciéndome suya. Cuando llegué al clímax total sobre su cara, me llevé una mano a la boca en un torpe intento de hacer que mi grito fuera más bajo. Me tomó un tiempo volver a la normalidad y en cada minuto de ese tiempo mis músculos se relajaban. Controlar mi respiración no fue tarea facial y noté el sudor de mi cuerpo al pasar la mano por mi cabello. No recuerdo cuando fue la ultima vez que me sentí "avergonzada" solo por estar tan sensible. Incluso mi cuerpo vibraba al percibir su respiración sobre mi centro.

¿Realmente esto había pasado?

Al mirar hacia abajo vi a la dueña de los ojos más lindos, que no paraba de lamerse los labios, a la vez que depositaba mi pierna sobre el suelo. Sentí una opresión familiar en el pecho y sacudí la cabeza. Sabía lo que se estaba por venir y no podía comprender el porqué de ello después de semejante espectáculo. Los temores eran mísiles en mi cerebro y yo me negué a que se apoderaran de mí. Esta no era cualquier persona, no era como cualquier otra con la que haya tenido relaciones. Esta era Elsa y todavía no había terminado con ella.

Hice un gesto con mi dedo índice para indicarle que se pusiera de pie. No puedo creer que, con el tiempo que pasó, ella siguiera con su brasier, su pantalón y sus zapatillas. Realmente me sacaba de quicio y su sonrisa de orgullo no ayudaba para nada.

—Cuarto —le ordené.

Elsa apuntó hacia la puerta que estaba a un costado de la pared y entonces la tomé de los hombros para prácticamente empujarla ahí adentro. No me tomé el tiempo de ver toda la habitación, solo la senté sobre los pies de la cama. Puse mis manos en ambas partes de su rostro, suspirando nerviosamente. Eché su cabeza hacia atrás. Miré sus ojos para apreciar esos zafiros que brillaban de una manera que nunca antes había visto. Sé distinguir la lujuria y el deseo en los ojos de alguien y esta vez siento que ese brillo en los ojos de Elsa tenía un significado mucho más profundo.

—¿Dónde está la chica tímida de años atrás? —cuestionó, sorprendida.

—La destruiste hace tiempo —antes de que volviera hablar la besé ferozmente, matando aquellas voces que probablemente taladrarían su cabeza y la harían malinterpretar mis palabras. El sabor de mis jugos en su boca liberaba niveles de adrenalina que me hicieron perder la razón.

Manteniendo nuestros labios unidos, me senté a ahorcajadas de ellas mientras le quitaba su brasier y la recostaba suavemente sobre la cama. Abandoné rápidamente sus labios para brindarle atención a su cuello, dejándole dulces mordidas. Sus manos pasaron por mi espalda, lo que hizo que nuestros senos se rozaran. Movió la mano hasta llegar a mi cintura donde la punta de sus dedos apretó la zona, arañando con sus uñas, suavemente, sobre mi piel. Frustrada por saber que no iba a llegar más lejos, tomé de su muñeca y le indiqué que siguiera bajando hasta colocarla en mi trasero. Ella se sorprende y antes de que se le ocurriera hacer algo estúpido como retirarse, la inmovilicé mordiendo más fuerte la zona de su cuello.

—Tócalo —ordené, hablando con un pedazo de su piel en mi boca.

Elsa suspiró algo atragantada, pero aun así dejó unos apretones provocadores que me hicieron mover las caderas, y concentré toda la atención de mi boca en su cuello.

A continuación le quité las ultimas prendas que faltaban y la dejé completamente desnuda. En aquel cuarto iluminado por la luz de la noche, tenía a Elsa debajo de mí, con una expresión atrevida en el rostro esperando por ser complacida. Era una escena digna de ser fotografiada.

—Date la vuelta.

Ella no puso resistencia y se giró, apoyando los codos sobre el colchón. Su despeinada trenza le caía a un costado de su hombro. Lugar donde, por cierto, tenía ese interesante tatuaje de la luciérnaga, el cual me despertaba una serie de preguntas pero eran irrelevantes en ese momento. Las curvas de su espalda y caderas, perfectamente tonificadas, se veían sexis, tanto que se me hacía agua la boca. Elsa Cold estaba a mi merced y no pude evitar pensar en el pobre de John Smith que se esforzó por una oportunidad por ella y nunca la obtuvo. Mis malos, inmaduros, pensamientos solo podían decirle una cosa: "perdedor".

Una risa involuntaria se escapó de mis labios. Elsa me miró por arriba de su hombro.

—¿Y ahora por qué te ríes?

Levanté una ceja y me mordí el labio.

—Me encanta que no hayas dejado el fútbol.

Su reacción fue agachar la cabeza rápidamente, supongo que era para ocultar su vergüenza. Aproveché el momento para desatar toda su trenza. Su cabello largo se desparramó por su espalda y por algún motivo esto la puso más nerviosa. Aparté cada hilo de su cabello en dos lados con mi meñique, el cual trazaba la línea de su columna vertebral. Bajé y luego subí por la curva hacia la punta de su trasero. Me detuve y la miré jadear.

No sé si era excitación. No sé si era el simple placer de torturarla. Tampoco sé si era rencor o enojo.

—Pídemelo.

Elsa reacciona moviendo su trasero hacía mí.

—Pídelo en voz alta —retiré mi mano, solo para ver cómo se movía con desesperación y enterraba su cara sobre las sabanas.

—No juegues —casi se veía como un animal agonizante.

—Durante años me dijiste que no lo hiciera, ahora pídemelo.

Parece que no le gustó para nada que tocara su orgullo, nada me resultaba más satisfactorio que eso en ese momento.

—Por favor... —dijo, apretando sus dientes.

—Solo tienes que pedirlo —canturreé.

Sufrió unos segundos de agonía al darse cuenta de que no iba a actuar a menos que hablara y entonces gruñó decidida.

—¡Quiero que me folles!

Fue entonces que coloqué dos de mis dedos dentro de su sexo y jalé las hebras de su cabello. Elsa gritó como si la hubieran apuñalado y empecé a mover mis dedos dentro de ella a un ritmo que la hizo gemir de placer.

¡Siiii!... Aah... Aaaah —Elsa abrió y cerró los ojos.

Para evitar que se desmoronara sobre el colchón, la obligué a mantenerse de rodillas y mi mano se retiró de su cabeza para apretar agresivamente uno de sus senos. Reposé mi pecho sobre su espalda, colocando mi boca cerca de su oreja, sin dejar de penetrarla.

—Di lo mucho que te gusta e iré más rápido —lamí la lineal que separaba su cabeza y su oreja.

Ugh, Me gusta... así —la sonrisa lasciva creció a cada segundo y de pronto vi sus ojos recargados de deseo sobre los míos. Casi muero ante esa vista—. Pero no puedo dejarte con las ganas.

En aquella posición, sentí dos dedos invadir bruscamente mi núcleo. Grité, obligando a mi cabeza a recostarse sobre su espalada. Ahí chupé, mordí y besé, tratando de tener hasta el más mínimo contacto de sus dedos. Nuestras caderas se movieron al mismo tiempo, buscando el placer absoluto. Era una posición un poco incómoda, pero realmente nos la ingeniamos para no caer sobre la cama. Nuestros labios se juntaron en un beso descuidado. Pronto me sentí en las nubes de nuevo.

No pares —ambas repetimos varias veces.

Con unas estocadas más, las dos llegamos a nuestro límite. Elsa se vino primero y luego yo a continuación. Caímos ante la falta de energía y giramos sobre las sabanas. Cada una respiraba de forma entrecortada mientras volvía a la normalidad.

La opresión en mi pecho volvió. "¿Por qué?" Suspiré, cerrando fuertemente mis ojos.

—¿Estás bien?

Miré la cara de preocupación de Elsa, que estaba un poco agitada debido a lo anterior. Esto solo ocasionó que mi cuerpo empezara a temblar. Me llevé mi mano a mi rostro, sin saber bien la razón.

—Anna, heii tranquila... ¿Qué tienes?

Elsa me acunó contra su cuerpo y mi reacción fue abrazarla de la cintura, enterrando mi cara en su hombro. Ya no pude controlar mi llanto en esa posición.

—No me dejes —su cuerpo se tensó ante mis palabras.

No sé cuantos minutos pasaron hasta que sentí las sabanas cubriéndonos. Cada movimiento hacía que yo me aferrara más a ellas con el miedo a que estuviera a punto de escaparse.

—No me dejes —luché para mantener mis sentidos alerta, pero mis ojos se sentían más pesados con cada segundo que pasaba—. No me dejes —fue lo último que dije antes de quedarme inconsciente.

Los recuerdo del día después del que se fue, llegaron a mi cabeza como si lo estuviese viviendo por segunda vez.

Flashback

Caminé durante toda la noche sin tener lugar a donde ir, descansé en un par de sitios que estaban abiertos las 24 hs y volvía a levantarme para seguir caminando. Mis esperanzas de tener noticias de Elsa se desvanecían a medida que pasaba el tiempo. Para ese punto ya había perdido la cuenta de cuantos mensajes le envié y había llenado su correo de voz con mensajes de todo tipo, que fueron siendo más escandalosos a cada minuto.

Llegué a casa, prácticamente arrastrando los pies sobre el suelo. Levanté la vista solo para ver a mi hermana y a Kai sentados en las escaleras que estaba frente a mí. Rapunzel se puso de pie inmediatamente, pero no se atrevió a acercarse. Por su aspecto se nota que había estado llorando a causa de la preocupación y había estado toda la noche esperando. Kai, por su lado, también se había levantado y creo se mostró fuerte para no aumentar las preocupaciones de mi hermana.

—¿Se puede saber en dónde estaba? —Rapunzel se había puesto en modo sargento.

No estaba de ánimo para escucharla, ni mucho menos para hablar. Solo decidí ignorarla, haciéndola un lado para subir las escaleras.

—Anna.

—¡Déjame en paz! —grité, asustándola.

Subí hasta mi cuarto, azotando la puerta antes de sentarme sobre mi cama. Saqué mi teléfono e intenté llamar una vez más. Esperé, llevándome una mano a la cara. Tenía una rabia que necesitaba salir de mi boca y no sabía cómo iba a hacer para controlarme.

"Lo sentimos, el número al que usted llama no corresponde a un usuario activo".

Un rayo de realidad cayó a mi cabeza justo en ese instante. Con los ojos ampliamente abiertos miré algún punto de la pared que parece estar alejándose cada vez más. De pronto parece que no escuchó nada y hasta dejo de respirar. Fue en ese preciso instante en que realmente comprendí que Elsa se había ido para siempre.

El teléfono cae al suelo como si hubiera perdido las fuerzas para sostenerlo. Me tumbé sobre la cama. Y lloré. Durante muchos, muchos, días.

Fin del Flashback


EXTRA: —¿Entonces esa es tu idea?... ¿Te acuestas conmigo para luego volver con tu prome...?


Listo :3

Realmente espero que dejen su opinión después de esto y más considerando que no me tomó demasiado tiempo en volver y que estoy trabajando en el otro cap.

Chat'de'Lune: Fue hábil, no lo dudes. Gracias por seguir y nos veremos en el próximo. Saludos.

ANONIMUS07: Sip, aproveché demasiado el tiempo libre que tenía y ahora a hacer lo posible para traer el siguiente.

Leo 23: Que bueno, porque esa era la idea jaja.

RoshellBrief: Aaaww... Gracias, realmente es apreciable el apoyo y que estés leyendo las dos historias. Cuídate y espero también que la pandemia no te haya afectado. Saludos.

Guest: Sigo firme y recta, incluso después de hace mucho tiempo. Espero que disfrutes del cap, el próximo lo traeré lo más pronto que pueda.