Los personajes no me pertenecen

De vuelta con otro capitulo y... en ingles otra vez jajja... la hipotenusa.


Cuando despiertas, los primeros segundos son algo confusos. Mi mente estaba en blanco hasta que recordé todo lo que sucedió la noche anterior y mis ojos se abrieron alertas. Me senté apresuradamente en la cama, envolviendo mi cuerpo con las sabanas.

Me encontraba sola en una habitación que era iluminada por la luz natural que provenía del baño, ubicado en el lado derecho, y de la sala de estar. Del lado izquierdo había un armario incrustado en la pared y una mesita de noche divida el espacio entre él y la cama.

Vi mi ropa bien doblada sobre los pies de la cama y la situación se hizo tan familiar que mi corazón comenzó a agitarse.

"No, otra vez no. Por favor".

Me vestí rápidamente y salí nerviosa del cuarto.

—¿Elsa? —llamé temerosa, sin obtener respuesta— ¿Elsa, dónde estás?

De nuevo el silencio llegó a mis oídos. Peiné mi cabello hacia atrás en un patético intento de controlar mi pánico. Empecé a sentir que las paredes se aproximaban más hacia mí como si me estuvieran encerraron. Me moví por la sala, tropezando con cosas que no identificaba, hasta que logré ver la puerta de salida.

Salí hacia el pasillo y no fui demasiado lejos porque pronto mi cabeza chocó contra un cuerpo. Cuando logré salir de mi confusión, levanté la cabeza encontrándome con Elsa. Su mirada era una mezcla de confusión y curiosidad. Sus brazos estaban enredados con los míos.

—Heii… ¿Qué sucede?

Por alguna razón la pregunta me había sacado completamente de quicio.

—¡¿Qué sucede?! —repetí a punto de colapsar de los nervios— ¡¿A dónde fuiste?!

Elsa no salía de su sorpresa y casi de manera temerosa levantó su brazo derecho para enseñarme una bolsa con un logo que pertenecía a la tienda de Ralph, la cual se balanceaba de un costado a otro muy lentamente. El fuego de mi rabia se extinguió en ese momento y en su lugar solo quedó algo de pánico y arrepentimiento por haber reaccionada tan mal.

—Salí a comprar algo para desayunar y otras cosas que necesitaba —respondió. Hace una pausa para revisar la bolsa y por la expresión que puso parece que le faltaba algo—-. Olvidé mi desodorante —alzó la vista hacia mí—, supongo que tendré que volver por él luego.

Una risa involuntaria, que no tenía nada de divertida, se escapó de mis labios. A diferencia de la noche anterior, esta vez, Elsa llevaba esa divertida remera de color azul y blanca con el tacho de pintura y un jean negro. Me acerqué para abrazarla, rodeando mis brazos por la cintura y apoyé un costado de mi rostro contra su pecho. Su mano pasó suavemente por mi espalda.

—Perdón—dije levantado mis ojos lagrimosos hacia su rostro— me asusté.

Elsa permaneció en silencio solo unos segundos. Me estaba derritiendo al darme cuenta de que sus ojos no me esquivaban como lo hizo otras veces.

—Lo siento, debí dejar una nota —se disculpó y su mano subió hasta mi cabeza.

—Yo también, lo siento por exagerar —oculté mi cara contra su cuerpo y mis músculos se sintieron más livianos.

Sin cambiar de posición, caminamos de nuevo hacia su departamento. Quizás hubiera sido más cómodo separarnos y entrar solo tomadas de la mano, o no. Pero el abrazo era demasiado cálido como para romperlo. Cuando escuché el golpe de la puerta y el cerrojo, mis labios buscaron los suyos como si fueran una especie de imán llamándome. Elsa no dudó en corresponderme, dejando caer la bolsa sobre el suelo.

Sus manos fueron a mi cintura, las mías hacia su cuello y nuestros pies se arrastraron por el piso como si fuera un baile. Sentí mi cintura chocar contra el borde de la mesa, rompió nuestro beso, pero no separamos nuestros labios. Volvimos a juntar nuestras bocas y una risa salió de la mía cuando sus manos bajaron hasta mis piernas para suavemente sentarme sobre la mesa. Su beso me empujó más hacia abajo y sentí mi espalda tocando la madera.

La temperatura comenzó a elevarse, haciendo que nuestros cuerpos danzaran el uno contra el otro. Mi respiración quedó en mi garganta al sentir sus labios sobre mi cuello. Su rodilla separó mis piernas y sentí como comenzaba a subirse sobre la mesa. Si este iba a ser mi desayuno, pues bienvenido sea.

La música de mi teléfono tuvo que llegar para ¿Cómo decirlo?... arruinarlo básicamente. Elsa se alejó, pero pronto tomé del cuello de su remera para volver a poner sus labios sobre los míos. La música siguió sonando y eso no ayudó para nada a lo que estábamos haciendo.

—Deberías contestar —dijo jadeando.

—Olvídalo —respondí en forma de berrinche, insistiendo al volver a besarla.

Pero la bendita música de Linkin Park seguía sonando.

—Creo que es importante —Elsa se retiró, usando toda la fuerza de voluntad que le quedaba.

La miré enojada desde mi posición. No era un enojo malo, sino más de frustración.

—Okey, pero ni creas que no te lo voy a cobrar.

Corrí hasta su habitación sin esperar respuesta o ver cuál fue su expresión. Quería atender al inoportuno de inmediato y aparentemente no iba a dejar de insistir. Dudo que sea Hiro. Si me pidió que yo lo llamara, fue porque no quería causar molestias. Mi teléfono estaba sobre la mesita de noche, tal parece que Elsa lo dejó ahí porque probablemente terminó en el suelo cuando comenzamos desvestirnos.

Ver el nombre de mi hermana en la pantalla me hizo soltar un sinfín de maldiciones, que solo dije en mi cabeza porque no quería que Elsa escuchara.

—¿Y ahora qué pasa? —atendí el móvil de mala manera.

—Bueno, hola a ti también —Rapunzel contestó ofendida— ¿Qué es lo que tienes?

—Eres increíblemente inoportuna y molestas —solté enfadada, es que no puede ser realmente que siempre ella tenga que ser la que aparece en estas situaciones.

—Púdrete —pude imaginarme la rabia en su mirada—. Si contestaras mis mensajes, no tendría por qué llamarte.

—Por un demonio, Ra… Ya no tengo cuatro años, no necesito que estés detrás de mí todo el tiempo.

—¡No! —su grito me tomó por sorpresa— pero al menos… al menos merezco tener una conversación civilizada contigo, después de que llevo días sin saber de ti —la escuché atragantarse con su respiración—… Carajo, Anna… Realmente creo que soy la última persona que merece tu desprecio.

Un sentimiento de culpa me invadió a continuación. Fue difícil no pensar en la noche en que se quedó esperando a que yo llegara a casa y en el verano que pasé antes de ir a la universidad. Me llevé una mano a la frente, regañándome mentalmente.

—Como sea, papa quiere saber si puede hablar contigo…—Rapunzel habla con la voz rota, sin darme tiempo de disculparme—. No sé qué es lo que quiere, no me lo dijo… Solo háblale, si tienes ganas.

—Hermana…—traté de formular una oración que reflejara realmente lo arrepentida que estaba, pero nada se me ocurría en ese momento.

—Ni te molestes ¿Quieres? —me recriminó—… Aah, por cierto, mama está furiosa porque tu estúpido prometido le dijo que no te iba a esperar mucho más tiempo para casarse contigo.

¿Esperar?... ¿Esperar qué? mierda, si ni siquiera me era fiel. Si mi madre está furiosa, realmente es porque todo se le salió de las manos y porque era inaceptable que un idiota como Hans se atreva a decirle eso.

—Al diablo con ellos dos.

Quise decir tantas cosas, pero percibí que Rapunzel no tenía intenciones de seguir hablando.

—Si, bien —me interrumpió de nuevo cuando intenté disculparme otra vez—… ya no te volveré a hablar.

Me cortó sin darme tiempo de detenerla. Las preguntas sobre saber qué es lo que quería mi padre ocupaba un rincón pequeño y oscuro en mi cabeza, mientras que el resto del espacio solo lo ocupaba Rapunzel.

Dejé caer mi mano, que estaba en mi oreja, hacia mi pierna, sacudiendo la cabeza. ¿Realmente no va a llamarme más? ¿Tampoco me enviará mensajes? Mi hermana siempre fue de hablar muy en serio.

Todas aquellas dudas se esfumaron cuando me giré y vi a Elsa apoyada contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados. Su vista estaba sobre el suelo y la levantó cuando se dio cuenta de que la estaba viendo.

—¿Escuchaste todo? — pregunté, acercándome.

—No quise hacerlo —hundió la cabeza entre sus hombros—, pero ustedes alzan demasiado la voz. No me sorprendería si la Sra. Packard también lo oyó.

Se notaba incómoda, sus ojos me miraron con una expresión de confusión y, si realmente escuchó todo, creo que estoy segura de a que se debe.

—A ver si entiendo ¿Ese Hans es tu novio?

Me sentí como si estuviera declarando frente a un policía. Tuve que controlarme para no estallar a los gritos por la indignación.

—No… bueno… si, algo así.

Elsa se inclinó más contra el marco de la puerta y ahora creo se estaba molestando.

—¿Entonces esa es tu idea?... ¿Te acuestas conmigo para luego volver con tu prometido?... Aunque, okey, lo merezco.

—¡¿Qué?! —resoplé enojada—… Santos cielos, Hans es un idiota que trabaja con mi madre y es por ella que terminé saliendo con él. Me escapé de casa antes de que eso sucediera y de que mi vida se convirtiera en un infierno peor.

—¡¿Te escapaste de tu casa?! —la pregunta sonó con algo de pánico— ¿Y te estabas por casar?

Sacudí la cabeza confundida antes de decir otra tontería. No me puedo creer que esto esté sucediendo cuando ella era la que andaba luciendo una sortija en su dedo. Aunque la usaba cuando se le daba la gana, porque anoche no la tenía puesta.

—Oye, me parece que no estás en una posición de juzgarme, considerando tu estado actual.

—¡¿De qué rayos estás hablando?! —cuestionó entrecerrando los ojos, como si no entendiera lo que estaba sucediendo.

—Aiih, por favor… No finjas. ¿Crees que no he visto la sortija que llevas? Si tanto te importa la fidelidad al menos debiste decirme que vas a casarte. O tal vez mencionarme que tenías una novia, o prometida, de la que supuestamente estás…

Elsa me interrumpió agitando sus manos frente a mi cara, dándome a entender de que estaba sacando conclusiones erróneas mientras divagaba.

—Yo no estoy comprometida con nadie.

Un breve silencio se hizo a continuación.

—¿A no? —soné incrédula.

—¡No! —movió su cabeza hacia atrás, confundida—¿Crees que habría tenido sexo contigo si la tuviera?

Otro silenció incómodo se presentó a continuación, en donde yo no podía salir de mi asombro.

—¿Entonces… quien es esa chica?

—No sé de qué chica estás hablando.

—¿Quién es Gogo? —le exigí saber con molestia, creyendo que no me estaba tomando en serio— ¿Es tu novia?... ¿O solo tu gatito de turno?

Los ojos de Elsa pasaron de sorpresa a un enojo que nunca en mi vida había visto, lo que me hizo dar cuenta de que acababa de meter la pata. Uniendo las puntas de sus dedos, levantó las manos a la altura de su mandíbula. Creo yo, que es porque se estaba armando de una paciencia que no tenía para no mandarme a la mierda inmediatamente.

—Ese… "gatito de turno"… tiene tres años —bajó las manos y me sonrió de manera sarcástica— ¡Y es mi sobrina! —su expresión se volvió fría otra vez.

Definitivamente merezco que me parta un rayo ahora mismo. O más bien, lo deseo.

"Mierda, estuve insultando a una niña de tres años en todo este tiempo".

Elsa se giró, pretendiendo no seguir con aquello, dando por finalizado el asunto. Esto despertó una alarma en mi cabeza y corrí para estar a delante de ella.

—Espera, déjame…

—¡No! —me interrumpió y sacudió su cabeza— Yo… voy a tomar algo de aire. Puedes quedarte aquí, si quieres.

Evitando mis ojos, pasó delante de mí, dándome un codazo. Vi que las llaves estaban en la mesa y me apresuré a correr para tomarlas antes que Elsa. Ella suspiró en cansancio.

—Dame las llaves —pidió impaciente, extendiendo su mano hacia mí.

—No.

—Anna.

—No —a ese punto ya no pude controlar mis lágrimas, tampoco pude evitar mostrar mis temores.

—Te las estoy pidiendo de buena manera.

—No. Sabes que tenemos que hablar.

—Luego lo haremos.

—Pero…

—¡Necesito pensar! —gritó furiosa, llevándose los puños a la altura de su cabeza y sobresaltándome un poco—… solo por dos minutos —dijo con un tono de voz más bajo.

Ambas sabíamos que no iban a ser dos minutos y aunque lo fueran, la espera sería agonizante para mí. Pero si la retenía solo iba a lograr que me termine echando de su casa y quien sabe si me dejará entrar de nuevo.

Cerré los ojos, devolviéndole las llaves y ella prácticamente me las arrancó de la mano.

—Gracias —comentó rígida.

Escuché la puerta cerrarse y sentí que me desmoronaba poco a poco. Lloré, buscando refugio en los almohadones del sillón, donde había decidido recostarme.

Flashback

Al llegar a casa, encerrarme en mi habitación fue la reacción más obvia. Después caminé en círculos un par de minutos, llevándome la mano a mi cabello. Me detuve al ver las cortinas de mi cuarto abiertas e inmediatamente, sin pensarlo demasiado, las cerré. Me di cuenta de que no fue muy maduro de mi parte, pero no me hacía bien mirar a través de ellas. Necesitaba aclarar mis ideas y no lo conseguiría sabiendo que la habitación de Elsa estaba del otro lado.

Elsa.

Elsa me había besado.

Me había besado y esta vez no estaba borracha.

Ella estaba… En realidad, yo le gustaba. Yo le gusto. Me besó porque le gusto.

Todo tenía sentido para mí en ese momento. Elsa me alejó porque no quería que descubriera sus sentimientos ¿Tiene lógica?... No. Imposible, ella se enfadó porque no le agradaban las personas con las que me relacionaba. Pero entonces ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué?

Me tumbé sobre la cama llevando mis manos a la cabeza. Trataba de resolver lo que parecía ser una fórmula matemática que me impuso el mismísimo Albert Einstein. El beso se repetía en mi cabeza como si fuera una especie de película y en un momento me vi a mí correspondiéndolo.

No. No. No. No está bien. Yo definitivamente no puedo. Lo intenté con Ceny y terminó mal. Tengo novio. Lo quiero, lo respeto, todas mueren por él, pero…

Las luces del sol me despertaron al otro día y abrí los ojos con dificultad.

—No… noo —digo con voz somnolienta a Kai, que había abierto las cortinas.

Era costumbre de él levantarme cuando se me estaba haciendo muy tarde. ¿Tarde para qué? Tengo algo importante en el día y no recuerdo que era.

—¿Señorita? — él no oculta su sorpresa. Yo no sabía si era porque las cortinas estaban cerradas o porque se había dado cuenta de que dormí con toda la ropa puesta, incluyendo las botas —¿Está segura?

—Si —respondo con un tono de voz que me recuerda al de mi madre y me regañé a causa de eso.

Kai, sin embargo, hizo lo que le pedí, y enciende las luces mi habitación. Se acercó y aproveché a sentarme sobre la cama. Es ahí cuando siento su mano sobre mi frente.

—Tiene algo de fiebre —el comentario no me ayuda para nada— ¿Quiere un té de menta?

—Con dos cucharadas de miel —completé.

—Enseguida, señorita —Kai coloca las manos detrás de su espalda y me regala una sonrisa que, de verdad, de verdad, verdad, necesitaba ver en ese momento—. Mientras tanto, tal vez quiera darse una ducha caliente y cambiarse de ropa por un piyama para estar más cómoda.

—Buena idea —contesté tratando de expresar algo de amabilidad en mi cara.

Él se va hasta la puerta y antes de salir por ella se gira para mirarme.

—¿Qué le digo al joven Kristoff si viene por usted?

Sentí que se me acalambraba todo el cuerpo al escuchar el nombre de mi novio. Él suele venir los fines de semana para pasar tiempo juntos. Se supone que tengo que serle sincera, ser una persona fiel. Lo correcto sería decirle la verdad… ¿Pero, cómo se lo explico? ¿Cómo va a reaccionar?... ¿Es necesario decirle que me besó, no una, sino dos veces?... Elsa no estaba consciente en ninguna de esas dos veces… Estuvo mal igual… Ella se veía arrepentida anoche, en realidad quiso disculparse y yo no la dejé. Puras excusas, insisto en que Elsa actuó mal… Pero yo la empujé a eso

¿A qué voz le hago caso?... Nada tiene ningún sentido.

—Si me permite dar mi opinión —Kai interrumpe mi debate mental al darse cuenta de que me estaba tomando demasiado tiempo en contestar mi decisión—, creo que lo mejor para usted es descansar. No la veo en condiciones de recibir a alguien.

—En la escala del uno al diez ¿Qué tan mal me veo?

—Diez.

—¿De verdad?

—Pues luce como si se la hubiese llevado puesta un camión.

Si hay algo que agradezco de Kai, es la linda forma que tiene de ser honesto. Quiere decir que, si dejo que Kristoff me vea, probablemente termine por decir algo de lo que puedo llegar a arrepentirme.

—Gracias Kai —con mis dos manos formé un corazón y él se retiró al instante para darme espacio.

Luego del baño, de cambiarme de ropa, y de tomar el té, permanecí en cama durante todo el día. No tenía fuerzas para moverme y ni siquiera espacio en el estómago para comer algo. Imagínense que negué una barra de chocolate que Kai me ofreció para que no estuviera con el estómago vacío ¿Entienden?... ¡Negué una barra de chocolate!... Eso jamás había ocurrido antes.

Quería pensar en cosas distintas, pero todo era rápidamente borrado por el mismo tema que me atormentaba.

No sé puede decir que dormí muy bien el resto del día. Para empezar, la sensación de los labios de Elsa contra los míos no se iba con nada. Tenía sueños extraños, uno detrás del otro, y todos incluían a Elsa. En algunos el beso no había ocurrido. Otros eran esa clase de sueños en donde todo mágicamente se solucionaba rápido.

Después tuve uno muy extraño donde Elsa entraba a mi habitación, arrastrándose de rodillas para disculparse con lágrimas en los ojos y yo temerosa le pedía por favor que me dejara sola, repitiéndole en un tono desesperado que estaba haciendo demasiado teatro. Tras eso, abrí y cerré los ojos, cayendo inmediatamente en otro sueño. Fue diferente a todos los demás. En este, Esla llegaba a mi cuarto, yo básicamente salía de la cama para tomarla de su camisa y comenzaba a besarla deseosa. Concluía con las dos desnudas en la cama, ahogándonos en placer.

El sonido de una llamada entrando en mi teléfono me regresó al mundo de los vivos y, confundida, con una contractura en todo el cuerpo, lo tomé. Algunas cosas cayeron de la mesita de noche en el proceso de su búsqueda, pero poco me interesó en ese momento. Había ignorado el teléfono durante todo el día y era momento de ponerme en sintonía.

—Hola —atendí con voz rasposa.

—Wauu, te escuchas terrible.

—Gracias por el dato, hermana.

Rapunzel rio enérgica y yo dibujé una diminuta sonrisa.

—¿Qué sucede? —pregunté un momento después.

—Siento ser entrometida, pero el veterinario de Cuervo me llamó para preguntarme por qué no habías ido al club de equitación. Aparentemente había arreglado contigo para revisarlo, pero no te presentaste y como no contaste sus mensajes decidió hablarme.

Me llevé una mano a la frente, resoplando en el momento. Eso era lo importante del día que tenía que hacer. Cuervo, mi caballo, tiene una revisión médica una vez al mes para asegurarme de que no tenga algo malo. No me di cuenta de hablarle al veterinario para suspender el turno.

—Lo olvidé —expliqué, sintiéndome mal por no haberle avisado.

—Eeh tranquila, Felipe solo estaba preocupado de que te pasara algo malo. Me dijo que pasaría a ver a Cuervo la semana que viene.

Si bueno, Felipe era lindo en el sentido de que era amable con todo el mundo. Muchos en el club lo adoraban, y tenía un gran amor por los caballos, lo cual se reflejaba en su trabajo. No me sorprende que se haya preocupado al punto de llamar a mi hermana para saber si todo estaba bien.

—Hablaré con él en cuanto mejore.

Tras hacer el comentario, vi mi cuaderno de dibujo y un Bloc de Post It en el suelo. Se habían caído de la mesita de noche hacía un momento. Tomé ambas cosas y busqué un lápiz, en el cajón, para luego escribir sobre el papel amarillo "Hablar con Felipe" y lo pegué sobre la tapa del cuaderno. De esa manera no se me olvidaría.

—¿Vas a explicarme por qué suenas como si hubieses visto al fantasma de Canterville? —mi hermana decidió preguntar casi de pronto.

Sentí la necesidad de contarle la verdad, pero me mordí el labio para detenerme. El sentimiento es horrible. Es tan desesperante que quiero contárselo y gritarle a los cuatro vientos que Elsa me besó. Dos veces. Y antes de que llamara soñé que teníamos sexo.

Pero no. No me encuentro lista para hacerlo.

—Me aceptaron en la Universidad —le revelé—. Voy a estudiar diseño.

Iba a decírselo de todas maneras.

—¿De verdad? —Rapunzel sonó emocionada— ¿Entonces me hiciste caso cuando te dije que enviaras las dos cartas?

—Digamos que si —mi novio hizo la parte de enviarla a mis espaldas, pero mi cabeza no está de ánimo para contárselo.

—Yyyy no se lo has dicho a mama y a papa ¿Cierto?

Me tomé unos segundos para contestar.

—Quise hacerlo —recordar lo que pasó en la oficina de mi padre hizo que el asunto de Elsa desapareciera por unos minutos—. Intenté hablar con papa ayer, pero él estaba hablando con unos colegas cuando llegué a su oficina. Lo esperé por más de una hora.

No me llegó una respuesta rápida. Algo en la oración debió decirle a Rapunzel que me hubiera gustado tener su valentía para haber interrumpido la reunión.

—Escucha, fue solo un tropiezo y todavía hay tiempo para otro intento —me aleinta—. Cuando vuelva a casa ¿Qué te parece si te ayudo a decírselo? A él y también a mama.

—¿Harías eso por mí? —abracé mi teléfono con ambas manos, acurrucándome contra la cama.

—Sabes que nunca te dejaría sola.

Cerré los ojos, suspirando profundamente. Por fin sentía una voz amigable y, de alguna forma, saber que estaba del otro lado de la línea y que en cualquier momento iba a irse, no me hacía sentir bien.

—¿Puedes quedarte conmigo unos minutos? —pedí sintiendo que unas lágrimas se asomaban por mis ojos.

Escuché un ruido extraño del otro lado, como si Rapunzel hubiese tomado asiento.

—Aquí estaré.

Sonreí débilmente en manera de agradecimiento, sé que ella no necesitaba verla para darse cuenta de que lo estaba haciendo.

Fin del Flashback

La noche había llegado, tenía un desastre hecho en la cara por culpa del llanto. No me moví en todo el maldito día, ni siquiera para encender una luz cuando se hizo de noche. Mi cuerpo ya se había vuelto parte del sillón. Debatí muchas veces si lo mejor era llamar a Hiro, pedirle mi bolso y regresar a mi departamento, pero terminaba negándome rotundamente. ¿Y si ella se había ido otra vez? El temor era latente, pero rápidamente me obligaba a tranquilizarme cuando recordaba que Elsa salió de la casa con lo que traía puesto y con las llaves.

Entonces, cuando creí que iba a estar esperando hasta el otro día, salté ante el ruido de la puerta de entrada abrirse. Elsa se quedó parada sobre el umbral, la luz del pasillo detrás de ella la iluminaba. Su mirada no reflejaba mucho más que cansancio y no tenía el enojo de esa mañana. Cerró la puerta luego de soltar un profundo suspiro y la sala volvió a permanecer oscura. Mi corazón latía con sus pasos aproximándose a mi dirección. Cuando se detuvo me moví más contra el brazo izquierdo del sillón, atrayendo mis piernas hacia mi pecho, evitando sus ojos.

Elsa me miró un poco extrañada, pero inmediatamente tomó asiento sobre el cojín. Acomodó un costado de su rostro sobre el respaldar del sillón, gesto que me pareció un poco adorable.

—No te merezco —pronto suelta, casi inconscientemente, haciendo que la mire.

Mi corazón, ya partido, se hizo cenizas.

—Podrías… podrías no decir eso —le pedí, con la respiración entrecortada y llorando nuevamente.

—Oye… oye —Elsa se acercó, tomándome suavemente de la mano y por alguna razón mi cuerpo no fue capaz de moverse—. Tranquila, está bien —por más que intentó llevarme hacia ella, yo seguía igual que un cachorro asustado—. Ven, en serio.

Esas últimas palabras me dieron la confianza que necesitaba para rápidamente arrastrarme por los cojines y dejar caer todo el peso de mi cuerpo sobre el suyo, enredando mis brazos en mi cintura. Elsa se recostó sobre el sillón, acomodando su cabeza en uno de los almohadones. Escondí mi cabeza sobre el espacio que formaba su cuello y su hombro. Cuando sentí una mano sobre mi espalda y la otra acariciando suavemente mi cabeza, convulsioné en lágrimas.

Sin darme cuenta me quedé dormida y no sabía bien que es lo que pasaba cuando mi cuerpo comenzó a moverse. Apreté mis brazos alrededor de la cintura de Elsa al comprender que quería levantarse.

—No —hablé somnolienta y al abrir los ojos los sentí hinchados. Seguía con la cara pegada a su ropa.

—Solo iba por algo de comida —contestó, tomando mis hombros.

—No —repetí.

No vi cuál fue su reacción y tampoco quise saberlo. Por su silencio creo que estaba preocupada.

—Pero tienes que comer algo —insistió—. Puedo pedir pizza, sé de un lugar que hacen envíos las veinticuatro horas.

—No.

¿Se dan cuenta? Por primera vez había negado una pizza. La misma mujer que me hizo negar una barra de chocolate ahora me hace negar pizza.

La situación era alarmante, tanto como para que Elsa hiciera que nuestras miradas se conectaran. La imagen de su débil sonrisa era borrosa a causa de mis ojos empañados.

—¿Hay algo que pueda hacer para que te sientas mejor? —la pregunta suena más a que me lo estuviera rogando— Lo que sea, puedes usar mi cara como saco de boxeo si quieres.

Señaló su rostro con el dedo índice, cerrando los ojos a continuación para esperar el golpe.

Mis fuerzas eran pocas para hacerlo, y si las tuviera tampoco le daría. No sé si lo que quiero me hará sentir mejor, pero definitivamente me estoy muriendo por hacerlo.

—¿Me puedes dar un beso?

Abrió un ojo, sorprendida, y luego el otro, después darse cuenta de que lo que pedía era verdad. Es como si se hubiera preparado mentalmente para otra cosa mientras que yo lo único que anhelaba era un beso. De igual modo, se movió, para apoyar la espalda contra el respaldar del sillón, acunando mi cuerpo entre sus brazos. Retiró unos mechones molestos de mi rostro, dejó que nuestras vistas se encontraran y al final hizo que me inclinara hacia arriba para poder besarme. Al principio fue algo inseguro, pero, conforme nuestros labios seguían moviéndose, conseguimos la confianza suficiente para que ambos danzaran de manera dulce y tierna. Nos separamos para tomar algo de aire. Inmediatamente tomé un costado de su cabeza y empujé sus labios contra los míos otra vez, añadiéndole un ritmo un poco más rápido, sin perder la delicadeza de antes. Tomé el otro lado de su rostro y me acomodé para quedar a horcajadas de ella. Sentí una punzada de fuegos artificiales que subieron de mi estómago hasta mi cabeza y ambas jadeamos al terminar el beso. Con un cruce de miradas, las dos decidimos tomarnos un momento antes de intentar otra cosa.

—No era necesario que lo pidieras — Elsa rompe el silencio.

—Es que contigo nunca se sabe.

Aunque fue difícil, me obligué a separarme de su cuerpo, sentándome a su lado. Que fácil se había ido el mágico momento de antes, pero teníamos que hablar.

—¿Tienes una sobrina? —debería ser la última pregunta en la lista, pero no me quedaba muy claro el asunto.

Elsa asintió con la cabeza, removiéndose un poco en su asiento.

—Es la hija de Olaf —explicó.

Eso lo dice todo, me queda más claro algunas cosas, como la del peluche. Sentí curiosidad, porque creo que Elsa había discutido con Olaf con respecto a la niña, pero no me pareció prudente preguntarlo en ese momento.

—¿Te escapaste de tu casa? —ella preguntó luego.

—Preferiría el término "salí a vivir mi vida" —contesté, supuse que era mejor decirle la historia completa—. Meses antes de mudarme a la ciudad, Hans me propuso matrimonio en el ensayo de bodas de mi hermana. Me tomó con la guardia baja, con cientos de miradas y una de ellas era la de mi madre. No tuve más remedio que decir que si, pensando que ese iba a ser mi cruel destino. Hans no me era fiel, y yo tampoco lo era. Solo me quería porque soy la perfecta muñeca que alguien como él necesitaba para el estatus social donde se movía. Mi madre lo eligió simplemente para mantener la imagen de familia perfecta y poderosa. Créeme cuando te digo que, si lo eligió, lo hizo de entre una lista de hombres que fue encontrando. Además, solo lo buscó para que no me fuera con un cualquiera o… una mujer… específicamente tú.

La reacción de Elsa me fue difícil de interpretar, pero puedo decir que había algo de sorpresa en ella.

—Ya estaba resignada y creí que mi vida no mejoraría —continué la historia— pero mi hermana me terminó convenciendo de hacer algo diferente. Me ayudó con el empleo y a encontrar el departamento. Encontrarme contigo fue lo último que esperaba —mordí mi labio inferior para contener mis nervios.

Elsa todavía estaba procesando lo que le decía.

—Cinco años ¿Y no has conocido a otra persona? —su forma de hablar se pareció más un pensamiento.

Una tensión se formó en ese momento, donde nuestras miradas se conectaron y yo no pude evitar que mis lágrimas volvieran a salir de mis ojos. Ella estaba más pálida de lo habitual y vi cómo se llevó una mano a la zona donde estaba su corazón.

—¿Por qué lo hiciste? —apenas si tuve la fuerza para hacer la pregunta— ¿Por qué te fuiste sin decir nada?

—Anna, no podía llevarte conmigo —contestó con dificultad, pero firme—. Era una locura y lo sabes.

—Claro que no —dije de manera caprichosa.

—¡Solo piénsalo por un momento! —Elsa levantó las manos en señal de desesperación, tratando de que la comprenda— No era algo que podía hacer de la noche a la mañana. Tuve que tomar muchas responsabilidades, sobre todo en lo económico. Al principio puede abastecerme un tiempo con el dinero que cobré del seguro de mis padres. Mis tíos me enviaban algo cuando podían y yo solo aceptaba si no tenía más remedio. Pero al final, tuve que trabajar para poder estudiar y pagar las cuentas. Ralph y Felix me dieron empleo en su tienda y no es que ellos podían darse el lujo de pagarme mucho, me contrataron porque les agradaba. Así que también trabajé como mesera en un servicio de catering los fines de semana cuando me llamaban, hasta que conseguí firmar mi primer contrato como jugadora de fútbol. Que, aunque no lo creas, Arendelle city no es un equipo como los grandes, y no pagan tan bien como a los hombres. —bajó la cabeza, en señal de tristeza y de nostalgia—… Tuve que vender mi motocicleta al año de mudarme aquí.

¿La motocicleta? ¿La que era de su padre? Sabía que había trabajado para remodelarla y que la cuidaba como a su más grande tesoro. De algún modo pude imaginarme lo difícil que tuvo que ser para Elsa desprenderse de ella cuando decidió venderla. Eso no ayudaba para nada mi estado de ánimo.

—¿La vendiste? —la pregunta salió porque no podía creerlo.

—Era eso o el auto. Y entre los dos, era más preferible conservar el segundo.

—Y… ¿Tu casa?... La que dejaste en…

—No pude venderla —me contesta antes de que pueda terminar la idea—… no tuve el valor —su voz se quiebra.

—Yo puedo haberte ayudado —dije algo ahogada.

—¡No!... ¿Qué hubiese pasado si las cosas empeoraban?

—¡Habríamos encontrado la solución, juntas! —apreté mis puños al punto de que mis nudillos se pusieron blancos—. Incluso si terminábamos viviendo debajo de un puente te habría apoyado.

Elsa siguió negando la cabeza, como si el solo hecho de imaginarlo fuera algo inaceptable.

—Jamás te habría arrastrado a eso.

—No me habrías arrastrado a nada porque era mi decisión.

—¡Pues está mal! —se molestó, y tal vez se molestaría con cualquiera que le hiciera pensar lo contrario—. Sobre todo, si fuiste a estudiar diseño al terminar la secundaria. Ahora que lo sé, no me arrepiento ¿Crees que yo iba a ser capaz de hacerte renunciar a eso sabiendo lo mucho que lo deseabas?

—Yo… —me di cuenta de que no tenía respuesta a esa pregunta.

—Que quede claro —continuó, todavía indignada—. Renunciar a lo que deseas por una persona… ¡No es amor!

Okey, que la palabra amor salga de su boca, ya es bastante impresionante. Pero decidí dejarlo de lado para ponerme a pensar. Es cierto, si me iba con ella, iba a renunciar a algo que pese a todo había disfrutado. Estudiar mi carrera fue lo único que me salvó de pasar malos momentos. No voy a mentir con que todo fue lindo, y que no me salieron algunas canas verdes, pero al final de todo era lo que me gustaba hacer. Decir que me arrepiento de haberlo hecho, de trabajar para Regina, de conocer a Emma, Ariel, Tiana y a Hiro, también sería mentira.

Pero, el asunto no terminaba aquí. Tenía un par de espinas que todavía no habían logrado salir. Solo basta con recordar que mi primer año en la Universidad fue el más difícil de todos.

—¿Alguna vez te has preguntado, cuanto he sufrido? —las palabras salieron de mi boca con tanto dolor— No tienes idea… de lo que fue para mí, despertar esa mañana y no verte ahí… Y luego al otro día, escuchar el mensaje de usuario no correspondido cuando llamé tu teléfono por millonésima vez —mis ojos volvieron a empañarse y sacudí la cabeza frustrada—. Estuve… un mes y medio… sin poder levantarme de la cama. Hubieran sido más días si mi hermana no hubiese estado ahí para mí —una punzada en el estómago me impidió seguir unos momentos—. Puedo entender que no era prudente llevarme contigo, pero no tenías que sacarme de tu vida por completo…

—¿Crees que para mí fue fácil? —ella me interrumpió, llevó la mano hasta el cuello de su remera y tiró de ella— Fue la decisión más difícil de mi vida. Perdí a mis padres y luego a ti ¿Crees que eso no me afectó? —tomó una bocanada de aire, para poder controlar sus emociones—… Caminé borracha por el departamento durante no sé cuántos días y pasé el resto del verano llorando y odiándome.

—¿Y entonces por qué me alejaste? —enloquecí— ¿Por qué incluso cuando me mudé aquí no querías hablar conmigo?

—¡Porque tengo una orden de restricción contra ti! —el grito se escuchó en todo el departamento.


Y ahora me retiro, no fui tan mala esta vez (?)

No sé porque de repente me siento en paz.

Espero haberles pateado las ideas a alguno. Si es así ¿Me lo van a decir?... Y si no ¿Me lo van a decir?

Hasta el próximo amigos.

ANONIMUS07: Gracias como siempre, y bueno jeje... creo que en este capitulo explica un poco de eso jaja.

RoshellBrief: ¿Y? ¿Cómo fue esa travesía de leer primero esta y después la otra? jajaja... Me dio curiosidad. Gracias por el apoyo y por darle la oportunidad.

Guest: Gracias.

Hatsu3usi9: En primero, gracias por decidir en dejarme un comentario, expresar tu opinión y pese a todo seguir con la historia. En cuanto a tu pregunta, mira que darme motivo para hablar, lo que escribí en 2014 fue algo así como un boceto tipo One-shot y nace del capitulo anterior y este. Muchas cosas cambiaron desde eso que escribí. Para empezar, la historia iba a ser una sola, una mezcla entre el pasado y el presente, y los capítulos iban a estar ordenados por fechas. Pensaba poner un poco de la vida Universitaria de Elsa y Anna, pensaba poner a la secretaria de Hans, quería hacer algo más con Ceny. Pero lo descarté, supuse que iba a ser demasiado confuso y si algunos me odiaron en TAMD, más me iban a odiar en esa. Escribí cosas que no vieron la luz por ese mismo problema. En fin, había que hacer sacrificios... Y otras veces hay que ponerse los pantalones y arriesgarse y por eso me atrevo a decir que otros tres personajes van a tener su propio POV en un Capitulo. Saludos :P

Ragnax3100: Wiii, alegra cuando veo seguidores como tú. Abrazos.

Chat'de'Lune: Ooh si, pero Elsa no iba a hacerle eso una segunda vez... y tampoco es que le gustó hacerlo la primera jaja.