Prompt: Sin corazón (Página Helsa Amor Verdadero para el Helsatober)
Clasificación: M, General
Consecuencias
El exquisito movimiento de la platinada trajo un bramido a la boca del príncipe Hans, que se sintió fuertemente apresado por las paredes internas de la bella mujer. Al montarlo a horcajadas, sus sexos encajaban con mayor sincronía que en otras posiciones y el placer era indescriptible, sin comparación alguna a lo que conseguía con féminas más experimentadas en el entretenimiento carnal.
Y ella ni siquiera necesitó dedicar muchas horas de su tiempo a adquirir ese aprendizaje, pues le constaba que no había conocido hombre antes o después de acogerlo a él, ni buscado fuentes externas que la educaran, solo siguió sus instintos en cada ocasión que ambos se enfrascaban en un intercambio sexual; después de todo, durante los nueve meses anteriores no se habían separado más que para lidiar con sus desagradables.
Elsa se elevó, creando el ruido de deslizamiento húmedo que acompañaba el abandono de su miembro a su cavidad femenina. Él apretó sus muslos nacarados, apreciando la visión de su bello cuerpo erguido, resplandeciendo por las gotas de sudor en su rostro, pecho, brazos y piernas.
Era demasiado hermosa.
Ella le cogió la cara y se inclinó para besar sus labios con fruición, golpeando sus bocas sin cesar, como si estuviera desesperada por él, una mentira de la que trataba de convencerse desde que se diera cuenta de su propio deseo de posesión. Sus lenguas se pelearon por dominancia y él aplastó sus labios rojos con todo lo que tenía, ardiendo en dejarle su huella más allá de su piel.
Hans la quería codiciando su toque, ansiosa de tenerlo; como un necio anhelaba ser su único pensamiento y objeto de pertenencia.
Se dieron un respiro. Sin embargo, pronto Elsa contoneó su cadera y él comprendió sus intenciones, así que asió su órgano y la ayudó a empalarse de nuevo.
El lujurioso bofeteo se unió a los gemidos de ambos, que se repitieron con cada profunda penetración, haciendo una música obscena en esa apartada cabaña, donde los dos tenían la libertad de explorar sus pasiones sin la intromisión del mundo.
Volvieron a besarse con ímpetu, marcando un ritmo adecuado junto al encuentro feroz de sus intimidades, explotando esa afinidad única entre los dos que les envolvía en un frenesí insano.
Él entró y salió de ella un par de veces más, hasta que una tormenta de sensaciones acudió a cada uno de ellos, abrumándolos y apartándolos del mundo unos instantes.
Gimieron y rompieron el contacto íntimo, esparciendo la mezcla pegajosa de sus satisfacciones en la cama y sus piernas. Era sucio en el modo más pecaminoso posible, pero a ninguno le perturbó, regocijándose del efecto de sus actividades recientes.
Elsa se apoyó sobre su codo y descansó su cabeza en su palma, extendiendo su mano libre para acariciar los vellos rojos del pecho de él con su índice.
—Ay, Hans, todos creyendo que tú eres el ser sin corazón y soy yo quien es así —murmuró ella rozando su uña en la piel dorada. —Estar con el hombre que engañó a mi hermana e intentó matarme es… —Emitió unos chasquidos de diversión.
Era malo, considerando los sentimientos burlados de Anna. El casi asesinato podía desestimarse, porque solucionaría el invierno, pero su modo de actuar con la actual reina de Arendelle era de naturaleza distinta, y asociarse así con él tras este era muy desconsiderado y algo que solo una hermana sin corazón haría.
Naturalmente, su propósito al viajar a las Islas del Sur era otro. De pronto, viéndose libre, quiso darle una lección a Hans, mas una fuerza extraña la atrajo hacia él y, en menos de un mes, terminó entre las sábanas con aquel hombre vinculado a ella mediante unos grilletes mágicos.
De alguna manera estaban juntos; una razón hubo para que comenzaran algo de esa clase y ella lo dejara libre de restricciones; no obstante, le era desconocida y ya no le interesaba, sobre todo desde que él permaneció a su lado sin aprovecharse de su confianza.
Hans rió, entretenido por las palabras de la antigua gobernante, con quien nunca habría creído estar en esas condiciones.
Al principio —luego de que hablara con sus hermanos y se hiciera con su custodia para trasladarlo a esa cabaña en la playa, por supuesto—, aceptó relacionarse con ella porque se sentía atraído; dejarse hacer por esa bella sirena era un premio más que un castigo; pero con el tiempo le adquirió fuerte agrado… encontró proximidad, formó un lazo, si había que darle nombre, hasta decidirse quedarse con ella y rechazar la oportunidad de huir y vivir por su cuenta.
Quizá la culpa de todo era que solo Elsa le mirara. Ni Anna se atrevió a eso, buscando conseguir a alguien que respondiera a sus necesidades. La platinada, el Quinto Espíritu, como le compartió anteriormente, se interesaba genuinamente por él y en varias ocasiones había tratado de hacerlo feliz, sin importar su oscura forma de ser.
Nadie más había hecho eso antes.
Asimismo, su personalidad verdadera, esa que iba conociendo, encajaba con sus gustos.
—Ahora que lo pienso, me sentí un poco celosa cuando Anna dijo que se casarían.
—¿Ah, sí? —inquirió malicioso y contento, sujetando la mano engañosa de ella, bastante delicada sin dar indicios de lo que era capaz. —De haberlo sabido, te habría invitado a bailar.
Una grata risa abandonó a la joven mágica.
—Ya que mencionas tu reino. Elsa, ¿no visitarás Arendelle? Estos meses nunca te has apartado de la isla.
Tampoco deseaba que lo hiciera, pero era su primera oportunidad de sacar el tema con el que calmar sus inquietudes. Ella se iría unos días, lo suficiente para comprobar el estado de las cosas, y volvería a su rincón aislado del mundo cruel.
Los labios de Elsa se curvaron.
—No, le dije a Nokk que yo siempre he querido ser libre y que no volviera por mí. ¿Por qué tengo que ser el Quinto Espíritu y atarme a otra responsabilidad? Veinticuatro años de mi vida estuve atada al reino que no valoró mis esfuerzos, no pasaré los años librada de eso encargándome de unos Espíritus que han estado bien por su cuenta durante siglos. Mi deber era recordarles sus vínculos con los humanos y a los Northuldra quitarles el miedo de los elementos. Ya lo hice. Por otro lado, Anna ya es lo suficientemente grande y está casada, además de ser reina; no me necesita. Finalmente puedo tener lo que siempre he querido. ¡Mi libertad! Y quiero disfrutarla contigo.
Respirando con alivio, él se movió hacia ella para besarla, animándola a acostarse para que pudiera situarse encima y comenzar un nuevo intercambio apasionado.
…&…
A millas de ahí y de Arendelle, donde solo los cuatro Espíritus de la naturaleza podían verlo, el una vez blanco glaciar al final del Mar Oscuro desaparecía; poco a poco comenzaba a tornarse en una majestuosidad obsidiana, al mismo tiempo que perdía fragmentos en las aguas tempestuosas.
Gran Pabbie tuvo razón al predecir lo que ocurriría si Elsa iba muy lejos. Al dejarse congelar por Ahtohallan, perdió algo importante.
Su corazón.
NA: ¡Hola!
Esta es una idea que me ha gustado mucho ja,ja. Viva DarkElsa.
Besos, Karo.
