Prompt: Impostor (Página Helsa Amor Verdadero para el Helsatober)
Clasificación: M, Romance/Drama
A destiempo
Elsa cerró los ojos cuando la boca de su esposo se posó sobre la suya, amando sus labios con un beso tierno que imitada a la lenta forma en que su sexo se introducía en el de ella. En sus movimientos podía sentir el alcance de la adoración que le profesaba, misma que era compartida; y que no paraba de crecer, como empezó a hacerlo años atrás, al enamorarse del otro.
Nunca creyó que se casaría después de aceptar su destino como Quinto Espíritu, pero encontró a un hombre maravilloso con el que quería vivir todas las experiencias que pudiera hasta que a él le tocara abandonar el mundo.
Como de costumbre, acalló ese pensamiento gris que podía nublar su pasión amorosa y abrazó con fuerza a su marido, disfrutando del tiempo que tenían juntos.
Él adelantó las caderas una vez más y fue causante de un gemido de su boca, plena con la sensación de tenerlo dentro. En cada ocasión que hacían el amor, fuese pausado o enérgico, se formaba algo inexplicable que le hacía dueña de la Tierra entera.
—Te amo —susurró sobre los labios de él, embebida por esos sentimientos.
—Te amo —respondió su marido fervoroso.
Sintió su caricia en el costado de su rostro.
—No lo olvides, es la única verdad que importa —dijo él como si fuera un juramento, dándole peso grande a lo que salió de su boca.
En sincronía, sus cuerpos aumentaron la velocidad del intercambio amoroso; aparentemente inspirados por esas palabras. Ella recibió las acometidas, meciendo sus caderas al son de su unión, el cual creaba roces mojados y calientes que incrementaban los jugos de su escondida cavidad, toda vez que atraían ese hermoso estallido de color en el abrazo del placer.
En todo su cuerpo, el río de acuarelas la abandonaba con su transpiración, dejando un restante que fluía hacia su vientre, acumulándose con fuerza al punto del dolor, asimilando la contención de sus líquidos amarillos cuando no había dónde regarlos.
El miembro masculino de él dirigió un ataque a su orificio privado y ella expulsó un quejido al verse en el espectáculo colorido que gritó su llegada a la meta.
Su túnel femíneo todavía palpitaba y hormigueaba en el momento que él soltó un rugido gutural y dejó ir su semilla caliente en su interior, anunciando su satisfacción final.
Trémulos se abrazaron hasta que recuperaron un poco de normalidad, tras lo que él retiró su hombría flácida de ella para recostarse a su lado, conservando el agarre de sus manos.
Elsa abrió los ojos y observó el estrellado techo azul de la carpa que creó con su magia, con el propósito de no estar a la intemperie en ese bosque. Estaban de paso y, aunque el lugar no parecía poblado, lo mejor era cuidarse de mirones.
—Íbamos a recoger nuestras cosas para irnos, pero será otra noche más aquí —señaló su esposo entretenido.
Soltó una risita y él sonrió de lado.
—Todavía tenemos tiempo, solo debemos adecentarnos —comentó sentándose. —Vamos, ayer no nos bañamos. Las aguas de ese lago que vimos me apetecen mucho.
—Un placer complacer a la dama —contestó él poniéndose en pie con agilidad.
Aceptó la mano que le ofrecía y, ya parada, conjuró dos batines en ellos para salir de la carpa; no era necesario que se pusieran ropa real por ahora.
Cogieron una pastilla de jabón antes de dejar su techo. De la mano, fueron en busca de su destino.
No tardaron en alcanzar el lago, cuyas aguas cristalinas parecían no haber sido tocadas por nada ni nadie. Eran transparente, sin hojas o piedras, solo el fondo marrón de tierra que alcanzaba a verse en los bordes, el que no daba la impresión de generar polvo.
Se sintió elevada en el aire y rió mientras se aproximaban al agua, que su esposo tocó primero.
—Está tibia, deliciosa —manifestó él con sorpresa en sus ojos.
—Sumerjámonos los dos —pidió sonriente.
Él corrió, saltó y el agua los rodeó por completo.
Divertida, nadó hacia la superficie, sintiendo la vibración del agua que indicaba los braceos de su acompañante, sin problemas para moverse. No pasaría nada en lo tocante a la ropa, pues sus prendas carecían de peso y forma para ser obstáculos, como las pensó.
Sacando la cabeza del agua, aspiró por aire y lo buscó, oyendo el sonido de su propia salida.
Al girarse, se vio invadida por desconcierto y preocupación al ver a su esposo rodeado de unas luces blancas, como abejas revoloteando alrededor de un panal.
—¡Jonathan! —exclamó alerta, nadando la distancia corta que los separaba.
Se detuvo en seco cuando la cabellera negra se volvió rojiza, la pálida piel blanca se tornó dorada y pecosa, y los ojos violáceos se convirtieron en dos luceros esmeralda que reconocía bien.
Hans Westergård.
Una llamarada de fuego recorrió todo su cuerpo y movió su mano para elevarlo y lanzarlo a tierra firme, aprovechando que se recuperaba del golpe para ir a donde él. Lo habría sumergido unos momentos de no desear saber sobre su esposo.
Estableciendo su prioridad, apartó el asco que sintió al pensar que acababa de yacer con un impostor; y el peor de todos, que le había hecho daño en el pasado.
Colérica, atrapó las manos y pies de Hans al pasto, con fuertes grilletes de hielo que no alcanzaría a romper.
—¿Qué has hecho con Jonathan? —exigió acerada.
Los ojos del príncipe mostraron temor.
—Tienes tres segundos para hablar.
—Yo soy Jonathan —exhaló él antes de que ella comenzara a contar.
—No quiero oír tus mentiras, Hans —repuso mordaz.
Él inspiró y agitó la cabeza en forma de negativa. En sus ojos creyó ver pesar y muchos más sentimientos, pero era imposible, ya que él no tenía corazón.
—Cuando te cruzaste conmigo, con Jonathan, habías terminado en una costa de los Países Bajos, montada en un caballo de…
Negó, incrédula. —Estabas espiando, le sacaste esa información a mi esposo. Lo golpeaste o usaste la misma magia que te ayudó a tomar su apariencia.
—Nada de eso ocurrió. Te lo juro, siempre he sido yo. Cada momento desde esa vez ha sido conmigo. Perdóname, Elsa, perdóname. Yo soy Jonathan. Este lago… debe tener aguas de la verdad, de las que el hada me advirtió, las cuales desharían su hechizo.
Ella dio un paso hacia atrás.
El pelirrojo pareció a punto de llorar.
—Esa hada fue la que me dio la oportunidad de comenzar otra vez y cuando nos encontramos pensé que podía tenerla contigo, demostrar que había cambiado y luego decirte quién era para pedirte perdón adecuadamente… Podrías odiarme, pero habría hecho lo posible por resarcirme a tus ojos. —La garganta de él se movió. —Sin embargo, nos enamoramos en los increíbles meses que pasamos juntos y quise pasar el resto de mi vida contigo, por eso en la cascada te pedí matrimonio impulsivamente, en lugar de aclararte quién era, como planeaba. Fui un cobarde porque no quería perderte. Después, todas las veces que traté de decirte la verdad creía que te perdería por eso y se me apretaba el corazón; todo este tiempo he seguido intentando, pero me atemoriza acabar con lo nuestro. Soy un egoísta. Si estas aguas no revelaran a Hans, habría tardado mucho tiempo en reunir el coraje para decirte quién había detrás de Jonathan.
Una nube negra se posó sobre su cabeza, bañándola de decepción, horror, enojo, resentimiento y amargura.
—Ahora no miento, el agua me hace decir la verdad. Callé porque podía perderte y dañarte, mi intención no era causarte infelicidad.
—Pues acabas de hacerlo… Me mentiste. Jonathan, Hans, quien seas.
—Elsa, por favor —le suplicó él lagrimeando.
—No te perdonaré por engañarme.
Destrozó los grilletes porque no era un ser cruel que dejaría a alguien a su suerte en medio de un bosque con predadores, pero creó un muñeco que lo detuviera lo suficiente para permitirle correr lo más lejos posible.
El pecho le dolía, un sinfín de fractales de hielo la lastimaban como si fueran aguijonazos enormes y venenosos incrustando males dentro de ella. Y todas las imágenes de la mentira que había vivido con ese hombre le hacían más daño, repitiéndose en su mente, donde se burlaban de lo ilusa que había sido.
Sus lágrimas no le dejaron ver lo suficiente en su camino, aunque llegó a una colina con el mar a sus pies.
Sin pensarlo, se lanzó al agua, esperando el abrazo frío que la haría sentir en casa.
…&…
Elsa observó el festival del amor con una sonrisa triste, recordando con melancolía la última vez que vio al amor de su vida. Aquel día, abrumada por el descubrimiento, deseó morir al fondo del mar, pero Nokk apareció mágicamente para regresarla a Ahtohallan, donde ella lamió sus heridas en soledad.
(Los dos sabían que no fallecería en el agua, mas ese consuelo del Espíritu fue lo que necesitó en ese momento.)
En la actualidad, lamentaba su precipitada huida. Así como el no buscarlo cuando pasaron algunos años y se sintió más tranquila con la verdad; el quemar las cartas que le envió a Arendelle; el impedir que llegara hasta ella con ayuda de los espíritus; el permitir la amenaza de encarcelamiento de Anna sobre él si volvía a poner un pie en el reino.
Se arrepentía desde hacía décadas, pues perdió la oportunidad de aprovechar el tiempo que tenía para estar junto al único hombre que llegaría a amar.
Era la clase de cosas que se pensaban un siglo después de los hechos, y viviendo más que muchos seres humanos.
Debió atesorarlo, sobre todo al saber que ser un espíritu prolongaba su tiempo en la tierra, pero prefirió dejarse llevar por el miedo y el rencor, y luego la auto preservación.
Más le afligía no haberse despedido en buenos términos.
Suspiró. Ya había superado que viviría más que sus seres amados, cuando le tocó despedirse de su hermana, de Kristoff o sus descendientes. Era parte de su destino como Quinto Espíritu, hasta que cumpliera su deber con el pueblo de Northuldra y Arendelle.
…pero no había pasado página por concluir su relación con su esposo de esa manera.
Especialmente en momentos como ese, un festival del amor al estilo hippie.
(Un evento alegre con el cual contrarrestar la incertidumbre que daba la próxima llegada del siglo vigésimo primero.)
Tal vez viajar a Estados Unidos había sido una mala idea; o lo era toda su cruzada para conocer las manifestaciones del amor a través del globo.
Mejor debería estarse divirtiendo con su sobrina-tataranieta y no contemplando a jóvenes mostrando su amor libre o actuando brutalmente felices con el efecto de alucinógenos.
Sabiendo que había visto lo suficiente, descendió con agilidad del árbol en el que se había trepado para apreciar el espectáculo en el parque.
Al bajar, se sacudió las manos quitándose la tierra y se congeló cuando un recién llegado captó su atención.
—Hans —musitó al ver el parecido del hombre con el susodicho. Solo se veía unos años más grande de la imagen final que tuvo de él.
La melancolía de minutos atrás se incrementó.
Cerró los ojos. Había escuchado de la reencarnación y la semejanza de los seres humanos con gente de otras épocas, mas era la primera vez que veía a alguien idéntico a una persona de su pasado… y tenía que ser él.
Estaba lejos, así que no sabía si sus orbes eran tan esmeraldas como Hans, pero el exterior observable coincidía.
Al despejar la vista de sus cortinas oscuras, volvió a buscar al hombre, que se detuvo en un sitio vacío y dejó caer una mochila.
Él giró como si sintiera su mirada y enfocó su cara a donde estaba ella. Su imaginación voló haciéndole creer que pronunciaba su nombre.
Sobrecogida, volvió a bajar los párpados y suspiró, conteniendo la humedad que pugnaba por salir de sus ojos. Su corazón se estremecía gritando por el hombre a quien no podría tocar o sentir de nuevo.
Al mirar de nueva cuenta, sus latidos se aceleraron al ver que el cobrizo se acercaba corriendo, sin apartar su atención de ella.
—¡Elsa! —Lo escuchó vociferar frenético.
Llevó su mano a su pecho, preguntándose si era un sueño.
—Elsa —pronunció el pelirrojo agitado, deteniéndose a unos pasos de ella. Sus humedecidos orbes verdes transmitían una añoranza que rodeó su corazón con un manto de calor.
No podía ser.
—¿Hans? —susurró con miedo.
Él asintió y vio gotas de agua saltar.
—¿Cómo? Estás vivo… —pronunció temblorosa, avanzando hacia él.
—Tú todavía lo estás.
Le había dicho que viviría más que otras personas, pero no cuánto. Dentro de poco serían ciento cincuenta años caminando por la tierra.
Sollozó, sin atreverse a tocarlo. Su poco envejecimiento coincidía con el de ella, como si hubieran vivido a la par.
—Tú… ¿cómo?
Él tragó saliva. —Es por crear a Jonathan. No querrás escucharlo.
—No importa —expresó suavemente.
Hans se cubrió la boca y suspiró al bajar el brazo. —Veinte años después de separarnos, cuando se hizo evidente que no envejecía, me puse a buscar al hada como un loco. La encontré luego de varias décadas, al otro lado del mundo; ella me recordó el costo del regalo que me había dado, de asumir otra identidad para iniciar de nuevo, en vez de hacerlo con la que ya tenía. Este era vivir más tiempo, que me serviría para analizar mis actos.
Un precio justo para lo que hizo.
—No obstante, ya era en vano. Enamorarme de ti me sirvió para reflexionar sobre mis crímenes en Arendelle… y ella se dio cuenta. Al querer librarme de su encantamiento, le pedí que lo dejara como castigo por lastimarte, me merecía sufrir las consecuencias de tener caras fugaces en mi vida, no asentarme en un solo lugar por mucho tiempo dada la falta de cambios en mi aspecto. Era una pena corta por romperte el corazón y hacerte infeliz.
—Hans…
Él esperó, pero las palabras se atoraron en su garganta.
—Los años… sí me han ayudado a reflexionar, a valorar todo, a hablar con la verdad. Nunca pensé que vivirías un tiempo así de largo… En los años cincuenta fui a Arendelle, ya era tiempo de que me creyeran muerto, pero no había rastro de Olaf, ni de ti, o el castillo en la montaña… pensé que te habías ido para siempre y era muy tarde para verte.
En las Guerras Mundiales y los años posteriores, ella y sus amigos se movieron a Ahtohallan y más allá, buscando que algún rumor no corriera hasta oídos de las potencias mundiales y atrajeran a todos al reino. Desaparecer era lo mejor.
—Hoy estás aquí… casi es una alucinación mía.
—¿Por qué visitas el festival? —preguntó con un tema menos difícil que sus sentimientos. Que siguiera suspirando por él no le aseguraba lo mismo de su parte, más de cien años habían transcurrido desde sus días felices.
—Estoy viviendo en esta ciudad y me gusta rodearme de momentos alegres como este si tengo la oportunidad. Para compensar mi vida opaca.
Ella sonrió; eso había sonado como una frase de Jonathan. Un poco de ironía añadida para disminuir un comentario soso.
—…donde la pequeña fuente de luz es el amor que sigo profesando por la mujer que se me fue.
Elsa jadeó de la sorpresa.
Hans cogió su mano.
—En la distancia cosas de nosotros han cambiado y no somos los mismos de antaño, pero si queremos podemos conocer de lo que nos perdimos. Elsa… ¿podemos comenzar de nuevo? ¿me das una oportunidad?
Riendo y llorando, se puso en puntas, rodeó su cuello y lo besó con todo lo que tenía de sí. Él le correspondió con un ardor igual, entregándole la adoración que había palpado mucho tiempo atrás.
Y se besaron por horas, a diferencia de su época, a nadie le importaba lo que hacían… aunque les habría dado igual.
Habían vuelto a los brazos del otro.
NA: ¡Hola!
Para terminar con el Helsatober, la última publicación es larga y con un final feliz. Espero que les gustaran mis contribuciones con los prompts. Si quieren recomendarme alguno más para aumentar esta sección, cualquier idea es bienvenida.
Cuídense.
Besos, Karo.
