CHICAS AQUÍ LES DEJO ESTA NUEVA ADAPTACION ESPERO LES GUSTEN..

**Los personajes son de Stephenie Meyer al final les dicho el nombre del autor.


Sinopsis

Mientras Bella Swan se encuentra sentada en un pequeño baño de una iglesia de Arizona en el día de su boda con una prueba de embarazo positiva, se da cuenta de que de todas las malas decisiones que tomó en su vida, casarse con su abusivo prometido sería lo peor. Nunca ha sido capaz de defenderse, pero seguro como el infierno que defenderá a su bebé. Con solo el efectivo que tiene a mano, corre a conseguir un boleto de autobús al lugar más lejano que pueda pagar. Entre su gran determinación y su sonrisa de reina de la belleza, consigue un trabajo como recepcionista en el Hotel Colorado Springs. No es una vida glamorosa, pero ella y su bebé son lo único que importa.

Como ex marine, Edward Masen ha trabajado en los lugares más peligrosos, corrompidos y devastados por la guerra, en la tierra.

Ahora finalmente tiene la oportunidad de regresar al último lugar en el que se sintió en paz: Colorado Springs, Colorado, para aceptar un nuevo trabajo con el Complejo Cheyenne Mountain, una instalación militar secreta enterrada en las profundidades del granito.

Al momento en el que Masen entra al hotel, Bella sabe que es peligroso. No hay forma de que quiera involucrarse con otro hombre que parece guardar demasiados secretos. Tan encantador y devastadoramente hermoso como es Masen, claramente, no le ha contado todo. Pero a medida que los incendios forestales azotan la montaña y el exprometido de Bella muestra que no está dispuesto a dejarla ir; pronto, tanto ella como Masen, descubrirán que lo que no sabes te puede hacer mucho daño.


Capítulo Uno

Bella

La porcelana fría del inodoro se sentía como hielo contra mi espalda desnuda mientras me encontraba sentada encorvada sobre el blanco y ondulante tafetán y el tul de mí vestido de novia. El grifo corría, casi ahogando el sonido de mi futura cuñada y dama de honor, Jane, golpeando la puerta.

Pellizqué cada extremo del palito blanco entre mis dedos, viendo como la segunda línea rosa se oscurecía ante mis ojos.

El baño trasero de la Primera Iglesia Bautista Free Will en Arizona, apenas podía ajustarse al inodoro y el lavabo, pero de repente había dos personas dentro de la habitación diminuta, y las paredes se movían más cerca a cada segundo.

—¿Bella? —dijo Jane de nuevo—. No te estás enfermando, ¿verdad? Alec no querrá tener que lidiar con vómitos en su noche de bodas.

—Para lo bueno y lo malo ¿recuerdas? —dijo mi dama de honor, Jessica. No tuve que verla para saber que se encontraba enojada con Jane.

Mi cuñada era una versión femenina de su hermano. Repugnante, y en general gruñona, y eso fue antes de que ella se sintiera lo suficientemente cómoda como para mostrar el alcance de su crueldad.

Cerré los ojos, sosteniendo el palito en mi pecho. El rímel espesó las lágrimas en lo alto de mis mejillas. Alec y yo nos habíamos conocido casi exactamente un año antes, solo unos meses después de haber sido destinado en Luke Air Force. Recordar cómo me sentía cuando entró en Twiilight's Pub fue lo que me ayudó a olvidar cuan malas podían volverse las peleas, las veces que me empujó al suelo, me empujó contra la pared, me ahogó o me dio una bofetada en la cara, a ese momento casi silencioso en la iglesia. Alec se volvió tan bueno en la humillación, que acepté casarme con él después de la última disculpa desesperada y la promesa de cambiar.

Agarré la prueba de embarazo con más fuerza. Ya no podía soportar malas decisiones. Ya no me afectarían solo a mí.

Mi mano derecha sostuvo el palito en tanto tomaba mi teléfono celular del lavabo, y toqué la pantalla con dedos temblorosos. Mamá respondió tras el primer timbrazo.

Se mudó a Jacksonville justo después de que cumplí los dieciocho años, exactamente dos años después del accidente. Yo era la única persona a la cual ella detestaba más que a Alec.

—Lo sabía. Sabía que llamarías. ¿Qué? ¿Necesitas dinero? — preguntó.

—Mamá. —Me reí nerviosamente—. ¿Alguna vez te he pedido algo?

Suspiró. —La familia de Phil está de visita, y tengo cosas que hacer. Si no necesitas nada ¿por qué llamaste?

—La um, la boda es en unos minutos. Desearía que estuvieras aquí. —El único sonido en el otro extremo de la línea era su respiración, y me imaginé las líneas alrededor de sus labios de fumar desde que tenía quince años, incrementándose en tanto se negaba a hablar. Sostuve el dorso de mi mano que sostenía la prueba de embarazo contra mí frente.

—¿Cómo está Phil?

—Todavía está sin trabajo. Su espalda, ya sabes. Se mudó el mes pasado. ¿Por qué?

—Oh —dije, pensando en su apartamento de dos habitaciones y lo abarrotado que estaría.

—Y Johnny también.

—Johnny. ¿Su hijo? ¿No tiene treinta y algo?

—Sí, se divorció. —Sopló en el teléfono, y recordé haberme sentado en mi silla de niña, evitando la neblina baja del humo del cigarrillo siempre presente cuando mamá se encontraba en casa. Ese no era un lugar para criar un bebé. Ella tenía razón. La llamada telefónica era una pérdida de tiempo.

—Eso es genial. Estoy feliz por ti, mamá.

—Sí.

—Probablemente debería, um...

—Sí. Irte.

Presioné Fin, y me puse de pie, colocando el palito sobre la encimera al lado de mi teléfono. El grifo chirrió cuando giré la perilla. El agua fría se sentía tan bien corriendo sobre mis dedos, liberador, como si no estuviera atrapada en el pequeño baño tratando de descubrir cómo salir con el bebé de Alec creciendo en mi interior.

Pensé en mis opciones, y tan agradecida como estaba por tenerlas, la idea de entrar a una clínica era demasiado. Así que me hallaba atada a Alec por el resto de mi vida, el vínculo de un niño más seguro que cualquier ceremonia nupcial.

La espuma se deslizó fuera de mi piel y por el desagüe. El reflejo en el espejo llamó mi atención, y me congelé. La mayoría de los días no me reconocía a mí misma, pero el miedo y la desesperanza hicieron un hogar en mis ojos. Mis lágrimas habían tirado líneas negras por mis mejillas.

Unas ondas de color castaño se escaparon de mi moño, asomando por debajo de mi velo y enmarcando mi cara desordenada, la misma que ganó Miss Arizona cuatro años atrás. No me hallaba segura de recordar cómo sonreír así nunca más. Esa chica se había ido.

En menos de veinte minutos,Alec estaría de pie al final del pasillo central, esperando que yo prometiera delante de su familia y la mitad de la base que lo amaría y obedecería. Nadie sabría sobre el niño que llevaba e incluso si lo hicieran, no tenían idea de que el estrés adicional solo haría que el mal genio de Alec fuera aún más aterrador.

Tomé una toalla de papel y la usé para limpiar el lápiz labial rojo brillante de mis labios.

—¿Bells? —Se oyó un golpe más suave—. Es Jessica. ¿Puedo entrar?

Guardé el palito del lavabo y abrí la puerta, dejando que Jessica entrara. Rápidamente cerró la puerta detrás de ella antes de que Jane pudiera abrirse paso hacia adentro. —Es tan pequeño aquí, cariño. Lo siento —le dijo a Jane mientras cerraba la puerta en su cara. Bloqueó la cerradura en su lugar cuando Jessica presionó el botón en el centro de la perilla, y ella apoyó la espalda contra la puerta. Entre mi vestido, yo, el inodoro y el lavamanos, no sé cómo Jessica podría caber dentro, pero como todas las cosas, ella lo hizo funcionar.

—Jesús, ella es odiosa —siseó Jessica —. Sus niños malcriados están en la otra habitación metiéndose chocolate en la boca a la vista de su inútil padre. ¿Cuánto pagaste por el vestido de niña de las flores y el esmoquin de ese niño? Están cubiertos de chocolate. ¿Estás segura de que quieres unirte a eso de por vida? —Cuando no respondí, ella palideció—. Oh Dios. Tú no.

—Llamé a mamá.

—Oh, mierda —dijo, claramente sin preocuparse por maldecir en una iglesia. Su dulce acento sureño apenas lo convertía en una palabrota—. ¿Para decirle que te arrepentiste? ¿Viene a buscarte?

Negué con la cabeza y me miré en el espejo. —Nadie viene a buscarme. —Mi voz sonaba tan rota como la que sentía.

Jessica se revolvió con mi cabello. —Escucha, si quieres hacer esto, te arreglaremos la cara y te verás hermosa. —El reconocimiento parpadeó en sus ojos—. Bella... detenme si estoy fuera de línea, pero cariño, mi auto está justo afuera de la puerta lateral. Recogeré tus cosas cuando nadie esté mirando, y te llevaré a donde quieras.

Jessica no decía nada que no quería decir. Era una bellísima rubia sureña con relucientes ojos verdes, un bronceado todo el año, suficiente lejía en el cabello para hacer diez cargas de ropa y todo reluciente. Esta casada con su esposo, el primer teniente Michael Newton, durante ocho años, y tuvieron dos hermosas niñas rubias.

Mike era un buen hombre y un oficial fuerte en el ejército, pero Jessica manejaba su casa, y ninguna esposa en Luke Air Force era más respetada. Ella hizo una matanza vendiendo maquillaje, y sus fiestas se parecían más a los retiros de empoderamiento de las mujeres. Intentó convencerme de que no me casara con Alec tan pronto como descubrió que estábamos comprometidos. También fue anfitriona de nuestra fiesta de compromiso.

—No lo sé. Todos están esperando.

—Nadie se preguntaría por qué, Bella. Todos sabemos lo que sucede en tu casa. Puedes alejarte de esto libre de culpa.

Jane comenzó a golpear la puerta de nuevo, todo mi cuerpo se sacudió en reacción.

Jessica lamió su pañuelo y limpió la piel debajo de mis ojos. —Si esto es lo que quieres, iré por un poco de mi lápiz labial, porque necesitas un poco de color. Si no es así, voy a conseguir mis llaves, y te estaré esperando afuera.

—¿Qué hay de tus hijos? ¿De Mike?

Ella sonrió. —Es un hombre inteligente. Lo resolverá. —Su sonrisa se desvaneció—. Bella, este momento es importante, demasiado importante para que pienses en alguien más que no seas tú misma. ¿Qué deseas hacer?

Jessica no vio el palito blanco que tenía detrás de mi espalda. No tenía idea de que la decisión que tomara sería para el bebé que llevaba. Simplemente no me preocupaba tanto por mí misma hacer algo tan embarazoso e indignante.

Jessica asintió y se excusó. Su voz atravesó la puerta en tanto hacía una fría excusa para salir de la habitación de la Escuela Dominical que las tres estábamos usando para prepararnos. Conté hasta cincuenta y luego abrí la puerta, sonriendo a Jane.

—Ahí estás —dijo, sus olas castañas y rizadas ya caían de su improvisado moño—. Jessica está afuera. Ella tiene todo su alijo de cosas de labios por ahí. Quiere que vengas a elegir un color para que no tenga que traerlo todo.

—Oh, eso suena bien. ¿Te importaría asegurarte de que Allie y Jonah estén listos? ¿El vestido de Allie le queda bien?

—Acabo de verificarlos. Saqué la mayor parte del chocolate. Juro que Brian es tonto como una caja de rocas. Están en la habitación de los padrinos de boda con Alec y Brian. Su vestido es un poco grande en los brazos, pero está muy entusiasmada con su cesta de flores. Y antes de que preguntes, sí, Jonah sabe caminar más despacio esta vez.

Abrí la puerta y eché un vistazo por el pasillo. La ceremonia estaba por comenzar, el pianista interpretaba a Pachelbel a mi petición anterior, Canon in D. Alec y todos nuestros amigos mutuos se hallaban en el santuario, y la puerta lateral a menos de tres metros de distancia.

—Nadie te verá. Si vas a recoger algo de Jessica, ve ahora. Solo tenemos unos minutos —dijo Jane. Ella tenía el mismo tono dominante que Alec. Nada fue alguna vez una solicitud.

—Vuelvo enseguida —dije, saliendo. Mi corazón latía con fuerza, mis manos sudaban. Aunque la libertad se encontraba justo afuera de la puerta, nunca estuve tan aterrorizada en mi vida. El palito se deslizaba de mi mano sudorosa, pero apreté mis dedos, rehusándome a dejarlo atrás. Alec no necesitaba más razones para venir a buscarme.

—¡Bella! —gritó Jane, sonando enojada. Me quedé helada.

Me entregó la pulsera marrón que me compró la Navidad anterior.

—Puede que quieras esto. Estoy segura de que Jessica querrá que le paguen.

—Gracias —dije, tomando la pulsera por el lazo de cuero y girando sobre mis talones. La puerta lateral se cerró de golpe detrás de Jane cuando entró. Pude respirar de nuevo.

Según lo prometido, Jessica se hallaba sentada en su Lexus, el nombre de su compañía, Lipstick & Jesus de Jessica, y su número de teléfono en letras de vinilo rosa brillantes en la ventana trasera. Me senté en el asiento del pasajero, mi vestido de novia se derramó sobre la consola de su lado.

Ella agarró mi mano. —¿A dónde quieres ir?

—Cualquier lugar excepto aquí.

—¿La estación de bus?

Miré la pulsera en mi regazo y asentí. —Tengo doscientos dólares.

¿Crees que es suficiente?

—No te preocupes por eso. — Jessica acarició mi mano y luego usó esa mano para poner el auto en reversa. Retrocedimos de la iglesia y salimos a la calle.

Encendí la radio, tratando de ahogar el sonido de las muchas voces que me advertían de las consecuencias que conllevaría dejar a Alec.

Me advirtió docenas de veces lo que me pasaría si lo dejaba. A veces, por la expresión de sus ojos, me encontraba segura de que ni siquiera me quería, simplemente no podía soportar pensar en mí con otra persona. Más noches de las que podía contar, me quedaba despierta para escuchar los sonidos de un ataque inminente.

Jessica bajó el volumen y luego agarró mi mano y apretó. —Estás haciendo lo correcto. Solo va a mejorar desde aquí.

—Lo sé —dije, mirando por la ventana.

—¿Necesitas algo de la casa?

Lo pensé, sabiendo que, en cualquier momento, Alec se daría cuenta de que no me encontraba allí, y que iría directamente a la casa para atraparme empacando. Me estremecí ante la idea de quedar atrapada en un torbellino de su furia y vergüenza.

—No —dije—. No puedo arriesgarme.

—Tal vez pueda descubrir cómo entrar a la casa y agarrar algunas de tus cosas. Podría enviártelas. ¿Alguna cosa que puedas pensar de improviso?

Suspiré. —Álbumes de fotos. La foto de mi padre y yo en la mesita de noche. Pero Alec probablemente lo quemará todo.

—Oh, Bella. Lo siento mucho.

Un lado de mi boca se elevó. —No lo hagas. Este es un buen día.

Jessica sacudió su cabeza, su cabello moviéndose con eso. —Lo sabía. Sabía que ese hijo de puta era... Voy a hablar con Mike cuando regrese. Tal vez si Alec se mete en problemas podrá retrasarse. Todos esperamos que él no te busque, pero…

—Vendrá detrás de mí. Todo lo que tomará es un favor.

—Te refieres al hermano de Alec.

Asentí. —Demetri hace algo con las computadoras para el gobierno. No puede decirnos exactamente lo que hace, no es que lo entendamos, de todos modos, pero mencionó que conoció a Edward Snowden antes de la denuncia. Probablemente sea solo una cuestión de tiempo. —Suspiré.

—Entonces tenemos que alejarte lo suficiente como para que no pueda encontrarte. ¿Algunas ideas? Espera. No me digas No quiero saber.

¿Quizás puedas intentar llamarme cuando te instales? Mantente fuera de la red y todo eso. Señor, ni siquiera sabría cómo hacer eso. Efectivo, ¿supongo?

—Dejé mi teléfono celular en el baño. Y no sé tú número. Incluso si me lo dices, me temo que no lo recordaré cuando llegue a donde voy.

—No hay problema. —En el siguiente semáforo, sacó un Sharpie negro de su bolso y abrió su Biblia, escribiendo su número en la portada.

— Jessica, no puedo llevarme tu Biblia.

—La necesitarás. Te enviaré lo que pueda recuperar cuando se calme por aquí —dijo alrededor de la tapa en su boca—. Tengo la sensación de que Alec me estará vigilando por un tiempo.

—No te envidio —dije.

La luz cambió y Jessica presionó el acelerador. Me guiñó un ojo. — No te preocupes por mí. Tengo a ese niño manejado. Él no me asusta.

El cinturón de seguridad se clavó en mi pecho cuando Jessica apretó los frenos para evitar perderse nuestro turno y se detuvo en la estación de autobuses de Greyhound. Buscó en su bolso, y luego me entregó un grueso fajo de billetes. —No estoy segura de cuánto hay allí. Al menos seiscientos. Es el dinero sobrante de mi última fiesta. Debería conseguirte un boleto de ida a unos pocos estados, comidas y una muda de ropa.

Negué con la cabeza. —Esto es demasiado.

—Lo necesitas más que yo. Solo quiero que estés a salvo. Además, es exactamente un mes antes del Día de la Independencia. —Levantó la barbilla, una sonrisa orgullosa que suavizaba sus facciones—. Estarás celebrando extra este año. —Agarró mi mano, colocó la palma de su otra mano sobre la Biblia, y cerró los ojos.

— Querido Señor, oramos por un viaje seguro para Bella. Mírala y cuídala. Oramos para que el próximo viaje de su vida sea tranquilo, que encuentre la felicidad y continúe viviendo su vida de una manera que te honre. En el nombre de nuestro precioso Jesús... Amén.

—Amén. Gracias.

—No me agradeces. Agradécele a Jesús Él es quien te ayudará a superar esto. Lo hará, Bella. Créelo.

Abracé a Jessica sobre el montón de tul blanco y tafetán, secándome las mejillas en el momento en que nos alejamos.

—Está bien, ya basta de eso —dijo Jessica, aclarándose la garganta—.Este es el resto de tu vida. Este es un momento feliz. Te quiero. Ve con cuidado.

—Gracias. Muchísimas gracias —dije, antes de tirar de la manija y salir. Puse la prueba de embarazo en la pulsera, sostuve la Biblia sobre mi pecho y realicé un inventario de lo que me rodeaba. Nadie, yendo o viniendo, traté de no mirar. Me centré en empujar a través de las puertas de vidrio y encontrar lo que buscaba en el tablero sobre los mostradores de boletos. El objetivo era alejarme, lejos y rápido. Arizona y Albuquerque estaban fuera. También California. ¿,Utahtalvez?Me encogí. Utah no sonaba como un destino para una aventura. La estación con la tarifa más barata, la más alejada de Luke Air Force y que partía en media hora, era Colorado Springs, Colorado. Solo esperaba que todavía hubiera asientos disponibles.

El hombre canoso detrás del mostrador no parecía impresionado con mi atuendo. —¿A dónde?

—¿Quedan asientos para Colorado Springs?

Sus dedos hicieron clic en el teclado frente a él. —Uno.

—¡Lo tomaré! —dije.

Notó mi vestido. —Es clase turista.

—Eso es perfecto.

Inclinó su cabeza hacia atrás, mirando el monitor de la computadora a través de la parte inferior de sus bifocales. —¿Registrando alguna maleta?

—No.

—Ciento uno con ochenta y dos, y tu licencia de conducir.

—¿Ciento un dólares?

Me miró por encima de sus gafas. —Y ochenta y dos centavos.

Conté el efectivo y lo coloqué en el mostrador, junto con mi licencia. El hombre detrás del mostrador lo tomó, y mi corazón comenzó a golpear mi pecho otra vez.

Contuve la respiración mientras imprimía el boleto, y exhalé solo cuando me lo entregó, junto con mi identificación.

—¡Siguiente! —dijo el hombre, y me volví, buscando el número del área que coincidía con mi boleto. Mi vestido se agitó mientras caminaba hacia un asiento vacío en la esquina. Justo antes de sentarme, una mujer con un fuerte acento hispano se acercó al sistema de altavoces y nos pidió que subiéramos.

Los poseedores de boletos prioritarios se alinearon primero. Uno por uno, salieron al autobús y subieron los escalones. El impulso de mirar por encima del hombro y mirar la entrada era imposible de ignorar. Imaginé a Alec corriendo por las puertas, sin llamar mi nombre con desesperación, pero gritándome como un padrastro severo, haciendo una escena. Mi rodilla rebotó hacia arriba y hacia abajo, los tacones Steve Madden usados que había comprado en la tienda de segunda mano cavando en la parte posterior de mi talón. Los que tenían boletos prioritarios claramente no tenían prisa, así que no sabía con certeza por qué habían pagado extra para subir a bordo primero.

La anunciante llamó para el abordaje general, y me puse de pie, tratando de no empujarme hacia el frente. Me pregunté si Alec estaba en la casa o llamando para hostigar a mis amigos sobre mi paradero. Él era inteligente. Vendría a la estación de autobuses, y yo tenía que estar en el autobús a Colorado Springs cuando lo hiciera.

Seguí a la pequeña abuela encorvada frente a mí, ayudándola a subir los escalones. Levantar su pierna parecía demorar horas, y llegar al siguiente escalón parecía años. Finalmente, se hallaba en la cima, y yo también. Quienes se hallaban sentados, dejaron de acomodarse para mirarme con el vestido de novia blanco e hinchado, sin duda notando mi máscara manchada. Si alguien venía en busca de una novia fuera de control, la gente de la estación señalaría en mi dirección.

Mi vestido golpeó a cada persona sentada en los asientos del pasillo entre la primera y la décimo octava fila, donde finalmente encontré un asiento vacío junto a la ventana. Me deslicé y me senté, apretando la Biblia contra mi pecho. —Por favor, Dios, ayúdame a salir de aquí de manera segura —susurré.

Cada automóvil que se detenía en la estación, y cada hombre que salía, causaba un pánico profundo dentro de mí. Podría pasar en cualquier momento que Alec salga con su traje, rodeado por su cuñado, su hermana y sus amigos, en un intento por detenerme.

El motor del autobús era un ritmo constante de bajo ronroneo y zumbido, y vi como el conductor y algunos empleados de la estación cargaban las maletas marcadas y discutían algo que definitivamente no era lo suficientemente importante como para mantenernos sentados allí incluso un minuto más.

Finalmente, el conductor asintió una vez y subió las escaleras, sentado en su asiento. Agarró su radio, su voz aplastada y monótona mientras intentaba una broma y nos dijo a dónde íbamos y los procedimientos de seguridad de los pasajeros.

Imaginé haber visto a Alec a través de las grandes ventanas de vidrio, abriéndose paso por la estación, sus ojos finalmente se posaron en mí. —Por favor, por favor, por favor —susurré en voz baja. Mi rodilla estaba temblando de nuevo, un grito creciendo en mi pecho.

Justo antes de que pudiera pararme y suplicar nuestra partida, el conductor cerró la puerta y puso el autobús en marcha, alejándose. Mientras el autobús disminuía la velocidad para el tráfico antes de conducir hacia la carretera, me recosté contra mi asiento y suspiré ruidosamente.

Había escapado.