CHICAS AQUÍ LES DEJO UN NUEO CAPITULO DE ESTA ADAPTACION ESPERO LES GUSTEN..

**Los personajes son de Stephenie Meyer al final les digo el nombre del autor.


Capitulo Dos

Edward

—Gracias, Seth —dije, sosteniendo la cerveza fría que acababa de poner en frente de mí en su base.

La sal de la servilleta se sentía arenosa contra mis palmas, una cosa más familiar sobre el hotel barato que encontré ese mismo año. Era mi segunda visita al Hotel Colorado Springs, y aunque el personal me parecía más curioso de lo que me gustaría, las camas eran cómodas, las sábanas estaban limpias y, a pesar de estar a tope con bomberos hotshot1, aún podía permanecer discreto.

—Nunca es demasiado temprano para una cerveza. Ha estado ocupado, así que no he tenido la oportunidad de decírtelo: Me alegra que hayas vuelto, Mase —dijo, dándose la vuelta para tomar otra orden.

Tuve que ver su boca moverse para escucharlo por el bajo zumbido de la conversación en el lobby del hotel. Años de explosiones de granadas demasiado cerca, explosivos y disparos hicieron que entender hablar a alguien con cualquier ruido ambiental fuera difícil.

Más de dos docenas de bomberos jóvenes me rodearon, discutiendo todo, desde la línea de fuego hasta las casas de playa en México. Era una ventaja tenerlos allí, aunque solo fuera porque era refrescante no ser el único que bebía al mediodía. La excitada charla sonaba más como una reunión de la escuela secundaria que como una base de operaciones para docenas de equipos interinstitucionales que se preparaban para luchar contra el incendio forestal de Queen Canyon devorándose miles de acres a unos pocos kilómetros de las afueras de la ciudad.

—¿Qué sigue trayéndote a la ciudad? —dijo Seth, hundiendo un vaso en el agua jabonosa de un lavabo detrás de la barra. Me recordó a cualquier camarero que verías en las películas. El chaleco, la corbata de lazo y los pantalones negros eran exagerados para un aspirante a Holiday Inn, si me lo preguntaban, pero no hizo esa pregunta. Me preguntaba por una respuesta que no podía dar.

—Trabajo —dije simplemente.

—¿Qué, el fuego? No te consideraría un tipo entre agencias.

Ofrecí una sonrisa a medias, sin agitación. Seth se encontraba a punto de creer la mentira que inventaría, y ambos seguiríamos con nuestro día. Maniobrar con la verdad no era difícil para mí. Tener un predicador Bautista estricto por padre me dio una amplia práctica para medias verdades y mentiras absolutas. Regla número uno: Nunca reveles toda la información.

No sería una conclusión lejana para Seth creer que yo era uno de los hotshots, el equipo de tierra, el equipo de entrega en helicóptero o los de viento. Mi ex se quejó más de una vez que yo no era de conversar mucho, y tenía razón. Hablando de quién era y dónde fui llevado a preguntas inevitables sobre lo que había visto, y nadie, y menos yo, quería saber de eso.

—Simplemente voy donde me dicen —dije, tomando un sorbo. Seth no lucía convencido. —Nadie te dice nada. Me pareces el jefe.

—Uno de ellos —dije. Ahora, esa era la verdad, incluso si era en el contexto equivocado. Mi teléfono celular sonó, y me excusé de la barra, lanzando un billete de diez dólares sobre el mostrador.

La persona que llamó se mostró en la pantalla como Desconocido, ya era una pista de que era mi nuevo empleador. Me dirigí hacia una de las esquinas del vestíbulo, uno de los pocos espacios fuera del alcance del oído de la creciente multitud de bomberos.

—Masen —dije, sosteniendo mi teléfono en mi oreja.

—Hola, señor Masen. Mi nombre es Bianca Calderon. Soy la asistente administrativa del general Jenks y mañana le ayudaré a acceder a la propiedad. ¿Es un buen momento para hablar?

—Claro —dije. Bianca trabajó con militares. Se hallaba acostumbrada a respuestas cortas y simples.

—Lo estaré esperando en la primera puerta en cero-quinientos. Lo procesaremos allí, luego usted y yo pasaremos a través de las Puertas Dos y Tres. A partir de ahí, ingresaremos al Complejo. Después de un breve recorrido, le mostraré su sede central y luego se encontrará con su nuevo equipo en cero-seiscientos. Con el general en cero-ochocientos.

—Mi equipo —repetí, tratando de no parecer sorprendido—. ¿Todo el mundo?

—Sí señor. Todos de su unidad.

—Genial. —Miré mi reloj—. Nos vemos en cero-cinco.

—Duerma bien, señor Masen.

—Es solo vemos, señorita. Calderon.

—Es Bianca.

Presioné Terminar, y metí mi celular en mi bolsillo trasero, devolviendo mi pinta al asiento que ocupé. No había visto a toda mi unidad de inmediato en cinco años, y sería bueno volver a unir a la vieja pandilla, incluso si todos estuviéramos en diferentes etapas de reajuste a la vida civil.

Ahora mi asiento se encontraba ocupado por alguien mas. Su cabello rubio se hallaba alborotado, su piel parecía un cuaderno de garabatos. Le di una palmada en el hombro. —Estás en mi silla.

El hombre levantó la mirada. Su sonrisa se desvaneció, y se levantó, no porque estuviera intimidado, sino porque yo era la última persona que esperaba ver allí.

—¿Qué diablos estás haciendo aquí? —preguntó.

—Cálmate, Cullen—dije, tomando su asiento—. No estoy aquí por ti.

Las conversaciones a nuestro alrededor se calmaron, y sus compañeros se volvieron hacia la conmoción, creando una pared impresionante entre nosotros y el resto del lobby. No podría culparlos. La última vez que Jasper y su hermano gemelo, Jason Cullen, me vieron estaba en Estes Park cuando portaba una placa federal e investigaba un incendio en un campus universitario que podría haber involucrado a su hermano menor. Por lo que sabía, el caso aún estaba abierto.

—Entonces ¿por qué estás aquí? —siseó, manteniendo su voz baja.

—Obtuve un nuevo trabajo.

—¿Acabas de encontrar un trabajo en Colorado? —preguntó dudoso.

—Da la casualidad de que lo hice. Ahora vete a la mierda, y déjame disfrutar mi cerveza. Tengo que presentarme temprano. Mañana es mi primer día.

—¿Dónde?

—¿Por qué te importa?

Cullen soltó una risa nerviosa. —¿Y qué? ¿Dejaste un trabajo de mierda por otro?

—No, este es un trabajo privado. Paga mucho mejor. Ahora, en serio. Déjame jodidamente solo.

Cullen se rio entre dientes, tomando un trago antes de reunirse con sus amigos al otro lado de la habitación. Eran más jóvenes que yo, pero habían estado en situaciones más precarias de las que podían contar. Podía respetar correr hacia el fuego.

Seth colocó otra cerveza sobre la barra y asintió hacia el grupo de hombres detrás de mí. Cullen me compró una bebida. No quería agradarle, pero no podía convencerme de que era un tipo malo. Incliné la cabeza en señal de agradecimiento y miré hacia adelante.

—¿Qué fue eso? —preguntó Seth.

—Nada.

—¿Supongo que ustedes dos se conocen?

—Su hermano menor podría haberse metido en problemas.

—¿Y tú ayudaste?

—No —dije, pasando a la nueva cerveza.

—Estás más malhumorado que la última vez que estuviste aquí, y no pensé que eso fuera posible.

—¿Lo estoy? —pregunté.

—Supongo que el nuevo trabajo tiene algo que ver con el Complejo Cheyenne Mountain.

—¿Qué es eso?

Seth sonrió. —El único secreto que se puede mantener por aquí.

—Bueno, suena muchísimo más genial que lo que estoy haciendo —dije, manteniendo mi compostura.

Lo último que necesitaba era que el barman del hotel difundiera el rumor de que trabajaba para una instalación muy secreta antes de mi primer día. Seth parecía decepcionado y completamente convencido de que no tenía razón.

—¿Estás aquí solo? —preguntó.

—Sí.

—Nuevo comienzo ¿eh?

Empecé varias veces, pero nunca se sintió completamente nuevo.

Salir de casa para los marines, pasar al FBI, y ahora la seguridad privada. Como muchos veteranos, trataba de llevar mi vida después de haber estado condicionado durante años por seguir. Un despido honorable después de que mi rodilla fuera herida gravemente por fuego enemigo ya era bastante malo. Una década en el Cuerpo militar, múltiples despliegues, innumerables misiones y un niño secuestrado de diez años con entrenamiento de combate mínimo terminaron con mi carrera militar.

Toqué mi rodilla, sintiendo las cicatrices. —¿Quién sabe? Quizás este será el indicado.

—Oh, entonces has hecho esto antes.

Asentí. Después de que mi rodilla se curó tanto como podía, llamé a un viejo amigo que dirigía Deep Six Security. Conducir vehículos a prueba de balas, pero con aire acondicionado parecía un ascenso al principio, pero proteger a políticos sucios, contratistas de armas y señores de la guerra: el sueldo nunca me ayudó a olvidar, y luego mi hombro izquierdo fue quemado por una granada aturdidora durante una incursión de medianoche. Cuando fui aceptado en Quantico, pensé que finalmente encontré mi vocación. Resultó que dos años en el FBI fueron suficientes para saber que no era para mí. Mi jefe en Denver era decente en comparación con el imbécil de San Diego, pero mis colegas eran analistas y traficantes de papel. Incluso los agentes de campo usaban corbatas y chaquetas para trabajar. Nadie que llevara un traje se ensuciaba. Trabajar allí fue una decisión tomada con desesperación que corregí lo más rápido que pude.

—Ella realmente debe haberte jodido —dijo Seth—. Ni siquiera veo un brillo de arrepentimiento.

—No. No la he conocido todavía.

—Oh. Eres un creyente de laindicada¿eh?

Sonreí antes de tomar un trago. Tuve algunas novias, pero nunca encontré a nadie que pudiera ayudarme a sacudirme la sensación de que había algo, alguien más. Conocí a Kate justo después de la preparación básica militar. Podría haber sido una esposa militar de libros de texto.

Vivimos juntos durante un año, pero ambos nos dimos cuenta de que no era amor, y yo fui el padrino cuando se casó con mi mejor amigo tres años después. Hubo un puñado de citas y muchas otras mujeres que mi hermanita Lilian llamó pasatiempos, pero no importaba cuán asombroso, cuan hermoso, cuan divertido... Sabía que no era ella. Mi chica estaba en algún lado, y podía sentirla de la misma manera que Cullen y sus amigos miraban la parte posterior de mi cabeza.

Mi teléfono celular zumbó en mi bolsillo trasero, y me levanté, dejando caer un billete de cinco dólares enrollado en el frasco de la propina. —Justo pensaba en ti —dije, caminando hacia los ascensores.

—Por supuesto que sí. ¿Te instalaste? —preguntó Lilian.

Me moví entre los bomberos, todos bebiendo sus cervezas India Pale Ale a mitad de precio. —Tan instalado como puedo estar en una habitación de hotel.

—¿No te consiguieron un lugar?

—No.

—Todavía no me has dicho lo que estás haciendo en Colorado Springs.

—Y no voy a hacerlo.

Lilian suspiró y me reí. Pasamos mucho tiempo hablando de la verdad. —No tengo mucho tiempo. Estoy en mi hora del almuerzo. Pero estoy emocionada de que estés a solo tres horas manejando desde aquí.

¿Vendrás a casa para la Pascua? Papá tiene su sermón diez meses antes.

Apreté el botón del ascensor y esperé. —¿No es lo mismo todos los años? ¿Qué hay con la preparación? Además de quizás decidir cuál de las historias va a contar.

—Detente.

—En serio ¿has leído los evangelios? ¿Había un hombre, dos hombres, un hombre y un ángel, o un ángel en la tumba? Es diferente en Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Y esto es lo que él llama la palabra infalible de Dios. —La puerta del ascensor se abrió y entré, sintiéndome inmediatamente culpable—. Lo siento, Lily.

—¿Desde cuándo te volviste pesimista?

—Desde mi primer despliegue cuando realmente leí la Biblia. Escucha, voy estar domando el nuevo trabajo la próxima semana. Estoy trabajando muchas horas para entrenar al equipo, por lo que podría no estar disponible en las próximas dos semanas.

El ascensor se estremeció cuando disminuyó la velocidad hasta detenerse. Las puertas se abrieron, salí, giré a la izquierda y, aunque sabía por dónde ir, revisé el cartel para asegurarme de que mi habitación se encontraba a la izquierda. La habitación doscientos uno se hallaba al final del pasillo, y me detuve frente a la puerta, buscando la llave de mi habitación mientras sostenía la voz de mi hermanita junto a mi hombro.

Lily parloteó sobre el baile de graduación, y del chico nuevo husmeando, y de sus aplicaciones para la universidad. No podía culparla por su ignorancia de cómo era la vida para mí en la escuela secundaria.

Los gritos, las reglas, la privacidad inexistente. Yo era el prototipo.

Aprendieron de mí cómo no ahuyentar a un niño. Papá se relajó, mamá no era tan firme ahora. La infancia de Lilian fue casi normal.

—¿Me oíste? —preguntó cuando la cerradura de mi habitación hizo clic. Empujé la puerta para abrirla.

—Lo siento, dijiste sobre el viaje de misión. Es para Honduras esta vez ¿verdad?

—Fue Honduras la última vez, también. Creo que deberías ir. Me sentiría más segura contigo allí.

—Ojalá pudiera, Lilian. Comienzo un nuevo trabajo mañana. No hay tiempo libre por un tiempo.

—Es solo una semana. Podrías salirte por una semana.

Caí de espaldas sobre el colchón duro y frío, mirando el techo beige. No me había molestado en encender la luz, el sol rociaba algunos rayos a través de un hueco en las cortinas opacas.

—Te extraño, chico.

Pude escucharla haciendo pucheros a través del teléfono, y me hizo sonreír. Siempre pensaba lo mejor de mí. Era un trabajo de tiempo completo pretender ser el tipo que creía que era.

—Yo también te extraño, Eddie.

—Dile a mamá y papá que los amo.

—Lo haré. Buena suerte mañana.

Cuando colgó, la habitación se sentía vacía, más oscura. Lilian era una luz propia. Ella, mis padres y mi hogar de infancia en Goodland, Kansas, estaban a solo unas horas de distancia. Por alguna razón, no fue tan reconfortante como debería haberlo sido. Lilian cumpliría dieciocho en unos pocos meses. Podría subirse a un auto en cualquier momento y conducir para verme. Nada me gustaría más que pasar tiempo con mi hermanita, pero guardar secretos era más fácil cuando todos se hallaban a un avión de distancia.

Eché un vistazo a mi reloj. Otras siete horas para matar antes de que se apaguen las luces. Cerré los ojos, con el objetivo de tomar una siesta de media hora, con la esperanza de que fuera suficiente para recargar, y lo suficientemente corto como para mantener las pesadillas lejos.

Alguien golpeó la puerta y mis ojos se abrieron. —Esperen —dije, tropezando hacia la puerta. Lo abrí para ver a Jasper Cullen y algunos de sus amigos allí de pie. Me tensé, listo para pelear.

—Nos dirigimos a almorzar al centro. ¿Quieres venir? —preguntó Jasper.

La comida era mejor que luchar contra hombres sin rostro con rifles que nunca parecían quedarse sin munición desde el momento en que me dormía. —Me pondré mi camisa.