Prefacio.
8 Octubre 2010.
"No hay lunas más hermosas que las de Octubre." pienso mientras mi padre conduce por la carretera con dirección a Forks. El Sol se está ocultando y está luchando por mostrarnos sus últimos rayos de luz, detrás de las nubes que lo cubren.
El efecto crea uno de los paisajes más hermosos que he visto. Las montañas cubiertas de verde, los árboles que proyectan sombras dispersas entre la niebla; el bosque emana tranquilidad. En realidad, soy muy afortunada de poder vivir aquí el próximo año.
Cuando llegamos a la casa, Charlie me ayuda con las pocas maletas que tengo. Una de mis mejores cualidades es que siempre he sabido viajar ligera. Nos toma sólo dos viajes subir todo a la habitación del segundo piso y al terminar, mi padre me deja sola para que desempaque y pueda empezar a establecerme. Es extraño volver a este dormitorio. Fue mío durante mis primeros años de vida y ahora regreso a él, diecisiete años después de la última vez que lo dejé.
El suelo de manera, las paredes pintadas de un tenue color azul y las cortinas que en algún momento fueron blancas (pero ahora parecen amarillas) me recuerdan a una infancia perdida. Coloco mi laptop encima del escritorio que mi padre compró hace muchos años, con la esperanza de que pudiera usarlo para hacer mi tarea; es curioso pensar que ahora será estrenado, con un poco de suerte, para realizar mi trabajo.
—Es un buen plan —digo en voz alta para reafirmármelo.
Asomándome por la ventana, tengo una buena visión del bosque que nos rodea y un atisbo de las casa vecinas. Aunque Forks es un pueblo pequeño, Port Angeles no queda lejos, e incluso me puedo trasladar a Seattle en caso de necesidad. Si quiero hacer realidad mi idea, necesito encontrar trabajo en lo inmediato.
Sólo espero que en este lugar haya algo lo suficientemente interesante sobre lo que una reportera novata como yo pueda escribir.
Capítulo Uno.
Las Lunas de Octubre.
"Y en medio del silencio te escucho llamándome.
Pero no sé dónde estoy y no confió en quién he sido." ₁
El sonido de Charlie moviendo utensilios en la cocina es lo que me despierta. El olor de comida llega hasta mi recámara y como no huele mal, decido bajar a investigar. Me encuentro con él sirviendo dos platos de huevos con tocino; los coloca en la mesa al mismo tiempo que yo entro a la cocina.
—No es un buffet de bienvenida, pero… —dice Charlie apenado.
—Es mi desayuno favorito, gracias —contesto sentándome y tomando el tenedor para comenzar a comer.
Charlie se queda satisfecho y desayunamos juntos en silencio. Me encanta que podamos estar así; mi madre, aunque la amo con todo mi corazón, tiene la necesidad de llenar cada momento con alguna plática. Es un cambio agradable.
—Tengo una sorpresa para ti —me dice cuando terminamos —¿Recuerdas a Billy?
Asiento con la cabeza. No lo he visto en siglos, pero recuerdo perfectamente al mejor amigo de mi padre.
—Solías jugar con sus hijos —dice Charlie y su mirada se pierde por un momento.
—Me acuerdo de ellos—confirmo. Recuerdo vagamente a dos niñas de cabello negro, que se turnaban para vigilar a su hermano menor.
—Pues su hijo, Jacob, tiene un taller mecánico junto a algunos de sus amigos —explica —Hacen verdaderas maravillas con los autos. No importa el problema que tengas, ellos los pueden reparar.
Pienso que es grandioso para cualquiera que tenga un auto, pero como ese no es mi caso, no entiendo porque Charlie me está contando todo esto.
—También construyen autos —dice Charlie, conteniendo una sonrisa entusiasmada. —Y los venden a muy buen precio, con descuento incluido para clientes frecuentes y familiares.
"Ah" creo que sé a dónde quiere ir. Cometí el error de mencionarle que planeaba comprar un auto cuando estábamos planeando mi mudanza.
—No sé nada de autos —digo cruzando los dedos y rogando al cielo porque no haya apalabrado nada todavía —Pero sé lo suficiente como para entender que subirme a uno que sea algo menos que cien por ciento confiable no es buena idea.
—Los autos que hace son seguros —contesta Charlie, ya no tan entusiasmado —La camioneta que escogí es perfecta para ti.
"Para ti". Me pregunto qué tan familiarizado está con mi técnica de manejo, pero tal vez una opción para zafarme de esto sea alegar que no tengo suficiente dinero.
—¿De cuánto estamos hablando?
—En realidad —Charlie se pasa los dedos por su bigote —Es mi regalo de bienvenida.
"Estás atrapada." No hay forma de poder rechazar un regalo así sin parecer una malagradecida deseducada.
—Gracias —digo levantándome para abrazarlo, evitando así que vea mi sonrisa fingida.
—Podemos ir a recogerla hoy mismo —contesta correspondiendo mi abrazo.
Genial.
El resto del día lo paso terminando de desempacar, haciendo una lista de las cosas que debo comprar para terminar de instalarme y yendo al supermercado a comprar comida. Aunque tenía pensado seguir haciéndome cargo sólo de mi alimentación (como lo he estado haciendo por los últimos cuatro años) al ver el estado del refrigerador de Charlie me ofrezco a cocinar también para él.
Él acepta, e insiste en pagar por toda la comida que consuma mientras viva en esta casa. Una vez más, no lo puedo rechazar porque eso significará un par de cientos mensuales de dólares directos a mi fondo de ahorro. Fondo que no comienza en números negativos gracias a su regalo, porque un solo viaje en su patrulla me hace entender que tener mi propio auto es un asunto de extrema prioridad.
Cuando regreso con la comida, estoy casi brincando de ansiedad por irnos a recoger la camioneta prometida. Mi padre no se hace del rogar y pronto estamos en camino hacia La Push, una reserva que queda a unos veinte minutos en coche desde nuestra casa.
Al llegar a la casa de los Black, veo estacionada afuera mi nueva camioneta. Bueno, nueva para mí. Es obvio que es un modelo antiguo, pero tiene mucho trabajo en ella. Está pintada de rojo y todo lo que puedo decir de ella, además de que es marca Chevrolet, es que es uno de esos modelos que vez en accidentes, todavía con la pintura intacta, rodeada por las piezas del auto que destruye. Para mí sorpresa, siento amor a primera vista: en serio me encanta.
—¡Gracias, papá! —digo abrazándolo de nuevo, está vez, sinceramente.
—Vamos adentro para que te den las llaves —me dice él, con una sonrisa orgullosa.
Al acercarse a la puerta principal, toca el timbre dos veces, espera un momento y luego abre la puerta con una de las llaves que tiene en su llavero.
—Bienvenida, Bella —dice Billy, estrechándome la mano con mucha fuerza.
Yo lo recordaba como un hombre imponente; de la edad de mi padre, pero mucho más alto, lleno de energía y con la fuerza suficiente para correr detrás de tres niños por horas. Verlo en una silla de ruedas me afecta un poco. Vuelvo a colocar mi sonrisa fingida de inmediato para no incomodarlo.
—¿Ya comenzó el partido? —pregunta Charlie, yendo primero al refrigerador y luego sentándose en un sillón frente al televisor como si fuera su casa. Debe de haber pasado mucho tiempo aquí para tener tanta familiaridad.
—Está por comenzar —dice Billy, colocándose junto a él y yo quedó en segundo plano.
¿Qué hago ahora? Podría sentarme junto a ellos y sufrir en silencio por la duración total del partido que se disponen a ver. O podría ser una impertinente y pedir directamente las llaves de la camioneta e intentar regresar a casa. O podría…
—Ya me voy —oigo a mis espaldas.
—Saluda —dice Billy distraídamente, sin quitar su atención de la pantalla.
"¿Me está hablando a mí?" pienso, pero por supuesto que no me está hablando a mí, sino al hombre propietario de la voz, que debe ser su hijo.
—Buenas noches —se dirige a mí el desconocido, sin verme a los ojos, mientras revisa su teléfono.
Aunque estoy segura de saber su nombre, mi mente está en blanco.
—Buenas noches —contesto. Como ninguno de nuestros padres parece querer hacer de mediador social, me presento yo sola —Soy Bella, la hija de Charlie.
Un gesto de reconocimiento le cruza la cara cuando por fin levanta la mirada para verme.
—Para ti es la camioneta que compró —afirma sonriendo y me da la espalda.
Sin esperar confirmación, se dirige hacia la cocina y de un frasco de galletas saca unas llaves. Unas súbitas ganas de gritar "¡libertad!" me invaden cuando me las da.
—Gracias —digo y pienso cual será la mejor forma de emprender mi huida.
—¿Por qué no la llevas a dar una vuelta de prueba? —sugiere Billy.
Veo como su hijo se encuentra en una encrucijada. Por un lado, si este es su negocio, debería hacerlo sin importar cuanta confianza le tenga Charlie a su trabajo. Por otro es obvio que, al igual que yo, ya se quiere ir. Ver a un hombre como él (que es tan imponente como solía serlo su padre) comportarse como un adolescente tratando de decidir entre lo que quiere y lo que es correcto es casi gracioso. ¿Cuántos años tendrá? Creo que es menor que yo, pero sus facciones no me ayudan a confirmarlo.
—Si quieres podríamos… —comienza a ofrecer, todavía de manera indecisa.
—Está bien, de cualquier manera, yo debería ir a… —decido darle una salida.
—¿Tienes planes para esta noche, Bella? —me interrumpe Billy.
—No —contesto honestamente. Ni siquiera tengo ropa que lavar; he estado aquí tan poco tiempo que no me ha dado tiempo de ensuciarla.
—¿Por qué no la invitas a la fogata? —sugiere Billy, recordando sus buenos modales en el momento más inoportuno, como todo buen padre. Renée estaría orgullosa. —Así pueden hacer la prueba de manejo y Bella puede conocer a más personas de por aquí, al mismo tiempo.
—Ahm… —digo. Hace por lo menos quince años que tuve mi última playdate con algún amiguito organizada por mi madre.
—¿Quieres venir? —dice el hombre cuyo-nombre-no-recuerdo, al parecer acostumbrado a las intervenciones de su padre y con demasiada prisa para oponer resistencia.
—¿No sería descortés? —digo, ofreciéndole otra salida.
—Nah —contesta —Siempre vienen muchas personas. Y siempre hay un montón de comida…
Algo me dice que en serio está tratando se ser amable, cuando lo que en realidad quiere es irse corriendo con sus amigos.
—Bueno, si me tientas con comida, ¿cómo puedo rechazar tan brillante oferta? —digo.
Entre quedarme con nuestros padres aquí, irme a mi casa a aburrirme o ir a comer algo, prefiero la última opción.
—Vámonos —dice.
"¿Qué momento será el menos incómodo para preguntarle su nombre?" dudo.
—Cuídense —nos despide Charlie, despegando su atención de la pantalla por apenas un momento.
—Cuídala, Jacob —dice Billy.
"¡Gracias!" ¿Habré sido tan obvia con mi cara de "no tengo idea de cómo te llamas"? Sea como fuera, le agradezco tanto que me haya recordado el nombre de hijo que omitiré su "cuídala" versus el "cuídense" de Charlie.
Al salir, Jacob se dirige al asiento del pasajero y espera a que yo esté acomodada en mi lugar para comenzar a darme todas las indicaciones necesarias. La camioneta va de maravilla.
—Pero yo no intentaría ir a más de 65 millas —me advierte.
—No hay problema —contesto —¿A dónde vamos?
Él me da indicaciones y en menos de cinco minutos estoy estacionando en una playa.
Efectivamente, hay muchas personas aquí. Sino fuera por mi color de piel, creo que pasaría completamente desapercibida. De cualquier forma, nadie me hace mucho caso y yo comienzo a buscar discretamente la comida que se me prometió.
—Los hot-dogs están por aquí —dice Jacob mientras hace con su cabeza el gesto universal de "sígueme".
Estoy comenzado a comer cuando dos hombres, igual de altos que Jacob, se acercan a él y también comienzan a servirse de comer.
—¿Dónde estabas? —pregunta uno.
—¡Llegas tarde! —reclama el otro.
Jacob me señala con la cabeza. Es bueno saber que entre los hot-dogs y yo, soy la opción menos interesante. Uno de los hombres se queda callado, pero el otro, el más fornido, se presenta.
—Hola —me dice y me ofrece su mano — Yo soy Quil.
—Bella —contesto, mientras hago mi mejor esfuerzo por disimular que su apretón me está doliendo. No puedo ser tan débil como para que un simple apretón de manos me lastime, ¿o sí?
—Es la hija de Charlie —aclara Jacob y ambos hombres parecen tenerme mucha más confianza súbitamente.
—Yo me llamo Embry —se presenta el otro, aunque no me da la mano.
—Mucho gusto —intentó sonreír mientras me sobo la mano disimuladamente después de que Quil me soltó.
—¿Vamos? —dice Quil, viendo a una pareja que están hablando del otro lado de la fogata. Jacob y Embry asienten, y comienzan a caminar alejándose. Como nadie dijo nada para incluirme, pero tampoco para excluirme, comienzo a caminar detrás de ellos.
—¿Cómo están? —saluda Quil, de repente muy animado, a dichas personas.
—¿Qué quieren? —contesta uno de ellos, el chico, evidentemente molesto por la interrupción.
Para alguien más distraído que yo, el segundo de duda que tuvo Quil hubiera pasado completamente desapercibido.
—Presentarte a la hija del jefe Swan, Bella —dice señalándome.
—Hola —digo, alzando mi mano derecha saludando, mientras equilibro mi comida en la izquierda.
—Hola —contesta la chica, que tampoco está feliz con nuestra llegada, pero quién parece más preocupada que enojada —Yo soy Kim.
Como parece que su acompañante está muy ocupado en un duelo de miradas con Quil, Jacob y Embry, Kim se encarga de presentarlo también a él.
—Él es Seth.
—Bella se acaba de mudar aquí desde… —comienza Jacob, pero se detiene porque obviamente no tiene ni idea desde dónde llegué o porqué estoy aquí.
—Phoenix —completo. No me quiero meter entre lo que sea que esté pasando entre los hombres y es obvio que soy el tema neutral del momento —Me acabo de graduar en periodismo de la universidad y decidí mudarme aquí para ahorrar un poco de dinero antes de endeudarme pagando una renta en cualquier ciudad.
Normalmente no ofrezco tantos detalles a cualquier desconocido que se me cruce, pero creo que el hecho de que obviamente nadie me está prestando mucha atención ayuda a mi confianza.
—¿Periodismo, en serio? —dice Kim y casi le brilla la mirada —¡Es lo que yo quiero estudiar!
—Pues en lo que te pueda ayudar —ofrezco. Si consigo hacer una amiga en esta situación, lo contaré como una victoria —¿Estás buscando opciones de universidad?
—Si, porque estoy comenzado mi último año de high school —me contesta y comenzamos a alejarnos de los hombres, que siguen con su concurso de "a ver quién aguanta más sin pestañear".
—¿Tienes 18 años? —pregunto preocupada, inevitablemente volteando a ver a Seth con precaución.
—Si —contesta Kim, riéndose cuando ve mi mirada — Él también. Ha crecido como un loco durante el último año, pero ha sido mi mejor amigo desde que estábamos en pañales. Siempre hemos estado en la misma clase.
—¿Cuántos años tienen los otros? —pregunto queriendo saciar mi curiosidad.
"Si yo tengo 23 años y las hermanas de Jacob eran más grandes que él, y yo era más chica que ellas, y él era más chico que yo…" he estado intentando hacer cuentas desde que estábamos en la camioneta, pero honestamente las matemáticas nunca han sido lo mío.
—Todos tienen 20 —dice Kim sonriendo ante mi mirada de incredulidad. —Bueno algo así. Jacob cumple años en enero y creo que Embry es mayor que él por un par de meses, así que tal vez él ya tenga 21.
"Veintiuno" A simple vista, yo calculaba que todos estaban en los veintimuchos. Niego con la cabeza y decido cambiar de tema.
—¿Qué dudas tienes acerca de la carrera? —digo, dejando las edades de lado.
—¡Todas! —dice Kim y comienza a disparar como veinte preguntas por minuto.
En total, debimos de estar hablando por lo menos dos horas. Aparte de la carrera, descubrimos que nos gusta el mismo tipo de música, que tenemos un par de series televisivas en común, y que la autora favorita de ambas es Jane Austen. Terminamos intercambiando números telefónicos.
—Me tengo que ir —dice levantándose y sacudiendo sus pantalones para quitarse toda la arena —Estoy castigada y mi toque de queda es a las 9. ¿Estás segura de que puedo mensajearte o llamarte si tengo más dudas?
—Completamente —respondo también levantándome —¿Estás segura de que puedo mensajearte o llamarte cada vez que me frustre porque Ted sigue sin encontrar a su the one?
—¡Claro! —me contesta y me da un abrazo para despedirse.
Al verla alejarse, me doy cuenta de que muchas de las personas que estaban también ya se fueron. No he visto a Jacob o a sus amigos desde que llegué así que creo que es momento de dirigirme a mi hogar. Antes de irme, sin embargo, quiero dar un paseo por la playa.
La Luna está hermosa y la noche está sorprendentemente despejada, así que voy a caminar a orilla del mar por un rato.
Comienzo a alejarme, dejando la fogata a mis espaldas. Llevo como diez minutos caminando, gozando de la serenidad de la noche, oyendo el hipnotizante el sonido del mar y meditando sobre cuanto más puedo avanzar cuando una voz de ultratumba me detiene.
—¿A dónde vas?
Al voltearme, hay un hombre de más de dos metros parado junto a mí. Me congelo. Su sola presencia sería suficiente para intimidarme hasta los huesos, pero es la mirada de enojo que me dirige la que hace que me aterre. Debo correr. Sé que debo correr para ponerme a salvo, pero mis pies se están negando a cooperar.
—Los turistas no pueden estar aquí. —vuelve a hablar.
Intento asentir. Intento pedir perdón, rogar clemencia y suplicar que me deje ir, pero antes de que pueda sacar la voz de mi garganta otra voz me interrumpe.
—Déjala en paz, Sam —dice Jacob. —No es una turista, es la hija del jefe Swan.
Sam no parece muy convencido, pero yo respiro porque creo que estoy a salvo.
—Perdón —consigo susurrar, pero a menos que tenga muy buen oído no creo que me haya escuchado.
—Vámonos, Bella —me dice Jacob, sin quitar su mirada retadora de Sam —Te acompaño a tu camioneta.
"Pies, ¿para qué los quiero?" pienso mientras camino lo más rápido que puedo, sin llegar a correr, para alejarme de Sam.
Jacob me sigue sin el menor esfuerzo y permanecemos en silencio hasta que llegamos a mi camioneta.
—¿Quieres que te lleve? —ofrezco.
Ya logré controlarme lo suficiente como para dejar de temblar. Son sólo cinco minutos hasta su casa y estoy segura de que él podría caminarlos, pero algo es algo.
—Seguro —dice y se sube nuevamente al asiento del copiloto.
Me toma dos intentos colocar la llave en el lugar correcto, pero Jacob no dice nada. Cuando arranco, veo que está oprimiendo unos botones en el tablero.
—Se me olvidó decirte, pero tu radio funciona. —me informa mientras intenta sintonizar alguna estación —La recepción en esta área en general es pésima, pero deberías poder sintonizar al menos dos o tres estaciones.
—Genial —contesto al tiempo que la radio cobra vida y una melodía comienza a salir de ella.
"…He's a sweet talkin' sugar coated candy man. A sweet talkin' sugar coated candy man…"
—Argh —los dos gruñimos con desagrado.
—Esa canción es lo suficientemente mala por sí misma, pero…
—¿Con Christina Aguilera? —me quejo —No me la voy a poder sacar de la cabeza en toda la noche.
—En todo el día. —dice Jacob, siguiendo la queja.
—En toda la semana.
—En todo el mes.
—Cuidado, cualquiera podría creer que estamos exagerando. —completo.
"…He's a sweet talkin' sugar coated candy man. A sweet talkin' sugar coated candy man…"
—¡Candy man! —gritamos los dos al mismo tiempo al ritmo de la canción.
Comenzamos a reírnos y aún no paramos cuando llegamos a su casa.
—Gracias por el viaje—dice Jacob una vez que me estaciono. —Por cierto… Sam es inofensivo, aunque lo no parezca.
—Cuando pierdas treinta centímetros de altura, me lo repites —digo moviendo la mano para evidenciar la diferencia de estaturas que hay entre nosotros.
—Adiós, Bella —se despide Jacob riéndose, para después bajarse de un brinco de la camioneta.
—Adiós, Jacob —me despido con una mano y comienzo a conducir hacia mi casa.
Aunque la canción terminó hace un rato, sigue sonando en mi cabeza así que me vuelvo a reír. Luego pienso en Kim, la inesperada amiga que hice hoy y eso me lleva a preguntarme si Jacob llegará a ser mi amigo.
"La base de todas las buenas amistades, es tener el mismo sentido del humor." Oigo la voz de Renée en mi cabeza.
Al menos, ese primer requisito si lo cumple.
El lunes siguiente, me dirijo al único lugar del pueblo que puede tener trabajo para mí como reportera: Forks' Gazette. Es un periódico pequeño, con una tirada corta diaria, pero cuando lo ponga en mi currículum a nadie le va a importar si no llega a los 500 ejemplares vendidos. Lo importante es que pueda demostrar que tengo experiencia trabajando.
—Buenos días —saludo a la mujer que está en el escrito junto a la entrada. —Quiero dejar un currículum, en caso de que estén contratando.
La mujer no me presta mucha atención, y sigue con la mirada fija en el monitor de su computadora, pero extiende la mano para recibir el papel que le ofrezco.
—¿Swan? —exclama cuando lee mi nombre.
—Soy la hija del jefe Swan —aclaro.
Tal vez debería cambiar mi nombre legal de "Bella" a "Hija del jefe Swan" porque al parecer eso es a lo que todos reaccionan por aquí. La mujer me da un mejor vistazo y me dice que espere un momento. En menos de cinco minutos regresa con una lista de posibles artículos para mí.
—Sólo tenemos dos reporteros de planta y una fotógrafa. Todos los demás nos envían artículos de manera freelance. Si te interesa, aquí hay una lista de lo que queremos para la edición de la siguiente semana. Puedes hacer un artículo de prueba, enviarlo y nosotros te avisamos si lo consideramos lo suficientemente bueno como para publicarlo.
—Gracias —digo mientras repaso la lista. Por supuesto que voy a hacerlo.
No es lo que esperaba, pero trabajo es trabajo. Tal vez, si corro con suerte y logro sorprenderlos, pueda convencerlos de aumentar su planta laboral.
Hay diez temas, de los cuales tres llaman mi atención:
Nueva repavimentación en el patio de Forks High School.
La jefa de enfermeras del Hospital de Forks cumple 50 años en el servicio.
Extraña desaparición de un campista cerca de Port Angeles.
"Si es este pueblo toman por noticia que haya nuevo pavimento en el estacionamiento de la secundaria local, es que en serio están desesperados." Lo tacho mentalmente. Lo más interesante, sin duda, es la desaparición del campista, pero sin la seguridad de al menos una credencial que me identifique como prensa, no me pienso arriesgar. Además, aún no confío lo suficiente en mi camioneta como para ir y venir de Port Angeles a voluntad.
"La pieza sobre la enfermera será" decido y me dirijo al hospital. No hay mejor momento para empezar que el presente. Y creo que las piezas con un toque humano siempre me quedan bien. Ahora sólo tengo que averiguar quién es esa mujer e intentar que me conceda una entrevista. "Recuerda, no eres Bella. Eres La-Hija-del-Jefe-Swan"
Cuando llego frente al edifico que es mi destino, pienso que llamarle "hospital" es extender al máximo la verdad. Realmente es una clínica grande. Pero debe de ser la más grande de por aquí, y se ve que la mayoría de las personas le tiene confianza, porque veo una gran afluencia de personas entrando y saliendo. ¿Por dónde empezar? No es como que pueda entrar a la sala de urgencias y exigir hablar con la jefa de enfermeras.
Entro a la clínica y busco una sala de espera. Seguramente ahí debe de haber una persona cuyo trabajo sea dar información.
—Buenas tardes —me dirijo a una mujer que está sentada detrás de un escritorio.
—Espera tu turno, nosotros te llamamos —me dice de manera automática.
—En realidad, lo que quería preguntar es…
—Espera tu turno, nosotros te llamamos —vuelve a decir interrumpiéndome.
Como lo mejor será no molestarla, me dirijo a uno de los asientos. ¿Cómo llevan aquí los turnos? No tengo ni idea. Por lo menos en las salas de urgencias siempre es "si estás sangrando, tienes prioridad". Lo sé porque en mis años de adolescencia era cliente frecuente. Tal vez podría esperar al siguiente accidente bizarro que tenga, pero como no tengo ganas de clavarme un lápiz en el ojo o algo así, mejor espero aquí.
—Hola —oigo una prístina voz —¿Tienes algún familiar aquí?
Al voltear, veo a la que debe ser una de las mujeres más bellas con las que he cruzado en toda mi vida.
—No, estoy esperando que llamen mi turno.
—Oh —contesta aparentemente desilusionada —Estaba esperando poder ayudarte en algo. Soy voluntaria aquí, ¿sabes? Pero creo que no soy muy útil para nadie. Antes de mí, no existía un programa de voluntarios y creo que si los doctores y enfermeras me toleran es porque quieren hacerle un favor a mi padre. Lo más que he hecho ha sido entretener a niños cuyos padres están cansados o algo, pero sólo si tengo su expreso consentimiento y no salgo de su vista, porque si, por ejemplo, son niños que vienen porque su madre colapsó de pronto son responsabilidad de la trabajadora social. ¿Estás segura de que no quieres agua o algo?
—Un poco de agua sería genial —digo, todavía impactada por su belleza.
—¡En seguida te la traigo! … uhm…
—Bella —digo ofreciendo mi mano.
—Mucho gusto, Bella. Yo soy Alice.
Moviéndose con la agilidad de una bailarina, Alice desaparece en uno de los cuartos que hay contiguos a la sala de espera. En menos de un minuto, regresa con una botella de agua y me la tiende.
—Hoy si podré contarle a mi padre que hice algo útil —dice y se sienta a mi lado.
—¿Quién es tu padre? —pregunto cómo cortesía.
—El doctor Carlisle Cullen, ¿lo conoces? —niego con la cabeza —Bueno, no es tan sorprendente. Nos mudamos a este pueblo hace casi dos años, pero él se la vive en aquí, así que a menos que te hayas necesitado cirugía últimamente, realmente no hay motivo porque el que te lo hayas cruzado.
—Yo llegué aquí el viernes pasado —digo —Si hubiera necesitado cirugía en los últimos tres días, creo que estaría en un grave problema.
—¡Así que también eres nueva! —casi salta de alegría —No te preocupes, las miradas de escrutinio se desvanecen en un mes o dos. Lo que pasa es que la mayoría de las personas que vive aquí se conocieron cuando eran bebés y sus madres (que también habían crecido juntas) los colocaban en la misma cuna.
"¿Cómo explicarle que yo probablemente también compartí cuna con alguien del pueblo?"
—¿Dónde vivías antes? —espero que no sea impertinente preguntarle eso a una desconocida.
—En Los Ángeles —me contesta de inmediato —Vivíamos en una gran casa cerca de la cuidad, pero mi madre quería vivir una vida más tranquila y, como mis hermanos ya se habían graduado de la universidad, mis padres decidieron mudarnos aquí, el pueblo más remoto y tranquilo que pudieron encontrar.
—Entonces debes entender lo que es sentir la falta de Sol —digo.
No es que me moleste la lluvia constante, pero después de vivir cuatro años en Arizona, siento que estoy en otro planeta.
—No en realidad —contesta Alice —Prefiero mil veces este clima a uno soleado. ¿Tú desde dónde vienes?
—Phoenix —respondo.
—Nunca he estado ahí, pero mi hermano Emmett si y dice que el calor es sofocante.
—Lo es —concuerdo con su hermano. No sé qué más agregar, pero tengo la necesidad de seguir hablando con ella, de seguir escuchando su voz —¿Cuántos hermanos tienes?
—Dos: Emmet y Edward. Son "gemelos" —dice haciendo comillas con las manos y riéndose de un chiste privado —Eso es lo que decimos en mi familia, porque tienen la misma edad y como ninguno sabe su cumpleaños real, lo celebramos el día en que fueron adoptados, que es el mismo. Además, según mis padres, fue una coincidencia que ambos nombres comenzaran con E. Claro, como mi madre se llama Esme, yo dudo un poco de eso. Aunque prefiero no pensarlo, porque mi nombre es Alice en vez de Elizabeth, por ejemplo. Prefiero pensar que no fui excluida del "Club de la E" a propósito. Mis padres dicen que es el nombre que mi madre biológica me dio así que… —termina encogiéndose se hombros —Hablo mucho ¿verdad?
—Un poco —digo sonriendo. No es tanto la cantidad sino la velocidad con que lo dice.
—Mis padres siempre me lo dicen, al igual que mis hermanos. "Alice, hablas demasiado" pero no puedo evitarlo. Cuando conozco a alguien que me cae bien quiero concentrar cinco años de amistad en cinco minutos. Es como si pudiera ver todo lo que vamos a vivir juntas y quisiera haber vivirlo ya. Nunca hay tiempo que perder cuando haces una nueva amiga.
—¿Ya somos amigas? —pregunto. No es que me moleste, pero lo cierto es que (aunque ella ya me contó su historia familiar) apenas sabe mi nombre.
—Aún no, pero lo seremos —me dice completamente confiada —Estoy segura de que vamos a ser inseparables.
Comparto su sonrisa. Le creo. No sé si por la seguridad con que se mueve o la confianza en lo que dice, pero hay algo en ella que me llama mucho la atención y ella lo sabe. Debe ser porque es bellísima y viste con la elegancia de una modelo de pasarela, aunque sólo está en esta clínica. Debe saber que llama la atención a donde vaya y algo me dice que no solo está acostumbrado a ello, sino que además lo disfruta. Noto que hay algo más que me está cautivando: su olor.
—¿Qué perfume usas? —digo.
—¿Perfume? —Alice frunce su ceño —No estoy usando ninguno.
"Mentira" pienso en automático. El olor es casi imperceptible, pero está ahí. No hay forma de que un ser humano huela tan bien naturalmente, pero la manera en que mueve su cabeza de manera extrañada me hace creer que está diciendo la verdad.
—Ya casi acaba mi turno, ¿quiere venir a mi casa para seguir platicando? —ofrece.
Algo dentro de mí quiere gritar que sí. Quiero aceptar cualquier cosa que ella proponga, pero mi sentido de la responsabilidad (y mi cuenta vacía en el banco) pesan más.
—No puedo —respondo —Debe seguir esperando a la jefa de las enfermeras. Quiero hacer una pieza sobre ella para el periódico el pueblo, para ver si me contratan.
—Oh, ¿así que eso es lo que estás haciendo así? ¡Por ahí hubieras comenzado! Espera un momento.
Se levanta nuevamente con una agilidad que yo nunca podré tener y camina rápidamente por los pasillos. Después de unos momentos, regresa con una mujer mayor enlazada de su brazo.
—¡Ella es Bella, la brillante reportera de la que estaba hablando! Es quién te va a entrevistar —dice y hace que la mujer se siente a mi lado.
—Mucho gusto —digo, ofreciendo mi mano.
—Igualmente —contesta la mujer aceptándola.
—Oh, Bella, lo que vas a escribir es absolutamente brillante. No tendrás ningún problema para conseguir el empleo, te lo aseguro —dice Alice.
Quisiera tener tanta confianza como ella en mis habilidades.
Al final, la enfermera me concede una entrevista de 20 minutos, lo que debe ser algo extraordinario para alguien tan ocupada como ella.
—¿Obtuviste todo lo que necesitabas? —pregunta Alice una vez que la mujer se despide de nosotras.
—Más que suficiente —respondo mientras reviso mis notas. Siento su mirada sobre mí y creo que está esperando por algo. Entonces recuerdo su invitación —Me encantaría seguir platicando contigo hoy, pero tengo que ir a mi casa. Debo hacer la cena para mi padre.
—Está bien —dice sin el menor atisbo de molestia —Podemos salir otro día, ¿quieres que te dé mi número telefónico?
Sacamos nuestros celulares para intercambiar números y prometemos llamarnos pronto. Salimos al estacionamiento de la clínica y después de despedirnos, veo como se dirige a su auto. Aunque no se mucho sobre marcas, sé que el Porsche en el que se mete debe costar el equivalente al salario anual de mi padre.
—Quedamos tú y yo —le digo a mi camioneta, sintiendo un renovado cariño por ella.
Un par de horas después, cuando estoy en mi cuarto después de cenar, veo que tengo un mensaje de Alice. Lo contesto y en vez de enviarme un segundo texto como respuesta, una llamada entra en mi teléfono.
Nos quedamos platicando hasta la madrugada.
Creo que nunca había conectado de una manera tan rápida con otra chica. Hay algo en ella que me atrae, casi como si estuviera bajo su influencia.
"And in between the silence hear you calling me. But I don't know where I am and I don't trust who I've been." ₁
Canción: Full Moon. Banda: The Black Ghosts.
Playdate: Cuando dos adultos se ponen de acuerdo para que sus hijos, generalmente niños pequeños, jueguen juntos.
