Nena Taisho: Gracias! :)

SamanthaBenitez: jaja me alegro!

black-Kiari: Gracias! Yo también estoy ansiosa por escribir más ^^

Wendy Lizarraga: ojalá que sí!

RbBlack: gracias rebeca! La verdad es que tengo muchas ideas para escribir más dramiones (tengo ahora mismo cinco ideas más guardadas por ahí, esperando ser escritas jaja) y me encanta Draco vampiro. Pasa como con Draco Veela, no hay muchos fics sobre ellos... así que aquí estoy yo para cambiar eso :P ojalá esta historia también os guste! P.D.: El nombre de la persona que lo convirtió es totalmente aleatorio! jaja


Capítulo Dos

Regreso


Aunque ya habían pasado tres meses, Hermione todavía tenía pesadillas sobre la Batalla de Hogwarts.

Escuchar el grito de Fred, encontrarse con los cuerpos de Tonks y Lupin mientras huía por los pasillos con Ron, esquivando las maldiciones de los mortífagos...

Sabía que todo eso la perseguiría eternamente. Pero sin duda lo peor había sido cuando todos salieron al patio delantero del castillo, llamados por Voldemort, y vio el cuerpo inmóvil de su mejor amigo en los brazos de Hagrid.

En ese momento sintió que su vida ya no tenía sentido.

No podía seguir luchando sin Harry. Durante años se habían enfrentado juntos a tantas cosas... y si él no estaba ya no encontraba razones para continuar peleando por un mundo mejor.

Jamás se había sentido tan aliviada como cuando lo vio moverse y deshacerse del abrazo de Hagrid, cayendo al suelo y corriendo mientras los mortífagos y el propio Voldemort lo atacaban. Lo que pasó después era un recuerdo borroso, lleno de gritos y movimiento, hasta que el cuerpo del mago más temido se había derrumbado ante los ojos de todos.

Y todo terminó... Aunque en realidad nunca acabaría. Hermione veía imposible superar tanto sufrimiento y dolor con el paso del tiempo.

Poco a poco la vida volvió a la normalidad. Consiguió devolverles los recuerdos a sus padres y ellos prometieron volver a Inglaterra, aunque el verano había terminado y seguían en Australia.

Ella tenía claro que quería volver a Hogwarts para terminar sus estudios. La directora y el Ministro de Magia, Kingsley Shacklebolt, habían aprobado un decreto por el que todos los alumnos debían regresar al colegio para terminar sus estudios obligatorios. Durante el régimen de Voldemort la educación impartida allí había dejado mucho que desear, y tras la Batalla de Hogwarts los exámenes se habían suspendido.

Hermione estaría en el mismo curso que Ginny y Luna, el último, y aprovecharía ese año para pensar en lo que quería hacer con su vida.

Ron y Harry no querían volver. Habían conseguido un permiso oficial firmado por el Ministerio y decidieron adentrarse en el mundo laboral. A Harry le habían ofrecido un puesto como auror un par de semanas después de derrotar a Voldemort que aceptó sin dudarlo.

Ron eligió unirse a su hermano George y llevar junto a él su tienda del callejón Diagon ahora que Fred no estaba.

La familia Weasley no había vuelto a ser la misma desde que uno de los gemelos perdió su vida. Hablaban mucho menos y se habían encerrado en sí mismos tratando de aceptar lo ocurrido.

Hermione había estado a punto de dar un paso más en su relación con Ron. Tras la derrota de Voldemort se había dedicado a consolarlo y darle su apoyo incondicional, y ella se había dado cuenta de lo que sentía por él no era amor. Todavía recordaba las quejas de Harry cuando los vio besándose justo antes de la batalla, pero todo aquello ya formaba parte del pasado.

Ron y ella estaban mejor siendo amigos, y los dos lo habían aceptado.

Así llegó el uno de septiembre y Hermione se encontró subida en el expreso de Hogwarts, con su uniforme de Gryffindor ya colocado, y con Ginny sentada a su lado leyendo El Profeta.

Iba a ser extraño estar en el colegio sin sus dos mejores amigos, pero no le quedaba más remedio. La mayoría de alumnos habían tenido unas notas desastrosas el año anterior por culpa de las clases que impartían los hermanos Carrow y se alegraban de tener la opción de volver a intentarlo.

Neville también estaba sentado enfrente de Hermione en el mismo compartimento, al igual que Luna. Todos habían visto a los estudiantes de las otras casas de su mismo año subidos en el tren, y lo que menos gracia les había hecho era cruzarse con los de Slytherin, especialmente con Malfoy.

Tras la muerte de Voldemort su madre había aparecido en el Gran Comedor y se había acercado hasta Harry para felicitarle. La mujer aceptó que se había equivocado y les pidió disculpas a los tres, dejándolos con la boca abierta. Narcissa también lamentó el comportamiento de su familia, y Hermione tuvo que sujetarse al hombro de Ron para no caerse al suelo cuando vio a Harry abrazarla y darle las gracias por haberlo salvado.

Lucius no se acercó, simplemente inclinó la cabeza en su dirección y, tras eso, la pareja se marchó de vuelta a su mansión. Poco después Hermione se enteró de que Malfoy estaba allí en un coma inducido por la magia de los elfos. Por lo visto, salió muy mal parado de la batalla y había tardado en recuperarse de sus heridas.

Durante sus juicios se supo que su familia estuvo dos años amenazada, viviendo bajo las órdenes de Voldemort y ofreciendo a su propio hijo para que llevara a cabo todas las tareas que él creyera convenientes a cambio de seguir con vida.

Malfoy había dejado entrar a los mortífagos en Hogwarts durante su sexto año, Katie Bell y Ron casi habían muerto por su culpa... y todo para poder acabar con Dumbledore, lo que Voldemort le había exigido y que no fue capaz de hacer.

Harry vio que bajaba su varita cuando tenía al gran mago delante y desarmado. Fue Snape el que acabó con él y todo había sido planeado por el mismo Dumbledore, que sabía que le quedaba poco de vida.

Y, durante el año anterior, aunque Hermione no había estado en el castillo sabía que Malfoy no había sido especialmente duro con el resto de alumnos de Hogwarts.

Utilizó la maldición cruciatus sobre estudiantes de primer y segundo curso cuando el profesor Carrow se lo exigía pero, según les había contado Neville, la cara de Malfoy se ensombrecía cada vez que tenía que hacerlo, como si no le gustara. Además no había levantado su varita contra los miembros de la Orden del Fénix durante la última batalla, ni él ni sus padres. Solo las habían utilizado para defenderse, y por todas esas razones se habían librado de pasar el resto de sus vidas encerrados en Azkaban.

Lucius Malfoy estaba cumpliendo una condena de cinco años desde agosto, muy poco para todo lo que había hecho como mortífago, y tanto su madre como Malfoy quedaron en libertad. Harry, Ron y Hermione se habían presentado en su para testificar a su favor, explicando que él no les había delatado cuando estuvieron atrapados en su mansión, y esa misma tarde Harry también acudió al juicio de Narcissa para pedir su libertad.

Finalmente no pasaron ni dos días encerrados. Ambos fueron absueltos y les dejaron volver a su gigantesca y lúgubre mansión.

Hermione desvió la mirada hacia Ginny, que había fruncido el ceño.

—¿Algo interesante?

Ginny se encogió de hombros.

—No mucho —respondió con un resoplido, extendiendo el periódico sobre su regazo. —Siguen sin encontrar a los asesinos que han estado todo el verano matando a muggles en los bosques de Wiltshire y Hampshire, aunque desde hace una semana no han encontrado más víctimas. Parece que se han marchado.

Hermione bajó la mirada, tragando saliva al ver el recuento del número de víctimas.

Veintiséis. Y casi todas eran mujeres.

—¿Siguen pensando que son magos oscuros?

Casi todos los cuerpos encontrados tenían heridas en el cuello o habían perdido mucha sangre, lo que apuntaba a rituales de magia negra. Y todavía quedaban muchos mortífagos sueltos por el país.

Ginny asintió con gesto sombrío.

—Varias de las víctimas estaban todavía petrificadas, aunque hay otra teoría —señaló la entrevista que había en la página siguiente, acercándole el periódico a Hermione para que pudiera leerlo. —El jefe de los Aurores sospecha que podrían ser vampiros.

Lo leyó con un nudo en el estómago. Ella también había pensado eso desde el principio.

Neville las distrajo con una historia de su abuela y El Profeta quedó olvidado a los pies del asiento.

Hermione estuvo perdida en sus pensamientos, contemplando las gotas de lluvia que caían por la ventana del compartimento hasta que el tren se detuvo en Hogsmeade. Salió a la estación junto a sus tres amigos y se dirigieron a los carruajes que les esperaban en la calle principal.

Los alumnos de primero siguieron a un muy sonriente Hagrid, que abrazó a Hermione en cuanto la vio, hacia los botes para cruzar el lago. Ella le dedicó una sonrisa a su amigo semigigante. Volvía a ser el profesor de Cuidado de las Criaturas Mágicas y se alegraba mucho por él. Tras eso, corrió hacia el carruaje donde ya estaban entrando sus amigos.

Se quedó sin aliento al ver a los thestrals en la parte delantera y algo helado bajó por su espalda, poniéndole los pelos de punta. Aquello era un horrible recordatorio de que había visto morir a varias personas aquel año. Suspiró y sacudió la cabeza, entrando y sentándose al lado de Luna.


No tardaron en llegar al castillo, que parecía no haber sufrido una cruel y sangrienta batalla tan solo cuatro meses antes. Estaba totalmente reconstruido, incluso habían replantado los árboles que ardieron en el Bosque Prohibido.

Luna se despidió de ellos, besándolos a todos en la mejilla, y se dirigió hacia la mesa de Ravenclaw. Hermione se giró para caminar hacia la de Gryffindor cuando su hombro chocó contra algo. Se tambaleó y alguien la sujetó del brazo derecho con fuerza, evitando que cayera al suelo.

—Perdón —murmuró ella, apartando sus rizos de su rostro y levantando la mirada.

Toda la sangre abandonó su rostro al encontrarse con aquellos ojos gélidos mirándola fijamente.

No los había visto desde que sus miradas se cruzaron durante su juicio. Malfoy estaba tan cerca que incluso podía sentir su aliento mentolado en el rostro. Le pareció ver un destello escarlata en sus iris grises, pero fue algo tan rápido que creyó haberlo imaginado.

—A ver si miras por donde andas, Granger —gruñó él, soltando su brazo bruscamente y dedicándole una mirada de desprecio.

Ella se apartó como si le hubiera dado un calambre y Malfoy pasó a su lado con Theo y Blaise siguiendo sus pasos. Hermione se quedó mirándolo un momento, intentando entender qué era lo que había visto.

Malfoy no había tenido nunca los ojos tan brillantes y su piel parecía más pálida todavía. ¿Cómo era posible? Además, esas ojeras que tenía siempre bajo los ojos ya no estaban y su pelo rubio platino parecía más suave y denso que antes.

Pestañeó varias veces, confundida, y se sentó al lado de Ginny, que también tenía la mirada fija en Draco Malfoy.

—Está distinto, ¿verdad? —preguntó la pelirroja, mirándola de reojo.

Hermione asintió.

—No sé lo que es... pero hay algo raro, no parece el mismo de siempre —respondió con el entrecejo fruncido.

Malfoy acababa de sentarse en la mesa de Slytherin. Sus ojos grises volvieron a encontrarse con los suyos y ella apartó la vista al instante, desviándola hacia Neville que estaba sentado a su otro lado.

—Yo también lo noto muy cambiado. Parece que hasta ha crecido un poco más —murmuró él mientras servía zumo de calabaza en los vasos de sus amigas.

—Me alegro de no ser la única que lo nota. Pensaba que me estaba volviendo loca —comentó Hermione, dejando salir una risita nerviosa.

Parvati, que estaba frente a Neville y estaba escuchando la conversación, se inclinó hacia ellos.

—No me gusta admitirlo, pero se ve bastante más atractivo que antes.

Hermione y Ginny arrugaron el entrecejo a la vez, volviendo a mirar un segundo hacia la mesa de Slytherin.

Era cierto. ¿Estaría usando un hechizo glamour sobre sí mismo?

Hermione chasqueó la lengua ante ese pensamiento tan estúpido. El creído de Malfoy no se rebajaría a semejante artimaña para atraer la atención de las chicas. Además, después de todo lo que había hecho su familia probablemente solo las alumnas de Slytherin seguirían interesadas en él.

—Prefiero no hablar más de él. Por muy guapo que se vuelva siempre me dará asco... Después de todo, fue un mortífago y estuve a punto de morir por culpa de su padre —gruñó Ginny con voz grave.

Parvati y Neville asintieron, cambiando de tema. Los cuatro charlaron sobre los nuevos profesores que tendrían, y comentaron lo raro que iba a ser volver a estar en el colegio como si no hubiera pasado nada.

Tras la cena Ginny y Hermione se levantaron, saliendo del Gran Comedor junto a Parvati. Luna se unió a ellas y las acompañó hasta que sus caminos se separaron. Tras muchas escaleras, se detuvieron ante el retrato de la Señora Gorda.

—¿Cuál es la contraseña? —preguntó Parvati, mirando a su alrededor en busca de algún compañero que ya la supiera.

—Animago.

Las tres se giraron al escuchar esa voz y vieron a la profesora McGonagall detrás de ellas. La bruja sonrió en su dirección mientras el retrato se abría, entrando en la sala común tras. El resto de miembros de Gryffindor ya estaba reunido allí y todos guardaron silencio al verla.

—No os voy a entretener mucho, solo vengo para designar a los Prefectos de este año. Ya que nuestra mejor estudiante ha vuelto, creo que debería volver a ser prefecta.

McGonagall dio media vuelta y clavó sus ojos oscuros en Hermione, que tragó saliva. Tras todo lo que había pasado no le apetecía nada volver a serlo, pero era difícil negarse ante esa mirada llena de confianza.

—Y, en mi opinión, la mejor persona para acompañar a la señorita Granger es el señor Longbottom. Pero, si no aceptan, estoy dispuesta a escoger a otros.

Neville y Hermione cruzaron una mirada y suspiraron a la vez.

—De acuerdo, profesora —murmuró Neville con una pequeña sonrisa.

Ella correspondió con otra, muy complacida, y le dio un pequeño abrazo a Hermione.

—Bienvenida a casa —susurró en su oído.

Hermione sonrió y observó la figura de la nueva directora mientras salía por el agujero del retrato. Neville y ella acordaron empezar a patrullar tras la primera reunión con los prefectos de las otras cosas, que tendría lugar a la mañana siguiente y sería donde todos se pondrían de acuerdo en las reglas a seguir aquel año.

Poco después ella, Ginny y Parvati subieron hasta el dormitorio que las tres compartirían durante su último año en Hogwarts. Echaron a suerte las camas y a Hermione le tocó la que estaba junto a la ventana.

Tras charlar animadamente mientras colocaban sus objetos personales en las estanterías y repartían los cajones del baño llegó el momento de intentar descansar, aunque desde la batalla de Hogwarts a Ginny y a Hermione les costaba conciliar el sueño.

Hermione vio a su amiga sacar un pequeño frasco de su maleta, lleno de líquido de color púrpura. Ella detectó su mirada y se acercó hasta el borde de su cama, sentándose a su lado.

—¿Quieres un poco, Hermione? —preguntó, dándole un trago al frasco y suspirando con los ojos cerrados.

Su mirada se desvió un momento hacia los temblorosos dedos de Ginny alrededor del frasco de cristal.

—Es la poción para dormir sin soñar, ¿verdad?

Ginny asintió.

—No, pero gracias —añadió Hermione en voz baja.

Ella se encogió de hombros y se levantó, metiéndose en su cama y apagando las luces con un movimiento de su varita. Hermione suspiró, contemplando el dosel de color rojo que tenía a su alrededor, y se dedicó a mirar las estrellas que se veían a través de la ventana hasta que se quedó dormida.


Draco aflojó su corbata verde y plateada, desabrochando los primeros dos botones de su camisa. Desvió la mirada hacia el espejo, pasándose la mano por el lado derecho de su garganta.

No quedaba ni rastro de la enorme cicatriz.

—Te lo he estado diciendo todo el día, Draco, y ya has visto que los demás también lo han notado. Hay algo diferente en ti, aunque sigo sin saber lo que es.

Puso los ojos en blanco al escuchar la voz de Theo. Blaise también estaba en la habitación, ignorándolos mientras se cambiaba de ropa.

—Déjame en paz. Me han preguntado lo mismo como veinte veces esta noche y estoy harto. Si todos me veis distinto tenéis un puto problema —resopló y le lanzó una mirada de adertencia a Theo, tirando la corbata a los pies de su cama. —Como empecéis a soñar conmigo me cambiaré de cuarto —gruñó, dejándose caer sobre el colchón de espaldas.

Theo y Blaise bufaron a la vez.

—No digas gilipolleces, joder —protestó Blaise, cerrando el dosel de su cama con enfado.

—Los que no dejáis de decir tonterías sois vosotros dos —siseó Draco, apoyando la cabeza en sus dos manos.

Theo apareció a su lado. Lo miró de arriba a abajo y torció los labios, sacudiendo la cabeza.

—A mí no me engañas. Puedes negarlo todo lo que quieras, pero sé que te ha pasado algo —dijo, apagando las luces antes de acostarse.

Draco se giró hasta darle la espalda y refunfuñó, enfadado. Pensaba que no se iba a notar tanto, pero todo el castillo se había dado cuenta de que su cuerpo había cambiado. Era algo sutil... aunque lo suficiente para que la mayoría lo hubiera mirado de forma extraña.

Y Theo lo conocía demasiado bien. Había intentado visitarlo durante el verano, pero Draco se había negado.

No quería ver a nadie hasta que estuviera seguro de que tenía sus impulsos bajo control.

Suspiró y cerró los ojos, pensando en lo que podía hacer para evitarlos a todos.

Tanta atención no le venía nada bien.