hadramine: aquí está!
Nena Taisho: Sí, no lo va a tener nada fácil... jaja
RbBlack: Yo también espero que estés bien :) poco a poco iremos descubriendo todas las incógnitas, pero esto tan solo está empezando :P muchas gracias por tu apoyo ^^
Capítulo Tres
Sangre muggle
Hermione se despertó cansada y restregando sus ojos. Le había costado bastante dormir y envidió a Ginny cuando la vio levantarse fresca como una rosa.
La próxima vez que la viera beber la poción para no soñar, le pediría un poco. Lo malo era que, si se tomaba a menudo, podía resultar adictiva y había mucha gente que no era capaz de dormir sin beberla antes. Por eso Hermione prefería aguantar las pesadillas, pero necesitaba estar descansada para poder rendir durante el día.
Las tres chicas se turnaron para ducharse y, cuando estuvieron listas, bajaron juntas al Gran Comedor para desayunar. Neville y Seamus ya estaban en la mesa de Gryffindor así que se sentaron frente a ellos.
Hermione cogió una tostada y sonrió cuando Neville llenó su copa de zumo.
—¿Cómo ha ido vuestra primera noche de vuelta en el castillo? —preguntó Seamus con una ceja levantada.
—Normal, he dormido bien —comentó Parvati.
—Yo también —añadió Ginny, encogiéndose de hombros.
Neville dejó salir un largo suspiro.
—Pues a mí las pesadillas siguen sin dejarme descansar.
Hermione observó a su amigo y sintió un pequeño nudo en el estómago al ver sus ojeras.
—Algún día podremos volver a dormir como antes... pero todavía lo tenemos todo muy reciente. Necesitamos más tiempo —susurró, colocando su mano sobre la suya.
Él levantó la vista, sorprendido.
—¿A ti te pasa lo mismo?
—Sí, y a Harry, y a Ron... a todos nos cuesta dormir.
Neville le dedicó una pequeña sonrisa y volvió a prestar atención a su comida.
—Ahora tenéis la reunión, ¿no? —preguntó Ginny, mirando de reojo el enorme reloj que colgaba tras la mesa de los profesores.
Hermione resopló.
—Sí... y no quiero ser prefecta otra vez, pero no pude negarme cuando McGonagall me miró así —se quejó, arrugando la nariz.
Ginny, Neville y Parvati se rieron en voz baja.
—Nos irá bien, Hermione. Además, así estaremos distraídos por las noches y puede que nos ayude a dormir mejor —comentó él, dando un mordisco a su manzana.
Tenía razón. Tal vez las pesadillas los dejaran en paz si estaban cansados tras patrullar por el castillo y se dormían rápido.
Una lechuza moteada aterrizó junto a Ginny, extendiendo su pata hacia ella. Ella desató el trozo de pergamino y el ave alzó el vuelo de nuevo, atravesando una de las ventanas del Gran Comedor.
Al ver la sonrisa que aparecía en su rostro Hermione supo de quién era.
—Charlie, ¿verdad? —preguntó en voz baja.
Ginny asintió, poniéndose de pie.
—Voy a la lechucería para contestarle. Nos vemos luego.
—Te acompaño —dijo Parvati, poniéndose de pie y siguiéndola.
—Yo también me largo. Quiero practicar para las pruebas del equipo de quidditch— añadió Seamus, palmeando el hombro de Neville antes de levantarse.
Hermione miró a su amigo y suspiró. Prácticamente se habían quedado solos en la mesa de Gryffindor.
—¿Nos vamos ya? —preguntó él, apretando los labios.
Ambos caminaron hacia la puerta principal y escucharon una voz conocida.
—¡Esperadme!
Luna llegó hasta ellos con su sonrisa de siempre iluminando su rostro.
—¿También vas a ser prefecta? —preguntó Hermione.
Ella asintió mientras los tres caminaban por los pasillos, respondiendo a las preguntas de los alumnos de primer año que todavía no conocían el castillo.
—¿Quién va a ser tu compañero? —cuestionó Neville con voz curiosa, abriendo la puerta.
—Terry Boot. Es un buen chico— comentó Luna, dedicándole una sonrisa antes de atravesar el umbral.
Hermione y Neville cruzaron una mirada antes de seguir sus pasos. La pequeña sala que se utilizaba para las reuniones de prefectos ya estaba casi llena.
Ella maldijo entre dientes al ver a Draco Malfoy y a Pansy Parkinson sentados en uno de los pupitres y cuchicheando entre ellos.
—Estaba claro que ellos también iban a repetir —susurró Neville, intentando que solo ellas dos lo escucharan.
Cuando los ocho prefectos ya estaban sentados, Hannah Abbott se levantó y carraspeó para llamar su atención.
—Veo que casi todos somos del mismo año y creo que así será más fácil entendernos. ¿Qué os parece si sorteamos los turnos?—miró a su alrededor y al verlos asentir continuó. —Si alguien quiere cambiar de compañero por alguna razón siempre puede llegar a un acuerdo con otro prefecto— añadió con sus ojos fijos en los dos Slytherins, que le lanzaron una mirada de odio.
Como nadie dijo nada en contra, Hannah colocó la punta de su varita sobre un pergamino y los ocho nombres aparecieron repartidos en un horario semanal.
—Aquí están los turnos de esta semana. El pergamino está hechizado para que vaya cambiando solo cuando sea necesario. Si nadie tiene preguntas, la reunión ha terminado —miró de reojo a Zacharias y sonrió —Hace un día estupendo para salir del castillo y hay que aprovecharlo.
Todos asintieron y ella colgó el pergamino en una de las paredes.
Cuando Hermione y Neville se acercaron a mirar, sus peores pesadillas se confirmaron. Sintió un nudo en el estómago al ver el nombre que había escrito bajo el suyo.
—Esta noche tú estás con Malfoy y yo con Parkinson. Genial —Neville chasqueó la lengua, sacudiendo la cabeza.
—A ver si piensas que a nosotros nos hace más ilusión que a ti.
Los dos se giraron y encontraron a Parkinson justo detrás de ellos, con los brazos cruzados y expresión molesta.
Hermione levantó la vista y vio otra vez esos ojos grises clavados en ella.
Disimuló el escalofrío que bajó por su espalda colocando un rizo tras su oreja y no apartó la mirada.
Si Malfoy quería intimidarla tendría que esforzarse más.
—¿A las nueve al pie de la torre de astronomía?
—Si no queda más remedio... —respondió él, encogiéndose de hombros y alejándose junto a Parkinson con mala cara.
Neville sujetó la mano de Hermione y, tras hacer lo mismo con la de Luna, los tres salieron de la sala y bajaron las escaleras.
—Es el segundo día y ya estoy harto —refunfuñó con enfado.
Luna se rio entre dientes y golpeó su hombro.
—Venga, Neville. Tú puedes aguantar a esos Slytherins y a mil más, no seas tan quejica.
Los tres salieron del castillo y vieron que Hannah tenía razón. El cielo estaba despejado y el sol iluminaba el terreno hasta los límites del Bosque Prohibido. A lo lejos, bajando la colina había decenas de estudiantes congregados alrededor del lago para disfrutar de la mañana sin clases.
Hermione se detuvo.
—Voy a sacar un libro y ahora os busco.
Sus dos amigos asintieron y ella volvió a entrar en el castillo, subiendo las escaleras hasta el tercer piso.
Llevaba queriendo visitar la biblioteca desde que se subió al tren.
Sus pasos resonaban por el pasillo de piedra. El castillo estaba prácticamente vacío.
Draco aflojó un poco el nudo de su corbata, rechinando los dientes con rabia. Pensaba que lo tenía bajo control pero se había equivocado.
Necesitaba hacerlo ya. No podía esperar más.
La noche anterior había estado a punto de descubrirse tras agarrar a la chica que chocó contra él, y que resultó ser Granger. Había faltado poco para que se fuera todo a la mierda por su culpa.
Siguió caminando en silencio, notando cómo crecía la ansiedad en su pecho y esa sensación que cada vez le resultaba más familiar. Al girar en una esquina se encontró con una chica de quinto curso que caminaba por el pasillo, completamente sola y con una pequeña mochila a su espalda.
Sus labios se curvaron, formando una sonrisa torcida, y se acercó a ella sigilosamente.
Por fin tenía un poco de suerte.
Hermione estaba a tan solo unos metros de distancia de las puertas de la biblioteca cuando escuchó un ruido extraño.
Miró a su alrededor, comprobando que estaba sola, y regresó sobre sus pasos intentando encontrar de dónde venía ese sonido.
De repente, la puerta de una de las clases se abrió de golpe. Ella jadeó y se ocultó tras la estatua de una bruja con su corazón latiendo a toda velocidad.
La reacción de su cuerpo la sorprendió. Estaba asustada y tenía los pelos de punta.
Se asomó con cuidado de no ser descubierta y vio que Malfoy salía por la puerta, colocándose bien su túnica y con una de sus típicas sonrisas torcidas en el rostro. Tras pasarse una mano por el pelo, peinando su flequillo hacia atrás, se dirigió hacia las escaleras en silencio, con los rayos del sol que entraban por las ventanas arrancando destellos de su pelo rubio platino.
Hermione esperó hasta que su figura desapareció y salió de su escondite, caminando hasta estar bajo el umbral de esa puerta, que seguía abierta.
Una chica de Ravenclaw que solo conocía de vista sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared de piedra y la mirada perdida en el infinito.
La sangre se le congeló. ¿Qué había pasado?
Hermione corrió hacia ella y puso las manos sobre sus hombros, sacudiéndola hasta que ella reaccionó.
—¿Estás bien? ¿Qué te pasa? —preguntó, observando su rostro con preocupación.
Ella levantó la mirada y pestañeó varias veces.
—Estoy bien. Solo me apetecía estar sola un rato.
Hermione frunció el ceño. No hacía ni un minuto que Malfoy había salido de esa clase, y ella tenía que haberlo visto.
—No es asunto mío, pero no estabas precisamente sola.
—¿Qué? —preguntó la chica, aceptando su mano y poniéndose de pie.
Hermione la sujetó cuando trastabilló.
—Que no estabas sola. He visto salir a Malfoy de aquí hace un momento.
—¿Malfoy? —repitió ella, arrugando el entrecejo. Dio un paso hacia atrás, sacudiendo la cabeza y colgando una mochila de su hombro. —He estado aquí sentada más de media hora y te aseguro que no ha entrado nadie aparte de ti —añadió, observándola como si estuviera loca.
Hermione apretó los labios pero decidió no contestar. Si aquella chica quería mentir y negar que había estado con Malfoy no era su problema.
—¿Entonces te encuentras bien? ¿No te ha hecho nada?.
Ella empezó a reírse.
—Estoy perfectamente y he estado sola. No sé por qué no me crees.
Las dos salieron de la clase y Hermione cerró la puerta, resoplando mientras la chica morena se alejaba en dirección al pasillo central. Sacudió la cabeza y entró en la biblioteca en busca de un libro interesante con el que distraerse.
No le interesaba en absoluto la vida amorosa de Malfoy ni saber quienes eran sus amantes, pero esa chica parecía estar confusa cuando la había encontrado.
Además... ¿no se suponía que Malfoy y Parkinson eran pareja?
Al menos recordaba haberlos visto juntos durante su sexto año. Hermione no sabía nada del año anterior porque no había estado en el castillo y ahora parecía que seguían teniendo algo, o se llevaban bien entre ellos.
De todas formas no le importaba en absoluto, aunque no conseguía sacar el encuentro con la chica de Ravenclaw de su cabeza.
Estaba tan sumida en sus pensamientos que volvió a salir del castillo sin ser consciente de sus propios pasos, descendiendo por la colina en dirección al lago para buscar a sus amigos.
Reconoció el brillo casi cegador del pelo de Malfoy. Estaba sentado a la sombra de un árbol con Parkinson, Nott, Zabini y otros Slytherins a su alrededor.
Hermione bufó y siguió su camino hasta las piedras donde estaban Luna, Ginny y Neville. En su interior sabía que no se quedaría tranquila hasta saber lo que estaba pasando... y lo descubriría tarde o temprano.
Nadie resolvía misterios mejor que ella, y si Malfoy estaba tramando algo malo no conseguiría llegar muy lejos.
El rostro inexpresivo de aquella chica seguía grabado en su memoria. ¿Habría sido capaz de aprovecharse de ella y después borrarle los recuerdos?
Eso parecía muy retorcido hasta para alguien como él. Llevaba años viéndolo pavonearse por el castillo mientras repetía su nombre y la importancia de su familia, con decenas de chicas de su casa siguiéndolo y riendo con sus bromas de mal gusto.
Si descubría que sí, ella misma usaría la maldición Cruciatus sobre él sin importarle las consecuencias.
Si realmente estaba tan arrepentido como admitió en su juicio y en las cartas que envió tanto a Harry como a ella unos días después, no debería estar intentando hacer daño a nadie o usar su influencia de nuevo.
Hermione sonrió al pensar que iba a hacer justo lo mismo que hizo Harry en sexto curso... espiar a Malfoy para descubrir lo que estaba haciendo.
Se sentó junto a Neville y su amigo se apartó hacia un lado, dejando más sitio para ella en la enorme roca. Unos minutos más tarde Parvati se unió a ellos y los cinco contemplaron el reflejo de los rayos de sol sobre la superficie del lago, sonriendo cuando el calamar gigante la rompió con uno de sus tentáculos para coger el trozo de tostada que le habían tirado unos alumnos de segundo año.
Hermione abrió el libro que tenía en su regazo, leyendo de forma ausente mientras los demás charlaban.
Cualquier tema era bueno menos la guerra y todas las vidas que se habían perdido al luchar contra Voldemort y sus seguidores.
Cuando el sol estaba en lo más alto del cielo volvieron al castillo junto al resto de estudiantes, sentándose en sus mesas para disfrutar del almuerzo.
Pasaron la tarde en la sala común de Gryffindor y Hermione aprovechó para intentar descansar un poco en uno de los sillones junto a la chimenea.
Ginny la despertó cuando Fred acababa de morir y ella jadeó, secándose el sudor de la frente con la manga de su túnica.
Malditas pesadillas.
Durante la cena Hermione apenas comió. Faltaba poco para la primera patrulla con Malfoy y tenía el estómago cerrado.
Neville, Ginny y ella se quedaron de los últimos en la mesa. Él tenía la cabeza apoyada en sus brazos, los ojos cerrados y respiraba profundamente, mientras que Ginny estaba observando el cielo encantado del Gran Comedor con ojos vidriosos.
Hermione suspiró al verla así y pasó un brazo por su cintura, apoyando la cabeza en su hombro. Ginny cerró los ojos y sonrió, atrapando uno de los rizos de su amiga entre los dedos.
—Él no querría verte así, Ginny. Siempre estará contigo aunque no puedas verlo, no lo olvides.
Ginny asintió, secando sus lágrimas con el dorso de su mano. La muerte de Fred la atormentaba y por eso necesitaba tomar una poción cada noche.
Hermione todavía recordaba sus gritos en la madriguera cada noche.
La rodeó con sus brazos y dejó un beso en su mejilla, apoyando las dos manos en la mesa y levantándose.
—Nos vemos más tarde. Intenta descansar.
Bordeó la mesa y puso las manos sobre los hombros de Neville, haciendo que él se sobresaltara. Ginny y ella se rieron al ver su expresión asustado.
—Hora de la patrulla con los Slytherins —susurró Hermione cerca de su oreja.
Neville gruñó y se restregó los ojos, intentando espabilarse.
—Cuanto antes vayamos antes terminaremos —murmuró, poniéndose de pie.
Pasó un brazo por los hombros de Hermione y los dos caminaron juntos hacia la puerta. Aunque no tenía a Harry ni a Ron, se alegraba de que Neville estuviera allí.
Y él se estaba tomando muy en serio la petición que Harry le había hecho mientras se despedía de ellos en el andén 9 y 3/4.
Cuida de Hermione por mí.
Sus caminos se separaron al llegar a las escaleras que bajaban a las mazmorras. Neville había quedado allí abajo con Parkinson.
Hermione cuadró sus hombros y ladeó su cuello, preparándose mentalmente para pasar dos horas con su acosador particular mientras Neville desaparecía en la oscuridad. Caminó lentamente hasta el pie de la torre de astronomía y suspiró al ver que Malfoy ya estaba allí, apoyado junto a la puerta.
Llevaba uno de sus trajes negros con el símbolo de Slytherin en la solapa y estaba mirándose las uñas de la mano izquierda con el entrecejo fruncido.
Al escuchar sus pasos levantó la vista y la miró fijamente hasta que ella se detuvo a un metro de distancia.
Hermione apretó los puños.
—¿Empezamos por esta torre?
Malfoy asintió y se alejó de la pared, caminando unos pasos tras ella. Subieron las escaleras sin hablar, comprobando que cada uno de los rincones de la gigantesca torre estuvieran vacíos. Al llegar a la parte más alta la gigantesca sala estaba demasiado oscura por lo que Hermione sacó su varita.
—Lumos.
Recorrió la estancia, abriendo las tres puertas de las clases de astronomía y mirando dentro.
Malfoy se acercó con pasos lentos a una de las ventanas y miró hacia abajo, cuadrando la mandíbula.
—¿Malos recuerdos?
Él se giró bruscamente, entrecerrando los ojos al encontrar la mirada fría de Hermione fija en su rostro. Ella tenía los brazos cruzados y la barbilla levantada en expresión desafiante.
—Sabes muy bien que no tuve elección.
Su voz grave le puso los pelos de punta.
—Eso es una excusa. Siempre se puede elegir —respondió ella, dándole la espalda y saliendo de nuevo hacia las escaleras.
Lo escuchó maldecir por lo bajo y bajar los escalones escalones con rapidez hasta que la alcanzó, sujetando uno de sus brazos y obligándola a detenerse.
—Si tienes algo que decirme adelante, Granger.
Ella miró la mano que estaba agarrando su antebrazo y Malfoy la soltó como si se hubiera quemado, dando un paso hacia atrás. Una vez que estuvo libre, Hermione levantó la vista y lo miró a los ojos.
—Te equivocaste y lo sabes. Solo espero que hayas aprendido de tus errores.
Él arqueó una ceja.
—Pensaba que ya no me odiarías.
Hermione bufó, levantando las manos y agitándolas con rabia.
—¿De verdad crees que con una estúpida disculpa voy a olvidar años de insultos y humillaciones?
Siguió bajando la escalera y él la imitó, alcanzándola de nuevo con facilidad gracias a sus largas piernas.
—¿Por qué viniste a mi juicio, Granger? ¿Por qué me defendiste?
Hermione apretó los labios.
—Lo que hiciste bajo el mandato de Voldemort fue porque temías por tu vida y la de tu familia. Nadie se merece ir a Azkaban por eso —murmuró, esquivando su mirada. —Lo que me hiciste a mí y a otros muchos durante años es otro asunto.
Salieron al pasillo y giraron a la derecha, en dirección a la sala de trofeos. Malfoy suspiró.
—Si no fuera por ti y por Potter probablemente estaría entre rejas.
Hermione se mordió la lengua. ¿Eso era un agradecimiento?
Tanta cordialidad por su parte le hacía sospechar todavía más. Malfoy no perdía perdón ni agradecía nada, y menos a alguien como ella.
—Espero no arrepentirme —contestó, abriendo la puerta de la sala.
—No volveré a insultarte, si es lo que te preocupa.
Hermione lo dejó entrar primero. Quería tenerlo en su campo de visión.
—Tus insultos ya no me afectan, Malfoy. Más te vale aprovechar esta segunda oportunidad que te han regalado.
Él asintió, sacando su varita.
—Las estupideces que dicen mis padres sobre la pureza de sangre no tienen sentido. La sangre es igual en todos nosotros, incluso en los muggles.
Empezó a caminar entre las estanterías llenas de premios mientras Hermione intentaba recuperarse de lo que acababa de escuchar.
¿De verdad Malfoy había dicho eso?
Hermione sacudió la cabeza y fue hasta el otro extremo de la sala. Entre los dos comprobaron que estaba completamente vacía, a excepción de un fantasma que estaba contemplando su propio trofeo de más de dos siglos de antigüedad.
Volvieron a salir al pasillo principal y se asomaron a todas las clases de aquella planta, subiendo las escaleras hasta el segundo piso y haciendo lo mismo. Hermione cerró la última puerta y se giró para mirarlo.
—Creo que hemos terminado por hoy. Es hora de que volvamos a nuestras salas comunes.
Giró a la derecha, mirando sobre su hombro al escuchar pasos. Malfoy la estaba siguiendo.
—Te acompaño, Granger.
—No hace falta. Puedo ir sola —protestó Hermione cuando la alcanzó.
Malfoy la ignoró y siguió andando a su lado, aunque vio una de las comisuras de sus labios curvarse hacia arriba. Subieron las escaleras hasta que llegaron al retrato de la señora gorda y él se pasó una mano por el pelo, mirándola de reojo.
—Buenas noches.
Hermione se quedó observándolo mientras bajaba por las escaleras, de vuelta a las mazmorras.
—¡Malfoy!
Él se detuvo en uno de los escalones y miró sobre su hombro, esperando a que hablara.
—¿Cuándo te diste cuenta?
—¿Cuenta de qué?
—De que todo en lo que tu familia ha creído tantos años es una gran mentira.
Lo escuchó resoplar y giró su cuerpo hasta que pudo mirarla de frente. Malfoy recorrió su rostro con sus ojos, escaneándolo en busca de algo.
—El día que el Señor Tenebroso me dio esto —susurró, con sus dedos rodeando su antebrazo izquierdo.
Hermione frunció el ceño y no se movió mientras él bajaba las escaleras. Una de sus manos rodeó su antebrazo derecho de forma inconsciente, cubriendo la cicatriz que le había dejado Bellatrix el día que la torturó.
Llevaba ese insulto que había aprendido gracias a Malfoy grabado en su piel y lo tendría durante el resto de su vida.
Una vez que su figura desapareció Hermione atravesó el agujero y subió las escaleras hasta su dormitorio.
Algo en su mente le decía que aquello no era normal. Malfoy parecía estar arrepentido de verdad, pero había algo más. Estaba ocultando algo, y ella no pensaba parar hasta descubrirlo.
Draco relajó los hombros al entrar en la sala común de Slytherin, suspirando por la nariz.
Lo que le había dicho a Granger era cierto. Además, si se supiera lo que había pasado él ya no sería considerado un sangre pura.
La sangre tanto mágica como muggle no era diferente y nadie lo sabía mejor que él.
Todas sabían igual.
