Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a DreamWorks. Yo sólo los tomo para curarme el dolor de su horrible final x.x
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(Día 2. Aroma)
2. Cítricos y lluvia; especias y mar
Las multitudes nunca le habían gustado.
Mucho menos en lugares cerrados.
Cuando era niño y era obligado a estar en un sitio así, cosa que solía ser a menudo en aquél tiempo debido al importante cargo de su madre, siempre terminaba vomitando.
Recordaba el tacto amable de su madre acunándolo en sus brazos y limpiándole el rostro, el cosquilleo de las hombreras de su uniforme de gala en su mejilla y su aliento cálido susurrándole palabras tranquilizadoras al oído.
Ahora que era un adulto era capaz de controlarse mejor, pero seguía odiando verse comprometido a una situación así por lo que, cuando podía zafarse de los compromisos sociales, lo hacía.
No había tenido suerte ese día.
Shiro le había pedido que estuviera en el evento de esa noche porque era algo importante para él, así que allí estaba. Aunque su cuerpo entero le pedía salir corriendo de allí.
Se trataba de la cena de gala anual para los oficiales condecorados del Galaxy y, según ciertas fuentes bastante confiables, era probable que anunciaran el ascenso de su hermano. De subir de rango, su hermano se convertiría en mayor y eso era algo digno de celebración. Shiro jamás le perdonaría que faltase a algo así.
Estaba recargado en una columna del enorme salón de eventos, tratando de pasar desapercibido mientras buscaba a su hermano entre la multitud de oficiales elegantemente uniformados y familiares que, cómo él, vestían sus mejores ropas para la ocasión.
Por fin, su mirada se encontró con el rostro afable y familiar de Shiro, quién se encontraba al otro lado de la estancia charlando animadamente con un grupo de oficiales de alto rango.
Soltó un suspiro, considerando la posibilidad de quedarse en su sitio hasta que su hermano comenzará a buscarlo pero sabía perfectamente que Shiro seguiría conversando con todo el mundo hasta que iniciara la ceremonia y, para entonces, seguramente lo habría perdido de vista nuevamente.
Con mucho pesar, despegó la espalda de la pared en la que estaba recargado y se dispuso a atravesar la estancia, abarrotada de gente, para llegar hasta él. Los aromas mezclados de las personas, la energía vibrante que se mezclaba en los espacios vacíos entre persona y persona le resultaban incómodos y, en algunos casos, repulsivos.
Siempre había sido así.
Por regla general, los alfa y omega tenían un sentido del olfato bastante desarrollado, mucho más en promedio que un beta.
Pero el suyo era un caso peculiar incluso dentro de los alfa, él percibía los aromas con mucha más sensibilidad y, por ende, le afectaban muchísimo más.
En ese momento podía sentir al menos veinte perfumes distintos que los invitados a la fiesta habían usado y que, ahora, flotaban todos mezclados en el aire encerrado de la estancia. La sensación era abrumadora.
Se apresuró a pasar entre las personas, haciendo hasta lo imposible por ignorar a sus sentidos cuando cierto aroma le llegó de golpe, descolocándolo.
Cítricos y lluvia matutina.
Conocía ese aroma.
Naranja ácida, mandarina, toronja y limón. Cómo un huerto verde y rebosante de vida recién bañado por la lluvia.
Pidge.
Su cabeza giró instintivamente buscando a su compañera de curso. Escudriñó los rostros cercanos en busca de los familiares ojos dorados y la nariz llena de pecas, pero no lo encontró.
Sin embargo, el aroma permanecía allí, en el aire. Tan intenso que dudaba mucho que se tratara de un simple producto de su imaginación.
Agitó la cabeza tratando de disipar sus pensamientos y reanudó su camino.
Shiro sonrió al verlo acercarse y, con su habitual comportamiento de hermano mayor orgulloso, le pasó un brazo por los hombros y lo presentó con sus colegas.
Keith se removió incómodo mientras agradecía los halagos y devolvía los saludos, mordiendo su mejilla discretamente para aminorar un poco su ansiedad.
Siempre que Shiro lo presentaba con sus colegas las expectativas se hacían presentes. "¿Sería piloto al igual que su hermano y su madre antes que ellos?" "¿Quizá se enlistaría para el área de sistemas de seguridad?" "Tenía potencial físico, seguro sería un excelente oficial de campo" "Llegaría a capitán en poco tiempo si era tan disciplinado y talentoso cómo Shiro"
Keith no quería nada de eso así que generalmente, cuando decía que sus intereses estaban completamente enfocados fuera del área militar, la actitud amable de los soldados cambiaba por miradas reprobatorias y aconsejamientos no solicitados de "pensarlo mejor" y "no desperdiciar su potencial". Él sólo ponía su mejor cara y fingía escuchar los consejos paternalistas mientras repetía en su mente las últimas líneas del código del videojuego que estaba programando en casa.
En eso estaba cuándo el aroma volvió. Cítricos y lluvia matutina, allí estaban de nuevo.
Giró la cabeza buscando el origen del aroma pero, nuevamente, no encontró a la chica.
Sin embargo, el aroma le devolvió la tranquilidad que había estado a punto de perder. Fue alejándose despacio para marcar una distancia cómoda entre él y el resto de la gente cuándo se anunció el inicio de la ceremonia.
Todos se encaminaron hacia sus respectivas mesas donde ya comenzaba a servirse las copas para el brindis de esa noche. Keith siguió a Shiro en silencio, aún buscando en el aire el delicioso aroma de su amiga.
Unos minutos después de sentarse, llegó Adam quién tomó asiento al otro lado de su hermano y le dedicó una sonrisa a manera de saludo. Keith pudo percibir como se tomaban las manos por debajo de la mesa y no pudo evitar sonreír irónicamente. Finalmente Shiro comenzaba a seguir a su corazón, eso era bueno.
Una oficial de alto rango se presentó e inició la ceremonia hablando de los compañeros caídos durante el último año, cuándo una prueba de cierto prototipo de nave que buscaba ser la mayor innovación de la tierra había fallado. Keith sintió abrirse un hueco en su estómago, recordando la angustia que sintió cuando escuchó del incidente y no obtenía noticias de su hermano. Había pasado casi una semana hasta saber que estaba bien.
Bloqueó de su mente el discurso y se encontró de pronto divagando sobre Pidge y su peculiar aroma.
Ella era una persona tan huraña y desconfiada que le había costado trabajo acercarse. Incluso aunque en primera instancia esa no había sido nunca su intención.
No entendía qué era lo que le atraía de ella, ni porqué deseaba tanto acercarse pero allí estaba. Y eso lo asustaba. Lo asustaba porque no conocía hasta dónde podía llegar su autocontrol, ni si era capaz de protegerla de si mismo. Cada vez que estaba cerca de ella sentía que sus instintos afloraban con una fuerza que le era desconocida y terminaba añorando aunque fuera un roce casual de sus manos al caminar.
Y cuándo eso pasaba, mordía su mejilla con fuerza hasta sentir el sabor metálico de su propia sangre, porque era preferible tener el interior de su boca lacerada a ceder a sus infames instintos de alfa.
Observó por el rabillo del ojo a su hermano y a Adam, ambos con una expresión totalmente neutra a pesar de que sus manos seguían entrelazadas por debajo de la mesa. Shiro había estado enamorado de Adam desde que ambos eran cadetes y nunca había sido capaz de ocultarlo. Keith solía verlos juntos la mayor parte del tiempo y conocía los sentimientos de ambos antes incluso de que cualquiera de ellos se hubiese dado cuenta.
Suspiró buscando volver a la realidad. La maestra de ceremonias había dado la palabra a la Almirante Sanda, quién comenzó a hablar de los grandes logros que se habían obtenido a base de esfuerzo y trabajo duro y de los oficiales a los que se les debía agradecer su compromiso y entrega con la institución.
Sintió como aumentaba la sensación de expectativa en su hermano quien, muy discretamente, había comenzado a tamborilear sus dedos sobre su rodilla.
— En esta ocasión queremos resaltar especialmente el trabajo de tres oficiales en particular, quienes han demostrado esfuerzo, dedicación, disciplina y su total compromiso con Galaxy Garrison. Es gracias a elementos cómo ellos que nuestra institución avanza con pasos firmes hacia el futuro en la investigación espacial. Con mucho orgullo me complace llamar a este estrado al Capitán Takashi Shirogane— un sonoro aplauso recorrió la estancia mientras su hermano se levantaba y avanzaba hasta colocarse a lado de los generales que se encontraban presidiendo la ceremonia-. El esfuerzo del Capitán Shirogane se ha visto reflejado en nuestra institución desde que ingresó en nuestras orgullosas filas, pasando de ser un joven cadete prometedor a ser un oficial destacado y uno de los mejores mentores para nuestros cadetes que han pisado la guarnición espacial. Es por ello que, con mucho orgullo, entregamos nuestro nombramiento cómo Mayor de la Guarnición Espacial Galaxy Garrison a Takashi Shirogane— un nuevo aplauso recorrió el salón mientras su hermano se acercaba a uno de los generales, intercambiaba el saludo militar y recibía su nueva insignia.
El resto de la velada transcurrió tranquilamente. Shiro volvió a la mesa al terminar la ceremonia y justo cuándo se estaba sirviendo la cena. Comió en silencio, escuchando a los demás acompañantes de la mesa felicitar al mayor y charlar animadamente sobre los planes a futuro. Keith se sentía muy contento por su hermano pero su ansiedad comenzaba a ser incontrolable y no veía el momento de que poder irse sin ser grosero o llamar demasiado la atención.
En un momento se levantó de la mesa disculpándose para ir al baño. Pensaba que, mojándose el rostro con un poco de agua y alejándose unos minutos del centro de la atención, podría resistir lo que quedaba de la noche.
Justamente iba saliendo del servicio cuándo el aroma le llegó de nuevo pero esta vez, al girar la cabeza en busca del origen, pudo verla. Estaba de pie, medio oculta entre una columna y una mesa casi vacía observando a la estancia con recelo marcado. Vestía un traje sastre de color verde limón que le sentaba de maravilla, resaltando los tonos aduraznados de su piel y los ojos dorados. El corto cabello miel caía por un lado de su rostro en desordenados mechones que le daban un aspecto moderno a su corte dispar.
Antes de darse cuenta ya estaba caminando hacía ella, aunque no tenía ni idea de qué iba a decirle o si debería acercarse a ella siquiera.
Llegó hasta su lado sin que ella reparara en lo más mínimo en su presencia. Lucía preocupada y algo ansiosa, pero era un estado muy común en la pequeña Holt. Se aclaró la garganta tratando de hacerle notar su presencia.
— Emmm... ¿Pidge?— ella dió un respingo al escucharlo a su lado, dedicándole una mirada de miedo. Y él se odió por ello.
— Oohh... Keith— suspiró ella, reponiéndose de la impresión y dedicándole una sonrisa sardónica—. ¿Te han dicho que eres tan sigiloso cómo un gato? No sabía que estarías aquí.
— Lo siento, no pretendía asustarte—se disculpó, retrocediendo un pequeño paso esperando que eso la hiciera sentir más cómoda—. Te vi aquí y pensé en venir a saludar. Acompañaba a mi hermano.
"Mentira. La oliste desde hace horas. La acechabas" le gruñó una molesta voz en su mente que constantemente le recordaba las cosas de las que a él no le gustaba hablar.
— ¡Cierto! Felicitaciones para él. Debe estar muy contento—le comentó ella con una sonrisa, pero su rostro volvió a emitir esa mueca de preocupación cuándo sus ojos revisaron la pantalla de su teléfono.
— Bastante... ¿Está todo bien?
— ¡Sí!... Bueno, no...—ella suspiró con frustración y el aroma a limones se acentuó—. Es que, quería irme de aquí a mi casa porque sino, por la mañana no encontraré transporte desde casa de mis padres a la universidad pero... No consigo un taxi y mi hermano, que había prometido llevarme, ya ha bebido demasiada champaña como para conducir—ella rodó los ojos en una mueca de fastidio.
"No te atrevas a hacerlo" le advirtió la voz en su cabeza.
— Quizá yo podría llevarte...—las palabras salieron de su boca más rápido de lo que tardó en asimilarlas.
— ¿En serio?
— Comparto un departamento cerca de la universidad con un amigo, pensaba irme en unos treinta o cuarenta minutos más. Si puedes esperarme, te podría dejar en tu casa sin problema—la desconfianza de ella era obvia, emanaba de cada poro de su piel traducido en un potente aroma a limón que casi ahogaba los demás cítricos, pero en el fondo él deseaba que aceptara.
No había podido hablar con ella demasiado, aparte de las clases y alguna reunión de estudios. Ella era muy buena marcando sus límites y él quería respetar esos límites ante todo. Pero su ser entero le pedía estar cerca de ella y cada vez era más difícil apartarse.
— ¿Seguro? ¿No te molestaría demasiado llevarme?
— Para nada.
Ella guardó silencio un minuto, con su mirada perdida en algún punto frente a ella. Un minuto que a Keith se le hizo eterno, un minuto que fue capaz de contar con el sonido de su corazón contra sus costillas.
— Está bien—asintió ella luego de meditarlo consigo misma—. Entonces, te veré en cuarenta minutos en la entrada ¿está bien?
— Claro.
Keith regresó a la mesa de Shiro con una sensación de euforia que no le pasó desapercibida al mayor, quién intentó cuestionar su ausencia.
— No es nada, hermano—dijo tomando un sorbo de agua—. Pero me tendré que retirar pronto. Mañana tengo clases temprano.
Al cabo de un rato se despidió cortésmente de todos en la mesa y salió casi corriendo de allí. Shiro no preguntaría, ya estaba acostumbrado a sus huidas repentinas de lugares concurridos, por lo que esa noche no sería, necesariamente, una novedad.
Ella ya lo esperaba en la puerta. Le sonrió amistosamente, invitándola a seguirlo con la mirada y se encaminó hacia su MTT 2YK roja. Los ojos dorados de Pidge se abrieron enormemente al ver el vehículo.
— ¡Oohhh wooow! ¡En serio es tuya!— exclamó al tiempo que se lanzaba apresuradamente a ver más de cerca la motocicleta. Keith no pudo evitar emitir una pequeña risa ante la emoción de la chica—. Nunca había visto una de estas de cerca. Es una MTT 2YK con una turbina Rolls Royce Allison 250 ¿verdad? Con 320 caballos de fuerza. ¡Es una locura!
— Si que sabes— comentó él sonriendo.
— ¿Bromeas? Con esta cosa podrías incluso volar... si no fuera potencialmente mortal para la especie humana correr a las velocidades que alcanza esta belleza. Especialmente sin un equipo adecuado para ello.
Mientras ella seguía hablando de lo increíble que era la motocicleta, Keith abrió la mochila que había recogido a la entrada del recinto y extrajo de ella dos cascos y su chaqueta de piel.
— ¿Nos vamos?— dijo extendiéndole el casco extra a la chica, quién se había agachado para inspeccionar los detalles en el vehículo.
— Claro.
— Lo siento, sólo tengo una chaqueta— mencionó él mientras se colocaba los guantes de motociclista y cerraba la chaqueta— y puede ser peligroso que te quede grande.
— Lo sé. No te preocupes.
Ambos se colocaron los cascos. Keith montó la motocicleta y ella se colocó justo detrás.
— Tendrás que agarrarte fuerte— mencionó él, ella aferró sus delgados brazos alrededor de su cintura con más fuerza de la que él imaginó que tendría y, entonces, arrancaron.
Ella soltó un grito de júbilo al sentir el golpe de la velocidad. Él sonrió, sintiéndose cómodo por primera vez en toda la noche. Giró para tomar la carretera que los llevaba hasta la ciudad desde el Galaxy Garrison y aceleró un poco más, recorriendo el camino de vuelta.
— ¿Exactamente a dónde te llevo?— preguntó Keith una vez que ingresaron a la ciudad y al parar en una luz roja.
— Vivo en León Verde, pero si te queda muy lejos puedo quedarme sobre la avenida de la universidad— mencionó ella.
— No en realidad. Yo vivo en la siguiente calle.
— ¿Ahh si? ¿Dónde?
— En León Rojo, es el edificio en la esquina con León Azul.
— Wow... No pensé que prácticamente fuéramos vecinos también.
— Yo tampoco.
Continuaron el trayecto en silencio hasta que llegaron a la calle mencionada. Pidge le pidió que parara frente a una casa enorme que, hasta dónde sabía, rentaba pequeñas habitaciones a estudiantes.
— Entonces... ¿aquí vives?
— Si. No es gran cosa, pero está cerca y tiene todo lo que necesito— dijo ella, quitándose el casco y entregándoselo— . Gracias por traerme. De verdad lo aprecio.
— No es nada... Si quieres, podríamos estudiar después en mi departamento...
No supo de dónde vino eso, pero no se arrepintió de sugerirlo. Ella puso una expresión pensativa, antes de sonreír y asentir con la cabeza.
— Sería bueno. Hasta mañana— se dio la vuelta e ingresó en la casa luego de despedirse con la mano.
Keith arrancó la moto sólo hasta que escuchó cómo la puerta se cerraba con doble llave y volvió a casa.
Al abrir la puerta de su departamento lo inundó el otro aroma que le fascinaba. Especias y agua de mar. Hasta la fecha no entendía cómo su compañero de departamento podía oler tan bien.
Lance, que se encontraba desparramado en el sofá de la sala mirando la televisión sin mucho interés, giró la cabeza en su dirección apenas lo escuchó llegar y levantó un brazo a manera de saludo e invitándolo a sentarse a su lado.
— Hey, Keith. ¿Qué tal la noche?
— Estuvo bien— comentó dejándose caer en el sofá. Conocía a Lance desde hacía tres años, desde el primer día de universidad. Era un chico extrovertido y muy bromista, pero también un amigo muy leal. Vivían juntos desde dos años atrás, cuándo habían decidido rentar ese departamento y siempre le demostraba cierta preocupación y cariño, aunque en un inicio, Keith había rechazado las demostraciones de afecto espontáneas que eran muy comunes en el latino—. Shiro obtuvo el nombramiento. Ahora es Mayor.
— "Mayor Takashi Shirogane"— entonó él con un intento de tono solemne que le sacó una sonrisa— Que bien suena, ¿eh?
— Sí, supongo...
— Aaahh por cierto, encargué pizza. No debe tardar en llegar. Porque en esas cenas elegantes siempre suelen ser tacaños con la comida y pensé que tendrías hambre— mencionó su amigo justo antes de que sonara el timbre. Lance saltó del sofá entonando un "¡Yay!" y se encaminó a atender la puerta.
Keith cerró los ojos un momento, disfrutando del aroma que había dejado el moreno al levantarse. Anís, pimientas, alguna especia que no sabía nombrar y sal de mar. Podría parecer un aroma muy intenso pero, por alguna razón, en Lance siempre parecía equilibrado.
¿Por qué el aroma de Lance y el de Pidge lo encandilaban en la misma medida? ¿Por qué siempre que los olía a cualquiera de los dos sentía que todos sus problemas desaparecían, su ansiedad se disipaba y se sentía capaz de enfocarse? ¿Por qué estaba pensando en eso justo en ese momento?
Lance volvió a la sala con una caja de pizza y un par de cervezas.
— Listo— exclamó dejándose caer a su lado—. Ahora sí, puedes relajarte y olvidarte del infierno sensorial al que fuiste sometido hoy. Sólo comamos, tomemos un poco y veamos una película ¿Qué tal?
— Me parece bien— murmuró agradecido.
Lance era la única persona a la que le había confiado sobre la sensibilidad de sus sentidos y lo estresante que le resultaban los eventos cuándo debía acudir. Y, desde que se había enterado, Lance lo esperaba cada vez que debía asistir a alguno de esos lugares con algo de comida y un plan para ayudarlo a relajarse. Definitivamente, era el amigo más leal que había tenido.
Abrió la caja de pizza para extraer un pedazo mientras discutían la película a ver. Lance sugería alguna comedia romántica y él se sentía con más ánimos de ver algo de ciencia ficción.
"Puedo preocuparme por lo demás después" pensó más tarde, cuándo la película había terminado y Lance se había quedado dormido con la cabeza recargada en su hombro.
En ese momento no quería complicarse con sus pensamientos, no quería pensar de más en sus sentimientos y emociones ni en lo confuso que se estaba tornando todo para él, a causa de sus sentidos.
En ese momento sólo quería sentir.
