Capitulo 1: Primera Impresión
El silencio reinó durante algunos segundos mientras el único hombre miraba de pies a cabeza a aquella mujer de cabello castaño y revuelto que tenía la cabeza algo bajada en un signo de respeto. Su ropa — a diferencia de lo que él hubiera imaginado — eran de colores alegres y vivaces, sin embargo, la otra chica llevaba ropas negras y camisa blanca. Era un contraste demasiado chocante.
Una tos molesta se oyó a sus espaldas, haciéndole ver que se había quedado embobado observando a la que quería aquel puesto que él, o más bien Akako, pretendía dar. Sinceramente no estaba muy seguro de que aquella mujer de aspecto frágil fuera capaz de hacer llaves o disparar un arma si se diera el caso. Aún así, la pelirroja parecía encantada ya que no dejaba de observar a la joven con una sonrisa ladina dibujada en sus labios. Suspiró sabiendo lo que seguramente estaba pasando por la cabeza de su amiga, no era la primera vez que veía esa sonrisa, y tampoco sería la última.
Miró a su compañera y después dirigió la vista al frente, contemplando la serena y dulce cara de la muchacha. Sonrió. Realmente aquel rostro parecía angelical, aunque tampoco era algo que le importara mucho, pero era algo que debía admitir.
— ¿Podría saber que experiencia ha tenido como guardaespaldas? — cuestionó al fin viendo como la mujer abría los ojos y lo encaraba, dejándolo aún más sorprendido al distinguir el color de sus orbes.
Azul zafiro.
— He trabajado con equipos de policías en robos e investigaciones peligrosas dado los criminales que se creía que eran ocasionadores de los mismos — expresó con un tono frío que hizo que un escalofrío hiciera presencia en el cuerpo del hombre — Pero jamás he trabajado como guardaespaldas personal señor Kuroba.
— ¿Qué te hace creer que estás cualificada para este puesto? — interrogó viendo como un amago de sonrisa aparecía en el inmutable rostro de la chica.
— Yo no soy la que debo creer que estoy cualificada, sino usted, ya que es el que está en peligro. Es usted quien decide si soy lo bastante cualificada para esto, o por el contrario no lo estoy — articuló dejando bastante extrañado al castaño que lo oculto mediante su famosa cara de póquer.
— ¿Qué cobrarías por ser interna? — preguntó sonriendo, cerrando los ojos esperando una respuesta que sabía que llegaría.
— Lo que me merezca — respondió con simpleza, haciendo que el chico abriera sorprendido los ojos — Si consigo salvarle y mantenerle a salvo cobraré un dinero que antes acordaremos, pero si por el contrario no soy capaz de protegerlo haciendo que no reciba ni un solo rasguño no pediré ni una simple moneda.
El silencio volvió a instalarse ante la sorpresiva respuesta de aquella mujer de ojos zafiros, que con una sonrisa dibujada en sus carnosos labios esperaba la respuesta de aquel hombre.
Kaito estaba callado, reflexionando en su cabeza sobre que diablos sería lo que estaría pasándole por la cabeza a aquella extraña y hermosa mujer, que aún con aquella sonrisa confiada en sus labios hacía que su cabeza diera vueltas. Era la primera vez que conocía a una mujer así, y podía decirse que conocía a muchas, y que con solo un par de palabras podía saber que beneficio era el que buscaban al acercarse a él. Sin embargo, esa tal Aoko lo único que quería era — además del trabajo — hacerle ver que ella era diferente, aunque no sabía si aquello era voluntariamente o si era real que ella fuera así.
La verdad era que si podría ponerla algunos días a prueba para ver si era adecuada para el puesto, y quien sabe, a lo mejor en ese tiempo las tornas cambiaban y la que ahora se mostraba confiada después lo haría humillada y avergonzada. No le gustaba que nadie quisiera estar por encima de él, y por ello, a pesar de la atracción que tenía hacia Aoko no pensaba permitir que se creyera que estaba a un nivel superior a él, ya que solo su padre estaba por encima de él.
Con una sonrisa burlesca sacó de su bolsillo un talonario, y sin dejar que nadie lo viera escribió con un bolígrafo una cantidad y su firma en uno de los cheques, para después arrancarlo y tendérselo a la castaña, que sorprendida observó la alta cantidad de dinero que marcaba aquel papel.
— Hagamos algo, tú estarás una semana de prueba aquí. Si la pasas con éxito haciendo que nada malo me ocurra y encima haces que no me preocupe con alguna distracción te entregaré esto, y esa cantidad será tuya — explicó guiñándole un ojo, pensando en una muy buena actividad que lo mantendría distraído.
— Acepto el reto, aunque dudo que pueda obtener la distracción que desea — manifestó la ojiazul con una sonrisa pícara — ¿Acaso tienes que poner cantidades de dinero sobre la mesa para tirarte a una mujer? — cuestionó irónicamente con una ceja alzada — Que deprimente.
La cara de póquer de aquel mago considerado como el mejor del siglo se rompió al escuchar aquella frase salir de los labios rosados de Aoko, que con una sonrisa victoriosa miraba de reojo a Ran, la cual intentaba con dificultad no reírse delante de él. Si que era deprimente, más al escuchar como la que se supone que era su amiga aplaudía a la castaña.
Al parecer tienes valentía muchacha — observó la de ojos rubí, chocando el azul con el rojo — Creo que eres perfecta.
Él gruñó por lo bajo al escuchar ese último adjetivo que no era referido a su persona. Además, sabía que eso tenía un doble significado que pocas veces utilizaba la ex-bruja.
Gracias, señorita — agradeció con una leve inclinación de cabeza — Por cierto, ¿ustedes son pareja o algo? — preguntó mirándolos curiosa.
Los dos se miraron unos segundos, para después romper a carcajadas.
— ¿Enserio crees que si lo fuera no lo hubiera matado por intentar ligarte? — cuestionó divertida la de cabellos rojizos, obteniendo un bufido del castaño, que algo molesto se acercó a la joven guardaespaldas.
— Ya he visto de todo, así que no me sorprendería — comentó la de apariencia más joven restándole importancia.
— Ya sabes que si esa era la razón de tu negativa no hay problema — le susurró al oído, haciendo que su cálido aliento chocara con su oreja, creando nerviosismo en la chica — Estoy libre y sin compromisos.
— Mi respuesta seguiría siendo la misma — reveló sin perder aquella máscara de indiferencia.
— Ya cambiará ya — aseguró ya en voz alta, retándola con la mirada, instándola a un juego del que ya se sabía ganador.
— ¿Entonces estoy contratada? — preguntó sin desviar su vista de aquellos ojos similares a los suyos, exceptuando ese extraño brillo que estos reflejaban.
— Lo estarás si pasas esta semana — habló — Pero…para hacer esto más interesante hagamos un reto. Si pasas la semana tendrás el cheque, pero si decides quedarte y me ocurre algo lo perderás.
— ¿Y eso a mí por qué me convendría?
— Porque si lo haces sin que resulte herido te llevarás el triple de esta cantidad — confesó consiguiendo la perplejidad de la ojiazul — ¿Hay trato?
— Por supuesto — asintió con confianza.
Aquello más que un trato era un desafío, ambos lo sabían, como también el que había más de un factor ajeno al económico con el que jugaban. Kaito la estaba retando a no caer en sus brazos, cosa a la que estaba acostumbrado, mientras que Aoko aseguraba que aquello no sucedería jamás, ya que ella no era como aquellas mujeres que al parecer habían salido con anterioridad con él. Eso era algo que Kaito ya había notado, pero aún así no lo consideraba como algo duradero.
Un carraspeó a su izquierda hizo que perdieran ese contacto visual, desviando ambos la vista a la mujer de cabellera chocolate que llamaba sus atenciones.
— Si es así entonces será mejor que firmen un contrato. No permitiré que Aoko salga de la empresa sin un seguro legal — pronuncio con firmeza.
— No tengo problema en firmar uno. ¿Podría prepararlo usted? — inquirió con un tono gatuno que irritó a Ran, que lo mostró con un carraspeo.
— Así será. Lo único que le pido es que no intente nada con mi empleada, al menos durante jornada laboral — recitó encaminándose hacia su coche sacando una pequeña maleta agua marina que le entregó a Aoko, para después, darle un abrazo a ella y a la pelirroja, y seguidamente marcharse de aquel lugar, dejando a los tres adultos sumidos en otro incómodo silencio.
— Creo que será mejor que te muestre la que será tu habitación — carraspeó la pelirroja tomando el brazo de la castaña, dirigiéndola al interior de la casa ante la mirada divertida de Kaito, que poco después entró también, dirigiéndose al salón.
Aquella chica había conseguido hacer que por un momento relegara al olvido aquel miedo que sintió la noche anterior ante aquel mensaje del que no había hecho conocedor a nadie, así como también de el ataque de esa mañana, en el que de no ser por Akako ya estaría muerto.
Se dirigió a su cocina y tomó una copa de uno de los muebles, para después coger aquella botella de Bourbon que guardaba recelosamente en una de las más altas repisas. Se sirvió lo suficiente para casi hacer rebosar el líquido, y de un solo sorbo lo bebió.
No acostumbraba a tomar bebidas a menudo, y menos de golpe, pero en aquellos momentos pensaba que lo único que podría hacerle olvidar aquel miedo sería esa bebida, aunque eso no hizo que aquellos ojos azules se borraran de su mente.
Con pasos algo apresurados aquella hermosa mujer de cabellos rojizos la guió por aquella imponente mansión. Veía como pasaban varias puertas sin pararse en ninguna de ellas, hasta llegar a una diferente. Esta en vez de ser marrón como el resto, era blanca, de un blanco tan pulcro que parecía irreal.
— Esta es la habitación de Kaito — habló la de ojos rojos — Aunque él no te lo haya admitido sé que teme por su vida. Intenta que no me de cuenta de sus miedos, pero yo no soy tan tonta, y tú tampoco.
— ¿Qué tengo que hacer entonces? — preguntó sin dirigir la vista a su compañera.
— Protegerlo con tu vida.
— Para eso estoy aquí — respondió cerrando los ojos.
— Lo sé, y confío en que harás el mejor trabajo posible. Solo te pido que no tomes en cuenta los comentarios ofensivos de Kaito. Aunque no lo muestre él está roto por dentro desde la muerte de su padre — expresó recordando como desde que lo conoció este se había ocultado tras una máscara de indiferencia, en realidad nada de lo que mostraba era totalmente real, algo que ni a ella le admitía.
— Señorita Koizumi, no estoy aquí para jugar a desafíos con Kuroba o llevarme bien con él, solo estoy para protegerlo — pronunció con seguridad.
— Me alegra oír eso querida — dijo finalmente Akako abriendo la puerta de aquel dormitorio.
Aoko miró embelezada aquel lugar que parecía sacado de alguna clase de libro. Jamás había visto en una casa una habitación con tan exquisita decoración. Las paredes decoradas con un papel dorado junto con aquellos muebles con reflejos de ese mismo color hacían ver como si la habitación fuera la suite de un hotel. El suelo era parqué, exceptuando la zona que rodeaba la cama, en la que solo se podía ver una moqueta de un marrón claro que contrastaba con el dorado reinante. La cama, sin embargo no tenía esos tonos, exceptuando el cabecero de la misma. El edredón era de tonos marrones y blancos con algún gris en el medio.
— Yo también tenía una expresión similar cuando vi esto por primera vez — rió la chica tocando el hombro de la ojiazul — Realmente Kaito tiene buen gusto para la decoración.
— ¿La decoró él? — interrogó saliendo de su ensimismamiento.
— Sí. Siempre ha tenido buen gusto para la mezcla de colores — comentó guiando a la chica a una de las puertas de aquella habitación — Al otro lado de esta puerta está el baño privado. Quiero que revises esta habitación al completo. Quiero asegurarme de que no haya nada que pueda estar sirviéndole de arma al acosador.
— Si ese es su deseo así lo haré — aseguró girando el pomo.
— Confío en ti…confío en ti — murmuró la pelirroja saliendo del lugar con una sonrisa triste en sus labios — Si yo pudiera evitar todo el sufrimiento que tendréis que pasar…No dudaría en hacerlo — musitó con una lágrima cayendo por su pómulo.
Bien era cierto que ya no tenía aquellos poderes que en ataño la habían caracterizado, también lo era el hecho de que podía seguir viendo el futuro, pero no evitarlo. Sabía desde que vio a la castaña el destino que ella tenía, así como su pasado. Realmente le quedaban por pasar muchas penurias, y aún así no sabía si finalmente podría llegar a ser feliz junto a Kaito, ya que sus destinos separados al fin se habían logrado entrelazar. No era tonta, sabía que era una difícil tarea el que ellos algún día estuvieran juntos, sabía de casos en los que las personas destinadas no llegaban a estar juntas por diversos factores, solo esperaba que ellos no fueran uno de ellos.
Mientras la ojiazul revisaba de arriba abajo aquella habitación, sorprendiéndose de la majestuosidad de aquellos simples cuartos. Un sonido la sacó de sus pensamientos, notando que en su bolsillo trasero su móvil había sonado. Lo tomó desbloqueándolo rápidamente notando como un nuevo mensaje de whatsapp había llegado. No tardó en saber que la persona emisora era Ran. Sonrió para al abrir el chat poner en su rostro una mueca de enfado al leer aquello:
Ten cuidado con lo que haces. No se te ocurra confiarte demasiado o realmente caerás en los brazos de ese mago.
Creía haberle dejado claro a Ran que ya no era ninguna niñata, y que no se dejaría ceder ante nada ni nadie. Estaba ahí por un objetivo, y pensaba cumplirlo aunque le costara la vida. Eso era lo que había escogido y ya no había vuelta atrás, menos después de ese desafío lanzado por el ilusionista que solo había añadido más leña al fuego. Se quedaría y demostraría que no era una de las mujerzuelas con las que al parecer estaba acostumbrado a estar. Ella tenía una dignidad y una labor, y se lo pensaba demostrar. Con ese pensamiento en mente terminó de revisar la recámara con rapidez, asegurándose de que no había nada peligroso en el lugar, sin notar que una mirada la observaba desde el exterior sonriendo por perversidad. ¿Quién diría que ese juego podía volverse tan divertido?
La tarde no fue muy entretenida, por lo menos para el castaño que lo único que hizo — aparte de seguir con su copa en mano en el sofá — fue levantarse para abrir a Fumie, su empleada del hogar. Una mujer de unos sesenta años de cabello rubio de tinte y dulces ojos miel. Era una persona muy agradable y amable que desde que empezó a trabajar allí se ganó su cariño, como si de una abuela se tratara. La pobre mujer no había tenido suerte en la vida, y solo le quedaba un familiar en la tierra. Su nieta Aki, con unos dos años más que él. Un día la llevó al trabajo para presentársela, y la verdad era que aquella mujer joven de ojos verdes y cabello oscuro era todo lo contrario a su abuela. Desde el primer segundo en que puso sus pies en su casa intentó seducirlo, y él — por mucho que le gustara la compañía femenina — no soportaba a ese tipo de personas.
Suspiró con el recuerdo de Aki, hacía ya tres años de aquello. No sabía que había hecho recordarla. A lo mejor era obra del alcohol…Quien sabe…
— Kaito querido ya he acabado — anunció la mujer de ojos miel con una sonrisa, quitándole de sus manos el vaso de Bourbon — Aunque creo que me olvidé esto.
— Fumie solo estoy bebiendo un poco — articuló intentando inútilmente que le devolviera — Ya soy mayor.
— Para mí nunca lo serás Kaito, lo sabes. Además, mírate. Apestas a alcohol. Si no te regaño yo seguro lo hará la señorita Koizumi — manifestó cruzada de brazos viendo como el mago tragaba saliva.
— T-Tienes razón. Conociendo el odio de Akako al alcohol seguro me tira la botella por la ventana — recordó escondiendo rápidamente el objeto mencionado.
— Que voy a hacer contigo — suspiró Fumie con las manos masajeando las sienes — Sin duda te hace falta una mujer para que te pongas los pies en la tierra.
— ¿No tengo ya suficiente contigo y con Akako? — interrogó exasperado — Parecéis mis madres.
— Ya hijo, ya. Pero me refiero al término mujer con otra finalidad. Kaito…— mencionó tomando sus manos — Sé que yo no soy nadie, pero pienso que ya va siendo hora de que asientes la cabeza.
— Se lo que dices Fumie, pero…Yo estoy muy bien así. Libre, sin compromisos — respondió abrazando cariñosamente a la mujer, ocultando su rostro para que no viera que en realidad estaba mintiendo — Pero lo pensaré si así te quedas más tranquila.
— Tampoco es que me tranquilice mucho, la verdad — admitió.
— Nunca cambiarás…— rió el joven.
— ¿Qué hace tanta gracia? — cuestionó una voz desde la escalera. Siendo perteneciente a Akako, que bajaba con Aoko — Nosotras también queremos reírnos.
— No es nada Akako…Nakamori — nombró observando a las aludidas — Habéis tardado en bajar.
— Le pedí a Aoko que revisara todas las habitaciones en busca de alguna pista — informó la pelirroja posando su mirada al fin en la mayor de la sala — ¡Fumie! — exclamó alegre tirándose a sus brazos.
— Hacía tiempo desde que no te veía querida — observó refugiándola en sus brazos, para al separarse dirigir sus manos al vientre — Y al parecer no vienes sola.
Akako solo se ruborizo, mientras Aoko observaba la escena con una sonrisa, siendo disimuladamente observada por Kaito.
— Y esta chica tan mona, ¿quién es? — preguntó la rubia observando a Aoko con curiosidad — Normalmente no traes a gente aquí cuando esta Akako.
— Este es un caso especial — explicó Kaito con una gota cayéndole por la sien.
¿Era cosa suya o empezaba a hacer mucho calor?
— Soy Aoko Nakamori señora. Un placer — se presentó la muchacha haciendo un reverencia.
— ¡Eres una monada! — expresó entusiasmada abrazando a Aoko.
— ¿Yo? — inquirió la joven extrañada. Hacía tiempo que nadie mostraba ese afecto hacia ella. Le extrañaba que precisamente una desconocida lo hiciera.
— Me parece a mí que le has caído muy bien — comentó el joven sudando bastante.
— Kaito, ¿te encuentras bien? — interrogó la pelirroja acercándose.
— Sí claro. ¿Por qué lo preguntas? — cuestionó el castaño sonriendo. Aunque la verdad era que no se sentía muy bien.
— Porque estás sudando como un pollo — manifestó alzando una ceja, mientras Aoko se acercó por detrás.
— ¿Qué has tomado? — preguntó apresurada.
- ¿Eh?
— ¿¡Qué que has tomado idiota!? — gritó con fuerza asustando a los presentes.
— Ha tomado Bourbon Aoko — contestó Fumie intentando tranquilizarla, ya que parecía muy alterada.
Aoko rápidamente tomó la botella que Kaito había escondido, y al abrirla acercó su nariz a la boquilla.
— Fumie, ¿tienes carnet de conducir? — preguntó la castaña.
— Sí — afirmó la mujer extrañada.
— Pues súbete a un coche. Nos vamos al hospital — anunció la ojiazul.
— No exageres querida. Solo estoy sudando un poco — habló Kaito negándose a ir al hospital.
— ¿Acaso no lo entiendes aún Kuroba? — ironizó dirigiendo a Fumie para que arrancara el coche — Te han echado alguna sustancia en el alcohol, que combinada con el mismo puede hacerte mucho daño si no lo paramos a tiempo.
— ¿Qué clase de sustancia? — interrogó el castaño aún reticente a darle la razón a aquella mujer que tanta atracción le producía.
— Algún medicamento que sea fácil de obtener sin receta. Ahora si has acabado con tus estúpidas preguntas vámonos antes de que el efecto consiga que hagas algo más que sudar.
Efectivamente, Aoko tenía la razón. Poco después de subir al vehículo Kaito comenzó a notar los efectos de la mezcla que sin darse cuenta se había tomado. Obligándolo a tumbarse en los asientos traseros, con su cabeza sobre las piernas de Aoko, ya que Akako prefirió ir delante por si la ojiazul veía necesario hacer alguna maniobra de emergencia.
Kaito por fin lo entendió. Que su vida estaba en mas peligro del que se imaginó. Ya no solo tenía que tener oídos y ojos analizando cada detalle, sino que también tener cuidado con lo que comía, olía y tocaba. Al final, en aquel coche agradeció tener allí a la joven castaña que había salvado su vida. Ya que con lo testarudo que era, seguramente no hubiera ido al hospital al empezar a sentir los dolores, y por la noche fácilmente podría ser atacado por ese que hostigaba contra su vida.
Finalmente agradeció tener a Aoko Nakamori ahí con él.
¡Feliz Navidad a todos!
Por fin después de algún tiempo soy capaz de colgar este capítulo.
arual17: Me alegro de que el principio te haya gustado, espero que te siga gustando.
Kid Walker: ¿En serio crees que Kaito no intentará hacerse el héroe en ningún momento? Eso sería raro, ya te digo que Kaito no estará muy contento de que Aoko pueda más que él como en este capítulo. La edad...Quien sabe, pero, como en todo se necesitan unos determinados estudios. Si nadie sospecharía de ella siendo como es imagínatela encima de colores vivaces. Por cierto, tienes mente de asesino. Si lo hubiera hecho así no habría historia. Sino yo también lo habría hecho así.
