Hola de nuevo, aquí estoy en menos de un mes volviendo a publicar un nuevo capítulo.
La publicación tiene una razón, y es que hoy se cumple un año justo desde que empecé esta historia. La verdad, es deprimente que en un año solo haya llegado al capítulo tres. Pero bueno, espero poder seguir publicando más en lo que queda de verano.
Aunque no sé cuando volveré a publicar, aviso de que, una fecha segura de actualización será el 24 de diciembre. Espero publicar algo antes, pero por lo menos dejo claro que ese día colgaré un capítulo.
Bueno, aquí dejo el capítulo tres. Espero que os guste y no que este fic no tenga que cumplir muchos años más.
Dislaimer: Los personajes de Detective Conan y Magic Kaito pertenecen a Gosho Aoyama, yo simplemente tomó los personajes y algunas situaciones para crear nuevas historias.
Capitulo 3: Problemas
Una luz molesta chocó contra los ojos de la castaña que abrió sus ojos zafiros con molestia debido a la interrupción de su sueño. Se frotó los ojos con una de sus manos tratando de despegarse un poco. Cuando fue a levantar la otra mano notó que había algo que se lo impedía. Fijó su mirada en su mano, sobre la que había otra. Subió la vista para ver el rostro dormido de Kaito, tan apacible que no parecía el hombre despreocupado y pícaro que había conocido el primer día. Habían pasado cuatro días en el hospital. En esa jornada, la quinto, se le daría por fin el alta. Debido a la promesa tan espontánea que hizo el primer día, había decidido quedarse a vigilar en la habitación, y bueno, en vez de vigilar se había quedado dormida esa última noche.
Apartó con cuidado su mano, tratando de no despertarlo, pero fue inútil, al mínimo movimiento el castaño comenzó a removerse, hasta que sus ojos se abrieron con lentitud, fijando su mirada azulada en el rostro de la mujer, pintando, sin si quiera notarlo, una sonrisa en sus labios.
— Buenos días Kuroba — saludó la guardaespaldas algo avergonzada por el contacto que aún los unía, ya que el hombre al despertarse había apretado aún más su mano.
— Hola Nakamori — devolvió el saludo restregándose los ojos — ¿Alguna novedad durante la noche?
— Salvo el hecho de que no sueltas mi mano, nada — contestó consiguiendo al fin que el castaño deshiciera su unión algo abochornado.
— Perdona, no sé que habrá pasado para que te tomara la mano — se disculpó llevándose una mano a la cabeza.
Claro que sabía como había acabado apretando su mano. El sueño de esa noche habría tenido mucho que ver. Había vuelto a soñar con la muerte de su padre, estando él presente y sin poder hacer nada más que llorar. Normalmente cada vez que tenía esos sueños acababa despertando agitado después de buscar a alguien a su lado y no encontrar nada. Pero esa noche encontraría la mano de Aoko, y en su inconsciencia la tomó con fuerza, consiguiendo al fin dormir tranquilo por el resto de la noche.
— No pasa nada — respondió la joven levantándose de la silla donde había dormido. Desde aquel primer día su relación había cambiado, ahora tenía que admitir que incluso disfrutaba de la compañía del mago. Se estirazó levemente — En cuanto estés del todo despierto prepárate para salir de aquí. En un rato te darán el alta y es mejor salir de aquí lo antes posible.
— ¿A dónde iremos? — interrogó curioso poniéndose en pie, dejando ver su cuerpo vestido con el típico camisón de hospital.
— He alquilado un pequeño piso donde nadie te encontrará — le informó dirigiéndose al baño para lavarse la cara y despertarse del todo — Iremos en taxi y disfrazados.
— Entiendo, pero deberías salir, eso sí, a menos que quieras verme desnudo — comentó guiñándole un ojo coquetamente.
— Y yo que creía que ya habías acabado con esa actitud — dijo en un suspiro dirigiéndose a la salida — Iré a hablar con el doctor para ir preparando el alta.
— No — negó en alto deteniendo a la chica, que lo miró confundida — Ya mismo vendrá él, mejor no lo molestes, seguro que estará ocupado — se excusó ante la mirada extrañada de la mujer.
— Esta bien — aceptó con una ceja alzada — Estaré en los bancos de fuera, avísame si ocurre algo.
— Claro.
La puerta se cerró y Kaito expiró profundamente aliviado. Había notado por sí mismo que entre ese doctor y Aoko había algo, y eso le molestaba de sobremanera. La atención de Aoko era suya, pero cuando ese hombre aparecía las prioridades de Aoko cambiaban y la duda se instalaba en ella. Era por ello que cuanto menos estuvieran juntos a solas menos oportunidades tendrían de hablar con libertad. Aunque claro, él solo se decía que esa preocupación era por su propia seguridad.
Con un suspiro cansado se desató el nudo del camisón, dejándolo caer despreocupadamente al suelo. Se miró la piel, ahora iluminada por la luz de sol, haciéndola notar más pálida de lo común. Era lógico que fuera así, hacía alrededor de dos meses que evitaba lo más posible salir a la calle y eso había tenido consecuencias. Se dirigió al pequeño baño, donde se dio una ducha que pretendía ser rápida, pero al ponerse a pensar en su situación fue bastante larga.
Estaba en un buen problema. Por una parte, tenía a alguien detrás de él que buscaba su muerte a toda costa. Por otra parte estaba Aoko y la atracción indudable que sentía por ella desde el primer segundo, pero claro, ese cabreo debido a que alguien se acercara a ella no era algo que le hubiera pasado antes con otras mujeres que le habían atraído. Eso sumando la confianza y felicidad que sentía cuando ella estaba cerca, sobretodo desde que el primer día entraron en esa especie de tregua. Y ya, por último, el hecho de no poder confiar ni siquiera en las personas que habían estado siempre con él, ya que era posible que estas, sin darse cuenta estuvieran ayudando al que buscaba su muerte.
Después de varios minutos bajo el agua fría decidió que era suficiente y cortó el agua. Tomó el albornoz y se lo puso con rapidez para después dejar pasar a Aoko al ver que había estado más de veinte minutos en la ducha.
— Creí que con todo el rato que has estado por lo menos estarías vestido — comentó divertida entrando a la habitación — Por cierto, ha pasado el doctor, vendrá en unos diez minutos para que firmes el alta.
— Que bien — gruñó el castaño. Eso le pasaba por dormirse en los laureles.
— No te cae muy bien por lo que parece, o será que estás celoso — bromeó.
— Que graciosa — rió el ilusionista con una gota cayéndole por la nuca. Seguía sin llamarlo celos, pero estaba claro que le cabreaba mucho la cercanía de esos dos.
— No, ahora enserio, ¿por qué pareces llevarte mal con él? — cuestionó curiosa, mirando hacia la ventana, dándole a entender que se vistiera ahora que ella iba a estar de espaldas.
— No parece — negó comenzando a vestirse — Es que no me cae bien.
— Pero, ¿por qué?
— No es de tu incumbencia — contestó cortante acabando de ponerse la camisa — Ya estoy vestido.
— Sí que es de mi incumbencia porque él es un gran hombre que no te ha hecho nada — articuló notablemente cabreada acercándose amenazadoramente a él.
— Porque sea tu ligue no significa que sea un buen hombre — respondió cabreado plantándole cara.
— Entonces sí que estás celoso al parecer — observó cruzándose de brazos — Por eso estás así, porque no te gusta que nadie se acerque a tus objetivos. Sabes, creí que eras buena persona y que la primera impresión fue errónea, que solo fingías, pero ya veo que me equivoqué — dijo disgustada.
El mago no respondió, no sabía como hacerlo. La había cagado, y encima parecía que Aoko sí que estaba atontada con ese tío como para defenderlo de esa manera. Iba a decir algo cuando alguien llamó a la puerta. Cuando la persona entró no se rió de la situación de milagro. Era el estúpido doctor.
— ¿Ocurre algo? Se escuchan gritos desde la tercera planta, y eso que estáis en la quinta — informó con una sonrisa amigable que a Kaito le dio arcadas.
— No es nada Ren — respondió Aoko escuchando a su espalda el gruñido de su jefe por haberle llamado por su nombre.
— Por vuestra cara dudo de tu respuesta — articuló el mayor tendiéndole a Kaito los papeles para que firmara el alta — Pero no soy quien para meterme. Fírmame los papeles y podéis iros.
Kaito, aún de mal humor, cogió los papeles y un bolígrafo con el que firmó rápidamente para entregárselo y que así se marchara.
— Espero que todo os vaya bien y no tener que veros por aquí en mucho tiempo — habló para después salir por la puerta.
La sala volvió a quedarse en completo silencio durante cinco minutos. Silencio roto por la mujer tras inspirar y expirar reiteradamente.
— Vámonos — ordenó abriendo la puerta — Usted primero, jefe.
Kaito suspiró y le hizo caso, en esos momentos era mejor no seguir cabreándola. Ya hablarían cuando las cosas se tranquilizaran. Total, tampoco había prisa.
— Tienes que entrar al baño conmigo, tengo que disfrazarte — le dijo caminando hacia los baños públicos del hospital.
El ilusionista asintió y la siguió sin queja alguna.
Gracias a las técnicas de maquillaje que le había enseñado la suegra de Ran pudo hacer un poco en cuanto al rostro. Kaito acabó con un color tan pálido de piel que pasaba fácilmente por un enfermo, pecas estaban dispersadas por las mejillas y frente, por otra parte había un lunar en su barbilla. Sus ojos ahora eran de un marrón tirando a negro gracias a las lentillas de color. Sus labios ahora blanquecinos y su cabello albino. La verdad es que nadie se imaginaría que ese hombre era el tan famoso mago Kuroba. Lo único que no le hacía chiste era el color poco inusual del cabello. Para acabar, hay que aclarar que ya no parecía un hombre, sino una mujer, después de todo no tenía sentido que un hombre saliera del baño de chicas. El mago estaba acostumbrado a hacerse pasar por mujeres, así que no fue fácil acentuar el aspecto femenino.
Por su parte, Aoko también se disfrazó, su cabello ahora era azabache y su piel más oscura mientras que sus ojos mantenían su color azul zafiro. Tampoco había hecho muchos cambios, solo los necesarios para no ser notada, al menos a primera vista.
Al acabar ambos se miraron en los espejos, asegurándose de que no había ningún detalle fuera de lugar. Tras la comprobación ambos salieron del hospital, asegurándose la guardaespaldas de que nadie les siguiera o notara.
Al fin estaban a salvo, o al menos eso creían.
— ¿Este es el lugar? — preguntó el hombre observando el lugar que sería su hogar durante quien sabe cuanto tiempo, deseando que todo fuera una broma de Aoko para vengarse de él.
Eran apartamentos que se encontraban a las afueras de la ciudad. La pintura estaba caída, dejando ver los ladrillos que formaban la estructura salvo en los lugares llenos de graffitis. Dejando eso de lado, era obvio que aquel lugar había sido fruto de investigaciones policiales. Había varias cintas de balizamiento y rastros de sangre en algunas zonas.
— Sí Kuroba. Aquí nadie te descubrirá — afirmó la chica dirigiéndose a la entrada de lugar, siendo seguida por un temeroso mago.
— Claro que no. Aquí acabaré muerto antes de que les dé tiempo — articuló con una sonrisa nerviosa.
La muchacha solo soltó un bufido como respuesta. Kaito, mientras tanto, intentaba convencerse de que el interior sería mejor que el exterior. Pero esas esperanzas se vieron truncadas cuando Aoko abrió la desgastada puerta de su apartamento.
Si allí no había una rata sería porque habría miles. El polvo ocupaba todo el lugar, con cada respiración conseguían levantar una oleada del mismo. Los muebles eran casi nulos, pues el piso solo contaba con una habitación con una sola cama y una pequeña mesita. A un lado también podía verse lo que parecía ser una cocina y una pequeña puerta que seguramente llevaría a un diminuto baño.
— ¿Puedo saber como has encontrado este lugar? — interrogó Kaito, ya incapaz de intentar buscar un lado positivo. El interior era incluso peor que el exterior.
— Contactos — contestó ella con simpleza revisando detalladamente el lugar — No puedes negarme el hecho de que nadie sospechará que el gran y rico mago Kaito Kuroba se pueda alojar en un lugar como este.
— En eso te doy la razón. Pero lamento decirte que no nos quedaremos mucho tiempo aquí. Esto es insalubre — declaró pasando un dedo por el colchón, que también estaba lleno de polvo.
— ¿Y que prefieres? — cuestionó hastiada — ¿Irte a un hotel con modelos para divertirte? — inquirió acercándose amenazadora a él — Si eso es lo que quieres adelante, mañana habrá pasado la semana. Me pagas y ya haces lo que quieras. Si quieres morir no harás que eso pese en mi conciencia.
— Prefiero ir a un lugar seguro donde tampoco peligre nuestra integridad — explicó tomándola bruscamente de los hombros para hacerla entrar en razón — Escúchame bien niña, porque no lo pienso repetir — avisó, obligándola a callar cuando intentó quejarse por la forma de dirigirse a ella — Soy consciente del peligro que corro, por eso te he hecho caso en todo, pero esto — dijo señalando la habitación — Es demasiado, para ti y para mí. Si quieres coger una enfermedad adelante, pero no pienso permitir que lo hagas mientras mi protección esté a tu cargo.
— Eres un maltito pijo que no aguanta nada — dijo la chica entre dientes, harta de la actitud millonaria del hombre. Ella misma había estado en lugares peores…— Te hechas atrás solo por un poco de polvo. No pensé que serías así.
— No es solo por el polvo — aseguró mirando hacia otro lado.
— Entonces, ¿por qué? — interrogó la joven cruzándose de brazos, un gesto que Kaito ya había notado que solía hacer mucho.
— Es por ti — contestó dejándose caer en la cama levantando un mar de polvo que los obligo a abrir la única ventana y sacar los dos la cabeza por esta — Este lugar no es el más adecuado para una mujer.
— Eso es machista — comentó ella aún tosiendo.
— Puede ser, pero la gente que hay aquí es igual.
— Sé defenderme sola — aseguró mirándole fijamente.
— Créeme que lo sé, pero prefiero que no corras riesgos — expresó devolviéndole la mirada.
— ¿Por qué? — interrogó extrañada de que él se preocupara por lo que a ella respectaba.
— Porque no pienso perder a nadie más — recitó recordando a su progenitor, muerto entre las llamas.
Aoko daleó la cabeza sin entender, pero prefirió no seguir con la conversación.
— Por eso, espero que entiendas mi postura y sigas protegiéndome hasta que sepamos quién y por qué está tras mi vida.
— Lo haré. Después de todo usted es el jefe, por lo tanto usted manda — comentó recibiendo una mirada algo triste del castaño por esa vuelta a la formalidad ahora que habían dado un paso hacia una especie de acuerdo mutuo.
El castaño suspiró para después alzar la cabeza, fingiendo indiferencia antes su tono — De acuerdo, entonces nos quedaremos aquí mientras buscamos una alternativa, pero, no saldremos de aquí sin el otro.
— Entendido — aceptó sacando de su bolsa unas sabanas de la cama — Por lo pronto debemos de salir y comprar algunos productos de limpieza y bastante comida para salir lo menos posible. En cuanto a nuestra nueva ubicación, preferiría un lugar desde donde podamos investigar para hacer de esta convivencia un periodo corto.
— Creo que tengo un lugar que podría valer, aunque podría ser algo más peligroso.
— ¿Dónde es?
— Es mi antigua casa — confesó llevándose las manos a la cabeza, desordenando su ya normal cabellera revuelta — Pero es una estupidez, seguro que es el primer lugar donde sospechan que vaya.
— Al contrario — negó la chica con una sonrisa ladina — Es tan obvio que podría funcionar. Dejaremos algunos días intermedios para que, si por si acaso nos están buscando les de tiempo de ir allí. En una semana abandonaremos este lugar. ¿De acuerdo?
— De acuerdo Nakamori — suspiró el castaño, aliviado de haber llegado al fin a una solución.
— Por el momento aprovecharemos este tiempo para analizar más a los sospechosos — dijo sacando de su bolsa una libreta donde tenía recogida la información que había logrado de las tres personas en cuestión, junto de otras personas cercanas al mago.
— ¿Sospechas de alguno? — interrogó curioso el mago, intentando leer la información de cada uno.
— Los tres son sospechosos, pero he de admitir que por los métodos que está usando es muy probable que sea una mujer — informó mirando la ficha de la única mujer que estaba entre los sospechosos — Pero nuestra única sospechosa mujer, Aki, tiene coartada. Actualmente está en Italia con un empresario japonés que conoció hace unos tres meses, y no se ha movido de allí.
— ¿Eso la retira de sospechosa? — preguntó confundido.
— No. Hay maneras de engañarnos para hacernos creer que está donde no está. De momento seguirá en la lista de sospechosos. Pero, es cierto que los dos hombres que te odian tienen más posibilidades de haber podido atentar contra ti. Pero cada ataque pertenecería a uno de ellos.
— ¿Qué quieres decir?
— Aoi no tiene coartada para la noche en que sabotearon tu coche, mientras que sí tiene para el día en que pusieron veneno en tu bebida ya que estuvo desde primeras horas de la mañana en una reunión de la que no salió hasta que tú ya estabas en el hospital. Hiro en la noche estuvo emborrachándose en un bar que frecuenta, pero durante ese día dice haber estado pasando la resaca, por lo que no hay nadie que compruebe que no se moviera de su casa — explicó la chica para después cerrar su blog de notas — Eso nos deja con la conclusión de que podría haber más de una persona detrás de ti.
— No tenía ya bastante con uno que ahora parece haber más — se lamentó el chico molestó con la situación.
— Eso no es todo — siguió la mujer, recibiendo un resoplido del ilusionista — Durante el tiempo en que estuviste en el hospital llegaron más cartas y mensajes a tu móvil.
— Creí que lo apagaste para que no pudieran localizarme.
— No lo apagué porque comenzaron a llegar mensajes uno tras otro. Los leí y después le di el móvil a Ran para que intentaran localizar al remitente, pero descubrieron que los mensajes eran mandados por un móvil antiguo, es por eso que todos los mensajes llegaban por SMS. El aparato sigue en su custodia y ella me envía una copia de todos los mensajes que te llegan.
— ¿Qué decían? Quiero que me digas lo que ponía en cada maldito mensaje y en cada carta — dijo con un tono autoritario que asustó levemente a Aoko.
— No sé si es buena idea que lo sepas…
— Quiero saberlo — repitió, esta vez más tranquilo — Por favor.
Aoko suspiró, sintiéndose derrotada — Hay muchas partes que no entiendo. Básicamente decían lo mismo que las que ya te habían mandado, sin embargo estas no estaban dirigidas a Kaito Kuroba, además, todas venían con regalos y con remitentes distintos.
— ¿A quién estaban dirigidas y qué traían? — cuestionó imaginándose lo peor.
— Muchas de ellas venían con símbolos relacionados a ti y rebajados, es decir, con insultos para ti y acompañadas de muñecos con similitudes a ti y sin cabeza, barajas de cartas rotas e incluso aves y conejos muertos — explicó sintiendo un escalofrío al recordar a esos pobres animales muertos. — Su remitente solía ser normalmente "el héroe caído".
— ¿Y las otras? — preguntó temeroso.
— Iban dirigidas a Toichi Kuroba — reveló dejando a Kaito mudo — Venían acompañadas de fotos tuyas y de tu padre en los periódicos, todas estás estaban tachadas o rotas. Y el remitente era Ares.
— El Dios de la guerra — dijo Kaito, no sabía que relación tenía eso con alguno de sus rivales.
— Hay algo más — comentó la chica rascándose la nuca — Debajo de Ares ponía algo más.
— ¿El qué? — interrogó curioso, quizás esa sería la pista definitiva.
— "Snake desea verte" — recitó con los ojos cerrados para después abrirlos y ver como el rostro del joven estaba lleno de temor — Kuroba, ¿ocurre algo?
El hombre negó y sacó la cabeza por la ventana para tratar de tranquilizarse. Las cosas se estaban poniendo mal. Si realmente ellos estaban metidos en todo aquello las cosas cambiaban.
Respiró profundamente, recordándose que ponerse nervioso no serviría de nada. Por ahora era mejor seguir, como si esa carta no le hubiera afectado. Si Aoko no le había dicho nada más sería porque el contenido sería similar a otros. Lo que él no sabía es que ni la muchacha se había visto capaz de ver el contenido de las cartas tras ver que no venían solas, sino que traían con ellas algo más a parte de fotos de Kaito y Toichi, sino que también había de ella, unas fotos que podrían revelar su mentira.
Adelanto
— Escúchame Nakamori, estoy pensando en que me gustaría finalizar el contrato.
— Por favor, lléveme al Blue Parrot.
— Eso quiere decir que es muy probable que la organización esté detrás de todo.
— Joven amo, de momento ocúltese de todos.
