Privet!
Feliz Navidad!
Aquí estoy de vuelta con el cuarto capítulo, al fin.
Desde septiembre he estado en un no parar, es por ello que no he podido actualizar antes. He respondido ya a todos los reviews, pero os vuelvo a dar las gracias por seguir leyendo y comentando.
Espero seguir contando con vuestros comentarios y que os guste este capítulo.
Dislaimer: Los personajes de Magic Kaito y Detective Conan pertenecen a Gosho Aoyama, yo solo me limito a crear historias, que en cierto modo si me pertenecen a mí.
Capítulo 4 – Cambio de planes
Kaito Kuroba nunca se había considerado una mala persona, es más, nunca se había considerado nada, eran las personas a su alrededor las que los clasificaban, aunque no fuera nada de lo que dijeran.
Desde pequeño decían que el pequeño Kuroba era un niño risueño y llamativo debido a sus trucos de magia. Kaito, al ser tan pequeño no entendía nada, pero si sus padres sonreían cada vez que se lo decían para él estaba bien.
A los diez las opiniones de la gente para él cambiaron. Tras la traumática muerte de su padre lo comenzaron a definir como frívolo y desagradable. En esos momentos no le importó, tampoco hizo para entenderlo. Pero, al cabo de los años, ya con conocimiento no pudo evitar sentir rencor por esas personas. Era un niño que acababa de perder a su padre, ¿cómo iba a tener ganas de hablar? En ese momento dejó la magia, no tenía fuerzas para seguir.
Con catorce años ya era clasificado como mujeriego debido a la gran cantidad de compañía femenina que estaba en su círculo. De nuevo, se equivocaron. Aquellas mujeres eran amigas que había hecho a lo largo de los años, si bien no tan íntimas, pero si lo suficiente para saludarlas cuando las veía. Al principio intentó negarlo, pero unos meses después se rindió y dejó que lo vieran como quisieran.
Cuando tuvo diecisiete su madre se marchó al extranjero en busca de aventuras. No estaba tranquila de dejar a su hijo solo, pero era necesario que consiguiera salir adelante y volviera a hacer magia. Ese mismo año el menor se enteró del secreto más oscuro de su padre quien, en su pasado encarnó al ladrón fantasma Kaito Kid y él, al saberlo siguió su ejemplo y se convirtió en el famoso ladrón.
A los dieciocho conoció a dos nuevos locos, la bruja Akako Koizumi y el detective inglés Saguru Hakuba, ambos en diferentes momentos. La bruja, al principio estaba obsesionada con él por ser un hombre inconquistable para ella, mientras el otro llegó nueve meses después e iba tras su pista como Kid. Ese año, además supo la verdad de la muerte de su padre, llevada a cabo por una organización oscura, cuyo único miembro conocido para él fue Snake. Buscaban una joya a la que llamaban Pandora y desde ese momento comenzó su búsqueda de la piedra. También volvió a cogerle el cariño a la magia y se dio cuenta al fin de que ser mago no sería una traición a su padre, sino una forma de seguir su legado.
Le tomó tres años encontrar la maldita joya y destruirla. Un año después de esa acción se volvió un mago profesional y comenzó diferentes giras por el mundo, pero finalmente se asentó en su país natal, Japón tras ver mucho mundo.
No volvió a escuchar sobre Snake ni esos hombres. Sabía que seguían existiendo pero tras cumplir su propósito prefirió alejarse y no meterse en problemas. Sin embargo, la pesadilla no había acabado, ahora otra vez se veía presa del fantasma del pasado, ese ladrón que quiso olvidar.
— ¿Te ocurre algo Kuroba? — interrogó la mujer sacándolo de sus pensamientos — Ya tengo puesto el pijama, así que puedes girarte. Mañana será un día largo, así que sería mejor que duermas.
— Entiendo Nakamori — aceptó sacando la cabeza de la ventana. Era verdad que hacía un rato que había anochecido, pero él no se había dado ni cuenta, debido a la gravedad de su situación — ¿Cómo dormiremos? — interrogó al volver a entrar a la habitación y ver la única cama.
— Yo dormiré en el suelo, tu tienes la cama — informó con simpleza la castaña tomando una de las mantas gordas para ponerla en el suelo.
— Ni de coña — se negó el mayor tomándola del brazo para quitarle la manta — Yo estaré en el suelo, tú tienes la cama.
— No intentes hacerte el caballero ahora, no cuela — le comentó mirándolo con hastío — Yo duermo en el suelo, no me discutas.
— Mira, que tú y yo no nos llevemos bien no es novedad, pero aunque no fueras tú no pienso permitir que una mujer duerma en el suelo mientras yo lo hago en una cama. Mucho menos en un suelo como este — explicó alzando levemente la voz, estaba hartándose de la cabezonería de la mujer — O duermes en la cama o dormimos los dos en el suelo.
— No te darás por vencido, ¿verdad? — interrogó masajeándose la sien — Mira, hagamos algo. Dormimos los dos en la cama. Es bastante grande, ponemos la almohada en medio y punto — decidió, comenzando a poner el objeto en el centro y encogiéndose en su parte de la cama.
— E-Esta bien — aceptó aún sin creerse la idea de la muchacha. Si no lo propuso él fue porque estaba seguro de que le caería más odio por su parte.
Se tumbó en el lado izquierdo mientras la castaña permanecía en el derecho. Pasaron minutos, horas…No podía dormir, tenía todavía las cartas amenazadoras en la cabeza. Levantó el tronco y suspiró. Miró hacia el otro lado de la cama para ver a Aoko profundamente dormida. La observó fijamente. Dormida parecía un ángel, aunque despierta dictaba mucho del modelo de ángel que tenía en mente. Suspiró cansado y volvió a tumbarse. Tenía sueño, pero era incapaz de cerrar los ojos sin recordar el rostro de aquel hombre al que llamaban Snake.
Se pasó la noche sin dormir, recordando el asesinato de su padre y sus aventuras como Kid. A las personas que lo criticaron, y que aún hoy, a pesar de no conocerlo, lo trataban como si lo hicieran.
En cuanto la luz solar comenzó a entrar por la ventana se levantó de un salto y comenzó a hacer algunos estiramientos, todo para intentar olvidarse de su vida, aunque fuera por unos instantes.
— ¿Qué demonios estás haciendo? — cuestionó tiempo después una voz algo irritada, perteneciente a la ojiazul.
— Estiro — contestó con simpleza el mayor siguiendo con los ejercicios — No podía dormir, por lo que opté por esto.
— Podías haberme despertado, nos hubiéramos puesto en marcha y ya — comentó la chica ocultando un bostezo.
— Parecías muy relajada, así que decidí no despertarte — confesó el mago.
— Gracias, supongo — agradeció, pidiéndole con un gesto que se diera la vuelta mientras se cambiaba.
A pesar de tener un baño, era demasiado insalubre por ello desde el día anterior habían decidido no usarlo a menos de ser completamente necesario.
Cuando ambos ya estaban vestidos — o mejor dicho disfrazados — salieron de aquel lugar. Kaito iba pendiente a todo aquel que pasara cerca de ellos. Tenía miedo por su compañera por las miradas que les dirigían, por lo menos hasta que se acordó que él también estaba vestido de mujer.
Cuando al fin salieron de la zona peligrosa tomaron un taxi para ir al centro. Aoko quería ir a la central de policía para conseguir información sobre los sospechosos. Kaito se sentía tranquilo debido a que la muchacha no podría descubrir nada sobre Snake. Eso le daba tranquilidad. Ya lo único que debía de hacer era acabar con aquella relación laboral. Aunque la organización no estuviera tras los ataques, era más que obvio que podría acabar muerta solo por tener contacto con él.
La castaña lo miraba, sumido en sus pensamientos disfrazado con aquella peluca albina y lentillas oscuras. Ya no había hecho falta poner tanto maquillaje para convertirlo en una mujer de aspecto frágil. Tampoco tenía ya tantas pecas ni aquel lunar, la verdad es que le había dado pereza reproducir el mismo rostro que le costó dos horas crear el día anterior.
Miró hacia otro lado, fuera a ser que se diera cuenta de que ella lo estaba mirando y se ganara otras de sus típicas bromas poco inocentes que escondían intenciones nada ocultas.
La verdad era que la ojiazul no se esperaba eso de alguien que tenía ganado el cariño de Akako y Fumie. Dudaba muchos que esas mujeres se hubieran encariñado de un hombre mujeriego que parecía no guardar mucho respeto por las mujeres. Era sin duda extraño, pero quizás, realmente si que había demasiadas cosas que aún no sabía del hombre situado a su izquierda.
— Nakamori — la llamó el ilusionista cuando aún tenía la vista fija en el exterior — Siento lo de ayer.
La menor se quedó sin palabras ante la disculpa del contrario, algo que era poco común en él por lo que había visto en la semana que había estado con él — N-No pasa nada.
— Escúchame Nakamori, estoy pensando en que me gustaría finalizar el contrato — le dijo de pronto, sorprendiendo a la castaña — Tendrás la cantidad que te hubieras llevado trabajando un año.
— No acepto el despido — articuló la mujer ofendida por la última frase del castaño — Ya no es cuestión de dinero. Lo que está a juego aquí es mi orgullo.
— Me da igual que no lo aceptes. Estás despedida y estoy respetando las normas del contrato, no tienes forma de rechazarlo — le recordó sin mirarla.
— Sigues en peligro — murmuró tocándole el hombro, intentando que la mirara para así entender a que se debía esa nueva actitud.
— Me da igual, si alguien quiere matarme que lo intente. Él acabará muerto antes que yo — confesó desinteresado.
— Muy bien — aceptó soltándolo para después dirigirse al taxista — Por favor, pare en el próximo paso de peatones, que me bajo.
— Entendido señorita — contestó educadamente el hombre que parecía rondar los cincuenta.
— Que te cuide tu ego — recitó la chica con desprecio como forma de despedida cuando salió del coche.
El ilusionista, cuando el coche se volvió a poner en marcha respiró profundamente recostándose en el asiento. Al fin había conseguido quitar a la ojiazul del medio. Le entristecía de cierto modo acabar así con ella, pero no podía permitir que nadie saliera herido.
— Por favor, lléveme al Blue Parrot — pidió el joven cuando el conductor se volvió a poner en marcha.
Durante el trayecto se dedicó a rememorar sus momentos con la castaña. Tenía que admitir que esa mujer tenía carácter, y que carácter. Sonrió rememorando sus respuestas para todas las insinuaciones que él hacía. Seguramente la castaña no le habría cogido ni cariño, justo lo que él buscaba, pero en cierto modo le daba pena no haber podido llegar a tener una buena relación con ella.
Al llegar a su destino pagó al taxista la elevada suma por el recorrido sin pestañear, algo que sorprendió al hombre quien también recibió algo de propina. Le sonrió al joven y se despidió.
El ahora albino entró al desierto bar. A esas horas Jii debía de estar preparando todo para abrir en la noche. Al principio ese lugar solía estar abierto casi las veinticuatro horas, pero cuando su éxito subió su ayudante decidió abrir solo por la noche, siempre y cuando su joven maestro no tuviera actuación o robo cuando aún era Kid.
Al entrar pudo ver a su amigo tras la barra lavando los vasos. Se acercó a la barra y se sentó en uno de los taburetes ante la vista sorprendida de Jii.
— Perdone señorita, pero el bar no abre hasta la noche — informó el anciano con educación.
— Por favor Jii, ¿enserio no me reconoces? — inquirió divertido el menor quitándose la peluca albina.
— J-Joven Kaito — nombró el de cabello blanco con los ojos abiertos como plato — ¿Qué hace así vestido?
— Es una larga historia — respondió recostándose en la barra — De momento eso es lo menos importante. Solo te diré que tiene que ver con las cartas amenazadoras. Creo que ya te conté casi todo por teléfono.
— Así es. Me contó que la señorita Akako le había puesto un guardaespaldas y que esta, tras varios ataques había preferido que se anularan sus shows — relató lo que le contó hace escasos tres días.
— Efectivamente. Ayer salí del hospital y ella me llevó a un lugar que clasificaba como seguro — comentó con una gota en la sien solo por recordar ese lugar — El tema es que al llegar al lugar me explicó que los mensajes habían seguido llegando y uno de ellos venía en nombre de Ares. En esa también había una posdata que involucraba a Snake.
— Eso quiere decir que es muy probable que la organización esté detrás de todo — dedujo el ayudante dejando de lado los vasos que hacía minutos estaba fregando.
— Sé que no están detrás de todo, pero tienen algo que ver en todo esto — explicó el mago irguiéndose — Deben seguir muy cabreados por lo de Pandora.
— Entiendo. ¿Qué planea hacer joven amo? — interrogó interesado el mayor — Sabe que me tiene para lo que necesite.
— Lo sé, y gracias Jii — agradeció el castaño con una sonrisa — De momento me gustaría que prepararas una nueva y última aparición de Kid. Debo lograr atraerlos sin herir a nadie.
— Entiendo, haré inmediatamente los preparativos — aceptó saliendo de la barra para dirigirse a una de las mesas de billar — Necesitará nuevos artilugios, ¿verdad?
Inmediatamente tocó un botón oculto en la madera. La mesa se convirtió de nuevo en ese lugar donde en su adolescencia pasaba ratos y ratos probando los diferentes artefactos. La superficie verde se dio la vuelta dejando ver aparatos que Kaito jamás había visto durante sus robos.
— ¿Qué es todo esto Jii?
— A pesar de que el trabajo de Kid finalizó pensé que quizás algún día pasaría algo, por ello seguí creando nuevos artefactos — explicó tomando al azar un objeto parecido a un bolígrafo — De momento esto le puede ser útil.
— ¿Qué es?
— Este es solo una alarma. Si necesita ayuda pulse el botón. También tiene GPS — detalló mostrándoselo.
— Entiendo, ¿tienes algo más? — preguntó con la ceja alzada ya sabiendo la respuesta.
— Este pendiente falso es una grabadora y un teléfono — definió enseñándole un círculo de color blanco que parecía de plástico, pero al tocarlo se sentía el tacto metálico.
— Perfecto — sonrió gatunamente — Así, aunque muera podré dejar pruebas de mi asesinato.
— No sea tan pesimista joven amo — suplicó el anciano con una gota cayéndole por la frente, para después tomar otro aparato de la mesa — Por último la corbata de Kid lleva una cámara oculta. No podía poner la grabadora y la cámara en conjunto, por ello lo he hecho por separado. Ambas se activan con la voz. Solo debe decir "Kid no morirá". También le hecho una pulsera para su día a día.
— Que concreto, ¿no? — cuestionó extrañado por la clave.
— No debe de ser algo que se note mucho, por eso lo hice así. Su objetivo era solo la organización, por eso pensé que serviría.
— No, si la idea es buena — confesó tomando todo los artefactos y poniéndoselos con la ayuda de Jii. Todo tenía un aire a Kid, puesto que todo era de un tono blanco salvo la corbata que solo utilizaría con su traje de ladrón. La pulsera, por el contrario era negra y parecía hecha de hilo con un dije con su nombre en color plata en el medio, donde seguramente estaría la cámara.
— Joven amo, de momento ocúltese de todos. Le contactare mediante el pendiente cuando tenga información, hasta entonces cuídese y no se deje ver — ordenó ocultando todos los artilugios — En esto su guardaespaldas le será útil.
— La he despedido — dijo el menor ante la confianza del mayor, que se quedó extrañado.
— No preguntaré el por qué, porque ya lo imagino. La seguridad lo primero — recitó el anciano volviendo a la barra — De momento será mejor que se vaya, el que esté mucho tiempo aquí puede hacer sospechar, más cuando esto sigue cerrado.
— Tienes razón Jii — aceptó el ilusionista volviendo a ponerse la peluca — Iré a dar una vuelta, debo comprar ciertas cosas para ocultarme.
— Una cosa joven amo, ¿por qué no se va a vivir a su antigua casa? — cuestionó dándole un papel de anuncio — La puse en alquiler como me pidió, pero nadie ha llamado. Podemos fingir un teatrillo para hacer ver que usted la ha alquilado. La organización es lista, pero en eso incluye que no creerá capaz de vivir en su propia casa.
— Es una muy buena idea Jii — aseguró el joven con una sonrisa — Mañana me mudó allí.
— Le esperaré a las 10:00 — informó el de cabello blanco, despidiéndose del joven con la mano.
Adiós Jii.
Con esa despedida y un nuevo plan en mente, Kuroba se fue al centro de la ciudad para proveerse de todo lo que necesitaría para seguir interpretando ese papel de mujer. Compró ropa, accesorios, maquillaje y demás para hacer su disfraz incluso más creíble. Durante ese tiempo también pensó en su alter ego, que muy pronto volvería a entrar en acción. Recordó al inspector Nakamori, aquel hombre que había hecho su vida imposible por tanto tiempo. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo: Aoko tenía el mismo apellido. Ahora entendía porque aquel nombre le sonaba. Sin embargo, nunca supo sobre una hija del inspector, así que sería solo una coincidencia.
Cuando acabó comenzó a dar un paseo. Dejó las compras en una taquilla del metro y se dirigió a aquel barrio donde residía desde el día anterior y cuya estancia finalizaría esa noche. Las miradas, como de costumbre no eran nada alentadoras. Sin embargo, por si las moscas también había comprado una navaja, por si las moscas.
Subió las escaleras y entró a su actual vivienda dando un suspiro de alivio cuando la puerta estaba cerrada a sus espaldas. Se acercó a la cama y se dejó caer cansado, quedándose dormido al instante, sin saber que había sombras acechándolo.
Despertó al día siguiente, dos horas antes de la hora que acordó para reunirse con Jii. Entró al baño para mejorar su maquillaje frente al espejo, puesto que una parte de este se había caído debido a su forma de dormir.
Volvió a la habitación y recogió lo poco que había llevado al lugar así como también dejó el lugar tal y como lo encontró, aunque eso tampoco era muy difícil. Mientras hacía esto último pudo notar como había un papel sobre la almohada, algo que no estaba cuando se levantó.
Con cuidado fue primero a tomar una mascarilla que Aoko le ordenó llevar por si las mocas. Tras esto, cogió la hoja para leer tres palabras que le dejaron helado:
"Te tenemos Kid"
Tras verlo abrió los ojos sorprendido y miró para todas las direcciones. Temblando salió del lugar todo lo rápido que podía.
La organización lo había descubierto.
