CAPÍTULO 2

Lisa seguía sujetando con todas sus fuerzas a ese cuerpo semidesnudo. Todavía no salía de su sorpresa pues su mente estaba llena de preguntas sin responder. «¿Cómo es posible que estés aquí? ¿En realidad eres tú? ¿Cómo llegaste aquí? Si esto es un sueño, se siente tan real… Sí, tan real como el golpe que me llevé en mi espalda y mi cabeza, que aún me duele y no deja de dar vueltas…» pensaba la bella capitana.

Como pudo, se reincorporó, tratando de zafarse del peso del cuerpo que tenía encima. Lentamente arrastró su cuerpo para lograr salir y poder ponerse de pie. Aún le parecía increíble que eso estuviera sucediendo. Intentó levantar el cuerpo del joven pero no tuvo éxito pues el peso era mayor al que podía soportar, además de que el chico no cooperaba porque estaba completamente dormido. Lo único que pudo hacer fue poner al joven boca arriba.

Lisa fue a su dormitorio por una sábana, la enrolló y la pasó por la espalda del joven y los extremos los colocó entre el torso y los brazos de él, para tratar de jalarlo hacia la recámara. «Espero que esto funcione, no sé qué otra cosa hacer» decía Lisa para sí, mientras lloraba copiosamente.

Con la vista nublada por las abundantes lágrimas, ella comenzó a jalar de la sábana sin lograr mover al chico.

–¡Ánimo, Lisa! ¡Tú puedes! ¡Tira con fuerza! –habló la capitana para ella misma–. ¡Vamos! –dijo tirando con fuerza.

Poco a poco, logró mover al atractivo joven hasta que lo llevó a la recámara. Ella se subió a la cama y desde ahí dio un tirón con todas sus fuerzas, logrando colocar la mitad del cuerpo del chico sobre la cama. Tal fue la fuerza que empleó Lisa en este último jalón, que se cayó en la cama.

–¡Menos mal que caí en el colchón! –dijo con cansancio–. Bien, ahora a subir sus piernas y ¡listo!

Subió las piernas del chico y finalmente todo su cuerpo estuvo en la cama. Ella lo acomodó lo más que pudo, lo tapó con un cobertor calientito y subió la temperatura de la calefacción de la casa.

–¡Estoy exhausta! Creo que hice más fuerza de la que mi cuerpo podría soportar… Aunque por ti lo haría una y otra vez, sin importar mi cansancio… –dijo Lisa dirigiéndose al otro extremo de la cama para recostarse un poco sin perder el contacto visual con el huésped sorpresa que yacía plácidamente.

Recostada al lado de él, Lisa observaba el hermoso rostro del que había sido el amor de su vida. «Pero… ¿cómo es posible que estés aquí? Por años te creí muerto y regresas ahora cuando pensé que el duelo por ti había terminado… Me alegra… tenerte… aquí… conmigo…» pensaba ella mientras poco a poco sus párpados fueron cerrándose, quedándose dormida, vencida por el cansancio y el impacto emocional de esa noche.

Perdió la noción del tiempo. Se despertó un poco desorientada, adormilada y cuando por fin pudo abrir sus ojos y enfocar bien, descubrió que unos hermosos ojos azules estaban observándola. El chico al que pertenecían esos ojos le sonreía tiernamente. Lisa sonrió por inercia y le acarició el rostro.

–No es un sueño, ¿verdad? –dijo ella posando su mano sobre la mejilla del joven–. Es… realidad. Estás aquí.

El chico no emitió respuesta alguna, solo se limitaba a verla y a sonreírle, como si estuviera en trance.

–Eres real –dijo Lisa.

El muchacho cerró sus párpados una vez, como si esa fuera su respuesta.

–¿Sabes quién soy? –preguntó ella.

Él volvió a cerrar sus párpados y su sonrisa se hizo mayor.

–¿Puedes hablar? –dijo Lisa, obteniendo nada como respuesta, solo la mirada del chico.

–¿Sabes quién eres? –preguntó ella.

Él volvió a cerrar sus párpados.

–No sé qué pasa ni tampoco sé cómo es que llegaste aquí. Al parecer no puedes hablar… ¿Puedes moverte? –seguía diciendo Lisa.

Y así continuó la conversación, hasta que el sueño comenzó a vencerlos a ambos. Lisa entrelazó su mano con la de él, obteniendo una mirada amorosa de esos cristalinos ojos azules y quedándose los dos profundamente dormidos.

Muy temprano por la mañana, Lisa habló a la base.

–Capitana Grant –contestaron del otro lado de la línea.

–¡Claudia! –dijo Lisa.

–¡Lisa! ¿Qué pasa? Conociéndote, ya deberías estar en la base, siempre llegas muy temprano, sin importar las inclemencias del clima.

–Claudia, por favor, necesito que me cubras por el día de hoy. No iré a la base.

–¿Sucede algo?

–No… sí… bueno… yo… –contestó Lisa con nerviosismo.

–Amiga, ¿estás bien? ¿Qué pasa? –preguntó Claudia con preocupación.

–Sí, estoy bien, pero no puedo contártelo por teléfono.

–¿Tan delicado es?

–Sí… mucho… –respondió Lisa–. Por favor, cúbreme hoy y para mañana, tramita los días de permiso que el Almirante Gloval me ha estado ofreciendo durante estos años y de ser posible, también pide mis vacaciones… acumuladas…

–¿Permiso, vacaciones? ¿Es en serio?

–Sí, Claudia, las necesito más que nunca. Por lo menos, tramita los días de permiso. Las vacaciones las solicitaré personalmente porque necesito ir a la base y hablar con el Almirante.

–Me estás preocupando, amiga.

–Sí… bueno… no sé qué decirte… Ven a la casa cuando termine tu turno y platicamos.

–Está bien, Lisa. Ahí estaré. Nos vemos por la tarde.

–¡Claudia, espera! –dijo Lisa aumentando el volumen de su voz.

–¿Sí?

–¿Roy está próximo a salir de su turno?

–Sí, su turno termina en una hora.

–¿Podrías decirle que venga a la casa? Necesito su ayuda.

–Yo le digo, Lisa, pero me preocupas, ¿en verdad está todo bien?

–Bueno, no hay nada de qué preocuparse, sino más bien, de ocuparse. No te puedo contar por aquí, de veras.

–Entiendo, Lisa. Te apoyo con todo lo que yo pueda. Enseguida tramitaré tu permiso.

–Gracias, Claudia. Cambio y fuera.

–Cambio y fuera.

Lisa se arregló rápidamente y verificó que su huésped aún dormía. Ella se fue a la cocina a preparar algo de desayunar. El delicioso olor de los hot cakes empezó a inundar las habitaciones de la casa y no pasó desapercibido por el muchacho que enseguida despertó, haciendo un intento por incorporarse, manoteó y tiró algunas fotos que Lisa tenía en su mesita de noche.

Al oír el ruido, Lisa se dirigió a la recámara.

–¡Buenos días! –dijo ella–. No te muevas, yo te ayudaré –añadió, tratando de levantarlo y dejarlo en una posición en la que él estuviera sentado.

Debido al peso del muchacho, ella sólo logró enderezarlo un poco.

–¿Tienes hambre? –preguntó ella, obteniendo un cerrar y abrir de ojos por parte del chico.

–¡Lo sabía! Voy a traerte algo de desayunar.

Se apresuró a traer unos hot cakes con jugo de naranja y le ofreció al chico, quien hizo el intento por comer pero no pudo pasar el alimento. «Qué raro, parece como si fuera un bebé… adulto y gigante…» pensó Lisa.

–Espera, traeré algo más… –dijo Lisa mientras se dirigía apresuradamente hacia la cocina.

Regresó con un pequeño vaso con leche, un plátano, una cuchara mediana y otra chiquita.

–Intentaremos de esta manera…

Lisa peló parte del plátano y comenzó a rasparlo con la cuchara pequeña, formando una especie de papilla y se la dio a probar al chico, quien aceptó muy bien esa cucharada. Así siguieron hasta que se terminó el plátano. Posteriormente, le dio leche a cucharadas, terminándose el pequeño vaso. El chico la veía satisfecho, agradecido y sobre todo, enamorado. Ella le dio un beso en la frente, indicándole que llevaría las cosas de regreso a la cocina y regresaría con él.

Una vez que regresó al dormitorio, Lisa le sonrió con amor.

–Se me hace increíble que estés aquí… conmigo… otra vez… –dijo ella mientras sus ojos se llenaban de lágrimas–. No debo llorar, sino estar feliz –añadió–. Pero me es inevitable, lloro de felicidad.

Él solo la veía y le sonreía.

–Es como si la vida me está dando una segunda oportunidad, como si nos volviera a reunir para que finalmente podamos estar juntos… –le decía ella al chico–. Solo que regresas en unas condiciones tan extrañas, es como si fueras un bebé… Quizás es porque tenemos que aprovechar esta oportunidad y aprender a vivir porque habíamos dejado muchas cosas de lado…

El muchacho la veía con tal intensidad, hasta que poco a poco, sus ojos comenzaron a cerrarse, presas del cansancio originado por el esfuerzo que hizo por comer algo.

Haciendo otro esfuerzo, Lisa lo recostó y lo volvió a arropar. Le sonrió y le dio un beso en la mejilla. El chico dormía apaciblemente.

Momentos después, se oyó que alguien tocó a la puerta. Lisa salió intempestivamente de la recámara, dejando la puerta abierta y se dirigió a abrir la puerta de su casa.

–¡Roy! ¡Qué bueno que estás aquí!

–¡Hola, Hayes! Solo a ti se te ocurre hacerme venir con este clima helado, después de una intensa nevada y una jornada de patrullaje nocturno –dijo Roy, entrando a la casa y abrazando a Lisa.

–No lo hubiera hecho si no fuera algo muy importante.

–¿Muy importante? –preguntó Roy mientras se quitaba su abrigo y lo colocaba en el perchero.

–Sí… verás… necesito tu ayuda… yo… bueno… este… no sé cómo decirlo.

–¿Qué pasa, Lisa? Soy como tu hermano, solo dilo y ya

–Roy, yo… necesito que me ayudes con… bueno, está en la recámara… –respondió ella en voz baja.

–¿En la recámara? –repitió Roy echando un vistazo porque la puerta estaba abierta.

–Sí…

–¡Lisa! No me digas qué… –Roy hizo una pausa–. Me da gusto por ti, ya era hora que retomaras tu vida sentimental…

–¿Qué estás diciendo, Roy?

–Deduzco que estás saliendo con alguien, pasaron la noche juntos y no precisamente contando cuentos. El chico se durmió y ahora no puedes moverlo. Por eso necesitas mi ayuda.

–No, Roy, no es así… –dijo Lisa mientras se dirigía a la habitación.

–¿Ah, no? Pues yo veo un cuerpo semidesnudo cubierto con un cobertor… Eso me hace sospechar muchas cosas.

–Pues no sospeches, pasa a la habitación y míralo.

–¿Cómo? ¿Que lo mire? ¿Quieres que vea a tu nueva conquista? ¿Lo conozco? ¿Es de la RDF?

–¡Roy, por favor! Las cosas no son así y te pido que hables bajo, haz de cuenta que está un bebé en casa –dijo Lisa entrando a su dormitorio.

–¡Oh, sí! Ahora le llamas bebé… Me da gusto verte enamorada… –dijo Roy deteniendo instantáneamente su conversación en cuanto entró a la recámara.

Las lágrimas comenzaron a inundar los ojos del capitán Focker, quien se quedó estupefacto cuando vio al chico que dormía en la habitación. Roy volteó a ver a Lisa como para confirmar si era cierto lo que estaba viendo. Llorosa, ella asintió con la cabeza.

–Hermano… –susurró el capitán –. Pensé que nunca más volvería a verte, viejo… –dijo Roy mientras se hincaba al borde de la cama, observando a su hermano pequeño y tomó su mano.

Lisa observaba la escena conmovida, sus ojos lloraban sin parar. Era como si las lágrimas que ella contuvo toda la noche, por fin salían de sus hermosos ojos verdes.

Roy se levantó de la cama y se dirigió a Lisa, le dio un abrazo y en silencio, lloraron juntos. Una vez que se tranquilizaron, hablaron en voz baja.

–¿Cómo es posible? ¿Cómo es que él está aquí contigo? –preguntó Roy.

–Anoche, justo cuando empezaba la tormenta de nieve, alguien tocó a la puerta, yo abrí y era él. Solo se dejó caer sobre mí y como pude, lo acosté en la cama –respondió Lisa.

–Pero… ¿cómo? ¿Es un clon?

–No lo sé, también tengo tantas preguntas… No sé cómo proceder.

–Lisa, yo te apoyo en lo que necesites. En cuanto le diga a Claudia, ella seguro también te apoyará.

–Bueno, ella me va a cubrir hoy y va a pedir unos días de permiso para mí…

–Mi esposa hermosa y yo, siempre te apoyaremos. Los apoyaremos.

–Sé que debo decírselo al Almirante, pero quiero ir en persona. A Claudia no le he dicho nada porque no quiero comentarlo por teléfono.

–Haces bien. Si alguna tercera persona se entera, causaría un revuelo. Ya imagino a la prensa y a todos detrás de mi hermano.

–También quiero que el profesor Lang revise el estado de salud de Rick y le haga las pruebas pertinentes para saber si es él o un clon o qué sé yo… Si se supone que lo velamos y su cuerpo lo conservamos hasta poder enterrarlo en la Tierra.

–Sí, Lisa, todo está muy extraño. ¿No viste nada más?

–No, nada. Ni siquiera pude asomarme porque la puerta se cerró y Rick caía sobre mí.

–Bueno, ¿y ahorita? ¿Necesitas algo?

–Sí, necesito que lo cuides un momento –respondió Lisa.

–Hecho, Lisa.

–Tengo que ir al supermercado a comprar papillas y pañales para adulto.

–¿Papilla y pañales para adulto?

–Sí… Eso también está raro. Rick no habla… no consiente el alimento normal de adulto. Tuve que darle de comer un plátano en papilla.

–¿Cómo? ¿No puede comer? –preguntó Roy con sorpresa.

–No… y además, tampoco se puede sostener por su propio pie –respondió Lisa.

–¿No? –preguntó Roy más que sorprendido.

–No… y… tuvimos un accidente en el baño… para eso son los pañales.

–¿Qué les pasó?

–Rick tuvo ganas de ir al baño, lo llevé pero él casi no puede sostener su peso. Como pudimos, llegamos al retrete pero… bueno… le ganó y… ya te imaginarás… Como pude, lo bañé y después yo… y … fue una larga noche.

–Entiendo, Lisa. Cuenta conmigo en mi descanso. Y claro que lo llevaré al baño. ¿Tienes ropa? También puedo vestirlo.

–Muchas gracias, Roy. Es mucho peso para mí, moverlo, tratar de sentarlo, llevarlo al baño y eso que Rick es de complexión delgada. Me siento sorprendida, feliz y agotada.

–Sí, mi hermanito no es tan ligero como parece, tú bien sabes lo pesado que puede ser… y más por la tacnet –dijo Roy en tono de broma.

–Lo sé –respondió Lisa con una sonrisa.

–Yo también me siento feliz de verlo otra vez, aunque tengo cierta reserva porque no sabemos en realidad quién es. Si es él o un clon o un espía…

–Exacto, Roy. Yo igual tengo esas dudas rondando en mi cabeza –dijo Lisa haciendo una pausa –Pero…

–¿Pero?

–Si te das cuenta, en su pecho, tiene la cicatriz de la última cirugía que le hicieron. Yo pasé a verlo después de la cirugía porque el médico que lo operó dijo que podían ser sus últimos minutos de vida y…

Las lágrimas se apoderaron de Lisa, otra vez…

–Tranquila… –dijo Roy mientras la abrazaba–. Perder a Rick fue difícil para todos.

–Lo fue, lo es… ya ni sé cómo expresarme… El punto es que ví dónde estaban los vendajes que indicaban la cirugía, es en el mismo lugar donde tiene esa cicatriz… –dijo Lisa–. ¡Oh, Roy! ¡No sé qué está pasando! ¡Con todo esto, mi cabeza me da vueltas, hasta me siento mareada! –añadió mientras abrazaba fuertemente a su amigo.

–Lisa, yo también me siento muy confundido. Tenemos que hacernos fuerte entre nosotros y esto que está pasando no debe salir a la luz pública. Manejémonos con cautela hasta que lo comentes con el Almirante.

–De acuerdo…

Pasados unos minutos, ambos capitanes se tranquilizaron. Lisa se dirigió al supermercado de la colonia militar y compró lo que necesitaba. Al regresar a su casa, Lisa caminó a paso lento, para meditar. Dejó que los gélidos vientos tocaran su cara. Se sentían como pequeños alfileres congelados que recorrían sus mejillas. Se quitó el gorro de su abrigo, pensando que el viento despejaría también sus ideas. La cabeza le dolía un poco pues, a pesar de que en la noche anterior solo durmió unas horas, su mente no había dejado de trabajar. Siguió caminando lenta y cuidadosamente sobre la nieve. Lisa no quiso utilizar su vehículo militar sino que prefirió caminar. Le gustaba caminar y lo necesitaba, para reflexionar y aclarar sus pensamientos. Volvió a ponerse el gorro de su abrigo porque sentía que sus orejas se le congelaban.

Paso a paso, Lisa regresó a su casa, encontrándose con la novedad de que Roy ya le había puesto la ropa a Rick, quien seguía dormido.

–¿Pasó algo cuando yo no estuve? –preguntó Lisa.

–Nada, Lisa. Solo le puse ropa a este caballero. No era apropiado que lo vieras todos los días como Dios lo trajo al mundo –bromeó Roy–. Aunque sería un deleite para tus ojos.

–¡Roy! ¡Qué cosas dices! A veces eres tan pesado como… como… Rick –dijo Lisa, entristeciéndose.

–Hey, Hayes. Rick está aquí… No te pongas triste.

–¿En realidad es Rick?

–No lo sabemos…

–Roy, no me quiero encariñar con él, si no sé quién es verdaderamente. Tú, bueno, creo que todos, saben que amo y que amé a Rick…

–Lo sé. Todos lo sabíamos menos ustedes, que se negaban a aceptarlo por lo obstinados que son –dijo Roy–. Mira, Lisa, lo más recomendable es que cuanto antes vayas a la base a comentarlo con el Almirante y que Lang venga aquí a tomar las muestras de Rick.

–Sí, no podemos llevarlo a la base, imagina que alguien lo viera, causaría un revuelo tremendo –respondió Lisa.

Lisa se quedó unos minutos pensando en silencio.

–¿Qué sucede, Hayes?

–Me arreglaré e iré a la base, aprovechando que estás tú.

–Seguro, Lisa, yo cuidaré de Rick. Solo si me permites un cobertor, para quedarme en el mueble.

Lisa abrió sus ojos sorprendida.

–¡Discúlpame, Roy! Tú vienes saliendo de tu turno de patrullaje y yo pidiéndote que cuides a Rick… Mejor me quedo aquí para que tú te vayas a casa a descansar.

–Para nada, Lisa. Está bien que vayas a la base a comentarlo con el Almirante. Por mí no te preocupes, me recostaré en el mueble y ya sabes que los pilotos siempre estamos en alerta, al menor ruido me levantaré a ver a Rick.

–Está bien, Roy. Muchas gracias.

Lisa tomó su uniforme de su habitación y se dirigió a una segunda habitación que había adaptado como estudio. Ahí se cambió de ropa y se arregló para ir a la base. No quería hacerle ruido a Rick quien dormía profundamente.

Una vez en la base, Lisa fue a ver a Claudia, quien era la asistente directa del Almirante.

–Hola, Claudia –saludó Lisa sin protocolo.

–¡Lisa! ¿Qué haces aquí? ¿Está todo bien? –preguntó la bella capitana Grant.

–Sí…

–Cuéntame, ¿qué te pasa?

–No puedo contártelo aquí, tiene que ser en una zona segura, sin cámaras… y… bueno, no sé si podrías ir a la casa cuando termines tu turno.

–Seguro, ahí estaré.

–Roy también estará ahí.

–¿Seguirá en tu casa? Entonces tengo otro motivo más para ir, tengo que llevar a mi señor esposo a casa–dijo Claudia sonriendo y en tono de broma.

–¡Claro! El señor Grant se ha portado muy bien y me ha apoyado mucho… –respondió Lisa siguiendo la broma.

–Claudia… ¿El Almirante tendrá algunos minutos disponibles para mí? Tengo que hablar con él –preguntó Lisa.

–Justo acaba de llegar de una reunión, está en su oficina. Vamos –respondió Claudia.

Ambas capitanas llegaron a la oficina del Almirante, Claudia tocó a la puerta y le avisó que Lisa quería verlo para tratar un asunto delicado. El Almirante ordenó que pasara Lisa y Claudia hizo el intento por salirse de la oficina una vez que entró la capitana de cabello color miel.

–Claudia, ¿podrías quedarte también? –preguntó Lisa.

–Claro, yo solo quería darles privacidad –respondió Claudia.

–Es algo que tú también debes saber… –afirmó Lisa–. Almirante, buenos días, capitana Hayes, señor –dijo Lisa saludando militarmente.

–En descanso, capitana Hayes. Tomen asiento –respondió el Almirante.

–Señor, prefiero quedarme de pie… –dijo Lisa haciendo una pausa–. El motivo de mi visita es para comentarle que… que… Rick, es decir, el teniente Hunter, ascendido a capitán de manera póstuma… ha… vuelto.

–¡¿Cómo?! –preguntaron ambos militares sorprendidos.

–¿Ha vuelto? –cuestionó Claudia.

–Explíquese, capitana Hayes, porque no logro comprender… –dijo el Almirante.

Lisa les explicó cómo es que Rick se había aparecido intempestivamente en su casa, las condiciones en las cuales él llegó, que sus funciones motoras eran reducidas y que Roy se había quedado cuidándolo. También les mostró unas fotos que le había tomado cuando dormía.

El Almirante Gloval y la capitana Grant se habían quedado atónitos. Lo que Lisa les estaba contando parecía irreal y las fotos que les mostró eran increíbles.

–¿Cómo se explica eso, Lisa? –preguntó el Almirante.

–No lo sé, señor. Tampoco sé si verdaderamente es Rick, un clon o algún otro ser con su misma apariencia. Ya vimos que los Zentraedi tienen tanta tecnología que no sé si son ellos o alguna otra raza alienígena que volvieron a crear a Rick. Tengo tantas suposiciones pero ninguna cierta.

–Sí, puede haber varias teorías… Incluso quizás sea un robot con inteligencia artificial, no lo sabemos –dijo Claudia.

–Es por eso que quisiera que el doctor Lang examinara a Rick y le tome muestras para analizarlas en el laboratorio y saber si es humano, clon o qué tipo de ser es… ¿Me daría la autorización para que el doctor fuera a mi casa a hacerle los exámenes? –comentó Lisa–. Porque sacar a Rick de mi casa y que haya la posibilidad de que alguien lo viera, sería muy riesgoso, señor.

El Almirante estaba tranquilo, sentado en su escritorio y observaba a Lisa y se llevó la mano a su barbilla, mientras pensaba en la situación. Se puso de pie con lentitud, pues lo años ya se estaban cobrando la energía. Sacó su pipa y la encendió, como de costumbre, cuando se trataba de situaciones delicadas.

–Está bien, capitana Hayes. Estoy de acuerdo con usted de que el capitán Hunter no debe ser visto en lo que averiguamos quién es en realidad. También autorizo a que el doctor Lang vaya a su casa –respondió el Almirante.

–Gracias, señor –contestó Lisa.

–Claudia, apoye a Lisa en los trámites administrativos a que haya lugar. Que se maneje este asunto con estricta confidencialidad y por favor, diga al doctor Lang que venga a mi oficina –ordenó el Almirante–. Y Lisa, yo también quiero estar presente cuando Lang les entregue los resultados.

–Así será, señor –dijo Lisa, despidiéndose militarmente.

Sin embargo, Lisa se dio media vuelta y se dirigió al Almirante.

–Solicito permiso para hablar fuera de protocolo, señor –dijo Lisa.

–Concedido –respondió el sabio militar.

–Señor… –dijo Lisa mientras se apresuraba a abrazar al hombre que consideraba era su segundo padre–. No sé qué está pasando. Muchas gracias por su apoyo.

–Tranquila, Lisa. Debes estar en calma para que tu juicio no se nuble. Sé lo mucho que amaste a Rick y que quizás aún lo amas, pero también debes estar preparada para lo que Lang tenga que decirnos –respondió el Almirante pausadamente, mientras abrazaba cubridoramente a Lisa.

–Lo sé, señor. Muchas gracias –dijo Lisa, más tranquila, por lo que retiró su abrazo.

Una vez que el doctor Lang estuvo en la oficina del almirantazgo, le explicaron la situación y él enseguida se dirigió a su laboratorio para traer los instrumentos necesarios para tomar las muestras de Rick. Tomó su maletín que ya iba lleno con laminillas, cajas de Petri, agujas, tubos de ensayo, jeringas, hisopos, guantes, cubrebocas, lámpara de examinación, estetoscopio, etcétera.

Lisa y el doctor se dirigieron a la casa de la capitana. Una vez ahí, Lang se sorprendió de ver a Rick nuevamente. Se puso sus guantes y comenzó a hacer una revisión física.

–¡El parecido es increíble! –dijo el doctor.

–Lo es, doctor. Espero nos pueda decir si es él en realidad, una vez que lo haya examinado.

–Físicamente luce como humano. Tomaré muestras de su sangre, de su saliva, de las paredes bucales, llevaré un mechón de su cabello y los analizaré. También haré una comparación con el ADN que tenemos registrado del capitán Hunter, en nuestra base de datos.

–Sí, doctor –dijeron Lisa y Roy al unísono.

–Doctor, ¿cuándo cree que podrían estar listos los resultados? –preguntó Lisa.

–Trataré de que sea a la brevedad posible. Los aparatos mejorados con robotecnología nos permiten reducir tiempos considerablemente, sin embargo, los análisis los realizaré con mucha cautela y tendrá que ser por las noches, cuando casi no hay personal, pues como me explicaron, esto debe ser tratado con exclusiva confidencialidad.

–Así es, doctor –confirmó la capitana.

–Entonces yo les avisaría y vendría aquí con los resultados. También le avisaré a la capitana Grant y al Almirante Gloval para que ellos estén presentes –dijo el doctor Lang.

La espera había terminado. Finalmente llegó el momento de descubrir si ese muchacho que se había presentado en casa de Lisa, era verdaderamente Rick Hunter. El doctor Lang convocó a reunión a los interesados en casa de la capitana Hayes, quienes una vez ahí reunidos, estaban a la expectativa de conocer los resultados de los análisis del doctor.

–Bien, realicé un análisis minucioso de las muestras que tomé –dijo el doctor Lang, mientras sacaba sus hojas con los resultados–. Con base en la comparación del ADN registrado en nuestra base de datos y el ADN obtenido de este muchacho, aunado a los resultados obtenidos de análisis detallado de las muestras, se puede concluir que… –hizo una pausa–.

–¿Qué? –preguntó Lisa impaciente.

–Que…

Continuará…

Nota de autor.

Estimados lectores, hago entrega del siguiente capítulo de este fic, que me han pedido la continuación. Es un capítulo tranquilo que sirve como enlace para desencadenar la agilidad en la trama de la historia.

¿Qué les ha parecido? Ya se sabe que el chico misterioso que llegó a casa de Lisa tiene la apariencia de Rick Hunter. ¿Será él? ¿Será humano, clon o algún otro tipo de ser creado por alguna raza con tecnología superior? Me gustaría saber sus comentarios, pues es una de mis historias que tiene más ciencia ficción que las demás.

Últimamente no he estado constante en el mundo de los fics aunque siempre los recuerdo y los tengo pendientes. Poco a poco los iré actualizando, conforme lo permitan mis actividades personales. Si encuentran alguna incongruencia en este capítulo, se debe a que lo escribí y enseguida lo publiqué.

Un saludo especial para MaoNome y Fabiola Collao, cuyas palabras me han exhortado a hacer un esfuerzo y escribir el presente capítulo de esta historia.

También agradezco los comentarios de Anita, Ime, Mrs. Nurse, Aylin Morales721, Adena McGee, Triny10, David 04, Ivonne Galvn y los guests.

Les envío saludos y les deseo bienestar para ustedes y sus familias.

Misa.