¡Hola de nuevo después de más de medio año! Primero, lo siento mucho por la tardanza y no dejar huella de vida en los últimos meses, pero este año ha sido agotador a tal punto de que no he podido ni escribir ni ver series en mucho tiempo. También quiero disculparme porque estoy casi segura de que no he respondido algún comentario por mensaje, lo peor es que ya no se cuales si y cuales no. Entre que algunos eran anónimos y llegaban en momentos de mucho estrés pues...eso, lo siento.
Ahora, hasta más o menos mediados de julio no he podido ponerme a cien con mis cosas, sin embargo he tenido otro problema que me ha retrasado aún más, y es que gran parte de este capítulo se me borró hace algunos días. En sí se me borró toda la historia, pero con mucho tiempo y ganas de matar a mi ordenador por borrarme el documento pude encontrar la manera de recuperar al menos la mayor parte de la historia, entre ella una gran parte del capítulo, sin embargo me ha costado reescribir esa parte, y bueno, siento que el otro estaba mejor pero no soy capaz de reproducirlo a la perfección.
Otra cosa antes de dejaros leer tranquilos, como os fijasteis en el anterior capítulo no hubo avance ya que no tenía ese capítulo hecho como he tenido hasta ahora, y en este tampoco lo habrá, porque después de perderlo he decidido ir avanzándolos y publicándolos a la vez, así si mi ordenador vuelve a jugármela pues no me pondré tan de los nervios.
Con todo dicho y disculpándome de nuevo os dejo el capítulo. Y por cierto...¡Hoy hace dos años desde que empecé a publicarlo! Y llevo solo el prólogo y cinco capítulos...me tengo que poner las pilas pero vamos...
Dislaimer: Los personajes de MK/DC no me pertenecen, yo solo altero situaciones y las adapto a la historia que quiero crear.
Capítulo 5 – En peligro
Una mujer albina corría por los diferentes callejones, dejando descolocado a todo aquel que pasaba por su lado. Su huida se alargó por varios minutos, en los que más de una vez cayó al suelo, levantándose inmediatamente. Si moría se aseguraría de hacerlo solo, por ello siguió así hasta llegar a un descampado completamente desierto cercano a aquel barrio marginal donde se había hospedado. Se detuvo apoyándose en sus rodillas para recuperar la respiración. Se quitó la peluca y miró a su alrededor. Lo sabía, que ya no podía escapar de ellos sin que hubiera muertos, y él no pensaba dejar que las personas cercanas a él se vieran afectadas por su pecado.
En cinco minutos aparecieron tres hombres, todos vestidos de negro. Solo pudo reconocer al del medio, a Snake, su rival durante sus actos como Kid, así como también el rostro de sus pesadillas más oscuras. El hombre de siniestra sonrisa sacó un arma de su gabardina y le apuntó directo a la cabeza.
— Cuanto tiempo sin vernos, Kid — saludó el hombre acercándose a paso lento relamiéndose los labios al ver como su presa había caído en su trampa — Empezaba a extrañarte.
— Siento si rompo tus sentimientos, pero yo no tenía especiales ganas de verte. — articuló el ilusionista con una sonrisa socarrona — Nunca es agradable mirar tu horrenda cara.
— ¿Aún tienes sentido del humor en tu situación? — inquirió con una mueca de superioridad — Pensábamos dejarte una oportunidad de dejarte vivo, pero si no aguantas mi cara difícil lo tenemos — comentó agradando la sonrisa, dejando ver sus dientes amarillentos.
— ¿Cuál sería la oportunidad? ¿Unirme a la organización? — rió divertido — Que buena broma. Jamás me uniría a vosotros.
— ¿Ni siquiera para salvar vidas? — cuestionó el asesino divertido haciéndole un ademán con la cabeza al hombre de su izquierda, pero sin apartar la vista del muchacho.
El otro hombre de negro sacó dos imágenes de uno de sus bolsillos y las arrojó al suelo. Snake hizo un gesto con la mano, animando a Kaito ha acercarse a verlas. La sangre se le heló al ver cuatro fotos de las personas que habían sido cercanas a él en los últimos tiempos. Akako, Fumie, Jii y Aoko. Todas eran fotos realizadas en los últimos días. Las de las dos primeras en el hospital, la de su ayudante del día de ayer y la de su ex guardaespaldas parecía hecha en algún momento donde él no estaba con ella. quizás tras haberla despedido.
— ¿Qué tienen que ver estas personas? — interrogó haciéndose el tonto.
— Son cercanos a ti — le recordó con una mueca que parecía de felicidad al dejar al descubierto el talón de aquiles de aquel ladrón — Por ello, dudo mucho que con ellos en peligro de muerte rechaces nuestro ofrecimiento.
El castaño pareció meditarlo por unos breves momentos. No tenía muchas opciones. No le importaba morir, pero con ese giro las cosas cambiaban. Pero por otro lado, tampoco podía unirse a ellos, pues sabía que en cuanto ya no les fuera útil los matarían igualmente. Esa enrevesada situación dándole vueltas en la cabeza se vio interrumpida por un movimiento en unos arbustos cercanos que llamó la atención de los cuatro hombres.
— Meerkat, ve a mirar — ordenó a uno de sus subordinados, para después volver a mirar al ilusionista — ¿Y bien?
El mago se mordió el labio. El tal Meerkat volvió, haciéndole un gesto despreocupado a Snake. Kaito dedujo que no habría nadie cerca y que el ruido fue provocado por algún animalillo.
De pronto un silbido sonó y una bala dio en la pistola de Snake, lanzándola lejos. Snake miró con furia a los alrededores, a la vez que Kaito escuchó la voz de Jii en su cabeza.
— Joven maestro, salga de ahí. Esos dos hombres no llevan pistolas, solo cuchillos, aprovéchelo y corra — ordenó el anciano.
Kaito miró a los lados extrañados pero hizo caso a la orden y salió corriendo de nuevo ante los gritos furiosos de Snake sin pensar mucho en las consecuencias. No podía decidir, y tenía fe en Jii, tanto como para creer que si lo había hecho huir era porque tendría una buena idea entre manos.
Corrió y corrió siguiendo indicaciones que su ayudante le iba dando a través del pendiente. Fue entonces cuando agradeció mucho el trabajo que Jii había realizado a sus espaldas, pues sin ese esfuerzo estaría ahora en las garras de la organización.
— Joven amo, tiene un coche esperando en la siguiente calle. Súbase rápido, esa persona le traerá hasta mí — le informó el mayor.
— Entendido — respondió por primera vez, girando en un cruce dirigiéndose al lugar dicho por Jii.
Pudo distinguir fácilmente el coche, pues era el único vehículo que se encontraba estacionado en la vía, y además de un rojo muy llamativo. Con la mayor rapidez posible se montó en los asientos traseros, para después cerciorarse de que no los seguían, y que si lo hacían, al menos no habían visto su medio de escape. Era casi imposible que supieran que había contado con ayuda, lo que lo tranquilizó un poco. Viéndose a salvo se permitió al fin dar un suspiro al escuchar como el coche arrancaba para alejarlo aún más de aquellos malditos cuervos.
— No deberías aliviarte tan pronto, mago de pacotilla — avisó una voz femenina muy reconocida por él y que, a simple vista denotaba el enfado de su propietaria.
— Que yo sepa tú no deberías estar aquí — contraatacó el mago cruzándose de hombros recostado en su asiento, ocultando su evidente sorpresa, pues después de las palabras del día anterior y su mala relación le pareció increíble que esa mujer estuviera ahí para salvarle el pellejo, y encima poniendo su vida en juego.
— Si quieres te tiro a la calle para que esos hombres te peguen un par de tiros, haber si así dejas ese maldito orgullo tuyo — amenazó la chica mirándolo por el espejo — Primero apareces ante mi como si fueras un macho alfa que no puede vivir sin acosar a una mujer, después me dejas ver a un hombre más amable y tranquilo que hacía ver que la anterior personalidad era un muro para protegerte, pero cuando por fin comienzo a creer que hay algo bueno detrás de esa cara de chulo y prepotente comienzas a meterte en mi vida al ver que hablo con otras personas. Después de eso traicionas la norma que existe para que mi trabajo funcione, me mientes sobre la información que conoces e inmediatamente decides despedirme. Todo eso para qué, ¿para dejarte morir? Si es así vas por muy buen camino — dijo sarcástica mientras metía la tercera marcha para coger más velocidad.
— Tú no sabes nada — masculló el castaño revolviéndose el cabello con fuerza y en cierto modo cabreado. No podía negar ninguna de sus acusaciones.
— Entonces hazme saberlo — pidió en un tono más bajo — No quiero que nadie muera — murmuró lo bastante alto para que el ilusionista lo escuchara.
— Si sabes algo la que puede morir eres tú — explicó con un tono que hacía ver cuanto dolor le provocaba ese tema — Ya he visto morir y desaparecer a muchas personas por mi culpa. No quiero volver a perder a nadie.
— Tampoco nadie quiere perderte a ti. Por eso estoy aquí. No sé nada del verdadero tú, ya que en el poco tiempo que llevo a tu servicio he notado el cariño que te tienen muchas personas. Alguien como el ser que llevas haciéndome ver durante estos días no podría conseguir a personas así — comentó a la vez que pisaba el freno, dándole voz a esos pensamientos que tenía desde el día anterior y principal razón de darle otra oportunidad a ese hombre, el motivo para salvarlo — Por eso, déjame protegerte y conocerte, Kaito Kuroba.
— Creo que llegar a conocerme será más difícil que protegerme Aoko — observó el ilusionista dirigiendo la mirada a la conductora — Si me conoces te estaré mostrando mis puntos débiles, y no soy de los que descuidan su seguridad.
— ¿Acaso me estás retando? — preguntó girándose a verlo y alzando la ceja — Parece que te gusta mucho retar a la gente.
— Podría interpretarse así — sonrió mirando por la ventana, viendo que se encontraba en su casa — ¿Qué hacemos aquí?
— Solo recoger a un amigo — informó a la vez que la puerta del copiloto era abierta por un anciano al que el ilusionista conocía de sobra.
— Buenos días, joven maestro — saludó divertido viendo la cara que tenía el mago — Por lo que veo el plan de rescate fue un éxito.
— ¿Vosotros sabíais lo que iba a pasar? — cuestionó alternando la vista entre ambos.
— Lo raro es que tú no lo supieras — comentó la mujer recostándose en el volante.
— ¿Tú le pediste ayuda a Nakamori, Jii? — preguntó curioso.
— Ella vino sola justo cuando te fuiste del bar — río Jii viendo los gestos de la mujer pidiéndose silencio mientras pasaba a un tono escarlata — Parece que estaba preocupada por usted.
— Es mi trabajo, no podía simplemente irme — alegó girando levemente su cabeza al sentir sus mejillas ardes — Será mejor que simplemente expliquemos el plan a Kuroba, no tenemos tiempos para tonterías.
— En eso tiene razón, señorita Aoko — admitió el anciano sacando de la guantera una serie de papeles que entregó al muchacho — Arranca, ya sabes el destino.
— Esto comienza a ponerse serio — comentó la joven justo antes de acatar la orden del anciano.
Tardaron alrededor de tres horas en llegar a su destino, otra ciudad desde donde los dos más jóvenes tendrían que tomar otros transportes para llegar al verdadero lugar donde se dirigían. El objetivo era que Kaito estuviera completamente protegido, puesto que a esas alturas era obvio que la organización no se andaría con juegos como hasta ese momento, no dudarían en matarlo a él y a todo el que estuviera cerca. Por suerte, ellos no sabían con qué ayuda había huido Kaito, y además, seguramente se lo atribuirían a Aoko, ya que desaparecería junto con él, mientras que Jii se quedaría en la ciudad e intentaría encontrar pistas junto con la ayuda de Akako y Fumie, a las que más adelante se uniría Saguru Hakuba, quien ya era consciente de toda la situación y había buscado información mediante sus contactos en la policía tanto de Londres como de Tokio. Kaito le informó preocupado de la información que ya tenía la organización de ellos, pero el ayudante del mago no tardó en tranquilizarle pues era imposible que les hiciera algo si ellos no tenían nada que ver, así como tampoco los usarían de rehenes, pues sin saber donde estaba el mago era inútil ya que no podrían presionarlo. Ellos solo eran necesarios si el ilusionista estaba ya en sus garras.
— Tenga mucho cuidado joven amo —advirtió el mayor que acogía en un fuerte abrazo a su joven amigo mientras esperaban en la estación de trenes — Y por favor, absténgase de molestar a la señorita Aoko, que ambos conocemos ya su costumbre con las damas.
— Puedes estar tranquilo en ese aspecto — aseguró observando disimuladamente a la joven que en ese momento se encontraba sacando los tickets — Ella es diferente a cualquier mujer que ambos hayamos conocido.
— Lo sé, eso es algo que podría saber solo con observar su rostro, joven amo — comentó dándole unas suaves palmadas en la espalda — Parece que al fin tiene a alguien en quien confiar fuera de su zona de confort. Han pasado años desde que dejó de confiar en las personas, y somos pocos los cercanos a usted.
— En lo poco que la conozco me ha salvado la vida innumerables veces, para no confiar — río divertido ante lo dicho por Jii, pues debía reconocer que era verdad.
— Solo espero que no tenga que hacerlo más — murmuró el anciano sin ser oído, mientras observaba el gran parecido entre Kaito y su progenitor, el amigo al que no pudo proteger.
Ambos callaron cuando vieron que Aoko se dirigía ha ellos con los tickets ya comprados — Listo, en un cuarto de hora sale el tren. Tardaremos dos horas en llegar y después debemos tomar el autobús, aunque siendo la hora que es será mejor que esperemos a la mañana, simplemente buscaremos un lugar donde quedarnos una noche y ya — explicó mostrándoles un pequeño mapa, para después dirigirse a Kaito — Esta vez de dejo a ti elegir el alojamiento.
— No sabes el alivio que me das — soltó a la vez que suspiraba recordando aquel apartamento que se había convertido en su hogar por solo dos noches para su suerte.
Todos los presentes sabían que Aoko elegía alojamiento según la seguridad a nivel de ocultación, por lo que usualmente elegía edificios localizados en barrios marginales en los que la seguridad física era casi nula, pero claro, eso era mejor que la organización a la que hacían frente. Sin embargo, con ese método ya habían sido encontrados así que, esta vez lucharían con ellos con la espontaneidad de Kaito, por lo menos hasta llegar al único lugar seguro que creían tener aún.
Cuando llegó la hora ambos, tras despedirse efusivamente de Jii, subieron al tren. Jii no pudo evitar soltar unas lágrimas cuando vio arrancar el vehículo. Su joven amo era lo único que su gran amigo Toichi había dejado atrás con su muerte, mientras que Aoko era una persona maravillosa, y la persona que más quería proteger a Kaito, fuera o no por trabajo. Con la última había pasado a penas horas, pero no había podido evitar cogerle cariño.
El tren se esfumó de su vista, y él tras secarse las lágrimas dio media vuelta en camino a su coche viendo como el cielo comenzaba a nublarse, ahora solo quedaba que ellos comenzaran su parte para acabar con la organización. En su cabeza sin embargo solo daba vueltas el secreto que el mago debería contarle a la guardaespaldas; la razón por la que la organización iba tras él.
Nada más subir, Kaito notó que cierto artilugio que obtuvo el día anterior había desaparecido de su bolsillo. Comenzó a palpar por toda su ropa en busca del bulto que indicaría la presencia de ese objeto sin resultados.
— Si buscas tu móvil, te informo de que lo tiene Jii. O bueno, seguramente ya lo haya tirado — dijo la chica que observaba desinteresadamente una revista que compró en la tienda de la parada para entretenerse en el camino.
— ¿¡Qué!? — exclamó llamando la atención de todos los pasajeros, pidiendo seguidamente perdón por el ruido, para pasar a hablar con su compañera en un tono más bajo — ¿Se puede saber por qué? Ya me quitaste el otro, era innecesario deshacerse de este. Además era nuevo — terminó enfadado como si fuese un niño pequeño al que acaban de quitar su juguete favorito.
— La organización podría encontrar tu ubicación por el móvil, así que era mejor quitarlo del medio — explicó relajadamente, ignorando la cara de pocos amigos de su protegido — Si entraron al apartamento a dejarte la nota pudieron fácilmente manipularlo.
— Entonces, el tuyo también debería ser confiscado — reclamó cruzándose de brazos para después caer en lo que ella había dicho — ¿Cómo sabes lo de la nota? Aún no te lo había contado.
— Soy tu guardaespaldas. Me aseguré de poner cámaras en la habitación por si alguien entraba en nuestra ausencia — explicó mirándolo con un gesto de autosuficiencia — Y sobre lo otro, el mío lo conserva Jii, lo dejará en algún lugar para desviar la pista, por lo menos por el momento.
— Así que…¿estaremos incomunicados? — cuestionó algo preocupado, pues si ocurría algo estarían indefensos.
— No exactamente. Seguimos teniendo los inventos de Jii. Tanto tú como yo tenemos uno de cada, lo único que debemos hacer es tenerlos siempre encima, por si acaso — articuló descubriéndose la oreja, dejando ver el mismo invento que él usó para huir.
— ¿Acaso hay cobertura en nuestro refugio? — interrogó curioso.
— Pues…Ahora que lo pienso…Ni idea, pero no tiene pinta — confesó rascándose la nuca nerviosa — Pero si Jii nos ha mandado allí, tiene que tener alguna razón.
— A saber a dónde vamos — comentó, llevándose la mano a la sien, masajeándosela.
— En la foto parecía un sitio agradable — aseguró Aoko mirando por la ventana — Aunque es verdad que da miedo no saber nada del lugar donde vamos a tener que estar durante quien sabe cuanto tiempo.
— Eso es lo malo, que no tenemos ningún indicio de cuanto tiempo tardaremos en volver — comentó cruzándose de brazos — Esa gente no es de las que se andan con juegos. Si nos encuentran estamos muertos, tanto tú como yo — le recordó mirándola fijamente — ¿Estás segura de querer seguir con esto?
— Soy conciente de los riesgos, y estoy dispuesta a aceptarlos aunque eso me lleve a la muerte — aseguró con una sonrisa triste — Actualmente mi muerte es lo que menos me importa.
Kaito la miró sorprendido ante sus palabras, sin embargo prefirió no profundizar. Sabía que la chica no hablaría más, ya era demasiado extraño que hubiera mostrado un lado de debilidad. Eso le indicaba que no habría más, por lo menos por el momento.
Cerró los ojos y suspiró mirando por la ventana como los nubarrones negros abarrotaban el cielo. Sin duda llovería pronto.
Tardaron alrededor de tres horas en llegar al primer destino: un pueblo de apariencia apacible. Los dos jóvenes salieron del tren en silencio tras no haber establecido conversación desde aquella pequeña charla al inicio del viaje. Aoko por una parte se recriminaba el haber destruido parte de su coraza durante aquellos breves segundos, mientras que Kaito intentaba observar la reacción de su compañera disimuladamente. A pesar de ello, la situación fue olvidada cuando ambos notaron que fachada del pueblo no era solo eso, pues los habitantes en sí desprendían amabilidad y parsimonia. Esta última capaz de poner de los nervios a cierto mago que lo único que quería era llegar a un hostal en condiciones antes de que comenzara a llover, algo que no tardaría mucho en ocurrir. A su lado Aoko aguantaba la risa por ver al ilusionista en tal estado, siendo perfectamente observable la vena hinchada de su frente. Los ciudadanos de ese sitio eran muy buenos, pero debía admitir que su tranquilidad era desquiciante.
Después de una hora intentando que esas personas les recomendarán un buen sitio para esa noche, por fin pudieron retomar su rumbo. Se hospedarían en un alojamiento de la zona, que destacaba más por su cocina que por cualquier otra cosa. Kaito y Aoko vieron en eso una oportunidad, así no deberían salir de nuevo para cenar con la tormenta que se acercaba.
Por fuera el lugar no era demasiado acogedor, pero todo eso cambiaba cuando se traspasaba la puerta. El hostal desprendía un aire hogareño que alegraba a todo el que entraba. Los chicos nada más entrar no tardaron en tomar una habitación, y seguidamente el mismo mago pidió sitio para poder cenar en un rato. Tras eso se marcharon a la que por esa noche sería su habitación, comentando la gran hospitalidad que se sentía en el lugar.
Tras traspasar la puerta de su habitación, ambos se tiraron de espalda a la cama. Estaban exhaustos. Finalmente pidieron la comida para la habitación y así ahorrarse más movimiento y conseguir mayor privacidad. Ambos sabían que tenían temas serios de los que hablar.
— Creí que matarías a alguien — rompió el silencio la guardaespaldas riéndose levemente recordando la situación vivida hace poco.
— Y yo que creí que me ibas a regañar por eso — rió el mago divertido — Aunque yo mismo debo admitir que me sorprende mi autocontrol.
— Ah, pero, ¿tú tienes de eso? — cuestionó levantando su cuerpo hasta sentarse para mirarlo de reojo con diversión — Que novedad.
— Pareces de buen humor — suspiró antes de ponerse en la misma posición de ella, solo que en una postura para mirarla directamente — Siento tener que romper este buen ambiente después de que hemos superado las recientes discusiones.
— ¿Por qué lo dices?
— Hay algo que debo de contarte antes de que decidas realmente si quieres o no seguir defendiéndome — habló cortando a la joven antes de que hablara, pues es cierto que ya habían comentado algo de eso en el tren — Te tengo…no, necesito y quiero contarte mi mayor secreto, la razón por la que me persiguen y parte del legado que dejó mi padre.
— ¿Qué secreto? — inquirió sintiendo como la mirada zafiro la atravesaba. Tragó saliva, se sentía nerviosa ante lo que el mago pudiera decirle. Su cuerpo había comenzado a temblar y no sabía la razón. ¿Tanto miedo le infundía eso?¿Tan peligroso era lo que debía decirle?
— Yo…Yo soy Kaito Kid — reveló el mago tras respirar varias veces, a la vez que un rayo estridente sonó.
Había comenzado a llover.
