¡Buenas tardes! ¡Estoy de vuelta de nuevo!
Esta vez no me he tardado tanto para traer otro capítulo, estoy muy feliz por ello. Espero que antes de que acabe el verano pueda subir otros cuantos más, pero bueno, de momento aquí está el siguiente. Como creo que ya habréis notado, las cosas empiezan a ponerse serias y a ir revelándose.
Espero que también os guste este capítulo, y bueno, si veis algún fallo ya sea de trama o gramatical no dudéis en comentármelo, la verdad es que hay pequeños detalles que se me pueden ir, aunque me leo el fic bastantes veces para evitarlo, pero bueno, por si acaso...
Dislaimer: Los personajes de MK/DC no me pertenecen, yo solo me limito a usarlos en mis fics siguiente las ideas locas que se me van ocurriendo.
Capitulo 6 — Juego de Cartas: El reparto
Los aeropuertos nunca habían sido de su gusto, sin embargo debido a su trabajo y doble nacionalidad se veía obligado a habituar esos lugares, sobretodos los de dos países considerados pequeños en comparación con otras enormes masas de tierra. Esos viajes habían aumentado desde hacía cinco años, cuando había ido a Japón ante la atracción que ejerció la aparición de un ladrón, después de varios años desaparecido y que muchos consideraban imposible de capturar . Él, como reputado detective que era en su tierra madre, Inglaterra, no pudo dejar pasar inadvertida esa noticia, más aún cuando el país donde robaba era la tierra de su padre, Japón. Una sonrisa divertida se pintó en sus labios al pensar en lo gracioso de la situación. Ese ladrón ahora era el mejor amigo de su mujer, el futuro padrino de su hijo y la razón de su prematuro viaje al país del sol naciente.
El hombre de dorada cabellera y ojos oscuros observó a su alrededor en búsqueda de cierta cabellera que sobresaldría en cualquier lugar, una de color escarlata. A pesar de su exhautiva búsqueda no consiguió resultados. Pero pronto entendió el por qué cuando dos finas y cálidas manos taparon sus ojos delicadante y un suave beso era posado en su mejilla.
— Bienvenido a Japón, cariño — saludó su mujer retirando sus manos y poniéndose ante él, para después rodear con sus brazos su cuello y acercarse tentativamente a sus labios — ¿Me has extrañado?
— No sabes cuanto — respondió acercándola a él para besarla — Creo que es hasta bueno haber tenido que adelantar mi llegada.
— Sabes que eso no ha sido por gusto, Saguru — le recordó cambiando su semblante de alegría al recordar la situación que les había llevado a eso — Kaito está en peligro.
— Pero ahora está en un lugar seguro — comentó abrazándola con cariño — El objetivo ahora no está a su alcance, somos nosotros los que ahora tenemos que actuar para que no lleguen a él. Te juro que no pienso dejar a nuestro hijo sin padrino — prometió tomándola de la mano — Por el momento salgamos de aquí. Tenemos que reunirnos con él, ¿no?
— Sí, nos está esperando — afirmó arrastrándolo hacia donde había estacionado el coche — Es hora de comenzar el contraataque.
El destino de ambos era bastante claro, se dirigían al Blue Parrot, el bar donde estaba la mayor ayuda que tenía el ilusionista. Jii los esperaba con un plan y las últimas noticias del mago, además de con ciertas ayudas para convatir contra la organización oscura. Akako había intentado ya en varias ocasiones el sonsacarle algo de la información antes de ese día, sin embargo, en anciano se había mantenido mudo, alegando que solo les diría todo lo que sabía el día que la pareja se presentara junta en su bar, es por ello que Saguru adelantó su llegada, porque sabía que el asunto estaba lo bastante serio como para no esperar más, o las cosas podrían ser perjudiciales para ellos.
Finalmente el detective comenzó a conducir escuchando las críticas y quejas de su esposa, debido a que en su estado prefería que no condujera a menos que fuera necesario, y menos con todos los datos que debía contarle, quería que se enfocara en eso en vez de en la carretera en esos momentos. Tras unos diez minutos la ex bruja comenzó a contarle de todos y principales sospechosos a parte de la organización, pues era claro que los primeros incidentes no fueron provocados por los de negro. Además también le contó sobre Aoko y la gran ayuda que les había dado.
— Aoko Nakamori...Es divertido que Kaito no se haya dado cuenta — comentó el hombre tomando una rotonda.
— Cuando la vio se quedó demasiado atontado como para notarlo, aunque no fuera algo positivo en ese momento — alegó Akako recostándose — Que ella sea hija del inspector Nakamori no tiene por qué ser algo malo del todo.
— La conozco desde hace tiempo, y sé que no es una mala persona, pero ha logrado todo esto engañándonos — informó deteniéndose en un semáforo, pausa que aprovechó para mirar a su mujer — Aunque la primera que tiene la culpa es tu amiguita Ran por permitir algo así.
— Alguna razón tendrá. Además, la niña es bastante buena — intentó justificar a su amiga, aunque sabia que esas excusas no eran válidas.
— Claro que tiene una razón — aseguró mientras aparcaba en una de las calles cercanas al bar — El inspector está en riesgo de muerte y necesita una operación carísima si quiere tener posibilidad de salvarse. Estoy seguro de que esa es la causa de tantas mentiras.
— ¿Cómo es posible que la prensa no haya publicado sobre ello? — interrogó mientras su cabeza volaba a como debía sentirse la ojiazul en esos momentos, llevando sobre sus espaldas la vida o muerte de su padre.
— Recuerda, el inspector hace mucho que dejó de aparecer en los medios públicos. Sin embargo, nadie parece haberlo notado. ¿Quiénes son capaces de lograr algo así?
— Los hombres de la organización — entendió al fin abriendo los ojos de sobremanera — Entonces...Aoko...
— Puede que perteneciera a la organización — respondió con un suspiro pesado — O que simplemente hubiese sido capturada también.
— Eso significa que Kaito puede estar en peligro — murmuró asustada — Si ella está con ellos puede simplemente haber fingido toda esa ayuda.
— Dudo que sea así. Creo que simplemente ha logrado de una y otra manera el sacar a su padre de la organización, ahora solo busca dinero para salvarlo. Ella es incapaz de matar por eso no creo que estuviera con ellos — habló para después fijar la mirada en los ojos rojizos — ¿Viste algo de su futuro verdad?
— Si...
— ¿Era algo para preocuparte?
— No — mintió, lo que le preocupaba era la parte de los sentimientos, no era algo necesario que su marido supiera, al menos de momento.
— Pues ya está. Ella arriesgará su vida si es necesario. Si ha actuado como me has dicho es porque piensa hacerlo. Ella hará su parte, solo falta que nosotros también cumplamos. Por último, no digas nada a Jii. Él si que es capaz de ir corriendo por Kuroba y conseguir que acaben todos muertos. — finalizó abriendo la puerta del coche.
Akako aceptó, sabiendo lo verdadero que era lo que su marido había dicho. Por otra parte creía ya saber el porque las cosas podrían acabar mal entre los dos jóvenes huidos. Kaito no aguantaba las mentiras, menos las innecesarias teniendo en cuenta que él se había visto obligado a mentir desde hacía mucho por el papel de ladrón que su padre le otorgó.
— Por cierto Saguru, hay una última cosa sobre Aoko que debo preguntarte — le comentó reteniéndolo antes de entrar al local.
— Tú dirás — suspiró esperando a la frase de su mujer.
— ¿Qué edad tiene? — interrogó. Si les había mentido con otras cosas no vería raro que en eso también lo hubiera hecho, después de todo no aparentaba ni siquiera los veinte.
— No sé la cifra exacta, solo sé que cuando Kaito acabó su papel como Kid estaba en los primeros años de la secundaria — informó masajeándose el metón — Tendrá alrededor de veinte.
— Pero sin llegar a ellos, ¿no? — preguntó con algo de dolor de cabeza.
— Sí, o teniéndolos recién cumplidos.
— Vamos, que puede ser una menor.
— Es una posibilidad — admitió colocando su mano en la cabeza de su compañera, acariciando sus cabellos — Solo no le des más vueltas, ahora mismo no nos sirve de nada preocuparnos por eso.
Ella solo asintió, lo sabía pero no podía dejar de pensar en ello. Si todo lo que les había dicho era mentira estaba claro que Kaito se enfadaría. Solo podía rezar para que le contara la verdad antes de que fuera demasiado tarde, porque la pérdida de confianza del mago también podría ser mortal. Por el momento ellos simplemente ayudarían desde ahí. Con ese pensamiento en mente, la pareja se adentró en el lugar. Jii los esperaba a ambos tras la barra, y nada más verlos, con un ademán, les indicó que cerraran la puerta con llave.
— Buenas tardes, señorita Akako, señor Saguru — saludó tras asegurarse de que todas las entradas estaban cerradas y que no había ningún artefacto que pudiera espiarlos — Me alegro de verlos bien.
— Hola Jii — saludó la pelirroja primero acercándose al anciano para abrazarlo — ¿Están a salvo?
— Lo estarán al cien por cien mañana. Los despedí hace unas horas, esta noche se hospedarían en un hostal para no coger la noche, pero nada más empiece el día saldrán directos a la casa que le dije a la señorita Aoko — explicó tomando un libro que había dejado sobre una de las mesas de billar.
El libro parecía bastante antiguo, y tenía aspecto de ser un álbum de fotografía. Nada más ser abierto, se comprobó que no solo era apariencia. Multitud de fotos habían sido colocadas en su interior, coincidiendo en muchas de ellas una casa de blancas paredes y que a simple vista parecía muy amplia.
— ¿Los ha mandado allí? — inquirió el detective pasando las páginas para después mirar a Jii — ¿Qué es este lugar y por qué es tan seguro?
— Es la residencia de la familia Kuroba, la original — confesó poniéndose al lado del hombre joven — Antes de que Toichi Kuroba fijara su casa en Tokio, durante generaciones la familia vivió allí. Claro que la casa está bastante alejada de la civilización, su punto a favor y en contra. También es verdad que poca gente conoce de su existencia, ni siquiera el señorito Kaito la conocía.
— ¿Cómo es eso posible? — cuestionó Akako interviniendo en la conversación.
— Toichi decidió que fuera así, por si acaso ocurría algo que representara un peligro hubiera un sitio hacia donde huir. Además, esa casa esta llena de métodos de defensa que ya expliqué a la señorita Aoko.
— ¿Por qué hacerlo? — inquirió la pelirroja recibiendo una mirada de advertencia de su marido.
— Porque ha salvado en multitud de ocasiones al señorito, y además...creo que puede conseguir que él vuelva a confiar en las personas. Ella es diferente, no está interesada en su dinero o su condición de famoso. Es una buena persona, no tengo dudas. No suelo equivocarme al juzgar a las personas, así que digamos que solo sigo mi instinto — explicó encogiéndose de hombros.
— Entiendo...— contestó la ex bruja mordiéndose levemente el labio al escuchar la palabra "dinero", pues en cierto modo Aoko si perseguía eso, aunque fuera por una buena razón y de manera justa, pues bien pudo haber aceptado la propuesta de Kaito del primer día para conseguir la gran suma o haber abandonado al pasar la semana.
Tras terminar la conversación, el asistente del mago volvió a dirigirse a la mesa del juego, pulsó un botón oculto sin ser visto por la pareja para dejar al descubierto los inventos que anteriormente ya había mostrado al ilusionista y su guardaespaldas. La pareja se quedó perpleja al ver la cantidad de artilugios que había allí, entre ellos muchos de los que Kid utilizó en sus robos.
— No puedo creer que los ocultarais aquí — dijo tomando entre sus manos la famosa pistola de naipes que tanto utilizó el ladrón, tanto con el traje de blanco como con su autentica identidad.
— Estos son solo las copias, la mayoría de momento las tiene él, las escondí en su maleta — confesó el anciano — Por si las necesita.
— Pero eso podría delatarlo frente a Aoko — notó la pelirroja.
— Él planea contarle que fue Kid. Esa es la razón por lo que lo persiguen así que cree que la señorita Aoko tiene el derecho de saberlo si quiere continuar protegiéndolo — anunció Jii comenzando a sacar artilugios — Si confían el uno en el otro es imposible que salgan vivos de esta.
— Aconsejaste a Kaito que lo hiciera, ¿no es así? — inquirió el detective observando con detenimiento los aparatos que había seleccionado el anciano — Dime, ¿qué ocurrirá si ella no quiere arriesgarse por Kid?
— No lo hará — aseguró el de blanca cabellera — Ella dará su vida por el joven maestro.
— ¿Por qué crees eso? — consultó la única mujer presente.
— Porque lo vi en sus ojos — contestó con una pequeña sonrisa — Tanto el los de él como en los de ella. No permitirán que el otro sea herido, estoy seguro. Al igual que vosotros, ellos darán su vida para que el otro no sufra. El único daño se lo pueden hacer entre ellos, pero nadie de fuera podrá dañarlos.
La pareja se quedó petrificada. Por una parte, Saguru no entendía porque los comparaban, mientras que Akako sí. Jii, sin tener ninguna clase de poder había logrado ver lo mismo que ella y con aún más acierto. Él ya había visto un atisbo de sentimientos entre cliente y guardaespaldas, mientras ella solo había mirado a través de las escenas futuras que les mostraba la joya. Porque sí, la única razón de que siguiera viva y con poderes era la misma Pandora. La joya que ella devoró para evitar que hiciera más daño tras haber perdido todo su poder cuando creyó ver morir a su ahora marido.
— Cambiando de tema, quiero que tengáis algunos de estos inventos por si llegara el caso donde debamos utilizarlos — justificó el mayor mientras empezaba a mostrarles — Lo primero son estos pendientes que tendríamos tanto nosotros como el señorito y la señorita Aoko, así como también un reloj grabadora y una pequeña cámara, en el caso de la señorita Akako en este colgante y en su caso señorito Saguru en estos gemelos — demostró dándoselos en mano — Tanto el reloj como las cámaras se activarán solo con darles un pequeño toque. Por otra parte les facilitaré uno de los coches equipados y multitud de protecciones.
— Jii, a mi no me engañas. Esto no es solo por protección por si las moscas — habló el castaño observando con firmeza al anciano — Dime que es lo que se avecina.
— En dos meses habrá una fiesta a la que el señorito está obligado a ir. Además, será el día en que se cumpla otro año desde la desaparición de Kid — explicó dando golpecitos en la mesa de juego.
— Estás seguro de que actuaran ahí si no lo encuentran — entendió el detective , para después golpear con el puño otra de las mesas — Estamos jodidos.
— No seáis negativos — pidió Akako acariciando el hombro del joven — Sabemos que estarán ahí, solo debemos preparar todo para que nadie salga herido o capturarlos mientras buscan a Kaito. Solo necesitamos un señuelo.
— ¿En qué estás pensando Akako? — interrogó su esposo con algo de temor, pues sabía muy bien las locas y peligrosas ideas que solía tener su chica.
— Ellos quieren a Kaito, pero no pueden saber quien viste el disfraz de Kid sin quitarle la máscara — alegó con una sonrisa en el rostro mientras observaba a su chico.
— Oh no, no pienso hacerlo — negó su compañero enérgicamente — No pienso convertirme en un ladrón.
— Solo debes aparecer en algunos tejados y dejar que te fotografíen — defendió la de ojos carmesí — Así la organización vigilará la ciudad y nos dará la oportunidad de observarlos. Además, con eso lograremos que crean que Kaito sigue en la ciudad. Estaremos protegiéndolo aún más.
— ¿Y cómo piensas distinguirlos? — cuestionó el anciano interviniendo en esa conversación-discusión de pareja.
— Con mis ojos — respondió con una sonrisa enigmática.
Ella se comió a Pandora, sí. Perdió sus poderes de bruja pero ganó otros otorgados por la joya, algunos positivos y otros negativos, y entre los negativos estaba el poder ver las intenciones de las personas, sin embargo, en esa ocasión le sería productivo. Pandora era una joya sagrada que elegía a su dueño, es por ello que la organización jamás la encontró, pues era la misma joya la que huía de ellos. A pesar de ello, se dejó caer en las manos de Kaito, para después fusionarse con ella acabando así con la maldición que portaba. Sin embargo, esa era otra historia.
— Parece que no tengo opción — observó el castaño llevándose las manos a la sien.
— No, no la tienes — afirmó la mujer con una gran sonrisa.
Tras eso, el grupo estuvo trazando la estrategia durante algunas horas más, ya que era necesario que Saguru saliera intacto de ese plan. Decidieron que aparatos más usarían, hicieron una prueba con el disfraz y se dieron toda la información que necesitarían para ello. Ese día, todas las cartas estaban puestas sobre la mesa, el reparto había sido hecho, solo hacía falta que las cartas se fueran revelando, lo que daría la victoria a unos u otros. Ya no había más, solo debían esperar y luchar para que las tornas estuvieran a su favor.
Solo hubo algo con lo que no contaron, y es que había cartas ocultas tanto en su bando como en el opuesto, así como otros jugadores con los que habían olvidado contar.
