¡Hola! ¡Por fin traigo un nuevo capítulo!
Es la primera vez que tardo tanto en traer un nuevo capítulo, pero es que lo he escrito mil veces sin gustarme del todo. Pero bueno, al fin lo he acabado. Siempre digo lo mismo, pero espero poder actualizar pronto, aunque el tiempo es el que después manda. Este año ha sido caótico, espero esta vez poder dedicarle más tiempo.
Quería dar las gracias a los comentarios que son en anónimos y a los que no les puedo agradecer por mensaje, y también si hay alguien a quien no haya contestado. Muchas gracias y espero que os guste este capítulo.
Dislaimer: Los personajes de MK/DC no me pertenecen, me limito a crear nuevos universos.
Capitulo 7: En búsqueda de seguridad.
El trueno resonó en toda la habitación, eliminando el pequeño haz de luz que los iluminaba, algo que impidió al mago ver la reacción de la chica. El silencio apareció, ninguno se atrevió a articular palabra. Quizás por miedo o quizás porque no tenían palabras para continuar la conversación después de esa verdad.
La luz volvió varios minutos después. Aoko tenía la cara blanca, su mirada bajada oculta por el flequillo. Eso hizo pensar a Kaito en lo peor. Ella se iría, no iba a ayudar en la supervivencia de un ladrón como él, fuera cuales fueran sus motivos. Miles de escenarios se presentaron en su cabeza, pero, aunque le jodiera admitirlo, lo que más le dolía era que en todos ella rechazaba su compañía. Fue entonces cuando comenzó a preocuparse de verdad. Aquella muchacha estaba empezando a ser mucho más que una simple atracción, y eso en verdad podía hundirlo más que la maldita organización.
Pero por suerte, ella no lo hundiría, al menos no ese día.
— No importa que seas Kid, no ahora. Si fueras un asesino o violador sí que me preocuparía y saldría corriendo en cuanto tuviera la ocasión, pero no lo haré por un ladrón que jamás dañó a nadie. No te preocupes — explicó sonriéndole cálidamente, provocando un alivio inmediato en el mago.
— Creí que después del asco que me tenías, esto sería la razón definitiva para abandonarme — comentó despeinando su cabello nervioso, queriendo ocultar la alegría que aquella respuesta le había ocasionado.
— No te tengo asco, solo…No importa, sería mejor que durmiéramos, tendremos tiempo para hablar cuando estemos completamente a salvo — cortó levantándose de la cama para abrirla, dejando a Kaito decepcionado.
— De acuerdo — aceptó con un suspiro sabiendo que ya había tentado la suerte bastante por ese día — Pero es una conversación pendiente.
— Sí, te lo prometo. Ahora duérmete, no quiero llevarte mañana protestando — dijo tumbándose en su lado de la cama.
— De acuerdo. Buenas noches, Nakamori — se despidió cayendo dormido al instante después de todo el cansancio acumulado en esos días.
Aoko no tuvo tiempo de desearle las buenas noches. Cuando giró para dárselas él ya había caído en brazos de Morfeo. Se quedó observándolo algunos minutos. Sus ojos se llenaron de tristeza, adelantando una mano, apartándole el flequillo que ocultaba sus párpados. Tenía frente a ella al ladrón más buscado de los últimos tiempos, además de uno de los objetivos de la organización. En otras circunstancias no dudaría en entregarlo, pero las cosas habían cambiado mucho en los últimos tiempos. Demasiado, todo debido al hombre que tenía frente a ella. Un hombre que confiaba en ella y que no dudaba en estar a su lado en su momento más vulnerable. Un suave " lo siento" salió de sus labios antes de que pudiera detenerlo, mientras lágrimas caían de sus ojos. Tenía ante ella a su salvación, pero era incapaz de usarla, porque aunque hubiese mostrado muchos defectos, también había visto muchos puntos positivos. Se durmió esa noche con el sabor salado en sus labios, pidiendo perdón a todos los que la habían ayudado a ser libre, a todos los que había puesto en peligro, a su padre que tanto había sufrido en manos de la organización, todo porque su corazón ya había realizado su elección, y aunque podía no ser la correcta, sabía que no se perdonaría mandarlo directo a la muerte. No a él.
Aún no había amanecido cuando sonó el estruendo de la alarma del mago, que aún en sueños renunciaba a incorporarse al mundo de los vivos. El sonido paró en un momento dado, lo que lo alivió de sobremanera. Pero fue sustituido por fuerte sacudidas que finalmente lo obligaron a dejar atrás la comodidad del sueño, mirando acusatoriamente a la culpable de ello.
— No me mires así, tenemos que irnos — articuló ella tirando de su sabana al ver su intención de volver a tumbarse.
— Aún no ha amanecido, es muy temprano — se quejó intentando arrebatársela con un puchero fijado en su rostro.
— Por eso nos vamos ya. No habrá mucha gente en la calle. Es mejor que los testigos sean mínimos al vernos marchar — informó arrebatándole también la almohada — Así que deja de gandulear y levántate. No debe pillarnos el amanecer
Kaito finalmente se levantó de mala gana, tomando un par de prendas de su maleta y marchando al baño, donde se dio una rápida ducha para terminar de despertarse. Tras eso, directamente ambos se marcharon del lugar, asegurándose de que nadie viera el camino que tomaban.
El camino sería a pie, tardarían unas cinco horas, algo que desesperaba a Kaito, quejándose repetidamente de que podrían haber cogido al menos unas bicis, pero Aoko simplemente lo ignoraba. Había aprendido que cuando su compañero hacía un berrinche infantil era mejor no hacerle caso hasta que se le pasara. Aunque en cierto modo, entendía su postura, después de todo ella había dicho que esa parte del camino lo harían en autobús, sin embargo, al revisar las horas de salida pudo ver con pesar que solo podrían tomarlo un día más tarde debido a una huelga de la compañía. Eso les hubiera retrasado demasiado, y alquilar otro medio los hubiera obligado a dar demasiados datos personales. Por ello, aunque fuera la opción que más cansancio les provocaría, había decidido ir a pie.
Al cabo de un rato Kaito dejó de quejarse y simplemente caminó tras ella, esta vez hablando de temas banales, antes los que ella solo respondía con monosílabos, atenta al camino y casi sin escucharlo.
— Hey, ¿enserio me estás escuchado? — inquirió el mago tras un tiempo.
— Sí — afirmó automáticamente observando los senderos en los que se dividía el camino.
— Que extraño, porque me acabas de afirmar que te bañarías conmigo desnuda en ese lago de allí — informó algo más alto de lo normal tocándole el hombro para captar totalmente su atención.
— Sí — volvió a responder sin prestarle atención.
— ¡Nakamori! — exclamó sacudiéndola suavemente hasta que ella se dio la vuelta cansada.
— Queridísimo Kuroba, apenas llevamos una hora de viaje, no tengo ni idea del mapa que hizo Jii y si no tenemos cuidado nos perderemos, algo que no nos conviene. Entiende que esté concentrada en el camino — explicó pesadamente volviendo su vista al frente.
— Es imposible que resista cuatro horas más de camino callado — replicó enfurruñado — Anda déjame el mapa de Jii, estoy algo más acostumbrado a su letra.
Con un suspiro, la chica le tendió el mapa que había guardado en su maleta, otro peso que complicaba más el camino. Kaito lo observó durante unos segundos, para alzar la vista sonriente.
— ¿Lo entiendes? — inquirió emocionada.
— Ni una sola palabra — respondió haciendo que el rostro de la chica se descompusiese — Es raro, ¿estás segura de que Jii ha hecho esto?
— Eso fue lo que él me dijo — informó encogiéndose de hombros.
— A lo mejor es que lo estamos leyendo de la manera equivocada — articuló el hombre pasando su mano libre por el pelo, a la espera de alguna idea.
— Puede ser, pero ¿cuál? No tenemos tiempo de buscarla — resopló negativa cruzándose de brazos.
— A veces las respuestas son las más simples — contestó el ilusionista poniendo el papel a trasluz ahora que el sol había salido, provocando que su rostro se iluminara —Eureka. Lo encontré.
Extrañada e ilusionada, la chica se puso a su lado para observar el mapa, y vio como efectivamente el mago estaba en lo cierto. Al ponerlo a trasluz, las letras comenzaban a tomar sentido, al igual que diversos números aparecían para indicarles las distancias. Un suspiro de alivio escapó de sus labios, tomando de nuevo el mapa y retomando el camino con nuevas fuerzas, animada desde atrás por el mago que la seguía.
Ahora, más aliviada hizo más caso de las trivialidades del mago, riendo y bromeando. Algo que antes jamás habían hecho juntos debido a las constantes peleas, exceptuando esa temporada en el hospital antes de que los celos del mago lo estropearan todo. Era por esos momentos que se negaba a creer que ese hombre fuera una mala persona.
— Te lo digo enserio, si alguien me dice que ama la pizza con piña no tendría más remedio que tacharlo de mi lista de contactos — bromeó el ilusionista riendo ante la absurda conversación sobre gustos al comer.
— Por esa regla de tres ellos deberían tacharte a ti por mojar todo con chocolate y comértelo. No todas tus combinaciones son agradables a la vista — rió la chica recordando el día que lo vio comiendo alubias con chocolate.
— ¡No es lo mismo! ¡El chocolate lo mejora todo, la piña no! — exclamó inflando los mofletes fingiendo molestia.
— Sí, claro. Eso díselo a un nutricionista — comentó divertida viendo su cara.
— Me gustas más así, no tan gruñona — confesó de pronto el mago observándola. Su coleta alta le permitía vislumbrar mejor los detalles de su rostro, que junto a la luz del amanecer hacían verla como si de un ser divino se tratara. Cuando notó el rumbo de sus pensamientos no pudo hacer nada más que suspirar. Sin duda si que estaba en problemas.
— Si tú fueses menos despreocupado y te cuidaras más quizás hubiese sido así antes — replicó sin mencionar su modo conquistador y celoso, había demasiado buen rollo como para estropear el momento.
— Entiendo, quizás debería intentarlo — añadió sonriendo a la mujer que, extrañada por el calor que comenzaba a sentir en las mejillas, decidió girar la cabeza para evitar que viera su sonrojo.
— Ya estamos llegando, según esto debemos buscar una cascada, a partir de ahí ya todo será más sencillo — informó observando el trozo de papel para tener excusa para evitar su mirada, andando con algo más de rapidez en busca del agua.
— Sigo tus pasos ciegamente, aunque mi oído me dice que la cascada está por el lado contrario — habló divertido al ver los nervios de la chica que al notar la verdad de sus palabras, cambió el camino, obligándolo a tragarse la risa que pugnaba por salir de su garganta y que seguro provocaría otro enfado de la joven.
Unos cinco minutos después hallaron la gran cascada. En su camino habían observado varios carteles que alertaban del peligro por su cercanía, y cuando la vieron pudieron entenderlo. Era bastante grande, seguramente debido a las numerosas lluvias de ese año, que habían aumentando el caudal del río, provocando que la cascada, de por sí alta, fluyera con fuerza.
— ¿Ahora que hay que hacer? — inquirió Kaito observando aquella maravillosa obra de la naturaleza, al parecer incorrupta.
— No lo sé, lo único que pone es que hay que ir tras la cascada, pero venimos de ese lado y no hemos visto nada — explicó la chica elevando el mapa en dirección al sol en búsqueda de más palabras ocultas.
— Se me viene una idea a la cabeza, pero no es muy agradable — informó el mago rascándose la cabeza, miró a la chica que le incitaba a decirlo — Puede ser que la entrada esté tras el agua. Si no hubiera habido lluvias sería más fácil atravesarla, aunque hubiera que nadar.
— Sin duda si tienes razón es un buen escondite, hay que estar loco para pasar eso, y más con equipaje — bufó observando las dos maletas, que aunque eran pequeñas serían un estorbo.
— Puedo ir primero a mirar — se ofreció el chico.
— ¿Para que veas un pez y te ahogues? No gracias — negó la chica, para después ver la mirada extrañada y avergonzada del mago — Akako me lo dijo para que evitara ponerte uno en un plato.
— Recuérdame que tengo que hablar seriamente con ella sobre desvelar mis miedos — pidió a la guardaespaldas bufando — Pero volvemos a lo principal, ¿qué hacemos entonces?
— Iré yo nadando, es un lago así que no habrá corrientes, y si hay peces no me asustaré como tú. Después, si tienes razón ya pensaremos en como cruzarlo con todo — expuso comenzando a descalzarse.
— Puede haber otras cosas en el agua — comentó intentando convencerla de no hacerlo.
— El agua es bastante clara y tampoco es muy profunda, quizás tenga dos metros de profundidad. Si hay algo podré verlo, además, soy buena buceadora — lo tranquilizó retirando su sudadera, quedando solo con una camiseta de tirantas y unas mallas.
— Si tardas más de dos minutos iré a buscarte — avisó aún preocupado.
— Me sobrarán segundos — aseguró introduciéndose en el agua, desapareciendo tras la cascada en cuestión de segundos.
El castaño comenzó entonces a mover nervioso los dedos, aunque por suerte la chica cumplió su promesa antes de que él llegara a contar los dos minutos. La sonrisa en su rostro le dio la respuesta sin necesidad de palabras, habían encontrado la localización de la casa. Extendió una mano para ayudarla a salir, pero sorpresivamente, ella lo arrastró al agua, riendo divertida ante su travesura.
No hay peces, así que no tengo que temer que te ahogues — dijo la chica cuando el mago sacó su cabeza del agua con cara de enfado.
Sigo sin ver la necesidad de tirarme de cabeza — replicó divertido, dejándose contagiar por la alegría de la castaña.
La única forma de entrar es nadando, además, ambos damos pie. Solo espero que no nos carguemos las maletas al mojarlas. No he visto la casa, pero si el camino que lleva a ella — informó retirando algunos mechones que habían quedado pegados a su rostro, a pesar de llevarlo recogido.
Sigo igual,¡¿qué necesidad había de tirarme?! — exclamó cruzándose de brazos sin borrar su sonrisa.
Te he ahorrado el tiempo de pensártelo — contestó con simpleza arrastrando las maletas hacia el agua, en las que previamente el mago ya había guardado su sudadera.
El mago solo suspiró divertido y tomó su maleta, nadando en dirección a la cascada, viéndose obligado a soportar la intensa caída del agua hasta que consiguieron hacer pasar las maletas.
Cuando llegaron al otro lado tuvieron que caminar unos minutos en el agua hasta llegar al fin a la salida del camino submarino. Volvían a ver bosque, seguramente para que no cualquiera que traspasara la cascada pudiera ver la casa.
¿Estás segura de que está aquí, ¿verdad? — interrogó tras apartar algunas ramas que les complicaban avanzar.
Sí, Jii me enseñó fotos de la casa y del camino para llegar. Me dijo que estaba muy bien escondida, y viendo esto estoy segura de ello — contestó ayudándole.
Estuvieron diez minutos más caminando hasta que al fin la vieron. Era enorme, tanto que no entendían que nadie supiera de su existencia, pues a fin de cuentas ese lugar era como un pequeño volcán lleno de vegetación. Ambos alzaron la vista viendo el cielo reducido a solo un círculo. Ese sitio era demasiado extraño, aunque tenían fe ciega en Jii, que fue quién los mandó a ese lugar.
Las paredes de la casa eran blancas, algo ennegrecidas, seguramente por la falta de mantenimiento de la pintura. Entraron algo temerosos de ver el estado del interior, pero para su sorpresa, estaba impoluto. Había pocos muebles, los cuales estaban cubiertos por sábanas que no tardaron en retirar. Eran antiguos, pero dejaban ver que habían sido bien cuidados durante esos años de abandono.
Así que, aquí viviremos — comentó el hombre observando el lugar.
Eso parece — contestó la chica tocando superficialmente los muebles.
Era la medida de seguridad perfecta, ambos lo sabían, pero no podían evitar sentir un mal sabor de boca, un mal presentimiento. Intentaron desecharlo, evitar hacerlo notar para que el otro no se diera cuenta, quizás si lo hubieran hecho algo habría cambiado. La historia comenzaba a llegar a su final, y era el turno de la primera jugada, la única que dependía al cien por ciento de ellos.
