¡Feliz año 2020!
Aquí estoy antes de lo que pensaba con la continuación de esta historia.
Gracias a todos los que la siguen a pesar de las continuaciones tan espaciadas. Como siempre, espero que disfrutéis el capítulo.
Dislaimer: DC y MK no me pertenecen, solo me dedico a jugar con los personajes en situaciones inventadas.
Capítulo 8: Juego de cartas – Primera jugada.
El verde inundaba aquel lugar donde solo esa casa de blancas paredes rompía el esquema. Era absolutamente increíble que aquel lugar hubiese pasado desapercibido por tanto tiempo. Kaito observaba la vegetación desde la que se había convertido en habitación de ambos, a través de un cristal que no lo dejaba disfrutar de la vista tanto como hubiese deseado. Cerca de él, su compañera hablaba sobre mil temas sin que él le prestara demasiada atención. Por primera vez en mucho tiempo se sentía seguro y en paz, y aunque solo fueran unos segundos, quería disfrutarlo.
— No me estás escuchando — articuló la voz que había dejado de oír hace mucho, dándole un golpe en la espalda para que volviera al mundo.
— No, lo siento, estaba distraído — admitió el hombre dándose la vuelta, encarando a la mujer — ¿Qué decías?
— Nada demasiado importante para ti al parecer — suspiró cansada — Como dijimos dormiremos ambos en esta habitación, traeremos la cama de la de al lado y nos acoplaremos juntos, por si surge cualquier imprevisto peligroso. Por lo demás, ya sabes, no te separarás de mí ni irás a ningún sitio por libre. Creo que eso es un buen resumen de todo lo que he dicho.
— De verdad lo siento — se disculpó avergonzado — Es solo que, por primera vez en mucho tiempo siento que estoy a salvo.
— Aun así no es bueno que nos relajemos demasiado. No nos enfrentamos a personas normales — le recordó haciendo referencia a cómo sus enemigos lo encontraron la vez anterior. Kaito tragó saliva ante el recuerdo, la muerte lo rozó y no la habría esquivado sin la ayuda de esa mujer — Toda medida será poca, no lo olvides.
— Lo sé, y haré todo lo que digas, pero por favor, disfrutemos de esta maravilla en el proceso — pidió haciendo que la mujer solo suspirara resignada, asintiendo con la cabeza provocando la sonrisa del mago.
Tardaron un tiempo en acostumbrarse a aquel lugar, sobretodo la mujer. Por primera vez, habían estado completamente solos por más de un día, una extraña novedad que fue más agradable de lo que habrían pensado en un inicio. Debido a sus personalidades algo chocantes pensaron que no tardarían mucho tiempo en comenzar a discutir, pero, descubrieron que tenían mucho más en común de lo que pensaban. Kaito había cambiado su actitud frente a la guardaespaldas, volviendo al comportamiento que tuvo en el hospital, algo que Aoko agradeció en silencio, pues después de mucho por fin era capaz de mantener conversaciones con el mago que superaran el minuto de duración sin empezar a discutir.
Todo estaba siendo perfecto. La tranquilidad los envolvía, dejando atrás el presentimiento negativo que habían tenido en su llegada. Incluso Aoko, comenzó a relajarse y adoptar el ritmo del ilusionista con el pasar de los días.
— ¿Estás bien? — inquirió el mago, sacando a la guardaespalda de sus pensamientos.
— Sí, disculpa, estaba quedándome dormida — mintió, no quería romper esa atmósfera de ensueño que los rodeaba, no tan pronto.
El mago la miró con sospecha, pero finalmente aceptó su excusa, bien por querer dejar pasar el tema o por simple pereza. Dos semanas habían pasado desde su llegada al lugar. En ese momento desayunaban en el interior de la vivienda. Tal como Jii le dijo a la chica, la casa tenía víveres suficientes para cuatro meses, aunque todos fueran alimentos imperecederos o de larga duración, era molesto tener que estar siempre comiendo lo mismo, algo que especialmente disgustaba al mago, que en esos momentos disfrutaba de la única delicia a su alcance: crema de cacao. Ella lo observaba divertida a esas alturas, pues aunque el primer día le pareció algo desorbitada su reacción ante el alimento, esos días ella misma lo imitaba.
— No me mires con esa sonrisa, no te pienso dar. Es mío — dijo alargando la i, abrazando con fuerza el bote entre sus brazos ante la mirada de su compañera.
— Oh, me rompes el corazón — recitó la chica entrando en su juego. Con los días había cogido confianza suficiente como para retarlo y saber, que esos juegos eran parte de su forma de ser.
— Lo siento querida, pero mi devoción es solo para mi amado chocolate — bromeó él, viendo con júbilo la actitud de Aoko tan de mañana.
Fue entonces cuando la fémina se levantó, dispuesta a arrebatarle al ladrón su tesoro, eso sí, sin perder la sonrisa. Kaito observaba los movimientos de la mujer en guardia, contagiándose de la sonrisa de ella. Pasaron segundos, quizás minutos, ambos estudiando al otro, hasta que por fin, la guerra comenzó. Aoko se abalanzó hacia el mago, agarrando con ambas manos el bote de crema, empezando a tirar de él. Kaito, que no había previsto su rapidez, hizo lo mismo tirando hacia su lado. Ambos reían a carcajadas mientras intentaban conseguir el botín, sin embargo, tal era su entusiasmo que no pudieron evitar caer al suelo en mitad de la trifulca. Kaito acabó debajo, Aoko encima. El tarro de chocolate cayó lejos de ellos, pues ante la inminente caída, ambos habían retirado sus manos del objeto. Aoko las había colocado en la parte posterior de la cabeza de Kaito, viendo el golpe que iba a propinarse, mientras que Kaito había intentado, inútilmente parar la caída. Ambos se miraron, la cercanía era innegable, aumentada además por la posición de las manos de la mujer. Aoko, al darse cuenta de su posición se apresuró a pedir disculpas, y ponerse en pie tan rápido como pudo, siendo seguida de Kaito. El sonrojo llegó tardío, siendo un alivio para ambos que el otro no lo viera así.
— Lo siento, si no hubiera seguido el juego, no nos habríamos caído — se disculpó la guardaespaldas sin mirarlo — ¿Te has hecho daño?
— No, tranquila. Tampoco te disculpes, los dos hemos participado, además, aunque haya sido peligroso, también ha sido divertido — comentó mirándola cuando notó que el rubor se había marchado.
— Sí, es cierto — reconoció dando la cara, sonriendo.
Él también sonrió y fue a coger el tarro que en ese momento había sido olvidado — ¿Qué tal si lo compartimos ahora que hemos zanjado la guerra?
Aoko aceptó y juntos, cuchara en mano comenzaron a disfrutar del dulce que pocas veces se permitían probar, por su deseo de preservarlo. Ese día ocurrió el primer incidente, solo que ellos decidieron pasarlo por alto.
El primer mes pasó con rapidez, tanta que ni siquiera ellos habían sido totalmente conscientes del paso del tiempo. Era de noche, Aoko estaba revisando la casa antes de marchar al dormitorio, donde Kaito ya estaba. Esos momentos era cuando aprovechaba para pensar en que tanto estaba cambiando su percepción de su antes inaguantable compañero. Cuando lo conoció no pensó que pudiera llegar a sentir ningún cariño por él. Nunca negó que era bastante atractivo, algo que la atrajo en un primer momento, aunque en cuento abrió la boca para escupir toda aquella palabrería el encanto desapareció. Sin embargo, ahora que la coraza había empezado a caer, las cosas habían vuelto a cambiar. Suspiró pesadamente, ¿acaso no era capaz de mantenerse lejos de los problemas? Sabía la respuesta, no si ese problema se llamaba Kaito Kuroba. Desde que estuvieron en el hospital, la atracción hacia él aumentó, aunque su estupidez días después estropeó en cierta medida todo, cosa que en el fondo agradeció, pero ahora era diferente. El día en que decidió aceptar y guardar su secreto había estado claro, algo pasaba con ella. Podría haberse librado de todo y salvarse, y sin embargo decidió salvarlo a él. Se estaba enamorando, lo veía, pero era más fácil pensar que era solo una ilusión promovida por los actos de aquel joven que distaba mucho de ser el egocéntrico y capullo hombre del primer día.
— Aoko — oyó llamarla la voz de aquel hombre que le estaba destrozando todos los planes.
Se giró a mirarlo, su cabello estaba aún más revuelto, símbolo de que llevaba un rato metido en la cama, su torso estaba al aire, forma en la que dormía desde el primer día, cosa que alguna noche podría darle un ataque, y con un pantalón de pijama. Bajó los pocos peldaños que le quedaban y se acercó a su posición.
— Tardabas mucho, creí que podría haber pasado algo — se explicó rascándose la nuca.
— Lo siento, solo, estaba pensando y se me fue el tiempo. No quería preocuparte — se arrepintió, otorgándole una sonrisa para tranquilizarlo — Vayamos al cuarto, es tarde.
Él solo asintió y la siguió. Era por esas atenciones que cada vez su corazón brincaba más en su pecho con su presencia. Aoko respiraba intentando relajarse, gritándose internamente que no debía preocuparse, que no se estaba enamorando, mientras su corazón exclama a gritos lo contrario.
Semanas después, Aoko estaba sentada en el despacho de la casa. Antes de irse había tomado toda la información posible de la organización y sus miembros a su alcance, de los sospechosos de los atentados a Kaito y de las personas de su entorno, incluido él mismo. Que estuvieran alejados no era razón para que ella descuidara su trabajo, aunque era cierto que había tenido que prescindir de realizarlo durante esas últimas semanas debido a la cercanía entre ambos. Le gustaba que el mago estuviera al margen de sus investigaciones, pues ello la dejaría avanzar más tranquila. Por ello aprovechaba las mañanas en las que Kaito no era tan madrugador, escabulléndose del cuarto, dejando todas las puertas abiertas para escuchar cualquier cosa que pudiera suceder, entre otras que se levantara y pudiera descubrirla.
Aunque en un principio había culpado a la organización de todo, con el paso de los días había empezado a dudar de ello. No era su modus operandi ir dejando huellas de sus pasos. Los dos atentados, el del bourbon y el coche, eran demasiado simples y de principiantes, al igual que las cartas del "héroe caído". Todo ello le hacía llegar a una sola revelación, la organización no era la única tras la pista del mago, había mínimo dos personas más implicadas, eso explicaría las coartadas, aunque, sentía que algo aún no cuadraba…
— ¿Aoko? ¿Dónde estás? — escuchó la voz ronca de su compañero.
Con cuidado escondió todos los documentos que había usado — Estoy abajo — contestó para no impacientar al mago y hacer que bajara con presura, atrapándola con las manos en la masa.
Sin embargo, eso no bastó para conseguir que permaneciera arriba. Pronto oyó los pasos del mago bajando las escaleras. Ante eso, guardó el resto de papeles restantes tan rápido como pudo y se dirigió afuera, con el objetivo de no ser pillada en esa habitación, pero no lo logró. Nada más salir no se chocó con el cuerpo del mago porque se detuvo a tiempo. Él la miró extrañado, enarcando una ceja.
— Creí que estarías en la cocina, no aquí…¿Qué estabas haciendo? — inquirió expectante, cruzándose de brazos.
La mujer tragó saliva antes de comenzar con su nueva mentira. Otra que añadir a la lista, pensaba irónica — Estaba buscado más libros o películas, empiezan a faltar y no quiero aburrirme — dijo con una gran sonrisa, habría sido sin duda una mentira perfecta de no ser por un pequeño inconveniente.
— El primer día dijiste que no había nada en esa habitación, y dado tu buena memoria dudo que lo hayas olvidado — respondió el ilusionista con una mirada de enojo.
— El primer día no buscaba eso, quizás había y lo pasé por algo, por eso decidí volver a mirar — contrarrestó, pero ya no era tan creíble, sabía que la había pillado pero se negaba a admitirlo.
— ¿Sabes? Creí que después de estas semanas podrías confiar algo en mí, pero ya veo que no — articuló notablemente decepcionado — No sé que me quieres esconder, pero adelante hazlo guardaespaldas. Es mejor no decirme nada, como siempre haces. Me has decepcionado.
Esas últimas palabras se le clavaron como espinas. El mago se fue sin volver a mirarla, y aunque se autoconvenció de que sería solo un tiempo que hacía lo correcto, sabía que no sería así. Kaito se había enfadado, y con razón, él le había contado todos sus secretos, y ella seguía mintiéndole descaradamente.
En realidad, el ilusionista no estaba enfadado, sino entristecido, aunque eso ella no podía saberlo. Sentía que todos esos días habían sido inútiles. Creía haber conseguido aunque fuera una mínima parte de confianza de la mujer, pero tal parecía que no. Se dirigió hacia el exterior, a aquella zona de relajación en la que tanto tiempo solían pasar, o bien sentados en los escalones de la escalera que se introducía en a vegetación, tumbados en las hamacas o simplemente sentados en los pequeños sofás jugado cartas o hablando, de día o de noche, ayudados por la luz del fuego que encendían en el espacio dirigido a ese fin. Sus ojos se movían por el lugar, recordando cada mínimo momento en el creyó avanzar hacia una relación mejor entre ellos.
Ya no servía de nada negarlo, se había enamorado de ella. Cuando llegó allí ya podía intuirlo, pero creyó que tal vez el interés se diluiría, pero no fue así. Una sonrisa se pintó en su rostro, aquella situación era increíble, él, después de tanto tiempo negándose a abrir su corazón allí estaba, sentado triste por una mujer cabezota y desconfiada, aunque también infantil, dulce y protectora, nuevas facetas conocidas gracias a esa soledad que ambos habían tenido. Lo peor, era que a cada día veía cosas nuevas que lo atraían aún más a ella. Sin duda, estaba jodidamente pérdido.
Los días pasaron y, aunque hablaban, no era lo mismo. Ambos sufrieron ese distanciamiento, pero no sabían como arreglarlo. Esa fue la última prueba que Aoko se negaba a reconocer, si no estaba enamorada, poco le faltaba para estarlo, un problema más que añadir a su lista.
Pasó otra semana, cumpliéndose así el segundo mes. Ese día Aoko se decidió, no podía seguir sin hablar con él, no era capaz. Si había aguantado tanto era por la creencia de que estaba protegiéndolo de esa manera, pero cada vez que lo veía notaba lo contrario. Sus ojos mostraban tristeza, una que nunca le había visto. Había decidido preocuparlo de una manera infantil en vez de ser franca. Kaito se pasaba los días en aquel rincón de paz fuera de la casa, la noche casi caía, por lo que ya había encendido el fuego.
Respiró profundamente, dándose las fuerzas que le faltaban para lo que pensaba hacer. Salió, sentándose junto a él en el peldaño donde estaba, mirando hacia el infinito. Notó su presencia, lo sabía, pero no había hecho movimiento alguno. Tragó saliva, era hora de decir la verdad.
— La organización no es la única que quiere matarte, estoy segura de que hay como mínimo dos personas más involucradas — reveló, esperando expectante su reacción, pero no se movió — ¿Kaito?
— No sé que quieres que diga. ¿Qué pretendes diciéndome esto? — preguntó mirándola en busca de respuestas, ella le sostuvo la mirada.
— Demostrarte que sí confío en ti. Solo quería estar segura y no preocuparte. Estabas tan bien que creí que ocultándolo te hacía un favor, pero me he dado cuenta de que no era así, para nada — explicó sin desviar ni un momento su mirada — Tú me lo has contado todo, incluso lo de Kid, y yo sin embargo no soy capaz de ello.
— ¿Acaso ha habido más mentiras? — inquirió extrañado.
— Hay…cosas que no te he contado — contó bajando su cabeza, pensando en si hacia lo correcto diciéndolo — Yo no soy tal y como crees.
— ¿Tan grave es? — preguntó algo temeroso, ¿qué tanto ocultaba esa mujer para hacerla poner esa expresión?
— No lo sé, depende de quién lo juzgue — respondió volviendo a encararlo — Pero puedo asegurarte algo, estos meses aquí han sido verdad. Mi preocupación por ti, mis enfados, mis risas, bromas…Todo eso ha sido verdad.
— Ahora, también quiero saber las otras — expuso con una seriedad absoluta, aunque por dentro sentía que los nervios lo comían.
— Te juro que no puedo, cuando sea capaz de decirlo sin hacer que peligres serás el primero en saberlo, pero hasta entonces, por favor créeme, nada de lo que digo o hago es una mentira. Quiero salvarte, no puedo dejarte morir, no me lo perdonaría nunca — confesó clavando su mirada en él, pudiendo apreciar toda la verdad contenida en aquellos ojos azules.
— Confiaré en ti, no hagas que me arrepienta — pidió manteniendo un rostro serio, pero en el fondo era un súplica.
— Gracias Kaito, gracias — agradeció lanzándose a él, abrazándolo con fuerza, dejando estático al muchacho.
Él correspondió esa muestra de afecto sin dudarlo, arropándola en sus brazos, sintiéndose pleno. Él era el primero que mintió durante muchos años, con un solo objetivo, proteger, era por ello que no podía culparla sin saber sus motivos, esperaría, hasta que ella quisiera o pudiera contárselo — Aunque esto no hace que deje de estar enfadado contigo, porque lo estoy, y mucho — susurró en su oído, recibiendo una pequeña risa en respuesta.
— ¿Hay algo que pueda hacer para que me perdones? — preguntó sonriendo, atrás quedaba tanto sufrimiento.
— Hay muchas cosas que puedes hacer — aseguró tras separarse de ese abrazo.
— Mientras no sea entretenerte como me pediste cuando nos conocimos — comenzó diciendo divertida, aguantándose la carcajada al ver su rostro descompuesto — Lo que sea.
— No me refería a eso, por supuesto — contestó con una mueca de fastidio — Además, aprovechando que has sacado el tema, quiero dejar algo en claro. Jamás me he acostado con nadie poniendo dinero sobre la mesa.
— ¿Por qué lo ofreciste entonces? — inquirió curiosa, pues aunque al conocerlo quiso pensar eso, seguía siendo extraño.
— Cuando empecé a ganar dinero no supe quién se acercaba a mí por él. Me llevé más de una decepción, amigos, familiares lejanos…Tampoco faltaban las mujeres que se me acercaban dispuestas a acostarse conmigo, pero no me interesaba que fuera por dinero, no lo quería. Fue un método de autodefensa que se convirtió en mi estilo de vida — explicó mirándola fijamente.
— ¿Qué hubiese pasado entonces si hubiera aceptado? — cuestionó, acercándose, sin apartar su mirada.
— No te hubiera contratado — reveló dejándola atónita — No podría confiar en una persona que se moviera por el dinero hasta tal punto, porque eso podría ponerse en mi contra — dijo, rememorando aquel primer día, la atracción que sintió por ella y todas sus palabras y acciones — Por suerte, me rechazaste, y de la peor manera. Ni siquiera me lo esperé.
— Siempre me extraño que Akako y Fujie quisieran a alguien que fuera capaz de hacer algo tan ruin — confesó mordiéndose el labio — ¿Sabes? Me pregunté muchas veces por qué. Por qué eras tan amado, ahora lo entiendo — sonrió observándolo — No eres la mala persona que creí ver, lo siento.
— Viste lo que yo quise que vieras, no debes disculparte por ello.
— Y pensar que creí que estabas atraído por mí — comentó en voz alta, avergonzada — Es increíble que me lo creyera.
— Aoko, te prometí que sería sincero contigo, no te ocultaría nada — articuló, tomando sus manos, obligándola a mirarle tras esa acción tan repentina — Eso no era una mentira, no lo fingí. Desde el día en que apareciste en mi casa con ese vestido tan colorido y me miraste, no pude evitar sentirme terriblemente atraído por ti. Después de estos meses ya no puedo negarlo, ya no es una atracción. Creo que me estoy enamorando de ti — confesó apretando las manos de la sonrojada y asombrada mujer — Sé que no sientes nada de eso, pero lo justo era que lo supieras — prosiguió al verla sin habla.
Al ver que seguía sin entonar palabra suspiró dolido, y se dispuso a levantarse para irse, dejando que la chica asimilara todo lo que acababa de soltar. Pero ella le sujetó, pidiéndole sin palabras que no se fuera, que esa conversación no había terminado. Le miró, y todo su razonamiento sobre las razones por las que ella no debía quererle se fueron a la basura. Volvió a sentarse junto a ella, tragó saliva nervioso y colocó su mano en su pómulo. Los ojos se encontraron, ambos eran conscientes de la atmósfera que se había creado a su alrededor, pero ninguno quería romperla, o más bien no podían hacerlo. Era bonito no pensar durante al menos unos segundos.
El hombre se inclinó entonces, en dirección a sus labios. Las respiraciones se acompasaron, los ojos comenzaron a cerrarse mientras sus hálitos se rozaban. Apenas quedaban milímetros entre ellos…Pero las ensoñaciones no duran para siempre.
Un fuerte ruido, similar al de una alarma comenzó a sonar, despertándolos a ambos y haciendo que se pusieran en pie de un salto.
— Esa es la alarma de la que me habló Jii, avisa de la entrada de alguien desde fuera — explicó la chica sin dejar que el mago formulara la pregunta, tomándolo del antebrazo, introduciéndose con él en el bosque por el camino que tenían delante — Nos vamos.
— Nadie sabe que estamos aquí, solo Jii y compañía — le recordó el ilusionista, aunque siguiéndola sin vacilar.
— Más nos vale prevenir, si son ellos o no lo sabremos pronto, mientras tanto nos esconderemos — informó mirando a los alrededores sintiendo de nuevo esa molesta sensación que la perseguía desde el inicio y que quiso dar de lado.
Ellos conocían ese sitio, y aprovecharían eso. Sus pies avanzaban sin dudar en búsqueda de un escondite. Ya lejos de ellos, en la casa una sombra salía de su escondite, sonriendo en la dirección donde esas dos figuras habían desaparecido. Convencido de su cada vez más cercana victoria. Sin embargo, aunque había sido testigo de todos los sucesos acaecidos en esa vivienda, no había notado que ya había perdido la primera jugada en ese juego de cartas, debido a la debilidad que creía haber encontrado, pues la cada vez más cercana relación entre mago y guardaespaldas era es as que podría arruinarles la partida a todos sus rivales.
