Hola a todos, aquí estoy de nuevo.
No puedo creer que finalmente haya podido terminarlo tan pronto. Espero poder tener un ritmo asiduo durante un tiempo, pero lo veo bastante improbable, aún así, lo intentaré. Cada vez se acercan más los momentos decisivos y bueno, ya mismo se cumplirán cuatro años desde que comencé esta historia. Como pasa el tiempo...
Sin más espero que os guste y, también espero que todos estéis bien dada la situación que vivimos.
Dislaimer: DC y MK no me pertenecen, si lo hicieran seguramente no irían ni por la mitad de sus capítulos, quien sabe.
Capítulo 10 — Reunión
El alba se acercaba. El Blue Parrot estaba silencioso, a excepción de unos suaves ronquidos provenientes de la mujer de largo y hechizante cabello carmesí. Aún sentada en uno de los taburetes, dormía apoyando su cabeza y brazos en la barra. Sobre sus hombros, cubriendo parte de su cuerpo, había una manta, colocada por el hombre que la había acompañado en las últimas horas, y que la observaba, sentado a su lado. Jii no había sido capaz de dormir, aunque se alegraba de que su compañera, después de varias tilas más, consiguiera hacerlo. Le hubiese gustado transportarla a otro lugar donde pudiera descansar mejor, pero su cuerpo ya no era capaz de cargar con ella sin el riesgo a dejarla caer. Cada vez se hacía más viejo e inútil a su parecer, y su único deseo era cuidar y proteger a aquellos chicos, en especial, al hijo de Toichi.
Los recuerdos que tenía con aquel muchacho, al que consideraba un nieto, lo hacían sonreír. Kaito nunca había sido alguien ordinario, al igual que sus padres. Era una excelente persona que se había jugado demasiado la vida, y, a pesar de que ambos creían haber acabado con esa etapa, al final, el peligro había vuelto más fuerte que nunca. Suspiró mientras sus ojos volvían a aquel reloj que llevaba observando toda la noche, deseoso de que las horas pasaran y poder ver al muchacho con sus propios ojos sano y salvo.
Sabía que pronto debían llegar y el nerviosismo iba en aumento. Tan concentrado estaba hasta que unos golpeteos en la puerta cerrada lo hicieron volver a la realidad. Esos golpes seguían un ritmo, el ritmo clave para entrar.
Con ansias se acercó a la puerta, abriéndola para encontrar frente a él los tres rostros que deseaba con ansias ver. Sin dejar que la emoción lo embargara los hizo entrar, y cuando cerró no dudó en abrazar al mago, que lo recibió feliz. Las lágrimas del mayor cayeron tras tantos días de incertidumbre y miedo.
— Jii por favor no llores, todo está bien — intentó tranquilizarle Kaito al notar el estado del que consideraba su abuelo — Estamos sanos y salvos, ya no tienes que preocuparte.
Aoko y Saguru observaban la escena emocionados, hasta que este último desvió su vista a la barra, donde su esposa dormía tranquila. Una sonrisa se dibujó inmediatamente en su rostro. Adoraba a su querida bruja y se alegraba de que pudiera descansar a pesar de las circunstancias. Con sigilo se dirigió a ella, acariciando levemente su mejilla, suficiente para que la pelirroja empezara a abrir sus ojos carmesíes, enfocando la figura que estaba frente a ella. Sonrió.
— Sabía que lo conseguirías — murmuró, para después, tras sentirse del todo despierta, lanzarse a sus brazos — Todo ha ido bien, ¿verdad?
— Sí, tranquila. No hemos tenidos grandes imprevistos — contestó, no contándole aún la extraña presencia en la casa. No todavía — ¿Todo bien por aquí?
— Maravilloso — respondió, dirigiendo entonces su mirada a la pareja recién llegada, enfocándose en Aoko — ¿Has hablado con ella?
— No mucho, pero ya sé con exactitud sus motivos para actuar. Efectivamente, tenía razón en varias cosas. No es el enemigo, tal como te dije — susurró en respuesta, observando él también a la castaña — Además, tengo que admitir que tenías razón, alcahueta.
Akako esbozó una sonrisa en respuesta. Aunque no había visto nada de maldad en la guardaespaldas, nunca era bueno confiarse, por lo que aquella confirmación la tranquilizó. Respiró profundo y se dirigió hacia la chica, que aún observaba emocionada la escena entre Jii y Kaito, recordando a su propio padre, deseando poder abrazarlo de nuevo pronto.
— Gracias por manteneros a salvo — dijo Akako tras colocarse junto a la ojiazul, que al notar su presencia la miró — Temía que os pasara algo.
— Te prometí que lo protegería con mi vida — le recordó Aoko, volviendo a aquel día en que conoció al mago.
— Lo sé, y te agradezco que a pesar de todo sigas a su lado — expresó, mirando ella también la escena — Kaito es una buena persona, aunque contigo ese día se comportó como un capullo, es el teatro que siempre hace, y tu reacción le encantó.
— Me lo contó — expuso la chica — Aunque, viendo como tanta gente le quería pensé que no podía tener una personalidad tan terrible. Me alegro de tener que proteger a alguien así.
La pelirroja la observó emocionada. El saber que sus palabras eran de corazón la alegraban — Espero que en un futuro sigas protegiéndolo — musitó abrazándola de pronto, dejando descolocada a la castaña ante esa reacción tan imprevista, la bruja se acercó entonces a su oído — Y que seáis muy felices juntos.
La guardaespaldas se sonrojó, entendiendo el significado de aquellas palabras. Sin duda algo iba mal si era tan notorio. La bruja supo que pensaba al ver que su gesto mostraba nerviosismo cuando se separó de ella.
— Tranquila, Kaito es tan ciego que no se dará cuenta. No ha notado que no es capaz de engañarnos en realidad, así como tampoco notó lo referente a tu familia — le recordó manteniendo bajo el tono de voz, ella lo miró — Saguru me dijo que ya te conocía, y corroboró mis sospechas. No sé exactamente qué motivos te mueven a mentir, pero estoy segura de que serán de un gran peso. Pero, si sigues ocultándole la verdad, es posible que destruyas toda oportunidad de futuro a su lado.
La ojiazul la miró entonces con pena — Quizás eso sea lo mejor para ambos.
Al oírla, Akako quiso replicar, decirle que debían estar juntos. Ella veía como se complementaban, como se buscaban con la mirada y eran felices, ahora más cuando varias verdades habían sido reveladas. Ella había sido testigo desde primera hora de todo, así lo habían querido sus actuales poderes, por ello, no podía ni quería permitir que ese futuro que tan bonito podría ser se destruyera frente a sus ojos.
— Akako, ¿acaso a mí no piensas saludarme? — toda réplica se quedó sin salir cuando aquel mago se dirigió hacia ellas.
— Maldito seas Kaito, menudos momentos tienes para interrumpir —pensó mientras por fuera intentaba disimular las ganas de matarlo por ser tan inoportuno en momentos tan importantes — Creí que no debía interrumpir un encuentro tan emotivo — comentó sonriendo, observando como el anciano se secaba los restos de lágrimas.
Kaito no esperó más, abrazó a su amiga, y ella, con tristeza en sus ojos correspondió. Kaito se veía feliz, lleno de vida y sabía que eso era debido a Aoko. Temía por él, pues las recientes palabras de Aoko no auguraban un bonito final.
— Y dime, ¿qué tal está mi ahijado o ahijada? — inquirió colocando una mano en su abultada barriga.
— Ahora mismo parece calmado, pero dale un poco de tiempo y volverá a patearme como si fuera un balón — contestó divertida.
— ¿Cómo está Fumie? — inquirió a continuación, recibiendo una expresión algo sombría de la bruja - ¿Le ha pasado algo?
— Según me dijo la última vez, prefería mantenerse al margen de nosotros por un tiempo — explicó, viendo el rostro decaído de su amigo añadió — No malentiendas. Al parecer tenía miedo de poder ser un estorbo, pero cuando acabe todo esto me prometió hacerte unos dulces y achucharte muchísimo. Ah, y añadió que te comieras tus verduras — comentó sacándole una risa al mago. Fumie y su obsesión por la alimentación.
— Bueno, ahora que ya han acabado los reencuentro, creo que deberíamos ponernos en marcha. Tenemos pocos días para planear qué haremos ahora — dijo de pronto el detective, alzando un poco la voz con el fin de ser escuchado. No quería ser aguafiestas, pero no debían relajarse mucho.
— Tienes razón, cariño. Pero lo primero es desayunar. Tengo hambre — respondió la bruja, dirigiéndose a la barra, buscando algo para comer — Jii, ¿tienes algo por aquí?
— Aquí solo hay algunos aperitivos y las bebidas, señorita. Tendría que subir a mi casa para coger algo — informó señalando la puerta tras unas cortas escaleras.
— ¿Tienes ingredientes para crepes? — cuestionó con los ojos brillando. De pronto vio el gesto de guasa de su marido y de su amigo — ¿Qué? Es el bebé el que pide, no yo.
Ambos soltaron entonces unas carcajadas. Akako, cuando era más joven aborrecía los dulces y todo aquello que pudiera darle grasas de más, pues, según ella, como heredera del clan Koizumi no podía permitirse engordar. Su cuerpo escultural debía de mantenerse en perfecto estado para poseer el amor de todos los hombres que la rodearan. Eso empezó a cambiar cuando Saguru entró en su vida, y Kaito, comenzó a ser un buen amigo y no un hombre al que debía seducir a toda costa. Akako empezó a tener a personas que la querían de verdad, por ser solo Akako, dejando atrás todas sus obligaciones injustas y antiguas que había seguido.
— Habrá que darle entonces el gusto al bebé — articuló el mago, mirando a Jii, que asentía — Eso sí, yo no cocino.
— No pensaba dejarte, no quiero que me los quemes — comentó la pelirroja, provocando un mohín en él — Saguru los hace perfectos, así que él los hará.
El castaño asintió entonces, y mirando al mago con la risa amenazando por salir, añadió — Tranquilo, tú les puedes poner chocolate.
Akako rio entonces ante el comentario de su marido y un ofuscado Kaito. Aoko y Jii observaban la escena divertidos sin intervenir.
Aoko se sentía, por primera vez en mucho tiempo, feliz, en casa. Aquella calidez que tanto añoraba y que aquellas personas no dudaban en darle. Su vista se fijó entonces en el mago, y recordó las palabras de Akako. Aunque no lo dijera en voz alta, en el fondo sabía que se estaba enamorando de él como nunca lo había hecho, y que, deseaba que sí pudiera tener un futuro con él. Pero sabía que, con tantas mentiras, no podía decir nada. En ese momento deseó que todo acabara pronto y poder ser por fin sincera.
Tras un desayuno más que satisfactorio, en el que no solo se tomaron crepes, sino también vasos de chocolate caliente, té o café, empezó lo verdaderamente importante en esos momentos.
Los recién llegados contaron lo ocurrido el día anterior, tras la llegada del detective y el transcurso de esas semanas, exceptuando sus momentos. Akako y Jii abrieron los ojos al saber que alguien más había estado en la casa, y que, nadie notó su presencia.
— No lo entiendo…Nadie debería de saber de ese lugar — expresó Jii tras oír toda la historia, llevándose las manos a la cabeza con pesar — Podría haberos pasado algo, y nunca podría habérmelo perdonado. Yo fui quien sugirió ese lugar.
— Estamos bien Jii, eso es lo que importa. Ni siquiera nosotros notamos que nos observaban — dijo Aoko en un intento de tranquilizarlo. Ella misma sentía rabia por haber estado tan cerca de aquella persona y no haber sentido nada — Fuera quien fuera no parece que quisiera hacernos daño, al menos no de momento, sino, lo habría hecho. Puede que no sea un enemigo.
— O que haya algo que le impidiera moverse — señaló el mago, recibiendo una mirada afilada de Aoko, se supone que debían tranquilizar a Jii. Él la ignoró — Esa persona tuvo que llegar allí antes que nosotros, si no, la alarma hubiera sonado. Eso significa que sabía de la existencia de esa casa, y, que yo recuerde solo había tres personas que la conocía, una de ellas aquí presente — comenzó a enumerar mirando a los presentes. Ese pensamiento había estado en la cabeza de todos — Otro está muerto por desgracia y la última no da señales de vida — expuso, volviendo a mirar a Jii — Por lo tanto, hay dos opciones a mi parecer, esa persona o bien era la última conocedora de ese lugar o alguien que la tiene o ha tenido cerca y la obligó a decirlo.
— ¿Quién es esa última persona? — inquirió la guardaespaldas, sintiendo su garganta seca tras la exposición del mago. Miró las caras del resto, ellos sabían con seguridad quién era esa persona.
— Mi madre — contestó, instalando un silencio en la sala, Kaito paseó la mirada por todos los presentes, la cara de sorpresa de Aoko desentonaba con los rostros blancos de los otros – Hace tiempo que no puedo contactarme con ella. En un principio pensé que no quería saber nada de mí, que no le interesaba, pero, con todo lo que está pasando creo que me apresuré en mis suposiciones. Mi madre siempre ha ido de allí para allá, pero nunca me falló cuando la necesité. He tardado en notarlo, pero el estar alejado del mundo te hace abrir los ojos — expresó, dando una mirada de reojo a Aoko, pues fue ella, con sus palabras en el hospital la que le hizo ver aquello — Ella es una de las mejores ladronas que el mundo haya podido ver. Es inteligente y astuta, pero no es imposible que haya caído en una trampa. Aunque, si lo ha hecho, significa que nuestro enemigo es demasiado poderoso.
Nadie habló, en esos momentos no podían decir nada. Akako cerró los ojos con pesar, sabía que tenía razón, ella misma habló con Jii del tema la noche anterior. Durante ese mes intentó saber de ella por todos los medios, pero no consiguió nada, ni siquiera sus poderes servían, solo podía confiar en su intuición. Miró a Kaito, aunque parecía sereno sabía a la perfección las emociones que lo embargaban: miedo y rabia. Suspiró, debían respirar, así no llegarían a ningún lado. Intentó pensar, conocía a Chikage Kuroba lo bastante para creer poder saber el porqué de sus decisiones. La veía incapaz de decir cualquier dato que pusiera en riesgo a su hijo de manera consciente. También estaba el tema del tiempo que estuvo allí y que no hiciera nada más que vigilar, no tenía sentido ninguno. Si era alguien de la organización, ¿por qué no terminar con aquello allí, de manera que nadie se enterara? Su vista se posó entonces en Aoko. Ella observaba extrañada todo. No sabía exactamente que ocurría allí, aunque lo intuía. Ella tuvo contacto con la organización, era un peón suelto, otro objetivo que hubiese sido fácil eliminar. Entonces, ¿por qué?
— No ha sido la organización — dijo de pronto la ojiazul, exteriorizando la única solución que encontraba la bruja a aquel rompecabezas. Todos la miraron sorprendidos, nadie esperara que ella aportara algo ante sus pocos datos — No son de los que no aprovechen las oportunidades. Si te hubieran matado allí, se habrían ahorrado varios dolores de cabeza.
Akako asintió, pero no dijo nada. Los hombres de la sala seguían pensando en lo dicho anteriormente.
— Entonces, ¿quién? — inquirió el mayor — ¿Cree que pudo ser la señora Chikage?
— No — negó rotundamente, de eso estaba segura — Si hubiese sido ella, no nos hubiese espiado de esa manera, ¿para qué hacerlo? — preguntó, nadie le respondió, no había respuesta. Ella suspiró — La persona que estuvo allí quiere matar a Kaito, pero no le sirve que muera en silencio, necesita joderle la vida y que al matarlo la gente no sienta lástima por él. Además, también tengo la suposición de que solo quiere una muerte. La mía hubiese sido obligada de haber hecho algo, y eso no le convenía.
— Por tus palabras, deduzco que tienes a alguien en mente. Alguien que quiera joderle la vida a Kaito. ¿Podrías decirnos quién? — inquirió el detective apoyando sus codos sobre la mesa.
— No, aún no — negó, tras mirar los rostros perplejos de los presentes aclaró — Hay varios sospechosos y aún no sé quién es el culpable. Durante el tiempo que estuvimos aislados seguí con mis investigaciones. Varios intentos de asesinato eran demasiado simples para creer que una organización tal peligrosa estuviera detrás — explicó dirigiéndose hacia sus equipajes, extrayendo los papeles que rescataron de la casa – Sin embargo, nuestros tres sospechosos tenían coartada para alguno de los ataques — colocó los informes y fotos sobre la mesa — Aki, Aoi y Hiro, ellos son los tres nombres que en su día me dio Kaito. Antes de que la organización entrara en juego, ya supuse que podría haber más de un culpable, pero en mi estancia allí, lo aseguré. Se ha demostrado que tanto Aoi como Hiro no estuvieron donde dijeron estar cuando Kaito fue atacado.
— Eso no me lo habías dicho — comentó el mago intentado ocultar su cabreo. ¿Acaso no le dijo todo?
— No me dio tiempo, antes de poder decírtelo tuvimos que salir corriendo — se excusó, y realmente así era, solo que por medio había habido más diálogo entre ellos que en esos momentos era más necesario — De todas maneras, eso significa que lo más probable es que ellos fueran los provocadores. Sin embargo, sigue sin cuadrarme sus métodos.
— ¿Por qué? — cuestionó la otra mujer presente, sin entender.
— Porque teniendo en cuenta su género, es extraño que usaran esas técnicas — explicó Saguru antes de que Aoko lo hiciera — Son métodos de asesinato usados usualmente por mujeres.
— Exacto — le dio la razón Aoko — Y no es solo eso. Como os he dicho, los tres de esa lista podrían tener razones para querer hundir a Kaito, y eso explicaría el motivo por el que nuestro misterioso compañero de casa no hizo nada. Pero, si ellos hicieron esos dos ataques, está claro que solo buscaban una muerte.
— Joder — maldijo el mago en voz alta, despeinándose la cabellera — ¿Qué quieres decir con todo esto, Aoko?
— Que algo no cuadra — confesó llevándose las manos a la cabeza — No tenemos pruebas más allá de dos falsos testimonios, que curiosamente coinciden en día y horas con tus atentados. Además, también tenemos los mensajes y paquetes dirigidos a ti y a tu padre. Uno lo firmaba Ares, miembro de la organización, mientras que los otros lo hacían un tal Héroe Caído. Si te pones a pensar fríamente, la única solución factible es que tienes demasiados enemigos y que no sabes todos sus nombres.
— Aoko, si hablara de Kid te puedo asegurar que te podría dar el nombre de muchos más enemigos — expuso alterado y alzando la voz, algo increíble en él — Pero como Kaito Kuroba no. Puede que en más de una ocasión me haga pasar por un capullo sin sentimientos, pero no lo soy y te puedo jurar que nunca he hecho daño a nadie con intención. Por eso solo te di tres nombres, porque estaba seguro de que eran los únicos factibles.
— ¡Tu madre sabía que eras Kid! — exclamó ella, imitando su tono — No sé si lo has pensado Kaito, pero si uno de nuestros enemigos tiene a tu madre y ella le ha dado la ubicación de la casa, es más que probable que también sepa que eres Kid. Por lo tanto, esa persona podría ser cualquiera, tú mismo has dicho que si se trata de tu alter ego, las cifras se disparan.
Kaito iba a contestar, pero un gesto de Jii lo paró en seco.
— Vamos a relajarnos, por favor — pidió, intentando poner algo de paz en aquella escabrosa situación, miró a su casi nieto – Señorito, sé que la situación es horrible, pero creo que eso no le excusa del tono de voz que usted ha comenzado a usar con la señorita Aoko — después giró su vista hacia la mujer — Así mismo, aunque sé que está alterada, no debería seguir el juego. A gritos no se consigue nada, debería saberlo.
El silencio reinó unos segundos tras aquellas palabras sabias. Todos estaban demasiado preocupados y el cansancio mental que provocaba aquella situación era cada vez más notable.
— Lo siento — se disculpó el ilusionista tras relajarse — Sé que tienes razón, pero todo esto es demasiado. Sé que no soy la mejor persona del mundo y que he podido dañar a mucha gente, pero, creo que no he hecho nada para que todos me quieran mata y que encima hayan metido a mi madre en esto.
— Yo también lo siento — dijo ella avanzando hacia él unos pasos — Creo que estoy teniendo muy poco tacto con todo esto, pero es porque quiero protegerte. No sé quién o quiénes están haciendo esto y me preocupa ver como cada vez el día de la fiesta está más cerca. Ese día no solo deberemos de cuidarte de la organización, sino también de quién sabe cuántas personas más — explicó mirándole a los ojos, azul contra azul chocaron y no se apartaron — Sé que eres una gran persona, me lo has demostrado y no quiero perderte.
Akako sonrió ante eso último. Sin duda, Aoko estaba hablando desde el corazón. El mago, por su parte, sintió como el aire se acababa. Aoko, esa mujer a la que cada día adoraba más, le acababa de cierta manera decir que lo quería. Ella pareció darse cuenta de eso, así que desvió su mirada.
— Ya sabes, un muerto en mi currículo no sería positivo. Además, después de todo el tiempo que hemos pasado juntos, no me perdonaría fallar tu confianza — añadió, pero lo que había dicho ya no lo podía borrar.
— Si queréis, sería bueno que cambiásemos de tema — intervino el castaño al ver la tensión del ambiente — No podemos saber con exactitud quién te va a intentar matar. Solo conocemos un par de rostros, por lo que, debemos concentrarnos en qué haremos para protegerte.
Todos estuvieron de acuerdo en la idea. Desde ese momento, Jii comenzó a mostrar a los dos recién llegados todos los artilugios que había estado preparando durante el tiempo en que ellos se ausentaron. Kaito y Aoko, los observaban impresionados ante la gran cantidad de ellos. Por un momento, la tensión existente pareció desaparecer mientras entre risas, probaban algunos de aquellos cacharros. Pasaron dos horas mientras Jii los enseñaba todos, hasta que llegó a uno que Kaito reconoció a la perfección, dibujándose una sonrisa nostálgica en su rostro. Jii extendió el brazo para que lo tomara.
— Le he hecho unas mejoras — añadió Jii, mientras él tomaba aquella pistola que tanto había usado en sus robos — Cuando se fue me dolió no darle la auténtica, pero necesitaba ponerla a punto.
— En la fiesta no iré de Kid — le recordó Kaito, sin dejar de apreciar aquella arma.
— Esa pistola nunca ha sido únicamente de Kid — respondió el mayor, sonriendo afectuosamente al joven, a fin de cuentas, esa arma era la única cuyo origen no estaba en él.
— Tienes razón — afirmó el mago, sonriendo.
— ¿Estos son todas nuestras armas? — inquirió la guardaespaldas intentando esconder la sonrisa y mantenerse seria mientras observaba todo aquello.
— ¿Acaso quieres más? — interrogó divertida la bruja, ante lo cual, Aoko dejó de contener la sonrisa, por muy poco profesional que pareciera.
— Creo que con menos de la mitad estaríamos bien – respondió acariciando con sus manos algunos de ellos. Su vista se posó entonces sobre los pendientes similares a zafiros que cumplirían la tarea de mantenerlos comunicados — Ahora lo difícil será elegir.
— Aparte de la pistola, tengo una sugerencia — habló el mago, tomando de la mesa los pendientes que ella observaba, tendiéndoselos — Debes llevarlos.
Aoko lo miró unos segundos — ¿Por qué?
— Sin duda se verían geniales en ti. Pegan perfectamente con tus ojos, solo necesitarías un vestido que también lo hiciera. Además, creo que a mí no me sentarían — bromeó al final, haciendo sonreír a la mujer.
— Lo del vestido ya está solucionado — añadió entonces la bruja, haciendo girar a ambos la cabeza hacia su dirección. Ella miró al mago — ¿Acaso crees que el diseño era casualidad? Fui yo la encargada, por ello, también tengo ya el vestido y zapatos a juego.
Aoko parpadeó perpleja mientras la bruja sonreía con autosuficiencia. Miró a Kaito, quien tenía una mano colocada en la cabeza y una expresión de resignación, tras suspirar, el mago articuló — No me digas que también tienes el mío — no le hizo falta que respondiera cuando vio que su sonrisa aumentaba aún más — No se si lo has pensado, pero quizás nos hubiera gustado elegir por nuestra cuenta.
— Tonterías, estaréis maravillosos, además, no podéis salir a la calle hasta ese día por seguridad, ¿cómo pensabas hacerlo? — cuestionó ladeando la cabeza.
— Internet es muy útil — replicó el ilusionista, haciendo que la castaña retuviera la carcajada por los pelos.
— Los trajes que llevaréis no podían ser únicamente adecuados a vosotros y bonitos, también tenían que ser útiles para nuestro objetivo — señaló avanzando hacia la pareja, alternando su vista entre ambos pares de ojos — Eso no se consigue en cualquier lugar.
La pareja volvió a mirarse unos segundos, para después volver a mirar a Akako. Aoko tomó esta vez la palabra — ¿Qué nos has preparado?
Akako sonrió — Una imagen vale más que mil palabras — aseguró, volviendo al sitio donde estuvo en un principio — Esta tarde os los enseñaré, tendréis que probároslo por si hay que hacer algún arreglo — explicó, para después sentarse en un pequeño sofá — Ahora, será mejor que descanséis un poco. Sé que ni Saguru ni Jii han dormido esta noche — comentó mirando a ambos hombres — Así que antes de seguir creo que es mejor descansar. Yo tampoco he dormido muy bien esta noche, así que también aprovecharé. Mientras vosotros podéis seguir mi ejemplo o aprovechar el tiempo del modo que estiméis oportuno.
Jii y Saguru iban a quejarse, alegando que eran totalmente capaces de seguir con los planes, pero una mirada congelada de la bruja los hizo detenerse. Era mejor no llevarle la contraria.
Aoko suspiró — Yo creo que seguiré un rato dándole vueltas a toda esta situación, no tengo demasiado sueño.
— Entonces, me quedaré contigo — aseguró Kaito. Vio que ella iba a protestar — He dormido más que tú, estoy perfectamente.
— Pues decidido — finalizó la bruja, acercándose a su esposo para tomarlo del brazo — Bajaremos en un par de horas. Solo os pido que tampoco os sobrecarguéis, la tarde también será larga.
Con ello, la pareja y Jii subieron a la vivienda de arriba con intención de descansar todo lo perdido esa noche, dejando solos a protegido y guardaespaldas. A pesar de estar acostumbrados a estar ellos dos solos, en ese momento, después de todo lo que había pasado, ninguno podía estar del todo tranquilo.
— Tenemos mucho trabajo si queremos salir intactos de esto — comentó Aoko, volviendo a tomar sus informes.
— Ojalá pudiéramos no ir — dijo el mago, poniéndose a su lado. Ella lo miró — No debería haber dicho que iría.
— Si fuera solo de palabra no habría problema — le recordó, intentando reconfortarle — Pero tienes un contrato firmado. Eres uno de los mejores magos del momento, y, cuando firmaste para esa fiesta no sabías que esto pasaría. Era una gran oportunidad, te pagarían una fortuna y además actuarías frente a grandes patrocinadores que podrían lograrte maravillas. Solo un tonto no habría aceptado — aseguró volviendo la vista a los papeles sobre la mesa, intentando acabar con el tema.
— Gracias por intentar que me sienta menos estúpido — agradeció, sonriendo levemente — Pero Aoko, el problema es que tú también estarás en peligro.
— Soy tu guardaespaldas, cuando acepté este empleo sabía que eso estaba implícito — manifestó dejando todo lo que había sobre la mesa, en ese momento acallar su culpa era más importante — Además, te recuerdo que pusiste una valiosa cantidad en la mesa a cambio de que lo hiciera.
— ¿Sigues aquí por eso? — preguntó, recordando el día en que rechazó el pago al despedirla. Ella borró la alegría de su rostro — ¿Por qué no lo aceptaste ese día?
— No te equivoques, solo no me gusta cobrar sin hacer mi trabajo y menos tras saber el motivo de que me echarás — corrigió, sabiendo que estaba mintiéndole de nuevo, pero tenía que hacerlo, aún no podía dejar entrever nada — Pero tranquilo, cuando todo esto acabe, lo aceptaré sin dudarlo.
— Aoko — la nombró, ella miró hacia otro lado — Mírame.
— Kaito, no podemos perder el tiempo, tenemos cosas que hacer — alegó, haciendo que revisaba entre aquellas letras.
— Aoko, tenemos que hablar — sentenció, tomándola del rostro para que lo mirara. Ambos azules volvieron a chocar como ya lo habían hecho muchas veces esa mañana, pero esa vez era diferente — Lo necesito.
El silencio se instauró en la sala, mientras ellos seguían mirándose. No hacía falta ser muy inteligente para saber que tenían que hablar. Su relación mezclaba lo laboral y sentimental, ambos los sabían, y sin duda había que dejar las cosas claras antes de continuar.
