¡Hola de nuevo! Pues sí, al final puedo acabarlo antes de lo que esperaba.
Cada vez estamos más cerca, no me lo puedo creer.
Bueno, no me enrollo mucho.
Dislaimer: MK y DC no me pertenecen, si así fuera, mi adorado KaiAo, aunque desde su creación es canon, lo sería a un nuevo nivel.
Capítulo 11 – Apuesta forzosa
El silencio parecía no querer acabar. Kaito y Aoko se observaban. Ninguno era capaz de apartar la vista del otro ni de comenzar esa conversación que tenían pendiente desde la tarde anterior. Aoko lo miraba y no podía evitar recordar los últimos sucesos junto a él. Su corazón latía con fuerza y su deseo de decirle sobre sus sentimientos era fuerte, pero no podía hacerlo. Tenía que negar cualquier atisbo de algo más allá de la amistad o compañerismo, pero ¿cómo? Sus palabras y acciones habían sido muy claras, tanto que hasta la pareja los había notado. Las palabras del detective volvieron entonces a su cabeza, cuando le dijo que Kaito también estaba enamorada de ella. No podía quitarle la razón, pero tampoco dársela completa. Kaito aún parecía tener dudas o simplemente tenía miedo. Intentó tranquilizarse, ese rumbo de pensamientos no la ayudaba teniendo en cuenta que lo que debía hacer era rechazar cualquier tipo de avance, aunque en el fondo, sus deseos fueran opuestos.
— Nunca pensé decírtelo tan pronto — comenzó él, Aoko sintió como su garganta se secaba. Iba directo al grano, propio de él — Jamás imaginé que alguien conseguiría lo que has conseguido en mí. Toda mi vida he sido juzgado sin ser conocido, y nadie intentó ver más allá de la fachada que mostraba. Sin embargo tú fuiste diferente, no solo me rechazaste sino que, a pesar de mi pésimo comportamiento y mis muchos errores intentaste conocerme, y finalmente lo hiciste — confesó, dejando salir todo lo que guardaba dentro – En su día te dije que sería difícil que me conocieras, porque eso te haría saber todos mis puntos débiles, y sin embargo, ahora no puedo evitar alegrarme de que seas tú quién los sepas — expresó, haciendo que ella sintiera ganas de llorar, tanto de rabia como de alegría — No sé lo que sientes por mí, si es un sentimiento similar al mío o no, pero no me importa. Quiero que sigas a mi lado incluso cuando esto acabe, quiero seguir conociéndote, y a ser posible, intentar enamorarte.
Aoko se quedó sin palabras. ¿Qué decirle? Si fuera libre de hacer lo que quisiera, no dudaría en lanzarse a sus brazos, decirle que claro que sentía algo parecido, que también quería seguir a su lado, besarlo y acabar lo que empezaron el día anterior. Y es ahí cuando la alegría daba paso a la rabia por no poder hacerlo.
— Kaito, por la amistad que creo que tenemos — empezó a decir ella, lo observaba de reojo y pudo ver como su rostro decaía. No había que ser adivino para saber que no le iba a decir nada que él deseara — Deberíamos olvidar esto — articuló, el mago intento intervenir, pero lo detuvo — Me siento honrada por tus sentimientos, pero no puedo corresponderte. No es por ti, eres una persona maravillosa, ya te dije que me pareces alguien…
— Por favor, ahórratelo — escupió decepcionado, la miró fijamente — Ambos sabemos que aquí el, "no eres tú, soy yo" no pega nada.
— Kaito, lo siento…
— No – la interrumpió, tragándose la tristeza que sentía esbozó una débil sonrisa — Nadie manda en los sentimientos. No tienes la culpa de no quererme Aoko, sin embargo, no puedes pedirme que olvide que me acabo de declarar y he sido rechazado.
Ella calló, no podía hablar, sino, quizás su actuación acababa. Él al ver que no hablaba, volvió a tomar la palabra.
— Sin embargo, necesito que me aclares algo — pidió, mirándola a los ojos. Necesitaba la verdad — ¿Por qué ayer me dejaste besarte?
— No me besaste — replicó ella veloz, era lo único con lo que podía defenderse.
— Porque la alarma sonó — le recordó, ella intentó evitar su mirada, pero no lo logró — Me iba a ir, y tú me hiciste quedarme. Te iba a besar, los sabes, y también que lo aceptaste.
Ella calló. Buscaba con toda la velocidad mental posible alguna salida, pero aquella mirada fija en ella le impedía pensar con toda la claridad que hubiese necesitado. Se mordió el labio inconscientemente, y Kaito esbozó una leve sonrisa — Al parecer me has vuelto a mentir — comentó sin soltarla — No tienes respuesta.
— Sí que la tengo — aseguró, viendo como todo lo que había conseguido decirle era puesto en duda. Él entornó los ojos — Pero no quiero herirte. Te considero un amigo a pesar de todo, y no veo necesidad de hacer daño — cuando acabó no pudo evitar pensar en lo horrible que había sido su mentira. Sin embargo, a pesar de ello se mantuvo inmutable.
Él la observó unos segundos, para después suspirar y soltarla, alejándose de ella un par de pasos. Ella agradeció que hubiese funcionado. Sin embargo, Kaito no era tan idiota como para creerla. Sabía que allí pasaba algo, pero de nada serviría intentar sonsacárselo, al menos no por el momento.
— Creo que será mejor que si vaya a descansar un rato — articuló él, tras unos segundos pensando que decir. La miró, ella rehuía su mirada — Nos veremos esta tarde.
Sin más que decir y sabiendo que ella tampoco hablaría, subió raudo hasta el segundo piso, dejando sola a la mujer. La conocía más de lo que ella creía, y sabía a ciencia cierta que le había vuelto a mentir. Le hubiese gustado reprocharle, pero no era el momento. De momento, guardaría las distancias con ella por el bien de su misión. Cuando la fiesta acabara se aseguraría de que le aclarada todo.
Tras la hora del almuerzo, empezó de nuevo la actividad de planificación. Mientras Saguru, Jii y Kaito estaban abajo, Akako subió junto con la castaña con el fin de mostrarle el vestido que había elegido para ella. Después sería el turno de Kaito, pero mientras, tendría la oportunidad de hablar a solas con ella. No era tonta, y sabía que tras haberlos dejado solos había pasado algo, pues, finalmente Kaito no se quedó a su lado, y cuando estuvieron todos juntos se mantenía alejado de ella, contrario a cuando habían llegado.
— Estoy segura de que amarás el vestido — iba diciéndole mientras se dirigían a la habitación de invitados, donde ella y Saguru habían dormido y guardado sus cosas — Elegí que fuera azul para que conjuntara con tus ojos, estoy segura de que te quedará precioso.
— Me importa más lo que dijiste sobre ser adecuado para lo que iba a pasar — comentó la muchacha, entrando tras ella a la recámara.
— Cuando lo veas entenderás por qué — aseguró la pelirroja, a la vez que abría las puertas del armario de mayor tamaño, sacando de su interior el vestido, guardado en la bolsa.
Rápidamente lo extrajo y permitió que Aoko lo observara. Tal como había dicho la bruja, el vestido era precioso, de un tono azul oscuro y que parecía emitir brillo. Poseía un escote halter, dejando la espalda y brazos completamente al aire, mientras que, en el lado derecho de la falda había una abertura. Pero, Aoko no entendía que utilidad podía tener, es más, le veía demasiados defectos. Había vestidos mucho más seguros
— Necesitas llevar tus armas, y las llevarás en la pierna derecha, si las necesitas, la abertura te facilitará cogerlas y usarlas — comenzó a explicar Akako tras intuir sus pensamientos negativos— Por otra parte, el vestido no necesita que uses tacones. Llevarás zapatos planos para facilitarte el movimiento.
— Es demasiado revelador, y, por lo tanto, peligroso — señaló la guardaespaldas, ignorando de momento lo que la pelirroja acababa de decir.
— Lo es más la cabeza, pero no puedo cubrirla — replicó, ante lo que Aoko suspiró para después darle la razón — Créeme que pensé en todos los defectos que estás viendo. Sin embargo, estamos casi en verano, si llevarás un vestido o traje muy cubierto, sería extraño. Por otra parte, este vestido tiene una solución para sus fallas, una simple chaqueta.
— Tú misma lo has dicho, desentonaría mucho teniendo en cuenta el temporal — pensó, chasqueando la lengua.
— No si se estropea el aire — expuso la mayor, logrando la atención completa de Aoko – Cuando llegues, lo harás sin nada para cubrirte. Una vez dentro, nosotros nos encargaremos de la ventilación. Con ello, tendrás la excusa para ponerte la chaqueta que Kaito llevará. En el baño estarán escondidas las protecciones, por lo que solo deberás ir por ellas y colocártelas debajo. Nadie las verá.
— Lo tenías todo pensado — sonrió, al ver solucionado el problema — ¿Kaito…?
— Kaito llevará también su protección. Sin embargo, si os disparan, no dudarán en ir a por la cabeza. Así que tendréis que estar muy atentos. Dudo que lo hagan delante de tanta gente, pero es mejor ponerse en lo peor.
— Si las cosas no van bien, aunque sea arriesgado, preferirán actuar — afirmó la menor, recordando aquella organización — En ese caso, elegirán matarme a mí antes que a él.
— Saguru me ha terminado de explicar tu historia — dijo entonces Akako, sentándose en la cama, haciendo que se sentara a tu lado. En esos momentos su última visión volvió a pasar por su mente. Necesitaba explicaciones de cara a lo que pudiera ocurrir.
— Esa organización me ha jodido la vida — soltó, deseaba poder ser completamente sincera con alguien, lo necesitaba — Mi padre notó algo raro en los robos de Kid — explicó, rememorando esos días en los que empezó su pesadilla — Cada cierto tiempo, en contados robos observó como unos hombres vestidos de negro se acercaban a Kaito no de buen término, y como más de una vez lo atacaron. Cuando se aseguró de que algo sucedía informó a su superior, como buen inspector. Ese día llegó a casa pletórico, pues el jefe le aseguró que había hecho un buen trabajo y que al día siguiente lo necesitaba para ponerlo al mando de un plan para atraparlos y descubrir su relación con el ladrón — relató, recordando la sonrisa de su padre. Sonrió con pena, sintiendo como las ganas de llorar la invadían, pero intentó contenerlas — Al día siguiente se fue tras darme un beso, asegurándome que estaría orgullosa de él — respiró, necesitaba fuerzas para seguir — Cuando llegué a casa hice una gran cena para celebrar todo. Pero no apareció. Esperé despierta toda la noche, lo llamé, llamé a la oficina, a sus compañeros…Nadie lo había visto. Era como si la tierra se lo hubiera tragado — las lágrimas comenzaron a caer, mientras ella intentaba hacerlas desaparecer con sus manos — Al día siguiente fui a ver a su superior. Nada más llegar me recibió en su despacho. Le expliqué que nada extraño había sucedido, que no entendía que podría haber pasado. Él me preguntó si mi padre me comentó algo antes de desaparecer — contó, recordando la cara sonriente de aquel hombre mientras le hacía preguntas, la rabia la invadió — Estuve a punto de decirle lo de esos hombres, pero me detuve. Llámalo sexto sentido, pero algo me detuvo. Negué y conté una mentira sobre nuestra última conversación. Tras ello me tranquilizó, me dijo que pronto aparecería y que mientras tanto, me ayudarían en lo posible.
— Ese hombre era aliado de la organización — entendió la mujer, abrazándola de lado. Podía entender perfectamente su dolor — No tienes que seguir hablando si no quieres.
— Necesito hacerlo — aseguró — Además, quiero pedirte que, si algo llegara a pasarme, le contarás todo a Kaito. Se merece saberlo – pidió, viniendo a su mente la imagen del mago y su última conversación. En el fondo, esa era la razón principal de sincerarse con aquella mujer — Quiero que sepa mis razones, mis mentiras y mis sentimientos cuando esté a salvo. Y, si yo no estoy para decírselo, quiero que al menos se entere por alguien.
— Serás tú la que se lo diga, te lo aseguro — prometió la bruja, mirándola dulcemente, jurándose que lograría que ambos vivieran. Las lágrimas seguían derramándose, y no pudo evitar limpiar una de aquellas gotas.
Aoko le sonrió para después, seguir contado — Supe enseguida que, en cuanto pudieran me quitarían a mí de en medio. Una adolescente diciendo que su padre había desaparecido, siendo él tan conocido, no podía seguir libre. Cuando salí de la comisaria supe que tenía que tener ojos en todas las partes. No tardé mucho en asegurarlo. Cuando llegué al tren, alguien me empujó hacia las vías poco antes de que un tren pasara. Me salvé de milagro y, viendo que el peligro era demasiado acepté que me llevaran al hospital. Allí trabaja mi tío, y, con su ayuda, pude esconderme, haciendo creer a todos que había escapado.
— Ese médico que atendió a Kaito era él, ¿verdad? — Aoko asintió y Akako tuvo ganas de reír — Y pesar que Kaito se puso celoso de tu tío.
— Él no lo sabía — lo justificó, sin poder evitar una sonrisilla.
— ¿Qué sucedió después? — inquirió, queriendo saber el final de la historia.
— Poco tiempo antes de que eso sucediera, la noticia de que el detective Shinichi Kudo había sacado a la luz la existencia de una peligrosa organización salió en los periódicos. Lo recordé mientras pensaba un plan para lograr saber sobre mi padre. Pensé que podría ayudarme, y fui a verle.
— Allí conociste a Ran. Eso explica que te ayudara a trabajar para Kaito — pronunció, recordando lo extraño que le pareció que su amiga ayudara en una mentira así.
— Efectivamente. Kudo y Ran me ayudaron desde el minuto uno. Sabiendo que no se podía contar con la policía reunieron a varios amigos que podrían ayudarme pertenecientes al FBI o CIA. Así obtuve todos los datos de la organización y, a pesar de sus negativas, al final me infiltré en ella.
— Si te hubieran descubierto, habrías muerto — dijo, sabedora de lo que eran capaces — ¿Por qué? Podría haberlo hecho un experto.
— Necesitaba ver con mis propios ojos si mi padre estaba bien — explicó, la miró, la tristeza se reflejaba en ellos — Sabía que podía hacerlo, y, que, si tenía que sacarlo de allí, solo me haría caso a mí. Si hubiese ido un extraño, ¿por qué no pensar que era una trampa? Lo hice, y, cuando tuve la confianza de algunos compañeros, me enteré de lo que quería. No lo habían matado aún, pero de milagro — explicó, la visión de su padre aquel día fue horrible. Sus ojos estaban cerrados y rodeados por unos surcos negros, su piel era blanco como el papel y sus labios estaban morados. Respiró, necesitaba seguir — Lo habían torturado. No les bastaba matarlo, debían regocijarse en ello. No le hicieron heridas físicas, pero lo que le hicieron fue peor. Si resistió, fue por su fuerza.
— Si estaba en ese estado, debió de costarte sacarlo de allí.
— Pero lo hice. No entraré en detalles de cómo, no importa ahora — articuló, recostando su cabeza en el hombro de su compañera – Creí que al sacarlo acabaría el problema, pero solo obtuve más. La organización supo de mí, de mi verdadera identidad y de mi traición. Durante el tiempo que estuve, vi y escuché demasiado, por eso desde ese momento nos buscan a ambos. Mi padre, por su parte, empeora por días. Mi tío se encarga de él, pero pone en duda que pueda seguir viviendo. La única opción es llevarlo a un hospital de América, pero para ello necesitamos un dinero que no tenemos. Estaba desesperada — explicó, siendo abrazada por Akako, que intentaba reconfortarla — El día que llamaste a Ran, yo estaba con ella intentando buscar una solución. Cuando pedisteis una guardaespaldas, Ran me sugirió hacerme pasar por una. Sabía que sería capaz de proteger a cualquiera después de mi aventura en la organización y también tenía por seguro que con Kaito podría ganar el dinero que necesitaba. Y cuando extendió ese talonario ese día supimos que en eso teníamos razón.
El silencio se hizo en la habitación. Akako estaba digiriendo toda la información. Sin duda esa muchacha había pasado demasiado a una edad temprana — Me alegro de que estés bien y hayas llegado a nuestro lado. No llegarán ni a ti ni a Kaito, los destruiremos entre todos — prometió, apretando su abrazo — Y cuando todo esto acabe le contarás tú misma la verdad a Kaito. Sé que te perdonará la mentira, lo hiciste por necesidad, y Kaito sabe lo que es eso — aseguró, haciendo referencia a la mentira de Kid.
— Siento haberos mentido desde el principio — se disculpó, sonriendo apenada — Sé que hice mal, pero te juro que si acepté fue porque supe que podría hacerlo.
— Lo sé Aoko. Ran no te habría dejado hacerlo si no fuera así — la tranquilizó, levantándose de la cama y acuclillándose frente a ella — Has demostrado con creces que puedes, y que, además eres leal. Sé que, si hubieses entregado a Kaito, habrías dejado de ser una traidora para ellos — informó, viendo la sorpresa en ella — Sé que sonará extraño, pero yo soy capaz de saber casi todo Aoko. Es por ello que supe desde el principio que escondías algo, y que eso podría provocar que en un futuro Kaito y tú os separarais — explicó, apoyándose en sus rodillas — Sé muchas cosas, aunque no todas las que me gustaría. Pero lo que consigo saber es capaz de salvar a los que más quiero, y tú ahora estás en esa lista — expuso, consiguiendo una sonrisa feliz de Aoko por primera vez esa tarde.
— Es cierto que podría haberlo entregado y quizás conseguir acabar con esto, pero no hubiese podido. Siempre me intento convencer de que, si hubiese sido otra persona tampoco lo hubiera hecho — empezó a decir, recordando aquella noche, la sorpresa, el miedo, la pena, la rabia y el amor que ya sentía, aunque no lo admitiera — pero, no podría asegurarlo. Solo sé que no hubiese sido capaz de dar a Kaito, no podía hacerlo.
— Porque le quieres — finalizó la bruja lo que la castaña calló. Akako le sonrió gentil y Aoko bajó la cabeza sonrojada — No es un pecado Aoko.
— Él no sabe quién soy — le recordó, mirándola fijamente — Él se ha sincerado completamente conmigo, y yo no hago más que mentir y ocultar cosas. No puedo aceptar nada mientras no sepa la verdad, sería injusto. Además, mi prioridad ahora no es el romance, es salvarle a él y a mi padre.
— Te entiendo, y realmente creo que será mejor dejar el tema así hasta que acabe la fiesta. Sin embargo, eso no evitara que los sentimientos os puedan nublar la mente — advirtió poniéndose en pie.
— No lo harán – aseguró, imitando su acción — Queriéndole o no, mi único objetivo es sacarlo vivo de todo esto, aunque para ello tenga que dar mi vida — recitó, cuando vio a Akako intentar replicar la paró — Ese es mi trabajo Akako. Y pienso cumplirlo.
Akako suspiró intranquila. La posibilidad que su mente se afanaba en recordarle le preocupaba. Miró a la guardaespaldas. Aún seguía con los ojos enrojecidos por el reciente llanto, que había dejado además marcas en sus mejillas. Sin embargo, parecía más fuerte que nunca. Sonrió orgullosa y se juró que ella misma los protegería.
— Una cosa más — dijo de pronto, rascándose la mejilla — Sabiendo tu situación, me gustaría darte alguna ayuda para tu padre.
La guardaespaldas abrió los ojos sorprendida, pero negó — No puedo aceptarlo.
— Aoko, por favor, necesito que lo aceptes — pidió la bruja — Si algo le llegara a pasar a tu padre no podría perdonarme el no haberte ayudado teniendo la posibilidad.
— Es demasiado, no puedo aceptar tal ayuda. Además, el propio Kaito me dio bastante dinero en su momento — confesó, recordado el día de su despido, el cheque que le tendió y que ella rompió — No lo acepté, y te puedo asegurar que la cantidad era más que suficiente para salvarlo.
— ¿Por qué? Aoko, ¿¡acaso no sabes que el tiempo va en tu contra!? — exclamó alterada la bruja.
— Puedes tranquilizarte, no fue por unos principios o moral. No lo tomé porque la organización vigila cada movimiento de personas al exterior del país — explicó suspirando — El traslado que necesita mi padre es bastante complicado, por lo que es fácil localizarlo. Por ello no lo he trasladado aún.
— Creí que solo necesitabas el dinero — comentó la pelirroja, ahora entendiendo sus motivos.
— Y así era — afirmó — Mi plan inicial era crear una pista falsa, colocándome como cebo para que, en la otra punta del país, mi padre pudiera salir inadvertido. Tenía el método para hacerlo, aunque mis apoyos ante el plan suicida eran escasos — explicó divertida, sin duda, ese plan era la muerte.
— Me alegro entonces de que no lo hicieras — expuso la pelirroja feliz — Sin embargo, debo decirte que sí vas a aceptar mi préstamo.
— Ya te he explicado que no puedo, aunque quisiera…
— Tu padre se marchará la noche de la fiesta. La organización entera estará allí, y, aunque no fuera así, lo haremos todo para que, si se enteran, lo hagan demasiado tarde – propuso Akako, confiada. Aoko iba a replicar, pero no la dejó — Escúchame, tu padre necesita llegar al hospital lo antes posible si queremos salvarlo. Esa noche, todos los de la banda estarán más pendientes de cogeros a vosotros que a un moribundo. Es el momento perfecto. Tenemos los contactos suficientes para hacerlo, y te puedo jurar que tu padre estará protegido — le apretó la mano — Déjame ayudarte Aoko, por favor.
— Akako… — susurró, sintiendo las lágrimas volver a caer, pero esta vez de esperanza — Te juro que te lo devolveré.
— No necesito devolución alguna, solo te pido algo a cambio, y es que no mueras esa noche — pidió abrazándola. No le extrañaba que Kaito se hubiera enamorado de ella.
En sus brazos, la castaña lloró con fuerza, mientras la luz parecía abrirse camino en su vida. Su padre volvía a tener esperanzas.
Tras acabar, Kaito subió, era su hora de hablar de su traje.
La bruja lo esperaba sentada en la cama.
— Habéis tardado — comentó el mago, colocándose a su lado — Parece que habéis hecho algo más que ver el traje.
— ¿Celoso? — preguntó la pelirroja, recibiendo un bufido del mago. Rio divertida — Tranquilo Kaito, solo hemos tenido una conversación de mujeres.
— Miedo me das — musitó el mago sonriendo. Deseaba preguntarle sobre qué habían hablado exactamente, pero no debía hacerlo. Si Aoko no se lo decía, nadie debía hacerlo, no por el momento al menos — Bueno, ¿y mi traje?
— No hay mucho que explicar en tu caso — articuló, quitándole importancia — Tus protecciones serán las mismas que las que usabas como Kid en tu último robo, y el traje es el típico chaqué.
— ¿Entonces que hago aquí? — inquirió alzando una ceja. Aún tenían mucho por planear.
— Necesitaba hablar contigo a solas — explicó, mirándole fijamente.
— ¿Sobre qué? — volvió a cuestionar. La bruja estaba seria.
— Kaito, esa noche debes estar pendiente de todo.
— Lo sé Akako, la organización puede atacarme por cualquier lado.
— No Kaito, el problema no eres tú – lo cortó, apoyando su mano sobre su hombro. Él la miró algo temeroso, intuyendo lo que iba a decir — Aoko esa noche corre más peligro que tú.
— Eso es imposible. El objetivo principal soy yo— manifestó levantándose de golpe, llevándose las manos a la cabeza.
— Sabes que no me equivoco Kaito — le recordó. No podía decirle los motivos de ello — Necesito que no la pierdas de vista, sino…
— Sino, ¿qué? — inquirió con miedo.
— Puede que no regrese contigo — respondió cerrando los ojos apesadumbrada.
El joven se quedó en silencio, dejándose caer de nuevo a su lado. La bruja lo miró dolorida.
— No la dejaré morir — aseguró el ilusionista con decisión — Te lo juro.
— Lo sé Kaito, solo tú puedes evitarlo. Lo he visto — explicó ella, sin mirarle.
Ella lo había visto. Esa noche había varias posibilidades, pero solo tres eran las más posibles. Y en todas ellas, siempre había un herido. Sabía que era una apuesta arriesgada contarle aquello a Kaito, pues, el herido podría ser él. Sin embargo, si su intervención, seguro que la ojiazul no volvía viva.
A varios kilómetros de allí, en la misma ciudad de Tokio, una mujer abría sus ojos miel, intentando encontrar un mísero halo de luz. Su cabello violeta caía sobre su rostro, pegándose a él debido al sudor.
Su cuerpo dolía, y su estómago no paraba de rugir. Sus fuerzas cada vez eran menos.
A lo lejos pudo escuchar el eco de unos pasos. Pronto la reja de su celda se abrió, pero no podía ver a su captor.
Con las fuerzas que tenía intentó mover sus brazos, pero las fuertes cadenas se lo impedían. Miró a aquella sombra, en búsqueda de cualquier pista sobre su identidad, pero nada. Permaneció allí unos segundos, y después se marchó.
Bajó la cabeza apesadumbrada, mientras en su cabeza solo estaba el nombre de su único hijo. La razón de su captura y su mayor preocupación.
