Hola, otra vez vuelto a actualizar por aquí.
Parece mentira lo habitual que estoy actualizando últimamente aquí. Pero bueno, explico, dentro de unos dos meses este fic cumplirá cuatro años. El otro día me dio la idea loca de subir su epílogo en esa fecha y acabarlo justo cuando empezó, pero eso tengo asegurado que es prácticamente imposible. Aún así, lo que si me gustaría sería acabarlo antes de finalizar el año. Este fic está entrando ya en las últimas, faltan capítulos, pero no tantos. Así que bueno, por el momento se va a intentar ir subiendo conforme se pueda, tampoco quiero meterme prisas y liarla ahora que estamos cerca de acabar.
Por otra parte, no creí que fuera a haber subida de capítulo hasta agosto, por su aniversario que sí que subiré algo ese día, al menos es la intención. Pero no pensaba pasarme por ff para publicar hasta el 21 de este mes con otra historia individual por el cumpleaños de Kaito. Pero bueno, nunca se sabe.
Creo que me he enrollado lo suficiente explicando los planes de futuro de este fic, así que sin más, os dejo un nuevo capítulo.
Dislaimer: Los personajes de Magic Kaito no me pertenecen en absoluto, yo solo les doy mi inmenso amor y creo historias de ellos.
Capítulo 12 – Juego de cartas : Segunda jugada
Los días pasaron y el momento se acercaba cada vez más. La tensión entre los compañeros era cada día mayor, especialmente entre la pareja formada por guardaespaldas y mago. Desde aquella conversación en la que el mago se declaró completamente, no habían vuelto a hablar de temas personales. En aquellos momentos todo se reducía a lo profesional, algo que Aoko agradeció, pues eso le permitió enfocarse plenamente tanto en la protección de Kaito como en el plan para sacar a su padre del país. Kaito, por otra parte, solo buscaba maneras de evitar a toda costa que el escenario pintado por Akako pudiera ocurrir.
El día llegó antes de que fueran plenamente conscientes de ello. Los nervios y el miedo eran observables en cualquiera de los rostros. Todos sabían lo que se jugaban ese día.
Recién era por la mañana. Pocos habían sido capaces de conciliar el sueño, pero sin duda Kaito era el que menos. Tras una noche en la que su cabeza no dejaba de dar vueltas, decidió levantarse y dirigirse a un despacho donde Jii guardaba todos los documentos del bar. Se jugaba demasiado esa noche. Esta vez no era él el único que podía acabar herido, había demasiadas personas importantes en juego. No podía dejar de pensar en sus aliados, especialmente en Aoko, que sería la que más peligro correría, así como tampoco olvidaba a su madre, seguramente retenida a la fuerza en algún lugar, y eso en el mejor de los casos. La otra posibilidad era demasiado dura como para siquiera pensarla. En esos momentos se arrepentía de no haberla buscado antes, de dejarse llevar por la rabia al no saber nada de ella. Él creía que todo había acabado, pero sin saberlo la había impulsado a la boca del lobo.
— Deberías estar durmiendo — dijo una voz en la entrada de aquella sala, donde él finalmente se había sentado, dando vueltas en la silla giratoria frente a un escritorio — Esta noche es importante. Debes de estar descansado.
— Por más que lo intente, no puedo — respondió él, observando a aquella mujer que era una de las protagonistas de sus pensamientos, no solo por esa noche, sino por todo lo que significaba para él — Además, ¿no deberías estar durmiendo tú entonces?
— Tampoco puedo conciliar el sueño — confesó, acercándose, sentándose sobre la mesa al no haber más sillas disponibles, aunque todo lo alejada posible del mago — Solo deseo que acabe esto ya. Esta angustia es intolerable.
— En eso te doy la razón — concordó el mago, aunque la imagen de su muerte volvió a pasar por su cabeza. Negó, no lo permitiría.
La miró unos segundos en silencio. Su cabello estaba bastante más despeinado que de costumbre, síntoma de recién levantada. Además, unas pequeñas ojeras podían vislumbrarse bajo sus ojos, demostrando que, efectivamente, debía de haber dormido poco. Se sentía culpable de haberla arrastrado a todo aquello, por muy guardaespaldas que fuera. Recordó el momento en que la echó de su lado para protegerla, y como ella, cabezona había vuelto con él, salvándolo de una muerte segura.
— ¿Qué harás cuando acabe todo esto? — le preguntó, intentando pensar en positivo. En el futuro.
— No lo sé. Nunca he pensado mucho en el futuro más allá de ciertos detalles — contestó, mirando hacia la pared. Era cierto, jamás pensó en salir de aquello, y cuando lo hacía solo pensaba en su padre, en salvarlo — Supongo que podré pensarlo después de esta noche.
— Hay mucha vida por delante, así que estoy seguro de que podrás pensarlo tranquila – manifestó, sin dejar de observarla, notando como evitaba mirarlo, tal como llevaban haciendo una semana — ¿Seguiremos en contacto? — se atrevió a preguntar, tentando un poco su suerte.
— Depende — contestó, mirándolo al fin, sonriendo con pena. Kaito la observó deseoso de su respuesta, pero ella no continuó.
— ¿De qué? — inquirió sintiendo su corazón latir con fuerza.
— De tu decisión — contestó, él la miraba confundido, y no le extrañaba. Ella era la que lo había rechazado, pero en ese momento, necesitaba decir la verdad, porque él decidiría si perdonaba o no sus mentiras.
— Mi decisión es clara Aoko. Te quiero a mi lado, te lo dije ese día — articuló levantándose de su asiento, poniéndose ante ella, reduciendo las distancias — Cuando todo acabe, intentaré que no me veas como un amigo.
— Kaito… — lo nombró, era lo único que podía decirle. Veía lo cerca que estaban, sabía que debía alejarse, pero no quería hacerlo.
Llevaban una semana alejados el uno del otro por beneficio de la misión, y así debería seguir hasta esa noche, pero nadie planeó ese encuentro. Era algo que simplemente no debería haberse dado, pero ninguno podría haber deducido ni evitado ese escenario.
Era igual que aquel día, aquel momento en la casa escondida. Estaban cerca, pudiendo sentir la respiración ajena sobre su piel, tentándose como llevaban haciendo tanto tiempo, pero esta vez sin esconderlo del todo. Aoko observó sus ojos, de un azul hermoso que invitaba a observarlos siempre, después miró sus labios, sentía el deseo de sentirlos de una vez, como estuvo a punto de hacer aquel día si aquella alarma no los hubiera detenido. Kaito también la escaneaba con la mirada, esos ojos que lo sedujeron desde el primer día que la vio, sus labios, algo entreabiertos que lo invitaban a acercarse y probarlos. No debían, pero tampoco podían evitarlo a esas alturas de la partida. Posó su mano en la mejilla de la chica. Ella ya le había rechazado, y estaba claro que no haría nada que ella no quisiera, sin embargo, ella parecía no querer detenerlo, igual que aquel día. Empezaron a acercarse con lentitud, hasta que al fin pudieron sentir los labios ajenos sobre los suyos. Esta vez no hubo interrupciones. El silencio reinaba, solo pudiendo escuchar cada uno el sonido de su propio corazón bombeando con fuerza.
El beso duró apenas unos segundos, pero fue suficiente por el momento. Al separarse ambos se miraron a los ojos que expresaban todo lo que sus bocas no decían.
La joven iba a abrir la boca, pero Kaito colocó su dedo, pidiéndole callar — No digas nada, no ahora. Cuando todo acabe escucharé lo que tengas que decir, sea lo que sea — le sonrió, retirando su mano, depositando un beso en el dorso de su mano derecha para después salir de la sala.
Aoko se quedó en el sitio, viendo cómo se iba. Sabía que no debería haberse dejado llevar, pero cómo no hacerlo. No sabía lo que ocurriría esa noche, si saldría viva de ese lugar ni lo que le depararía el futuro, por eso, en aquel momento su mente había dejado de razonar todo lo que llevaba evitando esos días. Su cercanía la debilitaba, para que negarlo, estaba demasiado enamorada de ese hombre. Suspiró, bajando la mirada mientras se tocaba los labios recordando una y otra vez ese momento.
La tarde llegó, y con ella todas las preparaciones para esa noche. La pareja protagonista de la velada había seguido como si nada hubiese ocurrido ese mañana, aunque ambos tenían ese beso clavado en su mente. Sin embargo, como Kaito dijo, lo que hubiera que hablar se hablaría después de esa misión. Ahora, solo debían pensar en seguir vivos.
Fue una tarde llena de movimientos por parte de todo el equipo. El tiempo apremiaba y la hora de la fiesta se acercaba cada vez más. Todos se encargaban de asegurar que el plan fuera sobre ruedas, llevaban una semana planeando eso, así como también diferentes salidas si las cosas se torcían. Pronto llegó la hora de que Aoko y Kaito se arreglaran, pues tendrían que marcharse en breve. Nadie hablaba, parecía que no querían pensar más en todo lo que se jugaban ese día.
— Señorito, por favor, sea prudente — pedía Jii tras la barra, después de un eterno silencio, observando al mago, ya vestido, que esperaba a su compañera. El mayor estaba preocupado — Tengo un mal presentimiento.
El mago sonrió comprensivo, desviando la vista de la escalera por donde debía bajar su guardaespaldas, acercándose a aquel hombre y tomándole las manos — Todo saldrá bien Jii. Hoy acabará todo, ya lo verás — lo animó, aunque él mismo dudaba de esas palabras. Tenía miedo, muchísimo, pero no podía evitar esa noche.
— Ese es el espíritu Kaito — señaló a su lado el detective inglés, tomando su reloj de bolsillo para comprobar la hora — Quedan pocos minutos para el comienzo de la fiesta — avisó, volviendo su vista hacia la escalera — ¿Por qué las mujeres siempre tardan tanto?
Kaito rio por primera vez ese día, dejando salir algo del nerviosismo que lo embargaba — Son mujeres, su especialidad es tardar — contestó divertido, siguiendo el juego del castaño.
— Y la vuestra es no usar mucho el cerebro — dijo de pronto una voz, que denotaba picardía. Ambos observaron el inicio de la escalera, donde Akako reposaba en el barandal — Nosotras tenemos más cosas que ponernos, por eso tardamos más — comentó entonces, bajando, volviendo al tema del que hablaban esos hombres.
— ¿Y Aoko? — inquirió el mago al no ver rastro de ella, y pasando por alto el comentario de su amiga.
— Está poniéndose los pendientes. Bajará en breve — informó, sonriendo al sentir la preocupación del mago por aquella mujer — Por cierto, ¿debería conseguirte una fregona? — preguntó, intentando relajar el ambiente.
— ¿Para qué? — cuestionó en respuesta el ilusionista, alzando una ceja, confuso. No entendía por qué debería necesitar una.
Akako sonrió divertida, sin responder a Kaito. Su pareja, por el contrario, parecía haber entendido su comentario, y solo imitó su gesto. Kaito volvió a preguntar, pero no obtuvo respuesta alguna.
A los pocos minutos, el sonido de pasos se hizo presente. Todos miraron hacia el lugar dónde Akako había estado antes, viendo en su lugar la figura de la guardaespaldas, con aquel vestido largo azul abierto en la pierna derecha, y un generoso escote. Su cabello estaba recogido en un moño en la parte trasera de la cabeza, dejando sueltos algunos mechones que decoraban su rostro. El peinado, además, dejaba ver aquellos espectaculares pendientes que parecían zafiros, y que tanta ayuda podían darle aquella noche. Por último, su rostro estaba levemente maquillado, intentando conservar un aspecto natural.
Kaito la observó, analizando su figura varias veces mientras bajaba por aquella escalera. Estaba preciosa.
— Si no cierras la boca, sí que voy a tener que darte esa fregona — susurró a su lado la bruja, haciéndole notar que, efectivamente tenía la boca abierta — ¿O quizás sería mejor un babero?
Kaito la miró molesto, cerrando su boca, aunque con un leve tinte carmín en sus mejillas, algo adorable a ojos de la pelirroja. No tardó mucho en volver a mirar la frente para disfrutar la vista. Aoko ya había terminado de bajar la escalera, y se acercaba a ellos.
— ¿Cuándo nos vamos? — preguntó cuando se puso frente a ellos, pasando por alto la mirada ilusionada del mago.
— Ten paciencia cariño, el coche que os llevará llegará pronto — expuso la bruja, colocándose a su lado, acariciándole sus hombros. Sabía que tenía demasiadas cosas en la cabeza, y que eso la tenía nerviosa — Todo va a salir bien, te lo juro — murmuró en su oído, sin detener su caricia.
Ella le sonrió, agradecía todo lo que estaba haciendo por ella. Durante esos días había tratado de mantener su ánimo de todas las maneras posibles. Su lejanía autoimpuesta con Kaito le había provocado un vacío enorme, a tal punto de hacerla preocupar por lo dependiente que se había vuelto con respecto al mago. Akako siempre había estado allí para ella, haciéndola olvidar en algunos momentos toda la presión que tenía. Había sido una amiga, y eso se lo agradecería siempre. A pesar de ello, esas últimas horas, ni siquiera las bromas de la pelirroja habían logrado calmarla. Kaito, la fiesta, su padre, la organización…Su cabeza estaba llena. Cerró los ojos, solo quería acabar ese día, estaba harta de todo.
Pronto el móvil del anciano sonó. Era la señal, el coche estaba fuera. Alguien de confianza. Nadie sabía que ese vehículo los transportaría, eso mantendría a salvo a los que se mantendrían allí.
— Es la hora — señaló el detective, mirando a la pareja, que no unía miradas — Tened cuidado, seguid el plan y en un par de horas nos veremos. Estaremos todo el tiempo con vosotros, aunque en la distancia. Así que no os preocupéis.
Ambos asintieron. Los nervios eran obvios. Tras muchos abrazos y ánimos, la pareja salió por la puerta, entrando al coche que los llevaría a la boca del lobo. El camino fue silencioso, ninguno quería hablar con el otro en esos momentos, aunque fueran protagonistas de sus pensamientos.
Aoko desviaba a veces la mirada de la ventanilla, observando el perfil del mago. Él era uno de sus dolores de cabeza constante desde hacía meses. Los sentimientos por él habían ido creciendo conforme al tiempo que había pasado junto a él. Quería protegerlo, ya no por su trabajo, sino porque necesitaba y deseaba hacerlo. Anhelaba poder darle una respuesta a lo de esa mañana, volver a besarlo y solo dejarse llevar por los sentimientos que la embargaban, ahora libre de cargas y mentiras.
Kaito, en los momentos en que ella no miraba, también se dedicaba a apreciarla. Más de una vez su mirada había acabado en sus labios, teñidos de un leve carmín. Se relamió los labios inconscientemente, deseoso de volver a besarla, esta vez siendo completamente correspondido. Esa noche debía fijar un final en su historia contra la organización, y un inicio de vida, ahora a su lado. El miedo había estado presente toda la semana, aún lo estaba. Tenía que salir de todo aquello, sacar vivos a los suyos y acabar lo que muchos años atrás empezó por su padre. Ahora debía vencer, no por Toichi Kuroba, sino por él mismo.
Aquella celebración reunía a toda clase de celebridades, dejando a Aoko con la boca abierta en más de una ocasión. Kaito por el contrario se movía como pez en el agua, se notaba que estaba acostumbrado a aquellos ambientes. Las cámaras no dejaban de apuntarlos, haciéndoles varias fotos, aunque ninguno se preocupó en esos momentos. La fiesta se celebraba en uno de los últimos pisos de un rascacielos, algo positivo si debían de escapar de forma prematura, aunque también negativo si había francotiradores cerca.
— Tranquilízate, estás demasiado tensa. Sonríe — musitó el mago a la joven mientras caminaban entre la multitud.
— Siento no estar tan cómoda como tú — replicó, uniendo sus miradas por primera vez — Tú estarás acostumbrado a esto, pero yo no.
— Acostumbrado sí, pero no cómodo, te lo aseguro — articuló, pasando su brazo por su cintura, acercándola a él, recibiendo una mirada extrañada junto a un leve rubor que lo hizo sonreír — Esto está lleno, así no te perderé — no era mentira, pero tenía que reconocer que también estaba aprovechando esa situación.
Aoko no se quejó, tenía que admitir que también disfrutaba ese contacto, que además era conveniente para no separarse y poder observar la multitud. Mientras era dirigida por Kaito, buscó entre la gente. Pronto sus ojos se abrieron por la sorpresa — Kaito — lo llamó, pronto su mirada calló en ella — Los tres sospechosos están aquí.
Kaito no comprendió en un primer momento, pero pronto lo entendió. Desvío su vista a los lugares donde Aoko iba mirando, viendo a esas tres personas: Aki, Hiro y Aoi.
— ¿Qué demonios hacen aquí? Creí que ellos no estaban en la lista de asistentes — comentó el ilusionista, buscando respuestas en la mujer.
— No lo sé — maldijo, llevándose un mano a la frente — Cuando revisamos no estaba ninguno de esos nombres. Aun así, tendría sentido que alguno viniera, te lo dije en su día.
— Hiro por su familia, Aki por su pareja y Aoi por sus amigos — recordó Kaito, observando a aquellas tres personas — Demasiada casualidad.
— Tranquilízate, no permitiré que te hagan daño — prometió la chica, haciendo sonreír al mago — Aun así, ellos son los menos importantes, los verdaderamente peligrosos aún no han aparecido.
Kaito asintió, siguiendo su camino con la guardaespaldas. A sus espaldas, tres miradas se fijaban en su figura.
Pasaron varios minutos. Varias veces se encontraron con conocidos del mago, obligándolos a detenerse y hablar. Todos miraban curiosos a la mujer, pero ninguno preguntaba, solo sonreían. Aoko no necesitó mucho más para saber lo que suponían que era. Conocía los escándalos del mago, las revistas hicieron eco de toda relación posible, y los problemas que hubo con ellas. Pero no podía quejarse, así que solo sonreía y seguía el juego.
Entre conversación y conversación, empezaron a sentir como el ambiente se ponía bastante frío. Aoko pronto comenzó a frotarse los brazos. Su vestido era bastante revelador, y eso se hacía notar. No tardó ni dos segundos en volver a sentir algo de calidez, dada por la chaqueta del mago.
— Parece que hace más frío ahora — comentó el mago, abrazándola.
Sus compañeros actuales de conversación no dudaron en afirmar. Parece que el plan iba de maravilla. Ahora era su momento.
— Kaito — nombró, haciendo que su mirada cerúlea cayera en ella — Iré al baño, ¿me esperas?
— Prefiero acompañarte. No me fio de muchos de los que hay por aquí — señaló mirando a algunos de los presentes, conocidos mujeriegos, algo a lo que la gente rio, dándole la razón.
Con ese acto salieron de aquel lugar, pintando sonrisas en su rostro ante el buen funcionamiento que estaba teniendo todo a su parecer. No tardaron en llegar al baño, ahí deberían tomar el chaleco antibalas para Aoko.
— Parece que todo va bien — alegó el mago, manteniéndose en la puerta hasta asegurar que no había nadie.
— No cantes victoria todavía — dijo la voz del detective en su oído.
Kaito suspiró, sabía que no debía hacerlo, pero le tranquilizaba que todo fuera bien — ¿Has escuchado lo de esos tres? — preguntó mirando a Aoko, que entraba en el cubículo donde estaba escondido el chaleco, dispuesta a colocárselo.
— Sí, hemos estado buscando información, pero aún no tenemos nada, solo las suposiciones — informó, impacientando al mago — Lo encontraremos Kaito, tú tranquilízate. Concéntrate.
Kaito respiró, tenía razón — Confío en ti.
La conversación estaba acabada, solo faltaba que salieran de allí, enfocándose ahora más en la búsqueda de la organización, protegidos por esos chalecos. Todo saldría bien, tenía que convencerse de ello.
— Kaito — la voz de Aoko sonó preocupada, rompiendo ese positivismo que intentaba tener. La vio salir del cubículo, con la cara descompuesta — El chaleco no está.
Cerró los ojos con pesar, no podía ser. Las cosas empezaban a torcerse.
— No hay opción, yo iré sin él — intentó tranquilizar la mujer, aunque no era capaz de relajarse ella misma. La preocupación volvía a aumentar, la sensación de fatiga aumentaba por momentos.
— Ni de broma – negó el mago, empezando a desabrocharse la camisa.
Aoko no tardó en saltar a él, tomando sus manos para detenerle — No, ni se te ocurra Kaito. Van por ti, así que ni se te ocurra quitártelo.
— Escúchame Aoko — pidió Kaito poniéndose serio, retirando sus manos — No permitiré que salgas ahí sin protección. O te lo pones, o te puedo asegurar que salgo yo solo, porque lo que no voy a permitir es que te maten. Y sabes que puedo hacerlo.
Aoko sintió su garganta secarse. Vio decisión en sus ojos, sabía que no podía replicar. No podía permitirse dejarlo solo. Sabía que la amenaza era real, así que no tenía más opción que aceptar, aunque eso no la alegrara. Suspiró, asintiendo, aceptando su derrota. Kaito iría sin protección, pero ella seguiría siendo su armadura. Tendría que estar más atenta a todo.
El silencio volvía a reinar. Estaba harta de él. Su cautiverio estaba durando demasiado, y cada vez se sentía más cerca de la muerte. Aquella persona sin rostro que apenas la visitaba y que la había capturado con una trampa maestra.
Sintió pasos, preocupada se tensó. Quizás vendría a rematarla de una vez, sería lo más normal. Alzó la vista, pero para su sorpresa, esa persona esta vez traía una luz. Desde lejos parecía una mujer de edad algo avanzada, extraño teniendo en cuenta que creyó que su captor era joven. Cuando estuvo tras la reja lo aseguró. La mujer introdujo la luz y soltó un grito.
— Cielo, ¿qué te ha hecho? — preguntó con lágrimas cayendo por su dulce rostro.
Chikage lo supo entonces, no era su enemiga. Aquella mujer era su oportunidad de salir de allí, y en esos momentos importaba poco el resto.
Observaba a la multitud desinteresado. Aquella gente tan hipócrita y superficial se paseaba y hablaba creyéndose superior al resto, sin ver cuan miserables eran. Era aburrido aquel ambiente, las únicas personas que lo sacaban de ese estado estaban ausentes en esos momentos, los dos protagonistas habían desaparecido, seguramente en esos momentos ya habrían visto su pequeña sorpresa. Sonrió al imaginar sus rostros sorprendidos ante ese imprevisto.
Esas dos personas se habían metido con quién no debían y lo iban a pagar esa noche. Pronto los vio de nuevo, igual que cuando se fueron. Sonrió, fijando su mirada en aquella mujer.
— Parece que nuestra pequeña ratita ha vuelto — comentó a uno de sus secuaces — La paloma es tuya, haz con él lo que quieras Snake, me da igual si lo matas o no, pero ella muere hoy.
— Así será Ares — aceptó el hombre de bigote, observando en su misma dirección a aquellos dos. Sonrió, aquel ladrón tampoco duraría mucho, él pensaba encargarse de ello.
Solo había algo que no sabían, y era el intercambio que había habido entre ambos. Eran los últimos momentos. Muchas miradas se concentraban en aquel dúo, que era consciente de que eran observados.
Kaito y Aoko se miraron, la batalla real empezaba en ese momento. Había llegado la hora de la última jugada.
