Buenas tardes, feliz mes de agosto.

Otro año ya...Me alegra decir que a día de hoy, este fic cumple cuatro años y cada vez está más cerca de su final. Yupiiiii.

Si no hago mal mis cálculos, a este fic le quedaran entre tres y cuatro capítulos. Así que sí, el final está cerquita si todo sigue bien.

Espero que todo este bien en estos tiempos, y ahora sí, os dejo con el capítulo 13.

Dislaimer: MK no me pertenece en absoluto, así que bueno, aquí sigo escribiendo historias locas, cuyas ideas son lo único que me pertenece.


Capítulo 13 - Juego de Cartas: Apuesta final

Los minutos pasaban con lentitud, aumentando la agonía de los dos castaños que apenas eran capaces de seguir las conversaciones. Sabían que no podían relajarse ni un solo momento si querían salir vivos de aquella ratonera en la que ellos, de alguna manera, voluntariamente, habían ido a parar. La muchacha observaba en todas las direcciones posibles, atenta a cualquier movimiento, ahora más que nunca el peligro era enorme, pues sin su chaleco, el mago estaba indefenso. Apretó la chaqueta del mago, intentando contener sus nervios.

Relájate, estás demasiado tensa — la melodiosa voz de la bruja sonó en sus oídos, intentando infundirle una calma que difícilmente podría lograr en esos momentos.

Un suspiro salió de su boca. Era difícil poder hacer caso. ¿Cómo hacerlo? No podía dejar de pensar no solo en el peligro que ambos corrían, sino también en su padre y esa misión que aún consideraba demasiado peligrosa.

Sumida en sus pensamientos, y aún vigilante, sintió como un cálido brazo la rodeaba, atrayéndola a un cuerpo igual o más cálido, que no dudó en depositar un beso en su cabeza, sin importar quiénes los observaban y las ideas nada inocentes que podrían tener ante ese acto.

— Tranquilízate, por favor. Sé que es difícil como estamos, pero así solo seremos un objetivo más fácil — susurró el mago en su oído, aún sin apartarla de su lado. Ella miró a los compañeros y compañeras de conversación que tenían en esos momentos, que desviaron la vista ante esa muestra de afecto. Sonrió divertida sin poder evitarlo — Así está mejor — sentenció el mago, depositando otro beso, este en su mejilla, para alejarse de su rostro y seguir conversando, sin poder distinguir con claridad el rojo en las mejillas de su compañera.

La ojiazul sonrió agradecida, sin duda, no podía evitar amar a ese hombre. Por él estaba ahí, enfrentándose a sus peores temores y dispuesta a morir con tal de mantenerlo vivo.

La próxima vez en lugar de pedirte a ti que te relajes, ya sé que tengo que decírselo a él — dijo Akako, con un tono algo divertido. Parecía que Kaito no solo la había tranquilizado a ella con ese gesto espontáneo — Además, tengo algo más que decirte. Ya me han confirmado que el vuelo ha logrado despegar sin problemas. Están camino al hospital. Ya puedes respirar tranquila. Las revisiones han sido hechas. No hay problema alguno.

Otra sonrisa, se dibujó en sus labios. Las ganas de llorar la invadieron, pero se contuvo. Esta vez ya no por rabia o pena, sino de alivio. Al fin su padre estaba a salvo, y en un par de horas más estaría siendo atendido por los mejores especialistas. La noche comenzaba a arreglarse. Ya solo quedaba salir de allí vivos.

Sonriendo feliz de haberle podido dar esa noticia, desactivó el micrófono para no interferir más por el momento, dedicándose únicamente a escuchar lo que ocurría en la fiesta, mientras observaban la situación en varias zonas a través de múltiples cámaras.

— Todo parece tranquilo. Esto me da muy mala espina — articuló de pronto su marido, situado junto a ella, también sin apartar la vista de aquellas pantallas.

— Tienes razón, es extraño que no hayamos visto ni un mínimo movimiento teniendo en cuenta la cantidad de personas de la organización que deben estar cubriendo el lugar — admitió la pelirroja, preocupada, retirando toda la alegría conseguida unos minutos atrás — Puede ser que sí se hayan movido, y seamos nosotros los que no hemos conseguido verlos, en ese caso, sería mucho peor.

El detective chasqueó la lengua, molesto — No solo ellos. También están esos tres — señaló, fijando su vista en esos tres sospechosos que tantos dolores de cabeza le estaban dando — Maldita suerte la nuestra, tenían que estar todos presentes.

Akako cerró los ojos apesadumbrada. Sin duda, la suerte no estaba de su parte aquella velada. Suspiró, viendo a aquellos. De pronto, notó algo. Abrió los ojos de sobremanera, acercándose a la pantalla todo lo posible, atrayendo la vista del detective.

— ¿Lo has visto? — inquirió, separándose del aparato.

— ¿El qué? – preguntó el castaño, moviéndose a otra pantalla, rebobinando la cinta que observó Akako, notando ese casi imperceptible detalle — No me jodas…

Akako sonrió de nuevo, esta vez victoriosa — Me parece que tenemos al culpable de los asaltos — comentó, mientras su vista se centraba en aquel hombre de mediana edad, ahora en ruina y de nombre Aoi.

— Al menos de uno de ellos — añadió el detective, recordando la coartada de aquel hombre — Debemos avisarlos para que no se acerquen mucho a él — la mujer asintió — Si ha sido capaz de llevar un arma y tenerla en un lugar donde se puede ver, es que quizás le importa poco lo que pase.

— Está sin recursos, con pocos amigos y rumbo a la indigencia — señaló la mujer, sin desviar su mirada de ese hombre — Es una de esas personas que no acepta una vida así, por lo que no me extrañaría mucho.

Saguru asintió, dándole toda la razón a su esposa. Las investigaciones que habían realizado sobre cada uno de ellos dejaban bastante claro quiénes eran, y sin duda, Akako había descrito a la perfección a Aoi. Decidido, volvió a abrir el micrófono, esta vez para que ambos pudieran oírlo — Atención, hemos visto algo. Creemos que Aoi lleva un arma. Teniendo en cuenta sus precedentes no nos extrañaría que el fuera el culpable. Tened cuidado con él, intentad no acercaros mucho — informó, e inmediatamente volvió a cerrar la comunicación para no interferir más.

Mientras la pareja observaba con detenimiento en busca de cualquier peligro, abajo, en la zona del bar, Jii preparaba algunos aperitivos. Era tarde, y todos llevaban varias horas sin comer, por ello había pensado en prepararlos. El silencio reinaba, interrumpido solo por sonidos de los utensilios de cocina. De pronto, unos fuertes golpes irrumpieron la tranquilidad reinante. Alguien estaba llamando insistentemente a la puerta. En un primer momento, se asustó, pero tras meditarlo se dio cuenta de que era casi imposible que fueran sus enemigos, pues ellos no se hubieran detenido a llamar.

Con cautela se acercó, dispuesto a observar por alguna de las ventanas, pero no hizo falta.

— ¡Jii, soy yo, abre! — exclamó una voz que bien conocía y que a veces creyó no volver a oír.

Las lágrimas de alegría se acumularon en sus ojos, y sin detenerse a pensar, corrió hacia la puerta, quitando todo seguro, dispuesto a ver a aquella mujer. Sin embargo, la sorpresa se dibujó en su cara al ver que no estaba sola.

Jii alternó la mirada entre ambas mujeres, deteniéndose unos instantes a mirar a la dueña de la voz. Su estado era horrible, se podía ver que no lo había pasado muy bien en los últimos tiempos.

Chikage lo miró, con sus ojos miel cansados, aunque con una fuerza enorme — Eso ahora no importa. Lo importante ahora es que Kaito está en peligro — advirtió, siendo apoyada por la otra fémina.

— No hay tiempo que perder — dijo al fin, ayudando a su compañera a entrar en el bar — Si no nos damos prisa, lo matará.

Jii, tras esa frase, al fin salió de su sorpresa inicial, y con rapidez llevó a las mujeres al piso de arriba tras cerrar adecuadamente la puerta.

Ahora sí que tenían todas las cartas sobre la mesa.

Tras la información trasmitida por sus cómplices, Aoko y Kaito estaban más alerta que nunca, especialmente con aquel hombre que veían como cada vez hacía más intentos por acercarse a ellos, confirmando la teoría sobre su culpabilidad. Ellos, sin embargo, no le permitían aproximarse a ellos, pues por cada paso que él daba hacia ellos, la pareja retrocedía cinco, alejándose del peligro que representaba. Aun así, sabían que no era el único enemigo presente, pues la organización aún no daba señales, pero no tardarían en hacerlo.

— No podemos seguir así Kaito — señaló la mujer, tras tener que volver a cambiarse de sitio.

— Tampoco podemos hacer nada más por ahora — replicó, chasqueando la lengua. Él también estaba harto, pero en esos momentos era imposible otro movimiento. Si fuera por él, no dudaría en marcharse, pero con la organización presente, lo mejor era no irse lejos de la multitud, sino, serían presas fáciles, más aún sin la protección que seguramente ellos mismos le habrían quitado — Solo sonríe y sigue el juego. Es la mejor manera de seguir vivos.

Aoko cerró los ojos con pesar. Sabía que llevaba la razón, pero su paciencia cada vez iba a menos. Apenas aguantaba las conversaciones de aquellas personas, que solo buscaban aumentar su ego, ensalzando sus pocas virtudes y escondiendo cada error o defecto de sus vidas, con tal de hacerlas parecer perfectas. Sin duda, ese lugar estaba lleno de hipócritas.

— Te juro que cuando esto acabe, no volveremos a venir a un lugar como este —prometió el mago, sacando a la mujer de sus cavilaciones, logrando que, al analizar sus palabras, se girara sorprendida hacia él.

— ¿Volveremos? — repitió, haciendo que el mago fijara sus ojos en ella, haciéndola tragar forzadamente ante la intensidad de su mirada. Lo raro era que todavía se pudiera mantener en pie sin temblar.

— Sí, volveremos — afirmó, sonriendo divertido — Te dije que pensaba luchar por conquistarte. ¿Acaso lo has olvidado? — inquirió, viendo como la joven negaba — Así mejor, porque pienso cumplir mi palabra. Estás advertida.

Ella no pudo evitar que una sonrisa de felicidad se pintara en su rostro, intentando ocultarla bajando su cabeza, pero Kaito ya la había visto.

— ¿Puedo pensar que tengo esperanzas tras esa sonrisa? — cuestionó el mago, escondiendo la ilusión que sentía tras ver ese gesto en la ojiazul.

Aoko pensó en qué responder. Podría negar, pero, la verdad era que ya no quería mentir. Por ello, alzó la cabeza, desafiándole con la mirada — Mañana te lo diré — contestó de manera burlesca, aligerando el ambiente tenso que se había producido a su alrededor.

El mago abrió la boca, dispuesto a hablar, cuando vio como Aoi lo miraba en la lejanía, con odio en sus ojos. Cerró la boca al momento, enfrentando su mirada de furia. Aoko, al notar que miraba a alguien, siguió su dirección, hasta encontrar el destinatario.

— No lo mires, haz como si no existiera — aconsejó la guardaespaldas, tomándolo del brazo para moverse de nuevo y hacer que el mago saliera de la vista de aquel hombre.

— Es difícil sabiendo que tiene un arma — contestó el hombre, que finalmente perdió de vista, al contrario — Y que el objetivo soy yo.

— No permitiré que te pase nada, tranquilo — aseguró la mujer, tomando su rostro para que enfrentaran miradas.

— Eso es precisamente lo que me preocupa — suspiró el ilusionista, acariciando su rostro, apartando los mechones castaños que caían sobre él, detallando a su compañera — Que algo te pueda pasar, eso es lo que de verdad me importa.

— Nada nos pasará a ninguno — aseguró, intentando relajarlo.

Ambos se miraron, ahora en silencio, cuando sintieron ruido en sus oídos. Akako y Saguru habían vuelto a abrir los micrófonos. Esperaron a escucharlos, pero la voz que se coló no era la de ninguno, ni tampoco la de Jii. Era una voz que Kaito conocía muy bien, y que pensó que quizás nunca volvería a oír.

Kaito, cariño mío, no sabes cuánto me alegro de saber que estás bien — la voz al otro lado sonaba emocionada, pudiendo sentir claramente, a pesar de no verla, las lágrimas que debían estar cayendo por sus mejillas.

Aoko miró a Kaito, en sus ojos se notaba que también estaba emocionado. No hacía falta ser experto para saber que aquella mujer debía de ser la famosa Chikage Kuroba. Lo que significaba que estaba viva, y ahora, sana y salva.

Siento interrumpir el reencuentro, pero Chikage no es la única que ha llegado al bar — la voz del detective inglés sonó ahora, apartando a la mujer del micrófono — Acabamos de hablar, y ya sabemos quién tenía a Chikage y dónde, tenéis que tener cuidado con…Fu…i…

La pareja se miró. La comunicación estaba fallando, y eso significaba que alguien estaría alterándola.

— ¿Os ocurre algo? Os habéis puesto pálidos — se preocupó un de los hombres con los que antes habían tenido una conversación, acercándose a ellos.

Los castaños negaron — No se preocupe, solo estamos un poco cansados — se excusó Kaito, maldiciendo por dentro el no haber podido oír lo que Saguru intentaba transmitirles.

— Bueno, dentro de poco podréis marcharos. Según me ha dicho el organizador, prefiere adelantar su presentación. Al parecer no consiguen arreglar el aire acondicionado, y no quieren que esto se enfríe más y te imposibilite realizar tus maravillosos trucos — explicó el hombre, creyendo que les daría una alegría.

Sin embargo, no era así. Eso significaba que lo expondrían en el punto de mira. Kaito forzó una sonrisa — Que suerte la mía.

A ese paso, acabarían muertos.

— ¡Maldición! ¡Maldición! ¡Maldición! — maldecía reiteradamente Saguru Hakuba, toqueteando todos los aparatos, intentando hacer funcionar alguno.

Akako lo observó preocupada. Pocas veces lo había visto tan fuera de control, aunque entendía sus razones. Giró su cabeza hacia las recién llegadas, que miraban al detective de similar forma. Se mordió los labios. Estaban jodidos.

— Saguru, detente, así no conseguirás nada — intentó detener las maldiciones del detective, sujetándolo de los hombros — Debemos de buscar una solución y no perder el tiempo quejándonos, porque entonces sí que estamos perdidos.

El detective pareció relajarse con esas palabras, inspirando y expirando, intentando encontrar una solución a toda aquella maldita situación. Kaito estaba en peligro, ya no solo había una organización entera y un ex empresario furioso contra él, ahora sabían de otra persona, que quizás podría ser mucho más peligrosa.

— Tenemos que avisarles de alguna manera, la que sea — articuló, mirando aquellas pantallas, que aún permanecían funcionando, lo que significaba que la persona que cortara las conexiones quiso que siguieran observando. Menudo juego.

— Ninguno puede ir, sus teléfonos no dan tono y nuestras líneas han sido cortadas. No puedo pensar en ningún otro método — enumeró la bruja, pensando que en esos momentos sería muy útil tener sus poderes al completo, pero eso era imposible.

— Hay una manera — la voz de Chikage dio esperanzas a los chicos, que se giraron para mirarla — Es algo complicada, pero con ella podemos restablecer la comunicación por algunos segundos, aunque solo con uno de ellos.

— ¿Está segura de que podremos lograrlo? Nunca había escuchado nada así — admitió el inglés, mirando con poca confianza a la mujer.

— No estoy segura, pero tampoco tenemos otras opciones — señaló, suspirando pesadamente. Su mirada se dirigió hacia la pantalla donde podía ver a su hijo, hablando con aquella mujer que según le explicaron era su guardaespaldas.

Ella tenía razón. Todos aprobaron el plan y se pusieron a las órdenes de la antigua ladrona, que iba indicando todos los pasos necesarios para que aquello funcionara. Sin embargo, su rescatadora se quedó quieta, mirando hacia una pantalla diferente que la de su compañera, observando a una figura concreta. La bruja se acercó a ella, colocando una mano en su hombro.

— No debes sentirte culpable. Tú no tienes la culpa de nada, nunca la has tenido. Sus acciones no son tu responsabilidad — la animó, viendo como lágrimas resbalaban por los ojos castaños siempre amables de aquella gran mujer.

Pronto, la presentación del mago tuvo que comenzar. Aoko, a pocos metros, se mantenía alerta a cualquier suceso. Los planes se había deshecho con la misma rapidez que un castillo de naipes. No solo se habían visto privados de la comunicación, sino que ahora el mago estaría en el punto perfecto para ser un objetivo para cualquiera de los invitados. Pensó en las últimas palabras de Saguru, Fu…i. Ninguno de los sospechosos tenía fu en su nombre, pero todos compartían la "i".

— Ladies and Gentleman, ¡bienvenidos a la noche de las ilusiones! — el mago iniciaba su espectáculo frente a ella, fingiendo una sonrisa divertida.

Se mordió los labios, intentando encontrar algún significado a aquellas malditas pistas que no parecían tener sentido. Recordó los dos incidentes, todos tenían coartada para algún momento. Los últimos días, las personas presentes, las relaciones de Aki, Aoi e Hiro con Kaito…

Mientras estaba pensando, notó como los tres sospechosos estaban cerca del mago, Aki en primera fila junto a aquel empresario italiano, Hiro en tercera, aplaudiendo como si no hubiera un mañana cada truco del mago, algo que la sorprendió, y, por último, y el que más la preocupaba, Aoi en segunda, con sus manos fuera de su vista, quizás sujetando la pistola para disparar en cualquier momento.

Se movió ligeramente, colocándose en el punto exacto para poder disparar a Aoi si él intentaba algo. Sería más fácil acercarse a él, pero temía que entrara en pánico, además de que la organización aún estaba presente y no debía alejarse de Kaito. Su mano se colocó sobre la raja del vestido, tocando el arma.

Esperó quieta mientras los minutos pasaban y el mago mostraba cada uno de sus trucos. Más de una vez sintió quedarse sin respiración cuando alguno de los invitados parecía realizar movimientos sospechosos. Lo estaba pasando fatal, sabedora de que la vida de Kaito dependía de ella.

Quedaba poco, apenas dos trucos y Kaito acabaría su presentación. Sentía que, si alguien iba a tratar de dañarlo, lo haría en esos pocos minutos restantes. Todo parecía tranquilo, pero pronto, algo pasó. Unos pitidos comenzaron a sonar, y de pronto, los sensores de incendio comenzaron a verter agua, sorprendiendo a todos los invitados, que intentaban taparse de la repentina agua.

Ella solo intentaba seguir viendo, enfocando su vista en el empresario, en el que vio movimiento. No dudó un solo instante y sacó su arma, y aprovechando el silenciador, disparó justo en el momento en que se disponía a apuntar al mago, arrebatándole el arma y dejándolo sin opción de dañarle.

Suspiró aliviada, viendo como los invitados intentaban salir, y el mago se dirigía a ella a paso veloz. Al fin tenían la excusa para salir del peligro.

Iba a darse la vuelta, cuando de pronto un zumbido en su oído la hizo parar quieta. El zumbido fue aumentando, dejándole poco a poco escuchar una voz cada vez menos difusa. A los pocos segundos al fin reconoció la voz de Akako, aunque aún no podía escuchar con nitidez.

i…k…cu…a… — intentó concentrarse en esos vocablos — i…a…Ak…Aki… — su rostro se puso azul cuando al fin consiguió distinguir un nombre. Giró su cabeza, en busca de aquella mujer cuyo nombre cada vez sonaba más claro en sus oídos.

Miró y miró, pero no podía verla, además, aquella lluvia artificial cada vez le dificultaba más la visión. Vio al mago, que cada vez se acercaba más, y por fin la encontró. Su rostro se descompuso cuando notó como la mujer se acercaba al mago por uno de sus puntos muertos, distinguiendo un resplandor plateado en sus manos, al parecer, un cuchillo.

Sin dudarlo comenzó a correr hacia Kaito, viendo que Aki cada vez se acercaba más a él. Todo desapareció de su mente, solo estaba el mago y aquella maldita fémina. Todo empezó a cuadrar en su cabeza. Los vocablos que antes no entendía empezaban a tener sentido. Saguru no solo le dijo el nombre de la secuestradora de Chikage, sino también de la mujer que la liberó. Ese "fu" correspondía a Fumie, la tía de Aki, que además se había negado a estar con ellos esa semana, seguramente por qué sabía lo que ocurría con su sobrina. Además, Chikage seguramente fue secuestrada cuando viajaba, eso colocaba a Aki como sospechosa, pues en los últimos años había estado viajando asiduamente junto a aquel magnate que decía ser su pareja.

Aún había cosas que no podía descifrar, pero eso no importaba. Se aseguraría de salir de allí con Kaito y después averiguaría todo.

Cada vez se acercaba más al mago, habiéndole ganado distancia a la mujer. El mago la llevaba mirando un buen rato, aunque entendía que debía seguir corriendo hacia ella por su expresión, sacando aún más distancia. Pronto llegó a su lado, y ella no dudó en apoyarse en él para impulsarse hacia la mujer, que al fin la notó, y sin dejarle tiempo a reaccionar, la golpeó en el estómago, haciéndole soltar el arma, para después, dejarla inconsciente.

El agua empezó a acabarse. Apenas habría durado un minuto, pero a ella se le hizo demasiado largo. Un suspiro de alivio salió de sus labios, mientras observaba a aquella mujer embutida en un vestido verde pistacho tirada en el suelo, con su arma ahora lejos de su alcance.

— Me has vuelto a salvar — dijo a sus espaldas el ilusionista, abrazándola por la espalda, viendo a la escena frente a él — ¿Cómo supiste que era ella?

— El audífono funcionó por unos breves segundos, y Akako consiguió darme su nombre. En cuanto lo hizo, empecé a buscarla, y finalmente la vi yendo hacia ti — explicó, resumiendo la historia. Ya habría tiempo de contar todo con más detalles una vez a salvo — Da igual, ahora salgamos de aquí.

Aoko ofreció su mano, y Kaito sin dudas la tomó. Aoko comenzó a caminar, tirando de su protegido rumbo a la salida. Al llegar, observó divertida que ninguno de los invitados había salido aún, pues ante el desorden montado no había habido tiempo para devolver todas las pertenencias y dejar a todos salir de forma segura. Eso le convenía mucho.

— Parece ser que aún tendremos que aguantar unos minutos. Aun así, no te relajes, seguimos sin estar seguros — le recordó la mujer, extrañada de que la organización no hubiera movido ficha, pues estaba segura de que aquel incidente había sido causado por ellos. Aunque ahora, no estaba segura.

Soltando a Kaito, se dirigió a uno de los guardias, a pocos metros, asegurándose en todo momento de que el mago estuviera bien. Le contó lo ocurrido dentro para que atraparan a la mujer y a Aoi, y que además llamaran lo antes posible a la policía.

Kaito, mientras, observaba los alrededores. El caos aún era presente, pero decidió no pensar mucho en ello. Estaba más preocupado por aquella sensación que tenía desde hacía algunos minutos. Como una alarma que le advertía que aún no había acabado, de que lo peor estaba por llegar.

Miró a Aoko, estaba de perfil hablando con aquel hombre, sin duda aún atenta a su entorno y cualquier peligro que pudiera haber. Cuando dejó de hablar, el hombre se marchó hacia la sala, seguramente, en busca de Aki mientras hablaba por otro con su intercomunicador. Aoko se encaminó entonces hacia él, que pintó una sonrisa.

Todo parecía estar tan bien…Pero un piso más alto, alejado de ellos, un hombre de bigote esbozaba una tétrica sonrisa en su rostro, mientras que se colocaba en la posición perfecta con su arma.

Primero la rata, luego tú, Kid – musitó feliz mientras apuntaba a la cabeza de aquella mujer.

Kaito, aún sonriente, cambió su expresión cuando vio como una luz roja se colocaba en la frente de la mujer.

No miró ni pensó mucho más, pues rápidamente corrió hacia ella, atravesándose en la dirección, abrazándola con fuerza con intención de tirarla al suelo. Sin embargo, al apresarla en sus brazos, solo pudo sentir un fuerte dolor en la espalda mientras Aoko lo miraba con confusión, y después, terror.

No supo nada más, cayó al suelo de inmediato y perdió la conciencia, solo pudiendo escuchar como la guardaespaldas lo llamaba a gritos, llorando.