Los días siguientes fueron muy confusos para Marinette. En su desesperación por hacer algo, cualquier cosa, que pudiera ponerla sobre la pista de Monarca y los prodigios perdidos, accedió a llevar a cabo un absurdo plan diseñado por Nino, que incluía provocar la akumatización de Gabriel Agreste para tratar de averiguar cómo se las arreglaba su enemigo para otorgar poderes prodigiosos a sus víctimas sin entregarles las propias joyas. Y no solo tuvieron que enfrentarse al mismo Monarca, que había preparado una trampa para Ladybug y Cat Noir de la que escaparon por los pelos, sino que el padre de Adrián, furioso por la implicación de su hijo en la «conspiración de la Resistencia», estuvo a punto de sacarlo del colegio para siempre.
—Tendríamos que haber intentado akumatizar al señor Ramier —le comentó Marinette a Alya un rato más tarde—. El pobre hombre está ya tan acostumbrado que ni siquiera habría notado la diferencia.
—Sí, bueno, es que Nino le tiene bastante manía al padre de Adrián —respondió su amiga con un suspiro—. Y a todos los padres negligentes en general. Porque los suyos…, en fin, lo han decepcionado mucho.
Nino casi nunca hablaba de su familia, pero Marinette sabía que no se llevaba particularmente bien con sus padres. Decidió no profundizar en la cuestión.
—Bueno, por lo menos conseguimos el vídeo que grabó Adrián de la akumatización —dijo—, aunque todavía no sé qué significa ese destello que se ve en el momento en que el señor Agreste recibe sus poderes.
—¿Quieres que nos veamos mañana por la mañana para estudiarlo con calma? —propuso Alya—. Es sábado, no tenemos que ir a clase. Esta noche no puedo, porque tengo que cuidar de las gemelas.
Marinette lo pensó.
—Mañana he quedado con Kagami antes de su entrenamiento de esgrima, y después tengo que pasar por el barco de los Couffaine para enseñarles a los chicos de la banda las pegatinas que he diseñado. Pero puedes venir a mi casa por la tarde, si quieres.
Resultó que Alya tampoco estaba libre a esas horas, y Marinette tenía que ayudar en la panadería el domingo por la mañana, por lo que decidieron quedar para el domingo por la tarde.
—Me puedo quedar a dormir también, si quieres —propuso Alya.
Marinette suspiró para sus adentros. Había visto a Cat Noir la noche anterior, y también aquella misma mañana, durante su enfrentamiento con el Coleccionista, y le había parecido que estaba bastante centrado y sereno. Era muy poco probable que volviese a dejarse caer por su balcón, admitió.
—¡De acuerdo! —accedió por fin—. A ver si descubrimos algo interesante en el vídeo.
Pero seguía inquieta, en parte, porque tenía ganas de volver a ver a Cat Noir. Por alguna razón, el tiempo que pasaban juntos durante las patrullas y las peleas contra los akumas ya no le parecía suficiente.
Para colmo de males, Adrián la llamó al día siguiente, mientras ella estaba con los chicos de Kitty Section, para invitarla a salir. En otras circunstancias, Marinette habría buscado cualquier excusa para escaquearse. Pero sus amigos estaban delante, y no se atrevió a rechazar la propuesta…, cosa de la cual no tardó en arrepentirse.
Convenció a Luka de que la acompañara, porque, además, Adrián la había citado nada menos que en el museo Grévin, escenario de uno de los momentos más terriblemente embarazosos de su vida. Adrián apareció con Kagami, y Marinette tuvo la esperanza de que los dos estuviesen juntos de nuevo, y ella simplemente hubiese malinterpretado el súbito interés de su amigo.
Pero Kagami le dejó bien claro que ya no eran pareja, y Marinette no tardó en descubrir, horrorizada, que su amiga parecía haberse compinchado con Luka para dejarla a solas con Adrián. Que, por otro lado, estaba intentando decirle algo, y Marinette rogaba internamente que no se tratase de alguna clase de declaración de amor, porque no habría sabido cómo reaccionar.
Se habría compadecido de los esfuerzos de Adrián, sin embargo, si él no hubiese tenido la osadía de mencionar delante de sus amigos el hecho de que, la última vez que ambos habían visitado el museo, ella lo había confundido con una estatua de cera… y lo había besado.
Teniendo en cuenta todo aquello, Marinette casi agradeció que la directora del museo fuese akumatizada.
Porque se alegró muchísimo de volver a ver a Cat Noir y de pelear a su lado. Aquello era algo que sabía hacer, que se le daba bien, y la presencia de su compañero le transmitía muchísima calma y seguridad.
O, al menos, así había sido hasta hacía poco.
Ladybug se sorprendió a sí misma mirándolo de reojo para admirarlo mientras peleaba, tan serio y concentrado, y al mismo tiempo tan atento con ella, tan leal y confortador. Una y otra vez, las imágenes de la visión que habían compartido asaltaban la memoria de la superheroína y la hacían suspirar por dentro, añorando ese futuro que nunca tendrían, en el que su mejor amigo era también su compañero de vida.
Tal vez por eso, cuando tuvo que enfrentarse a una estatua de cera que era igual que él, Ladybug vaciló. Y fue el verdadero Cat Noir el que hubo de rescatarla. Y después le tendió la mano con una sonrisa y le dijo:
—Milady, estoy aquí.
Y el corazón de Ladybug estalló de afecto por él. Tomó su mano, hipnotizada por la mirada de sus extraordinarios ojos verdes, y dejó que su compañero la ayudara a levantarse, incapaz de reaccionar.
Cuando él se dio la vuelta sin más para correr hacia las escaleras, Ladybug se quedó mirándolo, paralizada. Al notar que su compañera no la seguía, Cat Noir se detuvo y se volvió hacia ella.
—¿Estás bien?
—Sí —respondió por fin Ladybug, sonriendo—. Sí, estoy bien.
Porque estaba exactamente donde quería estar, pensó. Defendiendo París junto a Cat Noir, solos, ellos dos. Se dio cuenta entonces de que lo había echado muchísimo de menos. Y se preguntó cómo había sido capaz de distanciarse tanto de él en los últimos tiempos, antes de perder los prodigios. Ni todos los otros superhéroes juntos, comprendió, podrían sustituirlo si él se marchaba alguna vez. No solo en el equipo…, sino, sobre todo, en su corazón.
Y sintió la necesidad de decírselo cuanto antes, de compartir con él lo mucho que significaba para ella.
Por eso, cuando por fin derrotaron a la villana y todo volvió a la normalidad, Ladybug trató de prolongar el encuentro para tratar de explicarle lo que sentía.
Le dio las gracias por haberla salvado de su doble de cera. Le contó que, ahora que volvían a estar solos los dos, había empezado a verlo bajo una nueva luz. Que sus sentimientos hacia él… estaban cambiando.
Y las palabras brotaron de sus labios con asombrosa facilidad, sin trabas ni tartamudeos, sin nada de todo lo que le pasaba cuando intentaba comunicarse con Adrián. A medida que hablaba, dejando fluir sus sentimientos, más convencida estaba de que eran auténticos.
Pero, por alguna razón, una vez más fue incapaz de hacerse entender.
—Sé cómo te sientes —respondió él con una suave sonrisa—. Ya no habrá más malentendidos entre nosotros, milady. Realmente somos los mejores compañeros del mundo, es tan simple como eso. Y no puedo agradecértelo bastante, porque, gracias a ti… he descubierto por fin mis verdaderos sentimientos.
Ladybug comprendió entonces que él la había malinterpretado. Quiso retenerlo a su lado un poco más para seguir hablando del tema, para aclarar las cosas. Pero Cat Noir tenía prisa, y se despidió de ella, dejándola con el corazón en un puño.
La parte buena de todo aquello fue que, con todo aquel caos, Marinette tuvo la excusa perfecta para esquivar a Adrián y lo que quiera que el pobre chico estuviese tratando de decirle.
No obstante, una vez a solas, de camino a casa… se detuvo un momento bajo la lluvia para admirar un póster publicitario del museo Grévin que mostraba la imagen de Cat Noir.
No podía seguir engañándose a sí misma. Sabía lo que sentía, y era algo que se había jurado a sí misma que jamás sucedería…, porque no podía permitírselo.
Se echó a llorar sin poderlo evitar.
—¿Estás bien, Marinette? —le preguntó Tikki, preocupada.
—No, Tikki —respondió ella entre sollozos—. Es una catástrofe. Creo… que me estoy enamorando.
Como Alya estaba ocupada ese fin de semana, Marinette no pudo quedar con ella hasta el domingo por la noche. Mientras tanto, tuvo tiempo de dar vueltas a su nuevo descubrimiento.
Naturalmente, el hecho de que se estuviese enamorando de Cat Noir era un auténtico desastre. Por muchas razones, por supuesto, de modo que Marinette procedió a enumerarlas todas, ante la paciente mirada de Tikki.
—No puedo estar con Cat Noir porque estoy enamorada de Adrián —declaró, y apuntó en su pizarra: «1. Adrián».
Esta era, claro está, la primera y principal de las razones. O la segunda, en realidad. Porque, si Ladybug había rechazado a Cat Noir al principio, cuando él había comenzado a cortejarla, se debía a que ella no sentía lo mismo por él. Y ese ya no era el caso.
Reflexionó sobre el asunto de Adrián. Estaría engañándose a sí misma si fingiese que ya no lo quería. Por descontado, seguía teniendo sentimientos hacia él…
—…Pero, después de tanto tiempo, he sido incapaz de confesárselos —concluyó—. Así que supongo que eso quiere decir algo, ¿no?
—¿Y si ya no hace falta que lo hagas, porque él está intentando declararse? —planteó Tikki.
El corazón de Marinette se aceleró justo antes de que la invadiera una oleada de pánico.
—¡Eso no cambia nada! —dijo sin embargo—. Porque sigo teniendo problemas para comunicarme con él. ¿Te imaginas que saliésemos juntos, y él se pusiera tierno, y yo fuese incapaz de responderle con una sola frase a derechas? ¡Qué vergüenza! No es eso lo que quiero, Tikki.
«Querría poder hablar con Adrián como hablo con Cat Noir», pensó.
Quería ser capaz de comunicarse con su novio como lo hacía con su compañero de aventuras superheroicas. Poder hablar de todo, confiar en él, comportarse con total naturalidad…, ser ella misma, en definitiva.
Comprendió entonces que ya nunca podría volver a imaginarse como la novia de Adrián, por mucho que aún lo quisiera. No después de haber contemplado en su visión un futuro junto a alguien con quien podía conectar de forma tan perfecta.
—No me gusta la persona que soy cuando estoy con Adrián —confesó en voz baja—. Me siento torpe y estúpida. Y cometo errores. Y ahora no puedo permitírmelo. Así que Adrián ya no es un motivo para no enamorarme de Cat Noir —concluyó, y tachó la primera razón de su lista.
—Es una manera de verlo, supongo —admitió Tikki—. Pero… ¿qué hay del tema del fin del mundo?
Marinette anotó: «2. Cat Blanc», pero también tenía respuesta para aquella pregunta.
—No tiene por qué volver a pasar —replicó—. Cat Blanc conocía mi identidad como Marinette, así que lo único que tengo que hacer ahora es asegurarme de que Cat Noir nunca lo descubra. Hasta que derrotemos a Monarca, al menos.
—Pero ¿cómo vas a mantener una relación basada en secretos y mentiras? —planteó Tikki, preocupada—. Acuérdate de lo mal que se sintió el pobre Luka por el tema de la identidad secreta.
Marinette, que acababa de tachar «2. Cat Blanc» de su pizarra, asintió y apuntó justo debajo: «3. Identidad secreta».
—¡Pero esto es diferente! Porque Cat Noir también tiene un secreto que proteger, así que lo comprenderá perfectamente. Solo tenemos que tener muy claro que los dos debemos proteger nuestra identidad a toda costa, y ya está —declaró, tachando el tercer motivo de su lista.
—Pero… eso también es un problema, porque no lo conoces en realidad. Ni él a ti —objetó Tikki.
Marinette ni siquiera se molestó en anotar aquello.
—Puede que no sepa su nombre ni haya visto nunca su cara, pero sí que lo conozco —se defendió—. Después de todo lo que hemos pasado juntos, ¿cómo no voy a conocerlo? Y él me conoce a mí… mucho mejor que la mayoría de la gente —confesó en voz baja—. Mucho mejor que Adrián, eso desde luego. Porque con Cat Noir puedo ser yo misma, y decir lo que pienso y lo que siento, mientras que delante de Adrián…, soy solo una versión más torpe y estúpida de Marinette. —Sacudió la cabeza—. No puedo entender cómo es posible que se haya fijado en mí ahora, la verdad. No porque sea un desastre de persona, ¡porque sé que no lo soy! —se apresuró a aclarar—, o, al menos, no todo el tiempo… Pero…, en fin, esa es la única imagen de mí que soy capaz de mostrar ante él. En cambio, con Cat Noir… puedo ser una mejor versión de Marinette, y no solo como Ladybug. Y él siempre está a mi lado para apoyarme, y nunca me ha fallado, a pesar de todas las veces que lo he rechazado, a pesar de lo mucho que he intentado alejarlo…, él siempre está allí cuando lo necesito. Podría lanzarme al vacío con los ojos cerrados y sé que él estaría allí para salvarme. Por supuesto que lo conozco, Tikki. Su nombre es lo de menos. Lo importante es lo que hay en su corazón —concluyó con una sonrisa soñadora.
—Bueno —comentó el kwami con una risita—, parece que tu «lista de razones por las que no puedes enamorarte de Cat Noir» se ha convertido en una «lista de razones por las que es una gran idea enamorarse de Cat Noir».
Marinette se quedó mirándola un momento, pestañeando con perplejidad.
—Ay, pues…, no era eso lo que intentaba hacer.
Tikki sonrió con simpatía y se acercó volando hasta ella.
—Tengo la sensación de que estás utilizando a Cat Noir como excusa para no acercarte a Adrián, Marinette —comentó con suavidad.
—¡Eso no es verdad! —protestó ella; echó un vistazo a la lista de su pizarra y admitió a regañadientes—: Es posible que sí esté buscando razones para mantenerme lejos de Adrián…, por todo lo que pasó. Pero eso no tiene nada que ver con Cat Noir. Lo que siento por él es… real —musitó, llevándose la mano al corazón—. No es ninguna excusa.
Y era un sentimiento tan intenso y profundo que a ella misma la sorprendía también. Había pasado meses rechazándolo, enfureciéndose contra todo aquel que insinuaba que había una relación romántica entre ellos, absolutamente convencida de que ella no le correspondía, y de que jamás lo haría. A pesar de todas las cosas raras que habían pasado sin que supiera muy bien cómo: Cat Blanc afirmando que estaban enamorados, el beso que habían compartido cuando se enfrentaron a Oblivio y que, por supuesto, ninguno de los dos recordaba…
Pero era la visión que les había regalado Darker Owl la que lo había cambiado todo. Como si el corazón de Marinette fuese un embalse que se hubiese ido llenando poco a poco de afecto hacia su compañero, con cada momento que pasaba junto a él, con cada conversación sincera, con cada mirada tierna. Y justo cuando parecía rebosar, aquella visión de futuro había reventado la presa con la que reprimía su cariño, dejándolo fluir sin control alguno y generando un torrente de sentimientos donde antes solo parecía haber un lago tranquilo.
Y ya no había manera de volver atrás. Marinette no podría volver a ignorar su amor por Cat Noir porque, incluso aunque fuese capaz de superar aquella experiencia y de reparar las grietas en la presa, aquel sentimiento ya había inundado todo su corazón.
Anonadada, se quedó mirando la exigua lista que había anotado en su pizarra.
—¿Y si… no es un desastre, Tikki? ¿Y si es lo que tenía que pasar… de una manera o de otra?
Pero el kwami no tenía respuesta para aquella pregunta.
Para cuando Alya se presentó en su casa, el domingo por la tarde, Marinette ya había asimilado por completo su recién descubierto amor por Cat Noir. Al principio se sentía asustada e ilusionada a partes iguales pero, a medida que pasaban las horas, sus dudas se iban disipando. No veía la hora de volver a reunirse con su compañero y poder declararse en condiciones. Él la había estado cortejando durante tanto tiempo que sin duda se sentiría muy feliz de que Ladybug por fin lo correspondiera.
No obstante, tardó un poco en compartir con su amiga todo lo que le pasaba por la cabeza. Porque se había hecho el propósito de no permitir que sus sentimienros interfirieran en su misión.
De modo que al principio se dedicaron a examinar el vídeo de la akumatización del señor Agreste que había grabado Adrián y, como no sacaron nada en claro, estuvieron elaborando teorías sobre lo que podía estar pasando, hasta que se quedaron dormidas.
Al día siguiente, en contra de su costumbre, Marinette se despertó muy temprano. En un rato, ella y Alya tendrían que ir a clase, por lo que ya no le quedaría tiempo de hablar del asunto que realmente se moría por abordar. Marinette se las arregló para despertar a su amiga también y procedió a compartir con ella la gran noticia.
Alya, no obstante, no reaccionó con el entusiasmo que ella esperaba. La escuchó medio dormida y, cuando fue capaz de asimilar lo que Marinette le estaba contando, soltó, muy desconcertada:
—¿Qué quieres decir con eso de que estás enamorada de Cat Noir?
Marinette se puso a la defensiva de inmediato y procedió a explicarle todas las razones por las que era perfectamente lógico que ella se hubiese enamorado de su compañero enmascarado. Alya insistió en que no tenía ningún sentido, puesto que Marinette en realidad estaba enamorada de Adrián.
Ella, cada vez más frustrada, rebatió todas y cada una de las objeciones de su amiga. Por supuesto que había pensado ya en todo eso: sus sentimientos por Adrián, el riesgo de que Cat Noir descubriese su verdadera identidad, la dificultad de una relación con tantos secretos que guardar… Marinette tenía respuesta a todo, porque había pasado todo el fin de semana pensando en ello, hablándolo con Tikki y cuestionándose a sí misma. Pero, por alguna razón, el hecho de que Alya, su mejor amiga, no pareciese tomarse en serio sus sentimientos por Cat Noir la ofuscó todavía más. Y empezó a parlotear sobre lo guapo que era su compañero, enumerando todas sus cualidades para convencer a Alya de que de verdad estaba enamorada de él.
Ella no la creyó. Tal como había hecho Tikki el día anterior, insinuó que solo estaba tratando de negar sus verdaderos sentimientos por Adrián.
Marinette, irritada, puso fin a la conversación con tanta precipitación que estuvo a punto de salir a la calle en pijama una vez más.
Alya no se lo tomó a mal, pero ella se sentía un poco desilusionada. Porque, una vez más, había sido incapaz de explicar con claridad sus propios sentimientos. Por supuesto que todavía quería a Adrián, ¿cómo no iba a hacerlo? Pero eso no significaba que fuese buena idea seguir enamorada de él, y mucho menos iniciar una relación, si eso era lo que el chico pretendía.
Y, por descontado, tampoco significaba que no sintiese nada por Cat Noir. Y esto era lo que más le frustraba: que acababa de descubrir un sentimiento que llevaba allí el tiempo suficiente como para haber echado raíces sólidas y muy profundas. Que era algo nuevo y a la vez viejo, maravilloso y aterrador, y la hacía feliz y la llenaba de melancolía al mismo tiempo. Y se moría de ganas de gritarlo al mundo, de compartirlo con sus mejores amigas…, pero ni Alya ni Tikki la tomaban en serio.
«Cat Noir sí lo hará», pensó poco después, mientras se dirigía hacia el colegio, ya correctamente vestida. «Podré declararle mi amor, y él lo aceptará, porque lleva mucho tiempo enamorado de mí también, y seremos felices…, aunque tengamos que mantenerlo en secreto. Después de todo, no necesitamos a nadie más», se dijo.
Distraída como iba, tropezó con Adrián justo a la entrada del colegio. Como de costumbre, y esto era algo que realmente odiaba acerca de ella misma, Marinette se trabó con las palabras y apenas fue capaz de farfullar un saludo coherente. Pero el chico estaba triste y preocupado por la salud de alguien cercano a él, por lo que su amiga trató de consolarlo lo mejor que pudo.
—Siempre encuentras las palabras adecuadas —dijo entonces Adrián, más animado—. Eres muy especial, Marinette —añadió, mirándola intensamente—. Yo…
El corazón de Marinette se aceleró, anticipando lo que él estaba a punto de hacer. Y lo interrumpió con cualquier tontería, y se alejó de él con cualquier excusa.
Sabía lo que estaba pasando, y no solo por Alya. Era perfectamente capaz de darse cuenta de que, si Adrián no estaba intentando declararse, por lo menos sí trataba de acercarse más a ella.
Y no se lo podía permitir. No solo porque iniciar una relación con él sería una mala idea, como le había explicado a su amiga aquella misma mañana, sino, sobre todo…, porque no quería romperle el corazón a Adrián.
«Pero no puedo evitarlo eternamente», pensó, abatida, mientras se dirigía a clase. «En algún momento tendremos que hablar de ello».
Y no tenía ni la más remota idea de cómo lo iba a afrontar.
NOTA: La historia sigue la trama de la quinta temporada, como veis, rellenando huecos con cosas que siento que deberían haber desarrollado más, pero que por alguna razón no aparecen en la serie. Como por ejemplo esta reflexión de Marinette sobre por qué ahora sí puede amar a Cat Noir, a pesar de todos los miedos que tenía antes.
Puedo avanzar ya que esta historia seguirá el canon de los episodios de la quinta temporada hasta después de Elation/Exaltation, donde se desviará para seguir la «vía Marichat» :D, independientemente de lo que pase en la serie después. Es posible que haga referencias a futuros episodios en su momento, o que reescriba mi propia versión de algunos de los acontecimientos de la serie, pero mi intención es que sea una historia diferente, porque si no, no tendría sentido escribirla, ¿no? En fin, espero que os guste 😊.
NOTA 2: Lo de los padres de Nino no es canon, pero el hecho de que no los hayamos visto todavía, y de que él siempre haya mostrado cierto resentimiento hacia los adultos en general y hacia los padres en particular (desde Bubbler, de hecho) no me da buena espina.
