45 — EL CABALLERO DE GÉMINIS
Shun y Hyoga corrieron por el terrible pasillo de la Casa de Géminis, todavía angustiados por esa ambigua presencia que sentían a cada paso que daban. Sin embargo, desde la distancia en la que se encontraban, ya no apareció un punto blanco para revelarse como la salida de ese templo, como lo había hecho antes.
Esta vez, el punto era dorado.
Y cuanto más se acercaban, mejor se daban cuenta de que era la silueta de alguien. Alguien que vestía una Armadura Dorada..
— ¡El Caballero de Géminis! — Hyoga anunció frente a Shun.
Los dos se detuvieron y prestaron atención. Vieron con cierto horror que la figura que tenían ante ellos era desconcertante, pues estaba de pie con ambos brazos apoyados a los costados; pies precisamente uno al lado del otro. Incluso parecía una estatua.
La Armadura de Oro, como todas ellas, protegía completamente el cuerpo de esa figura; pero había un detalle curioso en la protección de sus piernas y brazos que se extendían a la altura de sus rodillas y codos, provocando una extraña ilusión como si sus miembros superiores e inferiores fueran más grandes de lo que realmente eran. Una imagen desconcertante, pues parecía muy alto, no tanto como el gigante Tauro, pero tenía una delgadez inquietante, que era sumamente extraña.
Sus misterios, sin embargo, no quedaban ahí. Mientras Hyoga observaba en estado de shock, lo más aterrador era en realidad el casco que cubría su rostro en sombras; pues en sus costados tenían grabadas dos caras como si fueran máscaras. Uno de estos rostros tenía una sonrisa sádica mientras que el otro mantenía un rostro aburrido y serio.
— Qué sentimiento tan extraño. — comentó Shun a su amigo. — Parece un fantasma.
Shun notó en su brazo como la Cadena de Andrómeda permanecía estática, lo que significaba que no sentía la presencia de ningún enemigo frente a ellos.
Porque si no fuera por el esplendor de esa Armadura de Oro, el Caballero ante ellos no se movió, no dijo una palabra y, de hecho, ni siquiera parecía respirar.
— Una ilusión. — comentó Hyoga, llamando la atención de Shun. — Debe ser sólo una ilusión. Como todo lo que nos rodea, no debería existir. Es una distracción. Y si destruimos esa distracción, todo este teatro también terminará.
El Caballero de Cisne dio un paso adelante y ascendió su cosmos de hielo con todas sus fuerzas. Su cabello revoloteando junto con la fuerza de su corazón.
— ¡Espera, Hyoga!
Shun notó que sus Cadenas reaccionaban a algo en el momento exacto en que el Caballero del Cisne despertó su ardiente Cosmo, pero él estaba decidido a seguir su plan. Tenía en sus ojos la decisión de que debían proceder lo antes posible; su cosmos conjuró cristales de hielo a su alrededor, los cuales él controlaba como una danza con sus manos y brazos, para unirlos en su puño derecho, que desgarró la Casa de Géminis.
El Polvo de Diamante se manifestó como una ventisca helada en la que fragmentos de hielo cubrieron completamente al Caballero de Oro. La figura fantasmal no se movió ni un centímetro; la ventisca de Hyoga atravesó al Caballero de Géminis para regresar violentamente hacia los dos.
No hubo tiempo para protegerse o para que Shun manifestase sus cadenas; ambos fueron tomados por la ventisca y arrojados hacia atrás.
Jadeando, tanto Shun como Hyoga pudieron levantarse de nuevo. Detrás de ellos estaba el Caballero de Géminis de nuevo con su postura ilesa.
— Él nos devolvió el golpe, ¿cómo es posible? — Hyoga se preguntó a sí mismo.
— No creo que haya devuelto tu técnica, Hyoga. — Shun comentó.
El Caballero del Cisne miró a Shun y finalmente entendió con asombro.
— Lo entiendo, es como el laberinto. — él dijo. — Caminamos y caminamos hasta que al final llegamos al mismo punto, corriendo en círculos. Mi Polvo de Diamante atravesó esta figura y simplemente volvió hacia nosotros, como si los caminos de esta Casa simplemente se doblaran a su voluntad.
Shun estuvo de acuerdo, ya que eso era exactamente lo que había sucedido.
La Cadena de Andrómeda finalmente se movió sobre el brazo de Shun. Su punta esférica describía un movimiento circular y confuso en el aire.
— Mira, Hyoga. — Shun mostró. — La Cadena está identificando alguna presencia ahora, pero no sabe en qué dirección se dirige.
— Oh, pero ¿cómo es posible cuando él está justo en frente de nosotros? Estoy seguro que este Caballero de Géminis es capaz de confundir todos nuestros sentidos y hasta el cosmos de tu Cadena. — dijo Hyoga. — Porque si la Cadena de Andrómeda lo detecta cerca de aquí, usaré mi técnica más poderosa para asegurarme de que no pueda cambiar esta realidad para golpearnos de nuevo. ¡Voy a quemar mi cosmos como lo hizo Seiya en la Casa de Tauro y acabar con él!
— No sé, Hyoga. No estoy seguro de que eso sea lo correcto. — Shun preocupado.
— ¡No tenemos tiempo!
— ¡Pero sucederá lo mismo! — él intentó, pero nada apartó a Hyoga de su idea.
Una vez más el gélido Cosmos de Hyoga se apoderó de la Casa de Géminis y sus ojos se cerraron al recordar que allí luchaba por la vida de Atenea sufriendo al pie de la montaña. Su danza manipuló los cristales circundantes, pero su Cosmos no los hizo converger en su puño como antes; crecieron por el movimiento, pero permanecieron a lo largo de su cuerpo. Como un cisne, Hyoga abrió sus brazos como si fueran sus poderosas alas y lanzó su cosmos con fuerza junto con su voz.
—¡Trueno Aurora!
El hielo a su alrededor se convirtió en un tifón y viajó hacia el Caballero de Géminis, sacudiendo las columnas a su alrededor donde quiera que fuera.
Pero Shun tenía razón.
El furioso huracán de hielo que se precipitó hacia el Caballero de Géminis regresó con igual violencia, arrojando a los dos Caballeros de Bronce lejos de donde estaban.
La pose fantasmal, los brazos alargados a los costados y las dos caras en el casco. Seiya y Shiryu también habían encontrado al Caballero de Géminis en su corredor dentro del templo y permanecieron estáticos ante aquella desconcertante e inmóvil figura.
— ¿Qué pasa, Seiya? — preguntó Shiryu, notando que su amigo se tensaba cuando interrumpió la marcha que estaban siguiendo.
— El Caballero de Géminis está frente a nosotros. — él dijo.
— ¿Frente a nosotros? — ella estaba confundida.
— Sí, no puedes verlo, pero está justo frente a nosotros. Estate atenta, Shiryu.
Shiryu bajó los ojos y la cara, como si buscara en sus otros sentidos cualquier señal de presencia allí.
— Que raro. — dijo Shiryu, tomando algunos pasos laterales para aumentar su percepción. — No siento ninguna presencia cerca de nosotros.
— Ay, Shiryu, ¡porque digo que está frente a nosotros! Es un Caballero de Oro oscuro, su casco tiene dos caras dibujadas, una a cada lado.
Seiya habló en voz ligeramente baja, como si tuviera miedo de maldecir al Caballero de Oro frente a él. Era horrible, eso es lo que quería decir. Pero sin ver ni sentir la presencia de nadie más que su amigo, Shiryu fue invadida por el cosmos caliente y poderoso de Pegaso, que ardía a su lado en el cuerpo de Seiya.
— ¿Qué planeas hacer, Seiya?
— No podemos subestimar a los Caballeros de Oro, Shiryu. — Seiya recordó del mensaje de Aldebaran. — Y si este es el responsable de intentar mantenernos aquí, no creo que esté de nuestro lado.
— Pero, Seiya… — intentó Shiryu.
— Si queremos tener una oportunidad contra los Caballeros de Oro, necesitamos alcanzar el Séptimo Sentido, Shiryu. — dijo él, decidido, quemando su cosmos. — ¡Estoy seguro de que si vencemos a este Caballero de Oro estas ilusiones pueden desaparecer!
— ¡No, Seiya, espera! — pidió Shiryu.
— Shiryu, no tenemos tiempo que perder aquí. ¡Saori nos necesita!
Shiryu sintió como ese Pegaso a su lado desplegaba sus alas y sin duda atacaría con todas sus fuerzas; el chico Seiya trazó las estrellas de su constelación protectora en el aire, pero en el último momento de repartir Meteoros en ese Caballero Dorado, sintió el brazo de Shiryu sujetando su puño.
— Shiryu, ¿qué estás haciendo? — Seiya se desesperó.
— Seiya, he sentido un Cosmos muy extraño en este templo desde que entramos. Pero dicho Cosmos parece estar lejos de aquí.
— ¡Estás delirando, Shiryu, está frente a nosotros! — gritó Seiya, porque el Caballero de Oro estaba realmente inmóvil frente a ellos.
— No hay nadie delante de nosotros. — insistió Shiryu. — Por el contrario, puedo sentir el viento ligero afuera. ¡Estamos, de hecho, frente a la salida!
Seiya miró a su alrededor buscando esa salida que su amiga seguramente sentía, pero encontró paredes oscuras y columnas por todas partes.
— Aquí no hay nada, Shiryu. — gimió Seiya. — ¡Tenemos que luchar!
Pero Shiryu siguió sosteniendo el brazo de Seiya con firmeza, evitando que lo soltara.
— Espera, Seiya. Vamos a salir de aquí. — dijo Shiryu, y Pegaso imaginó que su amiga deliraba.
Ella dio un paso adelante hacia el Caballero de Géminis, pero Seiya se negó, asustado. Shiryu tiró de él aún más fuerte.
— ¿Qué estás haciendo, Shiryu? El Caballero de Géminis está exactamente en esa dirección y detrás de él hay una pared. ¡Te volviste loca!
— ¡Confía en mí! — pidió Shiryu, llevando el pie de Seiya hacia adelante como si lo obligara a caminar en esa dirección. — ¡No lo ataques, sólo ignóralo!
Seiya trató de intentar soltar su brazo del agarre de Shiryu, pero recordó que era el Puño del Dragón; ella era muy fuerte y luego se vio corriendo, porque Shiryu empezó a correr, tirando de él de las manos con firmeza. Seiya la llamó mil nombres: loca, delirante, pelotuda y otros términos indescifrables en su desesperación.
— ¡Shiryu ! ¡Vamos a morir!
Un destello de blanco cubrió sus ojos marrones, cegándolos; imaginó que sólo podía ser la técnica especial de esa figura fantasmal, o tal vez incluso la muerte que finalmente había llegado a él. Pero cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, Seiya vio que estaba fuera de la Casa de Géminis.
— ¿Estamos fuera? — Seiya escuchó la voz de Shiryu perguntar.
Y él miró hacia delante y vio que las anchas escaleras subían al siguiente templo; miró hacia atrás y vio que la fachada era totalmente diferente de lo que recordaba con los enormes murales a su lado.
— Sí. — él estuvo de acuerdo, muy confundido. — ¿Pero qué pasó?
— Seiya, fuiste engañado por la ilusión del enemigo ya que confiabas demasiado en lo que podías ver.
— Maldición. — Seiya se sorprendió mirando a su amiga. — Como las ilusiones de Geist. ¿Esto significa que no hay Caballeros de Géminis en esta Casa?
— En realidad, no había ni laberinto ni Caballero en la Casa de Géminis. Nos han engañado.
— ¿Y ese extraño Cosmo que sentimos?
— No tengo ninguna duda de que es el Cosmos de quién estaba detrás de todas estas ilusiones. — dijo Shiryu. — Sea quién sea, debe ser un Caballero fabuloso.
— Un Caballero del lado de la fuerza maligna del Santuario, porque hizo todo lo posible para mantenernos atrapados dentro. — reflexionó Seiya, todavía sin creer. — Hyoga y Shun también tendrán problemas si sólo confían en lo que ven.
Shiryu tuvo que volver a sujetar a Seiya del brazo, pues supuso que estaba a punto de entrar de nuevo en la casa.
— No, Seiya. — ella habló. — Como dijo el propio Hyoga, debemos seguir adelante. Saori nos necesita. Confío en que encontrarán la salida por su cuenta. Shun podrá confiar en sus Cadenas.
— Correcto. — Seiya se suavizó.
Y luego dieron unos pasos hacia adelante, cuando Seiya parecía preocupado de nuevo.
— Maldito sea, Shiryu.
— ¿Qué pasa, Seiya? — al notar a su amigo un poco más lejos.
— Nos quedamos allí mucho más tiempo de lo que imaginaba.
— ¿Qué quieres decir?
— La llama de Géminis está apagándose en el reloj. ¡Solo tenemos nueve horas para llegar al Camarlengo!
— Entonces no deberíamos perder otro segundo aquí, Seiya. — ella dijo. — ¡Lo haremos!
Seiya estuvo de acuerdo y juntos subieron las escaleras hasta el siguiente templo.
La llama de Géminis se apagó.
Shun se encontró cubierto de cristales de hielo, que sacudió de su cuerpo para limpiar su armadura. Se levantó para encontrar a Hyoga cerca, inconsciente y con un hilo de sangre corriendo por su rostro. Shun le limpió la sangre y trató de despertar a su amigo. Sin embargo, notó que el cuerpo de Hyoga estaba helado ya que había sido noqueado por toda la fuerza de su técnica más poderosa. Sintió que era muy afortunado de estar unos pasos detrás de Hyoga, ya que el Caballero de Cisne soportó la mayor parte de esa explosión en su propio cuerpo.
Fue entonces cuando Shun escuchó una risa baja y espaciada en la Casa de Géminis. Miró hacia atrás y encontró al Caballero de Oro parado detrás de él. Shun sabía que tanto él como Hyoga habían sido arrojados lejos de donde estaban, pero cuando miró esa figura fantasmal, fue como si estuvieran en el mismo lugar nuevamente. Esa misma postura sin vida, la misma pared detrás de él. Dos columnas, una a cada lado.
Ahora también había una risa. Alguien sonreía bajo esa terrible máscara.
¿Podría ser que no fuera, después de todo, una ilusión?
— Ya debes haber entendido que tus ataques son inútiles contra mí.
Finalmente el fantasma habló y su voz pareció repetirse resonando a través de las paredes, como si al menos dos personas estuvieran hablando al mismo tiempo.
Shun se puso de pie para enfrentar a ese fantasma; agarró el metal de sus Cadenas en sus manos y recordó cómo Hyoga había sido atacado por su técnica. Su voz habló con fuerza.
— La Cadena te encontrará estés donde estés. Ella nunca se volvería contra mí.
Su Cosmo apareció a su alrededor y lanzó su Cadena triangular con su mano derecha hacia el Caballero de Géminis. La Cadena viajó, poderosa y tensa, hacia ese casco ambivalente. Luego se detuvo en el aire, como si hubiera una pared frente a ese casco, retenida por una fuerza invisible e imposible.
Shun se sorprendió al ver su Cadena Triangular parada en el aire.
Y en el siguiente instante, la cadena simplemente cayó al suelo, inútil, moviéndose sutilmente, pero incapaz de decidirse.
— ¿Qué está pasando? — Shun se preguntó. — La Cadena no sabe dónde está el enemigo.
Sus ojos estaban en la cadena que se movía muy sutilmente en el suelo, como si estuviera en agonía, si eso era posible. Shun miró esa figura fantasmal preguntándose si ese Caballero de Géminis realmente existía.
Como para despejar sus dudas, el Caballero de Géminis manifestó su cosmos amenazante, un destello de oro en la oscuridad.
Shun recogió su Cadena del suelo y soltó la que tenía en su otro brazo, creando una trampa circular a su alrededor, protegiéndose a sí mismo, pero también al cuerpo de Hyoga. Sabía que esta nebulosa creada por la Cadena de Andrómeda lo mantendría a salvo y al enemigo a raya. Cualquiera que entrara sería electrocutado por más de diez mil voltios; bajo esa Armadura de Oro, si hubiera incluso un hombre allí, no podría soportar esa fuerza.
— ¡Eres libre de entrar si quieres morir, Caballero de Géminis! — amenazó Shun, tratando de entender de qué estaba hecha esa imagen frente a él.
Él respondió con una risa tranquila y maquiavélica.
— ¿Qué pasa, Caballero de Oro? ¿Te atreverás a entrar?
La Armadura Dorada, inmóvil hasta entonces, por primera vez se movió para dar un paso adelante desde aquella nebulosa; Shun se puso tenso. El Caballero de Géminis dio un segundo y un tercer paso y se acercó aún más. Pero luego caminó libremente hacia esa nebulosa formada por la Cadena Circular.
Shun quemó su cosmos en un vano intento de hacer que su Cadena reaccionara, pero la conmoción estaba en su rostro; no sabía que podía estar pasando, porque esa figura amenazante caminaba tranquilamente sobre la nebulosa y la Cadena simplemente no mostraba ninguna reacción.
Junto con él también llegó su risa baja y terrible.
— Tú realmente no existes. — Shun estaba asombrado, hablando con ese Caballero de Géminis o tal vez hablando consigo mismo. Su cuerpo no estaba realmente allí, imaginó.
El laberinto, el cosmos vacilante, el Caballero de Oro. Eran todas ilusiones de la Casa de Géminis, nada de lo que vio existía realmente donde estaba. Sin embargo, ¿quién podría ser el responsable de todo esto y dónde estaría esa persona?
— ¿Dónde estás? — tartamudeó Shun, preguntándose dónde podría estar ese lugar que el enemigo invirtió para mantenerlos atrapados allí.
Esa risa baja que lo hizo temblar.
— Nunca lo sabrás. Como los insectos no saben de la existencia de los dioses. — dijo su voz profunda y resonante. — Y ahora conocerás el verdadero poder de un Caballero de Oro.
Sus brazos se movieron hacia adelante, como si realmente estuviera buscando el alma de Shun. Su voz resonó distorsionada en muchas voces alrededor de la Casa de Géminis.
— ¡Otra Dimensión!
Shun vio una explosión cósmica salir disparada de los dos ojos de esos dos rostros inscritos en su casco.
El suelo debajo de Shun dio paso a un infinito cósmico en el que miles y miles de estrellas distantes se extendían sobre un tejido oscuro; planetas y satélites, cometas y asteroides esparcidos en todas direcciones con sus colores, distorsionando la materia y sus estructuras. Shun de Andrómeda sintió que su cosmos se alejaba de ese Caballero de Géminis, que aún podía ver de pie en la Casa de Géminis, aunque el resto de ese templo estaba ocupado por ese universo infinito.
Vio detrás de él el cuerpo de Hyoga de Cisne, inconsciente, flotando sin rumbo hacia el infinito.
SOBRE EL CAPÍTULO: Casi no cambié nada de la batalla. La perfección no se cambia. =)
PRÓXIMO CAPÍTULO: OTRAS DIMENSIONES
Shun necesita tocar el Séptimo Sentido si quiere tener alguna posibilidad de escapar de la Otra Dimensión, mientras que Shiryu también se ve enviada a otro plano de existencia.
