EL ADIÓS
Por Truchita
Niños.
Hay tres, uno junto a otro. Totalmente distintos. Ella es menuda, ellos dos polos opuestos. Pelo negro y rojo, azabache y fuego.
Cenizas a las cenizas.
Llora. El más alto la consuela con caricias en la espalda. Duele ver ataúdes tan pequeños.
Niños.
No encajan en el paisaje, pardo y tembloroso bajo un cielo que parece a punto de desmoronarse. Alguien lo hace por él, alguien se arrodilla, suplica mientras la tierra cae a palazos.
Nadie escucha. Todos miran.
Ningún padre debería enterrar a sus hijos.
Polvo al polvo.
El silencio se dilata. Huele a lluvia. Un cuervo chilla y la riada de ropas negras empieza a moverse. La magia se agita, vencida ante la muerte.
Ellos siguen allí. Inertes, perdidos
Ningún niño debería ver cómo entierran a otro niño.
Descansen en paz.
La voz femenina es azúcar en mitad del infierno.
-Sólo eran niños, como nosotros.
El pelirrojo suena más grave de lo que aparenta su cara pecosa.
-Ya no somos niños.
El tercero no dice nada. Sabe que es verdad. Se despide de las tumbas, se despide de sí mismo. De los dos niños que están junto a él y que ya no son niños.
Habla por los ojos, esmeraldas líquidas tras los cristales de las gafas.
A la guerra no le importa que sean unos niños.
(fin)
23/3/05
