(Basada en la obra original de Masami Kurumada,

ALGUNOS de los nombres de los personajes son míos y otros han sido tomados de la serie original.

Y yo no recibo nada por esta historia.)

* Hola a todos, este fic es especial para mí,

ya que lo saque gracias a un grupo de roll en FB donde conocí a gente increíble,

y a los que este fic va dedicado.

Disfrútenlo n.n *

La lluvia incesante caía con fuerza sobre las rocas de la isla Delos, muy cerca del monte Kynthos. Los relámpagos se escuchaban tras haberse visto la enorme luz de los rayos que iluminaban el paisaje rocoso, parecían que de un solo golpe, el cielo nocturno se había desgarrado dando como resultado una tormenta como hacía mucho tiempo no sucedía, la fuerza de la lluvia impedía que la visibilidad del lugar.

Los vientos soplaban con violencia, provocando que un joven e intrépido viajero, tomará entre sus casi rígidas manos, debido a la lluvia y las fuertes ventiscas, una capa y capucha marrón, ya desgastadas, en un intento de cubrirse por de la tormenta. Sus pasos torpes entre el rocoso sendero, querían provocar una caída en el lugar. Si notarlo, piso una resbalosa roca, el joven, que estuvo a punto de caer al empapado suelo en una peligrosa y dolorosa caída, interpuso sus fuertes brazos contra la dura superficie, evitando golpearse contra las engañosas rocas, la cual con la pesada carga, que llevaba a su espalda, propiciaba a que su equilibrio flaqueara rápidamente.

—Debo buscar un refugio…—Resopló el joven mientras se apoyaba en su rodilla derecha, puso todo el peso de su cuerpo y la pesada carga y de un solo movimiento, y sin esfuerzo alguno pudo al fin levantarse, teniendo mucho cuidado de que no volviera a caer de nuevo. Mirando al cielo observó con mucha atención, la tormenta parecía que empeoraría, y sabía el riesgo que corría si se quedaba en ese lugar o no encontrar al menos un refugio seguro.

Miraba a todas direcciones con el rostro y sus ropas empapadas, buscaba alguna cueva donde refugiarse de la lluvia. Sus ojos azules buscaban atentamente; cuando, sin demora, un rayo cayó con fuerza, irradiando una intensa luz, distrayéndole de su búsqueda. El joven cerró los ojos con las palmas de sus manos, debido al inesperado resplandor, que parecía había cubierta de esa intensa luz todo el lugar. Intentando echar un vistazo, entrecerró los ojos, logro ver como el resplandor parecía tocar el suelo. No era igual a ninguno que había visto antes, nunca en su vida había visto demasiadas tormentas como para saber que eso no era normal.

Casi de la misma manera en la que había sucedido, había terminado. Había estado parado en el mismo lugar, en silencio, esperando con paciencia, para poder escuchar el estruendoso ruido del trueno. Cada segundo que esperaba, se volvía cada vez más impaciente, al escuchar nada más que la lluvia cayendo sobre las rocas. A pesar de su desconcierto, mantuvo su rostro frio e inexpresivo, trato de no darle la más mínima importancia, estaba dispuesto a proseguir su búsqueda, ya que de eso dependía su vida. En su interior sabía que eso no había sido normal, estaba seguro que corría peligro en una situación como esa, aun con la inquietud en su interior, giró su cabeza, bajando lentamente sus manos.

Repentinamente, volvió la mirada en la misma dirección donde el rayo había caído instantes atrás; con dificultad comenzó a caminar rápidamente, la densa lluvia aun dificultaba ver el camino por dónde iba. Cada paso era más dificultoso que el anterior, pero de igual manera, también era más notorio el sonido que había llamado su atención.

Un llanto se escuchaba claramente, a pesar del enérgico repiquetear de la lluvia sobre la dura superficie. Entrecerró sus ojos para intentar lograr ver algo en el paraje tan inhóspito. Entre las enormes y fuertes gotas de lluvia lograba a penas alcanzar a ver pequeñas columnas de mármol, que parecían ser las ruinas de un templo abandonando en el lugar. Su mente trataba de recordar a quien pertenecía ese templo, pero el llanto se hacía más intenso conforme avanzaba, y no podía ignorarlo tan fácil. En un instante algo en la oscuridad de la noche, pareció moverse entre las columnas una gran sombra, parecía ser la sombra de una mujer, o era lo que había podido ver. Esta sombra, parecía que estaba cerca de algo, a unos cuantos metros de donde él estaba; que se había percatado de su presencia, y casi de inmediato, comenzó a alejarse a toda prisa.

Los pocos pasos que lo separaban de aquella figura, pudo acortarlos en poco tiempo, hasta llegar a las ruinas del templo, que ya habían sido bañadas con la lluvia. Al llegar, el llanto distrajo su atención hacia el suelo mirando a un bebé que lloraba desesperadamente. Por un momento, por su mente había cruzado la idea de perseguir a aquella sombra. Sin embargo, no sabía si se trataba de la madre de la pequeña, una simple ilusión, o peor aún, algún enemigo. Él no tendría problema en enfrentarle, pero arriesgaba más que su propia vida. Aún sorprendido, miró con cuidado el lugar donde la sombra parecía hacer corrido, aún con su sentidos alerta, espera detenidamente alguna señal para saber de quien se trataba. Después de una larga espera, no hubo ninguna clase de respuesta, y sin duda, se inclinó a mirar al pequeño infante que lloraba, y que no era más que una indefensa niña, con escaso cabello, que parecía ser rubio, era difícil saberlo por lo empapado que estaba. Mirándola, intentado de deducir si estaba herida, miró con curiosidad el dije en forma de media luna, colgado en su pequeño cuello. Sin dudarlo la tomó de en sus brazos mientras miraba con desconfianza hacia el mismo lugar donde parecía haber desaparecido ese extraño ser, buscaba alguna señal de que hubiera un bebé desaparecido, o si encontraba alguna señal de la sombra.

—¿Qué haces aquí pequeña? —Mencionaba el joven al momento en que cubría con la vieja capa a la niña que había encontrado, y que aún se encontraba llorando con las gotas de la lluvia cayéndole en la cara. No sabía con exactitud cuánto tiempo tendría ese bebé bajo la lluvia, en un lugar tan alejado, mucho menos de cómo había sido la manera en la que había llegado. Comenzó a caminar con mucho cuidado, ahora no solo su seguridad estaba en juego en medio de esta terrible tormenta, ahora tenía a un pequeño ser que cuidar.


Los cálidos vientos de la tarde soplaban con un poco de fuerza agitando las hojas verdes de los arboles cercanos a donde se encontraba. Sus largos cabellos rubios, con un ligero tono verde en ellos, eran mecidos delicadamente, mientras miraba atreves de un antifaz dorado que únicamente dejaba la mitad de su rostro, podía admirar la belleza que la luz de esa misma tarde le mostraba, recostada en uno de los pilares de la entrada del Templo de Escorpio, mientras tenía sus brazos cruzados sobre su pecho. Su armadura dorada, brillaba por los rayos reflejados sobre el mármol blanco que pavimentaba en su totalidad al Santuario de la diosa Athena.

"Quisiera, que la noche llegará pronto… quiero ver la luz de la luna, es como si me llamara…"

—Aileen —Retumbo una grave voz que había interrumpido sus pensamientos y que provenían desde el interior del Templo de Escorpio, Aileen se giró con brusquedad agitando sus cabellos mirando hacia el interior de este, contemplando las sombras de los pilares, escuchando como unos lentos pasos acompañados de un sonido metálico que retumbaba anunciando su llegada —Sabes que no debes distraerte, si yo fuera un enemigo, ya te habría aniquilado.

La grave voz, se escuchaba mientras sus pasos se hacían más fuertes, la armadura dorada que cubrían los pies del caballero se asomaba cada vez más mostrando poco a poco el resto de la armadura dorada, incluyendo la capa blanca que estaba a sus espaldas, así como sus largos cabellos verdes que se balanceaban conforme avanzaba, enmarcando un rostro, que al igual que sus ojos azules no mostraban expresión alguna.

—Maestro… —Aileen se sobresaltó, sabía que él tenía razón. Un caballero de Athena, debía estar siempre alerta, sobre todo, los caballeros dorados, que estaban en protección de las casas zodiacales. Ella como amazona y protectora de la casa de Escorpio, no podía distraerse ni un solo segundo, eso podía determinar el triunfo o la derrota en una batalla. Su corazón aun sobresaltado, latía acelerado tras la reprimenda de su maestro que se acercaba hacia ella. Estaba consciente, que cada casa que avanzaba el enemigo, era un paso más cerca de la diosa Athena, y por eso que el enemigo avanzará o se detuviera, dependía de su concentración; eso era la enseñanza de su maestro. El caballero Paul de Acuario, se había detenido justo enfrente de ella, avergonzada, agacho la mirada ante su maestro —. No volverá a suceder.-

—¿En qué estás pensando? Últimamente has estado muy distraída— La voz del caballero de Acuario resonaba muy seria, a pesar de su usual rostro inexpresivo sobre el de ella.

—No, no es nada importante —Trato de mostrar indiferencia al tema. Para ella era difícil tratar ese tema con él.

En su interior no entendía como él podía ayudarle, de alguna manera, presentía lo que le diría: "No debes preocuparte por ese tipo de cosas." "Debes entender, cuáles deben ser tus prioridades."

La mirada fría de Paul, solo la seguía estudiando sus reacciones.

—Si es eso, está bien —Contesto mientras su mano derecha comenzó a elevarse hacia ella, con el puño cerrado delante de él, mientras Aileen observaba con sorpresa cómo casi inmediatamente su maestro lanzó un objeto con fuerza con dirección a donde ella se encontraba, mientras volaba por el aire acompañado con el mismo brillo plateado, Aileen levanto con rapidez el brazo alcanzando el objeto arrojado por su maestro, abrió sus ojos de par en par al ver que era un dije en forma de media luna, con una fina cadena hecha de plata. Subió la mirada aún más sorprendida, mientras su corazón seguía latiendo con más fuerza, sus ojos verdes olivo, que se ocultaban en su antifaz dorado, comenzaban lentamente a llenarse de lágrimas, al ver aquel dije. Lo tomo con ambas manos y lo presiono contra su pecho, mirando a su maestro.

—¿Dónde lo encontró? —A penas se alcanzaba a escuchar la voz de Aileen, que se había escuchado como un suspiro casi inaudible —. Creí que lo había perdido y que no lo volvería a encontrar.

—Lo encontré en los confines del tiempo hace un momento, si no me equivoco, no lo tienes desde la última vez que entrenamos ahí, ¿cierto? — Su rostro serio de su maestro la miraba con atención mientras ella mantenía al mirada en su dije.

—Es cierto, muchas gracias maestro.

-No importa, el verdadero motivo al que vine, es para avisarte que el Patriarca pidió que los dorados nos reunamos en la Sala Patriarcal, a media noche.-Paul termino de hablar, Aileen decidió tratar de decir algo, era demasiado misterio como para que el Patriarca pidiera una reunión a altas horas de la noche, en su interior imaginaba que debía ser algo delicado para tal evento.-Desconozco el motivo, sin embargo debes estar puntual.-

-Entendido, pero ¿y Touma? Tengo entendido que esta fuera del Santuario en una misión…-Se interrumpió al ver los ojos de su maestro. Tenían al menos dos años desde que habían comenzado una relación, al principio, Aileen tenía miedo de que su maestro intentara algo en contra de él. No sabía con exactitud por qué le molestaba, sin embargo, aún no tenía la astucia de averiguarlo, mucho menos de arriesgarlo. Lo único que sabía era que su maestro no lo había atacado por ser uno de los doce caballeros dorados, que protegía la casa de Sagitario, al menos, eso creía.

—No lo sé… —Paul se limitó a contestar bruscamente, seguir caminando hacia la entrada del templo para dirigirse a la casa de Libra—. Por cierto… feliz cumpleaños.

Terminaba de decir para luego salir por la entrada del templo comenzando a bajar las escaleras hacia el siguiente templo.


La noche no tardó mucho en llegar, al menos aún faltaban un par de horas para la reunión en la Sala del Patriarca, su maestro no había tardo mucho en bajar hasta el templo de Kazou de Aries y luego regresar al templo de Acuario.

Aileen seguía contemplando el dije que había tenido consigo desde que tenía memoria, no podía evitar sentir en el fondo de su pecho una inevitable aflicción; la cantidad de recuerdos que llegaban a la memoria. Ahora era su cumpleaños número diecisiete, si no recordaba mal, solo habían pasado doce años desde el momento en el que pisó por primera vez el Santuario de la mano de Paul de Acuario. Inconscientemente comenzó a caminar hacia la entrada de su templo, mirando el tenue brillo plateado de aquel dije, a las afueras del templo la luna llena, iluminaba pacíficamente el Santuario con su bella luz. Siguiendo el tacto de sus blancos dedos, sintió como la superficie inferior del dije tenía unas marcas. Llegando al borde de su templo subió la mirada y miro el esplendor de la luna. Sus ojos verdes se centraron en ella, su corazón latía acelerado mientras se sentía emergida en una profunda atracción hacia ella; al momento de sostener con fuerza el dije, de un momento a otro recordó que lo tenía en sus manos, bajo su mirada a este y lo giro en la parte inferior había una pequeña inscripción, ya casi no se podía distinguir por lo desgastada que se encontraba la plata por el paso de los años.

—Es…parece ser griego antiguo… —Susurro débilmente al escudriñar con sus ojos verdes y con suma precaución la inscripción—… Luz de luna… la que rige la obscuridad de la noche… muestra ante mí… el camino de regreso…

Leyó con cuidado la inscripción la luna, y en un movimiento rápido, se colocó el dije abrochando detrás de su cuello, mientras de un momento a otro, la luna comenzó a incrementar su brillo gradualmente. Ella no había notado el brillo tan intenso de la luna, dio una media vuelta agitando sus largos cabellos y mientras con una sonrisa un poco triste, colocaba el dije en su mano izquierda mientras que con la derecha se recogía su largo cabello haciéndolo a un lado sobre su hombro derecho, luego tomó la fina cadena con ambas manos y en un solo movimiento detrás de su cuello abrocho el dije, dejándolo expuesto sobre su dorada armadura.

Sus pasos lentos y sigilosos se adentraban en el templo, que era escasamente iluminado por las antorchas dentro de este, casi era hora de reunirse con el Patriarca Arles, tenía quedarse prisa y llegar a tiempo.

De repente sus pasos se detuvieron bruscamente.

Una presencia extraña había adentrado en su templo, sentía como esa presencia era poderosa, justo a sus espaldas, giro casi de inmediato, agitando su dije y sus largos cabellos mirando de frente al intruso en su templo, inmediatamente sus ojos verdes mostraban molestia, frunciendo el ceño desconcertada; unas cuantas plumas blancas caían balanceándose en un va y ven hasta tocar le piso del templo, alrededor del ser.

—Miren, un intruso —Comentó dirigiéndose hacia el chico con un tono bruco, miraba que vestía una particular armadura, parecía una armadura de plata, sin embargo estaba consciente que ninguna armadura de plata era igual a esa.

"¿Cómo pudo atravesar los templos restantes? Ni siquiera fuimos advertidos."

Sus pensamientos no iban coordinados con sus palabras, su expresión indiferente y fría. El extraño visitante se acercó un par de pasos hacia ella y Aileen solo se limitó a mirarlo con recelo.

— ¿Quién eres? ¿Y qué es lo que quieres aquí?

El joven que solo se le veía una máscara que le cubría la mitad de su rostro y una punta de este le cubría parte de la cabeza sobre sus cabellos castaño rojizo en ellos y al otra parte la piel blanca de su barbilla, éste solo la miró, moviendo sus ojos azul agua de arriba abajo centrando su mirada en su pecho.

—Quien soy, no es de importancia… —El extraño contesto indiferentemente a Aileen que se mantenía inquieta, esperando el primer ataque—. Pero, sobre lo que quiero… he venido por ti.